jueves, 16 de abril de 2015

Henry Fielding. Tom Jones.


Henry Fielding, dramaturgo inglés nacido en Sharpham Park, Somerset, el 22 de abril de 1707, y fallecido en Lisboa el 8 de octubre de 1754. Fue hermano de la también escritora Sarah Fielding. Es considerado, junto a Samuel Richardson, como uno de los iniciadores de la novela inglesa. Estudió en el Eton College, recibiendo una formación que le permitiría conocer las lenguas clásicas y los grandes autores greco-romanos. Tras establecerse en Londres, empezó a escribir poesía y comedias para el teatro, con escaso éxito. Al tiempo que se iniciaba en el periodismo político hizo una gira por Europa, en la que llegó a cursar estudios en los Países Bajos. Volvió a probar suerte con el teatro en Inglaterra, pero debido a sus anteriores fracasos tuvo que estrenar sus obras en pequeños teatros, algunas de las cuales, sátiras políticas, tuvieron gran éxito, lo que hizo aumentar su reputación. Sin embargo, la ley de censura teatral propugnada por el político Robert Walpole, objetivo de la mayoría de las sátiras teatrales de la época, puso punto y final a su carrera como dramaturgo, centrándose en la novela, género con el que tuvo grandes éxitos como An Apology for the Life of Mrs. Shamela Andrews (Apología de la vida de Mrs. Shamela Andrews, 1741), una parodia de la novela Pamela de Samuel Richardson. Otras de sus novelas serían Jonathan Wild (1743), Tom Jones (1749) y Amelia (1751).

***

Tom Jones es una obra de una magnitud casi inabarcable. Al estilo de las mejores novelas, en ella se puede encontrar de todo, desde las (inevitables) reflexiones del autor hasta las aventuras más desquiciantes, pasando por parlamentos llenos de humor, peleas, persecuciones y, por supuesto, amores y desamores.El libro es un prodigioso artefacto narrativo, con una historia central (los amores desventurados entre Sophia Western y Tom Jones) que se desarrolla con una continuidad exquisita y que, sin embargo, da lugar a multitud de subtramas que complementan a aquélla y que enriquecen el todo.
Fuente:N.N.
(Fragmento).

TOM JONES

HENRI FIELDING

LIBRO PRIMERO
En el que se da noticia del nacimiento de un hijo ilegítimo y se inicia la narración de una regocijante y escabrosa historia.
I
Al oeste de la región de Somersetshire vivía un hidalgo caballero cuyo nombre era Allworthy, al que la naturaleza y la fortuna habían colmado de dones. Era un hombre apuesto y dotado de uña singular inteligencia y un generoso corazón.

Había estado casado de joven con una bella y distinguida mujer, que le había dado tres hijos, desgraciadamente malogrados al poco de haber nacido. El caballero, que estuviera sinceramente enamorado de su esposa, había tenido que pasar por el amargo trance de perderla, hacía a la sazón unos cinco años. Había soportado con valerosa resignación el duro golpe. Solía decir que su mujer no había hecho otra cosa que precederle en un viaje que pronto emprendería él también. No se consideraba viudo y añadía que estaba seguro de encontrar de nuevo a su mujer en algún lugar y que entonces ya no volverían a separarse.

A la sazón vivía en su casa de campo en unión de su hermana Brídget Los dos hermanos se tenían un sincero cariño. Ella era soltera. Tendría unos treinta años y podría calificarse como una de esas mujeres que descuellan más por sus cualidades morales que por los encantos físicos. Bridget tenía una personalidad muy acusada, a pesar de lo cual todo el mundo hablaba bien de ella y por todos era querida.

La noche en que da comienzo esta historia, se había ido a dormir un tanto inquieta. Había esperado a su hermano durante todo el día y temía que le hubiese ocurrido algún percance.

Mr. Alworthy, que había permanecido en Londres casi durante tres meses resolviendo un asunto de índole particular, regresó a su casa de campo a media noche. Como estaba muy cansado del viaje, tomó una frugal cena y se retiró a su habitación a descansar. Una vez hubo rezado la oración como solía, dándole gracias a Dios por haberle permitido vivir un día más, al levantar las sábanas para meterse en el lecho, Mr. Allworthy descubrió que en su cama dormía plácidamente una criatura recién nacida.

El asombro dejó paralizado al buen caballero, pero en seguida se recuperó de la sorpresa y, llevado por su bondadoso natural, se acercó 'al abandonado e intruso crío. Observó que estaba envuelto en telas de poca calidad, pero que era de una singular belleza.

Mr. Allworthy, sin reparar que se hallaba en paños menores, hizo sonar la campanilla. A la llamada acudió la señora Deborah Wilkins, quien, al ver al caballero en camisa de dormir, faltó poco para que se desplomara desmayada. El caballero reparó en que, efectivamente, no estaba vestido de una manera adecuada para recibir a una mujer en su aposento, y le rogó al ama de llaves que esperase fuera unos segundos mientras él se ponía una bata. Al volver a entrar la señora Wilkins, le mostró el crío que había encontrado usurpando inocentemente su lugar en la cama. La sorpresa del ama de llaves no fue menor que la experimentada por su señor.

- ¿Y qué vamos a hacer con el niño? -se aventuró por fin a preguntar. -Esta noche, desde luego, tendrá usted que cuidarse de él, señora Wilkins. Mañana, ya me ocuparé yo en persona de buscarle un ama.

- Perfectamente, señor. No dudo que hará usted también todo lo necesario para que sea descubierta la desnaturalizada madre para que sea castigada según se merece. No cabe duda que debe ser una mujer de por aquí. ¡Qué mujer más innoble! Posiblemente no es éste e! primer hijo que ha tenido. ¡Y mire que abandonarlo en la propia cama de usted! Se necesita ser desvergonzada.

- ¿Abandonarlo en mi cama? No creo que haya sido esa su verdadera intención. Con toda seguridad, la madre lo ha hecho pensando que de este modo su hijo será cuidado por nosotros mejor que por ella misma. Prefiero que nos lo haya dejado aquí a que hubiese empleado cualquier otra solución más reprobable.

- No veo de que otro modo más reprobable hubiera podido emplear esa mala mujer -repuso acaloradamente el ama de llaves-. Al saber que una prostituta se ha atrevido a dejar un bastardo en casa de un caballero respetable, quién sabe lo que dirá la gente. Usted sabe, tan bien como yo, que muchos hombres pasan por padres de niños engendrados por otros. Si usted se decide a proteger a la criatura, habrá gente que no dejará de pensar que lo hace porque un fuerte motivo le impulsa a hacerlo. Es la Parroquia la que tiene que cuidar de él y no usted.  El señor Allworthy dejó que su ama de llaves se desahogase verbalmente. El había visto que el niño, que se había despertado, le sonreía y, en aquel preciso momento, decidió ocuparse de su porvenir. Ordenó a la señora Wilkins que se llevase a la criatura y que le buscase ropas apropiadas. Al cabo de dos días, ella también se había encariñado con el niño abandonado, si bien no dejaba de despotricar contra la desnaturalizada madre que lo había abandonado. Entretanto, el señor Allworthy y su hermana decidieron iniciar las oportunas pesquisas para averiguar quién era la madre del chiquillo. Optaron porque la señora Wilkins se ocupase de investigarlo en la Parroquia todo lo discretamente que le fuera posible.

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