miércoles, 22 de junio de 2016

Alejandra Pizarnik & León Ostrov Cartas. n.3.


Carta N.º 3[17]
Muy querido León Ostrov:
No sé qué esfuerzo me exige escribirle, es imposible decirlo con palabras. Hace mucho tiempo que vengo escribiéndole cartas y rompiéndolas, diciéndome: no, no es eso lo que yo quise decir. Lo peor es releer al día siguiente lo que escribo hoy: jamás me puedo reconocer. Pero ahora estoy sentada en el Café de Flore, cerca del correo y enviaré estas líneas, aún sabiendo que me arrepentiré de ellas. He recibido su carta y la he leído y releído. Ella me dio unos deseos furiosos de que mi próxima carta fuera alegre, un mensaje de paz, de serenidad, de bienestar. Tout va bien! Y que usted pensara, al leerla: hizo muy bien en irse a París. Pero no es posible aún. Y tal vez jamás lo sea. Estoy tocando fondo en mi demencia. Las alucinaciones se multiplican, ahora con miedo: qué haré cuando me sumerja en mis mundos fantásticos y no pueda ascender. Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré, siquiera, que hay un «saber volver». Ni lo querré, acaso. Por eso dibujo todos los días. Temor de mi desconexión, de mi indiferencia, de mi soñar pasivo. Estoy enamorada de esta ciudad. Miro, veo, camino. No estoy ociosa. Pero nunca he tenido una conciencia más fuerte de mi enfermedad, de mis imposibilidades.
Esta carta me exige un esfuerzo enorme. Hace tanto tiempo que no hablo —y para mí hablar es hablar de mí— hace tanto que sonrío, digo idioteces con mi maldita familia, o frases ingeniosas con las pocas personas que encuentro, o mentiras en mi correspondencia con mis padres. Hace tanto que no digo «yo» y hablo de mis miserias. Y me hubiera gustado tanto, digo, que mi carta fuera eufórica y maravillada. Pero para eso me tendrían que asesinar antes: «no me podrán quitar el dolorido sentir»… Hice tantas idioteces, he bebido tanto, he gastado todo mi dinero, y ahora no sé qué hacer, si bien no me angustia demasiado. El mes pasado me fui a vivir a un hotel y después tuve que volver chez mon oncle, a causa de carecer de medios. Pero qué puede significar el dinero si estoy luchando cuerpo a cuerpo con mi silencio, con mi desierto, con mi memoria pulverizada, con mi conciencia estragada. Hasta mi cuerpo presenta signos de la lucha: estoy enferma porque bebo y bebo cuando estoy enferma. Además, descubrí que el chocolate me hace mal por lo cual se me convirtió en una necesidad semejante a una droga. A veces me hundo en un cine para escapar, por unas horas, a mis necesidades, mis compulsiones viciosas. Me pregunto por qué no me avergüenzo de decirle estas miserias.
Recibo cartas nostálgicas y llenas de afecto de mi madre: quiere que vuelva. Yo también hasta hace unos días, quería volver. ¿La causa? Mi entrañable correspondencia con Susana, basada esencialmente en el humor negro. Pero hace ya dos semanas que no me escribe, lo que me lleva a sentir un odio profundo por ella. Lo mejor es que no me importa tanto lo que me escribe sino que me escriba. Que no me olvide. Esto podría ilustrar un trabajo sobre la psicología del cobarde: el que se arruina en sus esfuerzos por retener e impedir lo que es imposible de retener y lo que vendrá de todas maneras. Además, siguiendo con Susana, su silencio me impide querer volver.
Le escribo con grandes esfuerzos. Me siento bastante mal y probablemente quisiera estar en mi cuartito de Buenos Aires, en mi cama, con las frazadas cubriéndome la cabeza. Tal vez me exijo demasiado, como si yo fuera el empresario tiránico de una cantante —yo— que no quiere cantar. Pero me pregunto finalmente si todo esto no es bueno. Tal vez me sea fecundo encararme de una vez por todas (y qué irreal es esto: no existe «una vez por todas») con mis delirios.
Esta carta parece la de un espíritu. No hay sangre en ella. No encarna en actos, en sucesos, en nombres propios. Pero se acerca, en parte, a la verdad. Y la envío antes de releerla y romperla. Hasta muy pronto. Abrazos para usted y Aglae,
 Alejandra
8, av. CHASTENAYE
CHATENAY—MALABRY SEINE

 Respuesta de León Ostrov

Querida Alejandra:
Su carta muestra cuán profunda es en Ud. su nostalgia por su madre. Lo que me dice de su cuartito de Buenos Aires, de sus frazadas, y el pasaje inmediato a Susana después de contarme sobre las cartas llenas de afecto de su madre, creo que son muestra suficiente. Ahí está en gran parte el problema, oscuro, negado, ambivalente, pero intenso y presente como una herida actual, a pesar de los días y los años. Tendrá que encararlo, inevitablemente. ¿Por ahora qué le puedo decir para ayudarla? Me dice que no está ociosa, que mira, que ve, que camina, que está enamorada de París; todo esto está bien, ya es algo, pero, evidentemente, poco, en la medida en que se le interponen, constantes, sus problemas y melancolías. ¿Me estaré arrepintiendo de haberla instado a que haga el viaje? No me resuelvo todavía. Creo —quiero creer— que, en definitiva, será fecundo, que en una persona como Ud., aún con todas sus dificultades, París no puede quedar como al margen, como mera ciudad interesante. Puede ser que necesite Ud. volver a Buenos Aires para asimilar la experiencia, para poder incorporársela y sentir, recién, ya dentro de Ud., que la aumenta y enriquece.
La imaginé escribiendo la carta en el de Flore, a donde yo iba todas las noches y del cual —no se lo cuente al mozo— conservo un balde de hielo con la inscripción «Café de Flore», que una tarde, en un verano, en un rapto preparado con premeditación y alevosía, y que no quise someter a ninguna consideración moral, me llevé como «souvenir» de ese París del cual no quería separarme.
Escríbame Alejandra, sin romper las cartas; déjese llevar por lo que espontáneamente le surja. No importa que al rato o al día siguiente no se reconozca en lo que escribió. Pese a Ud., Ud. es siempre Alejandra.
Un abrazo de Aglae, Andrea y mío,
León Ostrov


Alejandra: ¿Puedo pedirle un favor? Si no le resulta gravoso, en sus paseos, pregunte en las librerías de viejo si es posible conseguir los siguientes números de La Nouvelle Revue Critique: 3-4-5-13-104-108 y 112. También el número sobre Freud editado por Le Disque Vert, que creo es del año 1924. Hágalos reservar para girarle yo el dinero o que directamente los entreguen a la librería Vrin, 6, Place de la Sorbonne, de la que soy viejo cliente, para que ellos me los manden y girarles el importe.
Una librería que se ocupa de conseguir libros y revistas agotados es Strechert-Hafner, en 16, Rue de Condé, Paris VI.
Muchas gracias

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