lunes, 23 de noviembre de 2015

Luis de Góngora y Argote. Sonetos.


Luis de Góngora, universalmente reconocido como uno de los más grandes artífices de la poesía confirma las palabras de Herrera (Es el soneto la más hermosa composición...) por la maestría y la perfección condensada en sus sonetos. Género que cultivó a través de toda su vida, sus sonetos nos permiten seguir paso a paso la evolución del poeta, tanto en lo formal como en lo temático. Los ciento sesenta y siete reconocidos y los cincuenta sonetos atribuidos representan, además, un documento de toda época y la encarnación de una de las poéticas prevalecientes de su tiempo.

Fuente:  Editorial Losada, Argentina-Año 1939.

Sonetos de Luis de Góngora
Luis de Góngora

 I -

Tres veces de Aquilón...


Abajo   Tres veces de Aquilón el soplo airado
del verde honor privó a las verdes plantas,
y al animal de Colcos otra tantas
ilustró Febo su vellón dorado,

  después que sigo (el pecho traspasado 5
de aguda flecha) con humildes plantas
(oh, bella Clori!) tus pisadas santas
por las floridas señas que da el prado.

  A vista voy (tiñendo los alcores
en roja sangre) de tu dulce vuelo 10
que el cielo pinta de cien mil colores,

  tanto, que ya nos siguen los pastores
por los extraños rastros que en el suelo
dejamos, yo de sangre, tú de flores.




- II -

A las damas de la corte, pidiéndoles favor para los galanes andaluces


  Hermosas damas si la pasión ciega
que os arma de desdén, no os arma de ira,
¿quién con piedad al andaluz no mira
y quién al andaluz su favor niega?

  ¿En el terreno, quién humilde ruega, 5
fiel adora, idólatra suspira?
¿Quién en la plaza los bohordos tira,
mata los toros y las cañas juega?

  ¿En los saraos quién lleva las más veces
los dulcísimos ojos de la sala, 10
sino galanes del Andalucía?

  A ellos les dan siempre los jueces
en la sortija el premio de la gala,
en el torneo, de la valentía.




- III -

Clori


  Al sol peinaba Clori sus cabellos
con peine de marfil, con mano bella;
mas no se parecía el peine en ella
como se oscurecía el sol en ellos.

  Cogió sus lazos de oro, y al cogerlos, 5
segunda mayor luz descubrió aquella
delante quien el sol es una estrella
y esfera España de sus rayos bellos.

  Divinos ojos, que en su dulce oriente
dan luz al mundo, quitan luz al cielo, 10
y espera idolatrarlos occidente.

  Esto amor solicita con su vuelo,
que en tanto mar será un arpón luciente,
de la cerda inmortal mortal anzuelo.




- IV -

Al Escorial


  Sacros, altos, dorados capiteles,
que a las nubes robáis los arreboles,
Febo os teme por más lucientes soles,
y el cielo por gigantes más crueles.

  Depón tus rayos, Júpiter; no celes 5
los tuyos, sol; de un templo son faroles,
que al mayor mártir de los españoles
erigió el mayor rey de los más fieles.

  Religiosa grandeza del monarca
cuya diestra real al Nuevo Mundo 10
abrevia y el Oriente se le humilla,

  perdone el tiempo, lisonjee la Parca
la verdad de esta octava maravilla,
los años de este Salomón segundo.




- V -

Al Santísimo Sacramento


  -Rebelde y pertinaz entendimiento,
sed preso. -¿Quién lo manda? -Dios glorioso.
-¿Por qué? -Porque con ánimo dudoso
negaste la obediencia al Sacramento.

  -¿Quién ha de ejecutar el prendimiento? 5
-La voluntad y afecto piadoso.
-¿Quién es el carcelero riguroso?
-La fe que enseña el conocimiento.

  Y la cárcel ¿cuál es? -La iglesia santa.
¡Oh cárcel! clara luz de este hemisferio, 10
dulce prisión, que tal tesoro encierra;

  do el fruto de este altísimo misterio
se goza con dulzura y gloria santa,
que excede cuanto bien hay en la tierra.




- VI -

Pálida restituye


  Pálida restituye a su elemento
su ya esplendor purpúreo casta rosa,
que en planta dulce un tiempo, si espinosa,
gloria del sol, lisonja fue del viento.

  El mismo que aspiró suave aliento 5
fresca, expira marchita, y siempre hermosa,
no yace, no, en la tierra, mas reposa
negándole aun el hado lo violento.

  Sus hojas sí, no su fragancia, llora
en polvo el patrio Betis, hojas bellas, 10
que aun en polvo el materno Tajo dora.

  Ya en nuevos campos una es hoy de aquellas
flores que ilustra otra mejor aurora,
cuyo caduco aljófar son estrellas.




- VII -

Duélete de esa puente


  Duélete de esa puente, Manzanares,
mira que dice por ahí la gente,
que no eres río para media puente,
y que ella es puente para treinta mares.

  Hoy arrogante te ha brotado a pares 5
humildes crestas tu soberbia frente,
y ayer me dijo humilde tu corriente,
que eran en Marzo los caniculares.

  Por el alma de aquel, que ha pretendido
con cuatro dagmas de agua de achicoria 10
purgar la villa y darle lo purgado.

  Me di, ¿cómo has menguado y has crecido?
¿Cómo ayer te vi en pena, y hoy en gloria?
-Me bebió un asno ayer y hoy me ha ensuciado.




- VIII -

En el sepulcro de la Duquesa de Lerma


  ¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra;
aras ayer, hoy túmulo, ¡oh mortales!
Plumas, aunque de águilas reales
plumas son, quien lo ignora mucho hierra.

  Los hueso que hoy este sepulcro encierra, 5
a no estar entre aromas orientales
mortales señas dieran de mortales;
la razón abra lo que el mármol cierra.

  La Fénix que ayer Lerma, fue su Arabia
es hoy entre cenizas un gusano 10
y de conciencia a la persona sabia.

  Si una urca se traga el Océano,
¿qué espera un bajel luces en la gabia?
Tome tierra, que es tierra el ser humano.




- IX -

En la muerte de don Rodrigo Calderón


  Sella el tronco sangriento, no le oprime
de aquel dichosamente desdichado
que de las inconstancias de su hado
esta pizarra apenas le redime:

  piedad común en vez de la sublime 5
urna que el escarmiento le ha negado,
padrón le erige en bronce imaginado
que en vano el tiempo las memorias lime.

  Risueño con él tanto como falso
el tiempo, cuatro lustros en la risa, 10
el cuchillo quizá envainaba agudo.

  De tal sitial después al mal cadalso
precipitado, ¡oh cuánto nos avisa!
¡Oh cuánta trompa es su ejemplo mudo!




- X -

Al Marqués de Ayamonte que, pasando por Córdoba, le mostró un retrato de la Marquesa


  Clarísimo Marqués, dos veces claro
por vuestra sangre y vuestro entendimiento
claro dos veces otras, y otras ciento
por la luz, de que no me sois avaro,

  de los dos Soles que el pincel más raro 5
dio de su luminoso firmamento
a vuestro seno ilustre, atrevimiento
que aun en cenizas no saliera caro:

  ¿Qué águila, señor, dichosamente
la región penetró de su hermosura 10
por copiaros los rayos de su frente?

  Cebado vos los ojos de pintura,
en noche camináis, noche luciente
que mal será con dos soles oscura.


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