jueves, 16 de marzo de 2017

Carlos Fuentes


 Carlos Fuentes ha reunido en `Inquieta compañía` seis relatos propios del género fantástico.

Muertos vivientes, ángeles y vampiros deambulan por paisajes mexicanos acompañados de otros personajes definidos de forma realista, diseñados con el cuidadoso buril de los clásicos modernos de la literatura hispanoamericana.

Los relatos que aquí nos ofrece resultan inquietantes.

En `El amante del teatro` se alude a la ocupación de Iraq y, pese a que el protagonista, Lorenzo O`Shea, se hace pasar por irlandés, el tema va más allá del aparente voyeurismo: la mujer que observa desde su ventana es también la actriz que le obsesiona, como Ofelia, en una muda representación de Hamlet. Su silencio, también en la escena, nos conduce, como en otros relatos, a una deliberada ambigüedad final y al significado del espectador teatral, próximo al mirón.

Si el primer relato se sitúa en el Soho londinense, el segundo, `La gata de mi madre`, nos lleva ya a México y empieza como un cuadro de costumbres con el humor negro que descubriremos también en otros: la descripción de la muerte de la cruel Doña Emérita y su gata (`gata` significa también `criada`), mientras que la mansión donde viven y sus macabros secretos se convierten en el núcleo del relato.

`La buena compañía` se inicia en París, pero el protagonista se traslada a México, donde convivirá con dos extrañas tías en una no menos extraña mansión poblada de crueles fantasmas. Descubre su propia muerte, siendo niño, y Serena y Zenaida (las tías, también difuntas) cierran el relato de manera brillante, con un diálogo en el sótano donde se encuentran los féretros.

En el germen de `Calixta Brand`, la mansión en la que transcurre la historia vuelve a ser, una vez más, el eje principal de la misma. El protagonista es un ejecutivo para el que el paso del amor al odio viene acompañado de la invalidez de la esposa. Pero el cuadro que se modifica o las fotografías que al borrarse presagian la muerte, un toque muy a lo Dorian Grey, constituirán los misterios por los que caminaremos sabiamente conducidos: el árabe de un oscuro cuadro va convirtiéndose en el retrato de un médico-jardinero que cuidará de la mujer, hasta convertirse en ángel y desaparecer volando, llevándosela. Fuentes convierte lo inverosímil en simbólico.

También `La bella durmiente` se sitúa en México, aunque los orígenes y el significado del relato nos lleven a la Alemania nazi. Aquí, la acción se inicia en Chihuahua, en los años de Pancho Villa, si bien el protagonista se sitúa en la actualidad. Natural de Enden, Baur mantiene su racista espíritu germánico, aunque su cuerpo se haya convertido en una ruina. Médico de profesión, es llamado a visitar a su mujer, con la que se casó a los 55 años. La visita se convertirá en una pesadilla que retrotraerá a los personajes a los tiempos de los campos de exterminio.

Tampoco podía faltar `Vlad`, una historia de vampiros donde Eloy Zurinaga pide a su colaborador, el licenciado Navarro, que busque una mansión para un amigo que ha de llegar a México con su hija. Hasta entonces, la vida matrimonial de Navarro había discurrido plácidamente. Su esposa se encargará de buscar la casa apropiada, en la que hará construir un túnel y tapiar todas las ventanas para Vlad, un conde centroeuropeo que no será otro que Drácula.

Carlos Fuentes ha logrado, sirviéndose de materiales tópicos populares, construir relatos que trascienden la anécdota. No es casual que estas historias de misterio, de horror y muerte se hayan convertido en mitos universales. Fuentes los ha mexicanizado. Ha descrito de manera ejemplar y sobria paisajes de su patria y se ha servido de mecanismos elementales para convertirlos en historias cotidianas y confeccionar una literatura brillante y divertida, irracional, de amplio espectro, de gran nivel, como no podía ser menos.
Fuente: N.N.

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