INTRODUCCIÓN
¿Quiénes fueron los sofistas?
Aunque desde la Antigüedad es habitual hablar de la
Sofística o de los sofistas, éstos no constituyeron nunca una
escuela filosófica, en el sentido tradicional del término, ni
siquiera un movimiento unitario; más bien se trató de un
talante intelectual y de un movimiento de renovación peda
gógica, que detectamos no sólo en los sofistas, sino también
en otros filósofos, artistas o escritores. Por ello, los criterios
de inclusión o exclusión que se han utilizado para construir
nuestro corpus de sofistas son, hasta cierto punto, arbitra
rios. ¿Por qué — se pregunta, no sin razón, Kerferd1— in
cluimos a Critias entre los sofistas? La única razón para ello
es que así lo hace Filóstrato en su Vida de los sofistas. No
obstante, si lo que nos ha llegado del Sísifo no salió de su
pluma, poco es con lo que contamos que justifique su in
clusión entre los sofistas. ¿Por qué, en cambio, excluimos
de nuestras colecciones a personajes como Calicles, Euti
demo o Dionisodoro, que son presentados explícitamente
por Platón con todos los rasgos que caracterizan al resto de
la profesión?
1 The Sophistic Movement, págs. 52-53.
δ
SOFISTAS
El nuevo espíritu que los sofistas encaman y que, en
ocasiones, ha sido calificado de espíritu «ilustrado», debe
mucho a la ciencia, la filosofía y la historiografía jónicas.
En Heródoto, por ejemplo, se puede detectar ya un nuevo
espíritu, en su deseo de exponer racionalmente los aconte
cimientos recientes, en su afán de controlar, con juicio
crítico, los testimonios de unos y otros, así como en su rela
tivismo moral, implícito en sus rudimentarios registros an-
tropológlcos2.
La ciencia y la filosofía jónicas dejaron también su im
pronta en la actividad intelectual de los sofistas. El esquema
tradicional que asignaba a los filósofos la naturaleza como
objeto de estudio, frente a los sofistas que se habrían ocupa
do exclusivamente del hombre es sencillamente falso. Los
sofistas se ocuparon de cuestiones naturales. Gorgias, por
ejemplo, se ocupó de la naturaleza del color. Los filósofos,
por otro lado, se ocuparon de lo que podríamos llamar
«Filosofía de la razón» o Gnoseología. Entre unos y otros
hubo, sin duda, mucha más continuidad e influencia mutua
de lo que puede parecer en un principio3. La influencia de
Anaxágoras, por ejemplo, en algunos sofistas parece hoy
fuera de toda duda4.
2 Vid. C. S ch rad er «Tipología y orígenes de la historiografía griega»
en López Eire-S chraeder, Los orígenes de la oratoria y la historiogra
f í a clásica, Zaragoza, 1994, págs. 130 ss.
3 Cf. Erik Wolf, Rechisphilosophie und Recktsdichtung im Zeitalter
der Sophistik (Griechísches Rechtsdenken, Tom. Π), Francfort, 1952,
págs. 9-6.
4 Vid: C. García Gual «Los sofistas y Sócrates» en Historia de la
Ética, ed. V. Camps, Barcelona, 1988, págs. 36 ss. Kerferd, op. cit.,
pág. 13 arguye que se ha exagerado la influencia del filósofo en los sofis
tas. En su noción de nous, se ha querido ver el principio mental, subjetivo,
que los sofistas extendieron a todos los campos de la filosofía. Kerferd re
cuerda, de un lado, que Anaxágoras concedió un papel muy limitado a la
INTRODUCCIÓN
9
Por otro lado, los sofistas-se sintieron herederos de los
antiguos rapsodos5. Ocasionalmente Hipias y Gorgias adop
taron el manto de púrpura de los rapsodos, para subrayar la
continuidad de la función de los poetas antiguos6. Los rap
sodos recitaban e interpretaban la poesía tradicional7, una
actividad que, a los ojos de Sócrates, no entraba dentro de
las categorías de tékhnë ni de epistemë*'. Pues bien, los so
fistas se servían igualmente, para sus propios fines educati
vos, de los «poetas», sin que haya pruebas claras de que su
recurso a la poesía implicara una interpretación de la mis
ma9, tal como hacían los rapsodos. La poesía para ellos te
nía una finalidad fundamentalmente retórica o educativa, no
literaria. No practicaron de modo sistemático la hermeneía
ton poiëtôn.
En todo caso, no podemos prescindir de las caracteriza
ciones, malévolas o no, de los sofistas por Platón. En el
noíis (cf. P latón Fedón 97b-98c) y, de otro, que el concepto de nous era
para Anaxágoras algo material, no individual o personal. Por otro lado la
cronología hace difícil establecer relaciones entre el filósofo y los sofistas.
5 Vid. R. Pfeiffer, Historia de la Filología Clásica, pág. 113, quien
cita en n. 93 el estudio de B. Tsirimbas, Die Stellung der Sophistik zur
Poesie im V und IV Jahrhunderf bis zu Isokrates (tesis doctoral), Munich,
1936.
6 Cf. D. K„ 82 A 9.
7 En la labor interpretativa del rapsodo hace especial hincapié el lón
platónico (Ion 350 c).
8 Cf. Ion 536.
9 Antístenes, discípulo de Gorgias y quizás también de Metrodoro de
Lámpsaco, compuso una obra Sobre los exégetas de Homero, ampliamen
te utilizada en los escolios homéricos. Parece que, en dicha obra, Antíste
nes recurrió al método de interpretación alegórico. Según Dión Crisós-
tomo (Orat. 53, 5) fue el primero en establecer la distinción entre verdad
y opinión en los poemas homéricos, para explicar algunas contradicciones
de los mismos. A él corresponde el dicho «el examen de las palabras es el
comienzo de la educación».
10
SOFISTAS
Gorgias (462b3-465e6) Platón opone a las artes (tékhnai),
en las que puede alcanzarse el mayor grado de perfección y
excelencia en una esfera determinada de la actividad huma
na —y de las que la nomoihetiké, que es el arte de reglar la
conducta humana, constituye el arte supremo— las activi
dades engañosas de los sofistas, que ni son científicas ni
están basadas en principios racionales. Su único objetivo es
complacer y no son, en el fondo, más que imitaciones de las
auténticas tékhnai.
En diferentes pasajes, Platón define sucesivamente al
sofista como a) un cazador a sueldo de jóvenes pudientes;
b) un mercader de paideía; c) un detallista del conocimien
to; d) un vendedor de bienes que él mismo ha fabricado;
e) un individuo que mantiene controversias del tipo de las
que cultivaba la Erística; f) alguien que mediante el élen-
khos libera al alma del vano concepto de sabiduría; g) una
falsa réplica del filósofo, por cuanto construye contradic
ciones basadas más en apariencias y opiniones que en la
realidad.
La educación sofística
Generalizando mucho podemos decir que la educación
sofística tenía una doble vertiente: una retórica10, tendente a
dotar al individuo de la preparación necesaria para salir ai
roso en los debates políticos y forenses, y otra que podría
mos llamar, en sentido muy amplió, política: un método ca
paz de asegurar la recta administración de los asuntos
propios así como los de la ciudad11. Los primeros sofistas se
10 Cf. Gorgias 449a.
11 Cf. Protágoras 319a.
INTRODUCCIÓN
11
anuncian como especialistas de la acción política. Poseen
una habilidad o técnica para los asuntos de la ciudad y una
inteligencia práctica12 y responden a aquel tipo humano que
Mnesífiles, el sabio consejero de Pericles, alabaral3.
Lo que los sofistas ofrecían, en lugar de la educación
aristocrática tradicional, era una formación intelectual sis
temática, un plan de estudios que, por decirlo con palabras
de J. de Romilly, confería «competencia intelectual».
Los sofistas venían a cubrir las crecientes necesidades
de educación superior que la cultura democrática exigía ca
da vez más. Lo que los sofistas ofrecían venía a ser algo así
como una enseñanza secundaria privada. La enseñanza
pública primaria en Atenas se limitaba a enseñar los rudi
mentos de la escritura y a suministrar una escueta formación
musical y literaria, junto con los elementos del cálculo y la
aritmética. Por decirlo con palabras nuestras: leer, escribir y
las cuatro reglas. Pues bien, la educación sofística abría más
amplios horizontes a quienes deseaban iniciar una carrera
pública. Ante todo enseñaban el arte de hablar persuasiva
mente en público, mediante la práctica de la argumentación
y el ejercicio continuado en debates sobre cuestiones éticas
o políticas, algo absolutamente indispensable en Atenas,
cuyo sistema político y judicial, basado en la participación
directa del ciudadano, exigía de éste un dominio del arte de
la palabra.
Un aspecto nada anecdótico de los sofistas es que ense
ñaban por dinero. Este hecho, para nosotros natural, signifi
caba de hecho una revolución en la sociedad griega y, a ojos
12 Vid. G. B. Kerferd, «The First Greek Sophists», CR 64 (1950), 8
10. y W. N estle, «Gab es eine ionische Sophistik?», Philol. 70 (1911),
258 ss.
13 Heródoto, VIII 57-58. Cómo «atractivos profesores de cultura y
arete·» los describe G arcía G ual, op.-cit., pág. 38.
12
SOFISTAS
de muchos, un serio peligro para la estabilidad del sistema
político. La educación tradicional estaba limitada al· entre
namiento deportivo en la palestraí4, confiado a un paidotrí-
bës y a una iniciación en el canto y la danza — a cargo de
un kitharistes— así como en la lectura y aprendizaje de los
poetas, de la que era responsable el grcimmatistes. Esta edu
cación tradicional, que no parece que fuera obligatoria, no
suponía una verdadera formación intelectual. Para la con
cepción aristocrática la formación del individuo se efectua
ba en el seno mismo de la ciudad, sin necesidad de inter
mediarios. Esta es la queja y el reproche que Sócrates dirige
a los sofistas15: los jóvenes pueden llegar a ser buenos ciu
dadanos frecuentando gratis a aquellos ciudadanos dignos
de estima y, en todo caso, la ciudad es en sí misma una es
cuela de ciudadanía. El reproche tradicional que una y otra
vez leemos en los textos de sus adversarios es que vendían
instrucción en cuestiones de sabiduría y de virtud, cosas
inapreciables, para las cuales la amistad y la gratitud son re
compensa suficiente16. La verdadera razón del escándalo
radicaba en el hecho de que los sofistas vendían sabiduría a
cualquiera que pudiera pagarlesl7.
14 Que hubo una oposición contra la educación y práctica deportiva,
sentida, en cierto modo, como un obstáculo u oposición a la formación
intelectual, parecen probarlo algunos textos de inspiración sofística como,
v. g „ un fragmento del Autólico de Rurumdes.
15 Cf. Apologia 19e.
16 Cf. Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, I 2, 7-8.
17 Cf. Protágoras 319a 1-2, donde explícitamente se formula el rece
lo ante la posibilidad de que cualquiera, mediante la instrucción sofística,
pueda convertirse en un político eficaz y de éxito. Cf. Platón, Hipias
mayor 282 di y Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, I 2, 6; 5, 6; 6, 5, 13.
Otro argumento en contra de la enseñanza remunerada, que no debemos,
sin embargo, tomar muy en serio, aludía al riesgo de que el maestro se
convierta en esclavo de quien le paga. Sin embargo, en el Protágoras
INTRODUCCIÓN
13
La documentación sobre el coste de un curso es confusa
y los resultados que su análisis arroja contradictorios. Pare
ce razonable la inferencia de Kerferd18 de que un curso
normal podía estar alrededor de las tres minas por ano, lo
que hacía que no estuviera al alcance de los artesanosl9, pe
ro que tampoco resultara excesivamente oneroso para los
ciudadanos pudientes.
Necesariamente los sofistas, que se presentaban a sí
mismos como maestros de virtud y sabiduría política, debie
ron de reflexionar sobre una de las cuestiones que más
preocupó a los pensadores políticos y a los filósofos de la
época, a saber, la de si se puede o no enseñar la virtud. La
cuestión, como es sabido, ocupa no pocas páginas de los
diálogos platónicos. En el fondo la cuestión encierra otra de
más largo alcance, como es la de quién está capacitado para
participar y dirigir la vida pública. La posición tradicional,
ciertamente aristocrática, es que la virtud es algo natural,
fruto de la herencia, al igual que los rasgos físicos, que, a lo
más, puede desarrollarse mediante la imitación de la con
ducta de los antepasados20. La posición de los sofistas res
pecto a ella no es unánime. Pero, en todo caso, no se
encuentran, salvo excepciones como Antifonte y Critias,,
posturas radicales. En la mayoría de los sofistas la oposi
ción physisfpaideía no es radical ni excluyente. Protágoras,
por ejemplo21; concede importancia a la naturaleza. El
Anónimo de Jántblico atribuye a la naturaleza algunos de
los requisitos necesarios para una buena educación: deseo
(3 lOd 6-e 3), el joven Hipócrates no está seguro de que el sofista lo acepte
como alumno y busca la recomendación de Sócrates.
18 Op. cit., págs. 27 ss.
19 El sueldo de un artesano oscilaba entre 3 y 4 minas por año.
20 Cf. Sófocles, Filoctetes 1310.
21 B 3. Cf. Eurípides, Hécuba 592-602.
14
SOFISTAS
de bien, gusto por el esfuerzo, estudio prolongado. J. de
Romilly22 insiste en el hecho de que la novedad de los sofis
tas consistió en defender la idea de que ciertos conocimien
tos intelectuales pueden efectivamente transmitirse y son di
rectamente útiles. En cierto modo ésta fue también la
creencia de Sócrates, que consideraba a la virtud un valor de
orden intelectual. Sócrates, sin embargo, jamás especuló
con el uso práctico, digamos político, que de ella podía ha
cerse. Por el contrario, algunos sofistas eran conscientes
—y se sentían orgullosos de ello — de que su misión última
consistía en ser educadores23.
Métodos de enseñanza
Cada sofista impartía a su manera su curso, que por lo
general solía ser rápido y eficaz24. Un curso podía contener
muchas materias, pero todos ellos contenían una iniciación
al arte retórica y una ejercitación en el arte de la argumen
tación..·.:
Así Gorgias se preciaba de ser capaz de responder a
cualquier pregunta que se le hiciera25, lo que debe ser inter
pretado como prueba no de una cultura enciclopédica, sino
de su habilidad para argumentar sobre cualquier tema.
Los cursos eran objeto de una publicidád previa, una
epangelía, cuya formulación podía ser muy general; por
22 Op. cit., pág. 25.
23 Cf. Platón, Protágoras 317a, donde Protágoras proclama «admito
ser un sofista y educador de hombres».
24 Protágoras 31 Od; Eutidemo 303e..
25 Gorgias 441 d.
INTRODUCCIÓN
15
ejemplo, Protágoras prometía el perfeccionamiento moral26
o la excelencia política.
Dentro de la variedad de métodos que podemos inferir a
partir de los testimonios conservados, podemos enumerar
algunos de los más habituales:
a)
Uno de los sistemas que parece haber seguido la ma
yoría de los sofistas en sus cursos, consistía en la declama
ción de epideíxeis o «discursos demostrativos», si bien el
término parece abarcar un amplio abanico de posibilidades
oratorias. Sabemos, por ejemplo, que Hipias27, en su demos
tración en Olimpia, se ofrecía para hablar sobre un tema de
una lista previamente presentada y prometía, además, res
ponder a cualquier pregunta que se le formulara. Lo mismo
se nos cuenta de Gorgias que se creía capacitado para res
ponder a cualquier pregunta28. De él hemos conservado
fragmentos de sus discursos de aparato o epideíxeis pro
nunciados con ocasión de los juegos Olímpicos y Píticos.
En ocasiones, las demostraciones de elocuencia tenían
lugar en plazas o edificios públicos29 e, incluso* en casas
privadas30.
En otros casos la epídeixis consistía en un ejercicio re
tórico sobre un tópico mítico, del tipo de la Helena o el
Palamedes de Gorgias. En ocasiones, los ejercicios estaban
más directamente relacionados con la formación del orador,
26 Protágoras 318a «ser cada día mejor»; 319a «formar buenos ciuda
danos».
27 Cf. Hipias menor 363c 7-d 4. Cf. L ísias XXXIII, 2.
28 Cf. D. K. 82 A la.
29 Pródico, por ejemplo, realizó una demostración en el Liceo (D. K:
84 B 8); Hipias en la escuela de Fidóstrato (D. K. 86 A 9), Gorgias en el
gimnasio (Platón, Gorgias 447a 1-b 3).
30 Así Pródico en casa de Calías (D. K. 84 B 9).
16
SOFISTAS
como es el caso de las Tetralogías de Antifonte, modelos
para la oratoria forense.
b) Elemento importante en la formación retórica del fu
turo orador, era la ejercitación y aprendizaje de los topo i o
loci communes31. Sabemos que Protágoras preparó debates
escritos sobre cuestiones importantes, a los que se llamó
«loci communes». Gorgias compuso también eulogias e in
vectivas para personajes y casos concretos32. La teoría sub
yacente a estas prácticas consistía en considerar como una
función importante del orador la capacidad de aumentar el
mérito por medio de la alabanza o bien de disminuirlo por la
invectiva33.
c) Algunos de estos lugares comunes tenían carácter
antitético. Se hicieron colecciones de ellos. Protágoras es
cribió una tékhnë eristikón (Arte de la Eristica). Los Dis
cursos dobles reproducen bien la técnica de las antilogías.
Aristóteles en la Retórica34, citando el Tiestes de Eurípides,
se hace eco también de la paradoja de que los hombres, que
desconfían frecuentemente de la verdad, ganen crédito y
prestigio, mediante afirmaciones falsas.
3! Cf. Cicerón, Bruto 46-47, que bebe de la Tekhnôn synagôgë de
Aristóteles, colección de manuales de retórica antiguos.
32 De Eveno de Paros (D. K. 80 A 26) se nos dice que fue «inventor»
de insinuaciones, alabanzas indirectas y censuras indirectas, compuestas
en verso, como ayuda para la memoria.
33 Cf. D. K. 82 B 14. El origen de la palabra topos no está claro. Se ha
supuesto, en su origen, una metáfora bélica: lugar desde el que atacar o
defender la posición de uno. Otros prefieren entender el término como «el
lugar donde el orador encuentra su argumento». Los Tópicos aristotélicos
son algo diferente: designan líneas de argumentación (argumento a con
trario,, argumento de definiciones, argumento de mala interpretación), se
trata, por tanto, de procedimientos puramente formales, distintos, por tan
to, a los loci communes de Cicerón.
34 II 32.
INTRODUCCIÓN
d)
17
La instrucción sofística se impartía también por el
procedimiento de preguntas y respuestas. No está de más
recordar que este procedimiento era también el habitual en
Sócrates35. Ya hemos visto cómo algunos sofistas se precia
ban de su capacidad de responder a cualquier pregunta. Y
esta capacidad iba frecuentemente asociada a la de respon
der concisamente36. Contestar a las preguntas que se plan
tean y hablar con concisión son los rasgos que definen a
quien conoce la verdad de las cosas37. Protágoras dominaba
ambos métodos38, al igual que Gorgias39 y quizás Polo40.
En el Fedro41 se menciona a Tisias y a Gorgias en relación
con los argumentos de verosimilitud (eoikóta), que hacen
que lo pequeño parezca grande, lo viejo, nuevo y viceversa.
En el Protágoras platónico podemos encontrar una estampa
de cómo se desarrollaban estas clases o seminarios: en la
casa del rico Calías, adonde ha acudido el joven Hipócrates
35 La cuestión de sí el método de preguntas y respuestas es socrático o
sofístico quizás no tenga sentido plantearla. Como señala K erferd (op.
cit., pág. 34) el método, si se originó con Sócrates, lo hizo también en el
seno del movimiento sofístico. Para esta cuestión vid. H enry Sidgw ick,
Journal of Philology A (1872), 298-300, que estimaba que el retrato de
Protágoras en el diálogo homónimo de Platón es prueba evidente de que
Sócrates fue el inventor del método; de lo contrario no habría presentado
al sofista del modo en que lo hizo. Cf. N orm an G ulley, The Philosophy
of Socrates, Londres, 1968, págs. 28-37, quien, más matizadamente, con
sidera que los sofistas desarrollaron una técnica de preguntas y respuestas,
pero que, en su formulación, dicha técnica estuvo influenciada por Sócra
tes.
36 Kerferd, op. cit., pág. 32, señala que responder concisamente no
consistía tanto en hacerlo lacónicamente cuanto mediante una determinada
técnica de argumentación y exposición.
37 Cf. Discursos dobles, 8, 1 ; 8, i 3.
38 Protágoras 329b 1-5; 334e 4-335a 3.
39 Gorgias 449c 1-8.
40 Gorgias 461 d 6-462b 3.
·" 267a 6-b9,
18
SOFISTAS
para seguir el curso de Protágoras, nos aparecen Hipias -
sentado, disertando sobre cuestiones astronómicas, mientras
Pródico habla con su voz grave y Protágoras departe con
sus discípulos, que le siguen en procesión.
La estrecha relación entre el maestro y los discípulos,
durante el período de instrucción, formaba parte también del
proceso educativo42.
La enseñanza sofística, fundamentalmente oral, se ser
vía ocasionalmente también del libro. Algunos sofistas dis
tribuían copias de sus propios escritos a modo de para-
deígmata o modelos43 o bien componían libros de texto de
carácter eminentemente práctico.
Por lo que hace a las materias que los sofistas impartían
comprendían un amplísimo abanico de temas, dependiendo
de la especialización de cada uno. En el Sofista^ el extran
jero eleático da una lista de las cuestiones de las que los so
fistas se ocupaban: cosas divinas, objetos visibles sobre la
tierra y el cielo, el ser y el devenir de todas las cosas, las le
yes, los asuntos políticos en général y, en fin, todas y cada
una de las artes. En el Protágoras45 se mencionan el cálcu
lo, la geometría46, la astronomía47, la música v la literatu
42 Algunos discípulos seguían al sofista en sus viajes. K e rfe rd (op.
cit., pág. 30) sugiere que, si los gastos de viaje corrían a cargo del sofista,
este hecho podría explicar lo elevado de sus honorarios.
43 Para tales discursos modélicos vid W. Steidle, «Redekunst und
Bildung bei Isocrates», Hermes 80 (1952), 271-275. Cf. Pfeiffer, op. cit.,
págs. 71 ss.
44 232b 11-e 2.
45 31 Sd 7 -326a 2.
46 Además del ataque de Protágoras a los geómetras (D. Κ. 80 B 7),
toda una serie de testimonios muestran sin lugar a dudas que los sofistas se
ocuparon de cuestiones de Geometría. Así Antifonte (D. K. 87 B 13)
creyó resolver la cuadratura del círculo, una cuestión que había interesado
INTRODUCCIÓN
19
A la formación literaria concedía Protágoras49 una im
portancia extrema: la finalidad suprema de la educación ra
dica en ser experto en versos, saber distinguir los buenos de
los malos, entenderlos y comentarlos. También Hipias se
ocupó de cuestiones de crítica homérica y de otros poetas50
y lo mismo parecen haber hecho otros sofistas51.
Cicerón52 atestigua el interés de sofistas como Pródico,
Trasímaco o Protágoras por cuestiones de Filosofía Natural.
A Protágoras atribuye Sexto Empírico53 una doctrina de
«efluvios físicos» semejante à las de Empédocles y los
atomistas. Gorgias parece haber estado interesado en la teo
ría de los poros y los efluvios de Empédocles54. También se
le atribuye la afirmación de que el sol no es más que una
masa incandescente55 y, sin duda, que su interés por la Físi
ca fue la razón por la que se le representó en la tumba de
también a Anaxagoras (D. K. 59 A 38). Hipias descubrió la cuadratriz,
que empleó para intentar la cuadratura del círculo y la trisección de ángu
los. La diagonal que se menciona en Menón (85b 4. Cf. A ristófanes, Ra
nas 801) es de posible origen sofístico.
47 Cf. la burla de A ristófanes en las Nubes de los meteorosophistaí,
especialmente de Pródico.
48 Otros pasajes ilustrativos de la cuestión son Menón 91a 1-b 8; Gor
gias 520e 2-6; República 600c 7-d 2; Jenofonte, Recuerdos de Sócrates I
2, 15.
49 Cf. Protágoras 33 8e 6-33 9a 3, que recoge, a propósito de un poema
de Simónides, una pormenorizada discusión en la que intervienen Sócra
tes, Pródico, Hipias y Protágoras. Cf. D. K. 80 A 30, en donde se alude a
Protágoras como crítico de Homero.
50 Cf. Hipias menor 363aI~c3, que contiene una referencia a una epí-
deixis de Hipias sobre Homero y otros poetas.
51 Cf. Isócrates XII, 18 que hace mención de discusiones literarias
por parte de sofistas en el Liceo.
52 D. K. 84 B 3.
53 D. K. 80 A 14. Cf. la sátira de EÚPOLis en D. K. 80 A II.
54 Cf D. K. 31 A 92 y 82 B 6.
55 D. K. 82 B 31.
20
SOFISTAS
Isócrates observando una estrella56. Pródico identificó los
cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire) con dioses y
también con el sol y la luna, como fuente de la fuerza vital
que anima a todas las cosas51. La curiosidad de Pródico pa
rece haberse extendido también a la medicina: Galeno58 le
atribuye una teoría especial del phlégma.
Y muchos sofistas trataron en sus obras temas teológi
cos. Protágoras compuso un tratado Sobre los dioses y otro
Sobre la existencia en el Hades. Pródico discutió el origen
de la creencia humana en dioses59 en términos psicológicos
y naturalistas. Critias60 produjo una teoría utilitarista de la
divinidad.
Los sofistas y el estudio del lenguaje
Nada debe de extrañar que, dada la finalidad de su ense
ñanza, los sofistas abordaran el estudio de toda una serie de
cuestiones del lenguaje, que abarca desde lo que podríamos
calificar como filosofía del lenguaje hasta la reflexión gra
matical61. Muchos de ellos mostraron un interés general por
la definición62 y se ocuparon de la «corrección del lengua
56 D. K. 82 A 17.
57 Una posible parodia de esta doctrina en A ristófanes, Aves 655 ss.
58 D.K.84B4.
59 D.K.84B5.
60 D.K.88B25. ;;·
61 Vid. C. J. Classen, «The Study of Language amongst Socrates’
Contemporaries» en Sophistik, ed. H. J. Classen, Darmstadt, 1976, págs.
215-248 y recientemente G. Vervaecke, «.Logodaidaloi. La critique du
langage dans la Grèce classique» en Le Langage dans l’Antiquité, ed. P.
Swigoers y A. Wouters, Lovaina, 1990, págs. 134-163.
62 Vid. A. López Eire, Orígenes de la Poética, Salamanca, 1980,
págs. 57 ss.
INTRODUCCIÓN
21
je», la noción de orthótes u orthoépeia, cuestión ésta de la
«corrección de los nombres», de la que se ocuparon todos
los sofistas. En este sentido se les ha definido como «los
pioneros de la filología»63.
Hipias trató de la «corrección de las letras», es decir, la
forma en que debían ser escritas correctamente las pala
bras64. Bajo la rúbrica de «corrección» estaban comprendi
das dos cuestiones diferentes: a) la discusión sobre el em
pleo correcto de las palabras, la distinción entre sinónimos,
etc... y b) otra más formal que tendió a la clasificación de
las palabras, atendiendo a su forma y función gramatical.
Desde este segundo punto de vista, los sofistas hicieron
contribuciones notables a la teoría gramatical, estableciendo
categorías gramaticales. Protágoras, por ejemplo, parece
haber producido una teoría de las partes del discurso65 así
como la distinción entre los tres géneros gramaticales66.
En el caso de Protágoras esta preocupación por ía or
thoépeia transciende los límites de la «corrección», para
examinar las relaciones existentes entre el pensamiento y la
expresión. Protágoras definió el género gramatical, distin
guió las partes del tiempo y analizó la noción de kairós.
Hipias se ocupó de cuestiones de gramática y prosodia:
cantidad de las sílabas, ritmos, métrica.
Pródico se afanó en distinguir cuidadosamente entre si
nónimos, contribuyendo, con ello, sin duda, a la puesta a
63
Cf. P. B. R. Forbes, «Greek Pioneers in Philology and Grammar»,
Class. Rev. 47 (1933) 105 ss. Conviene recordar, sin embargo, que entre la
iista de obras de D emócrito aparece también una Orthoépeia.
M Cf. D. K. 86 A 12.
65 D.K.80 A 1.
66 D. K. 80 A 27.
22
SOFISTAS
punto de un aparato conceptual, al que debió mucho la filo
sofía67.
Por otro lado, los sofistas reflexionaron sobre los oríge
nes y naturaleza del lenguaje. Continuaban así una vieja
cuestión filosófica que había enfrentado ya a Heráclito y
Parménides y que encontramos plenamente desarrollada en
el Crátílo platónico68. Se trataba de decidir si el lenguaje es
algo natural (physei) o fruto de la convención humana69. En
el supuesto de que el lenguaje sea un fenómeno natural,, la
identificación entre éste y la realidad acarreaba consecuen
cias sorprendentes, en especial por lo que hace a cuestiones
de predicación. Si la lengua es igual a la realidad, toda pre
dicación negativa, del tipo algo no es x, carece de todo sen
tido. La doctrina se basa, sin embargo, en una confusión
entre el plano lógico y el ontológico. Desde un punto de
vista estrictamente lógico, decir que algo no es carece de
sentido. Mas si se le reconoce a esti valor existencia!70 la
proposición puede ser verdadera o falsa. Esta primera con-;
elusion llevará a la doctrina que algunos sofistas sostienen
de que la contradicción es imposible, ya que lo que no es¿
no puede ser contradictorio. Esta doctrina del ouk ésti anti
67 La influencia de Pródico es visible en Tucídides, I 69, 6. Para Pro
tágoras cf. Platón, Protágoras, passim. Que las especulaciones lingüísti
cas de los sofistas fueron del dominio del gran público lo demuestran las
parodias aristofánicas de Las Nubes.
68 Vid. Á. Duran, «Concepto platónico del signo» en Rev. esp. Ling.
18, 1 (1981), 129-148.
69 Vid, sobre la cuestión, F. R. Adrados, «Lengua, ontología y lógica
en los Sofistas y Platón», Revista de Occidente, 96 (1971), 340-365.
70 Algo que resulta difícil, como se ha pretendido, negar. Cf. C. H.
Kahn, «The Greek Verb ‘to be’ and the Concept of Being», Foundations
of Language, 2 (1966), 245-265.
INTRODUCCIÓN
23
légein71 es atribuida por Aristóteles72 a Antístenes. Sin em
bargo, en el Eutidemo13, Sócrates atribuye ya la doctrina a
Protágoras74. En el Crátilo75 se hace referencia también a
dicha doctrina. Un papiro, que contiene un comentario de
Dídimo el Ciego al Eclesiastés76, atribuye también la doc
trina a Gorgias77. En su tratado Sobre el no ser Gorgias se
rebeló contra la idea eleática de que el Ser es permanente,
inmutable y eterno78. El descubrimiento de las reglas lógi
cas que rigen el lenguaje79, llevó a Gorgias a la construc
ción de frases, lógicamente correctas, del tipo «lo que no es
es», haciendo hincapié en que los contenidos del pensa
miento (tá phronoúmena) no son iguales a la realidad (tá
ónta) Sü.
Si el lógos puede expresar contradicciones, éstas son un
reflejo de la realidad, tal como defendía Heráclito. Mas,
como sostenía Parménides, un mundo contradictorio no
71 Ántilégein significa en griego tanto «contradecir» como «negar».
72 Metafísica 1024b32; Tópicos 104b21.
73 286c 1.
74 También Pródico parece haber mantenido la misma posición; Vid.
G. Binder'y L. Liesenborghs, «Eine Zuweisung der Sentenz ouk éstin
ántilégein an Prodikos von Keos», Museum Helveticum (1966), 37-43.
75 429c 9-d 3.
76 Editado por G. Binden y L. Liesenborghs en un trabajo recogido
ahora en Sophist ik, ed. C lassen, Darmstadt, 1976, págs. 452-462.
77 Vid. H. D. R ankin, «Ouk estin antilegein», en The Sophists and
their Legacy, ed. G. B. Kerferd, Hermes (Einzelschr. 44), 1981, 25-37.
78 Vid. G. B. Kerferd, «Gorgias on Nature or that which is not», Fro-
nes is, I (1955), 3-25. Cf. W. K, C. G uthrie, The Sophists, Cambridge,
1971, págs: 270 ss.
79 Vid. W. Wieland, «Znr Problemgeschichte dèr formalen Logik»,
en Sophistik, págs. 258 ss.
80 Vid. F. R. Adrados, «La teoría del signo en Gorgias de Leontinos»,
en Logos Semantikós. Studia Lingüistica in Honorem Eugenio Coseriu I,
Madrid, 1981, págs. 9-19.
24
SOFISTAS
puede ser pensado, luego no existe81. Este contraste entre
Heráclito y Parménides es el punto de partida para las dis
cusiones sofísticas de la teoría del lenguaje82.
La retórica sofistica
Resulta prácticamente imposible separar la instrucción
sofística de la Retórica83. En último término toda ella era
una instrucción sobre lógoi. De ahí que los sofistas desarro
llaran una doctrina del logos, que comprendía desde cues
tiones gramaticales a otras lógicas u ontológicas.
Kerferd84 ha señalado que el término logos, entre lois
sofistas y sus contemporáneos, se aplica a tres áreas cone
xas, aunque distintas: a) al campo de la lengua y la formu
lación lingüística, b) al campo del pensamiento y de los
procesos mentales (pensar, razonar, explicar) y c) al campo
81 Para el intento platónico de resolver la contradicción entre la teoría
de las Ideas y los problemas lógicos de la predicación, vid. A. Deaño, «El
Sofista de Platón y la prehistoria de la lógica formal». Emérita 38, 1
(1970), 131-147. A la cuestión planteada en el Parménides de cómo par
ticipan las cosas sensibles de las Ideas puras, se pretende dar una respuesta
en el Sofista, planteando en términos metafísicos un problema lógico. Pro
posiciones del tipo «algo es otro» o «algo no es otro», para no ser tauto
lógicas, deben de conceder al predicado existencia o participación con el
sujeto. Tal es el origen lógico de la sympioké ton gen on.
82 Vid. A. Graeser, «On Language, Thought and Reality in Ancient
Greek Philosophy», Dialectica, 31 (1977), 360-388.
83 La obra clásica sobre esta cuestión es de H. Gom perz, Sophistik
und Rhetorik, Leipzig, 1914, para quien ambos términos son prácticamen
te sinónimos. La única diferencia que cabe establecer estriba en que el
ideal educativo de la Sofística era más general, por cuanto se proponía
educar para ¡a actividad política, mientras la retórica formaba, sobre todo,
para el debate judicial.
84 Op. cit., pág. 83.
INTRODUCCIÓN
25
dei mundo real: todo aquello de lo que podemos hablar
(principios estructurales, fórmulas, leyes naturales). Por lo
general, el término logos remite siempre, en distintos gra
dos, a los tres campos.
Un concepto central de la teoría y de la práctica retóri
cas sofísticas es la noción de kairós85. No sabemos cuánto
debieron los primeros sofistas a sus predecesores en materia
de teoría o práctica retóricas. Algunas fuentes nos hablan de
las tékhnai compuestas por Tisias y Córax, que compren
dían probablemente una teoría elemental de las partes del
discurso (narración, elogio, ataque personal...) ejemplifica
das con fragmentos de discursos modelos86. Aristóteles87
evoca la situación creada en Sicilia, con posterioridad a la
caída de los tiranos, en el primer tercio del siglo v, como el
marco social y político, por la abundancia de procesos que
tuvieron lugar, adecuado para el desarrollo de la retórica. En
sus orígenes ésta era un arte fundamentalmente pragmático
vinculado a los procesos judiciales88. De Tisias creemos sa
ber que fue el inventor de los argumentos de verosimilitud
(eoikóta). Algunas de las historias y anécdotas transmitidas
bajo su nombre muestran que reflexionó sobre el poder de
85 Para el significado y origen del término vid. W. Süss, Ethos, Leip
zig, 1910. J. Romilly, Histoire et Raison chez Thucydide, Paris, 1956,
págs. 180 ss. P. M. Schuhl, «De l’instant propice», Rev. Philos. 152-1
(1962), págs. 69-72. P. Kucharsky, «Sur la notion pythagoricienne de
kairós», Rev. Philos. 153-2 (1963), págs. 141-169. P. A ubenque, La pru
dence chez Aristote, Paris, Î963, págs. 95-103. M. Kerkhoff, «Zum anti
ken Begriff des kairós"», Zeitschrift fiir philosoph. Forschungen, 27-2
(1973), 256-274. J. R. W ilson, «Kairos as “Due Mesure”», Glotta 58, 3-4
(1980), 177-204. M. Vallozza, «Kaîrôs nella teoría retorica di Alcida
mante e di Isocrate, ovvero nelP oratoria orale e scritta» QUCCl n. s. 21, 3
(1985), 119-123.
86 Cf. Fedro 266d ss. y 273b.
87 Apud Cicerón, Bruto 46.
88 Para Córax cf. Aristóteles, Retórica III 24d.
26
SOFISTAS
convicción de los argumentos basados en la verosimilitud y
no en pruebas. Por ejemplo, la paradoja del individuo débil
pero osado, que roba y ataca al fuerte y cobarde: ninguno de
los dos debe decir la verdad en los tribunales. Sabemos que
Trasímaco compuso una tékhnë, además de una colección
de discursos deliberativos y de Recursos retóricos. En reali
dad sabemos muy poco de estas primeras Artes retóricas.
Recientemente se ha argumentado89 que algunos de los ras
gos formales que caracterizan las primeras piezas retóricas
griegas —rigidez formal90, falta de eufonía, monotonía,
complejidad, ausencia de éthos del orador, abstracción— se
explican bien, si se considera que son composiciones desti
nadas no a los oídos, sino a los ojos y la mente de los desti
natarios: en otras palabras, van destinadas no a un auditorio,
sino aun lector a solas con su texto. Las primeras tékhnai
eran, pues, textos para ser leídos y memorizados como pre
paración para las competiciones jurídicas, políticas o dia
lécticas. Como modelos que son, no deben tener ninguna
concreción. Las asonancias y rimas sirven a un fin mnemo-
técnico. Tal fue el carácter de las tékhnai de Córax, Tisias,
Teodoro, Trasímaco, Gorgias, Polo, Licimnio. No son trata
dos, sino ejercicios91. Una tékhnë podía contener varias pie
zas oratorias. Polo, un discípulo de Gorgias, llamó a estas
colecciones mouseía logon, «coros de piezas en prosa» o
«colecciones de modos elegantes de hablar»92. Estos mode
89 Τ. C olé, «Le Origini delîa retorica», QIJCCÎ, n. s., 23, 2 (1986), 7
21 y más extensamente The Origins of Rhetoric in Ancient Greece, Balti
more & Londres, 1991.
• 90 Es notable en tal sentido la falta o pobreza en el uso de las partícu
las.
91 Los testimonios que dan a tékhnë el sentido de «tratado» son muy
tardíos, del siglo ii d. C.
92 Ejemplos de estos modos o procedimientos, entre los que cabe citar
la gnomologia, iconología, dipíasioiogia, en Fedro 267b 10-11.
INTRODUCCIÓN
27
los retóricos debieron de tener el aspecto de una serie de lu
gares comunes o tópoi93.
Punto central en la educación sofística era la prepara
ción para participar capazmente en los debates públicos.
Esta preparación no era simplemente formal, basada en una
ejercitación de procedimientos y recetas retóricas, sino que
consistía en un ejercicio intelectual, que implicaba natural
mente un examen riguroso de los temas de debate.
Platón en el Sofista94 señala como rasgos distintivos de
los sofistas el que eran antilogikoii es decir que su forma
de argumentar y debatir consistía frecuentemente en oponer
un logos o argumento a otro. El método de examen que los
sofistas pusieron a punto es lo que suele denominarse Anti
lógica. Protágoras pasa por haber sido el primero95 en pro
clamar que sobre cualquier asunto hay dos razonamientos,
capaces de formulación verbal, mutuamente opuestos. A él
se debe el desarrollo del método antilógico, consistente en
defender sucesivamente dos puntos de vista opuestos: elo
gio/censura; acusación/defensa96. Los cómicos percibieron
el peligro moral inherente a un sistema de razonamiento
que no tomaba en consideración ninguna verdad absoluta.
Ahora bien, como señala J. de Romilly97, la oposición de
tesis y de argumentos permitía ponderar mejor las·situado
93 Cole, art. cit., pretende que topos designaba el lugar del papiro de
una tékhnë donde se encontraba la parte que debía servir como modelo.
Ello explicaría el uso amplísimo que del término hacían la Retórica y la
Filosofía: un topos era todo aquello que podía situarse en lina tékhnë en un
rollo de papiro.
94 232b.
93 Diógenes Laercio, IX 5, 1; Clemente de Alejandría, Miscelá
neas, V I65.
.
96 Para la utilización del método por los trágicos y muy especialmente
por E urípides, cf. Antíope, frag. 189 N.
97 Op. cit., 124 ss.
28
SOFISTAS
nes, analizar en detalle los conflictos, examinar las distintas
responsabilidades. En este sentido, el método antilógico
transciende los límites de la retórica práctica, para conver
tirse en un poderoso instrumento de análisis y de conoci
miento.
De la lectura de los textos antiguos, especialmente los
platónicos, no resulta fácil establecer una distinción entre
erística, antilógica y dialéctica98, términos todos ellos rela
cionados con la retórica sofística.
El más fácil de distinguir, por el sentido peyorativo con
que siempre es mencionado, es la erística. La finalidad del
arte erístico es la búsqueda de la victoria en la argumenta-
ción, por cualquier medio y con independencia de la verdad.
El fin es vencer en la argumentación por encima de todo.
Las técnicas de las que puede echar mano la erística son
numerosas: falacia, ambigüedad, amplias exposiciones, etc.
Eristas señalados fueron Eutidemo99 y Dionisodoro100.
La antilógica es básicamente un método de argumenta
ción. Consiste en oponer dos argumentos opuestos, para
producir, con ello, una contradicción. Es pues una técnica
específica de argumentación, consistente en encontrar un
logos diferente del del oponente, de modo que éste debe
aceptar los dos lógoi o abandonar el suyo. Este íue también
el método de Zenón101. Para Platón la antilógica es inferior
98 Vid., para una amplia discusión de los términos, Kerferd, op. cit.,
págs. 62 ss.
99 Cf. Eutidemo 272a 7-b 1.
100 Cf. Teeteto 167c 3-6.
101 La relación de la antilógica con Zenón y los sofistas ha sido objeto
de un amplio debate. Cornford, Plato and Parmenides, Londres, 1939,
págs. 67-68 y H. Frankel, Wegen und Formen friihgriech. Denkens,
Munich2, I960, págs. 198-236, concluyeron que los sofistas no fueron
pensadores serios, que Platón atribuye a Zenón la Antilógica, un arte retó
rico del engaño, que ignora la verdad y busca sólo la dóxa y, en conclu
INTRODUCCIÓN
29
a la dialéctica, por no pasar de ser un método puramente
verbal, basado en oposiciones verbales. Además veía en ella
un instrumento que podía ser peligrosamente usado, espe
cialmente en manos de los jóvenesl02.
Sin embargo, Platón no condena la antilógica, a la que
considera como una etapa necesaria para llegar al método
dialéctico. En el fondo Platón veía en la antilógica una ma
nifestación del mundo fenoménico, en su eterno estado de
cambio y flujo 303. De hecho una de las razones por las que
Platón rechaza a la sofística estriba en que los sofistas con
funden parte de la verdad, es decir, el carácter antilógico del
mundo fenoménico, con la verdad entera104. La antilógica
es, pues, sólo el primer paso que lleva a la dialéctica.
sión, que Platón trata a Zenón como un sofista. G. V lastos, «Plato’s tes
timony concerning Zeno of Elea», Journal of Hellen. Studies 95 (1975),
150-155, basándose en pasajes como Fedro 261d6-8, considera la Antiló
gica una técnica de análisis que construye predicados contradictorios para
los mismos sujetos. Rechaza los puntos de vista de Comford y Fránkel. En
su opinión Platón nunca consideró a Zenón como un sofista. Por ejemplo,
en el Parménides no aparece retratado como tal, sino, más bien, como un
seguidor de Parménides. Aunque Platón tenía una pobre opinión de la anti
lógica, ello no supone que quienes la practicaban fueran sofistas, ni que la
considerara como algo deshonesto en sí. Por otro lado, Aristóteles atri
buía en su diálogo perdido Sofista (D. K. 29 A 10) la invención de la dia
léctica a Zenón. Cf. Refutaciones sofisticas 10, 170b 19 (= D. K. 29 A 14).
Esta noticia concuerda con aquella otra que nos trasmite Diógenes
Laercio (IH 48) de que Zenón fiie el primero en escribir diálogos, lo cual
está contra toda Ía evidencia que poseemos de los escritos de Zenón. La
exégesis moderna tiende a interpretar el pasaje de Diógenes en el sentido
de que Zenón pudo aparecer como personaje de diálogos perdidos. Cf.,
por ejemplo, D. K. 29 A 29, que reproduce un pasaje de un diálogo entre
Zenón y Protágoras.
102 Cf. República 537e 1 -539a 4.
!r'3 Cf. Fedón 89d !-90c7.
! venganza». Nómisma «lo que tiene
valor» > «leyes o costumbres tradicionales», de donde «moneda».
INTRODUCCIÓN
37
designa no sólo los procesos naturales, sino también todo
aquello que la naturaleza urge o exige hacer. En algún pasa
je nomos, al designar la ley común, universal, designa tam
bién la ley natural.
La controversia nómos/physis no tiene, por tanto, en sí
misma nada de moralmente perverso. Las consecuencias úl
timas que de ella se sacaron —ruptura con los valores tra
dicionales, búsqueda racional del propio interés y exigencia
de la autonomía de la voluntad y rechazo de la dependencia
ciega— son buenas, desde una óptica moderna. Los sofistas
buscaban un principio racional y consistente que explicara
satisfactoriamente la naturaleza de las leyes humanas y del
ser humano130. No fueron los primeros en el intento de fun
dar las instituciones en principios racionales y de validez
universal. Heráclito censura la ceguera y locura de la ma
yoría de los hombres, que les lleva a vivir como si tuvieran
inteligencia propia. Todas las leyes humanas, según el filó
sofo de Efeso, se alimentan de una ley divina que es la que
se debe seguir01. Encontramos, por tanto, ya en Heráclito la
búsqueda dé un principio permanente e inmutable del que
derivan las leyes humanas, el deseo de establecer unos cri
terios, a la luz de los cuales las leyes humanas puedan ser
corregidas o mejoradas.
Sin duda que, en manos de algunos sofistas, la oposición
nómos/physis, se convirtió en un peligroso instrumento de
i3° En este aspecto insiste el estudio de I. M uñoz Valle, «El Racio
nalismo griego. Los sofistas. Su concepto dei hombre y de la sociedad», R.
Fil. (Madrid), 27 (1968), 201-212.
i31
Cf. D. Κ. 22B 2 y 114. Cf. Marcovich, Heraclitus, 1967, frag. 23.
Snell, Heraklit, 1989, frag. 1 14. Vid. M. García Quíntela, El Rey Me
lancólico. Antropología de los fragmentos de Heráclito, Madrid, Taurus,
1992,esp. págs. 143-144.
38
SOFISTAS
análisis. Así en el Gorgias platónico132 Sócrates, tras lograr
que Polo admita que obrar injustamente es moralmente peor
que ser objeto de injusticia, provoca la intervención airada
de Calicles. Este recuerda que el argumento de Sócrates ig
nora la distinción nómos/physis. Por naturaleza, lo que es
peor es también más vergonzoso: sufrir injusticia, en conse
cuencia, es más vergonzoso que cometerla. Las leyes con
vencionales, continúa, están hechas por la mayoría de los
débiles, para defenderse de los fuertes y en interés propio.
La prescripción de la naturaleza es buscar el mayor grado
posible de satisfacción de los deseos. No parece, sin embar
go, que esta teoría fuera exclusiva de Calicles. En un pasaje
de las Refutaciones Sofisticas133 Aristóteles parece atribuir
un origen sofístico a la doctrina de que la justicia es buena
nómói, pero no physei. Fue, sin duda, Antifonte quien mejor
penetró en la contradicción entre ley y naturaleza, sentando
las bases de una moral utilitarista134. Según su análisis, el
principio supremo es la vida y todo lo que no contribuye a
la supervivencia es moralmente irrelevante. Contrariamente,
lo que ayuda a la supervivencia es bueno. De ello se sigue la
constatación de que, cuando obramos justamente, lo hace
mos en contra de nuestro propio interés. Nuestra existencia
colectiva nos impone un sentido de la justicia, que nos
mueve a obedecer a las leyes. Nuestros instintos y deseos
más profundos nos mueven a evitar todo daño. La noción de
justicia, por tanto, es en sí misma contradictoria.
El debate nómos/physis movió la curiosidad de los grie
gos y los llevó a examinar las costumbres de otros pueblos,
132 482c 4-486d 1. Cf. el Apéndice de ía edición de Dodds, Plato’s
Gorgias, Oxford, 1959, págs. 386-91.
133 1 73a 7-18.
134 Vid. D. J. Finley, «Antiphon’s Case against Justice», en The So
phists and their Legacy, 81-91.
INTRODUCCIÓN
39
en su deseo de encontrar principios naturales de validez
universal. Este afán motivó una cierta literatura, que pode
mos considerar, con toda razón, como el comienzo de la et
nografía y antropología occidentales. Los logógrafos jonios,
especialmente Hecateo, Heródoto, Los Discursos dobles,
etc... recogen abundantes ejemplos de nómima barbariká.
El propio Aristóteles en la Retórica135 recoge y sistematiza
estas investigaciones, cuando distingue entre lo que es par
ticular y propio de cada pueblo, de aquello que es común a
todos ellos, por estar de acuerdo con la naturaleza. En apo
yo y como ilustración de estos segundos principios cita a
Antigona, cuya acción, aunque prohibida, es naturalmente
justa136.
Pero conviene sistematizar algo más los resultados de
este debate por lo que al origen y justificación de las leyes
hace.
Empecemos recordando cómo Sócrates es el campeón
de una justicia absoluta, si bien, en ningún pasaje, encon
tramos una fundamentación para tal noción. Sólo en el Cri-
tón137, y en el contexto de una sumisión total a las leyes de
la ciudad, hasta el punto que rechaza la posibilidad que se le
ofrece de escapar a la muerte por respeto hacia las leyes de
Atenas, explícita Sócrates algo más su pensamiento, cuando
afirma que su obediencia a las leyes es fruto de un pacto o
acuerdo personal entre él y la ciudad. Esta idea de pacto
o acuerdo entre el ciudadano individual y la ciudad no tiene
precedentes en la antigüedad y debe de ser interpretado, en
un sentido kantiano, desde una vertiente moral, como la.fi
135 1 37b 4-11.
136 De hecho Antigona no apela a la naturaleza para justificar su con
ducta.
157 849e.
40
SOFISTAS
deiidad a un compromiso libremente aceptado y no como
una institución útil y benéfica.
En Protágoras encontramos ya in nuce la teoría del con
trato social138. Su noción de justicia es ambivalente. Por un
lado la ley no tiene ningún fundamento absoluto, es pura
convención. Pero, de otro, es fruto de un acuerdo social, al
cual debemos la supervivencia y, en tal sentido, es algo
esencial.
Trasímaco, en la República platónica139 declara que «la
justicia es el interés del más fuerte». La justicia, pues, es al
go convencional que no está al servicio de todos, sino sólo
de una minoría. Ahora bien, en esta constatación de que la
justicia puede ser un mal negocio, J. de Romilly ha visto no
tanto la formulación de un aristócrata ambicioso, cuanto
la reflexión desesperanzada de un espíritu apasionado por la
justicia. Puede ser, pero su formulación recuerda mucho la
del Calicles del Gorgias, para el que las leyes son un inven
to de los débiles contra los fuertes, con lo que se afirma la
legitimidad de su transgresión, una idea que tuvo peligrosas
consecuencias en la práctica política. En la República tam
bién Glaucón140 habla del origen de la ley en términos muy
próximos a los de la sofística, por cuanto recurre al análisis
physis/nómos: según la naturaleza, sufrir la injusticia es un
mal; por tal razón, los hombres juzgan útil entenderse unos
con otros (synthésthai) para no cometer ni sufrir injusticia.
Tal es el origen de las leyes o acuerdos. La ley se sitúa en
un punto medio entre el mayor bien, la impunidad de la in
138 Para un estudio sobre los orígenes de la teoría en la Antigüedad vid.
Cu. H. Kahn, «The Origins of Social Contract Theory», en The Sophists
and their Legacy, Hermes (Einzelsch. Heft 44) ed. G. B. Kerferd, 1981,
92-108.
139 348c-d.
no 259_
INTRODUCCIÓN
41
justicia, y el mayor mal, la imposibilidad de la venganza.
Como tal, la ley es fruto de un pacto o acuerdo útil y bené
fico. Las ideas de Glaucón recuerdan muy de cerca la for
mulación de Hipias14’ de que la justicia es «lo que los ciu
dadanos han convenido (synthémenoi) que debe o no debe
hacerse».
Los sofistas y la religión
La comedia antigua muestra bien cómo, con fundamen
to o sin él, el vulgo identificaba el ambiente de creciente
irreligiosidad de la Atenas del último tercio del siglo V con
las especulaciones de los filósofos y de los sofistas142. Con
la desenvoltura propia de la comedia antigua, Aristófanes
sustituye a los antiguos dioses por entidades tales como «el
torbellino» o «Las Nubes» en la comedia homónima. Y en
esta misma comedia se proclama, entre chanzas y veras, que
creer en Zeus es ya un, sentimiento arcaico143.
La influencia de las especulaciones sofísticas sobre el
origen y la naturaleza de la religión es claramente percepti
ble en Eurípides, en algunas de cuyas obras leemos pasajes
inspirados por lo que J. de Romilly ha llamado «una reli
gión de tono filosófico»144. Y no otro origen tuvo el nove
doso tratamiento del mito, con su rechazo de algunas de las
141 J e n o fo n te , Recuerdos de Sócrates, IV 4, 123.
142 Para un ataque a los intelectuales cf. Nubes 103, 120, 186, 199,
1002-1019.
143 Nubes,·366-367; 818-819 y 1469-1470.
144 Cf. Troyan as 884 s.; Orestes 318. En un pasaje conservado del
Belerofonfe, éste da rienda suelta a su dolor, en una condena explícita de
la justicia divina.
42
SOFISTAS
leyendas tradicionales o, al menos, de algunos de los aspec
tos más monstruosos y criticables de las mismas145.
Sin embargo, no debemos de exagerar la influencia
ejercida por la sofística en el teatro de Eurípides. Más bien
lo que es perceptible en sus obras es una influencia crecien
te de la retórica. Eurípides está al final de una evolución
que, sobre la escena ática, debatió todo el abanico de pro
blemas referentes a las relaciones entre los hombres y los
dioses. Ya en el teatro de Esquilo el coro se interroga conti
nuamente por la justicia divina. Quiere verificar su equidad.
En La Orestía se rechaza formalmente la ley del talion, que
había sido uno de los principios rectores de la conducta in
tertribal, sustituida ahora por un principio más justo y soli
dario: el de la justicia ciudadana, sancionada por los dioses
y simbolizada por el tribunal de Areópago: los hombres y la
ciudad serán en adelante los encargados de velar por la jus
ticia146. En las tragedias de Sófocles el heroísmo de sus
protagonistas centra la acción en el lado humano, en debates
en donde se examinan, alternativamente, las razones de las
actitudes opuestas.
También Tucídides se dejó penetrar por un pensamiento
que le ayudaba a concebir los acontecimientos históricos no
como el mero capricho de los dioses, sino como un juego de
intereses humanos, regido por principios laicos de fuerza y
de derechol47.
Sin duda que los procesos de impiedad que se intentaron
contra algunos sofistas como Protágoras o contra pensado
145 Cf. lón 435; Heracles 1341 s.; Ifigenia entre los Tauros 391.
146 Vid. F. R. A drados, Ilustración y Política en la Grecia clásica,
Madrid, 1966, págs. 181 ss. Vid. también G. Thomson, Aeschylus and
Athens, Londres, 1966, págs. 229 ss. y C. M iralles, Tragedia y Política
en Esquilo, Barcelona, 1968, págs. 208 ss.
147 Cf. Tue., V 105,2.
INTRODUCCIÓN
43
res como Anaxágoras, Diágoras de Melos o Teodoro de Ci-
rene, al margen de las posibles implicaciones políticas, po
nían en evidencia también la reacción popular contra un
pensamiento que atacaba no la fe en los dioses, sino que so
cavaba los cimientos mismos en los que se fundamentaba la
moral y las normas de convivencia ciudadana.
Pero, sin duda, los sofistas ejercieron una crítica afilada
contra las creencias tradicionales. A Gorgias se le atribuye
la afirmación de que el sol no es más que una masa incan
descente148 y Pródico identificó a los dioses con los elemen
tos naturales, el sol y la luna. Protágoras compuso un trata
do Sobre los dioses y otro Sobre las cosas en el Hades.
Pródico discutió el origen de la creencia humana en dio
ses 149 en términos psicológicos y naturalistas. Critias150 pro
dujo una teoría utilitarista de la divinidad.
Sofistica y moral
Sin duda, una de las razones, no quizás la más importan
te, pero sí determinante, por la que los sofistas merecieron,
ya desde la Antigüedad, el juicio adverso, cuando no la
condena de contemporáneos e historiadores, radica en el he
cho de que sometieran a análisis racional lo que G. Murray
llamara «el conglomerado heredado»151, es decir, todo el
cúmulo de creencias, normas de conducta y sistemas de vi
da, sobre los que se basaba la vida de la ciudad.
!4S D. Κ. 82B31.
149 D. K. 84 B 5.
!s0 D. K. 88 B 25.
bl Vid. E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional, Madrid, trad, esp.,
1960, págs. 169 ss.
; i;
44
SOFISTAS
No debe extrañar, pues, que algunos autores moder
nos 152 hagan verdaderos esfuerzos para, desde lo que pode
mos llamar una posición conservadora, distinguir dos clases
de sofistas, correspondientes a dos generaciones sucesivas
de pensadores. Entre la primera generación de sofistas y sus
seguidores hay el paso de la teoría a la práctica y del análi
sis neutral (?) y la constatación objetiva de los hechos a la
interpretación laica de los mismos. Los discípulos simplifi
can y banalizan las doctrinas de sus maestros, que, exami
nadas de cerca, muestran un profundo respeto por la moral,
defendiendo los valores morales y la virtud.
Lo cierto es que algunos sofistas, mediante el análisis dé
la diversidad de las conductas humanas, minaron los fun
damentos de la moral tradicional. Las consecuencias que
extrajeron, por lo que hace a los principios morales y del
derecho se pueden resumir en los siguientes puntos:
1) Los dioses no son el fundamento de la justicia.
2) Lo legal no coincide siempre con lo justo y, en todo
caso, se trata de convenciones cambiantes. En este análisis
fueron de gran ayuda las observaciones antropológicas de
los historiadores jónicos153.
3) Lo justo e injusto no tienen existencia objetivable.
En el Gorgias platónico el sofista, acuciado por Sócra
tes, admite que efectivamente la retórica sofística puede
servir para el bien o para el mal. Pero añade que, en su caso,
es el sentido y el respeto por la justicia lo que puede apren
derse 154. Fue Platón quien captó el peligro para la moral que
la enseñanza sofística implicaba y lo ejemplificó en las figu
152 Cf. J. de Romilly, op. cit., págs. 179 ss.
I>3 Cf. Heródoto, III 38. También los Discursos dobles ofrecen
ejemplos tomados de una rudimentaria etnología (cf. II 18).
,;>4 Cf. Gorgias 455a y 460a. En contra de tal opinión Menón 95c.
INTRODUCCIÓN
45
ras de Calicles y Polo. Isócrates intentará reconciliar esta
oposición entre retórica y moral155.
No obstante, en algunos sofistas el relativismo moral
tenía unos fundamentos basados en una concepción de la
realidad y una teoría del conocimiento. La cuestión puede
plantearse así: si todas las percepciones y juicios morales
son igualmente verdaderos, como pretendía el antropocen-
trismo protagoreo, ¿cómo es posible decir de un logos que
es superior a otro? Ya hemos visto que para algunos sofistas
la cuestión no tenía sentido, por cuanto toda contradicción
era imposible. Sin embargo Protágoras, que parece haber
defendido también la imposibilidad de la contradicción, pa
rece haber presentado una explicación diferentei56. Proba
blemente Protágoras desarrolló una especie de sociología
del conocimiento, un medio de comparar juicios sobre te
mas de valores morales, no en términos de verdad o false
dad, sino en términos de sus consecuencias éticas157. En el
Teeteto15* Protágoras pone algunos ejemplos de cómo lo
grar que el logos más débil resulte más fuerte. El médico
hace que el alimento, amargo para el enfermo, le resulte a
éste agradable, provocando, para ello, un cambio. En la
educación el sofista hace con palabras lo que el médico con
las drogas: sustituye, no lo falso por lo verdadero, sino la
opinión más endeble por la más fuerte. Ello supone, en el
fondo, una modificación del principio protagoreo de «las
155 Antídosis 84.
156 La cuestión ocupó también a Sócrates. Vid. G. Calogero, «La Re
gola di Socrate», La Cultura 1 (1963), 182-196. A. Szabo y G. Caloge
ro, «Béliistos logos», ibidem, 607-630, que muestran cómo en el Critón
(46b) Sócrates rechaza la propuesta de huir, porque no se adecúa a la or
illóles, no es el béltislos logos, en expresión que parece tomada de los so
fistas.
157 Cf. K erferd , op. d i., págs. 101 ss.
158 166d 1-8.
46
SOFISTAS
cosas son como me parecen ser». De hecho algunos son más
sabios que otros en juzgar lo que es mejor o peor. Cabe
concluir, por tanto, que algunos juicios son falsos. Esta
conclusión se compadece bien con el relativismo de Protá
goras, si entendemos que éste nunca negó la existencia de
realidades objetivas. El relativismo de Protágoras tiene una
base en su teoría de la percepción. El hombre percibe cuali
dades existentes en las cosas. Por ejemplo, el calor existe en
el viento; el frío existe en el viento. Unos perciben el calor y
otros, el frío. Estas cualidades no son contradictorias: si pa
ra A el viento es x, para B puede ser y. Hay dos lógoi distin
tos en cada sujetoi59. Ahora bien, donde no hay dos lógoi es
en la valoración moral de esas cualidades. El calor puede
ser bueno o malo o ventajoso, etc..., dependiendo del mo-
mentó, el estado, la disposición, etc... Y, en tal caso, no hay
ya una única verdad160. A pesar de este relativismo moral,
teóricamente fundamentado, los sofistas contribuyeron a
poner las bases de lo que llamaríamos hoy una moral demo
crática, basada en la convicción de que la arete (virtud) no
es una cualidad innata, dependiente del nacimiento y la es
tirpe, sino un conjunto de saberes y de valoraciones que
puede ser enseñado y ejercitado en la vida colectiva. Con su
aguda crítica los sofistas no cuestionaron tanto el orden es
tablecido, cuanto los valores sobre los que este orden se
mantenía. Sus análisis sobre la justicia, lo justo, la equidad,
la ley o la legitimación del poder contribuyeron en no pe
159 Así K iírkkrd, op. cif., págs. 101 ss.
160 Vid. J. M ansfeld, «Protagoras on Epistemological Obstacles and
Persons», en The Sophists and their Legacy, págs. 38-53, que aplica la
noción de Gaston Bachelard de «obstacle épistémoiogique», para demos
trar que el relativismo de Protágoras contenido en su doctrina de! homo-
mensura afecta al conocimiento individual. Así parece confínnario el nue
vo fragmento.
INTRODUCCIÓN
47
queña medida a elevar los estándares de moralidad en la
Atenas clásica161. Si no deja de ser cierto que el pensamien
to de Critias o Calicles fue fruto de las ideas sofísticas, no lo
es menos que tales ideas aberrantes surgen cuando la razón
dimite del control efectivo de la vida colectiva. Y frente a
Calicles o Critias podemos oponer siempre la figura de Pe-
rieles como exponente del gobierno de un ilustrado, imbui
do de ideas sofísticas.
Sofistas y política
En cierto modo, puede decirse que los sofistas eran
apolíticos, en el sentido de que lo que ellos enseñaban era
más una tékhnë que un programa concreto de actuación
política.
No puede negarse, sin embargo, que en el profundo re
lativismo moral que las enseñanzas sofisticas implicaban,
existía, más o menos explícita, una doctrina política: la de
quien sostiene que la política ha de ser patrimonio de los
más capacitados o de los más poderosos. Sin embargo, las
doctrinas políticas de los sofistas fueron, más bien, efecto
de determinadas circunstancias históricas que no causa de
ellas. Espíritus lúcidos, como Tucídides, nos han legado una
detallada relación de la profunda crisis de valores morales
que sufrió Atenas, en el último tercio del siglo v, como con
secuencia de la guerra162, la peste163, las facciones en lu
cha l64, en el ámbito de la polis, así cómo las consecuencias
perversas de un imperio ejercido, con no poca frecuencia,
161 Vid. E. Lledó, La memoria del Logos, Madrid, 1992, págs. 92 ss.
162 T u cíd id es, III 82, 2.
163 Tucídides, II 53.
!frl T u cíd ides, II f 83, 2.
48
SOFISTAS
con intolerancia y crueldad165 y dominado por las ambicio
nes de políticos aventureros u oportunistas.
De otro lado, cabe señalar que los sofistas defendieron
un modelo de vida activa, claramente opuesto al de la vida
contemplativa de los filósofos y de Sócrates166.
Fueron algunos de los hombres más poderoso e influ
yentes en la vida ateniense del siglo v los que acogieron y
fomentaron las enseñanzas de los sofistas167. Podemos decir
que algunos de ellos actuaron como auténticos mecenas de
las figuras más conocidas. La acción del Protágoras plató
nico se desarrolla en casa del rico Calías, hombre poderoso,
de familia nobilísima, cuya madre estuvo casada con Peri
cles. Allí se albergan también Hipias y Pródico y sabemos,
por otro pasaje platónico168, que Calías gastó auténticas
fortunas en seguir las enseñanzas sofísticas. Otro tanto po
dría decirse de personajes como Pericles169, Calicles170 o
Eurípides171.
Reacción contra la sofistica
El recelo y animosidad que la actividad sofística levantó
en determinados círculos y que tan bien reflejan las parodias
165 Cf. el programa moderado de Pericles en Tucídides, II 63, 2 y los
debates a propósito de los melios (libro V) o de Camarino (libro VI).
166 Para esta oposición vid. Gorgias (485c-d), donde Calicles defiende
el modelo de acción política y la posición de Sócrates en 527e. En el Euti-
demo (305e) los sofistas aparecen como una ñgura intermedia entre el fi
lósofo y el político. Cf. Ferfro 279a.
167 Vid. D. Placido, «Protágoras y Pericles», Hispania Antiqua 2
(1972), 7-19.
168 Apología 20a 4-5.
169 Cf. Plutarco, Pericles 36, 2.
!7° Cf. Gorgias 447b 7, 8.
171 Para su relación con Protágoras vid. D íógenes Laercio, IX 54.
INTRODUCCIÓN
49
de los comediógrafos, se tradujeron, en ocasiones, en peli
grosos procesos judiciales, en que la acusación más frecuen
te era la de impiedad. La persecución no se circunscribió a
los sofistas, sino que afectó a muchos miembros de lo que
ha dado en llamarse la Ilustración ateniense172, sospechosos
de estar bajo la influencia de los sofistas o de los filósofos
«ateos».
En el Protágoras de Platón173 leemos, un poco de pasa
da, lo que pudo ser una línea de defensa de los sofistas con
tra las imputaciones que se les hacían, a saber, que los sofis
tas antiguos —y entre estos se citan a Homero, Hesíodo,
Simónides, Orfeo, Museo, Ico de Tarento (atleta), Heródico
de Selimbria, Agatocles y Pitóclides de Ceos— disimula
ban su profesión para escapar de los celos y persecuciones
que su actividad suscitaba.
En el siglo iv Isócrates, él mismo discípulo de Gorgias y
representante del espíritu sofistico en su época, abrió su es
cuela con la publicación de un Contra los sofistas, en el que
no se habla mal de ningún sofista en particular. Jenofonte,
en el Cinegético174, ataca «a los sofistas de hoy».
172 La obra clásica sobre la cuestión es la de E. Derennes, Les procès
d'impiété intentés aux philosophes à Athènes au Vètne et au ÏVème siècles,
Nueva York, 19762. Cf. Dodds, Los griegos y lo irracional, trad, esp.,
Madrid, 1960, págs. 169 ss. y L. G il, La censura en el mundo antiguo,
Madrid, 19852, págs. 29-76. Tenemos noticias, por diversas fuentes, de
procesos seguidos contra Anaxágoras, Diágoras de Melos, Sócrates, As
pasia, Protágoras, Eurípides, Fidias, Damón. Plutarco (Pericles 31-32)
asocia estos procesos con un decreto de Diopites, que establecía un proce
so público (eisangelia) contra quienes no creyeran en los dioses o dieran
lecciones de astronomía. Aristóteles recuerda aún en la Retórica (1397b
24) la peligrosidad de tales procesos, cuando afirma que los riesgos de la
profesión sofistica eran grandes, pero no tanto como la de general.
173 316c 5-e 5.
50
SOFISTAS
Pero la reacción se tradujo también, en el terreno inte
lectual, en una cierta idealización de la amathía — lo que
hoy llamaríamos franqueza y naturalidad— contra las suti
lezas de la inteligencia. Así en Tucídides I 84, 3 el rey de
Esparta alaba la formación de sus ciudadanos en un espíritu
de amathía, que les hacía sentirse superiores a las leyes175.
Y
pronto la opinión más común en la doxografía fue la
que repetidas veces encontramos en Aristóteles176: los sofis
tas son poseedores de una sabiduría aparente que no es sa
biduría.
Problemas de periodization de la sofistica
Los historiadores de la literatura o de la filosofía han
hecho diferentes propuestas para establecer una cronología
del nacimiento y evolución del movimiento sofístico. La
cuestión, sin embargo, sigue abierta a posturas extremas. Se
ha pretendido distinguir entre una sofística eleátíca y otra
protagorea, correspondiéndose cada una de ellas a dos gene
raciones sucesivas de sofistas (Rey, Romilly). Frente a la
antigua sofística, la sofística reciente es una degeneración
de la primera, que llevó a extremos de exageración las suti
lezas retóricas y dialécticas de ésta177. Contra esta sofística
175 Cf. III 37, 3, donde Cleón prefiere la amathía acompañada de sabi
duría a la destreza acompañada de demasiada libertad. J. Moreau,
«Qu’est-ce qu'un sophiste?», en Platon devant les sophistes, París, i 987,
págs. 7 ss., señala también entre las causas del descrédito, ei recelo que
suele sentir el vulgo hacia los que imparten enseñanzas teóricas y que
gráficamente expresa ei dicho inglés «who can does, who cannot teaches».
,7& Refutaciones sofísticas 165a 22-23; Metafísica 3, 1004 25 ss.
177
Cf. Romilly, op. cit., pág. 238 quien habla, sin ambages, de sofis
tas «buenos y malos». La primera generación de sofistas «buenos» repre
senta una línea de pensamiento en la que cabe situar a Protágoras,
El
INTRODUCCIÓN
51
es contra la que Platon (Eutidemo, Sofista) y Aristóteles
(Refutaciones sofisticas) dirigieron sus ataques. Los sofistas
de la segunda generación fueron, efectivamente, corruptores
de la moral y de la política y responsables de las graves
acusaciones que se alzaron contra los sofistas, así como de
la oposición sofista/filósofo elaborada en el seno de las es
cuelas socráticas.
Al final de la época clásica el ideal del sofista revive
con fuerza en la figura del maestro de cultura literaria, ba
sada, sobre todo, en la enseñanza de la retórica.
Pérdida de la literatura sofistica
A diferencia de lo que ocurrió con otros géneros orato
rios o historiográficos, el propósito de los sofistas no era el
de componer obras eruditas destinadas a sobrevivir eterna
mente en el tiempo. No eran eruditos ni investigadores, sino
hombres prácticos con un programa educativo que buscaban
ante todo encantar los oídos de sus contemporáneos y edu
carlos para la acción política178. Por ello, una vez que las
condiciones políticas para las que las doctrinas sofísticas
habían sido creadas desaparecieron, cayeron en el olvido179.
Y al olvido contribuyó el hecho de que se incluyeran resú
menes de tales doctrinas en obras de carácter sistemático
como la synagoge tekhnón de Aristóteles o la retórica de
Anónimo de Jámblico, Demócrito y Sócrates. Entre los «malos» Antifonte
y Critias.
178 Cf. W. Jaeger, Paideia, México, 19622, págs. 273 ss.
179 Para la pervivencia de las ideas sofísticas y la influencia que ejer
cieron, vid. E. L. Bow ie, «The importance of Sophists», en Laler Greek
Literature, Yale Classical Studies, 27 (1982), 29-59. Cf. G. Bow ersock,
Greek Sophists in the Roman Empire, Oxford, 1969.
52
SOFISTAS
Anaximenes. Tales obras, cuyo propósito era el de abarcar
todo el conocimiento anterior a ellas, son unos de los mayo
res enemigos del conocimiento mismo. Y aún más, cuando
tales obras salían de plumas movidas por planteamientos
filosóficos en abierta oposición, cuando no francamente
hostiles a las especulaciones o prácticas de los sofistas.
Los antiguos no sentían la misma veneración que los
modernos por el título de los libros. Es posible que sus sis
temas de citas dependieran en gran medida de la forma en
que los libros circulaban. Pero como nuestra información al
respecto es escasa no podemos extraer de ello conclusiones
firmes. No obstante, sí que nos es permitido suponer que su
forma de citar —que prestaba, como hemos dicho, poca
atención a los títulos y que, al multiplicarlos, acababa crean
do confusión— fue una de las causas que influyeron en la
pérdida de algunas obras.
No obstante no parece que las obras de los sofistas de
saparecieran tan rápidamente como generalmente se piensa.
Es cierto que los sofistas están casi por completo ausentes
de las recopilaciones doxográficas, pero ello puede deberse
al enorme influjo de Aristóteles en la doxografía tardía.
Probablemente el estagirita incluyó a los sofistas en sus in
formes retóricos y ello determinó que el interés se centrara
en este aspecto de su obra. Cuando la Segunda Sofística re
novó el interés por los grandes sofistas del pasado, lo hizo
movida por el interés lingüístico, literario y retórico que ca
racteriza al movimiento.
No obstante, hay signos de que los escritos de los sofis
tas sobrevivieron hasta época muy tardía180. Protágoras es
todavía bien conocido en la Antigüedad tardía: Diógenes
Laercio da una lista de 12 obras existentes, procedente qui
180 Vid. Kerferd, op. cit., pág. 35.
INTRODUCCIÓN
53
zás de un catálogo de una biblioteca contemporánea, pro
bablemente la de Alejandría. Porfirio181 pudo manejar aún
una copia de una obra suya. Un papiro de Oxirrinco del si
glo i d. C.!82, que contiene un comentario bíblico de Dídimo
el Ciego, muestra que' la obra crítica de Protágoras (con
cretamente a Homero) era aún bien conocida1S3.
Los papiros de Antifonte muestran que este autor era
bien conocido en el Egipto grecorromano. Estobeo, en el
siglo v d. C., cita aún profusamente su obra Sobre la Con
cordia. De Gorgias nos han llegado completos dos enco
mios y dos resúmenes de su obra Sobre la Naturaleza 184y El
Anónimo de Jámblico es del c. 300 d. C. En fin, un papiro
de Menfis, del siglo ni d. C., contiene los títulos de sendas
obras de Hipias y Pródico.
Valoraciones de la sofistica
El punto de vista tradicional sobre la Sofistica está las
trado por la adversa opinión que Platón tuvo sobre todo el
movimiento y que queda claramente manifiesta en la des
cripción de los diferentes sofistas en sus diálogos. Los pre
juicios que, durante siglos, se han mantenido en vigor se
pueden resumir en dos grandes reproches hacia su actividad
y su pensamiento, a saber: a) los sofistas no eran pensadores
serios, sino una suerte de charlatanes, sin ningún conoci
miento serio dé materia filosófica alguna y b) eran profun
damente inmorales.
181 Cf. D .K .80B2.
182 D. K. 80 A 30.
183 La cita puede proceder de una obra doxográfíca escéptica y no di
rectamente de las obras de Protágoras. Cf. Kerfbrd, op. cit., págs. 35-36.
184 El resumen de Sexto Empírico es del siglo n d. C.
54
SOFISTAS
Sólo en época moderna y, por obra de Hegel1S5, fueron
incorporados los sofistas a la Historia de la Filosofía. No
obstante, Hegel, al considerar a los sofistas como subjetivis-
tas puros, para los que toda verdad o norma moral eran re
lativas, les reconoció una función puramente negativa: la de
antítesis de la Filosofía natural jonia. En cierto modo Hegel
reafirmaba la opinión tradicionalm .
Fue Grote187 quien reivindicó, por vez primera, las
aportaciones de la Sofística al pensamiento occidental. Co
mo utilitarista militante, vio en los sofistas no una profe
sión, sino auténticos campeones del progreso intelectual,
unos educadores que representaban, de modo insigne, los
puntos de vista generalizados de su tiempo. Ni siquiera
Trasímaco o Calicles debieron de enseñar públicamente las
doctrinas antisociales que Platón pone en sus bocas. En ri
gor no constituyeron un movimiento unitario, si bien todos
ellos compartieron la misma actitud crítica y el mismo sen
tido de misión pedagógica: enciclopedistas ilustrados, mo
vidos por un ideal educativo basado en la retórica, maestros
de virtud política y, en cierto sentido, humanistas.
En su Historia de la Filosofía griega18S, Zeller, in
fluenciado por las ideas hegelianas, presentó a los sofistas
185 En sus Lecciones de Filosofía de lo Historia} y dentro del esquema
general que el filósofo diseña para explicar dialécticamente la evolución
de la Filosofía griega, inserta a los sofistas en la primera fase de la misma,
como antítesis de la filosofía jonia: si ésta aprehendió el Pensamiento
Universal en sus determinaciones naturales (agua, aire, etc.), los sofistas
pusieron el acento en el Sujeto, que determina, por sí sólo, sus pensamien
tos y percepciones. De este modo los sofistas entraban en la Historia de la
Filosofía como subjetivistas puros.
186 Para toda esta sección, vid. Kerferd, op. cit., págs. 6 ss.
137 En su Hisfojy of Greece, Londres, i 846, pág. 56.
188 Die Philosophie der Griechen in ihrer geschichtlichen Entwick-
litng, 111, Tubiuga, 1844, pág. 52.
INTRODUCCIÓN
55
como un movimiento unitario, caracterizado tanto por ras
gos negativos como positivos. Entre los rasgos negativos
enumera su cuestionamiento sistemático de todas las opi
niones y creencias tradicionales, la negación del método
científico, la práctica de una retórica de la apariencia, basa
da en la ambigüedad y al servicio del engaño y la mentira,
el poco valor concedido al conocimiento científico y la de
fensa de unos principios morales peligrosos. Entre los ras
gos positivos, Zeller señalaba la validez del principio de
subjetividad, el cuestionamiento de lo que Dodds llamara
«el conglomerado heredado», la afirmación de la indepen
dencia intelectual, representada por el aprecio al juicio pro
pio. En todo caso, Zeller veía en los sofistas una suerte de
fase necesaria y preparatoria, al igual que Hegel, de la filo
sofía socrática.
En su edición de la obra de Zeller189, Nestle intentó una
distinción entre filósofos y sofistas, atendiendo a sus objetos
y métodos de estudio así como a los fines que se propusie
ron. Los sofistas estudiaban el hombre, no la naturaleza, que
constituía el objeto de estudio de los filósofos. A diferencia
de éstos, que se servían de razonamientos deductivos, basa
dos en primeros principios, los sofistas eran fundamental
mente empíricos. Y la finalidad de su actividad era la de un
conocimiento subjetivo para propósitos prácticos— el do
minio sobre los hombres y la vida— en lugar de apreciar el
conocimiento por sí mismo, como hacían los filósofos. La
diferencia, sin embargo* es tan sutil que, de hecho, desde la
óptica de Nestle, resulta difícil distinguir entre sofistas y
filósofos.
'S9 ¡9 2 0 6
56
SOFISTAS
En su Historia de la filosofía griega !9°, W. K. C.
Guthrie sitúa también la Sofística dentro de la historia de la
filosofía, definiendo el movimiento por su empirismo y es
cepticismo, por contraposición al idealismo platónico o al
interés en los fenómenos naturales de los presocráticos.
En su denso estudio sobre los sofistas, M. Unterstei
ner19’, influenciado por la filosofía de B. Croce, caracteriza,
por el contrario, la actitud epistemológica de la Sofística
como «un realismo no escéptico», una fenomenología que
engloba y abarca toda la realidad no en un único esquema
dogmático, sino con todas sus contradicciones, con toda su
«intensidad trágica». El punto de partida de los sofistas era
la experiencia inmediata, tanto individual como social. Di
cha experiencia suele ser contradictoria, pero, gracias al po
der de la mente, el hombre puede lograr el dominio sobre
esta multiplicidad de la realidad y generar o regenerar las
condiciones de la misma. A los sofistas se les debe el reco
nocimiento de «haber concedido al hombre el derecho a una
vida y un pensamiento humanos».
La tradición historiográfica más reciente ha hecho, pues,
de los sofistas o unos positivistas de la Ilustración griega ô
unos filósofos no ortodoxos.
Toda una serie de filólogos o historiadores de la filoso
fía han visto en la sofística un movimiento que guarda algu
nos puntos de contacto con el humanismo renacentista. Así
Romilly192 señala cómo los sofistas, en un mundo que no
admitía ya la trascendencia ni ninguna verdad absoluta, se
190 History of Greek Philosophy, vol. ISS, Cambridge, 1969, págs. 3-9 - Historia de ta filosofía griega, vol. Ill [trad. J. Rodríguez], Madrid,
Gredos, 1988, págs. 15-21.
I9! The Sophists, Oxford, 1954, 2 vols. Trad, italiana I Sofisti, 2 vols.
1967.
192 Op. cit., págs. 249 ss.
INTRODUCCIÓN
57
esfuerzan por elaborar una moral fundada sobre la razón y
atenta a todo aquello que atañe al hombre193.
Una postura radicalmente opuesta es la que defiende
Pfeifferi94, que niega todo punto de contacto entre la sofísti
ca y el humanismo. Los sofistas, en su opinión, no se preo
cupaban por los valores de la humanitas, de la conducta
humana, sino tan sólo de la utilidad de su doctrina o técnica
para el hombre individual, especialmente en el seno de la
vida política. En cierto sentido esta es también la postura de
Rodríguez Adrados195 que, si bien habla del nuevo «huma
nitarismo igualitario y hedonista de los sofistas», a propósi
to de la primera Sofística, señala también que la crítica
ejercida por los sofistas a las costumbres y valores tradicio
nales y el fuerte acento que los sofistas y especialmente
Gorgias ponen en el individuo y la satisfacción del placer
individual, acabarán desembocando en la búsqueda del
éxito social, por todos los medios posibles y en la doctrina
del derecho del más fuerte.
En su interesante estudio sobre los sofistas, Kerferd
considera a los sofistas, desde un punto de vista histórico,
como unos predecesores de Platón, que prepararon el cami
no para su filosofía. Apenas hay una idea en Platón que no
hubiera sido ya suscitada por los sofistas. Pero, desde un
m Una posición hasta cierto punto semejante defendió Th. Franck-
Brentano, Les sophistes grecs et les sophistes contemporains, Paris,
1879, para quien Protágoras, Polo, Trasímaco representaban intelectual-
mente un orden semejante al de John Stuart Mill, Herbert Spencer, Bacon,
Descartes o los humanistas del Renacimiento. Los sofistas eran los prede
cesores del racionalismo europeo, en cuanto sostuvieron un relativismo
intelectual y moral semejantes. Kerferd pone muy en guardia en contra de
estas búsquedas ahistóricas de precedentes.
194 Op. cit., pág. 57.
Ilustración y Política en la Grecia clásica, Madrid, 1966, págs.
365-418.
58
SOFISTAS
punto de vista más general^ considera a la sofística como un
gran movimiento del pensamiento humano, caracterizado,
sobre todo, por su intento «de aplicar la razón a la com
prensión de los procesos racionales e irracionales» de la
conducta humana196.
Nuestra traducción
Nuestra edición se ha basado en la edición de los Preso
cráticos de Diels-Kranz197 así como en la de Untersteiner198.
Hemos tenido presentes también otras ediciones199, traduc
ciones y comentarios, que oportunamente se indican en su
lugar adecuado. El criterio que nos ha guiado ha sido el de
ofrecer toda esa masa de testimonios y fragmentos de la
forma más completa posible. Por ello hemos incluido los
fragmentos que Untersteiner añadió, por considerarlos im
portantes para la reconstrucción de algún aspecto del pen
samiento de tal o cual sofista. Estos testimonios añadidos
por Untersteiner aparecen señalados por *. Nosotros hemos
aportado algunos otros no incluidos en la edición del filólo
go italiano, bien porque han sido dados a conocer con pos
terioridad a aquélla, bien porque hemos atendido las quejas
de algunos estudiosos por su ausencia. Estos fragmentos
aparecen también señalados por **. En todo caso la selec
196 Op. cit., págs. 173 s. García Guai., op. cit., pág. 37, afirma
«Sócrates está frente a ia Sofística y dentro de ella, como Kant respecto a
la Ilustración del siglo xvm; la culmina y supera».
197 Diels, H. y K ran2 W. (eds.), Die Fragmente der Vorsokratiker I
III [1903], Berlín, 1951-5?/’.
198 U n te rs te in e r, M., Sofisti. Testimonialize e frammenti I/IV, Flo
rencia, 1949-1967.
199 Debemos mencionar aquí la traducción de Τ. C ardini, I Sofisti.
Frammenti e testimoniante [1923], Barí, Í9542.
INTRODUCCIÓN
59
ción es arbitraria y . se podrían haber incluido muchos más
pasajes, especialmente de Platón, pero también de Isócrates
o del propio Aristóteles200. En realidad el pensamiento de
los sofistas forma un continuo inextricablemente unido al
pensamiento de los filósofos anteriores (Zenón, Parménides,
Empédocles, Heráclito, Demócrito), con quienes frecuente
mente polemizan o concuerdan y, desde luego, al de Sócra
tes. La mejor lectura para comprender el pensamiento de los
sofistas es, sin duda, los Diálogos de Platón. Pero en este
parcelar la realidad, que parece ser una de las Denkformen
de la actividad intelectual de Occidente, ha pesado decisi
vamente la obra gigantesca de Diels. Hoy día un tipo de
obra como Die Fragmente der Vorsokratiker quizás ya no
sea posible ni tampoco deseable. La visión de conjunto que
tal tipo de obras aporta se ve seriamente mermada por la
imposibilidad física de ofrecer una edición y un comentario
a la altura de las exigencias filosóficas y filológicas actua
les. En el futuro contaremos, sin duda, con excelentes edi
ciones de sofistas individuales y seguiremos acudiendo a
Diels para el Movimiento Sofístico.
La disposición del texto sigue la adoptada en su día por
Diels. Por lo general los testimonios se agrupan en tres ca
tegorías: testimonios A, donde se recogen datos de carácter
biográfico sobre el sofista así como aquellos otros útiles pa
ra la reconstrucción de su obra y doctrina. Los testimonios
B agrupan bien fragmentos literales de los sofistas, bien re
súmenes o glosas de su obra. Finalmente C indica que se
trata de imitaciones.
200
La traducción de R. K. S p rag u e, (The Older Sophists. A Complete
translation by several Hands of the Fragments in Die Fragmente der Vor
sokratiker edited by Diels-Krcmz, Columbia 1972) incluye una nueva edi
ción de Antifonte y del Eutidemo platónico.
60
SOFISTAS
Por lo que hace a las notas con que hemos acompañado
el texto, no hemos pretendido hacer un comentario exhaus
tivo de todas y cada una de las cuestiones que éste plantea,
sino solamente señalar las dificultades de los pasajes objeto
de interpretaciones divergentes. Naturalmente hemos creído
necesario poner en manos del lector no especialista toda la
información histórica, filológica., cultural o de realia, que
consideramos necesaria para la recta intelección del texto.
La bibliografía no tiene tampoco ninguna pretensión de
exhaustividad. El lector interesado podrá encontrar una bi
bliografía completa y actualizada en el útilísimo volumen
colectivo Sophistik201.
Por lo que hace a la traducción hemos procurado que
sea lo más apegada al texto posible. Ello no quiere decir que
nos hayamos resignado a una literalidad pedestre e insufri
ble, sólo que hemos procurado que nuestro castellano, más
que una barrera entre el lector y el griego, sea un instrumen
to para la interpretación del texto. El lector juzgará si nues
tro propósito ha conseguido su objetivo.
Hemos dotado la edición de un índice de pasajes, en el
que hemos incluido la referencia al testimonio o al fragmen
to correspondiente, de forma que su consulta pueda resultar
útil.
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