CARTILLA ELECTRÓNICA DEL ESCRITOR J MÉNDEZ-LIMBRICK. Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas 2020. Premio Nacional Aquileo j. Echeverría novela 2010. Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio UNA-Palabra 2004.
domingo, 11 de diciembre de 2016
RAFAEL ALBERTI. OBRA: EL ADEFESIO. LITERATURA DE RESCATE.
Una joven es encerrada en un pueblo tradicional andaluz, bajo la tutela de su tía, la matriarca, y otras dos familiares, mayores, para evitar que sea cortejada por Castor. Cuando le hacen creer que él se ha ahorcado se suicida. Escrita en prosa y verso, con aires populares, se aprecia la influencia de `Bernarda Alba`.
Fuente: N.N.
(Fragmento)
EL ADEFESIO
RAFAEL ALBERTI
(Fábula del Amor
y
Las Viejas)
(En tres actos)
1944
Estrenada por la compañía de
Margarita Xirgú en el teatro
Avenida de Buenos Aires, el día
8 de junio de 1944.
PERSONAJES DEL PRIMER ACTO
GORGO....... Margarita Xirgú
UVA......... Amelia de la Torre
AULAGA....... Teresa León
ALTEA........ Isabel Pradas
BIÓN........ Edmundo Barbero
ÁNIMAS....... María Gómez
La fábula sucede en cualquier año de estos últimos setenta y en uno de esos pueblos fanáticos caídos entre las serranías del sur de España, cruzados de reminiscencias musulmanas
PRIMER ACTO
Sala de una casa rica. Puertas laterales. Puerta al fondo. Un gran espejo portátil. UVA y AULAGA arreglan a BÍÓN, mendigo pelirrojo, subido en un taburete, al centro de la escena, UVA, de rodillas, le remienda un pernil del pantalón. AULAGA, en lo alto de una silla, le peina y tijeretea las espesas barbas. Es de noche. Silencio.
UVA.
Aulaga.
AULAGA.
Uva.
UVA.
Cuida no distraerte.
AULAGA.
¿Por qué me lo repites tanto?
UVA.
Ahora, por las barbas,
BIÓN.
¡Me clavó usted la aguja, verderol!
UVA.
¡Calla! ¿No oyes?
(Silencio, suspendiendo un instante la tarea.)
UVA.
Mucho tarda Gorgo en volver.
AULAGA.
Se levantó amarilla, de pronto.
UVA.
Y yo diría que le rechinaban los dientes.
AULAGA.
Y que de un ojo iba a escapársele un relámpago.
BIÓN.
Se le había empingorotado una ceja.
UVA.
Te he dicho que te calles, o te hilvano la pierna al pantalón.
BIÓN.
¡Una ceja, una ceja!
AULAGA (cortándole las barbas de un tijeretazo).
¡Vamos! Por meticón y charlatán, te quedaste sin barbas.
BIÓN (enfurecido).
¡Doña Aulaga! ¡Pero doña Aulaga!
AULAGA.
¡Chsss Silencio, silencio, que la vuelve.
(Golpes secos de bastón en el suelo. Iluminada por una palmatoria, doña GORGO aparece en el marco de la puerta del fondo.
Trae barbas de hombre. Aire de abatimiento.)
UVA, AULAGA Y BIÓN (santiguándose).
¡Cruz, cruz, cruz!
GORCO (irguiéndose).
¡Halconera! ¡Mozcorra! ¡Pelandusca! ¡Que tiemblen desde hoy los de esta casal ¡Los que me conocéis y los que nunca me hayan visto! ¡Los que se muevan cerca, bajo la punta de este palo, y los que se hallen lejos! ¡Ay de los que se hallen lejos! Ahora empiezo a ser Gorgo. (Apaga la palmatoria. Gritando:) ¡Ánimas, Ánimas, Ánimas!
BIÓN (espantado, desde lo alto del taburete).
¡Gorgo, Gorgo, doña Gorgo!
AULAGA Y UVA (consternadas).
¡Cruz santa,
cruz fuerte,
yo te convido
para la hora de mi muerte!
BIÓN.
¿Pero cómo aparece con mis barbas la señora?
GORGO (levantando el bastón).
¿Con tus barbas, Bión? ¿Con tus barbazas piojosas? ¡Fuera de aquí, perturbador de vírgenes!
BIÓN (cayendo del taburete, suplicante).
¡Toca, mosca,
grillos para tus pies
y freno para tu boca!
GORCO.
¡Ánimas, Ánimas, Ánimas!
(Entra ÁNIMAS, cayendo de rodillas.)
ÁNIMAS.
Rata muerta, gato enfermo
líbrame, Dios mío, del estafermo!
GORGO.
Tira ese jirón con cerdas, ese harapo indecente a la basura.
BIÓN.
¡Pero mis barbas, doña Gorgo, mis cerdas..., las que me honraban esta cara y este humilde pelaje!
GORCO.
¡A la basura, Ánimas! ¡A la calle! ¡Por el balcón o por el hueco de la escalera! ¡Pronto! Basta ya de ensalmos y conjuros, que te lo manda tu señora.
BIÓN
¡Mis barbas! ¡Mis barbas! Bión no saldrá vivo sin sus barbas. ¡Muérdago!
GORCO.
¡Largo, largo! (Empujándolo con ÁNIMAS hacia la puerta lateral izquierda.) Aquí ya no hay más barbas que las mías. (Tirando por la puerta, con un gesto de asco, las del mendigo.) ¡Puaf! ¡Se acabaron para siempre los hombres en esta casa! (Cierra dando un portazo.) Así. (Se sienta, abatida.) ¡Dios! ¡Dios de Dios! ¡Por qué ibas tú a advertírmelo? No, yo no lo merecía. Me has hecho víctima de mi propia confianza. Yo, yo misma me clavé esta venda en los ojos.
(Mientras UVA solloza, bajo, en un sillón, AULAGA, de pie, parece ausente, abstraída, en un extremo de la sala.) Has castigado mi ceguera, mi buena fe, mi falta de dominio, de energía, Porque tú me pensaste autoritaria, dura, capaz de contener a un toro con una sola sílaba, de levantar un muro con sólo una mirada. Pero hasta que hoy me heriste, me golpeaste en las pupilas, me vareaste como a un olivo, no me chascó en la sangre el látigo del mando, ni el trueno del poder me reventó en la lengua. ¡Dios! ¡Dios de Dios! (Quitandose las barbas y contemplándolas.) Gracias por este símbolo, por este emblema de la autoridad que has colgado en mi cara y
que sin yo saber su don guardaba desde hace tanto tiempo.
UVA (interrumpiendo los sollozos).
¡Ay, las suyas sí que eran hermosas, suaves y desmayadas como un sauce!
GORGO.
No insinuarás con eso que las mías parecen de maíz.
UVA.
Pero sus barbas eran verdaderas ¡ay!
GORGO.
Y estas mías son de santo... Reliquias, Uva, reliquias... Suaves barbas que dieron majestad a la cara de alguien que voló de este mundo.
UVA (sollozando otra vez).
Yo quiero las de él, las de Bión.
GORGO.
Púas como las de ese retepuerco brotan en seguida.
UVA.
¿Púas? Ortigas, cardos, agujas de chumbera parecen ésas con que nos has salido.
GORGO.
No pongas peros ni critiques a un difunto adorado... y que fue amigo tuyo.
UVA.
¿Amigo mío y con barbas? Yo no he visto de cerca más que las de Bión.
GORGO.
Amigo tuyo y de Aulaga. De las dos. (Se pone las barbas nuevamente t iniciando un paseo por la sala,) A ver, Aulaga, Mira. ¿Pero qué te sucede? ¡Vamos! ¿Tanto miedo me tienes? ¿Tanto terror te causo ya?
(Gritándote.) ¡Aulaga! ¿No me oyes? Despierta! ¡Dios! ¡Dios de Dios!
AULAGA (lejana, como en sueño).
Gorgo, Gorgo, Gorgoja.., ¿Pero eres tú. Gorgoja?
GORGO.
¡No, no! Mírame bien. Estás ciega. Abre los ojos. (Zamarreándola,) Así, grandes. Como de vaca, Recapacita. (Va y viene ante ella, con aire de hombre.) Ya no soy Gorgo ahora. Piensa, piensa. (Levantándole a UVA la cara,) Y tú, Uva, también. Tenéis que conocerlo, no lo habéis olvidado. Mirad, mirad. (Se sienta, siempre con aire de hombre, cruzando la pierna, y en actitud pensativa.) «¡El olivar, el olivar! Me saquean estos miserables. Me arruinan. ¡No puedo más, no puedo más! ¡Reviento!» ¿Quién sufría, quién se desesperaba de este modo? (Se pasea, las manos a la espalda, dando saltitos y diciendo rápido:) «Sancta Maria, Sancta Dei Genitrix, Sancta Virgo Virginum, Mater Christi, Mater Divinae Gratiae...» Uva, Aulaga, acordaos.
AULAGA (con asombro)
¡Gorgo, Gorgo!
GORGO.
¡Más, más, más!
UVA.
Ya veo, ya veo, Gorgo.
GORCO.
Pensad, amigas mías,.. Miradme bien ahora..., Adivinad ahora... (Sentándose y desvaneciendo la voz) Hija, hijita. Altea... (Como agonizante y buscando a tientas a alguien.) Ven... Me marcho lejos... lejos..., con tu madre... Pero ahí tienes a Gorgo... (Ahogándose.) A Gorgo... (Al doblar la cabeza como muerta y desprendérsele el bastón.) Obedécele.
AULAGA Y UVA.
¡Don Dino! ¡Don Diño! Don Diño!
ÁNIMAS
¿Pero qué es esto? ¡Ay! ¿Qué es lo que ven mis ojos, ciega de mí? ¡Pero si es mi señor, mi pobre amo don Dino, tal y como quedó cuando se lo llevaron los ángeles!
(Arrodillándose.) ¡Señor, señora, amo mío, dueña mía!
(UVA y AULAGA, a cada lado, con tono de responsorio.)
UVA.
Fue vara dura de virtudes.
AULAGA.
Pupila alerta, vigilante.
UVA.
Fue ceño adusto, concentrado.
AULAGA.
Brazo potente, justiciero.
UVA.
Bondad,
AULAGA
Amor.
UVA.
Sonrisa.
AULAGA.
Luz.
ÁNIMAS
¡Don Dino! ¡Mi bienhechor! ¡El padre de mi niña! Ay, corro por ella, que tendrá
un gran consuelo en besarlo! (Sale, gritando.) ¡Altea! ¡Altea!
GORGO (despertando con un gruñido malicioso).
Sí, sí, don Dino, Din, Dinito, mi difunto hermano. El mismo, exactamente. ¡Qué bien lo habéis reconocido! ¡Claro! ¡Como que son sus mismas barbas! Ni pelo más ni pelo menos. Las que tenía en la mañana de su muerte. (Se las quita.) Pero ahora vuelvo a ser vuestra Gorgo. No os asustéis de mí, hijitas. (Siempre con un gruñidito semiburlón.) ...Vuestra Gorgo, vuestra Gorgoja, vuestra Gorgojilla, la única amiga que tenéis en el pueblo, en este empecatado pueblo de libidinosos... perturbadores de inocencias...., ¡de borrachines! ¡Ja, ja!
UVA (mientras GORGO trae una botella y tres copas).
¿Perturbadores? ¿Libidinosos? (Con mala intención.) No lo dirás por ese pobre retepuerco... a quien también proteges tú.
GORGO.
Vamos, Uva, mi Uvita de gato, mi dulce Uvita de perro...Rabiosilla.. Una copita de aguardiente, y santas paces. ¿Sí? Es bueno para el flato. (Ofreciéndole a AULAGA.) ¿Aulaga?
AULAGA.
No, Gorgojilla, no. Ya tú sabes que me salen alambres, que me convierto en puercoespín.
UVA.
Pues si Aulaga no bebe, yo tampoco.
GORG.
¿Me están llamando borrachona mis dos comadrejillas? Cuando la sangre le tirita a una por las noches... Porque noto, de pronto, que se me enfría en las venas. Y necesito fuego, hijas, lumbre... y humo, humo...
AULAGA.
Bebo, Gorgoja.
UVA.
Pues yo, ahora, no.
GORGO (llenando con su copa la de AULAGA y sentándose).
Gracias, Aulaga. (Beben las dos.)
AULAGA.
Esa tiene la culpa de que ya empiecen a salirme espinas negras por los poros.
UVA.
¿Esa? Yo no soy ésa.
GORGO.
Esa, ésa, ésa.
UVA.
Uva.
GORGO.
De orzuelo.
UVA.
Envidiosas.
AULAGA Y GORGO.
¡Ja, ja!
UVA.
Fue queriendo, adrede.
AULAGA.
¿Qué ponzoña mascullas?
UVA.
... porque te reventaba...
AULAGA.
¿A mí, a mí?
UVA.
...porque os extasiaba, os arrebataba a las dos.
GORGO.
¿A mí? ¿El zarrapastroso? ¿El retemporcado?
UVA.
No sé si a ti tanto como a ésta.
AULAGA.
¿Esta, ésta? Me llamo Aulaga
UVA.
¡Esta!
GORGO.
¡Uva!
UVA.
... por eso, haciéndote la distraída, le cortastes las
barbas de un tijeretazo... y tú lo echaste de la casa.
GORGO (amenazante)
Sí, sí. ¡Y que otra vez se atreva a estampar su pezuña en esa puerta! ¡Que lo intente!
UVA (llorosa)
¡Ay, tan bueno, tan desgraciado, tan hermoso!
GORGO (con fingido cariño).
Pero Uva, mi pobre Uvita de pájaro, mi Uvita de cabra, ¿qué sabes tú de eso?
UVA.
Tenías celos... Los teníais las dos,., porque él me prefería. No digo yo que me quisiera más... Pero me prefería, eso sí.
AULAGA.
¿Preferirte? ¿Quererte? Ni a ti. ni a mí, ni a Gorgo. ¡A las tres, a las tres por igual!
UVA.
Pero yo he sido la más abnegada. ¿Quién se atrevió a espulgarlo cuando empezamos a protegerlo?
GORGO.
¿Espulgarlo? Pues, ¿y las uñas que traía? ¿Quién se las cercenó de raíz?
AULAGA.
Con la mano del almirez le tuve que romper el barro de una oreja. Y, después, he sido siempre su barbero. Tarea meritoria, no me lo negaréis.
UVA.
Sí, pero mis sacrificios, mis sacrificios... ¡Si supierais! Sufro, sufro por él más que Gorgo y que tú.
GORGO (temblándote la copa en los labios).
¡Más que Aulaga y que yo! Mirad la santa. La mártir. ¡La sublime!
AULAGA.
¡Conque padeces por Bión más que nosotras juntas!
GORGO.
Eso quiere decir, Uvita, que lo... ¡Vamos, que te sacrificas por él demasiado a espaldas mías!
AULAGA.
... que lo ves, que lo has visto sin que Gorgo ni yo sepamos nada.
GORGO.
Confiesa, Uva. Habla.
AULAGA.
¿Es que la niña tiene miedo?
GORGO.
Responde. Lo has visto. Ahora voy
comprendiendo tu llantina y esa locura por sus pelos.
AULAGA.
¡Quién lo diría, Uva! (Levantándose.)
¡Quién, quién, quién!
GORCO (gritando alrededor de UVA).
Lo has visto. Lo has visto. Lo has visto. (Deteniéndose, seca,) ¿Y qué más. Uva? ¿Y qué más?
AULAGA (girando en sentido contrario).
¡Lo vio! ¡Lo vio!
GORGO.
¿Y dónde, dónde, dónde?
AULAGA.
¡La muy Uva de perro!
GORGO.
En tu casa no fue, porque sería demasiado.
AULAGA.
¡Hambrienta!
GORGO.
En el comedor de los pobres... ¡No, no! Tengo la llave en mi bolsillo..., salgo la última... (Más lenta y encogida.) En esta casa... en el jardín... en la torre... (Pausa.) ¡Ah! ¡Dios! ¡Dios de Dios! ¡La cochera! ¡Aulaga, la cochera! ¡Allí, allí! ¡Por la puerta caída que da al campo! ¡Ladra. Uva, confiesa! ¡Aúlla que sí, anda, aúlla que sí!
UVA
¡No, no!
AULAGA.
Revienta la verdad, reviéntala.
UVA.
Ni con el pensamiento. ¡Nunca! ¡Soy flor, soy flor!
GORGO.
¡Flor, flor! ¡Entre el estiércol de las cuadras!
UVA.
¡Rosa sin mancha! ¡Nardo limpio!
AULAGA.
¡Bestia, fiera montuna! Voy a arañarte, mentirosa. ¡Corre! Voy a arrancarte, a retorcerte los cabellos.
(UVA huye por la sala, perseguida por AULAGA y GORGO,)
UVA.
¡Yo no tengo sobrino, Aulaga, Aulaga!
GORGO (alzando el palo).
Trae para acá esa frente. Verás qué chispas salta el hueso.
UVA.
¡No tengo a nadie! ¡Sola! ¡Sola!
GORGO.
¡Uva de perro! ¡Uva de gato!
AULAGA.
¡Corre!
UVA.
¡Matadme! ¡Matadme! ¡Furias, furias! ¡Arpías!
(Entra ÁNIMAS, deteniéndose, jadeantes, las tres viejas.)
GORGO (con tono suave).
¿Qué quieres, Ánimas? ¿Y Altea?
ÁNIMAS.
¿Que qué quiero, señora? (Excitada.) Usted, sí, sí, usted, usted lo sabe... ¿Quién sino usted puede saberlo? Debió de habérmelo advertido.
GORGO.
¿Cómo has tardado tanto, Ánimas?
ÁNIMAS.
¡Señora, ay, mi señora! Cuando se llora dentro de una torre no se oye el llanto en los jardines.
GORGO.
Pero quien busca con ahínco no perdona rincón.
ÁNIMAS.
Así lo hice, mi señora, hasta que la encontré..., digo, hasta que la oí..., porque sólo la oí.,. ¡Ay, pobre niña mía!
GORGO.
¿La oíste? ¿Es cierto que la oíste? ¿Es que quizá se atrevió a hablarte?
ÁNIMAS.
Señora, sólo usted sabe lo que pasa. Pero si es buena, compasiva, si no tiene cosido el corazón con un hilo de acero, haga que su sobrina, que esa preciosa niña mía no pierda ojos tan hermosos.
GORGO (tristemente, pero mirando con una tenue burla a UVA y AULAGA).
¡Hermosos! ¡Hermosos! Son la primera vez que lloran de verdad.
ÁNIMAS.
Se quedarán sin luz, ciegos, encerrados en esa torre oscura.
(En una breve pausa de ÁNIMAS, AULAGA y UVA se miran largamente.)
GORGO (hundida de cabeza.) Ciegos... en una torre..., ciegos..., ciegos...
ÁNIMAS.
Yo que la crié, yo que la sostuve sus primeros pasos, que le puse la primera flor en el pelo, que la llevé al monte de las Cruces, que la enseñé a injertar los rosales y a hacer biznagas de jazmines. . ¡Por compasión, señora, levántele esa pena y líbremela de esa prisión donde me la ha encerrado, que le juro que Ánimas la volverá a su amor, a la obediencia, al respeto que le debe!
GORGO.
Su amor..., su amor...
ÁNIMAS.
Sólo el que usted le tiene podrá abrirle la puerta.
GORGO.
Había pensado. Ánimas...
Pero no... Aquí tienes la llave.
ÁNIMAS (besándola).
¡Oh, señora!
(Inicia la salida.)
GORGO.
Ábrela y íráemela en seguida pues le tengo que hablar de algunas cosas (Sale ÁNIMAS, GORGO se vuelve, grave, hacia UVA y AULAGA, pero de pronto corre hacia la puerta, gritando:) ¡Ánimas! ¡Ánimas! (Esta aparece, temblorosa.) Viste a Altea con su mejor vestido, con aquel que entre todas le bordamos cuando fue reina de la vendimia.
ÁNIMAS.
La vestiré, señora.
(Se va. UVA ha vuelto a sentarse acongojada,
con un gesto de llanto, y AULAGA a quedarse como en éxtasis en un extremo de la escena.)
GORGO.
¡Amor, a mí! ¡Amor! ¿Habéis oído, hijas? Vamos, Uva, no llores más por eso. Yo si que ahora debiera estar muriéndome. Gorgojiila te quiere y te perdona, como Aulaga también. Aulaga, Uva: venid conmigo al centro de la sala. Os necesito, ¿Qué haría yo en este trance sin mis comadrejillas? Va a llegar mi sobrina. Ahora sí que lo sabréis todo, ¡Dios! ¡Dios de Dios! AULAGA.
Gorgo. Gorgo. Estoy atenta. Espero...
UVA.
¿Oué has dicho? ¿Qué dijiste?
GORGO.
¡Hombres!
UVA.
No me remuevas, Gorgo, Ya sé, ya sé bastante.
GORGO.
No me dejéis. Sostenedme, Ayudadme. Necesito ser fuerte, tener palabra y gesto de varón, ser mi difunto hermano, tío y padre a la vez en este horrible trago que me espera.
AULAGA.
¡Hombres!
UVA.
¡Amor! ¡Amor!
GORGO.
El espejo. Corredlo acá. Al centro. Quiero echarla en su fondo. Que ella se diga adiós antes de hundirla en el recuerdo de este instante. (Retrocediendo, como sonámbula, y mirándose, mientras AULAGA y UVA van rodando el espejo lentamente.)
¿Quién está dentro de ti?
¿Qué me devuelves, cristal?
Devuélveme lo que fui.
Lo que ayer tu cristal vio
—¿qué me devuelves, cristal?—
en tu cristal se perdió.
¿Quién está dentro de ti,
muerta, cristal, sino yo?
Y ahora, enfrente, tres sillas. Así. (Dando unos pasos.) Uno, dos, tres, cuatro, cinco... A una buena distancia del espejo, que la veamos toda. A ver, siéntate, Aulaga. Y tú. Uva, a mi izquierda. (Se sienta entre las dos.)
AULAGA.
Esto parece un santo tribunal, Gorgo.
GORGO.
Ni más ni menos, hija El día del juicio. Un muerto me ha nombrado juez de esta triste causa, que deseo fallar con vuestra ayuda. Miradme. (Se cuelga las barbas) ¿Sabré desempeñar mi papel dignamente? (Mirando al cielo) Hermano mío, sólo me serviré de ellas si siento debilitarse mi energía. (Desaparece un instante por la derecha, volviendo sin las barbas.) ¡Ah, Uva! Pon ese gran sillón junto al espejo. Y tú, Aulaga, acerca esa mesilla. Ya está, ¡Ah, no! (Yendo a buscarla.) Falta la campanilla de plata. Bien, bien. Sentaos junto
A mí. Ahora, ya podemos llamar, (Tocando la campanilla.) ¡Ánimas!
(Acompañada por ÁNIMAS, entra ALTEA, en un lujoso traje popular de campesina, coronada de pámpanos. ÁNIMAS, sin atreverse a avanzar, queda en el quicio de la puerta.)
ALTEA (arrodillándose ante GORGO)
¡Perdón, tía, perdón si por mis pocos años te ocasioné algún sufrimiento, faltando a la obediencia, al amor, al respeto que siempre te he tenido!
GORGO (con dulzura).
Levántate, hija, A la reina de la hermosura nada tiene que perdonar una vieja.
ALTEA.
Gracias, tía.
GORGO (después de indicar a ÁNIMAS que se vaya).
Estás h ermosa, Altea. ¿Te has mirado al espejo, has vuelto a contemplarte de diosa de los campos?
ALTEA (con emoción y desconcierto).
¡Tía!
GORGO.
Vamos, mírate, hija. Queremos estas viejas disfrutar contigo de tu juventud. Ese cristal va a recibirte orgulloso.
ALTEA (indecisa, confusa).
Yo sólo quiero complacerte...
GORGO.
Uva. Aulaga... Tranquilízate, Altea... Llevadla hasta el espejo para que se recree.
UVA (tomándolaide una mano.)
¡Niña!
AULAGA (de los hombros)
¡Qué mujer ya! Da gloria.
UVA.
Tan chiquita que eras...
ALTEA
Ya sé que me queréis... casi tanto como tía Gorgo.
UVA.
Estás maciza, hija.
AULAGA.
Redonda y fresca, como un jarro de oro.
(ALTEA sonríe, dulce.)
GORGO.
No seas humilde, sobrina, y menos con ese aire de árbol fuerte, lozano, Alégrate y ufánate, como lo estoy yo de ti. Ríete. (Levantándose y yendo hacia ella) No, si tú no eres triste. Gústate, préciate de tu belleza, de la flor de tus años. (ALTEA se ríe tenuemente.) Más, más. Si no ofendes a nadie por recrearte en tu hermosura. Mírate bien en el espejo. ¿Ves? ¿Quién más sumiso, servidor, obediente? El no te añade nada, ni te lo quita tampoco. Te devuelve sólo lo tuyo. (Alzándole los brazos,) Mira qué brazos, hija, ¿Crees tú que el cristal miente? Mira qué ojos..., qué mejillas..., qué boca .., qué racimo de pelo... (Se lo suelta.) Tocadlo, Aulaga, Uva.
AULAGA (suspirando).
¡Oh!
UVA (nostálgica).
¡Oué suavidad! ¡Qué brillo!
GORGO.
Puedes vanagloriarte de tus hombros...
¡Y qué garganta, niña! ¿Has visto cuello
como el tuyo en estos pueblos de la tierra? No, no me bajes los ojos,.. Te repito que no seas modesta, ¿Te he educado yo así? Tú sola eres la dueña de lo que está ahí dentro.
ALTEA.
Nunca me vi despacio, tía.
GORGO.
Mentirosilla. ¿Vas a engañarme ahora? ¡Vamos!
ALTEA.
Estoy contenta de gustarte.
GORGO.
Gustarme..., gustarme... ¿Pues a quién si no, preciosa? Si tuvieras a alguien más que a mí... Pero él cerró los ojos, se nos fue
un día, cuando apenas la flor apuntaba en la rama. Ahora has abierto, hija. Y estoy aquí para tu cuidado. Soy algo así como tu jardinera. Es sólo a mí a quien tienes que agradar.
ALTEA.
Sí, sí, tía.
GORGO.
Pero toca, Aulaga. ¡Qué talle!
UVA.
¡Y qué espalda! Se me duerme la mano...
GORGO.
Pues, ¿y ese busto, amigas? Alguna vez leí que las magnolias... Pero aquí, no... Limones luneros... ¡Qué fragancia! Eres toda un jardín.
ALTEA (al olerla UVA).
Es la alhucema fresca que mete Ánimas entre mi ropa.
GORGO.
¡La alhucema de Ánimas! Aroma de tu sangre, de tu carne de flor. Y si ese cristal llegara a ver... Pero eso, sobrina, son secretos reservados para espejos más íntimos.
ALTEA (pudorosa).
Tía, por Dios, que están Aulaga y Uva.
UVA.
No seas vanidosilla, que nosotras hemos tenido también nuestro mayo.
GORGO.
Mira, se ha puesto de amapola.
ALTEA.
Me moriré, si no merezco tu perdón.
GORGO.
Vamos, ponte contenta, Altea. Si yo no estoy enfadada, Lo que sucede... Claro... ser tu padre sin serlo... Educarte... Cuidarte... Procurar que hagas sólo lo que a él hubiera alegrado, envanecido...
ALTEA.
Yo nunca quise hacerte mal, tía Gorgo.
GORGO.
¡Hacerme mal! ¿Y por qué piensas eso, hija mía? Me gustaría saberlo. Siéntate. (ALTEA se sienta. Después de contemplarla un instante.) ¡Lástima no sea un trono! Lo que realmente mereces. Pero voy a sentarme yo también. ¡Hacerme mal! (Con ella se sienta AULAGA y UVA.) Claro que si las celosías no dieran a la calle, seguramente, sobrina, no se te habría ocurrido lo que me has dicho ahora. ¡Hacerme mal! (Pausa breve.) ¿Qué se ve, niña, desde la azotea? ¿Lo has visto bien? Contéstame.
ALTEA (con extrañeza).
El campo, tía... El monte de las Cruces...
GORGO.
¿Y alguna cosa más?
ALTEA.
El cielo, tía.
GORGO.
¿Y qué se ve desde la galería del jardín?
ALTEA.
Los árboles.,., las flores..., las tapias...
GORGO.
¿Tan sólo eso?
ALTEA.
Los pájaros, el cielo...
GORGO.
¿Y tras las celosías del salón bajo. Altea?
ALTEA.
La calle.
GORGO.
¿La calle nada más? (ALTEA guarda silencio. GORGO se levanta.) ¿Nada más? Poca cosa, sobrina. ¿Estás segura tú? ¿Nada más que la calle?
ALTEA.
La plaza..., con la fuente...
GORGO.
¿Y nada más?
ALTEA
... la iglesia.
GORGO.
¿Eso tan sólo? Porque la calle se ha hecho para andarla, para que la gente suba y baje por ella. ¿No es verdad, sobrina?
ALTEA.
Tía, yo te he querido siempre, sino que yo... ¡Qué pena tengo, tía!
GORGO.
Y las celosías, para ver sin ser vista lo que sube y baja por la calle.
ALTEA.
Tía, tía, te lo suplico.
GORGO.
Y para hablar también con el que sube y baja por la calle.
ALTEA (cayendo de rodillas).
¡Perdón, perdón!
GORGO.
¡Hacerme mal! Y el que sube y baja por la calle, el que la ronda por la noche, ¿verdad. Altea, que tiene que ser alto, delgado, moreno, con los ojos seguramente echando llamas...?
ALTEA.
Nunca me hiciste llorar, tía.
GORGO.
Pero si no quiero que llores. No soy ninguna arpía, ningún monstruo feroz en acecho de tu garganta. No temas nada, hija. (Levantándola.) Sosiégate.
UVA.
Por nosotras, puedes hablar tranquila, con toda confianza.
GORGO.
¿Lo estás oyendo? Aulaga, no te ausentes.
AULAGA (que se había distraído).
Sí, sí, somos igual que Gorgo. Habla, habla sin miedo.
GORGO.
De modo que es moreno..., oliváceo... Con los ojos... ¿De qué color quedamos que tenía los ojos? (ALTEA se calla, GORGO, con acento más duro.) Negros..,, pero como tizones encendidos... ¿No? (ALTEA asiente con la cabeza.) Y es esbelto, juncal, como buen caballista... Gran jinete, claro, el más gallardo de estos montes, (La zamarra por los hombros, al par que ALTEA, como un pelele, vuelve a mover afirmativamente la cabeza) ¿ Y se llama? Eso es lo que no sé, lo que todavía no me has dicho, sobrina.
UVA.
Pero lo va a decir, estoy segura.
AULAGA.
Tía Gorgo tiene que saberlo. Es por tu bien, hija. ¿A qué martirizarla?
GORGO.
Lo dirá.
UVA.
¿Y qué motivo hay para callarlo? Yo te ayudo, lucero. Y Aulaga. Verás como entre las dos te lo traemos a los labios, ¿Es quizá Lino el de doña Márgara, la del Huerto de los Limones?
GORGO
¿Es?
(ALTEA, siempre con la cabeza, niega débilmente.)
AULAGA.
Será Leoncio, el más chico de los Olmedo.
GORGO.
¿Es?
(ALTEA, lo mismo.)
UVA.
¿Blas, el más mozo de los del Pino Grande?
GORGO.
¿Es?
(ALTEA niega en silencio.)
AULAGA.
¿Hernán, el de los Zorzales? ¿Bornos, el de Viña Hermosa?
GORGO (amenazante con su bastón).
¿Es, es, es?
ALTEA.
¡Tía, tía, por favor!
UVA.
Pues son los más ricos, hija, los principales en veinte leguas a la redonda.
GORGO (desabrochándole de un tirón la chaquetilla).
¿Será algún piojoso, algún tiñoso del barrio de las liendres? Vamos, niña, responde o te dirá este palo lo que desde hace rato estás ya mereciendo.
UVA.
Le dará vergüenza, Gorgoja, porque quién sabe si no será el barbero de la esquina.
AULAGA (riendo).
O Frasco, el esquilador, que no tiene cejas.
GORGO.
¿El esquilador? ¡Qué más quisiera este lagarto muerto! Es mucha honra para ella. ¿Sabéis de quién se ha enamorado? Os lo voy a decir en secreto.
(Apiñadas las tres oyen algo de GORGO, prorrumpiendo en una carcajada, tapadas, con un gesto de asco, las narices.)
UVA.
¡Uf! ¡Será posible, Gorgojilla?
AULAGA,
Es asqueroso, niña. ¡Con un oficio semejante!.
GORGO.
Pues sí, pues sí, de ése, de ese mismo.
UVA.
No seré yo madrina de tu boda. ¡Puaf!
AULAGA.
Ni le daría yo un beso sin antes taponarme las narices.
LAS TRES.—¡Ja, ja, ja, ja!
(Como tres sombras, como tres rebujos siniestros, riendo, burlonas, hirientes, van y vienen alrededor de ALTEA, que llora bajo, cubierta la cara por sus cabellos.)
GORGO.
Te repito que no me llores, escoba. Destápate la cara, ¿o es que con esas greñas quieres barrer el suelo?
UVA
Parece un pejesapo.
AULACA.
¡La reina de la vendimia!
GORGO.
¿La reina? ¡Del muladar! ¡Del basurero! ¡Se acabaron las diosas de la hermosura! ¡Fuera adornos, colgajos, colorines! (Le va arrancando el traje a tirones.) ¡Qué te habías figurado! ¡La reina! Vas a vestir ahora las ropas que mereces. Tráelas, Uva, Están en la alacena de mi alcoba. ¡La reina! ¡Y con pajes secretos que le hacen la ronda a media noche! O confiesas quién es, o te desnudo y salto a arañazos la sangre, Dilo, dilo...
ALTEA.
No puedo, tía; no puedo. Mátame... Sórbeme las venas... Arrástrame por los cabellos...
GORGO.
¡No! Te enterraré en vida, entre cuatro paredes, y ya no saldrás más, ni a la misa del alba.
ALTEA.
Entiérrame en la tierra..., viva ... con los ojos abiertos... Pero no me lo pidas... No puedo... Es imposible... Se me hace un nudo en la garganta.
GORGO.
¿Que no puedes? ¿Que no tienes valor? ¡Vas a ver! ¡Vas a ver si eso es cierto, sobrina!
(Ha vuelto UVA trayendo un traje negro
de vieja, largo, triste, irrisorio.)
GORGO.
Aulaga, ayuda a Uva. Colgadle entre las dos esas nuevas prendas... de diosa. Encerrádmela en ellas. (Iniciando la salida por la derecha.) Aprisionadla bien. ¡Dios! ¡Dios de Dios! (Mientras las dos viejas visten a ALTEA silenciosamente, dentro, con ligeras pausas, se oye gritar a GORGO:)
¡Sí! ¡Sí! Aquí me tienes... Te obedezco... En seguida... ¡Sí! ¡Ya estoy! (Tapada la cara con un lienzo negro que le cae hasta la cintura, siempre con su bastón, vuelve GORGO a la sala, girando lenta y tristemente alrededor de ALTEA.).
Alma que vela en lo alto.
No me dejes de la mano.
Alma que sufre en lo alto.
No me des nunca descanso.
Alma que alumbra en lo alto.
No me abandone tu rayo.
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