(Fragmento. Mariposas Negras para un Asesino. (Premio UNA-Palabra 2004).
Noviembre-diciembre de 1999.
Hoy he visitado a Casasola Brown, al llegar estaba en su enorme biblioteca. Apenas me atisbó dijo que me sentara en el gran sillón de las visitas. Me pareció que estaba enfermo y un poco agitado aunque su voz decía todo lo contrario. Uno no sabe con don Julián si está bien o si está mal de salud.
Su cara lucía muy blanca, esa blancura marmórea de las personas que no reciben sol. Unas enormes ojeras delataban el cansancio de una larga vigilia. Pero, sus ojos negros estaban como siempre: vivísimos, atentos a todo lo que mira.
Me manifestó que estaba interesado releyendo un libro de la Edad Media que había adquirido en un anticuario en la vieja Europa. “Es un libro sobre esoterismo” comentó mientras me lo mostraba. Me preguntó si tenía una idea clara de lo que significa el “esoterismo”.
“No es que crea en todo lo que se dice, pero es interesante, muy interesante. Siempre debemos de tener lo ojos bien abiertos ante la realidad. Además, la gente tiene un concepto equivocado de lo que es el “esoterismo”, en buen castellano significa lo que está oculto. No lo incomprensible, sino lo que está vedado a los demás por razones o circunstancias que la gente común no puede y no debe conocer.” afirmó.
El libro era auténtico, de la Edad Media. Sus páginas amarillentas y el encuadernado confirmaban lo manifestado por don Julián. Unas figuras de animales míticos ilustraban cada capítulo. Era un libro de tapa dura, de color café y con el lomo rojo. No me cupo la menor duda: el libro era medieval. A don Julián siempre le interesan los documentos antiguos de todo tipo.
También me comentó que estaba leyendo un texto sobre los inquisidores españoles e italianos.
“Querido amigo si estuviéramos en el medioevo tú y yo estaríamos cerca muy cerca de la hoguera. Es increíble como podemos pasar de un estadio del pensamiento a otro. El dualismo del hombre no tiene fronteras lo que deja hacer y lo que prohíbe” farfulló, y calló con un gran suspiro.
A veces no entiendo algunas cosas que comenta porque yo no soy culto como él, pero no me importa, me gusta cómo habla y lo que dice. Mis estudios llegan hasta un primer año en la Universidad de Costa Rica, lo que llaman Estudios Generales.
Con él he aprendido muchas cosas, al contrario de Juancho, que no le presta demasiada atención a los discursos de don Julián. A mí siempre me ha gustado oír a la gente inteligente y culta hablar y creo que don Julián lo es, no me cabe la menor duda. Diría que posee un saber enciclopédico. Es indudable que la herencia la ha ocupado para enriquecer “su visión de mundo” como llama él a la realidad.
Hoy cuando lo visité estaba como siempre:
con su cabello gris cenizo hasta los hombros que le da cierto aire de hierofante. Además – lo debo confesar- que así de negro cuando gesticula con esas finas y delgadas manos blanquísimas parecieran que tienen vida autónoma e independiente respecto a los demás miembros de su cuerpo. Al hablar, ellas son las que dictan las pausas a toda su conversación. Quizá por eso las tiene siempre a la vista de su interlocutor, jamás las esconde como hacen muchas personas, con don Julián es todo lo contrario. Si las manos se pudieran clasificar en clases sociales como los hombres, diría que don Julián posee unas manos aristocráticas, porque no son esas gruesas y burdas manos de campesino que tienen la mayoría de los hombres.
Don Julián posee un bastón con empuñadura de plata y cabeza de lechuza que utiliza para poder caminar. No cabe la menor duda, que don Julián es todo un personaje...
Nos dirigimos al jardín interior de la mansión. Es un pequeño ritual que tenemos, charlar cerca del agua, cerca del bosquecillo interior. Don Julián sabe cuánto me gusta esa área de su casa. Es hermosísima la cascada. El agua se desliza en una delgada lámina de cristal que va a depositarse directamente a la fuente y de allí es engullida por cuatro cabezas de delfines para luego ser arrojada al aire.
En un sendero del jardín buscamos unos asientos de piedra y conversamos sobre acontecimientos cotidianos y de la menor trascendencia.
Don Julián es un verdadero mimetizador, un verdadero camaleón: se acomoda a cualquier plática. De seguro que si dejara su mundo, tendría muchos amigos. Pero, no es así. Vive aislado del exterior, es un autoexiliado. Lo mejor es que él no lo lamenta. Juancho y yo sospechamos que hace unos años atrás salía de noche. Nunca nos lo confesó. Ahora no recuerdo quién o quiénes nos hicieron el siguiente comentario de don Julián:
“-¿Sabés a quién hemos visto anoche en el nigth club con las putas del Colt 45?, vociferaron unos amigos cincuentones y que eran veteranos al igual que nosotros en Medicatura Forense en son de chisme.
-¿A quién?, respondimos con curiosidad.
-Pues a don Julián. Eso creemos, debió ser él, eso sí: nos pareció menos viejo. Estábamos un poco borrachos y por eso no nos interesó demasiado averiguar si era don Julián o alguien que se parecía demasiado. Además, el hombre al sentir nuestras miradas en un abrir y cerrar de ojos desapareció en medio de las putas y de las sombras”.
Esa es la duda que tenemos: ¿era don Julián? Juancho argumenta que es imposible, que fue por culpa de la borrachera que creyeron ver nuestros compañeros a don Julián. Que don Julián vive como en otro Universo, en otra dimensión de la realidad. Y por eso a él no le extraña que no salga. Yo, me resisto pensar que alguien pueda vivir así aislado. Don Julián dice que el mundo exterior es un asco, y que en su mansión no le falta nada. En efecto todo lo tiene: fax, internet, antena parabólica, celular, telefóno inhalámbrico y unas altas murallas con cámaras de televisión que miran al mundo que desea negar y que lo protegen de todo y de todos. ¡Pueda que en otra época haya salido de su mundo, de sus sombras!
Ya para el período en que dejó de trabajar y heredó una gran fortuna salía poco de día según sus propias palabras. Fue en esos años, que tuvo una transformación increíble tanto física como mental. No sé cómo explicarlo. Física porque sus rasgos se volvían muchas veces duros y envejecidos y otras veces cobraban una lozanía única como la de un chico dependiendo de su estado anímico. Mental porque parecía adivinar las preguntas y respuestas de Juancho y mías en una conversación. Creo que esto comenzó en el periodo en que viajó a Europa por espacio de varios años. En esos años compró la mansión.
Nunca nos quisó decir el por qué permaneció tanto tiempo en Inglaterra, argumentó que la razón fue para aprender inglés y otras lenguas y así lo hizo. Aprendió inglés británico que da un gusto oírlo hablar con ese acento tan elegante y golpeadito de los “british” y nada de arrastrar vocales y hablar con la nariz como lo hacen nuestros amigos del norte. ¡Juancho y yo creemos que tuvo otras razones para una estancia tan prolongada en Inglaterra!
Después de su regreso, lo fuimos viendo menos, se fue aislando. Solamente una llamada telefónica, una carta y unas esporádicas invitaciones a la mansión y “pare de contar”. Don Julián pasó a ser un recuerdo, una memoria dentro de otra memoria desperdigada en el pensamiento de compañeros y patólogos aquí en Medicatura Forense. Y de ser un hombre real, una existencia física, pasó a ser una leyenda, un ser imaginario y fabuloso. Fabuloso por su historia, por su fortuna que heredó y dejó a todos boquiabiertos. Quizá la mayoría en el fondo deseamos tener un abuelo paterno o materno que nos herede como a don Julián, de allí su leyenda.
Sabemos que tuvo contacto con otras personas en otro tiempo que lo visitaban en la mansión. Nunca nos quiso decir quién o quienes eran. Siempre mantuvo en reserva sus nombres. Nada de referencias o alusiones a nombres y apellidos o sitios. Tampoco nosotros hicimos preguntas, la discresión siempre ha sido nuestro lema. Si hay algo que a don Julián lo irrite son los interrogatorios o las preguntas indiscretas. Siempre hemos dejado que él haga las preguntas o que él cuente “su historia”. Su vida presente y pasada son terrenos inexploradoras por nosotros, son territorios que no ingresamos y que respetamos su decisión.
Al licenciado Henry, le mentimos al descaro: no es cierto que Juancho y yo tenemos una comunicación cotidiana con don Julián. A decir verdad, teníamos muchos años sin verlo. La broma de los álbumes es cierta en parte y en parte no. No es cierto que don Julián coleccione fotografías de chicas muertas, sí es cierto que le gusta mirarlas y en alguna ocasión se ha dejado una que otra. Nosotros pensamos que tiene ciertas inclinaciones necrofílicas, esa fue la razón de no molestarse con nosotros y nos siguió el juego que le hicimos al doctorcito. Entre las fotografías de las chicas muertas tiene una que es su preferida, La Bella sin Marcas, de esta mujer, sí que tiene varias fotografías, lo volvió loco desde la primera foto hasta la última que le llevamos.
La historia de la chica muerta y que don Julián se quedara dormido mientras profanaba su cadáver, no sabemos si fue así. El lo niega, nosotros no sabríamos decir si la crónica es verdadera o falsa y ante la duda mejor lo absolvemos, como dicen los jueces.
Que la necrofilia es práctica común y documentada entre los morgueros en todo el mundo a pesar del repudio del común de la gente es una verdad innegable. Es una enfermedad que va pudriendo el alma de todos los morgueros. Nosotros no hemos llegado a tener contacto físico con los muertos o muertas. No negamos que sí nos gusta tomar fotografías a mujeres bellas que han dejado este mundo.
Nuestra comunicación con Casasola es por medio del E Mail, o por medio del chat en Internet, este es el mayor acercamiento que hemos tenido los últimos años con don Julián.
Es cierto – no cabe la menor duda- que nos quiere como si fuéramos sus hijos, pero es un padre poco amoroso, somos los desheredados de sus conocimientos, no ha querido hablarnos de lo que aprendió en Europa. Dice que nos haría más mal que bien. En ocasiones se arrepiente – eso me parece - y manifiesta todo lo contrario. Nos dice que debemos de estar “preparados” y él entonces nos contará. ¿Que querrá decir con esto? ¿Esoterismo? ¿Estudios paranormales? No lo sabemos.
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