sábado, 15 de marzo de 2025

HHL ÉTIENNE GILSON LA FILOSOFÍA N LA EDAD MEDIA DESDE LOS ORÍGENES PATRÍSTICOS HASTA EL FIN DEL SIGLO XIV -PREFACIO




PREFACIO La primera edición de esta obra data de 1922. Al presentarla de nuevo, después de veinte años, bajo una forma mucho más amplia, hemos respe tado su primitivo carácter. Sigue tratándose de una visión de conjunto de la filosofía medieval, escrita para lectores cultos que deseen iniciarse en estas cuestiones. Los especialistas, o quienes aspiren a serlo, disponen de un admirable instrumento de trabajo en la segunda 'sección del Grundriss der Geschichte dar Philosophie, de Friedrich Ueberweg: Die patristische und scholastische Philosophie, undécima edición, publicada por Bernhard Geyer, Berlín, E. 8. Mittler, 1928. No se pueden aportar más hechos, ni más inteligentemente interpretados, en un volumen menor; sus indicaciones bi bliográficas son de una riqueza inmensa, y de ahí es de donde toda inves tigación personal debe tomar su origen. Los que prefieran una orientación filosófica en toda esta masa de hechos estudiarán con provecho los dos volúmenes de la Histoire de la philosophie médiévale, de Maurice de Wulf, París, J. Vrin, 1934, 1936. En ella encontrarán, además de los comple mentos bibliográficos necesarios para el período 1928-1936, una serie de estudios históricos llevados según principios filosóficos definidos, y que se benefician de su luz. Por fin, para situar el pensamiento medieval en su relación con el conjunto de las tradiciones griegas de las que es here dero —punto de vista tan necesario como los precedentes—, debe leerse la Philosophie du moyen age, por Emile Bréhier (París, Albin Michel, 1937), cuya claridad y precisión no dejan nada que desear. Más adelante seña laremos otras obras generales sobre el mismo tema, cada una de las cuales se recomienda por sus propios méritos, que nosotros no pretendemos su plir. Nuestra intención no ha sido escribir una obra de erudición, o presen tar una serie de monografías sobre los principales pensadores de la Edad Media, ni siquiera citar todos los nombres propios conocidos, cosa que, en cierto sentido, hubiera sido más fácil, sino simplemente contar una his toria tal como se puede apreciar en sus líneas más generales después de haberla estudiado y enseñado durante muchos axlos, seleccionando de sus HHL HHL 8 Prefacio momentos principales sólo aquello que pueda aclarar su sentido general. Las divisiones por siglos y por series de autores no representan aquí más que simples marcos. Con frecuencia podrían ser distribuidos los filósofos y los teólogos según series diferentes, por razones distintas y a veces me jores; pero esperamos que en cada caso nos serán reconocidas las que nos han aconsejado el orden que hemos creído deber adoptar. El índice de nombres propios permitirá reunir cuanto se relaciona con el mismo per sonaje y ver en qué otros marcos se le podría, quizá, inscribir. Las indi caciones bibliográficas han sido reducidas al mínimo, ya que al menos uno de los trabajos que indicamos remite por regla general a todos los demás. Aun cuando hemos creído que debíamos ahorrar al lector las referencias en una obra de este género, hemos conservado y aumentado las citas en las cuales el latín técnico, aunque sólo sea por su vigor, es con frecuencia irreemplazable. Por otra parte, el texto se comprende siempre sin ellas y da, de ordinario, su equivalencia. Accediendo a un deseo frecuentemente expresado, hemos añadido a esta historia dos capítulos de introducción al pensamiento filosófico de los Padres de la Iglesia. Finalmente, con objeto de rectificar ciertas ilusiones ópticas, de otro modo inevitables, todos estos acontecimientos han sido situados en el marco ampliado de una historia de la cultura intelectual de la Edad Media, disminuyendo así, según espero, la separación que existe siempre entre semejantes esbozos históricos y la complejidad de lo real. A pesar de este esfuerzo por abarcar lo más exactamente posible lo con creto, es necesario confesar que toda historia de la filosofía de la Edad Media presupone la decisión de abstraer esta filosofía del medio teológico en que ha nacido y del cual no es posible separarla sin violentar la realidad histórica. Puede verse que no hemos admitido ninguna línea de demar cación rigurosa entre la historia de la filosofía y la historia de la teolo gía, no solamente en la época patrística, sino incluso en la Edad Media. De ahí no se sigue que no se pueda hablar en justicia de una historia de la filosofía medieval. Nada más legítimo, desde el punto de vista de la his toria general de la filosofía, que hacerse cuestión del desarrollo y proceso de los problemas filosóficos planteados por los griegos, a lo largo de los catorce primeros siglos de la era cristiana. Sin embargo, si se quiere es tudiar y comprender la filosofía de esta época, hay que buacarla donde se encuentra, es decir, en los escritos de hombres que se presentaban abier tamente como teólogos o que aspiraban a serlo. La historia de la filosofía de la Edad Media es una abstracción sacada de esa realidad, más vasta y más comprensiva, que fue la teología católica medieval. No hay por qué sorprenderse de las incesantes referencias que, en el curso de esta obra, se hacen a problemas propiamente teológicos; antes al contrario, dichas referencias recordarán provechosamente la simbiosis de estas dos disci plinas intelectuales durante la larga serie de siglos que tenemos que recorrer. Una obra tan general no se escribe sin que su autor contraiga innu merables deudas respecto de los que le han precedido en el estudio de las HHL HHL Prefacio 9 mismas cuestiones. Hemos reconocido expresamente muchas, pero nos es imposible reconocerlas todas. Las dimensiones de esta obra no han aco bardado la generosa amistad del sacerdote André Combes, profesor del Instituto Católico de París, que ha tenido a bien leerla manuscrita y su gerirnos numerosas correcciones, varias de las cuales afectaban no sólo a la simple forma, sino también al fondo. Otra deuda para con él, de na turaleza más precisa todavía —puesto que se trata de páginas redactadas a petición nuestra—, será señalada más adelante, en su lugar; pero desea mos expresarle desde ahora nuestro más vivo agradecimiento. E. G.

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