domingo, 19 de junio de 2016

LECTURAS. FRAGMENTOS. NOVELA. LA MONTAÑA MÁGICA.

Lecturas. Fragmentos.Novela. La Montaña Mágica. Página 560.  (Thomas Mann).
Después llegó la víspera de la partida, día en que Joachim cumplió rígidamente el programa por última vez, las curas, los paseos, y en que se despidió de los médicos y la enfermera jefe. Luego llegó el día mismo. Con los ojos brillantes y las manos frías, Joachim acudió al desayuno, pues no había podido dormir en toda la noche; apenas comía y, cuando la enana anunció que el equipaje se hallaba ya dispuesto, saltó de su silla para decir adiós a sus compañeros de mesa. La señora Stoehr, al despedirse de él, se puso a llorar, lloró las lágrimas fáciles y sin amargura de la ignorancia, pero detrás de la espalda de Joachim, con un signo de cabeza dirigido a la institutriz y balanceando con una mueca su mano de dedos separados, expresó, con un juego de fisonomía vulgar, sus dudas sobre la legitimidad de la partida y las probabilidades de salvación de Joachim. Hans Castorp la vio mientras vaciaba de pie su taza para seguir a su primo. Fue preciso distribuir propinas y contestar en el vestíbulo a los cumplidos oficiales del representante de la administración. Como siempre, algunos pacientes estaban presentes para asistir a la partida: la señora Iltis, con «esterilete»; la señora Levy, de cutis de marfil, y Popof el depravado, con su novia. Agitaron sus pañuelos cuando el coche, frenado en las ruedas traseras, comenzó a bajar la cuesta. Habían ofrecido rosas a Joachim. Éste llevaba sombrero; Hans Castorp, no.
La mañana aparecía espléndida, era el primer día de sol después de tantos días de mal tiempo. El Schiahorn, las Torres Verdes, la cima del Dorfberg, se dibujaban inmóviles sobre el azul, y los ojos de Joachim reposaban sobre ellos.

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