viernes, 4 de abril de 2025

Autobiografía III Figuras Simbólicas Medida de Francia Sur y Cía. OCAMPO VICTORIA.

 





JUSTIFICACIÓN 

 Hace casi veintisiete años que recibí la última carta de Victoria Ocampo. Ella, sin embargo, todavía tuvo tiempo para escribir algunas más en aquellos típicos papeles celestes, que después, invariablemente, mandaba por correo expreso. Las últimas, penosamente manuscritas, fueron el pésame enviado a la viuda de Roger Caillois, Aleña, y una dolida misiva a Yvette, la pri mera mujer de Caillois, por quien Victoria sentía gran afecto. Ambas es tán firmadas el 11 de enero de 1979. Caillois, veintitrés años menor que V. O., la precedió sólo dieciséis días en cruzar el umbral definitivo. Victoria no solía fechar sus cartas, pero el matasellos del sobre indi caba cuándo fueron enviadas. Aquella carta, dirigida a mí, empieza : “Lunes, tres de la mañana, habitual insomnio”. 

Del cáncer que la había cercado, con terribles dolores, desde 1963, no habla. Con pudor, con dignidad, no alude a su enfermedad. Probablemente consideraba que los sufrimientos no constituyen un mérito sino una desgracia y las desgra cias se soportan pero no se exhiben. 

 Ella mostró en su Autobiografía las vivencias del primer medio siglo de su vida. La escribió en seis tomos y dejó precisas instrucciones acer ca de cuántos años debían pasar después de su muerte para darlas a la imprenta. Por supuesto, no se cumplieron sus deseos y diez u once me ses después de su desaparición se publicó el primero de los seis tomos que componían sus memorias. 

Pero esta premura fue una suerte para sus lectores. Victoria empieza con la historia de nuestra propia aventura, la de narrar el nacimiento de la patria, tan ligada a su propia familia, hasta el amor que colmó su vida con la apasionada relación que la unió a Julián Martínez , primo de su marido. Pocas veces en nuestra literatura se en cuentra una novela de amor y celos tan atractiva como la que ella escri bió, embriagada y sumergida en una pasión que, siendo maravillosa, la llenaba de culpas, pese a estar separada ya de su marido. 

El breve ma trimonio con Bernardo de Estrada (a trece o catorce meses del casamien to, vivían física y espiritualmente alejados el uno del otro) la arrastró a una catástrofe más que a un fracaso. Con Julián, dedicada a él, entrega da a la felicidad de compartirlo todo; las lecturas, los días, el aire, la luz del otoño en las hojas de los árboles, la luna entrevista sobre las nubes de un horizonte de agosto, el calor de las manos unidas en la oscuri dad... 

Con él, como refugio y alegría, transcurrieron los mejores años de su juventud. Fueron casi tres lustros que en su Autobiografía palpi tan, más allá del tiempo y del olvido, como vividos ayer... El prefacio que inaugura el primer tomo termina justificando esta Autobiografía inigualable. Habla de su vida y de sus sueños de llevar adelante SUR, editorial y revista, de lograr los derechos civiles para la mujer, tan relegada y encerrada; de buscar la paz y el amor entre los su cesos de los pueblos a través de la educación como meta. Habla de sus amigos, de Tagore, de Ortega, de Drieu La Rochelle, del desafortunado conde de Keyserling, de Ansermet, del Príncipe de Gales que perdió la corona por amor, de Güiraldes, de María de Maeztu... Habla, en fin, de sus búsquedas e ilusiones, y dice: ...“viviendo mi sueño traté de justifi car mi vida. Casi diría de hacérmela perdonar”. La justificación de su vi da la ve en la creación de la revista y de la editorial SUR y en la super vivencia de ambas. En el sexto tomo de la Autobiografía, Victoria asegura que desde 1931, cuando nace SUR, “mi historia personal se confunde con la his toria de la revista. Todo lo que dije e hice (y escribí) está en SUR y se guirá apareciendo mientras dure la revista”. 

 En ese último tomo, cuando la autora cierra su cuaderno de notas, advierte: “No sé si me sobrevivirá (se refiere a la revista). Tampoco sé si alguna vez agregaré algo a estas Memorias. Ahora no. San Isidro, prima vera de 1953”. Y no escribió nada más. Su Autobiografía apareció en seis tomos entre 1979 y 1984 y luego la edición se agotó y la mayoría de nosotros sólo tiene fotocopias . Hoy, cumpliendo con una promesa hecha a nosotros mismos y al es píritu de esa inigualable mujer del siglo XX, que ha inspirado toda nues tra labor, la Fundación Victoria Ocampo recupera la Autobiografía, agrupando los seis libros que la componen en tres volúmenes. 

Nunca sabremos si Victoria agregó algo más a sus Memorias como señaló en la lejana primavera de 1953. Probablemente, no quiso hablar de sus penas, de las pérdidas sucesivas con que nos castiga el tiempo, de los aspectos sórdidos que significan la cárcel, la enfermedad, el dolor. No quiso exhibir sus llagas. Pero, ¡qué importan los sufrimientos con que nos castiga el solo hecho de existir! Importan, sí, la dignidad de su vida, su sentido ético y el entrañable estilo con que nos cuenta las vici situdes de su grandiosa labor a favor de la cultura. Todo eso está aquí, esperándonos. Compartamos con ella la aventura. 

 María Esther Vázquez

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