En oportunidades, me la imaginé paseando por el centro de San José con su indumentaria de chica gótica. En mi pensamiento la veía con otro grupo de jóvenes en el parque San Gregorio fumando hierba o me la figuré en una de las terminales del metro Periférico esperando al tren para escabullirse en medio de las sombras y de la noche. ¿Por qué de las ideas recurrentes de una Florina desconocida?
***
¡Acá, es donde suceden y aparecen las cosas extrañas! Una noche no quedamos de vernos y, por azar la miré en una de las galerías de la Torre de los Desechos... ¿Qué hice? Pues, la seguí. Florina andaba en compañía de tres hombres. ¿Conocía yo a los hombres? No. Sigo… pues… Bajaron a un subnivel del primer piso y apresuraron el paso... no lo entendía, ¿apresurar el paso? ¿Para qué y por qué? Sospeché, me descubrían y no enfrentarme, formaría parte de la estrategia, bastaba huir en medio de los claroscuros. O, ¿existía otro argumento de Florina más fuerte para no presentarme a los hombres?
Y al apretar el paso, me acordé de un detalle, el subnivel en que estábamos -para desviar mi atención y con suerte burlar mi persecución- es un pasillo ciego, no posee otra salida.
Error: ellos corrían sin importarles en cuál galería ingresaban. Más, la sorpresa me la llevé yo: llegué al final de la galería y estaba vacía, sin rastro de los perseguidos, a pesar de que el zaguán se iluminaba con farolas. ¿Adónde se escondían? ¿Acaso en la persecución doblé por una galería equivocada? Insisto: una lámpara de metal colgada a varios metros de altura me daba la suficiente claridad para poder percibir el lugar: nada, no existía nada. Lo confieso: al principio la cólera me ganó, ese sentimiento burdo me revolvía las tripas, me sentí humillado, me sentí burlado, un niño al que sus amigos se le esconden para darle una broma pesada o huyen por no querer su compañía.
Cesando la cólera empecé a sentir temor, esa sensación de temor mezclado con abandono. Y el temor se transformó en pánico, transgredía el razonamiento lógico, desafiaba las leyes de la física. ¡La materia no puede desaparecer, en este caso: cuatro personas!
¿Qué hice? En situaciones extrañas y de riesgo, pánico, temor o de confusión la persona reacciona de diferentes maneras... usted lo sabe muy bien y... terminé pegando la cara con el final de la pared del pasillo: ¡Centímetro a centímetro el pasadizo lo inspeccioné! Tantee y escudriñé las paredes... nada... nada, el pasillo literalmente se los tragaba: lo único presente en derredor mío era una veintena de cajas de cartón apiladas en torres cerca de las paredes del zaguán y las que me cercioré estuvieran vacías. Nunca he estado tan confundido... hasta que ... tuve una explicación satisfactoria.
¿Cuál? El arte de esconder objetos delante de nuestros ojos, a un palmo de nuestras narices: el hombre engañaba al ojo. Estaban en el lugar Florina y los hombres, no obstante, mis ojos no los visualizó. ¿Usted ha oído hablar del punto ciego? Si no lo ha oído mencionar se lo digo: “el punto ciego es una zona de percepción que no podemos notar, el ojo es burlado”.
Lo anterior es un viejo truco utilizado por los ingleses en la Segunda Guerra Mundial para desaparecer ciudades enteras y los nazis no las bombardearan.
Es la única explicación. Mi teoría estaba sustentada en averiguaciones posteriores. ¿Cómo lo supe? El hombre realizaba un espectáculo de ilusionismo en el night club. Digo ilusionismo, la palabra es más justa al acto de aparecer y desaparecer objetos y otras cosas más. El ilusionismo es un engaño óptico, el ojo es burlado, o la persona es inducida a valorar una situación en forma equivocada. ¡Magia es otra cosa! Magia es servirse de poderes sobrenaturales para transformar algo. ! ! Son cosas totalmente diferentes!
Todo iba armándose en mi mente: el Zandunga, el hombre de la chivilla con los bigotes a lo Salvador Dalí e ilusionista; Florina, stripper en el night club. Sí, me juraron en el Zandunga que de vez en vez ella hacía de stripper. Nunca lo mencionó, no obstante, yo lo supe, lo averigüé. ¿Por qué lo hacía? Placer, la sensación del estar semidesnuda en la penumbra, saberse objeto erótico eso a ella también la erotizaba. ¿Qué le parece don Henry?
***
Capítulo I
(Horas después de la primera entrevista de Lázarus).
En el bufete: sueños y en busca de pistas en la Morgue Judicial.
Las luces del Valle de las Muñecas permanecían allí, sentí un enorme deseo de volver a aquel mundo, también – no lo niego - con los sucesos violentos en el Mall Vellavista y la muerte de don Julián Casasola Brown, no regresaba ni al Bellavista cerca del campus universitario ni al Valle de las Muñecas.
¿Mi pasatiempo por las noches? Lo ocupaba para ir a ver a mi viejo amigo el Gran Archivero... ¿acaso volvería a visitar la Torre Báquica? ¿Acaso el dique de contención y de una falsa moral – del deber ser lo correcto- se rompía de nuevo dejando libre el cauce de tanto vicio oculto que yo Henry de Quincey no domesticaba?
Y, me recosté en el sillón de cuero negro y me quedé dormido.



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