jueves, 2 de julio de 2015

Premio Hammett de novela 2000. Jorge Franco.


Premio Hammett de novela  2000.
Jorge Franco.
Medellín (Colombia), 1962
Hizo estudios de dirección y realización de cine en The London International Film School, en el Reino Unido. Fue miembro del Taller Literario de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, que dirigió Manuel Mejía Vallejo, y del Taller de Escritores de la Universidad Central, y realizó estudios de Literatura en la Universidad Javeriana. Con su libro de cuentos Maldito amor ganó el Concurso Nacional de Narrativa `Pedro Gómez Valderrama`, y con la novela Mala noche obtuvo el primer premio en el XIV Concurso Nacional de Novela `Ciudad de Pereira` y fue finalista del Premio Nacional de Novela de Colcultura. Rosario Tijeras es su última novela, ampliamente editada en Hispanoamérica y traducida a varios idiomas. Destaca también Paraíso Travel (2002)..

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El éxito de `Rosario Tijeras` 
CARTAGENA DE INDIAS.- En Medellín tiene una lápida con foto. La última morada de Rosario Tijeras, el personaje creado por el escritor Jorge Franco, es visitada en la ciudad donde murió Gardel, que fue base de operaciones de uno de los más sangrientos carteles del narcotráfico en los años 80.

`Rosario Tijeras`, la novela que dio fama internacional a su autor, vendió en siete años más de 150.000 ejemplares sólo en Colombia. Es, además, canción en la música del cantautor Juanes, y film, de la mano del mexicano Emilio Maillé.

Con serenidad, Franco cuenta a LA NACION que, salvo los protagonistas y la historia de amor, todos los hechos son reales. `Los sicarios hervían las balas en agua bendita antes de matar y en el Museo de San Pedro, en Medellín, hay un mausoleo con unos narcos sepultados y 24 horas de música. Estos eran ritos del narcotráfico`, dice el escritor.

La novela de Franco es reclamada por `los muchachos como lectura en las escuelas. Es maravilloso que, en medio de tantas distracciones, a los jóvenes les interese leer una novela`, dice.

`No sé cuál es la clave del éxito de esta novela. El personaje es de carne y hueso. Y el lector lo siente, como yo sufrí escribiéndola`, cuenta Franco, nacido en Medellín. Novelas como la suya, o `La Virgen de los Sicarios`, de Fernando Vallejo, reciben en Colombia un nombre curioso que ya acuña una tendencia cultural: narcorrealismo o sicaresca, por la mezcla de elementos del sicariato y la picaresca española.

`Los artistas de mi generación tenemos mucho para contar sobre el narcotráfico, porque todos nuestros problemas sociales y políticos como país están ligados a este asunto. Tenemos que contar lo que vemos, lo que oímos y lo que sabemos mientras esto nos afecte de manera tan fuerte. El otro tema en la literatura joven es la violencia urbana y la violencia política actual ligadas al mismo asunto`, dice el narrador. `Los políticos nos han decepcionado profundamente. Mi generación ha ido de la esperanza a la frustración. Por eso hay que apoyar toda iniciativa por la paz`. Franco lo dice una vez más con esperanza, en relación con la erradicación de cultivos de coca y la desmilitarización de Colombia que ocupa hoy al gobierno de Alvaro Uribe.

Para conocer a `Rosario Tijeras` hay que dejarla hablar: `¿Te has fijado que muerte rima con suerte? Es más difícil amar que matar`.

Fuente: N.N.

(Fragmento. Novela. Rosario Tijeras).

Rosario Tijeras

Jorge Franco

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Oración al Santo Juez
Si ojos tienen que no me vean,
si manos tienen que no me agarren,
si pies tienen que no me alcancen,
no permitas que me sorprendan por la espalda,
no permitas que mi muerte sea violenta,
no permitas que mi sangre se derrame,
Tú que todo lo conoces,
sabes de mis pecados,
pero también sabes de mi fe,
no me desampares,
Amén.

UNO

Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundió el dolor del amor con el de la muerte.
 Pero salió de dudas cuando despegó los labios y vio la pistola.
 —Sentí un corrientazo por todo el cuerpo. Yo pensé que era el beso... –me dijo desfallecida camino al hospital.
 —No hablés más, Rosario –Le dije, y ella apretándome la mano me pidió que no la dejara morir.
 —No me quiero morir, no quiero.
 Aunque yo la animaba con esperanzas, mi expresión no la engañaba. Aún moribunda se veía hermosa, fatalmente divina se desangraba cuando la entraron a cirugía. La velocidad de la camilla, el vaivén de la puerta y la orden estricta de una enfermera me separaron de ella.
 —Avísale a mi mamá –alcancé a oír.
 Como si yo supiera dónde vivía su madre. Nadie lo sabía, ni siquiera Emilio, que la conoció tanto y tuvo la suerte de tenerla.
 Lo llamé para contarle. Se quedó tan mudo que tuve que repetirle lo que yo mismo no creía, pero de tanto decírselo para sacarlo de su silencio, aterricé y entendí que Rosario se moría.
 —Se nos está yendo, viejo.
 Lo dije como si Rosario fuera de los dos, o acaso alguna vez lo fue, así hubiera sido en un desliz o en el permanente deseo de mis pensamientos.
 —Rosario.
 No me canso de repetir su nombre mientras amanece, mientras espero a que llegue Emilio, que seguramente no vendrá, mientras espero que alguien salga del quirófano y diga algo. Amanece más lento que nunca, veo apagarse una a una las luces del barrio alto de donde una vez bajó Rosario.
 —Mirá bien donde estoy apuntando. Allá arriba sobre la hilera de luces amarillas, un poquito más arriba quedaba mi casa. Allá debe estar doña Rubi rezando por mí.
 Yo no vi nada, sólo su dedo estirado hacia la parte más alta de la montaña, adornado con un anillo que nunca imaginó que tendría, y su brazo mestizo y su olor a Rosario. Sus hombros descubiertos como casi siempre, sus camisetas diminutas y sus senos tan erguidos como el dedo que señalaba. Ahora se está muriendo después de tanto esquivar la muerte.
 —A mí nadie me mata –dijo un día—. Soy mala hierba.
 Si nadie sale es porque todavía estará viva. Ya he preguntado varias veces pero no me dan razón, no la registramos, no hubo tiempo.
 —La muchacha, la del balazo.
 —Aquí casi todos vienen con un balazo— me dijo la informante.
 La creíamos a prueba de balas, inmortal a pesar de que siempre vivió rodeada de muertos. Me atacó la certeza de que algún día a todos nos tocaba, pero me consolé con lo que decía Emilio: ella tiene un chaleco antibalas debajo de la piel.
 —¿Y debajo de la ropa?
 —Tiene carne firme –respondió Emilio al mal chiste—. Y contentate con mirar.
 Rosario nos gustó a todos, pero Emilio fue el único que tuvo el valor, porque hay que admitir que no fue sólo cuestión de suerte. Se necesitaba coraje para meterse con Rosario, y así yo lo hubiera sacado, de nada hubiera servido porque llegué tarde.
 Emilio fue el que la tuvo de verdad, el que se la disputó con su anterior dueño, el que arriesgó la vida y el único que le ofreció meterla entre los nuestros. «Lo mato a él y después te mato a vos», recordé que la había amenazado Ferney. Lo recuerdo porque se lo pregunté a Rosario:
 —¿Qué fue lo que te dijo , Farley?
 —Ferney.
 —Eso, Ferney.
 —Que primero mataba a Emilio y después me mataba a mí – me aclaró Rosario.
 Volví a llamar a Emilio. No le pregunté por qué no venía a acompañarme, sus razones tendría. Me dijo que él también seguía despierto y que seguramente más tarde pasaría.
 —No te llamé para eso, sino para que me dieras el teléfono de la mamá de Rosario.
 —¿Supiste algo? –preguntó Emilio.
 —Nada. Siguen ahí adentro.
 —Pero qué, ¿qué dicen?
 —Nada, no dicen nada.
 —¿Y ella te dijo que le avisaran a la mamá? –preguntó Emilio.
 —Eso dijo antes que se la llevaran.
 —Qué raro –dijo Emilio—. Hasta donde yo supe, ya no se hablaba con su mamá.
 —No hay nada de raro, Emilio, ahora sí como que es en serio.
 Rosario siempre ha luchado por olvidar todo lo que ha dejado atrás, pero su pasado es como una casa rodante que la ha acompañado hasta el quirófano, y que se abre espacio a su lado entre monitores y tanques de oxígeno, donde la tienen esperando a que resucite.
 —¿Cómo dijo que se llamaba?
 —Se llama –le corregí a la enfermera.
 —Entonces, ¿cómo se llama?
 —Rosario –mi voz dijo su nombre con alivio.
 —¿Apellido?
 Rosario Tijeras, tendría que haber dicho, porque así era como la conocía. Pero Tijeras no era su nombre, sino más bien su historia. Le cambiaron el apellido, contra su voluntad y causándole un gran disgusto, pero lo que ella nunca entendió fue el gran favor que le hicieron los de su barrio, porque en un país de hijos de puta, a ella le cambiaron el peso de un único apellido, el de su madre, por un remoquete. Después se acostumbró y hasta le acabó gustando su nueva identidad.
 —Con el solo nombre asusto –me dijo el día en que la conocí—.
 Eso me gusta.
 Y se notaba que le gustaba, porque pronunciaba su nombre vocalizando cada sílaba, y remataba con una sonrisa, como si sus dientes blancos fueran su segundo apellido.
 —Tijeras –le dije a la enfermera.
 —¿Tijeras?
 —Sí, Tijeras –le repetí imitando el movimiento con dos dedos—.
 Como las que cortan.
 —Rosario Tijeras –anotó ella después de una risita tonta.
 Nos acostumbramos tanto a su nombre que nunca pudimos pensar que se llamara de otra manera. En la oscuridad de los pasillos siento la angustiosa soledad de Rosario en este mundo, sin una identidad que la respalde, tan distinta a nosotros que podemos escarbar nuestro pasado hasta en el último rincón del mundo, con apellidos que producen muecas de aceptación y hasta perdón por nuestros crímenes. A Rosario la vida no le dejó pasar ni una, por eso se defendió tanto, creando a su alrededor un cerco de bala y tijera, de sexo y castigo, de placer y dolor. Su cuerpo nos engañaba, creíamos que se podían encontrar en él las delicias de lo placentero, a eso invitaba su figura canela, daban ganas de probarla, de sentir la ternura de su piel limpia, siempre daban ganas de meterse dentro de Rosario. Emilio nunca nos contó cómo era. Él tenía la autoridad para decirlo porque la tuvo muchas veces, mucho tiempo, muchas noches en que yo los oía gemir desde el otro cuarto, gritar durante horas interminables sus prolongados orgasmos, yo desde el cuarto vecino, atizando el recuerdo de mi única noche con ella, la noche tonta en que caí en su trampa, una sola noche con Rosario muriéndose de amor.
 —¿A qué horas la trajeron? –me preguntó la enfermera, planilla en mano.
 —No sé.
 —¿Cómo qué horas serían?
 —Como las cuatro –dije—. ¿Y qué horas serán ya?
 La enfermera volteó a mirar un reloj de pared que estaba detrás.
 —«Las cuatro y media» —anotó la enfermera.
 El silencio de los pisos es violentado a cada rato por un grito.
 Pongo mucha atención por si alguno viene de Rosario. Ningún grito se repite, son los últimos alaridos de los que no verán la nueva mañana. Ninguna voz es la de ella; me lleno de esperanza pensando que Rosario ya ha salido de muchas como ésta, de las historias que a mí no me tocaron. Ella era la que me las contaba, como se cuenta una película de acción que a uno le gusta, con la diferencia de que ella era la protagonista, en carne viva, de sus historias sangrientas. Pero hay mucho trecho entre una historia contada y una vivida, y en la que a mí me tocaba, Rosario perdía. No era lo mismo oírla contar de los litros de sangre que le sacó a otros, que verla en el piso secándose por dentro.
 —No soy la que pensás que soy –me dijo un día, al comienzo.
 —¿Quién sos, entonces?
 —La historia es larga, parcero –me dijo con los ojos vidriosos—, pero la vas a saber.
 A pesar de haber hablado de todo y tanto, creo que la supe a medias; ya hubiera querido conocerla toda. Pero lo que me contó, lo que vi y lo que pude averiguar fue suficiente para entender que la vida no es lo que nos hacen creer, pero que valdría la pena vivirla si nos garantizaran que en algún momento nos vamos a cruzar con mujeres como Rosario Tijeras.
 —¿De dónde salió lo de «Tijeras»? –le pregunté una noche, aguardiente en mano.
 —De un tipo que capé – me contestó mirando la copa que después vació en la boca.
 Quedé sin ganas de preguntarle más, al menos esa vez, porque después, a cada instante, me atacaba la curiosidad y la bombardeaba con preguntas; unas me las contestaba y otras me decía que las dejáramos para después. Pero todas me las contestó, todas a su tiempo, incluso a veces me llamaba a mi casa a medianoche y me respondía alguna que había quedado en el tintero. Todas me las contestó excepto una, a pesar de repetírsela muchas veces.
 —¿Alguna vez te has enamorado, Rosario?
 Se quedaba pensando, mirando lejos, y por respuesta sólo me daba una sonrisa, la más bella de todas, que me dejaba mudo, incapacitado para cualquier otra pregunta.
 —Vos sí que preguntás güevonadas –también contestaba a veces.
 Adonde la metieron entran y salen médicos y enfermeras presurosos, empujando camillas con otros moribundos o conversando entre sí en voz baja y con cara de circunstancia.
 Entraban limpios y salían con los uniformes salpicados.
 Imagino cuál de todas será la sangre de Rosario, tendría que ser distinta a la de los demás una sangre que corría a mil por hora, una sangre tan caliente y tan llena de veneno. Rosario estaba hecha de otra cosa, Dios no tuvo nada que ver en su creación.
 —Dios y yo tenemos malas relaciones –dijo un día hablando de Dios.
 —¿No creés en Él?
 —No –dijo—. No creo mucho en los hombres.
 Una particularidad de Rosario era que reía poco. No pasaba de sonreír, rara vez le escuchamos una carcajada o cualquier tipo de ruido con el que expresara una emoción. Se quedaba impávida ante un chiste o la situación más grotesca, no la movían ni las cosquillas tiernas con las que Emilio le buscaba la risa, ni los besos en el ombligo, ni las uñas correteando bajo los sobacos, ni la lengua recorriendo su piel hasta la planta del pie.
 Como mucho ofrecía una sonrisa, de esas que alumbran en la oscuridad.
 —Por Dios, Rosario, ¿cuántos dientes tenés?
 Otra cosa que nunca supimos fue su edad. Cuando la conocimos, cuando la conoció Emilio tenía dieciocho, yo la vi por primera vez a los pocos meses, dos o tres, y me dijo que tenía veinte; después le oímos decir que veintidós, que veinticinco, después otra vez que dieciocho, y así se la pasaba, cambiando de edad como de ropa, como de amantes.
 —¿Cuántos años tenés, Rosario?
 —¿Cuántos me ponés?
 —Como unos veinte.
 —Eso tengo.
 La verdad era que sí aparentaba todos los años que mentía.
 A veces parecía una niña, mucho menor de los que solía decir, apenas una adolescente. Otras veces se veía muy mujer, mucho mayor que sus veintitantos, con más experiencia que todos nosotros. Más fatal y más mujer se veía Rosario haciendo el amor.
 Una vez la vi vieja, decrépita, por los días del trago y el bazuco, pegada de los huesos, seca, cansada como si cargara con todos los años del mundo, encogida. A Emilio también lo metió en ese paseo. El pobre casi se pierde. Se metió tanto como ella y hasta que no tocaron fondo no pudieron salir. Por esos días ella había matado a otro, esta vez no a tijeretazos sino a bala, andaba armada y medio loca, paranoica, perseguida por la culpa, y Emilio se refugió con ella en la casita de la montaña, sin más provisiones que alcohol y droga.
 —¿Qué les pasó, Emilio? –fue lo primero que pude preguntar.
 —Matamos a un tipo –dijo él.
 —Matamos es mucha gente –dijo ella con la boca seca y la lengua pesada—. Yo lo maté.
 —Da lo mismo –volvió a decir Emilio—. Lo que haga uno es cosa de los dos. Rosario y yo matamos a un tipo.
 —¿A quién, por Dios? –pregunté indignado.
 —No sé –dijo Emilio.
 —Yo tampoco –dijo Rosario.
 También nos quedamos sin saber a cuántos mató. Supimos que antes de conocerla tenía a varios en su lista, que mientras estuvo con nosotros había «acostado», como ella decía, a uno que otro, pero desde que la dejamos hace tres años hasta esta noche cuando la recogí agonizante, no sé si en uno de sus besos apasionados habrá «acostado» a alguien más.
 —¿Usted vio al tipo que le disparó?
 —Estaba muy oscuro.
 —¿Lo cogieron? –volvió a preguntarme la enfermera.
 —No –le contesté—. Apenas terminó de besarla salió corriendo.
 Cada vez que Rosario mataba a alguno se engordaba. Se encerraba a comer llena de miedo, no salía en semanas, pedía dulces, postres, se comía todo lo que se le atravesara. A veces la veían salir, pero al rato llegaba llena de paquetes con comida, no hablaba con nadie, pero todos, al ver que aumentaba de peso, deducían que Rosario se había metido en líos.
 —Estas rayas son estrías –nos las mostró en el abdomen y en las piernas—. Es que yo he sido gorda muchas veces.
 A eso de los tres o cuatro meses del crimen, dejaba de comer y comenzaba a adelgazar. Guardaba las sudaderas donde escondía sus kilos y volvía a sus bluyines apretados, a sus ombligueras, a sus hombros destapados. Volvía a ser tan hermosa como uno siempre la recuerda.
 Esta noche cuando me la encontré estaba delgada; eso me hizo pensar en una Rosario tranquila, recuperada, alejada de sus antiguas turbulencias, pero al verla desmadejada salí de mi engaño de segundos.
 —Desde niña he sido muy envalentonada –decía orgullosa—.
 Las profesoras me tenían pavor. Una vez le rayé la cara a una.
 —¿Y qué te pasó?
 —Me echaron del colegio. También me dijeron que me iban a meter a la cárcel, a una cárcel para niñas.
 —¿Y todo ese alboroto por un rayón?
 —Por un rayón con tijeras –me aclaró.
 Las tijeras eran el instrumento con el que convivía a diario:
 su mamá era modista. Por eso acostumbró a ver dos o tres pares permanentemente en su casa, además, veía que su madre no sólo las utilizaba para la tela, sino también para cortar el pollo, la carne, el pelo, las uñas y, con mucha frecuencia, para amenazar a su marido. Sus padres, como casi todos los de la comuna, bajaron del campo buscando lo que todos buscan, y al no encontrar nada se instalaron en la parte alta de la ciudad para dedicarse al rebusque. Su mamá se colocó de empleada de servicio, interna, con salidas los domingos para estar con sus hijos y hacer visita conyugal. Era adicta a las telenovelas, y de tanto verlas en la casa donde trabajaba se hizo echar. Pero tuvo más suerte, se consiguió un trabajo de por días que le permitía ir a dormir a su casa y ver las telenovelas acostada en la cama.
 De Esmeralda, Topacio y Simplemente María aprendió que se podía salir de pobre metiéndose a clases de costura; lo difícil entonces era encontrar cupo los fines de semana, porque todas las empleadas de la ciudad andaban con el mismo sueño. Pero la costura no la sacó de la pobreza, ni a ella ni a ninguna, y las únicas que se enriquecieron fueron las dueñas de las academias de corte y confección.
 —El hombre que vive con mi mamá no es mi papá –nos aclaró Rosario.
 —¿Y dónde anda el tuyo? –le preguntamos Emilio y yo.
 —Ni puta idea –enfatizó Rosario.
 Emilio me había advertido que no le hablara de su padre; sin embargo, ella misma fue la que puso el tema ese día. Los traguitos la ponían nostálgica, y creo que se conmovió al oírnos hablar de nuestros viejos.
 —Debe ser rarísimo tener papá –así comenzó.
 Después fue soltando pedazos de su historia. Contó que el suyo las había abandonado cuando ella nació.
 —Al menos eso dice doña Rubi –dijo—. Claro que yo no le creo nada.
 Doña Rubi era su madre. Pero a la que no se le podía creer nada era a la misma Rosario. Tenía la capacidad de convencer sin tener que recurrir a muchas patrañas, pero si surgía alguna duda sobre su «verdad», apelaba al llanto para sellar su mentira con la compasión de las lágrimas.
 —Estoy metido con una mujer de la cual no sé nada –me dijo Emilio—, absolutamente nada. No sé dónde vive ni quién es su mamá, si tiene hermanos o no, nada de su papá, nada de lo que hace, no sé ni cuántos años tiene, porque a vos te dijo otra cosa.
 —Entonces, ¿qué estás haciendo con ella?
 —Más bien preguntale a ella qué está haciendo conmigo.
 Cualquiera podía enloquecerse con Rosario, y si yo no caí fue porque ella no me lo permitió, pero Emilio... Al principio lo envidié, me dio rabia su buena suerte, se conseguía a las mejores, las más bonitas; a mí, en cambio, me tocaban las amigas de las novias de Emilio, menos buenas, menos bonitas, porque casi siempre una mujer hermosa anda al lado de una fea. Pero como yo sabía que a él no le duraban mucho las aventuras, esperaba tranquilo con mi fea hasta que él cambiara para cambiar yo también, y esperar a ver si esa vez me tocaba algo mejor. Pero con Rosario fue distinto. A ella no la quiso cambiar, y yo tampoco quise quedarme con ninguna amiga de ella: a mí también me gustó Rosario. Pero tengo que admitirlo:
 yo tuve más miedo que Emilio, porque con ella no se trataba de gusto, de amor o de suerte, con ella la cosa era de coraje. Había que tener muchas güevas para meterse con Rosario Tijeras.
 —Esa mujer no le come cuento a nada –le decíamos a Emilio.
 —Eso es lo que me gusta de ella.
 —Ha estado con gente muy dura, vos sabés –insistíamos.
 —Ahora está conmigo. Eso es lo que importa.
 Estuvo metida con los que ahora están en la cárcel, con los duros de los duros, los que persiguieron mucho tiempo, por los que ofrecieron recompensas, los que se entregaron y después se volaron, y con muchos que ahora andan «cargando tierra con el pecho». Ellos la bajaron de su comuna, le mostraron las bellezas que hace la plata, cómo viven los ricos, cómo se consigue lo que uno quiere, sin excepción, porque todo se puede conseguir, si uno quiere. La trajeron hasta donde nosotros, nos la acercaron, nos la mostraron como diciendo miren culicagados que nosotros también tenemos mujeres buenas y más arrechas que las de ustedes, y ella ni corta ni perezosa se dejó mostrar, sabía quiénes éramos, la gente bien, los buenos del paseo, y le gustó el cuento y se lo echó a Emilio, que se lo comió todo, sin masticar.
 —Esa mujer me tiene loco –repetía Emilio, entre preocupado y feliz.
 —Esa mujer es un balazo –le decía yo, entre preocupado y envidioso.
 Los dos estábamos en los cierto. Rosario es de esas mujeres que son veneno y antídoto a la vez. Al que quiere curar cura, y al que quiere matar mata.

miércoles, 1 de julio de 2015

Carlos Monsiváis. Hemeroteca Literaria.


Carlos Monsiváis, una literatura multimedia


Carmen Galindo
Sobra decir que en muchas ocasiones yo había observado, como todo mundo, algunos aspectos de la cultura de Monsiváis. Él no gozaba el arte en los límites de la alta cultura, claro que disfrutaba de las obras maestras de la literatura universal, como Joyce, Lezama Lima, Rulfo o Dickens, pero le sumaba a sus aficiones, de modo desafiante y divertido, el comic y la caricatura, intentaba hacer caber en la alta cultura la ciencia ficción o la novela policíaca, géneros, entonces, desdeñados por otros intelectuales (de otros tiempos) como subliteratura. No se desvivía por la ópera, sino dedicaba ensayos a Agustín Lara o a Isela Vega. Las fotos le interesaban, y no sólo las fotos de los Álvarez Bravo o Tina Modotti o Edward Weston, sino una imagen de Cantinflas. No digamos su afición por el cine que no sólo llegó a formar su portentosa colección donada a la cineteca nacional, sino su afición desmedida por algunas escenas de los hermanos Marx o de Sara García jalando de la oreja a Pedro Infante. Me he referido muchas veces y admirativamente a su gusto por gozar y escribir sobre la cultura popular y lo que resulta más atrevido, la cultura de masas.
Pero, y sólo ahora me doy cuenta, limitaciones que tiene uno, siempre leí a Carlos Monsiváis como escritor, y mientras más atención prestaba al texto, menos me preocupaba lo que acompañaba su talento incomparable.
El otro día fui a su museo, El Estanquillo, para asistir a un aniversario de su muerte, el quinto. Y que empiezan a hablar Saborit y El Fisgón y Alfonso Morales sobre la obra de Carlos y a mí, que me considero súper experta en su obra, me descubren la verdadera riqueza de su literatura. La resumiré en la frase de Rafael Barajas, el Fisgón: “los textos de Carlos tienen siempre soundtrack”. Alfonso Morales añadió que parten de o sugieren un encuadre, un close-up o una escena completa, vale decir una fotografía.
En las palabras de Saborit, del Fisgón, de Morales vi los textos de Carlos Monsiváis escapando de los limites estrechos de la página para hacerse acompañar con imágenes fotográficas, sugerir la música de fondo o no tan de fondo, sino protagónica. Me recordó algún cuadro de Frida u otro de Van Gogh que desbordan la tela y se escapan hacia los márgenes, se van al marco y si se deja se siguen por la pared. Así son los textos de Monsiváis, formas literarias que provienen o se completan con la imagen, la foto o la obra pictórica de un Toledo, de ahí ese su peculiar juego tipográfico, con admiraciones, con las altas y las bajas, sus signos de admiración, en fin, las muchas formas del subrayado y, por supuesto, la caricatura al centro.
Alfonso Morales fue clarísimo, afirmó que la lectura de la literatura de Monsiváis no está completa si no incluye la imagen de donde proviene el texto o la imagen que con la escritura revela el texto. Es una forma literaria que no es la visual de algunos escritores del siglo XX, como, por ejemplo, los versos en forma de botín de mujer de Tablada o de mariposa de Salvador Novo. Esto va más allá, se va hacia el siglo XXI, es por decirlo de alguna manera una literatura multimedia.
Otro aspecto que destacaron, unos más que otros, pero en el que todos coincidieron, fue la intención deliberada del propio Monsiváis de convertirse a sí mismo en una figura pública. Y aquí también debo reconocer que andaba equivocada; muchas veces le comenté que su personalidad estaba a punto de comerse a su literatura y yo lo advertía como un peligro. Los ponentes, todos, como yo, amigos muy cercanos de Carlos, defendieron el propósito deliberado de Monsiváis de convertirse, no sólo en un escritor, sino en un personaje, más que una celebridad, un ícono. Naturalmente se habló largo y tendido del maestro Novo y se opinó si era o no su modelo.
Alguno de ellos, creo que fue Morales, llamó la atención sobre las fotografías que se le habían tomado y en las que se observa, dijo, un significado que va de acuerdo con su obra literaria y que podría ser (no sé si lo dijeron ellos o lo discurrí yo) la frase que titula su largo ensayo en torno a Salvador Novo: “lo marginal en el centro”. Esta frase no ampara únicamente a las minorías sexuales, sino a todas las causas perdidas por las que lucha su literatura. El Museo del Estanquillo, porque reúne sus obsesiones, es parte, así, de su literatura multimedia.

PREMIO HERRALDE DE NOVELA 1996. Antonio Soler.


PREMIO HERRALDE DE NOVELA 1996.
El Premio Herralde de Novela es concedido anualmente en España por la Editorial Anagrama a una novela inédita en lengua castellana.

Creado en 1983, toma su nombre de Jorge Herralde, fundador y propietario de la editorial. La dotación en 2006 es de 18.000 euros y publicación para la novela ganadora. Se falla el primer lunes de noviembre de cada año.

Novela: Las bailarinas muertas.
Antonio Soler es un escritor español nacido en Málaga que está considerado como uno de los autores con más talento de su generación.

Guionista de televisión y colaborador de prensa, está más preocupado por mantener el aliento y la tensión en su escritura que por las ventas. Es autor del libro de relatos `Extranjeros en la noche` (1992) y de las novelas `Modelo de pasión` (1993), `Los héroes de la Frontera` (1995), `Las bailarinas muertas` (Premio Herralde y Premio de la Crítica, 1996), `El nombre que ahora digo` (Premio Primavera, 1999), `El espiritista melancólico` (2001) y `El camino de los ingleses` (Premio Nadal, 2004), un viaje dulce y temible donde solo una cosa está clara, no hay marcha atrás.

Su obra ha sido traducida al francés, italiano, griego, alemán, portugués y rumano.

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Un cabaret en el que nadie se llama como dice llamarse, un escenario enmarcado por cortinas de terciopelo rojo en el que las bailarinas van cayendo muertas con un alegre sonido de lentejuelas y tambores.

El Trompeta, con su carácter de músico rebelde al que le horroriza que lo confundan con un oficinista, el camarero Álvarez, secretamente enamorado de Gregory Peck, el boxeador Kid Padilla, un combate-una derrota, el chino Bonilla, amante de la zarzuela y mago de sobrenombre Chin Lu, el eterno suicida Cosme Cosme siempre jugando a la ruleta rusa con su viejo revólver…
Fuente: N.N.

martes, 30 de junio de 2015

PREMIO HUGO DE NOVELA 1967. La luna es una cruel amante.


PREMIO HUGO DE NOVELA  1967. La luna es una cruel amante.

Robert Anson Heinlein (7 de julio de 1907 - 8 de mayo de 1988) fue un escritor estadounidense de ciencia ficción considerado por algunos críticos entre los tres mejores de todos los tiempos (junto con Isaac Asimov y Arthur C. Clarke).
Ganó cuatro premios Hugo por Estrella doble (1956), Tropas del espacio (1960), Forastero en tierra extraña (1962) y La Luna es una cruel amante (1967). Fue elegido en 1974 Gran Maestro por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA), convirtiéndose así en el primer galardonado con esta distinción.
Habitualmente riguroso en cuanto a la base científica en sus historias, incluso sus historias de fantasía contienen una estructura científica lógica. Una de las características que definen su escritura fue el introducir en la temática de la ciencia ficción la administración, la política, la economía, la lingüística, la sociología y la genética. Fue también uno de los abanderados del individualismo, lo cual quedaba reflejado en la riqueza de los personajes (ejemplo claro es Lazarus Long), tanto en conocimientos, como en habilidades.
Otro de los temas recurrentes en este autor es cuestionar las costumbres contemporáneas, culturales, sociales y sexuales, describiendo sociedades con ideales bastante alejados de los de la sociedad occidental de su época. Estas ideas se reflejan en varios de sus libros, como en Forastero en tierra extraña o El número de la bestia (1980).
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LA LUNA ES UNA CRUEL AMANATE. 
La Luna, con el devenir del tiempo, se ha convertido en una singular colonia penal, en la que conviven los más recientes transportados con los descendientes ya libres, de los primeros penados. Sin embargo, la omnipotente Autoridad de Tierra, a través del Alcaide, sigue rigiendo con mano férrea sus destinos e imponiendo sus drásticas leyes.

En ese mundo tan distinto al nuestro, con otras concepciones acerca de la política, la amistad, el sexo, la vida, la muerte y el matrimonio, Manuel O`Kelly, descendiente de transportados, manco, poseedor de siete brazos especializados, descubrirá de pronto el germen de una rebelión que pretende oponerse al tiránico poder del planeta madre. Y descubrirá también la sorprendente personalidad de Mike, el ordenador central de Luna, una extraña máquina con un desconcertante sentido del humor, capaz de convertirse en el líder de una desesperada revolución vindicativa de unos derechos nunca reconocidos...
Fuente: Enrico Pugliatti.

lunes, 29 de junio de 2015

Cómo se hizo "Alicia en el país de las maravillas" Hemeroteca Literaria.




En homenaje al 150° aniversario de su publicación,se exhibe el manuscrito y los diarios del autor
Con motivo del 150° aniversario de uno de los cuentos más sugerentes de la historia de la literatura,Alicia en el país de las maravillas, la Morgan Library de Nueva York ha reunido el manuscrito original y los diarios de Lewis Carroll, entre otros objetos importantes, para reproducir la génesis de la aclamada obra.

Todo empezó una tarde del verano de 1864 en un bote por el río Támesis, sin lápiz ni papel, cuando Lewis Carroll y otro profesor de Oxford, Robinson Duckworth, se llevaron a Alice Liddell y a sus dos hermanas de pícnic.

"Las niñas pidieron que contara una historia. Él recordó años más tarde que, sin saber muy bien cómo, envió a su heroína a la madriguera del conejo y allí nació el país de las maravillas, en esa larga tarde", aseguró Carolyn Vega, comisaria de esta exposición que se inauguró el viernes y que durará hasta el 11 de octubre.

"Ellas pedían que contara el cuento una y otra vez. Y se convirtió en una popular adición en la tradición de cuentos para esa familia", añade, y tras ese verano, Alicia pidió a Carroll que pusiera negro sobre blanco ese maravilloso mundo.

Así, un relato oral fue convirtiéndose en ese "descontrol atravesado por la lógica", como explica la exposición, que acabó fascinando a generaciones por su manera de llenar de perverso subtexto el género de la literatura infantil.

La joya de la corona de la exposición son un manuscrito original de Alicia en el país de las maravillas, de setiembre de 1864, con las imágenes que el propio Lewis Carroll diseñó para su pequeña musa.

"Es un préstamo especial de la British Library", explica Vega. "Esto centra el escenario, acapara la atención. La historia de esta exposición es realmente la historia de la historia, la biografía de este libroincreíble", asegura.

A ello colaboran de manera inefable dos diarios del propio Lewis Carroll (de nombre original Charles Lutwidge Dodgson) de aquellos encuentros con las niñas que fueron levantando desde la improvisación un cuento con alma matemática, como su propio autor.

Cuidada edición

No fue hasta 1865 cuando el libro fue editado en condiciones. Con una historia ampliada respecto al manuscrito original y con las ahora legendarias ilustraciones de John Tenniel, que ayudaron a su vez a darle un perfil diferente al personaje.

"En algunas escenas, Lewis Carroll había pintado a una Alicia cabizbaja y pensativa. Tenniel creó una heroína que va siempre con la cabeza bien alta", explica Vega, quien reconoce que la exposición se ha ceñido a la creación literaria y no ha entrado en la ambigua y controvertida relación del escritor con la pequeña Alicia.

La exposición sí muestra algunas fotos de Alicia y sus hermanas, pero sobre todo recupera bosquejos o las ilustraciones originales de Tenniel, que impuso en el imaginario colectivo a ese conejo con prisa vestido de manera impecablemente "british", al Sombrerero Loco, al gato de Cheshire o a la despótica Reina de Corazones.

El sumo cuidado con el que luego Carroll supervisó la edición para que texto e imágenes se complementaran, así como "la aguda imaginación del escritor", hicieron, según Vega, el milagro de queAlicia en el país de las maravillas siga sonando a vanguardia siglo y medio después.

Influyente e inspirador

"Este libro ha calado en nuestra cultura de manera muy interesante, es difícil que pase un día sin que se cruce en tu camino una referencia a, por ejemplo, caerte por la madriguera del conejo", ejemplifica.

Además de la versión virtual y escuchable del libro o varias ediciones de distintos tamaños del mismo, la exposición recupera la primera versión cinematográfica del cuento, que data de 1903, y que antecedió a otras versiones como las realizadas por Walt Disney (que será proyectada en el marco de esta exhibición el 19 de julio) o Tim Burton y ha sido influencia para Wonderland, de Michael Winterbottom o incluso para la trilogía de Matrix.

En palabras de Vega: "Ha sido adaptada, reinterpretada miles de veces, especialmente desde el principio del siglo XX. No importa cómo llegaste a él, a través de la película, del ballet o cualquier referencia cultural. Es maravilloso que la historia está ahí presente, aunque sea con sus alteraciones. Todas ellas llevan a la gente al libro original".

Fuente: EFE

Premio Hammett de novela 2001 y XXXII Premio de Novela Ateneo de Sevilla.


Premio Hammett de novela 2001.

Andreu Martín, guionista de cómic y cine, está considerado como uno de los maestros de la novela negra española. Aficionado a la literatura de aventuras y al tebeo, durante el bachillerato empezó a escribir guiones de cómics, actividad que será su principal fuente de ingresos durante más de diez años. También siente interés por el teatro. En 1965, comienza a estudiar Psicología en Barcelona y se licencia en 1971. No ejerce la profesión, pero su obra demuestra en la construcción de los personajes y los argumentos el profundo conocimiento que el autor tiene del mundo de la locura y la obsesión.

Ha ganado varios premios de importancia: en 1979 ganó el premio Círculo del Crimen, con la novela `Prótesis`, en 1989 consiguió el Premio Nacional de Literatura Juvenil, ha ganado tres veces el Premio Hammet, concedido cada año durante la Semana Negra de Gijón por la Asociación Internacional de Escritores Policíacos a la mejor novela negra publicada originalmente en castellano en el año, y en 1992 ganó el Deutsche Krimi Preis, que es el premio a la mejor novela policíaca publicada en el año en Alemania. También ha obtenido el Premio Ateneo de Sevilla en 2000 con la novela `Bellísimas personas`, el premio «La sonrisa vertical» en 2001 con `Un diablo en el juego de rol`, el II Premio Alandar de Narrativa Juvenil de la editorial Edelvives, y en 2004 ganó —junto a Jaume Ribera— el Premio Brigada 21 a la mejor novela del año escrita en catalán, con `Amb els morts no s’hi juga`. En el año 2011 se le concedió el premio Carvalho en el marco de BCNegra y también el Sant Joan Unnim por la novela `Cabaret Pompeia`, ambientada en la Barcelona de la primera mitad del siglo XX.

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Mientras escribo esto, miro a Roger, que está dormido en la cuna y me pregunto qué sentiré cuando sea él quien me diga `A las seis y media estaré aquí` y pasen las siete, y las siete y media, y las ocho, y las ocho y media, y las nueve y media, y mi Roger, la madre que lo parió, que no llega. No puedo saberlo porque no lo he vivido, pero puedo imaginármelo.

Bellísimas personas es la historia de una escritura. La historia de Nuria Masclau. La historia de un libro de Nuria Masclau

-Este libro me tiene muy perturbada. ¿Sabes qué quiero decir? Taquicardia, malestar, angustia. No me imaginaba que escribir pudiera llegar a afectarme tanto.

En 1991, cuando Ramón Estévez, el mentiroso de Cornellá acaba de cumplir su condena, Nuria decide escribir una novela, una true crime.

Fuente:  Rosi43

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En Barcelona, a finales de 1978, a punto de ser abolida por fin la pena de muerte en España, secuestran al niño Daniel Cortés. Casi veinte años después, cuando Ramón Estévez, alias el “Mentiroso de Cornellá” acusado del secuestro –y que ya disfruta del régimen abierto–, acaba de cumplir su condena, una joven periodista decide investigar el suceso. Pero pronto aquella investigación aparentemente inofensiva se convertirá en un vertiginoso descenso a los infiernos, en busca de las verdaderas razones del criminal y de las más profundas raíces del crimen.
"Bellísimas personas" no es sólo un excelente "thriller" y un inquietante relato de intriga. Andreu Martín se adentra en la psicología del mal y de la violencia, y en las siempre difíciles relaciones entre los sentimientos, la ética y la justicia, para sorprendernos con una novela tan apasionante como aterradora, que obtuvo por unanimidad el XXXII Premio Ateneo de Sevilla.
Andreu Martín nació en Barcelona en 1949. Licenciado en Psicología por la Universidad de Barcelona, su labor creativa abarca la novela, el cómic, el teatro, la televisión y el cine.
Máximo representante de la novela policíaca en España, con Manuel Vázquez Montalbán, es también de los autores más populares entre el público juvenil: su serie del detective Flanagan, escrita con Jaume Ribera, se halla entre las novelas juveniles más vendidas.
En su amplia producción literaria –casi cuarenta obras en catalán o castellano– destacan "Aprende y calla" 1979, "Prótesis" 1980, en que se basó la película "Fanny Pelopaja", "Momento de difuntos" 1985, "El día menos pensado" 1986, "Barcelona connection" 1988, "Cuidados intensivos" 1990, "A martillazos, El rey de la navaja" 1992, "Jugar a matar" 1995, "Fantasmas cotidianos" 1996 o "Mentiras de verdad" 2000.
Merecedora de numerosos galardones nacionales e internacionales. Premio Nacional de Narrativa Infantil y Juvenil de 1989 con "No pidas sardinas fuera de temporada", en colaboración con Jaume Rivera|, su obra ha sido adaptada al cine por directores como Vicente Aranda o Imanol Uribe, y traducida al francés, italiano, portugués, alemán y holandés.
"Bellísimas personas" obtuvo el XXXII Premio de Novela Ateneo de Sevilla.
V Premio Ateneo Joven de Sevilla
Oscar Esquivias .

domingo, 28 de junio de 2015

Premio Herralde de novela 1994. PEDRO ZARRALUKI


Premio Herralde de novela 1994.
PEDRO ZARRALUKI nació en Barcelona en 1954. Ha escrito dos libros de relatos, Galería de enormidades y Retrato de familia con catástrofe y las novelas La noche del tramoyista, El responsable de las ranas, galardonada con el premio Ciudad de Barcelona y el premio El Ojo Crítico y La historia del silencio que se hizo merecedora del premio Herralde de Novela. Su obra ha sido traducida a siete idiomas.

***
Novela: La historia del silencio.

Esta novela trata de otro libro que no llegó a ser escrito, y también de todo aquello que ocultamos a las personas que más seguras están de conocernos. Tras una bella ensoñación compartida, una pareja decide embarcarse en la preparación de un libro sobre el silencio. Emprenden el trabajo con desordenada pasión y no tardan en descubrir que el silencio aparece por todas partes: en el insomnio de Scott Fitzgerald, en la tribu de los mabaanes, en los escritos de Auden y en los experimentos de sir Robert Boyle, aunque revestido siempre por su impenetrable calidad de ausencia. Con el tiempo, sospecharán que cada persona se relaciona con sus propios silencios de una forma parecida a como lo hace con sus propias manos.
Fuente: Enrico Pugliatti.

(Fragmento de novela). La historia del silencio.
 Pedro Zarraluki

La historia del silencio
XII Premio Herralde de Novela, 1994

 Título original: La historia del silencio
Pedro Zarraluki, 1994

  A Concha
  Uno tomaba dos sonidos fuertes y hacía un silencio de ellos. Otro creó una profunda oscuridad con dos luces brillantes.

EDGAR ALLAN POE
Todos somos locos los unos de los otros.

LUIS VÉLEZ DE GUEVARA

 Este libro trata de cómo no llegó a escribirse otro libro que debería haberse titulado La historia del silencio. Aunque habitual, el fracaso es difícil de explicar. Hay personas admirables, capaces de realizar grandes esfuerzos, que consiguen llevar a término empresas que parecían disparatadas. No es nuestro caso, por desgracia. Hace algo más de dos años comenzamos una investigación tan exhaustiva como desordenada. El resultado no pudo ser más decepcionante. Lo que el lector sostiene entre sus manos no es el tratado con el que habíamos soñado, sino más bien la historia de una renuncia. El propósito inicial era a todas luces desmedido. Querer explicarse lo que sucede en aquellos instantes en los que no sucede nada, penetrar en el silencio —y en la quietud, la oscuridad y la ausencia, el pensamiento mismo—, aunque se intente sólo de una forma parcial y subjetiva, es una aspiración tan fuera de lugar que condena al naufragio a los más entusiastas —tampoco es nuestro caso, por desgracia— esfuerzos por conseguirlo. El nuestro fue un esfuerzo exhausto, valga la paradoja, aunque a pesar de todo es probable que tuviera cierto mérito. Debía de tenerlo, pues algunas personas creyeron en la idea y nos enviaron toneladas de información. Bastará como ejemplo de todo esto el de una amiga mundana y extremadamente locuaz —nuestra querida Olga—, que nos llamó un día para decirnos que había estado dos horas inmóvil sin abrir la boca en lo más desbocado de una fiesta, como callado y sincero homenaje a nuestra labor. Se lo agradecimos con toda la intensidad de que somos capaces, que es bastante. Pero su testimonio, con todo y ser heroico, no descubría ningún camino que no hubiéramos considerado. A aquellas alturas, llevábamos ya mucho tiempo estudiando las infinitas posibilidades que nos brindaba el silencio. A falta de mejores ideas, habíamos incluso estado una semana entera sin hablarnos, con la sola intención de comprobar si podíamos soportarnos sin pronunciar palabra. Fui yo el que rompió la estupidez de nuestro pacto, por distracción, aunque Irene sigue sospechando que lo hice en un rapto de impaciencia. Acababa de llegar de la calle y desparramé sobre la mesa de la cocina la compra del supermercado. Irene había puesto ya en el fuego una cacerola con agua para hervir la pasta. Entonces la miré con gran desolación —y con excesiva naturalidad para no ser algo premeditado, según ella— y le dije que no había comprado spaghetti. De aquella forma, en el mundo de nuestras muletillas privadas, no he comprado spaghetti pasó a significar que se renunciaba a algo por una especie de cansancio insuperable. Así, una vez que Irene llevaba ya cuatro días sin fumar, dijo no he comprado spaghetti y encendió un cigarrillo. Y yo lo dije en la cama, nada más despertarme, cuando decidí abandonar mi voluntarioso intento de acudir cada mañana al gimnasio. Y ambos, cuando apagamos el ordenador después de un fin de semana entero intentando ganarle al ajedrez, cuando dejamos de alimentarnos sólo de fruta los jueves, y todas las noches en las que llegaba François para darnos las clases de francés y a pesar de ello decidíamos ver una película en la televisión. A partir de aquel día aciago en que volvimos a hablar nos lamentamos cientos de veces de no haber comprado los famosos spaghetti, lo cual me lleva a pensar que nos pasamos la vida renunciando a cosas, especialmente a aquellas cuya realización depende sólo de nosotros.
Irene y yo hemos llegado a indigestarnos de silencio, pero hasta hace poco nos parecía normal que las cosas sonaran. No nos habíamos planteado la importancia que puede llegar a tener el sonido o su ausencia. Nuestro trabajo se originó a consecuencia de una rebelión del entorno. Irene colaboraba de forma esporádica —pero hasta aquel momento constante— con una editorial especializada en enciclopedias. Acababa de terminar unos fascículos que, con el título algo hitleriano de Mi único amigo, presentaban al lector las diferentes razas de perros. En aquel momento Irene era una gran especialista en canes, de la misma forma que, un año atrás, había sido la mayor entendida en experimentos para jóvenes estudiantes. Del índice de refracción a los terriers de Yorkshire, para empezar un nuevo proyecto que la haría olvidar todo lo que sabía de los anteriores. Irene alardeaba de que su saber era similar a la vida sexual de esas personas que se proclaman monógamas por temporadas. Lo que no podía prever Irene era que el último perro iba a significar también su última colaboración con la editorial. La llamaron para decirle que no tenían nada nuevo entre manos —lo que era falso, pues ella sabía que se estaba preparando una enciclopedia de los transportes y una colección de fascículos sobre civilizaciones desaparecidas—, y que buscara otro lugar donde colaborar porque ellos se disponían a encarar una inevitable reestructuración. En el mundo de los colaboradores independientes, cuando se te habla de una inevitable reestructuración quiere decirse que se ha decidido prescindir de ti. De forma que Irene se quedó sin trabajo, y aquel fue sólo el inicio de nuestras desdichas. Yo llevaba tres años escribiendo una novela y el resultado era, por decirlo de una forma despiadada, inferior a lo que tenía antes de empezar a escribir. Mi editor, que había comenzado llenándose de impaciencia, se había luego preocupado, y en aquel momento me miraba con decidida compasión cuando le anunciaba —cada vez más eufórico en el tono y más melancólico en la mirada— el inminente final de mis esfuerzos. Una cosa y otra nos habían llevado a un estado de quiebra financiera, si es que se puede quebrar lo que nunca ha tenido cuerpo y se ha limitado a fluir como un río, o como la vida y ese género de cosas inaprensibles. Así que Irene y yo nos encontramos una mañana desayunando en nuestra pequeña terraza a la sombra de los bambúes, y nos dimos cuenta de que podíamos seguir desayunando indefinidamente porque no teníamos nada mejor que hacer. Cuando ya llevábamos dos horas en aquella ocupación necesariamente limitada —resulta absurdo seguir desayunando cuando cae la noche—, decidimos quemar las naves y aprovechar la ocasión para hacer un viaje. Descartamos las primeras y espléndidas ideas por su elevado coste económico. Buscamos entonces lugares con nombres menos exóticos pero que resultaran más asequibles. Yo argumenté incluso, olvidando con quién hablaba, que la gran literatura nunca ha necesitado de costosos escenarios, y tampoco los buenos viajeros. Irene guardó un paciente silencio. Ella siempre había preferido El cuarteto de Alejandría al Diario de un cura rural, en una opción tan beligerante que no admitía la hipotética bondad de ambas propuestas. La literatura era, para Irene, una resonancia al otro lado de las montañas, y el personaje de las grandes novelas debía ser alguien que se hubiera perdido allí donde es tan difícil llegar. Fue entonces, mientras embadurnaba con mantequilla mi decimosexta tostada, cuando se me ocurrió pensar que La Rioja era una tierra que habíamos degustado infinitas veces a través de sus vinos. Nuestro estómago había acogido grandes dosis de fósforo, calcio y potasio del suelo riojano. Se podía decir que lo habíamos bebido en mil ocasiones, pero que nunca lo habíamos pisado. Propuse ir allí, a lo que Irene reaccionó con gran entusiasmo.

sábado, 27 de junio de 2015

Narraciones e historia en Centroamérica Una literatura en guerra Margarita Rojas G. para CAMPUS.


Narraciones e historia en Centroamérica
Una literatura en guerra
Margarita Rojas G. 
para CAMPUS
mmrojasg@ice.co.cr 

La narrativa centroamericana -novelas, cuentos y relatos- publicada durante los últimos seis años, marca aparentemente un cambio de rumbo: desde 2005 muestra un interés creciente en la historia, con acontecimientos localizados preferentemente en las décadas de 1950 o de 1970. 

El mapa literario contemporáneo está dominado por los escritores nacidos entre 1950 y 1964; entre estos la panameña CONSUELO TOMÁS, quien en 2009 ganó el premio nacional Ricardo Mirócon su primera novela, Lágrima de dragón, una narración sencilla, cuyos hechos transcurren en una ciudad frente al mar, que tuvo una importante inmigración desde China y una violenta epidemia que diezmó la población. El escenario principal es una ciudad cerrada, clausurada para sus habitantes, que contiene una cárcel para quienes desobedezcan las órdenes de la cuadrilla temible que controla la epidemia.

La mayor parte de los personajes, incluido el protagonista, es huérfano; no hay grupos familiares ni parejas; algunos son criminales y otros adictos, como el apodado Fantasma, que había sido investigador y profesor de historia y filosofía y luego vive en unas ruinas mendingando cigarrillos. El acontecimiento inicial es el encuentro de un niño con la muerte, materializada en un cadáver que se están terminando de comer unos buitres, “íngrimo en la mitad de su deceso” (13). A pesar de la sencillez narrativa, los acontecimientos narrados son trágicos, pertenecen al orden de las calamidades sociales; la conclusión del texto, años después de la epidemia, no mejora la perspectiva: ante una investigación posterior, que trata inútilmente de recuperar el archivo perdido o robado, los protagonistas callan la verdad, algunos mueren o se suicidan y otros, que han armado una vida nueva, prefieren no referirse a la tragedia. 

En el género de la literatura policial, en 2005 y 2009, aparecen dos novelas policiales que conjugan dos enfoques históricos: Mariposas negras para un asesino y El laberinto del verdugo, deJORGE MÉNDEZ LIMBRICK. Aunque la acción principal transcurre en el presente, en determinados momentos se retrocede temporalmente. En la primera, se inserta un relato narrado por un herbolario de la época del emperador romano Augusto, lo cual permite enlazar lo sucedido en un plan suprahistórico, que atraviesa las épocas desde la antigüedad hasta el presente: parece sugerirse que, así como existe una subciudad bajo la que todos vemos, a lo largo de los siglos ha habido una cofradía que actúa impunemente, hereda sus leyes y se mueve a través de los continentes.

En El laberinto del verdugo, el tiempo histórico se materializa en el archivo del país que cuida el nonagenario Gran Archivero de la Noche, exdelincuente adicto a la morfina y hábil restaurador de libros viejos. Este construyó un laberinto donde guarda la historia no oficial de Costa Rica, que se llama como la novela. El transcurrir del tiempo se marca por la vinculación de crímenes de jóvenes sucedidos desde inicios del siglo 20. Ante la inoperancia de la investigación policial, un periodista y el mismo archivero encuentran las claves en los viejos periódicos y archivos que resguarda el segundo de ellos. 

En 2005 se descubrió en Guatemala el Archivo de la policía, gracias a las explosiones del polvorín del Ejército y material bélico de la guerra interna (1960-1996). El polvorín estaba dentro de un hospital, parte de un complejo de edificios policíacos: alrededor de 80 millones de documentos, incluidos libros de actas de la década de 1890 y que se ocultaron hasta la firma de la paz en 1996.

RODRIGO REY ROSA se ocupó de este Archivo en la obra que tituló Material humano (2009), quien cuenta acerca del llamado Gabinete de identificación, que estaba oculto bajo montículos de tierra. Le permitieron ver solo las fichas de identidad policíacas anteriores a 1970.

Otro relato sobre el mismo hecho es 300 de RAFAEL CUEVAS MOLINA, estructurado en cuatro categorías de capítulos: los de las víctimas, que narran sus secuestros; seis en los que habla gente común que busca una explicación a lo sucedido. En “De la parte de los otros-otros” se agrupan fragmentos de anticomunistas, guatemaltecos exiliados en EE.UU. y gente rica. También participan los burócratas que trabajaban en los archivos y policías; se trata, en fin, de un intento de armar el mapa de todos los posibles participantes en la terrible represión de ese país durante casi toda la mitad del siglo 20.


De la historia de Guatemala entre 1940-1950 y el golpe contra el presidente Jacobo Arbenz por Castillo Armas se ocupa la novela La lluvia (2007) y el cuento “El hombre perro” (El tercer patio, 2007) de ADOLFO MÉNDEZ VIDES. En ambos relatos, la novela y la historia política se entremezcla con la historia familiar; en la novela, por ejemplo, el cambio de gobierno coincide con la muerte del padre del protagonista, Muñoz. Este forma parte de un complot urdido por el arzobispo y un empresario bananero gringo, quienes aprovechan su fama de supuesto sanador. Constreñido por esta falsa cualidad, Muñoz se agrega a la galería de traidores y dobles. La lluvia se contextualiza en la historia mundial y guatemalteca: revela hechos violentos, como uno del dictador Rafael Carrera; asimismo, se cuenta del entierro simbólico del dictador ruso Stalin (1953) realizado en Antigua: el alcalde encabeza la marcha por las calles con un ataúd relleno de libros. Muñoz y Stalin poseen la cara marcada por la viruela padecida de niños, y ambos estudiaron en un seminario. 

HORACIO CASTELLANOS MOYA publicó dos excelentes novelas que forman una trilogía con Donde no estén ustedes (2003): Tirana memoria (2008) y La sirvienta y el luchador (2011). Narran los acontecimientos sucedidos a una familia de clase media-alta salvadoreña inmersos en la historia política del país desde 1944 hasta 1980. Tirana memoria se concentra en la organización social surgida por varios abusos del dictadorMaximiliano Hernández Martínez, que gobernó entre 1931 y 1944: levantamiento militar, represión, huelga general de la sociedad civil y renuncia del general dictador. 

La historia de la familia Aragón se vuelve a recuperar en otro período álgido en La sirvienta y el luchador. Descendientes, militares y combatientes se entremezclan en un violento escenario. El luchador es el Vikingo, uno de los que secuestran al nieto del periodista, el militante comunista Roberto Castellanos y su esposa danesa Ane-tte, llamados en la novela Betico y Brita; la empleada es María Elena, quien lo identifica y lo sigue. El azar domina la cadena de hechos políticos y familiares entremezclados: los miembros de una misma familia se oponen por sus posiciones ideológicas y unos atentan contra otros sin saberlo. Se trata de una guerra que atraviesa todas las estructuras sociales, que no respeta espacios privados ni públicos, en uno de los años más cruentos de la guerra salvadoreña. La familia Aragón sirve de nudo alrededor del cual giran los hechos de las tres novelas y a partir del cual la escritura teje una compleja trama de relaciones secretas y de traiciones. Son cuarenta años novelados para tratar de descubrir en su imbricado tejido una historia, la de una violenta guerra sucia y el final de una familia.

En la mayor parte de los relatos estudiados el tiempo histórico se fragmenta en un mosaico narrativo; además, en casi todos, los personajes y los acontecimientos ficticios se mezclan con los hechos y los documentos históricos, sin ocultar la procedencia –la web, por ejemplo-. La referencia a épocas convulsas de la historia centroamericana delinea un mapa violento, de guerra: es la época de ruptura de las reglas que sostenían el equilibrio con lo cual sus propios gobiernos destruyeron las sociedades que les tocaba proteger.

LA POLÉMICA OCASIONADA POR KRAUZE SOBRE CARLOS FUENTES. María Teresa Colchero Garrido


LA POLÉMICA OCASIONADA POR KRAUZE SOBR CARLO FUENTES.
María Teresa Colchero Garrido.







En los últimos tiempos ha aparecido, más que antes, el nombre de
Garlos Fuentes en las páginas de los periódicos y revistas mexicanas.
En 1987 publica Fuentes el discurso novelesco Cristóbal Nonato,
obra que no tiene resonancia entre los críticos literarios; sin embargo,
a raíz de que Fuentes obtuvo el Premio Cervantes en España,
el que constituye el reconocimiento más importante en el
ámbito literario de la lengua castellana, sus dotes generan un especial
interés. Así en el número 139 de la revista Vuelta, aparecen
tres artículos sobre Gallos Fuentes: uno de Enrique Krauze intitulado
"La comedia mexicana de Carlos Fuentes" y otros dos dedicados
a Cristóbal Nonato de Adolfo Castañón y Julio Ortega.
Me parece sintomático el hecho de que el ejercicio literario de
la crítica en torno de la obra de Fuentes se revive de manera más
intensa cuando el escritor mexicano es galardonado con un premio,
yá sea de carácter nacional o internacional. Guando Fuentes logró
el Premio Nacional de Literatura en México (1984), los críticos
respondieron con una actitud, si no tan arremetedora como la de
hoy, sí dirigida en el mismo sentido. ("Carlos Fuentes el Novel-ísto",
en Siempre, enero de 1985).
De ningún modo quiero decir que el ejercicio crítico parezca negativo,
pero sugiero que debe ser más gradual y más constante,
menos oportunista y sobre todo, en algunos casos, no debe ser tan
descarnado, incurriendo en el subjetivismo obvio. Aunque me parece
loable que un historiador se aboque a la crítica literaria, el
hecho también es bastante significativo. ¿En qué estado se encuentra
la crítica literaria mexicana cuando en un mismo número de
163
Vuelta Krauze da el "Do de pecho" frente a los dos artículos tardíos
sobre Cristóbal Nonato?
Por otra parte, la técnica que Krauze ha utilizado para emitir
juicios de ninguna manera nos sorprende, ya que la h a practicado
otras veces. Esta técnica consiste, en gran parte, en la descontextualización-presentación
de citas seleccionadas de distintos trabajos de
Fuentes siguiendo una secuencia cronológica, en ocasiones fallidas,1
con el propósito de demostrar que los años no han provocado evolución
en el pensamiento de Fuentes; todo ello en contraste con el
super eficaz progreso alcanzado por ese otro pensamiento que un
día hizo semilla para las primeras obras de Fuentes.
Sin embargo, si hacemos una revisión de los ensayos dedicados
a la obra fuentiana y donde todos los esfuerzos iban dirigidos al
señalamiento de la calidad de la poética de Fuentes, ensayos que
por otra parte cubrieron en su momento la función de dar a conocer
y encumbrar la obra del mexicano. Baste recordar: "La
máscara y la tratnsparencia", prólogo de Octavio Paz a ía selección
de varios fragmentos de distintos relatos recogidos en Cuerpos
y ofrendas (1972); la reseña de Juan Goytisolo dedicada a Térra
Nostra (1975); el esudio de Emanuel Carballo en Protagonistas de
la literatura mexicana ,(1981).s
1
 Krauze parte del conocimiento de la Revista mexicana de literatura, dirigida
por Carballo y Fuentes en 1955, para entonces Fuentes ya había
publicado Los días enmascarados, cuya fecha es de 1954.
3Estos son algunos de los críticos:
Duran, Gloria: "La magia y las brujas en la obra de Garlos Fuentes"
García Gutiérrez, Georgina: Los disfraces en la obra mestiza de Carlos
Fuentes, El Colegio de México, México, 1981.
Pamies N. Alberto y Berry Deán L.: Carlos Fuentes y la dualidad integral
mexicana, Ediciones Universal, 1969.
Loveluck, Juan: Novelistas hispanoamericanos de hoy, Taurus, España,,
1976.
Boschi., Befuno y Calabrese, Liliana: Nostalgia en el futuro de la obra
de Carlos Fuentes, García Cambeiro editores. Argentina, 1974.
Gordon Wing, George: Some remarks on the literary criticism of Carlos
Fuentes,
Fell, Claude: "Mito y realidad en Carlos Fuentes", en Homenaje a
Carlos Fuentes.
López-Sanz, Jaime: "Carlos Fuentes: Zona sagrada".
Kerr, Lucille: "The Paradox of Power and Mystery: Carlos Fuentes,
Térra Nostra".
Goytisolo, Juan: Contemporary literary criticism. Vol. XX.
Contemporary Authors, Carlos Fuentes.
164
La existencia de pluralidad de criterios en torno de la obra de
Fuentes es constructiva, al mismo tiempo positiva, en última instancia
el fiel de la balanza se ha inclinado hacia Fuentes.
El gran desconcierto de los lectores en cuanto a la apreciación de
la poética de Fuentes por parte de los críticos surgirá a partir de
la publicación del artículo de Krauze, donde el historiador sostiene
una tesis de controversia ya que el valor de la obra de Fuentes se
coloca en entredicho después de la publicación del ensayo Tiempo
mexicano (1971). En el artículo de Krauze se percibe un claro
empeño por desacreditar lo hasta entonces considerado como valioso
por muchos otros autores que abordan la obra de Fuentes
antes y después de la negra fecha señalada.
Si bien es cierto que en Tiempo mexicano Fuentes no da espacio
al acontecimiento acaecido el jueves de Corpus de 1971, sin
embargo la "inconsecuencia" de la interpretación de los acontecimientos
políticos por parte del escritor se marca y está ligada, a mi
modo de ver, con la renuncia al cargo de embajador de México
en Francia en el año de 1976, cuando Fuentes se pronuncia en
contra del nombramiento del ex-presidente Díaz Ordaz como embajador
de México en España. De -ahí que la pregunta a fonnular
es: ¿por qué Fuentes repudia los acontecimientos de Tlatelolco
en 1968, y no denuncia los de Corpus de 1971?
La tarea literaria de Fuentes en los primeros años de la década
de los setenta no se limitó a la creación de Tiempo mexicano, pues
el primer capítulo de Térra Nostra data de los años 1968-1969,
publicado en la Revista de ía UNAM y en la Revista de Occidente,
respectivamente, con el título de "Carne, esferas, ojos grises
junto al Sena", reformado e integrado a Térra Nostra. Asimismo,
en 1972 aparecieron otros capítulos de Térra Nostra, esta vez
Contemporary Authors, New review seríes, Vol. 10.
Contemporary Literary Criticism.
Contemporary Literary criticism: "Fuentes is a modern mexican author".
Malva E., Filer: "A change of skin and sfiaping of a mexican time".
Leal,, Luis: "History and mith in the narrative of Carlos Fuentes".
Reeve, Richard: "Térra Nostra", V. de California.
Duran, Manuel: "Carlos Fuentes as an art critíc91
.
Janes, Regina: "Térra nostra", The Literary review.
Contemporary Literary Criticism, Vol. 13.
Genn H., Bell: "Térra Nostra" New Republic, V. 176, April 9, 1977,
p. 30.
"Térra Nostra, Paperback". The New York Times Review, october 16,
1972.
165
bajo el título de "Nowhere" en Cuerpos y ofrendas, cuyo prólogo
como antes he señalado fue escrito por Octavio Paz. Además en
aquellos años Fuentes también esbozó el ensayo Cervantes a la
crítica de la lectura, publicado en 1976.
En cuanto a la comparación que establece Krauze entre BalzaeFuentes
y que cierra con las líneas siguientes: "Los personajes
de Balzac sobreviven aún en la memoria literaria y popular europea,
pocos retienen en México a los de Fuentes", esta afirmación
es poco procedente. En primer lugar, ¿dónde están las estadísticas
que justifiquen tan contundente postulado?, y, en segundo,
pretender colocar en el mismo plano la obra del escritor francés
de principios del siglo XIX con la del contemporáneo* Fuentes tampoco
me parecen procedente. Si bien, Fuentes ha declarado la motivación
que le ha producido la lectura de La comedia humana, no
ha pretendido calcar la técnica balzaciana. Por otra parte, cuando
Fuentes se ha referido a su propia obra la ha inscrito dentro del
realismo simbólico.
El análisis de Krauze presenta dentro de una secuencia cronológica
observaciones sobre La muerte de Artemio Cruz, y posteriormente
trata por separado, dando la impresión de un deslizamiento
del tiempo, la publicación de Aura: "Tiempo antes de salir,
casado ya con la hermosa actriz Rita Macedo, Fuentes publicaba
una pequeña obra maestra sobre el tema de la tenacidad del amor
a través del tiempo: Aura".
Cabe recordar que tanto Aura como La muerte de Artemio Cruz
se publicaron en el mismo año, 1962. Los críticos han señalado
que el éxito de La muerte de Artemio Cruz restó importancia al
relato Aura, el que no por eso es objetable ya que es una de las
obras mejor logradas de Garlos Fuentes
También me parece muy atrevida la afirmación que hace Krauze
cuando dice: "En Agua quemada Fuentes no representa a nadie
más que a sí mismo.
El mismo Krauze utiliza el calificativo perfecto para referirse a lo
que él nombra cuatro cuentos, y que son más bien cuatro relatos
que ofrecen la posibilidad de leerse por separado pero que al
mismo tiempo conforman una estructura novelesca en su conjunto.
Luego Krauze nos dice: "el efímero paréntesis se cerró en los años
ochenta". Sin embargo, Agua quemada fue publicada en 1981.
A tenor de la crítica de Krauze se desprende que hay una ausencia
de conocimiento de la realidad mexicana, o por lo menos que
ésta no se refleja adecuadamente en la obra de Fuentes: "He krvows
166
so much about his country33
... No podía saber, como nosotros
sabemos, que Fuentes no sabe".
Krauze sustenta gran parte de su tesis en el hecho de que Fuentes
ha vivido siempre fuera de México, como si el distanciamiento
geográfico implicara una automática descalificación a la hora de
abordar cabalmente la realidad del propio país. La relación de
Fuentes con México nunca se ha truncado, asimismo sabemos muy
bien del distanciamiento de la realidad mexicana por parte de algunos
intelectuales con residencia perpetua en el país. Y en última
instancia ¿desde qué parámetro se puede exigir a determinado escritor
que se ajuste al tiempo y al espacio que deberán corresponderle?
De la misma manera señala Krauze la carencia o nula influencia
del maestro Alfonso Reyes en la Obra de Fuentes. Nos parece
que la tarea literaria de Carlos Fuentes responde a dos de las
exigencias máximas de Reyes: ficción e ideal estético.
148.206.53.230/revistasuam/dialectica/include/getdoc.php?id=363&article=382&mode=pdf

Premio Hugo de novela 1966.


Premio de novela HUGO, 1966.
Roger Zelazny, nacido el 1937-1995, es uno de los más celebrados escritores norteamericanos contemporáneos. Su surgimiento impetuoso en la década de 1960 se suele asociar con la difusión de la `new wave` en Estados Unidos, siendo, sin duda, uno de sus máximos exponentes.

En el transcurso de muy pocos años, su nombre se hizo merecedor de una enorme reputación en el terreno de la ciencia ficción, llegando a ganar dos Premios Hugo de novela consecutivos (el primero de ellos a `Tú, el inmortal`, compartido con `Dune`, de Frank Herbert). Sin embargo, la máxima popularidad le ha llegado en el campo de la fantasía, con el que muchas de sus novelas de ciencia ficción guardaban influencias marcadas y hacia el que su obra ha venido decantándose progresivamente. Su serie de `Ámbar` y demás libros de fantasía han sido auténticos bestsellers en los últimos años.

El autor ha publicado asimismo numerosos volúmenes de poesía a lo largo de su trayectoria.

***
(Fragmento de novela: Tú, el inmortal).
Al tratar de reconstruir los acontecimientos de los últimos seis meses, me doy cuenta ahora de que, mientras nosotros levantábamos muros de pasión en torno a nuestro octubre y la isla de Os, la Tierra había caído ya en manos de aquellos poderes aniquiladores de todos los Octubres. Dirigidas desde dentro y fuera, las fuerzas de la destrucción definitiva avanzaban ya, a paso de ganso, entre las ruinas. ~. Implacables, sin rostro, con los brazos en alto. Cort Myshtigo aterrizó en Port-au-Prince tras un viaje en el «Autobús Solar Nueve», que le trajo desde Titán junto con todo un cargamento de camisas y zapatos, ropa interior, calcetines, vinos variados, medicinas y las últimas grabaciones de la civilización. Hombre rico e influyente, ese periodista galáctico. Hasta dónde llegaba su riqueza, tardaríamos muchas semanas en descubrirlo; hasta qué punto era influyente, me enteré sólo hace cinco días.
Paseando entre los abandonados, olivares, abriéndonos camino por entre las ruinas de un castillo franco, o mezclando nuestras huellas con el rastro jeroglífico de las gaviotas, allí, en la arena húmeda de las playas de Kos, matábamos el tiempo mientras esperábamos un rescate que no podía llegar, que nunca, en realidad, debiéramos haber esperado.
El cabello de Cassandra es brillante y posee el color de los olivos de Katamara. Sus manos son suaves, sus dedos cortos, delicadamente ensamblados. Tiene los ojos muy negros. Sólo es unos diez centímetros más pequeña que yo, lo que confiere una gracia especial a su figura, teniendo en cuenta que yo paso del metro ochenta y cinco. Claro está que cualquier mujer resulta agraciada, distinguida y hermosa caminando a mi lado, puesto que yo no soy nada de eso: mi mejilla izquierda era por entonces un mapa de Africa pintado a todo color, por culpa de aquellas fungosidades que atrapé al contacto con una lona mohosa cuando volvía de desenterrar a Guggenheim para el viaje a Nueva York. Mi pelo se detiene a un dedo de las cejas, y mis ojos son desiguales (cuando quiero intimidar a las personas, les clavo la mirada utilizando el ojo derecho, azul y frío, reservando el otro, de color castaño, para las miradas «francas y honradas»). Además llevo una bota reforzada, debido a mi pierna derecha, más corta que su compañera.
Verdad es que Cassandra no necesita de contrastes. Es hermosa.
La encontré por casualidad, la perseguí desesperadamente, me casé con ella a la fuerza (esto último fue idea suya). En realidad, no era ése mi propósito, ni siquiera aquel día cuando atraqué mi caique en el puerto y la vi allí, tendida al sol como una sirena junto al plátano de Hipócrates, y decidí que la deseaba. Los kallikanzaroi nunca fuimos el tipo ideal para fundar familias. Cometí un error, una vez mas.
Era aquélla una mañana clara. Iniciábamos nuestro tercer mes de vida en común. Era también mi último día en Kos... debido a una llamada recibida la tarde anterior. Todo rezumaba aún la humedad de la lluvia nocturna, y nos hallábamos sentados en el patio, bebiendo café turco y comiendo naranjas. El día comenzaba a infiltrarse por el mundo. Soplaba una brisa intermitente, húmeda, que nos ponía la carne de gallina bajo la negra armadura del suéter y disipaba el vapor de las tazas de café.

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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