lunes, 6 de marzo de 2017

MEMPO GIARDINELLI. EL GÉNERO NEGRO. ¿Qué es, entonces, la novela negra?


¿Qué es, entonces, la novela negra?

 Pueden distinguirse tres formas constantes, se diría que clásicas, de narrativa negra:
1) la novela de acción con detective-protagonista;2) la novela desde el punto de vista del criminal;3) la novela desde el punto de vista de la víctima.   
    Claro que en los últimos años se han venido dando algunas otras variantes que cuentan con un vasto público, probablemente porque se trata de novelas de intensa acción. Si bien la producción es irregular y abundan textos carentes de rigor literario, puede hacerse, todavía, una subclasificación más amplia:
1) La novela del detective-investigador, personaje recordable por su astucia y/o algunas otras características peculiares (los hay violentos, pacifistas, humoristas, cocineros, coleccionistas de los más raros objetos y con infinidad de otros rasgos y manías);2) La novela desde el punto de vista de “La Justicia", entendida genérica e indefinidamente como "el brazo —literario— de la ley”;3) La novela psicológica, que sigue la acción desde la óptica, la angustia y/o la desesperación del criminal o de la víctima;4) La novela de espionaje, hasta fines de los 80 del siglo pasado dedicada a diversas formas de macartismo, y posteriormente cibernética, vecina de la ciencia-ficción y muchas veces rayana en lo inverosímil;5) La novela de crítica social, generalmente urbana, que mediante la inclusión de un crimen desarrolla un mecanismo de intriga, pero cuya intención fundamental es la crítica de costumbres y/o de los sistemas sociales;6) La novela del inocente que se ve envuelto en un crimen que no cometió, y debe luchar para esclarecerlo y así probar su inocencia;7) Las novelas de persecución, tanto desde el punto de vista de las víctimas como de los criminales, que son de acción pura y basan su eficacia en la intensidad del relato. Son fuente argumental de las road-movies popularizadas desde aquellos mismos años 80.8) Los thrillers, es decir aquellas novelas cuyo propósito fundamental es provocar emociones fuertes. Su clave narrativa es el suspenso y la expectación de algo terrible que inexorablemente va a suceder; suelen ser efectistas, recurren a golpes bajos, se desinteresan de la verosimilitud, y en muchos casos, por ser textos de horror, son literatura negra en sentido gótico antes que policial.   
    Podrían citarse algunas variantes más, en plan rebuscado, porque la novela policial ha abierto un camino riquísimo de posibilidades expresivas, en tanto toma elementos de la vida real y los refleja. El cine y la televisión no han dejado ni por un minuto de abrevar en tan formidable fuente, lo que a su vez garantiza su realimentación.
    En la ya citada biografía de Raymond Chandler, Frank MacShane explica cómo fue que, hacia 1925, empezó a estructurarse la moderna novela negra y menciona como hito el cambio de editor que se produjo en la revista Black Mask, cuando llegó a ese puesto Joseph "Cap" Shaw, un escritor fracasado de Nueva Inglaterra que en la Primera Guerra Mundial había sido capitán del ejército norteamericano.
    “Cap sabía lo suficiente de las historias de detectives —escribe MacShane— como para comprender que estaba cansado del tipo ‘crucigrama’, que carecía de ‘valores emocionales humanos’. Después de hojear números atrasados de la revista, se fijó en Dashiell Hammett por la originalidad y autenticidad de sus relatos. Su correspondencia posterior con Hammett le dio una idea de lo que deseaba para su revista. ‘Queríamos sencillez para mayor claridad, plausibilidad y convicción. Queríamos acción, pero considerábamos que la acción no tiene significado a menos que implique un carácter humano reconocible en forma tridimensional (...) El relato detectivesco tenía ciertas fórmulas, pero Shaw y Hammett querían una pauta que pusiera de relieve el carácter y los problemas inherentes a la conducta humana en la solución de un crimen”. [40]
    Shaw escribiría más adelante —durante la crisis de los años 30 y el auge de las bandas de Al Capone, Dillinger y Schultz— que “el crimen organizado tiene aliados políticos como parte necesaria de su negocio”. Y acaso por ello, en 1931 afirmaba: “Creemos estar prestando un servicio público al publicar las historias realistas, fieles a la verdad y altamente aleccionadoras sobre el crimen moderno”.
    Esa concepción moralista, que es bastante característica de la sociedad norteamericana, en las últimas décadas se proyectó a todo el mundo, y de modo notable a nuestros países mediante el cine y la televisión. Es innegable que esta última, en sus series policiales, se inspira y justifica en la idea de que estas tiras prestan un servicio público “altamente aleccionador”. Y también parece innegable que el fundamento moral del cine y la televisión norteamericanos ha sido casi siempre de un fuerte tono puritano.
    Pero lo que hicieron Shaw y Hammett también implicó una ruptura con los antecedentes del género: la novela policiaca tradicional, de enigma o misterio, tenía hasta entonces múltiples precursores en la literatura universal, en cuyo infinito acervo de alguna manera siempre hubo crímenes. Los hay en Homero como los hay en Dante, Shakespeare, Dickens, Dostoievsky y casi podría decirse que en cuanto autor se evoque, clásico o moderno. Quiere decir, entonces, que no es el crimen en sí lo que define al género. Lo que lo define y constituye es el hecho de que el crimen, en la novela policiaca, es el tema central, el corazón del asunto; o sea su punto de partida, razón de ser y conclusión.
    Como dice Rainov.— “Podemos definir como novela de crimen solo aquella producción en la cual el delito no es tratado como un episodio o una motivación, sino como tema básico, del cual se derivan o con el cual están relacionados, en uno u otro grado, todas las acciones, dramas y conflictos humanos”. [41]

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