Nombre completo
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François-Marie Arouet
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Nacimiento
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Defunción
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30 de mayo de 1778, 83 años
París, Francia |
Voltaire
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Ocupación
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Nacionalidad
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Período
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Lengua de producción literaria
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Francés
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Movimientos
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ACADEMIA. Las academias son a las universidades lo que la edad madura es a la infancia, lo que el arte de hablar es a la Gramática, y lo que la cultura es a las primeras lecciones de la civilización. Las academias, no siendo mercenarias, deben ser absolutamente libres. Así son las academias de Italia, la Academia Francesa y la Sociedad Real de Londres.
La Academia Francesa, formada
por su propio impulso, aunque constituida por cédula real de Luis XIII, no
estaba subvencionada y, por lo mismo, no tenía que acomodarse a ninguna
sujeción; esto fue precisamente lo que indujo a los primeros hombres del reino
y hasta a los príncipes a solicitar que les admitieran en corporación tan
ilustre. La Sociedad Real de Londres gozó de igual ventaja.
El célebre Colbert, siendo
miembro de la Academia Francesa, comisionó a algunos colegas suyos para que
compusieran las inscripciones y las divisas de los edificios públicos.
Esa comisión, a la que se
incorporaron inmediatamente Racine y Boileau, se convirtió en seguida en una
Academia aparte, denominada en el año 1663 Academia de las Inscripciones, hoy
de Bellas Letras. La Academia de Ciencias se fundó en 1666. La instalación de
estos dos establecimientos se debe al ministro Colbert, que contribuyó de
varios modos a dar esplendor al siglo de Luis XIV.
Tras la muerte de Colbert y
del marqués de Louvois, el conde de Pontchartrain, secretario de Estado,
encargó a su sobrino el abate Bignour la dirección de las nuevas academias. Se
crearon plazas de socios honorarios para las que no se exigía ciencia alguna y
no eran retribuidas, plazas de pensionados que exigían ciertos trabajos, plazas
de socios sin pensión, y plazas de discípulo, título desagradable que se suprimió
después.
La Academia de Bellas Letras
se organizó sobre la misma base y las dos quedaron sometidas a la dependencia
inmediata del secretario de Estado.
El abate Bignon se atrevió a
proponer el mismo reglamento para la Academia Francesa, de la que era miembro,
pero lo recibieron con indignación unánime. Los menos favorecidos en la
Academia fueron los primeros que rechazaron las ofertas y prefirieron la
libertad y el honor a las pensiones.
El vocablo Academia llegó a
ser tan célebre que cuando el compositor Lulli obtuvo licencia para establecer
su Academia de Opera en 1672, hizo insertar en las sucursales en que se le
concedía el permiso las siguientes palabras: «Academia Real de Música, en la
que los caballeros y las damas nobles pueden ir a cantar sin desdoro de su
clase».
La palabra academia, de origen
griego, significaba antiguamente sociedad, escuela de filosofía en Atenas, que
se reunía en un jardín legado para este objeto por el mecenas Academo. Los
italianos fueron los primeros que instituyeron semejantes sociedades en la
época del renacimiento de las letras. La Academia de la Crusca se fundó en el
siglo XVI. En poco tiempo se fundaron otras en todas las ciudades de Italia
dedicadas al cultivo de las ciencias.
El título de academia se
prodigó tanto en Francia que durante algunos años se aplicó hasta a las
reuniones de jugadores que antiguamente se llamaban garitos y se conocían por
academias de juego. Los jóvenes que practicaban la equitación y la esgrima en
los círculos destinados a ello se llamaron academistas, no académicos. El
título de académico quedó reservado para los socios de las tres academias, la
Francesa, la de Ciencias y la de Inscripciones.
La Academia Francesa ha
prestado grandes servicios a la lengua. La de Ciencias ha sido muy útil, porque
sin decantarse por ningún sistema publica los adelantos y los descubrimientos
modernos. La de Inscripciones se ocupa de estudiar los monumentos de la
Antigüedad y desde hace algunos años viene publicando Memorias sumamente
instructivas.
La Sociedad Real de Londres no
adoptó nunca, en cambio, el nombre de Academia.
Las academias de provincias
han reportado grandes ventajas. Han excitado la emulación, han acostumbrado al
trabajo, han hecho que los jóvenes se dediquen a lecturas útiles, han disminuido
la ignorancia y las preocupaciones en algunas ciudades y han dado un golpe
mortal a la pedantería.
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