"El 18 de noviembre de 1922 a la edad de 51 años muere Marcel Proust, dejando inacabada su monumental novela que había iniciado 13 años atrás.
De los 7 volúmenes que componen la obra en la versión castellana, solamente vieron la luz en vida del autor: Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes, y parcialmente el de Sodoma y Gomorra; los posteriores volúmenes La prisionera, La fugitiva, y El tiempo recobrado se quedaron sin corregir". (Fragmento. Artículo. El duquecito malévolo. Jorge Méndez Limbrick. Suplemento Ancora. La Nación, 26 de enero de 1986).
(Fragmento. TOMO I. PRIMERA APARICIÓN DE CARLOS SWANN).
"Algunas
noches, cuando estábamos sentados delante de la casa alrededor de la
mesa de hierro, cobijados por el viejo castaño, oíamos al extremo
del jardín, no el cascabel chillón y profuso que regaba y aturdía
a su paso con un ruido ferruginoso, helado e inagotable, a cualquier
persona de casa que le pusiera en movimiento al entrar sin llamar,
sino el doble tintineo, tímido, oval y dorado de la campanilla, que
anunciaba a los de fuera; y en seguida todo el mundo se preguntaba:
«Una visita. ¿Quién será?», aunque sabíamos muy bien que no
podía ser
nadie
más que el señor Swann; mi tía, hablando en voz alta, para
predicar con el ejemplo, y tono que quería ser natural, nos decía
que no cuchicheáramos así, que no hay nada más descortés que eso
para el que llega, porque se figura que están hablando de algo que
él no debe oír, y mandábamos a la descubierta a mi abuela,
contenta siempre de tener un pretexto para dar otra vuelta por el
jardín, y que de paso se aprovechaba para arrancar subrepticiamente
algunos rodrigones de rosales, con objeto de que las rosas tuvieran
un aspecto más natural, igual que la madre que con sus dedos ahueca
la cabellera de su hijo porque el peluquero dejara el peinado liso
por demás. Nos quedamos todos pendientes de las noticias del enemigo
que la abuela nos iba a traer, como si dudáramos entre un gran
número de posibles asaltantes, y en seguida mi abuelo decía: «Me
parece la voz de Swann». En efecto: sólo por la voz se lo
reconocía; no se veía bien su rostro, de nariz repulgada, ojos
verdes y elevada frente rodeada de cabellos casi rojos, porque en el
jardín teníamos a menos luz posible, para no atraer los mosquitos;
y yo iba, como el que no hace nada, a decir que trajeran los
refrescos, cosa muy importante a los ojos de mi abuela, que
consideraba mucho más amable que los refrescos estuvieran allí como
por costumbre y no de modo excepcional y para las visitas tan sólo.
El señor Swann, aunque mucho más joven, tenía mucha amistad con mi
abuelo, que había sido uno de los mejores amigos de su padre, hombre
éste, según decían, excelente, pero muy raro, y que, a veces, por
una nadería atajaba bruscamente los impulsos de su corazón o
desviaba el curso de su pensamiento".
(Pags, 24-25. TOMO I. POR EL CAMINO DE SWANN. ALIANZA EDITORIAL. MADRID. OCTAVA EDICIÓN. 1979).
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