Ursula Kroeber Le Guin nació en California en 1929. Su padre fue el antropólogo Alfred Kroeber y, su madre, escritora de literatura infantil, por lo que Ursula vivió desde niña inmersa en mitos y leyendas. Después de realizar un curso de posgrado en la Universidad de Columbia (1952), obtuvo una beca Fulbright para estudiar en Francia. Allí conoció a su marido, Charles Le Guin. La pareja se estableció en Macon (Georgia), donde Ursula dio clases de francés en la Universidad Mercer. La autora es conocida principalmente por sus trabajos en el área de la ciencia-ficción, donde se inició en 1966 con la publicación de una sagaz space opera titulada `El mundo de Rocannon`. Sus novelas `La mano izquierda de la oscuridad` (1969) y `Los desposeídos` (1974) han sido ganadoras tres veces de los premios Nebula y dos veces de los Hugo, máximas distinciones en el género. Entre otros libros, ha escrito también `Planeta de exilio` (1966), `La ciudad de las ilusiones` (1967) y `La palabra para mundo es bosque` (1972). Le Guin recibió asimismo el Premio Nacional de Literatura Infantil con `La orilla más lejana` (1972), el tercer libro de la trilogía `Terramar`. Entre sus últimas obras destacan `Siempre vuelve a casa` (1985), `El ojo de la garza` (1991) y `Sopa de pescado` (1992).
URSULA K. LE GUIN
Un mago de Terramar
Terramar es un mundo de islas rodeadas por un interminable océano y allí el joven Ged, un aprendiz de hechicero, llegó a la madurez. Su madre ha muerto hace mucho tiempo, pero su tía, una bruja de aldea, le enseña a dominar a los animales del cam-po y a los pájaros del cielo. Se gana el nombre de Gavilán, pues en este mundo de la magia el verdadero nombre de uno debe ser mantenido en secreto: el conocimiento de los nombres es la clave del arte del mago. A la edad de trece años Ged va a vi-vir con el mago Ogión. Éste capta un gran poder en el chico –Ged ya ha logrado defender su aldea contra una banda asesi-na de invasores, manipulando mágicamente el tiempo– y sabe que algún día ese inexperto muchacho llegará a ser un hechi-cero poderoso. Pero el viejo Ogión no fuerza el ritmo, pues Ged ha de aprender a tener paciencia como principio de la ver-dadera sabiduría:
Nada maravilloso acontecía, sin embargo, ningún prodigio. Ged pasó el invierno volteando las pesadas páginas del Libro de las Runas, mientras llovía y nevaba, y Ogión volvía de los bosques helados o de los prados donde pastoreaban las cabras, y se sacudía la nieve de las botas y se sentaba en silencio junto al fuego. Y el largo y reconcentrado silencio del mago llenaba la estancia, y también la mente de Ged, que a veces tenía la im-presión de haber olvidado cómo sonaban las palabras: y cuan-do al fin Ogión hablaba, era como si en ese instante y por pri-mera vez estuviera inventando el lenguaje ...
Cuando llegó la primavera, vivaz y luminosa, Ogión man-daba a menudo a Ged a los prados altos de Re Albi en busca de hierbas, diciéndole que podía dedicar a esa tarea todo el tiem-po que creyera conveniente, con la libertad de pasarse el día entero vagabundeando por los arroyos crecidos con las lluvias, y por los bosques y campos húmedos y verdes bajo el sol. Para Ged cada una de aquellas salidas era una fiesta y nunca regre-saba antes del anochecer; pero no olvidaba las hierbas.
Fuente: DAVID PRINGLE.
Literatura fantástica Las 100 mejores novelas.
Una selección en lengua inglesa, 1946-1987.
Minotauro
Título original:
Modern Fantasy:
The Hundred Best Novels
Traducción de Néstor A. Míguez.
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