miércoles, 8 de marzo de 2017

PRINCIPIOS NOCTURNOS. Fragmento. Novela.



"¿Cómo eran las jornadas de trabajo?

No teníamos un orden especial del trabajo, por lo general las horas de escritura se dividían día a día de la siguiente manera: las primeras tres o cuatro horas las dedicaba a la redacción de los textos literarios. La primera etapa del trabajo era el más sublime, el fuego primigenio de la creación desataba su furia y su narcosis… Dije furia, arrebato, vehemencia porque en esas horas, me doblegué como un lacayo y sirviente de mi propia creación. Y me sentía un esclavo por completo de la Escritura. Acompañado de mi ojo Elatreo, apoyando mi pluma medieval en los papeles vírgenes que me obsequiaba Belfegor para la escritura, siempre no tenía ni la menor idea de cuántas horas duraba en la narración de los textos. Dos cuartillas o un folio era la meta que me imponía día a día, mas los excesos de creación podían extenderse un número indistinto de horas sumando varios pliegos de más.
Procuraba un pliego por día. ¿La razón de tan estricta disciplina u obsesión? Me parecía que esa contención, detener la avidez de la escritura, dejar esa hambre de continuar narrando en los cuadernillos para el día siguiente, me mantenía con una sed cotidiana del nunca acabar. Siempre bordeé el clímax pero antes de llegar al delirio de la escritura, lo abandonaba; siempre lo dejaba para el día siguiente.
Acepto que un comportamiento como el anterior para muchos no tendría sentido: dejar en la culminación del éxtasis la narración. Pero es así.
Luego vendrían las revisiones con Belfegor, se reescribía, se revisaba la gramática, los tiempos verbales, los gerundios, los temas, caracterizaciones de personajes, etc. Entiéndase un folio al completar la jornada diaria. La revusión tenía que estar acabada y pulida al término de clarear el alba. Y siendo de esa manera, Belfegor me veía acompañado de mi ojo ciclópeo, de mi ojo Elatreo".

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