viernes, 18 de abril de 2025

JOSE FERRATER MORA EL MUNDO DEL ESCRITOR EDITORIAL

 



JOSE FERRATER MORA EL MUNDO DEL ESCRITOR EDITORIAL CRÍTICA

Este libro pertenece al género de lo que cabe llamar «compren sión literaria», «hermenéutica literaria», o «interpretación de la literatura». Se trata de un campo tan vasto y difuso que es fácil transitar por él sin advertir que se halla repartido en varias par celas. Mencionaré cuatro. 1) La parcela de más categoría es la de la «crítica literaria» en sentido estricto, esto es, la crítica literaria concebida como una disciplina rigurosa — lo más rigurosa posible, que a menudo es menos de lo deseable—. 

Los cultivadores de esta crítica, sea cual quiera la metodología que adopten —estilística, análisis estructu ral, etc.— tienen que valerse de categorías formales y tienen que usar, cuando la ocasión lo requiera o permita, métodos cuantitati vos (por ejemplo, la computación de la frecuencia de usos de tér minos y expresiones, o de las formas principales de construcción sintáctica). 2) De menos categoría, pero no necesariamente de menos im portancia, que la anterior parcela es la que abarca lo que llamaré, por mor de la brevedad, «historia literaria».

Digo «por mor de la brevedad» porque la parcela cultivada bajo el citado rótulo in cluye no sólo la historia de la producción de obras literarias, sino también la biografía de los autores, el estudio de las influencias, el desarrollo de los temas, y, desde luego, y a menudo principal mente, la sociología de la literatura. 3) Una parcela hoy poco reputada, y hasta francamente des deñada, es la titulada «crítica impresionista». 

No se trata necesa riamente de una crítica arbitraria, pero debe reconocerse que su interés y eficacia dependen casi siempre de la sensibilidad artís tica, e inclusive de la propia capacidad literaria, del crítico. 4) La última parcela, que colocaré bajo el rótulo «crítica (literaria) filosófica», ocupa un territorio inmenso, y seguramente excesivo. Consiste en la aplicación a la comprensión literaria — y a menudo a la comprensión de la comprensión literaria— de prin cipios filosóficos, sean de índole general o de carácter más res tringido, como los formulados en la estética o en la filosofía de la cultura. Esta parcela está siendo constantemente removida, al al bur de las corrientes filosóficas que se juzguen más adecuadas para proceder a las pertinentes construcciones o, según los casos, des construcciones. 

 Ninguna de las parcelas mencionadas se halla muy precisamen te circunscrita. Lo más usual es que los estudios de hermenéutica literaria se cuelen de una parcela a otra. En ciertos casos, como ocurre con la crítica literaria estricta y la historia literaria, el cruce de limites puede ser beneficioso, en un sentido parecido a como puede serlo el entrecruzamiento (no la confusión) de la fi losofía y la historia (y sociología) de la ciencia. Los estudios de que consta la presente obra no encajan cómo damente dentro de una sola de dichas parcelas, pero no constituyen tampoco un dominio del todo independiente y soberano. Son una especie de híbrido.

 Como hay en ellos poco, o nada, de his toria (y sociología) literaria, y no son tampoco ejercicios de crí tica (literaria) filosófica, les quedan dos territorios a explorar y cul tivar, pero los exploran y cultivan en forma algo distinta a como lo hacen sus legítimos propietarios. Por una parte, hay en tales estudios algo de crítica impresionista, pero ésta se halla tan las trada por una fuerte «carga empírica» (que los «impresionistas» usuales, arropados en sus reacciones subjetivas, tienden a descar tar) que nunca se remonta a más de un par de varas cortas sobre la tierra firme. Por otra parte, simpatiza con varios de los re quisitos de la crítica literaria en sentido estricto. 

Por ejemplo, echa mano de algunas categorías como la de «preferencia lingüística» (y su complemento, la de «repugnancia lingüística», o «rechazo lingüístico») y la categoría de «coherencia sistémica» — categorías que no son aún angostamente formales, pero que pueden servir para tender una especie de red conceptual—. Apunta asimismo a la posibilidad, y aun necesidad, de llevar a cabo computaciones de frecuencias destinadas a validar o invalidar las descripciones presentadas. 

La mencionada computación de frecuencias, asi como una exhaustiva ordenación y reconstrucción de estructuras sintác ticas, lejos de dañar las sugerencias que se ofrecen, podrían con tribuir a hacerlas más aceptables y más precisas. Dado el sentido que doy al término 'mundo', parece razo nable admitir que todos los escritores que han producido una obra de cierta complejidad tienen, es decir, manifiestan un mundo, y algunos tienen o exhiben más de uno. No todos, sin embargo, tienen o exhiben uno o varios mundos con el mismo grado de intensidad y la misma coherencia. 

Los escritores aquí elegidos a guisa de ejemplos tienen un mundo en el más alto y amplio sen tido, y es un mundo muy coherente, esto es, uno en donde cada elemento y forma de discurso está al servicio de una estructura unificada. Con ello no estoy formulando ningún juicio de valor. No estoy diciendo que el grado de intensidad y la coherencia del mundo que un escritor despliega determinan unívocamente el va lor y la calidad de su obra. 

Éstos dependen de muy otros factores. Es posible inclusive que un gran escritor sea, por así decirlo, me nos «mundiftcable» que algunos escritores menores. Decir «el mundo de un escritor» no es necesariamente lo mismo que decir «el mundo de un gran escritor». De los autores elegidos, dos son, en mi opinión, realmente grandes —Valle-Inclán, que lo es en su perlativo, y Calderón—. Con respecto a los restantes, caben dispu tas: para algunos, Azorín es menor en todos los sentidos de esta palabra, y Baroja es un razonable término medio.

 Pero aquí no interesan las cualidades de una obra literaria, sino la relación entre ésta y un cierto mundo —o, si se quiere, la obra literaria como «una trabazón mesclada y junta», según decía, apoyándose en Aristóteles, Fernando de Herrera} No debe extraerse, pues, nin guna consecuencia valorativa del mayor o menor detalle con que se ha estudiado a un autor determinado o, congruentemente, de la mayor o menor extensión dedicada al mismo. El detalle y la ex tensión responden al modo como se ha enfocado el estudio perti 1. En Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones, Sevilla, 1580, página 338, dtado por Francisco Rico, El pequeño mundo del hombre. Varia fortuna de una idea en las letras españolas, Castalia, Madrid, 1970, p. 11. nente: concentrado, y a veces elíptico, en el caso de Valle-Inclán; directo, y un tanto abrupto, en el de Baroja; moroso y textual, en el de Azorín; sintético, en el de Calderón.

 Espero que esta varie dad de modos contribuya a romper la monotonía que las investiga ciones del tipo de las aquí emprendidas pudiera engendrar. Por supuesto, cabría haber sacado a relucir otros escritores de indisputables méritos y que, por añadidura, han exhibido, o crea do, un mundo con elementos perfectamente coadunados; para ba rajar al azar algunos nombres, Carpentier, Joyce, Nabokov, Proust, en orden alfabético. La elección hecha es, pues, relativamente ar bitraria. La salvan de una arbitrariedad total el que los elegidos pertenezcan al mismo universo lingüístico y el que, además, tres de ellos, los más detalladamente examinados, hayan sido, ciertas reservas aparte, miembros de la misma generación.

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