Paul Marie Verlaine, más comúnmente llamado Paul Verlaine. Poeta francés
nacido en Metz el 30 marzo de 1844 y muerto en París el 8 de enero de
1896.
De familia perteneciente a la pequeña burguesía: su padre, como el
de Rimbaud, era capitán de la armada. Hizo sus estudios en París,
trabajó en el ayuntamiento. Frecuentó los cafés y salñ+ones literarios
parisinos, y en 1866 colaboró en el primer Parnaso contemporáneo
publicando los Poemas saturnianos, influenciados por Baudelaire, aunque
ya anunciaban el «esfuerzo hacia la Expresión, hacia la Sensación
devuelta» (Carta a Mallarmé del 22 noviembre de 1866) que caracterizaría
su mejor poesía, en 1869 las Fiestas galantes, fantasías evocadoras del
siglo XVIII de Watteau, confirmaban esta orientación. En 1870, se casó
con Mathilde Mauté, a la que dedicó La Buena Canción.
Al año siguiente, Verlaine toma partido por la Comuna de París,
reprimida en un baño de sangre por el gobierno de Adolphe Thiers.
Verlaine deja París con su mujer por miedo a represalias, y poco tiempo
después, tras su vuelta, viviendo la joven pareja con los padres de
Mathilde, Arthur Rimbaud aparece en su vida y la cambia completamente.
Verlaine deja a su mujer y se va con el joven poeta a Londres y a
Bélgica. Durante estos viajes, escribe una gran parte de la colección
Romanzas sin palabras. En 1873, en una riña en plena calle, en Bruselas,
hiere de un tiro a Rimbaud y es condenado a dos años de prisión, que
cumple en Bruselas y en Mons. Durante su estancia en la prisión elabora
la base de un libro que no verá nunca la luz (Carcelariamente), su
esposa obtiene la separación, del proceso iniciado en 1871. En prisión
se convirtió al catolicismo, en la madrugada de una «mística noche». De
esta conversión data probablemente el abandono de Carcelariamente y la
idea de recopilar Sabiduría, que formará parte, con Antaño y hogaño
(1884) y Paralelamente (1888), de una gran antología.
Al salir vuelve nuevamente a Inglaterra y después a Rethel, donde
ejerce como profesor. En 1883, publica en la revista Lutèce la primera
serie de los «poetas malditos» (Stéphane Mallarmé, Tristan Corbière,
Arthur Rimbaud), que contribuye a darlo a conocer. Junto con Mallarmé,
es tratado como maestro y precursor por los poetas simbolistas y
decadentistas. En 1884, publica Antaño y hogaño, que marca su vuelta a
la vanguardia literaria, aunque el libro estuviera compuesto
fundamentalmente por poemas anteriores a 1874. A partir de 1887, a
medida que su fama crece, cae en la más negra de las miserias. Las
producciones literarias de esos años son puramente alimentarias. En esta
época pasa el tiempo entre el café y el hospital. En sus últimos años
fue elegido «Príncipe de los Poetas» (en 1894) y se le otorga una
pensión. Prematuramente envejecido, muere en 1896 en París, a los 52
años. Al día siguiente de su entierro, varios paseantes cuentan un hecho
curioso: la estatua de la Poesía, de la Ópera, perdió un brazo, que se
rompió con la lira que sujetaba, cuando el coche fúnebre de Verlaine
acababa de pasar.
La influencia de Verlaine tanto tras su muerte como incluso sobre
sus coetáneos son innegables, no sólo poetas en lengua francesa, sino en
todo el mundo. En castellano, el modernismo no puede entenderse sin la
figura de Verlaine. Muchos grandes poetas como Rubén Darío o Manuel
Machado habrían recorrido otros caminos sin Verlaine y con ellos la
historia
He aquì una selecciòn de poemas de este extraordinario poeta francès-
PAUL VERLAINE
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PAUL VERLAINE
Poemas
SERENATA
Como la
voz de un muerto que cantara
Desde
el fondo de su fosa,
Amante,
escucha subir hasta tu retiro
Mi voz
agria y falsa.
Abre tu
alma y tu oído al son
De mi
mandolina:
Para ti
he hecho, para ti, esta canción
Cruel y
zalamera.
Cantaré
tus ojos de oro y de ónix
Puros
de toda sombra,
Cantaré
el Leteo de tu seno, luego el Styx
De tus
cabellos oscuros.
Como la
voz de un muerto que cantara
Desde
el fondo de su fosa,
Amante,
escucha subir hasta tu retiro
Mi voz
agria y falsa.
Después
loare mucho, como conviene,
A esta
carne bendita
Cuyo
perfume opulento evoco
Las
noches de insomnio.
Y para
acabar cantaré el beso
De tu
labio rojo
Y tu
dulzura al martirizarme,
¡Mi
ángel, mi gubia!
Abre tu
alma y tu oído al son
De mi
mandolina:
Para ti
he hecho, para ti, esta canción
Cruel y
zalamera.
MI SUEÑO FAMILIAR
Tengo a
veces un sueño penetrante
De una
mujer desconocida a la que amo y que me ama
Y que
no es, cada vez, en absoluto la misma
Ni es
otra, y me ama y me comprende.
Porque
ella me comprende, y mi corazón transparente
Para
ella sola, ¡ay!, cesa de ser un problema
Para
ella sola, y los sudores de mi frente pálida
Ella
sola los sabe refrescar, llorando.
¿Es
morena, rubia o pelirroja? Lo ignoro
¿Su
nombre? Recuerdo que es dulce y sonoro
Como
los de los amados que la vida exilia.
Su
mirada es parecida a la mirada de las estatuas
Y, en
su voz, lejana, calma y grave, tiene
La
inflexión de las voces queridas que se han matado.
A UNA MUJER
A
usted, estos versos, por la consoladora gracia
De sus
ojos grandes donde se ríe y llora un dulce sueño;
A su
alma pura y buena, a usted
Estos
versos desde el fondo de mi violenta miseria.
Y es
que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita
No me
da tregua y, va, furiosa, loca, celosa,
Multiplicándose
como un cortejo de lobos
Y se
cuelga tras mi sino, que ensangrienta.
Oh,
sufro, sufro espantosamente, de tal modo
Que el
primer gemido del hombre
Arrojado
del Edén es una égloga al lado del mío.
Y las
penas que usted pueda tener son como
Las
golondrinas que un cielo al mediodía,
Querida,
en un bello día de septiembre tibio.
GROTESCOS
Sus
piernas por toda montura,
Por
todo bien el oro de sus miradas,
Por el
camino de las aventuras
Marchan
harapientos y huraños.
El
prudente, indignado, los arenga;
El
tonto compadece a esos locos aventurados;
Los
niños les sacan la lengua
Y las
chicas se burlan de ellos.
Sin más
que odiosos y ridículos,
Y
maléficos, en efecto,
Y
tienen el aire, en el crepúsculo,
De un
mal sueño.
Y con
sus agrias guitarras,
Crispando la mano de los liberados,
Canturrean unos aires extraños,
Nostálgicos
y rebeldes.
Y es,
en fin, que sus pupilas
Ríe y
llora – fastidioso-
El amor
de las cosas eternas,
¡Viejos
muertos y antiguos dioses!
Id,
pues, vagabundos sin tregua,
Errad,
funestos y malditos,
A lo
largo de los abismos y de las playas
Bajo el
ojo cerrado de los paraísos.
La
naturaleza del mundo se aísla
Para
castigar como es preciso
La
orgullosa melancolía
Que te
hace marchar con la frente alta,
Y,
vengando en ti la blasfemia
De
inmensas esperanzas vehementes,
Hiere
tu frente de anatema
EL RUDO GOLPE DE LOS ELEMENTOS
Los
junios y los diciembres
Hielan
tu carne hasta los huesos,
Y la
fiebre invade tus miembros
Que se
desgarran en los cañaverales.
¡Todo
te rechaza y te aflige,
y
cuando la muerte venga a ti,
flaco y
frío, tu cadáver
Será
desdeñado por los lobos!
RESIGNACIÓN
¡Muy
niño iba soñando en Ko-Hinnor,
Suntuosidad
persa y papal,
Heliogábalo
Y Sardanápalo!
¡Mi
deseo creaba bajo los techos de oro,
entre
los perfumes, al son de las músicas,
Uno
harenes sin fin, paraísos físicos!
Hoy,
más sosegado y no menos ardiente,
Pero
conociendo la vida y la necesidad de doblegarse
He
debido refrenar mi bella locura,
Sin
resignarme demasiado, sin embargo,
¡Sea!
lo grandioso escapa a mis dientes,
pero,
¡quita allá lo amable y quita las heces!
Siempre
he odiado a la mujer bonita,
A la
rima asonante y al amigo prudente.
DESEO
¡Ah,
las bucólicas, las primeras queridas!
El oro
de los cabellos, el azul de los ojos, la flor de las carnes,
Y
luego, entre el olor de los cuerpos jóvenes y amados,
¡La
temerosa espontaneidad de las caricias!
Se han
ido lejos todas aquellas alegrías
Y todos
aquellos candores. ¡Ay! Todos, hacia
La
Primavera de los pesares, han huido los negros inviernos
De mis
enojos, de mis ascos, de mis angustias.
Heme
aquí solo ahora, mustio y solo,
Mustio
y desesperado, más yerto que un antepasado,
Igual
que un huérfano pobre sin su hermana mayor.
¡Oh la
mujer de amor mimoso y cálido,
dulce,
meditabunda y morena, jamás asombrada,
y que a
veces os besa en la frente, como a un niño!
CANSANCIO
Despacio,
despacio, despacio,
Calma
un poco esos transportes febriles, encanto.
Aún en
lo más fuerte del placer, a veces, ya ves, la amante
Debe
tener el abandono tranquilo de la hermana.
Sé
lánguida, haz tu caricia adormecedora,
Idénticos
tus suspiros y acunadora tu mirada.
Mira,
el abrazo celoso y el espasmo obsedente
No
valen lo que un largo beso, siquiera embustero.
Pero en
tu querido corazón de oro, me dices, niña,
La
fiera pasión va soplando el olifante...
¡Déjala
trompetear a gusto, a la tunanta!
Pon tu
frente sobre mi frente y tu mano en mi mano
Y hazme
los juramentos que romperás mañana
Y lloraremos
juntos hasta el alba, ¡Oh, fogosilla!
EFECTO NOCTURNO
La
noche. La lluvia. Un cielo incoloro que desgarra
De
flechas y de torres a plena luz la silueta
De una
ciudad gótica apagada en la gris lejanía.
La
llanura. Un patíbulo lleno de flacos ahorcados
Sacudidos
por el pico ávido de las cornejas
Guiñotean
en el aire danzas desiguales
Mientras
que sus pies son pastos de los lobos.
Algunos
matorrales espinos os dispersos y algunos acebos
Alzan
el horror de su follaje a derecha, a izquierda
Sobre el
tiznado barullo de un fondo de boceto.
Y
luego, alrededor de tres lívidos prisioneros
Que
andan descalzos, el grueso de los altivos guardianes,
Camina,
erguida sus armas, como rejas de rastrillo,
Brillando
a contra luz las lanzas del aguacero.
SOLES PONIENTES
Un alba
debilitada
Derramada
por los campos
La
melancolía
De los
soles ponientes.
La
melancolía
Acuna
con dulces cantos
Mi
corazón que se olvida
De los
soles ponientes.
Y los
extraños sueños,
Como
unos soles
Ponientes
sobre las playas,
Fantasmas
encarnados,
Desfilan
sin tregua,
Desfilan,
semejantes,
A los
grandes soles,
Ponientes
sobre las playas.
NOCHE DEL WALPURGIS CLÁSICO
Era más
bien el sabbat del segundo Fausto,
Un
rítmico sabbat, rítmico, extremadamente
Rítmico.
Imaginaos un jardín de Lenôtre,
Correcto,
ridículo y encantador.
Unas
rotondas; en el centro, los surtidores; unas avenidas
Muy
rectas, silvanos de mármol, dioses marinos
De
bronce, aquí y allá, unas Venus expuestas;
Unos
tres bolillos, unos arriates;
Castaños,
plantíos de flores formando dunas;
Aquí,
unos rosales enanos que un docto gusto alinea;
Más
allá, unos tejos tallados en triángulos. La luna
De una
noche de verano sobre todo esto.
Suena
la medianoche y despierta en el fondo del parque áulico
Una
aire melancólico, un sordo, lento y dulce aire
De
caza, tan dulce, lento, sordo y melancólico
Como el
aire de caza de Tannhauser
Cantos
velados de lejanos cuernos de caza, donde la ternura
De los
sentidos abraza el espanto del alma de los acordes
Armoniosamente
disonantes de la embriaguez;
Y ya la
llamada de las trompas
se
entrelaza de repente a unas formas muy blancas,
diáfanas,
y que el claro de luna las hace
opalinas
entre la sombra verde de las ramas:
-¡Un
Watteau soñado por Raffet!-
Se
entrelazan entre las sombras verdes de los árboles
Con un
gesto de decaído, lleno de profunda desesperación;
Luego,
alrededor de los macizos, de los bronces y de los mármoles,
Muy
lentamente bailan un corro.
Estos
espectros agitados, ¿son pues el pensamiento
Del
poeta ebrio o son su lamento, o su remordimiento,
Esos
espectros agitados en turba cadencia,
O,
simplemente, no son más que muertos?
¿Son
tus remordimientos, oh desvarío que invita
al
horror, son tu lamento o tu pensamiento, todos
esos
espectros que un vértigo irresistible agita,
o son
sólo muertos que estuvieron locos?
¡No
importa van siempre, los febriles fantasmas,
llevando
su ronda grande y triste, a trompicones,
como en
un rayo de sol los átomos,
y
evaporándose al instante.
Húmeda
y pálida, el alba silencia una tras otra
Las
trompas, de tal modo que no queda absolutamente
Nada –absolutamente – más que un jardín de Lenôtre,
Correcto,
ridículo y encantador
CANCIÓN DE OTOÑO
Los
largos sollozos
De los
violines
Del
otoño
Hieren
mi corazón
De una
languidez
Monótona.
Del todo
sofocado y
Pálido,
cuando
La hora
suena,
Me
acuerdo
De
pasados días
Y
lloro.
Y me
voy
Con el
viento malo,
Que me lleva
Aquí,
allá
Semejante
a
La hoja
muerta.
IL BACIO
¡Beso!
¡malvarrosa del jardín de las caricias,
vivo
acompañamiento en el teclado de los dientes,
dulces
canciones que Amor entona en los corazones ardientes
con su
voz de arcángel de languideces encantadoras!
¡Sonoro
y gracioso Beso, divino Beso!
¡Voluptuosidad
sin rival, embriaguez inenarrable!
¡Salud!
El hombre inclinado sobre tu copa adorable,
se
embriaga de una dicha que no sabe agotar.
Como el
vino del Rhin, y como la música,
Tú
consuelas y meces, y la pena
Expira
con el gesto en tu pliegue purpurino...
Que
otro más grande, Goethe o Will, te dirija un verso clásico.
Yo no
puedo, mezquino trovador de París,
Ofrecerte
más que este ramillete de infantiles estrofas:
Sé
benigno y, como premio, sobre los labios amotinados
De Una
que conozco, Beso, desciende y ríe.
EL FAUNO
Un
viejo fauno de terracota
Ríe en
medio del parterre,
Presagiando
sin duda una continuación
Mala a
estos instantes serenos
que me
han llevado y te han llevado
-melancólicos
peregrinos-,
hasta
esta hora que se fuga
girando
al son de los tamboriles
LOS INDOLENTES
¡Bah!
pese a los destinos celosos,
muramos
juntos, ¿Quiere usted?
-La
proposición es rara.
-Lo
raro es lo bueno. Así, pues, muramos
como en
los Decamerones.
-Ja,
ja, ja. ¡qué extraño amante!
-Extraño,
no lo sé. Amante
irreprochable,
seguramente
¿No
quiere usted que muramos juntos?
-Señor
usted bromea mejor todavía
de lo
que usted me ama, hablando en plata;
pero
callémonos, si le parece bien.
Tan
bien que esta tarde, Tircis
Y
Dorimena, las dos sentadas
No
lejos de lo s silvanos rientes,
cometieron
el inexplicable error
de
añadir una exquisita muerte.
¡Ja,
Ja, Ja, los extraños amantes!
POEMA NRO. IV
DE LA BUENA CANCIÓN
Ya que
el alba crece, ya que está aquí la aurora,
Puesto
que, después de haberme rehuido tanto tiempo, la esperanza quiere bien
Volar
de nuevo hacia mí que la llamo y la imploro,
Puesto
que toda esta felicidad quiere de veras ser la mía,
Se
hacen ahora funestos pensamientos,
Se
hacen malos sueños, ay, y se hacen
Sobre
todo ironía y labios afectados
Y unas palabras donde el espíritu sin alma
triunfa.
Atrás
también los puños crispados y la cólera
Contra
los malvados y los tontos encontrados;
Atrás
el rencor abominable, ¡Atrás
El
olvido que se busca en unos brebajes execrados!
Porque
yo quiero ahora que un Ser de luz
Ha
emitido en mi noche profunda esta claridad
De un
amor a la vez inmortal y primero,
Por
gracia de la sonrisa y la belleza,
Quiero, guiado, por vos, bellos ojos de llamas
dulces,
Por ti
conducido, oh mano donde temblará mi mano,
Marchar
recto, ya sea por senderos de musgos
O entre
rocas y guijarros entorpeciendo el camino;
Sí,
quiero marchar derecho y calmo en la
Vida,
Hacia
el objeto donde la suerte lleve mis pasos,
Sin
violencia, sin remordimientos y sin envidia:
Éste
será el deber feliz de los alegres combates.
Y como,
para acunar las lentitudes del camino
Cantaré
unos aires ingenuos, me digo
Que
ella me escuchará sin desagrado, sin duda.
Verdaderamente,
no quiero otro Paraíso.
GREEN
Te
ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas,
mi
corazón ingenuo que a tu bondad se humilla;
no
quieran destrozarlo tus manos cariñosas,
tus
ojos regocije mi dádiva sencilla.
En el
jardín umbroso mi cuerpo fatigado
las
auras matinales cubrieron de rocío;
como en
la paz de un sueño se deslice a tu lado
el
fugitivo instante que reposar ansío.
Cuando
en mis sienes calme la divina tormenta,
reclinaré,
jugando con tus bucles espesos,
sobre
tu núbil seno mi frente soñolienta,
sonora
con el ritmo de tus últimos besos.
TÚ CREES EN EL RON DEL CAFÉ,
EN LOS PRESAGIOS
Tú
crees en el ron del café, en los presagios,
y crees
en el juego;
yo no
creo más que en tus ojos azulados.
Tú
crees en los cuentos de hadas, en los días
nefastos
y en los sueños;
yo creo
solamente en tus bellas mentiras.
Tú
crees en un vago y quimérico Dios,
o en un
santo especial,
y, para
curar males, en alguna oración.
Más yo
creo en las horas azules y rosadas
que tú
a mí me procuras
y en
voluptuosidades de hermosas noches blancas.
Y tan
profunda es mi fe
y tanto
eres para mí,
que en
todo lo que yo creo
sólo
vivo para ti.
EL HOGAR Y LA LÁMPARA
DE RESPLANDOR PEQUEÑO
El
hogar y la lámpara de resplandor pequeño;
la
frente entre las manos en busca del ensueño;
y los
ojos perdidos en los ojos amados;
la hora
del té humeante y los libros cerrados;
el
dulzor de sentir fenecer la velada,
la
adorable fatiga y la espera adorada
de la
sombra nupcial y el ensueño amoroso.
¡Oh!
¡Todo esto, mi ensueño lo ha perseguido ansioso,
sin
descanso, a través de mil demoras vanas,
impaciente
de meses, furioso de semanas!
MUJER Y GATA
La
sorprendí jugando con su gata,
y contemplar
causóme maravilla
la mano
blanca con la blanca pata,
de la
tarde a la luz que apenas brilla.
¡Como
supo esconder la mojigata,
del
mitón tras la negra redecilla,
la
punta de marfil que juega y mata,
con
acerados tintes de cuchilla!
Melindrosa
a la par por su compañera
ocultaba
también la garra fiera;
y al
rodar (abrazadas) por la alfombra,
un
sonoro reír cruzó el ambiente
del
salón... y brillaron de repente
¡cuatro
puntos de fósforo en la sombra!
ID, PUES, VAGABUNDOS,
SIN TREGUA
“Id,
pues, vagabundos, sin tregua,
errad,
funestos y malditos
a lo
largo de los abismos y las playas
bajo el
ojo cerrado de los paraísos.
(...)
Y
nosotros que la derrota nos ha hecho, ay, sobrevivir,
los
pies magullados, los ojos turbios, la cabeza pesada,
sangrantes,
flojos, deshonrados, cansados,
vamos,
penosamente ahogando un lamento sordo.”
PON TU FRENTE
SOBRE MI FRENTE
Pon tu
frente sobre mi frente y tu mano
en mi
mano.
Y hazme
los juramentos que romperás
mañana.
Y
lloremos hasta que amanezca,
mi
pequeña fogosa.
PRIMAVERA
Tiernamente
la joven mujer de cabello rojizo
Conmovida
ante tanta inocencia
Le dijo
a la rubia muchacha
Estas
palabras en suave voz
"Savia
que se eleva; flores que se abren
tu
juventud es una glorieta
permite
a mis dedos vagar por la hierba
donde
se estremece el capullo de la rosa
Déjame
por entre el herbaje puro
Beber
las gotas del rocío
Que
humedece a la tierna rosa,..
De modo
que el placer, mi cariño
Avive
tu rostro
Como el
amanecer el azul del cielo
Su
adorado cuerpo bello, armonioso
Perfumado,
blanco como el blanco
Rosa,
emblanquecido con pura leche, rosado
Como un
lirio bajo un cielo púrpura
Bellos
los muslos, enhiestos los pechos
Tu
espalda, hombros, vientre, un banquete
Para
los ojos y para las curiosas manos
Para
los labios y todos los sentidos
"Pequeña
niña, deja ver si tu lecho
tiene
aún debajo de la roja cortina
la
hermosa almohada que lleva
y las
salvajes sábanas. Oh a tu lecho.
EN EL BALCÓN
En el
balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas
Una pálida
sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia
Y
sonrosada, su vestido ligero, pálido de
desgastado amarillo
Vagamente
serpenteaban las nubes en el cielo
Y todos
los días, ambas con languideces de asfódelos
Mientras
que al cielo se le ensamblaba la luna suave y redonda
Saboreaban
a grandes bocanadas la emoción profunda
De la
tarde y la felicidad triste de los corazones fieles
Tales
sus acuciantes brazos, húmedos, sus talles flexibles
Extraña
pareja que arranca la piedad de otras parejas
De tal
modo en el balcón soñaban las jóvenes mujeres
Tras
ellas al fondo de la habitación rica y sombría
Enfática
como un trono de melodramas
Y llena
de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras
PENSIONISTAS
Una
tenía quince años, la otra dieciséis
Y ambas
dormían en la misma pequeña habitación
Esto
sucedió una sofocante noche de Septiembre
Quebrantables
asuntos! Ojiazules y con mejillas de
marfil
Para
refrescar sus delicados cuerpos, se despojaron
De
las exquisitas camisas perfumadas de
ámbar
La más
joven levantó sus manos inclinándose hacia atrás
Y su
amiga, con sus manos en sus pechos, la besó.
Entonces
bajó a sus rodillas, y, en un arrebato
Pegó a
la pierna de la otra su mejilla, y su boca
Acarició
el dorado oro entre las grises sombras
Y durante
todo ese tiempo la mas joven contaba
Con sus
queridos dedos los prometidos valses
Y
sonrojándose, inocentemente sonreía.
LASITUD
Encantadora
mía, ten dulzura, dulzura...
calma
un poco, oh fogosa, tu fiebre pasional;
la
amante, a veces, debe tener una hora pura
y
amarnos con un suave cariño fraternal.
Sé
lánguida, acaricia con tu mano mimosa;
yo
prefiero al espasmo de la hora violenta
el
suspiro y la ingenua mirada luminosa
y una
boca que me sepa besar aunque me mienta.
Dices
que se desborda tu loco corazón
y que
grita en tu sangre la más loca pasión;
deja
que clarinee la fiera voluptuosa.
En mi
pecho reclina tu cabeza galana;
júrame
dulces cosas que olvidarás mañana
Y hasta
el alba lloremos, mi pequeña fogosa.
ARIA DE ANTAÑO
Lucen
vagamente las teclas del piano
a la
luz del suave crepúsculo rosa,
y bajo
los finos dedos de su mano
un aire
de antaño canta y se querella
en la
diminuta cámara suntuosa
en
donde palpitan los perfumes de Ella.
Un
plácido ensueño mi espíritu mece
mientras
que el teclado sus notas desgrana;
¿por
qué me acaricia, por qué me enternece
esa
canción dulce, llorosa e incierta
que
apaciblemente muere en la ventana
a las
tibias auras del jardín abierta...
CANCIÓN POR ELLAS
Que eres rubia, me dicen,
y toda rubia es traicionera
"como el oleaje", añaden.
¡Da risa su palabrería hueca!
Tus ojos son lo más bello del mundo
y estoy ávido de tu pecho.
Dicen que eres morena,
que una morena tiene brasas en la mirada
y si el corazón ambiciona fortuna,
si se quema... ¡Ah, qué superficiales!
¡Curvo y fresco como la luna,
se agita tu pecho hasta los botones de fresa!
Dicen de ti ¡Castaña!:
insípida y pelirroja, demasiado rosa.
Me olvido de la cantinela
y te amo plenamente:
desde la cabellera, fuente
de ébano o de oro, me digo (¡oh, y lo grabo
en mi corazón!), hasta tus regios pies.
Soñé
contigo esta noche:
Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas...
Y
yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.
Era
de una elasticidad,
De un resorte verdaderamente admirable:
Dios... ¡Qué aliento y qué cintura!.
Y
tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela...
Al
despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!
LA ANGUSTIA
Naturaleza,
nada tuyo me conmueve, ni los campos
Nutricios, ni
el eco bermejo de las pastorales
Sicilianas,
ni las pomas auroreales,
Ni la
solemnidad doliente de los ocasos.
Me río del
Arte, me río del Hombre también, de los cantos,
De los
versos, de los templos griegos y de las torres espirales,
Y con igual
ojo veo a los buenos que a los malos.
No creo en
Dios, abjuro y reniego
De todo
pensamiento y en cuanto a la vieja ironía,
El Amor,
quisiera que no me hablaran más de él.
Cansado de
vivir, teniendo miedo a morir, semejante
Al brick
perdido, juguete del flujo y del reflujo,
Mi alma
apareja para espantosos naufragios.
PASEO SENTIMENTAL
El ocaso
lanzaba sus rayos supremos
Y el viento
mecía los nenúfares pálidos;
Los grandes
nenúfares, entre las cañas,
Lucían tristemente sobre las aguas quietas.
Yo, erraba
solo, paseando mi llaga
A lo largo
del estanque, entre los sauces
Donde la vaga
bruma evocaba un gran
Fantasma
lechoso desesperándose
Y llorando
con la voz de los ánades
Que se llaman
batiendo sus alas
Entre los
sauces donde yo erraba solo
Paseando mi
llaga; y la espesa mortaja
De las
tinieblas vino a ahogar los supremos
Rayos del
ocaso en esas olas pálidas
De los
nenúfares entre las cañas,
Los grandes
nenúfares sobre las aguas quietas.
SENSATEZ
(Fragmento)
Me había
esforzado como Sísifo
Y trabajado
como Hércules
Contra la
carne que se rebela
Había
luchado, había asestado
Tajos como
para cortar montañas
Y como
Aquiles me había batido.
Huraño amigo
que me acompañas.
Tú lo sabes,
coraje pagano,
Que hicimos
campañas.
Y nada
descuidamos
En aquella
guerra extenuante.
¡Trabajamos
bien !
Pero todo en
vano;
El áspero
gigante
A todos sus
esfuerzos
Oponía su
aire artero.
Y siempre un
cobarde emboscado,
Cercando mis
consejos,
Entregaba las
llaves de la ciudad.
Que mi suerte
fuese mala o buena,
Siempre un
impulso de mi corazón
Abría su
puerta a la Gorgona,
¡ Siempre el
enemigo sobornador
sabía
envolver en una trampa
incluso la
victoria y el honor !
Yo era el
vencido al que se asedia,
Dispuesto a
vender muy cara su sangre,
Cuando,
blanca en sus vestidos de nieve,
Muy bella, la
frente humilde y altiva,
Una Señora
apareció sobre la nube,
Y de un signo
hizo desaparecer la carne.
En una
tempestad desconocida
De rabia y
gritos inhumanos,
Desgarrándose
su desnudo seno,
El Monstruo
volvió a sus caminos
Por los
bosques llenos de amores espantosos,
Y la señora,
juntando las manos:
Mi pobre
combatiente que profundizas
-dijo - este
dilema vano,
tregua a las
victorias desdichadas!
"Te
llega un divino socorro,
del cual yo
soy segura mensajera,
para tu
salvación, posible al fin"
-Oh, mi
Señora de voz amada,
anima a un
herido, deseoso
de ver
terminar la guerra atroz,
voz que
habláis con un tono tan dulce
y me
anunciáis buenas cosas,
mi Señora,
¿quién sois vos?
- Yo nací
antes que todas las causas
y veré el fin
de todos
los efectos,
estrellas y rosas.
"Y al
mismo tiempo, buena para vosotros,
hombres
débiles y pobres mujeres,
¡ lloro y os
encuentro locos !
"Lloro
por vuestras tristes almas,
a las que
amo, pero tengo miedo
de ellas y de
sus infames deseos."
"Oh,
esto no es la felicidad.
Velado,
aunque alguien diga que os amo,
Velad, temed
al sobornador,
Velad, ¡
temed al día supremo !
¿ Quien soy
yo ? me preguntabas tu.
Mi nombre
inclina a los propios ángeles,
Yo soy el
corazón de la virtud,
Yo soy el
alma de la sensatez,
Mi nombre
quema al obstinado Infierno.,
Yo soy la
dulzura que endereza,
Os amo a
todos y no acuso a nadie,
Mi nombre,
sólo se llama promesa,
Yo soy la
única huésped oportuna,
Habló al rey
el verdadero lenguaje
De la mañana
rosada y del atardecer oscuro.
"Yo soy
la PLEGARIA y mi compromiso
es tu vicio
ya lejos y derrotado.
Mi
convicción: "Se juicioso"
-Si, mi
Señora, y sed vos testigo.
BALADA DE LA MALA REPUTACIÓN
A veces tuvo
algún dinero
e invitó a
sus camaradas
de un sexo o
de dos, inteligentes
o
encantadores, o bien ambas cosas,
sin que en
los espíritus enfermos
su buena
reputación
sufriese más
que tropezones.
¿ Lúculo ?
No, ¡Trimalción !
Bajo sus artesonados,
cantos
y palabras
nada insípidas,
Eros y Baco,
indulgentes,
Presidían
aquellas serenatas
Acompañadas
por abrazos.
Luego, coros
y conversaciones
Cesaban para
unos fines poco severos.
¿ Lúculo ?
No, ¡Trimalción !
El alba
despuntaba y aquellos malvados
la saludaban
con cien alboradas
que
despertaban, y con mil brindis,
de lejos a
las gentes de bien.
Sin embargo,
vagos brigadas
-¿ celo o
denuncia ? -
verbalizaban
en las alcaldías.
¿ Lúculo ?
No, ¡Trimalción !
BALADA DE LA VIDA EN ROJO
El uno siempre
vive la vida en rosa,
la juventud
que no acaba nunca,
segunda
infancia menos taciturna,
ni deseos ni
lamentos superfluos.
Ignorante de
todo flujo y reflujo,
este sabio
para quien nada se mueve
reina
instintivo: como un falo.
Pero yo, yo
veo la vida en rojo.
El otro
razona y glosa
en tonos
irresolutos,
sopesando,
pesando cada cosa
con manos
entumecidas y pesados callos.
Le haría
falta mucho tiempo de su tabuco.
El mundo es
gris para este recluso.
Pero yo, yo
veo la vida en rojo.
El, este
otro, en derredor se atreve
A echar
miradas llenas de deseos,
Pero donde su
mirada se posa,
Él se
exaspera donde tu te places,
Mirada de
filántropos mofletudos;
Todo le
parece negro, virgen o gubia,
Los hombres,
vinos bebidos, libros leídos.
Pero yo, yo
veo la vida en rojo.
LUJURIAS
¡ Carne !
único fruto mordido de los vergeles de aquí abajo,
fruto amargo
y dulzón que sólo das jugos a los dientes,
bocas o
fauces de los hambrientos del único amor,
y buen postre
de los fuertes en sus alegres comidas,
¡ Amor ! única
emoción de aquellos a los que no rebela
el horror de
vivir, amor que prensas con tu mortero
los
escrúpulos de libertinos y de mojigatas
para el pan
de los condenados que eligen los sabatts,
Amor, tu te
me apareces también como el hermoso pastor
en que sueña
la hilandera en tardes invernales
sentada junto
al fuego de un sarmiento claro,
Y la
hilandera es la Carne, y suena la hora
en que el
sueño abrazará a la soñadora - ¡hora
santa
o no! - ¿qué
importa a vuestros éxtasis, Amor y carne?
NO
BLASFEMES,
OH
POETAS
I
No blasfemes, oh poeta, y recuérdalo siempre:
La mujer es deseable, tirársela está bien.
Aunque obeso es su culo la prestigia bastante
Y yo lo he saboreado alguna vez.
Ese culo y las tetas, qué refugio amoroso,
De rodillas la abrazo y lamo su rajita
Mientras mis dedos hurgan el anillo de
atrás...
Y los hermosos pechos, impúdicamente
perezosos.
Y desde ese culo, sobre todo en la cama
sirve como almohadón, o resorte eficaz
para que el hombre penetre en lo más hondo
del vientre de la mujer que ama.
Allí mis manos, también mis brazos y mis pies
se apaciguan: tanta frescura y redondez
elástica
son un sagrario apetecible donde el deseo
renace
fugaz y solapado, prometiendo juveniles
proezas.
Pero, ¿cómo comparar ese culo bonachón,
ese culo rechoncho, más práctico que
voluptuoso
con el hombre, flor de alegría y estética,
y proclamarlo vencedor?
“Eso está mal”, ha dicho el amor. Y la voz de
la historia:
“Culo del hombre, alto honor de la Hélade y
divino
adorno de la Roma verdadera, y aun más divino
en Sodoma, muerta y martirizada por tu
gloria.”
Shakespeare olvida pronto la gracia femenina
de Ofelia, de Cordelia y de Desdémona para
cantar
en versos magníficos que un tonto ha
denigrado,
del cuerpo masculino su triunfo celestial.
Los Valois enloquecían por los machos, y en
nuestra era
la aburguesada y femenina Europa a su pesar
admira
al rey Luís de Baviera, ese rey virgen cuyo
corazón
solamente por los hombres palpita.
La carne, también la carne de la mujer
proclama
el culo, la verga, el torso y el ojo del
arrogante Casto.
Por todo ello, oh poeta, ya lo ha dicho
Rousseau,
Es necesario a veces apartar a la dama.
MILLE ET TRE
Mis
amantes no pertenecen a las clases ricas,
son
obreros de barrio o peones de campo;
nada
afectados, sus quince o sus veinte años
traslucen
a menudo fuerza brutal y tosquedad.
Me
gusta verlos en ropa de trabajo, delantal o camisa.
No
huelen a rosas, pero florecen de salud
pura y
simple. Torpes de movimientos, caminan sin embargo
de
prisa, con juvenil y grave elasticidad.
Sus
ojos francos y astutos crepitan de malicia
cordial,
y frases ingenuamente pícaras,
a veces
sazonadas de palabrotas, salen
de sus
bocas dispuestas a los sólidos besos.
Sus
sexos vigorosos y sus nalgas joviales
regocijan
la noche y mi verga y mi culo,
a la
tenue luz del alba sus cuerpos resucitan
mi
cansado deseo, jamás vencido.
Muslos,
alma, manos, todo mi ser entremezclado,
memoria,
pies, corazón, espalda y las orejas,
y la
nariz y las entrañas, todo me aturde y gira:
confusa
algarabía entre sus brazos apasionados.
Un
ritornelo, una algarabía, loco y loca,
más
bien divino que infernal, más infernal
que
divino para mi perdición, y allí nado y vuelo
en sus
sudores y sus alientos como en un baile.
Mis dos
Carlos; el uno, joven tigre de ojos de gata,
suerte
de monaguillo que al crecer se embrutece.
El
otro, galán recio con cara de enojado, me asusta
sólo
cuando me precipita hacia su dardo.
Odilón,
casi un niño y armado como un hombre,
sus
pies aman los míos enamorados de sus dedos
mucho
más, aunque no tanto del resto suyo
vivamente
adorable... pero sus pies sin parangón,
frescura
satinada, tiernas falanges, suavidad
acariciadora
bajo las plantas, alrededor de los tobillos
y sobre
la curvatura del empeine venoso, y esos besos
extraños
y tan dulces: ¡cuatro pies y una sola alma, lo aseguro!
Armando,
todavía proverbial por su pija,
él solo
mi monarca triunfal, mi dios supremo
estremeciéndose
el corazón con sus claras pupilas
y todo
mi culo con su pavoroso barreno.
Pablo,
un rubio atleta de pectorales poderosos,
pecho
blanco y duras tetillas tan chupadas
como lo
de abajo; Francisco, liviano cual gavilla,
piernas
de bailarín y buen florín también.
Augusto,
que se vuelve cada día más macho
(era
bastante chico cuando empezó lo nuestro),
Julio,
con su belleza pálida de puta,
Enrique
que me cae perfecto y que pronto,
¡ay! se
incorpora al ejército.
Vosotros
todos, en fila o en bandada,
o
solos, sois la diáfana imagen de mis días pasados,
pasiones
del presente y futuro en plenitud erguido:
incontables amantes ¡nunca sois demasiados!
BALÁNIDA
I
Es un corazón pequeño,
la punta al aire:
símbolo orgulloso y dulce
del corazón más tierno.
Lágrimas derrama
corrosivas como brasas
en prolongados adioses
de flores blancas.
II
Glande, punto supremo
del ser
del amado.
Con temor, con alegría
reciba tu acometida
mi trasero perforado
por tu macizo instrumento
que se inflama victorioso
de sus hechos y proezas
y entre redondeces se hunde
con sus ímpetus alevosos.
Nodrizo de mis entrañas,
fuente segura
donde mi boca se abreva,
glande, mi golosina o bien
sin falsos pudores,
glande delicioso ven
revestido
de cálido satín violeta
que mi mano se enjaeza
con un súbito penacho
de ópalo y leche.
Es sólo para una paja
apresurada que hoy te invoco.
Pero, ¿qué pasa? ¿Tu ardor se impacienta?
¡Oh, flojo de mí!
A tu capricho, regla única
respondo
por la boca o por el culo,
ambos listos y ensillados
y a tu disposición
maestro invicto.
Después, néctar y pócima
de mi alma, ¡oh glande!,
vuelve a tu prepucio, lento
como un dios a su nube.
Mi homenaje te acompaña
fiel y galante.
MONTA SOBRE MÍ
COMO UNA MUJER
Monta sobre mí como una mujer,
lo haremos a "la jineta".
Bien: ¿estás cómodo?... Así
mientras te penetro -daga
en la manteca- al menos
puedo besarte en la boca,
darte salvajes besos de lengua
sucios y a la vez tan dulces.
Veo tus ojos en los que sumerjo
los míos hasta el fondo de tu corazón:
allí renace mi deseo vencedor
en su lujuria de sueños.
Acaricio la espalda nerviosa,
los flancos ardientes y frescos,
la doble y graciosa peluquita
de los sobacos, y los cabellos.
Tu culo sobre mis muslos
lo penetran con su dulce peso
mientras mi potro se desboca
para que alcances el goce.
Y tú disfrutas, chiquito,
pues veo que tu picha entumecida,
celosa por jugar su papel
apurada, apurada se infla, crece,
se endurece. ¡Cielo!, la gota, la perla
anticipadora acaba de brillar
en el orificio rosa: tragarla,
debo hacerlo pues ya estalla
a la par de mi propio flujo. Es mi precio
poner cuanto antes tu glande
pesado y febril entre mis labios,
y que descargue allí su real marea.
Leche suprema, fosfórica y divina,
fragante flor de almendros
donde una ácida sed mendiga
esa otra sed de ti que me devora.
Rico y generoso, prodigas
el don de tu adolescencia,
y comulgando con tu esencia
mi ser se embriaga de felicidad.
POR CIERTO LA MUJER GANA
Por
cierto la mujer gana
haciendo
el amor semidesnuda,
y mucho
más si el camisón
que
lleva por único atuendo
tiene
la expresa función
de un
velo corto, insinuando
muslo y
pantorrilla, teta y nalga
y la vulva,
un tanto gigantesca.
Gana
sin descubrirse del todo,
salvo
la concha, lo único divino
para el
coito o la mineta,
y lo
demás en ella es vano.
Considerando
así la cosa,
esa
falta de proporciones,
esos
blancos y rosas excesivos
podrían
llegar a convencernos.
En
cambio, un hombre joven,
sacerdote
de Eros o neófito,
se ve
favorecido en su belleza
cuando
ama totalmente desnudo.
Admiremos
esa carne espléndida
que se
diría inteligente, vibrante,
intrépida
y también tímida
y, por
un gran privilegio
sobre toda
carne –femenina
o
bestial- la verdadera belleza,
la
fascinante gracia
de ser
múltiple bajo la piel,
juego
de músculo y de huesos,
pulpa
apretada, suave tejido,
ella
interpreta y hasta completa
toda
ocurrencia sentimental.
Colérica,
se excita,
y alternativamente
dura y blanda,
preocupada
en gozar hacer gozar
se
tensa y distiende en el amor.
Y
cuando sea tocada por la muerte,
esa
carne que yo endiosé
habrá
de fijar augusta
sus elementos en mármol azul.
AUNQUE NO
ESTE PARADA
Aunque
no esté parada
lo
mismo me deleita tu pija
que
cuelga -oro pálido- entre tus muslos
y sobre
tus huevos, esplendores sombríos,
semejantes
a fieles hermanos
de piel
áspera, matizada
de
marrón, rosado y purpurino:
tus
mellizos burlones y aguerridos
de los
cuales el izquierdo, algo suelto,
es más
pequeño que el otro,
y
adopta un aire simulador,
nunca
sabré por qué motivo.
Es
gorda tu picha y aterciopelada
del
pubis al prepucio
que en
su prisión encierra
la
mayor parte de su cresta rosada.
Si se
infla levemente, en su extremo
grueso
como medio pulgar el glande se dibuja
bajo la
delicada piel, y allí
muestra
sus labios.
Una vez
que la haya besado
con
amoroso reconocimiento,
deja mi
mano acariciarla,
sujetarla,
y de pronto
con
osada premura descabezarla
para
que de ese modo -tierna violeta-
el
lujoso glande, sin esperar ya más,
resplandezca
magnífico;
y que
luego, descontrolada,
la mano
acelere el movimiento
hasta
que al fin el "peladito"
se
incorpore muy rígido.
Ya está
erguido, eso anhelaba
¿mi
culo o concha? Elige dueño mío.
¿Quizás
una simple paja?
Eso era
lo que mis dedos querían...
Sin
embargo, la sacrosanta pija
dispone
de mis manos, mi boca y mi culo
para el
ritual y el culto
a su
forma adorable de ídolo.
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