martes, 24 de enero de 2017

FILOSOFÍA . Fragmento. SENECA





[PulcinellaSottosuolo
Recomendamos la lectura del propio libro, “Sobre La Ira”, en la gran traducción de la editorial Artemisa, o otras obras que continúan su trabajo
 moral, como “Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad” o las las Cartas a Lucilio.]LIBRO PRIMERO.


[Recomendamos la lectura del propio libro, “Sobre La Ira”, en la gran traducción de la editorial Artemisa, o otras obras que continúan su trabajo moral, como “Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad” o las las Cartas a Lucilio.]
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LIBRO PRIMERO
Se describe la ira como una pasión agitada, desenfrenada, basada en el resentimiento y en la sed de sangre, y cuyo último propósito es la venganza. La ira no obedece a la razón. Se mencionan los efectos nocivos de la ira (asesinatos, envenenamientos, naciones destruidas…) como elementos significativos de su invalidez intrínseca.
La ira es enemiga de la razón y por tanto solo se da en los seres capaces de razón; los animales, se concluye, no experimentan ira, ni en general ninguna pasión humana, solo experimentan impulsos que se les parecen. El bien y el mal solo son propios del corazón humano; igual que las virtudes humanas no se dan en los animales, tampoco los vicios.
[Una vez resuelto qué es la ira, plantea si debe mantenerse.]
El hombre es un ser bueno y sacrificado, que busca la relación con los demás y ser útil a la sociedad. La ira, por el contrario, lleva al aislamiento, se nutre de maldad y hiere hasta al amigo más cercano. La ira, por tanto, es contraria a la naturaleza del hombre.
Pero aun no siendo natural, ¿es útil? No, puesto que la razón solo es más fuerte cuando está alejada de las pasiones: cuando las pasiones aparecen, toman las riendas y no pueden ser dominadas por la templanza. Por ello mismo, hay que rechazar los impulsos de la ira en su misma raíz. Cuando el ánimo se identifica con las pasiones, ya no puede servir de freno.
Aristóteles dice que la ira es necesaria, pero dominada por la razón. Séneca refuta esto, argumentando que si la ira aparece, no obedece a la razón, y por esto es inútil, y que en caso de que obedeciera a la razón, no se trataría de ira. Se critica también el cliché de que la ira moderada es buena, diciendo que un mal en menor medida no se convierte en un bien, sino que sigue siendo un mal, aunque menor.
La ira ni siquiera es útil contra el enemigo, porque en la guerra consiguen más la serenidad, la reflexión y la estrategia, mientras que la ira favorece las derrotas. En el caso de injusticias o atentados contra la familia, son más útiles la piedad y la virtud, que llevan a actuar con calma y diligencia, que la ira. Lo propio y lo querido debe defenderse a través del deber, puesto que las pasiones entorpecen la venganza.
Teofrasto dice que el hombre sabio se irrita contra los malvados. Séneca niega esto diciendo que precisamente los sabios están libres de pasiones y odios, puesto que no se enfrentan al que erra, sino al error; odiar al malvado supondría odiarse a ellos mismos. Hay que corregir al que delinque, con castigo pero sin cólera. En caso de que sean incorregibles, igualmente habría que matarlos, pero sin ira.
La razón basta por sí misma, no solo para aconsejar, sino también para obrar. La razón, una vez encuentra la verdad, persiste en ella, mientras que el motor de la ira es inestable y vano. La razón concede plazo para discutir la verdad y quiere decidir lo que es justo; la ira obra precipitadamente y quiere que se tome por justo lo que ella decide, irritándose contra la misma verdad.
LIBRO SEGUNDO
[Se pregunta si la ira es producto del juicio o si brota como impulso 
Aunque sí que hay impresiones que no dependen de nosotros (como la sudoración, los escalofríos, el vértigo, etc), los consejos triunfan sobre la ira, la ira es un vicio voluntario, que puede controlarse aplicando la razón de manera correcta.
Se distingue entre el primer arrebato que conmueve el espíritu y la verdadera pasión, que consiste en dejarse llevar por ese primer arrebato y abandonarse a él. La ira no es solo conmoverse, sino que es impulso, y no existe impulso sin el consentimiento del ánimo, el alma siempre conoce estos procesos y los permite. La ira, precisamente, consiste en arrastrar a la razón, en encaminarse voluntariamente al impulso.
Hay tres: un primer arrebato, un segundo que se realiza con voluntad fácil de corregir, que es el primer pensamiento de venganza que nos atenaza, y un tercero que es ya tiránico y vence a la razón. Si bien el primero no puede ser evitado, el segundo movimiento nace de la reflexión, y mediante la reflexión puede ser evitado, y también el tercero.
Debería concederse indulgencia al género humano y no irritarse contra los errores, sino entender que existe la necesidad de errar, y que todos tienen razones y causas para hacerlo, incluido uno mismo. El error es natural, puesto que nadie nace siendo sabio y muy pocos llegan a serlo, y no hay que irritarse contra lo que es natural.
Se niega que la ira sea útil porque infunda temor, puesto que esto igualaría al sabio con una bestia, y el temor tampoco conlleva poder, sino que solamente es terrible y somete al temido a sus propios temores también.
La ira NO es inevitable. Ante la ira deben imponerse la paciencia y la tranquilidad del alma. Además, conservar las virtudes es fácil porque es algo orgánico y natural del hombre, mientras que conservar los vicios es muy costoso. Por tanto, hay que luchar contra la ira, para evitarla.
Los remedios contra la ira son de dos tipos: unos para no caer en ella, y otros para, en caso de haber caído, pasar por ella lo mejor posible y triunfar de ella. La educación es importante, puesto que depende de lo porvenir, y resulta más fácil amoldar los espíritus, que apaciguarlos cuando ya viven con los vicios. La educación debe hacer las almas saludables y no alimentar la ira. Hay que mantener a los niños en el término medio, ni imponerse sobre ellos ni dejarles totalmente libres, ni que fracasen ni que se vanaglorien, etc. Debe evitarse la educación blanda y complaciente, los niños tienen que conocer el temor y el respeto, que nada consigan por la ira.
Los que no son niños, deben combatir las causas primeras de la ira. Causa de la ira es la idea de que se ha recibido una injuria, pero esta idea suele ser falsa, así que no hay que ceder ante ella, sino conceder un plazo para pensar. Hay que dejar en suspenso la ira, para comprobar que esta injuria no es un rumor, ni una sospecha. Para evitar la sospecha hay que juzgar con más benignidad y hacer las cosas más sencillas. Tampoco hay que irritarse por cosas frívolas como el vuelo de una mosca. Debemos tratar nuestro alma con dureza, para que no sienta los golpes si no son muy graves.
Otra tontería es irritarse contra objetos inanimados, de los que es imposible recibir injuria, así como contra animales, que no tienen intención. Así también sucede con los niños, o los desastres naturales.
Es necesario también tener en cuenta que nosotros mismos somos los primeros que erramos y cometemos faltas, así que no hay que ser tan ligeros en indignarse o irritarse ante lo que uno mismo hace o habría hecho en otra ocasión. El examen de nosotros mismos nos hará más indulgentes.
Ya se dijo que es vano irritarse por los rumores que no se han confirmado, pero cuando nosotros mismos vemos esa injuria, hay que examinar el carácter y la intención del suceso. Verás que en muchos casos el suceso tiene una causa y una razón. La mayoría de las injurias las creamos nosotros, y no son más que sucesos infortunados o que tomamos demasiado a la ligera como injurias, cuando en realidad no lo son.
Pero, ¿y cuando creemos que la injuria ha sido injusta y que no hay excusa posible? Las injurias inesperadas vienen de ser demasiado ignorantes o ingenuos. Hay que prever los desatinos y las asperezas hasta en los mejores hombres, que no venga por sorpresa, la naturaleza humana produce errores.
No hay que castigar al hombre porque pecó, sino para que no peque más, en sus penas, la ley no se atiene a lo pasado, sino a lo porvenir. En caso de llegar a la venganza, mejor es llegar sin ira, no porque la venganza nos sea dulce, sino porque es útil. Pero la ira es inútil.
La ira echa a perder la dignidad del hombre, si ya lo hace físicamente, cuánto no hará por dentro.

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