martes, 20 de septiembre de 2016

Alejandra Pizarnik & León Ostrov Cartas 18-21.


Completamos así las 21 cartas a León Ostrov. (Finis operis.. J. Méndez-Limbrick).

Carta N.º 18


29 de junio de 1962.

Querido León Ostrov:
Recibí sus dos cartas hace ya mucho tiempo. Y me hubiera gustado contestarle enseguida si hubiera sido posible hacerlo oralmente, pero no podía escribir.
No deseo dejar de comunicarle que he iniciado un leve tratamiento con una psiquiatra. Ha sido por azar, si existe. Como Chichita Singer se trató varios meses con esta doctora obteniendo resultados que a mí me parecieron maravillosos decidí hacer lo mismo. Es más: sentí que no podía no hacer lo mismo. Estoy, pues, convulsa, contraída, temerosa, con toda la extensión de mi sentimiento de abandonada frente a mí, recreando viejos horrores y no sabiendo, como siempre, qué hacer con tanta confusión. En verdad no espero nada, ni siquiera resultados maravillosos. Solo quisiera comprender, ver claro o no claro pero ver algo de esto que no me deja. La expresión «nostalgia materna» no me ayuda. Tampoco yo me ayudo. Vieja cuestión: ¿puede alguien ayudarme? Naturalmente, deseo saber qué piensa de lo que le cuento.
Mi diario ya ha sido publicado por Mito (revista colombiana). No tengo ejemplares para mandarle. Su director, Jorge Gaitán Durán, murió el sábado en un accidente de avión. Había venido a París por un mes y nos hicimos muy amigos. Proyectaba hacer una edición muy hermosa de mi diario «completo». Por supuesto que ya no se hará. Pero yo sigo escribiendo mi diario que ya deja de serlo pues es casi un largo y absurdo poema en prosa. Novedades de mi libro en Sur no tengo. Pero escribo bastante y leo más que antes. Como mis finanzas van atrozmente mal le acabo de hacer un reportaje a Marguerite Duras que me dejó contenta pues nuestro encuentro fue opuesto al que tuve con Simone de Beauvoir, es decir, que fue interesante y las dos simpatizamos enseguida. Además, comenzaré a hacer un poco de crítica poética para Cuadernos. Al diablo las ideologías. No estoy dispuesta a morirme de hambre en homenaje a los intelectuales de izquierda.
Aparte de eso, envejezco y no tengo ganas de volver a Buenos Aires. Me lleno de galicismos y pierdo mi sentido del humor —como lo demuestra esta cartita. No obstante me siento aún adolescente pero por fin cansada de jugar al personaje alejandrino. De todos modos no hay ante quien jugar, a quien escandalizar, a quien conformar, «pero me gusta la vida como siempre, ya lo decía…».
Me gustaría saber si piensa venirse por aquí, como lo desea, según me dijo. Sería realmente maravilloso conversar en París.
Bueno, espero que me recuerde siempre. Y que me escriba.
Un abrazo entonces, y otros para Aglae y Andrea,
 Alejandra
30, Rue Saint-Sulpice
Paris, 6è



  Carta N.º 19


París, 21 de septiembre de 1962.

Querido León Ostrov:
Gracias por su carta y felicitaciones a usted y a Aglae por el heredero(a) que se aproxima. Supongo que a pesar de las revoluciones y conflictos se la pasará pensando en el nombre que han de darle. Al menos es lo que yo haría porque para quien ama (o le duele) el lenguaje, un nombre es muy importante. Me imagino lo contenta que estará Andrea a la espera de su futuro, a, compañero, a, de juegos.
Hace muy pocos días que volví de Saint-Tropez en donde estuve «descansando» tres semanas en la villa que la Dra. Lauret posee frente al mar. Más que el mar y el sol y la piscina y el whisky y la gente con la que me encontraba (Italo Calvino, Marguerite Duras) y la que veía pasar con fervor (Picasso), me exaltaba una pequeña motocicleta celeste que los dueños de casa pusieron a mi disposición. Cómo no me sucedió ningún accidente, por qué, son cuestiones que me hacen creer en la existencia de algo a modo de destino. La Dra. Lauret, como ya le dije, es mi psiquiatra. También hace psicoanálisis —o hacía, no lo sé.
Lo que hago con ella es una psicoterapia de conversación (usted me perdonará mis errores o inexactitudes en este terreno pues ignoro las nomenclaturas). No sé si me ha ayudado hasta ahora, no sé si me podrá ayudar. Mi única metamorfosis (notable según mis amigos) es hasta ahora física, corporal. Mi cuerpo se ha estilizado, cambiado muy favorablemente y, lo que es asombroso, mis manos no son las de antes: su delicadeza actual me da miedo. En St. Tropez caí en la temida transferencia, así porque sí, porque un gesto, una mirada, una manera especial que tuvo de mirar unas pequeñas flores recién nacidas. Inútil decirle mi estado «místico» de ahora, mi infierno, mi ausencia, mi sufrimiento, mi fragilidad. Tan segura y endurecida que me creía después de estos dos años de soledad parisina… Nada de eso, ahora. Ahora ya no estoy sola sino perseguida por la imagen de ella («et c’est toujours la même, et c’est le seul instant». Si tiene a mano el soneto «Artemis» de Nerval léalo en mi honor, la primera estrofa le dirá más que esta carta).
Me dijo ayer la doctora, cuando le hablé de su carta, que si usted desea escribirle —acerca de mí, naturalmente— ella estará encantada. Es esta su dirección:
Mme. le Dr. Claire Lauret
7, Rue de Chaillot
Paris 16è
Aunque supongo que usted escribe perfectamente en francés le advierto que Mme. Lauret comprende muy bien el español.
En fin, si es posible susurrar plegarias, si hay a quién pedir, yo ruego que ésta sea mi última «transferencia», mi último amor fantasma, mi última imposibilidad. De lo contrario me transformaré en fuente, como decía Malte.
Naturalmente, a causa de este fervor nuevo y excesivo, escribo muchísimo. Hice una especie de enorme poema en prosa —lo mejor que escribí en mi vida. Lástima no tener fuerzas para corregirlo ni para pasarlo a máquina.
No sé si le dije que el director de Mito, (donde publiqué mi diario), Jorge Gaitán Durán, ha muerto en el accidente del avión Boeing que se estrelló en América Central. Nos habíamos hecho amigos —tal vez más que amigos. Tenía 35 años, era muy bello e hicimos antes de su partida, planes maravillosos y posibles que me hubieran sacado de mi miseria. Su muerte me afectó enormemente. Le doy la dirección de Mito:
Apartado Aéreo 5899
Bogotá D. E. —Colombia.
Puede usted decirles que necesita el número 39-40 a causa del homenaje a Borges que contiene. Yo, desgraciadamente, tengo un solo ejemplar —que ni sé dónde está.
Mi libro va a salir en SUR. Espero con ansiedad noticias referentes a él. Me dicen que el correo está en huelga. ¿Podría usted decirles, por favor, que demoren las huelgas y golpes de estado hasta que mi librito esté terminado?
Comparto su fascinación por Río de Janeiro. Estuve ocho horas y aún tengo presente esos colores de jardín encantado, ese arcoiris perpetuo e informe, ese gusto a fiesta cuando se mira el cielo. Pero debe ser muy nocivo para los «trabajadores intelectuales». Mis abrazos para los tres (o para los cuatro) y tal vez cuando esta carta llegue será para los cinco según se demoran los correos,
Alejandra


Fini le Méxique cuanto a los reportajes. La revista se disolvió. Así va l’Amérique Latine —hago notas extra para Cuadernos.

  Carta N.º 20


3 de enero[27].

Querido León Ostrov:
No solo feliz año nuevo sino mi contento por la aparición de Pablo —muy bello nombre— que coincide con la aparición de mi librito Árbol de Diana (Sur) que Murena le enviará, si realiza mi pedido (ayer recibí un ejemplar por avión). Dígale a Andrea que leyó el manifiesto surrealista con excesiva premura: no es al hermanito al que hay que tirar a la basura sino, con habilidad y simpleza, como quien no quiere la cosa, pegar al padre y a la madre una o dos veces por mes. No obstante, se deben eximir del castigo a los padres que leen poesía y que la aman. De manera que si se encuentra falta de objetos en donde ejercitarse —como es su caso, creo— me ofrezco a prestarle o alquilarle los míos.
La «transferencia» no molesta demasiado. Espero hablar muy pronto en pasado de ella. Pero no sé si el tratamiento me ayuda. Lo que sí escribo bastante. Casi diría que tengo un nuevo libro de poemas —en verso y prosa.
Y ahora esto: perdí el empleo. Plan de austeridad de la revista (de ayuno, mío). Buscaré otro o me haré clocharde. Es un problema desagradable en la medida en que no me interesa el dinero —y mi consiguiente horror de pensar en él. De todos modos, leo y escribo. Al menos eso es algo cierto. Ya le contaré si consigo otro. Hay lejanas probabilidades: tal vez alguna se concrete.
Mi madre me invita a pasear por Buenos Aires uno o dos meses. Grandes miedos ante esta proposición deshonesta. Me gustaría verlo a usted, a Olga, a unos poquísimos más. No obstante, me da miedo ir, me da claustrofobia.
Lamento que todo esté tan mal por allí. Ahora que llegó Pablo, ¿por qué no se vienen a París? Creo que tanto a Pablo como a Andrea les divertirá ir al Louvre, a los cabarets de streap-tease y a la Biblioteca Nacional, lugares sanos e instructivos. También les divertirá el frío y la nieve (la semana pasada murieron 17 ancianos. De frío, según los diarios. Este dato es para Andrea, cuyo humor negro presiento —y comparto). Y ahora lo dejo, para no seguir la ruta de los 17 ancianos. Supongo que para leer esta carta tendrá que hervirla previamente como hago yo ahora con mis dedos. Mundo frígido. Habito una casa de 200 años de edad y aseguro que la calefacción de otrora fue deficiente y frustradora. Pero al menos aprendo historia.
Dígame qué piensa de mi ya viejo librito. Otra cosa: sigo un antiguo consejo que me dio: escribo cuentos humorísticos.
Hasta pronto, entonces, y abrazos para los cuatro de
Alejandra



  Carta N.º 21[28]


Sábado.

Querido León Ostrov:
Si los de lo oculto se decidieran de una vez a trabajar (tas de fainéants!) y comenzaran con algunos pequeños milagros como ser, por ejemplo, que el Dr. Sigmund Freud resucitara en una ciudad llamada, curiosamente, Buenos Aires; y si el sabio y poeta tuviera interés en mi persona, es seguro de que no podría hacer nada por mi jamás habido talento oral.
No me lamento por carecer de eso que nunca tuve pero confieso que anoche, en el Edelweiss, hubiese querido sobrepasar, unos instantes, al viejo Bossuet, o, al menos, a Norah Lange, en materia de elocuencia, a fin de decirte —entendí que me tuteaste cuando llegué sin una gota de alcohol adentro— cuánto me emocionaron, cuánta alegría me dieron, tus frases tan cálidas, tan bellas, tan reconfortantes —algo así como un fuego en la noche de invierno («Un feu pour vivre mieux»).
Gracias, entonces, y como no sé decirlo de un modo mejor, te dejo este poema. Es el primero —su torpeza lo atestigua— de una serie de poemas en prosa escritos entre fines de octubre y mediados de enero —en «estado segundo» y con una marmita boschiana en el lugar donde los demás piensan. «Todo eso era presentimiento». El último poema es una endecha que evoca los ritmos de los cantos de mi raza. Y, horas después del punto final, mi padre moría —lejos de Buenos Aires— ante el asombro del propio médico de él.
Todo esto, porque te interesan tan bondadosamente mis poemas, creo que ahora comprendes el brusco cambio de extensión, de significaciones, de estructuras, etc., si bien será más comprensible a medida que corrija y publique los que siguen a éste, un tanto más hermosos y más terribles, como es de esperar. Con todo, el último —muy extraño— describe a la pequeña Alice de L. Carroll tomando el té con Mme. Lamort. Entonces, es cierto que la muerte es una iniciación en el verdadero país de la infancia.
Gracias de nuevo. Un abrazo, otro para Aglae y para los niñitos, de
Alejandra



   

ALEJANDRA PIZARNIK (Buenos Aires, 29 de abril de 1936 - Ibíd., 25 de septiembre de 1972) nació en una familia de inmigrantes judíos de origen ruso y eslovaco. En 1954, tras el bachillerato, ingresó en la facultad de filosofía y letras de la universidad de Buenos Aires, pero no acabó sus estudios. Lectora empedernida desde muy joven, publicó su primer libro, titulado La tierra más ajena, en 1955. Le siguieron La última inocencia en 1956 y Las aventuras perdidas en 1958. Entre 1960 y 1964 se instaló en París y ahí colaboró con distintas revistas y diarios. De esa época procede su amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, quien prologó su cuarto poemario, titulado El árbol de Diana (1962).
En 1964 regresó a Buenos Aires y publicó sus obras más conocidas: Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971). Desde 1954 en adelante, Pizarnik fue redactando un diario que la acompañó hasta los últimos días de su vida. En 1972, a la edad de treinta y seis años, decidió morir en la misma ciudad donde había nacido.

  Notas


[1] Ivonne Bordelois, Correspondencia Pizarnik, Buenos Aires, Seix Barral, 1998. <<
[2] Alejandra Pizarnik, Dos letras, Barcelona, March Ed., 2003 (Presentación de Carlota Caulfield). <<
[3] León Ostrov, «Recuerdo de Alejandra», La Nación, Suplemento Cultural, 1983 (reproducido a continuación). <<
[4] Ivonne Bordelois, Correspondencia Pizarnik, op. cit., p. 47. <<
[5] Inés Malinow, «Juicios críticos», Poesía Argentina Contemporánea Tomo I, Volumen Sexto, Buenos Aires, Fundación Argentina para la Poesía, 1980, pp. 2834 y 2835. <<
[6] Inés Malinow, «Alejandra Pizarnik secreta», La Gaceta¸ Suplemento Literario, domingo 30 de noviembre de 1997, p. 4. <<
[7] Inés Malinow, Alejandra secreta, Edición de la autora, Buenos Aires, 2002, p. 7. <<
[8] Patricia Venti, «El discurso autobiográfico en la obra de Alejandra Pizarnik», Grafemas, Asociación Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispánica, diciembre de 2007. <<
[9] Alejandra Pizarnik, Diarios (Edición a cargo de Ana Becciu), Barcelona, Lumen, 2010, p. 40-41. <<
[10] Alejandra Pizarnik, «Aproximaciones» (Poemas no recogidos en libros), Poesía Completa (Edición a cargo de Ana Becciu), Barcelona, Lumen, 2010, p. 309. <<
[11] Alejandra se refiere al «combate en cierto modo suicida que cada uno de nosotros mantiene con el lenguaje» en una carta dirigida a Antonio Beneyto el 27 de noviembre de 1969 publicada en Corner 2, primavera de 1999, traducida al inglés por Carlota Caulfield y Angela McEwan. La re-traducción al castellano es mía. <<
[12] Ana Becciu, «Introducción», Alejandra Pizarnik, Diarios, op. cit., p. 8. <<
[13] Alejandra Pizarnik, «El deseo de la palabra», Poesía Completa, op. cit., p. 269. <<
[14] Publicado en La Nación, Suplemento Cultural, 1983. <<
[15] Carta despachada desde Villa Gesell el 13 de febrero, probablemente de 1955. <<
[16] Sin sobre y sin fecha. Podría tratarse de una carta entregada en mano, ya que aparentemente fue escrita mientras Alejandra estaba en tratamiento con Ostrov. <<
[17] Carta despachada desde París el 4 de junio de 1960. <<
[18] La carta no tiene fecha y no se conserva el sobre. Probablemente corresponda a comienzos de junio de 1960. <<
[19] ¿Qué diablos le preguntaré? Lo único que me gustaría saber —pues las opiniones están divididas— es si se acuesta o no con Sartre. <<
[20] Carta despachada desde París el 7 de septiembre de 1960. <<
[21] Carta despachada desde París el 16 de octubre de 1960. <<
[22] Carta despachada desde París el 14 de noviembre de 1960. <<
[23] Carta despachada desde París el 22 de febrero de 1961. <<
[24] Carta despachada desde París el 4 de abril de 1961. <<
[25] Carta despachada desde París el 21 de junio de 1961. <<
[26] Sin fecha y sin sobre, pero seguramente escrita entre julio y agosto de 1961. Nouvelle Revue Française (Nota de la ed.) <<
[27] De 1963. <<
[28] Esta carta fue enviada desde Buenos Aires, y aunque el año del matasellos es ilegible, los datos contextuales permiten inferir que fue despachada el 21 de noviembre de 1966. Está escrita sobre un apartado de la revista Testigo N.º 3, de 1966, donde Alejandra publicó «Noche compartida en el recuerdo de una huída» (que más tarde incluirá en Extracción de la piedra de la locura, Buenos Aires, Sudamericana, 1968). Al final del texto impreso, la autora escribe de puño y letra una fecha: 10 de octubre de 1965, aparentemente la fecha en que escribió el poema allí publicado. <<

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Un cuervo llamado Bertolino Fragmento Novela EL HACEDOR DE SOMBRAS

  Un cuervo llamado Bertolino A la semana exacta de heredar el anillo con la piedra púrpura, me dirigí a la Torre de los Cuervos. No lo hací...

Páginas