miércoles, 29 de junio de 2016

Alejandra Pizarnik & León Ostrov Cartas. No.6.


Carta N.º 6[20]
Muy querido León Ostrov:
Tenía pensado escribirle más tarde, cuando hubiera sobrevenido lo que yo esperaba y que tal vez sobrevenga pero yo ya no lo espero tanto, ni como antes, como ayer. Me habían propuesto que yo hiciera el scénario de un film corto sobre Vallejo para difundirse por la televisión en varios países sudamericanos. Acepté feliz. La propuesta coincidía con mi buen estado anímico: había salido mucho, había visto. Había acariciado la esperanza de quedarme en París mucho tiempo, indefinidamente, esperanza que se resolvió en certeza cuando la propuesta. La había aceptado con todas mis buenas intenciones de hacer algo alguna vez por mí, algo bueno y que me alegre, que me libere. De esto hace unos 15 días. Dos semanas sin ver nada, sin visitar a nadie, sino como empujada por algo o alguien terriblemente fuerte, y yo me decía: trabajá, si trabajás te vas a salvar. Anduve torturándome en la Biblioteca Nacional donde no hay nada sobre la vida de Vallejo. Ni siquiera tenía sus poemas que están agotados y que por fin me consiguió Jonquières. Fui a la Unesco y hablé con cuanto peruano existe. Por intermedio de un amigo de un amigo de un amigo de alguien que conozco di con la noticia de la existencia de una vieja bailarina peruana, viuda de Ernesto More, gran amigo de Vallejo. Anteayer, pues, fui a lo de una vieja condesa rusa fanáticamente marxista, que vive en «su» calle Visconti. Como la reunión era muy tarde pasé por el café Old Navy lleno de argentinos y no sé cómo fue pero enganché a un italiano que me acompañó. Llego y está el chico peruano (amigo de un amigo… etc.), la bailarina, la Condesa, una vieja bouquiniste que me vendió una vez el Kama–Sutra junto al Sena y un muchacho español que trabaja de sifonero en el verano y en el invierno ayuda a un filólogo a traducir al francés el Mío Cid. Todo muy interesante pero frustrador cuanto a Vallejo. La vieja bailarina se hacía la importante y mentía abiertamente. Por fin se dio el gusto y me enseñó cómo bailaba Vallejo cuando se embriagaba. Entonces me fui y era tarde y el italiano no pudo volver a su casa a causa del metro que no andaba a esa hora. Entonces se metió por la ventana de mi cuarto (habito provisoriamente en la Résidence Universitaire d’Antony: «Les visites masculines sont interdites»). Y por supuesto hicimos el amor —expresión infiel en este caso. Y todo pasó de una manera muy interesante sólo que es muy largo y difícil contarlo ahora. No es esto todo: me vi con la sirvienta de Jonquières, que tenía una revista peruana; me vi con Ricardo Paseyro, yerno del finado Supervielle; me vi ayer con Jorge Carrera Andrade, quien me miraba con desconfianza al principio y finalizó comprándome cigarrillos y nos veremos de nuevo, etc. En suma: no tengo casi nada de material para el film. Porque se necesitan cosas vivas, circunstancias, etc. Y no hay sino poemas e interpretaciones metafísicas. Además, con mi inteligencia muerta, con mi imaginación absurda, con mis visiones cada día más alucinadas, qué estructura dar a este film, de manera que sea aceptado por personas que piensan en el interés comercial y en la aceptación pública que puede tener. Y lo peor es que quiero encarnizadamente hacerlo. Y quiero que me den a mí los otros que piensan hacer: Darío, Gómez Carrillo, Supervielle, etc. Y me interesa profundamente ganar dinero haciéndolos, y me interesa hondamente aprender el oficio de escribir para la televisión.
Me pasé dos semanas en estado de ansiedad dichosa: todo esto que digo que me interesaría hacer se me presentaba posible. Y le confieso que pensé con alegría en la posibilidad de ganar mucho dinero, escribir sobre lo que existe y jamás sobre lo ausente, es decir, escribir produciendo obras que serían artículos de consumo (para la T. V.) y pensé con alegría, digo, en no escribir poemas nunca más. «Salvada», me dije. Pero me di cuenta que había exagerado: corrí y anduve mucho y me fatigué horriblemente y todos me decían si estoy enferma. Pero me hacía trampa, porque dentro de mí no hacía el scénario, no lo pensaba, dentro sólo había la esperanza de salvarme. Y cuando ayer recibí una carta bastante fría de mamá, motivada posiblemente por alguna desaprobadora de mi persona de mi tío de aquí (me he distanciado completamente de mi maldita familia) y me preguntaba cuándo volveré, (la primera vez que lo pregunta) y me decía cosas tan sin importancia, tanto hastío, tanta frustración en las pequeñas familias, que me juré trabajar hasta morir y no volver, o si vuelvo, volver fuerte y casi o algo o apenas libre. Pero hoy comienzo el scénario y me desespero. Entonces le escribo a usted, como si le pidiera que me ayude contra lo que en mí quiere ir a la caída, eso en mí enamorado de la miseria, de la pobreza, del malestar, del desamparo, de lo huérfano, de la muerte. Hasta pensé esto, a propósito del scénario: o lo haces y trabajas como una mujer adulta o te vas al Sena y das el sonido de un cuerpo menos. Pero no es tan fácil. No es tan fácil. Hoy, como no hice nada, me angustié y de pronto se vino todo: hice o se hicieron cinco poemas, absolutamente incomprensibles y no muy malos. Alegría entonces. Bienvenidos. Termino de escribirlos y se va la esperanza de la salvación por la profesión remunerada. Al diablo todo. Mientras lleguen los poemas. Pero quiero hacerlo. No quiero ir a Bs. As. a vivir con mi familia. Pero no puedo pensar en el scénario. No estoy muy angustiada ni muy triste pero no puedo pensar en las cosas concretas. No me interesan. Me pidió también una chica que hace cine y televisión que colabore con ella en un film corto sobre un desencuentro amoroso. Le di ideas buenas. Pero hacer los diálogos me es imposible. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie. ¿Qué artículos de consumo fabricar con mi lenguaje de melancólica a perpetuidad? (A propósito de mí: ¿conoce Las noches blancas, de Dostoievski? Nunca sentí más fuerte temor que leyéndolo). Bueno, he creído que sería tan fácil cambiar como si fuera vestirse distintamente. Hasta me ocupé de leer los diarios en estas 2 semanas. Y saber de política. Hoy hice los poemas, necesito escribirle y medito en la muerte y en lo de siempre. Estoy absolutamente convencida de que la vida es invivible. Ejemplo: estamos muertos. Luego, quisiera trabajar y leer y escribir y ganar dinero y no ver nunca a mi familia, y estar sola sin sentirme culpable por eso. Vida tranquila, industriosa, la que me prometo siempre. Hasta que reviento y me embriago y fornico durante una noche que no es noche sino un oscuro rito para restablecer el hastío y la calma y la espera absurda de siempre. Le escribiré pronto, le diré cómo anda todo esto, posiblemente mal repito (lo digo proustianamente: para que no suceda, por el solo hecho de haberlo pensado). Lamento lo de la Facultad y de su «colega». No comprendo por qué la gente es tan idiota. Le envían gran saludos Jonquières y familia. Ayer la vi a N. Gerstein, y me dijo lo hermosa que es Andrea. Entonces, para ella, para usted y Aglae grandes abrazos,
Alejandra


Perdón por el exceso de pronombres en primera personas
 

ha salido en plural: la semana pasada tuve, al fin, una experiencia nervaliana: salgo de mi pieza, llego al parque, miro mi enorme ventana y ¿a quién vi, en un centésimo de segundo? A mí. Me asusté y me sentí feliz. La experiencia del doble me fascinó siempre. Es curioso, pero no me acusé de esquizofrenia. Mejor dicho, me sentí agradecida.

  Respuesta de León Ostrov


Querida Alejandra:
Apenas recibí su carta fui a «Verbum» para comprar un libro sobre la vida de Vallejo que hacía un tiempo había visto en la vidriera. Ya no estaba; lo habían vendido. Y Vázquez no pudo darme ningún dato concreto —autor, editor— como para tratar de conseguirlo en otra librería. Lo único que pudo decirme es que, dentro de uno o dos meses, lo recibirá de nuevo. Pasé por otras librerías y nadie sabía nada. Hubiera querido ayudarla con algo positivo en su empresa, pero desgraciadamente —por lo menos en forma inmediata— no es posible. Lo único que puedo hacer es, sí, decirle que si por unos días vivió con convicción y entusiasmo el proyecto, es indicio de que algo en Ud. está queriendo cambiar. No se desanime. Y no plantee las cosas como excluyentes. No se trata de no escribir más poemas para dedicarse a una literatura de distinta densidad. Si fuera así, le diría rotundamente que rechace toda invitación en ese sentido. Por otro lado no se engañe: no podría Ud. hacerlo: ni dejar de escribir poemas ni dedicarse exclusivamente a lo otro.
Además, creo que debería hacer, aun para T. V., lo que Ud. realmente siente. No se me escapa que la perspectiva comercial y el gran público como destinatario pueden ser un obstáculo insalvable, pero ¡quién sabe! A lo mejor lo suyo es captado, apreciado, porque su lenguaje, aunque lo considere Ud. como que proviene de mundos irreales y fantásticos, puede tocar, en más gente de lo que sospecha, cuerdas que están esperando quien sepa hacerlas vibrar.
En cuanto a su proyecto de quedarse, a lo mejor, indefinidamente en París, no quiero opinar. Lo único que importa es que descubra Ud. qué es lo que realmente quiere y en qué lugar del mundo siente Ud. que podría realizarlo mejor. He hecho la fantasía de que Ud., en París, puede llegar a convertirse en algo importante literariamente, porque ya lo es, pero París —nos guste o no— sigue siendo el gran resonador de la literatura en el mundo.
Escríbame pronto para decirme en qué anda con su scénario.
Un gran abrazo de Aglae, Andrea y mío,
León Ostrov


Apenas termino esta carta y me pongo a hojear un número reciente de Insula, me encuentro con esta noticia: la revista Indice, de Madrid, en su ejemplar de febrero de 1960 se dedica a examinar, en diversos artículos, la vida y obra de Vallejo. Se me ocurre que no tendrá dificultades para consultar ese número en París o para hacérselo llegar desde Madrid en último caso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

SILVINA OCAMPO CUENTO LA LIEBRE DORADA

 La liebre dorada En el seno de la tarde, el sol la iluminaba como un holocausto en las láminas de la historia sagrada. Todas las liebres no...

Páginas