EL CONCEPTO DE SUSTANCIA DE SPINOZA A HEGEL CONTENIDO AUDIOVISUAL CLICK EN EL RECUADRO TAMBIÉN PUEDES ACEDER VÍA QR pp https://youtu.be/hnlGUG37J lw Contenido interactivo • Agradecimientos • Introducción • Lista de abreviaturas • I. El concepto de sustancia en Spinoza ■ Sustancia, inmanencia e individualidad en la Ética de Spinoza ■ Sustancia y orden en Spinoza: la praxis perspectivista de la razón ■ Los corresponsales de Spinoza y el problema de la sustancia (1661-1665) ■ La sustancia spinozista: ¿el marco de un programa ético? • II. Las críticas de Locke al concepto de sustancia ■ Sobre la idea de sustancia en John Locke • III. El concepto de sustancia en Leibniz ■ Leibniz y el debate sobre la sustancia ■ Leibniz: sustancia, expresión y fenómeno. El monadismo leibnizano y la correspondencia con Des Bosses ■ La sustancia individual en Leibniz • IV. El concepto de sustancia en Berkeley ■ Berkeley y la sustancia espiritual ■ Actividad y pasividad en Berkeley • V. Crítica de Hume al concepto de sustancia ■ La idea de una ‘mente singular’ en Hume: el ‘qué o quién ejecuta las actividades propias de una vida mental ■ Sobre la existencia de las percepciones en el pensamiento de Hume ■ Un salvavidas de plomo. La pesada herencia sustancialista en la filosofía moderna • VI. El concepto de sustancia en Kant ■ La sustancia en la ontología crítica de Kant ■ “de nobis ipsis silemus”. El desencantamiento kantiano del alma: de sustancia a sujeto moral • VIL El concepto de sustancia en Hegel ■ G. W. E Hegel, la categoría de sustancia • VIII. Apéndices ■ Bibliografía ■ Indice de autores ■ Indice de conceptos • Indice General [Para regresar a este Contenido interactivo dar click en la flecha] Agradecimientos Este libro ha sido posible por medio del apoyo de muchas personas e ins tituciones. Los coordinadores agradecemos el incondicional apoyo de los autores para realizar sus artículos bajo las limitaciones de espacio y tiempo con que contamos, así como a su paciencia ante el tiempo que tomó la publicación de la obra. Asimismo, agradecemos a Antonio Rocha Buendía por su apoyo en la revisión del manuscrito original y a Fernanda Romero Quezada por la elaboración de los índices. También agradecemos al Área de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Na cional Autónoma de México y, en particular, a Juan Carlos Cruz Elorza, por su apoyo en incluir esta obra como parte de la colección de libros de filosofía moderna de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Por su parte, sea esta obra un homenaje al trabajo ininterrumpido del Se minario de Historia de la Filosofía, creado por José Antonio Robles García (q. e. p. d.) y Laura Benítez Grobet en 1985. Actualmente dirigido por Lau ra Benítez Grobet y Luis Ramos-Alarcón Marcín, el Seminario ha reunido en sesiones semanales o en coloquios anuales, a importantes especialistas hispanoamericanos en filosofía moderna, así como a especialistas de otras latitudes, con vistas a entablar un diálogo en beneficio de una mejor com prensión de nuestro pasado filosófico, fundamento de nuestro presente. Por último, agradecemos a la Dirección General de Asuntos del Perso nal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México que, por medio del Proyecto PAPIIT IN402614, “El problema de la sustancia en la filosofía moderna y sus antecedentes”, ha dado los fondos para la publica ción de este libro. Introducción Laura Benítez Grobet Lu is R am os-A larcón M arcín En su búsqueda por comprender y actuar en la realidad, la filosofía realiza dos tareas: por una parte, describe la realidad en su búsqueda por aclarar qué es lo que permanece frente a nosotros o en nosotros; por otra parte, prescribe entre los posibles cursos de acción. Tradicionalmente se podría pensar que la primer actividad es trabajada por disciplinas filosóficas como la metafísica y la epistemología, mientras que la ética y la filosofía política trabajan la segunda actividad. Empero, ambas actividades están estrecha mente relacionadas y, en numerosas ocasiones, no es posible separarlas. El libro colectivo El concepto de sustancia de Ficino a Descartes ha mos trado de qué manera el concepto de sustancia ha sido redefinido por Aristó teles, Ficino, Bruno, Descartes, Hobbes, Mersenne y Gassendi, para cumplir estas dos funciones de la filosofía. Ese trabajo expuso tanto la riqueza como los problemas al emprender ambas tareas con dicho concepto, así como ven tajas y desventajas de su rechazo. Desde la filosofía de Aristóteles, el concepto metafísico de sustancia (hypokeimenon y ousia) ha posibilitado homogenei dad cognitiva para explicar ciertos cambios en algo que se considera con identidad y permanencia. En latín, el verbo “substo” (infinitivo, substare) significa literalmente —entre otros significados— “lo que está debajo de”. La filosofía moderna acepta la definición de sustancia como aquello que está debajo de cualidades, accidentes o modos, que es lo que nosotros ve mos y tocamos; mientras que éstos cambian, la sustancia es aquello que les da soporte y posibilita el cambio en el tiempo, a la vez que permanece en sí misma en el tiempo y subsiste al cambio. Pero estos filósofos discuten los tipos de sustancias que existen o que podemos conocer y los tipos de cambios que pueden explicar. Este libro intentará mostrar que ésta no es una discusión gratuita. Sin embargo, el estudio del concepto de sustancia a través de distintos autores muestra que no se trata de una historia lineal en donde los autores estén formados en una fila india y los filósofos más recientes superan sin más a los filósofos anteriores. La puesta en juego del concepto muestra que los filósofos usan diversos argumentos para trabajar el mismo concepto de sustancia en distintos ámbitos, de modo que no hay ni siquiera una superación o abandono total del concepto. Con esto tampoco indicamos que se trata de una historia de relativismo en donde no hay criterios para identificar la claridad y adecuación de los mismos argumentos utilizados por los filósofos. Traigamos aquí la crítica lockeana al concepto de sustancia. Aunque el lector se encontrará con un artículo dedicado a ésta, cabe indicar en esta breve introducción uno de los principales problemas a resolver por parte del concepto de sustancia. Locke pondrá la siguiente crítica en su Ensayo sobre el entendimiento humano: Las nociones de substancia y de accidente son de poca utilidad para la filosofía. Aquellos que, los primeros, dieron en la noción de accidentes como una especie de seres reales que necesitaba de alguna cosa a la cual ser inherentes, se vieron obligados a descubrir la palabra substancia, para que sirviera de soporte a los accidentes. Si al pobre filósofo hindú (que imaginaba que la Tierra también necesitaba un apoyo) se le hubiera ocu rrido esta palabra de substancia, no se habría visto en el apuro de buscar a un elefante para sostener la Tierra, y a una tortuga para sostener a su ele fante. La palabra substancia le habría servido cumplidamente para el efec to. Y quien preguntara qué es lo que sostiene la Tierra, debería mostrarse tan satisfecho de la respuesta de un filósofo hindú que le dijera que es la substancia, sin saber qué cosa es, como nosotros nos mostramos satisfe chos con la respuesta y buena doctrina de nuestros filósofos europeos, cuando nos dicen que la substancia, sin saber qué cosa es, es aquello que sostiene a los accidentes. De la substancia, pues, no tenemos ninguna idea de lo que sea, y sólo tenemos una idea confusa y obscura de lo que hace.1 Esta objeción se apoya en la posición empirista de Locke: este filósofo rechaza la postura cartesiana y spinoziana de que la filosofía debe tener fun damentos metafísicos que todo ser racional puede conocer al meditar por sí solo. Más bien, el inglés considera que todo el material de nuestro cono 1 Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, II, 13, 19, p. 154. cimiento nos viene, o bien, de la percepción sensible, o bien, de la intros pección. A partir de los problemas del conocimiento desencadenados por la duda metódica cartesiana —que plantea la separación entre nuestras ideas y sus objetos—, Locke se pregunta por los fundamentos, la certeza y la ex tensión del conocimiento humano.2 Considera que no se puede profundizar en filosofía si antes no se examinan los objetos y capacidades del entendi miento humano. No hacer esto sólo lleva a que los seres humanos dediquen frecuentemente sus energías intelectuales para abordar problemas que su entendimiento no puede resolver. En este caso particular, Locke acepta el dualismo cartesiano entre entendimiento y mundo físico, pero rechaza que podamos tener un conocimiento claro y distinto de estas realidades, pues de éstas no podemos tener percepciones y, por tanto, no podemos formarnos ideas simples. Por eso pretender lo contrario conduce al escepticismo, el pro blema que el Locke del Ensayo busca evitar. Por el contrario, continúa el filó sofo inglés con que, si el conocimiento se dedica a lo que sí puede conocer, hará progresos y el escepticismo tendrá menos fúerza. Como muestra la metáfora del filósofo hindú, el concepto de sustancia sería un concepto oscuro que se utiliza para pretender evitar una regresión al infinito sobre el soporte de lo que vemos y tocamos; pero Locke mira esa regresión como una abstracción de lo que nos rodea —por ejemplo, de este papel y de estas manos— hasta postular un soporte común a todo lo que vemos y tocamos. Como Locke rechaza la existencia de ideas innatas, no podemos aceptar que tenemos una idea innata de ese soporte —como pretendía Descartes— sino que, si existe tal soporte, deberíamos de poder tener una idea simple suya, sea de sensación o de los sentidos, por ejemplo. Tanto Descartes como Locke aceptarían que es imposible que los sentidos nos den ideas “directas” de las sustancias, pero por razones distintas: Des cartes considera que las representaciones dadas por nuestros sentidos son modos de la sustancia, no la sustancia misma; en cambio, Locke acepta que la extensión corpórea, la figura, el movimiento y el reposo son ideas simples de sensación, en las que cooperan vista y tacto.3 El empirismo lockeano resulta, entre otras cuestiones que no tratare mos en esta breve introducción, del interés de la época por identificar 2 Cf. ibid., I, 2. 3 Ibid., II, 3, 1, pp. 99-100. [11] ciertas regularidades en la naturaleza (inercia, gravedad de los cuerpos, transferencia de movimiento y fuerza, etcétera), así como de su capacidad de divulgar la manera de conducir experiencias para reproducir los resul tados. La demostración pasa a ser no sólo un medio mental o en papel, sino que se trata también de un medio comunicable y reproducible por otros. Estos medios permiten a los filósofos modernos corroborar que la naturaleza no es una entidad azarosa e incognoscible, sino que se trata de un ámbito conocido por medio de la aplicación de las matemáticas y del álgebra y, a la vez, reproducible, con correspondencia entre lo que se encuentra en el papel y lo que sucede con los objetos externos. Éstos se pre sentan, desde la perspectiva de su geometrización, como objetos inertes que no actúan por sí solos, sino que requieren de la causalidad eficiente externa para ser. A pesar de lo anterior, no se puede decir que Locke supera el concepto de sustancia, ni que muestra su inutilidad. En efecto, pues ante este ámbito de la naturaleza, surgen dos preguntas fundamentales para todos los filósofos modernos: por una parte, ¿cuál es el estatuto metafísico de las leyes de la naturaleza, de esos principios que explican y predicen la regularidad de los cuerpos? Por otra parte, ¿cuál es el estatuto de los seres humanos en relación con esas leyes (y los cuerpos que explican)? ¿Acaso los seres hu manos son entes naturales más que cohabitan en la naturaleza, que siguen las mismas leyes con que pensamos a los entes naturales? O bien, ¿los seres humanos forman un ámbito propio y distinto al de los entes naturales? Es decir, ¿sólo hay naturaleza de los cuerpos o hay otra realidad pensante que otorga identidad? Los filósofos no recurren al concepto de sustancia sólo en el ámbito metafísico ni en el epistemológico, sino también en el ámbito práctico, es decir, en la ética y en la filosofía política como asidero de la identidad personal. El concepto de sustancia de Spinoza a Hegel El presente libro llena el vacío de un estudio de la filosofía moderna centra do en el concepto de sustancia al conjuntar dieciséis artículos solicitados ex profeso a especialistas para comprender las discusiones y propuestas conceptuales que hicieron los siguientes filósofos: Benedictas de Spinoza, John Locke, Leibniz, Geroge Berkeley, David Hume, Immanuel Kant y G. W. F. Hegel. Debido al distinto interés, extensión y relevancia otorgada al concepto de sustancia por cada uno de estos autores, algunos filósofos son tratados en más de un artículo. La Ética de Spinoza enfrenta el problema de explicar tanto la comuni dad como la diferencia de los modos y, entre ellos, a los seres humanos. En el artículo “Sustancia, inmanencia e individualidad en la Ética de Spinoza”, Luis Ramos-Alarcón argumenta que la causalidad inmanente —aquella que afirma que la causa permanece en el efecto— permite que la meta física y epistemología spinozianas conciban una naturaleza libre de toda determinación extrínseca a ella misma. Con ello, no se estima la realidad de una cosa existente por medio de un criterio extrínseco a la cosa misma (por ejemplo, un ideal moral o la instrumentalización de nuestro deseo), sino por medio de la realización de la causa inmanente como el esfuerzo por perseverar en su propio ser o, lo que es lo mismo, de una determinada proporción de movimiento y de reposo. Se trata de la individualidad como parte de la Facies Totius Universi, esto es, la extensión como naturaleza naturada. Spinoza no busca la pérdida de la individualidad, sino su funda- mentación racional en la causalidad inmanente. La metafísica spinoziana identifica a la única sustancia con la naturaleza, pero no con el universo de cuerpos, por lo que no podemos decir que la sustancia sea una totalidad, ni siquiera un individuo. Luciano Espinosa, en el artículo “Sustancia y orden en Spinoza: la praxis perspectivista de la razón”, estudia que la oposición radical de Spinoza al antropomorfismo implica alguna clase de indeterminación en el conoci miento de la sustancia, así como que el ser humano ignore qué sea el orden común de la naturaleza. Estas cuestiones conllevan un inevitable perspec- tivismo: a) la razón logra la verdad pero, al mismo tiempo, eso significa adoptar un punto de vista acorde con la naturaleza humana y su posición en el universo; b) es necesario rectificar las valoraciones usuales hechas desde los hábitos de la razón; c) es muy importante para la vida cotidiana considerar los hechos como posibles, y d) las relaciones entre la sustancia y las cosas singulares son establecidas por las nociones comunes y, sobre todo, por la intuición. María Luisa de la Cámara, en el artículo “Los corresponsales de Spino za y el problema de la sustancia (1661-1665)”, trata las dificultades de los corresponsales de Spinoza ante su noción de sustancia, sustancia única y dinámica. Las relaciones que los corresponsales mantienen con el filóso fo son más o menos formales: adversarios como Blijenberg, amigos como Meyer y Simón de Vries, así como intelectuales curiosos como Oldenburg. Todos ellos le escriben entre 1661 y 1665 para comunicarle su desconcierto ante una categoría que les cuesta reconocer. Sin embargo, el tema de la sus tancia no es una cuestión de ontología pura: los destinatarios esperan una respuesta a sus dificultades que entrelazan cuestiones ontológicas, lógicas, re ligiosas y éticas acerca de la sustancia. Las respuestas de Spinoza integran una doctrina congruente con sus otros escritos, y proporciona a los prime ros críticos de su metafísica un material para sus refutaciones. A pesar del carácter fundacional del concepto de sustancia al inicio de la Ética demostrada según el orden geométrico de Spinoza, sus menciones pier den relevancia hasta desaparecer a lo largo del texto. En el artículo “La sus tancia spinozista: ¿el marco de un programa ético?”, Diana Cohén muestra que esta pérdida se debe a que, conforme el texto se acerca al objetivo ético del programa spinozista, la relevancia del concepto de sustancia es transferi da a la realidad modal. Cohén muestra que este objetivo es propuesto desde la segunda parte de la obra, en donde el filósofo neerlandés declara que se ocupará “de aquellas cosas que pueden conducirnos, como de la mano, al conocimiento del alma humana y de su suma beatitud”. El artículo defiende que el programa ético spinozista adquirirá su sentido más acabado en las últimas partes de la obra, en donde la salvación es amor intelectual de Dios y liberación del alma. Cohén expone que se trata de la comprensión de un Dios que se expresa, sin premios ni castigos, en las leyes de la naturaleza. Por su parte, en el artículo “Sobre la idea de sustancia en John Locke”, Carmen Silva analiza tres lecturas que han sido realizadas por filósofos contemporáneos sobre la crítica lockeana al concepto de sustancia: pri mero, una lectura crítica que reprueba la idea general de sustancia, por tener una naturaleza ininteligible, confusa y oscura. Segundo, una lectura positiva o constructiva que considera las ideas de clases de sustancias y evita la idea general de sustancia (principalmente el de la existencia de un sustrato incognoscible). Tercero, otra lectura positiva que considera el contexto intelectual de Locke para discutir el papel que una idea de sus tancia debería de cumplir. El artículo de Daniel Garber, “Leibniz y el debate sobre la sustancia”, critica que los comentaristas de Leibniz tienden a centrarse en las mónadas y encontrar en éstas las doctrinas centrales sobre la filosofía en general, así como sobre la doctrina de la sustancia en particular. Pero este artículo muestra que la teoría de las mónadas pertenece a la última etapa filosófica del alemán. Asimismo, ofrece una perspectiva más completa porque pone atención en la sustancia corpórea en la época media del filósofo alemán. La perspectiva de la sustancia y la mónada tienen mucho en común: al estu diar la teoría de la sustancia corpórea de Leibniz en lugar de las mónadas, se muestra la relevancia de las ideas de unidad y actividad. Así, sustancia corpórea y mónadas son dos formas de trabajar un mismo compromiso filosófico por un mundo de unidades activas reales. Para Garber, esto es el verdadero corazón de la idea de sustancia en Leibniz. El artículo de Leonardo Ruiz, “Leibniz: sustancia, expresión y fenómeno. El monadismo leibnizano y la correspondencia con Des Bosses”, aunque se centra en la tercera y última etapa de su obra, considera que en sus tres etapas buscó aclarar los “requisitos” o condiciones de posibilidad que dan razón de los fenómenos. Este artículo propone una solución a las aporías sobre la sustancialidad o no sustancialidad de los cuerpos orgánicos; en particular, a reconciliar la explicación de la realidad material en general por la difusión de la fuerza pasiva y la fuerza activa de las mónadas, con el hecho de que parece haber mónadas relacionadas con cierto cuerpo. A partir del apoyo en diversos textos leibnizanos y de sus cartas con Des Bosses, Ruiz muestra que Leibniz intenta ampliar su sistema para dar respuesta a nuevos problemas, como el del cuerpo orgánico, sin abandonar su sistema monadológico. El artículo de Luis Antonio Velasco, “La sustancia individual en Leibniz”, presenta la idea leibnizana de “orden” aparecida en su Discuros de metafísica, en el año de 1686, como centro de su pensamiento metafísico en su última etapa, en lugar de las ideas de sustancia, mente, alma, universo o armonía. Para este autor, la noción de sustancia individual emerge como una idea co lateral sin la cual el sistema leibnizano no podría ser pensado. En el artículo “Berkeley y la sustancia espiritual”, Alberto Luis López analiza el concepto de sustancia en la obra del filósofo irlandés George Ber keley. Para ello estudia primero cómo se fue configurando dicho concepto, y qué papel cumplió en la obra no publicada de los Comentarios filosóficos, es decir, en la etapa de juventud del irlandés. Después analiza el concepto en el Tratado sobre los principios del conocimiento humano, obra donde ya aparece la versión definitiva del mismo, tal y como Berkeley lo concibió en su filosofía inmaterialista. Luis López arguye que a pesar de que los Co mentarios muestran diversas concepciones, incluso contradictorias, sobre lo que sea el espíritu o sustancia espiritual, ya se vislumbra en ellos la no ción definitiva que Berkeley desarrolló posteriormente en su Tratado. El artículo de Sébastien Charles, “Actividad y pasividad en Berkeley”, continúa con el estudio del concepto de sustancia pensante en el filósofo irlandés. Defiende que el inmaterialismo de Berkeley es sostenido por una ontología de grados de ser y de dependencia que recuerda al neoplatonis mo. Esta ontología permite la atribución paradójica al espíritu humano de dos modalidades del ser bastante diferentes y que deben ser pensadas bajo una relación más vertical que horizontal: un espíritu podrá ser más o me nos activo, pero nunca dejará de ser activo, mientras que una idea puede ser más o menos pasiva, pero nunca dejará de ser pasiva. El artículo de Hazel Castro Chavarria, “La idea de una ‘mente singu lar en Hume: el qué o quién ejecuta las actividades propias de una vida mental”, estudia la tesis humeana del Tratado de la naturaleza humana que sostiene que el ‘yo’ no es más que un haz de percepciones. Dicho ‘haz’ pue de, según Hume, llevar a cabo actividades mentales como, por ejemplo, atribuir identidad. Sin embargo, llama la atención que un mero ‘haz de percepciones’ —que sólo consiste en una multiplicidad de percepciones- pueda ejecutar un acto mental. El problema es que si el ‘yo’ sólo consiste en una ‘colección de percepciones, entonces ¿‘qué o quién es el que realiza las actividades propias de una vida mental? Esta discusión ha sido inter pretada en Hume desde la perspectiva trascendental kantiana, es decir, en términos de una autoconciencia o apercepción que representara aquella unidad siempre idéntica a sí misma. Pero este artículo plantea que ésta no es la perspectiva humeana, aunque esto no lo salve de problemas. En el artículo “Sobre la existencia de las percepciones en el pensamiento de Hume”, Mario Chávez Tortolero analiza la teoría de las ideas de Hume como una ontología alternativa. Chávez considera que Hume busca un criterio del conocimiento humano y del comportamiento moral que dis cute con conceptos fundamentales de la tradición filosófica, como los de sustancia e identidad personal. En este sentido, el autor muestra que las críticas humeanas tienen el objetivo de promover un punto medio entre el sentido común y el sentido filosófico de la vida, la verdad y la moralidad. En el desarrollo de esta interpretación, el artículo expone las clasificaciones de las percepciones, en tanto que existencias independientes y fundamen tales en la epistemología humeana. Posteriormente, expone los elementos de la subjetividad intermitente que se pueden derivar de ellas. Finalmente, considera las invenciones de la imaginación no como una facultad de re presentación entre otras, sino como una sustancia entre sustancias. En el artículo “Un salvavidas de plomo. La pesada herencia sustancialis- ta en la filosofía moderna”, Leiser Madanes estudia las dos actitudes opuestas que caracterizan la filosofía moderna durante los siglos xvn y xvm. Por un lado, algunos pensadores defienden que el universo es en principio perfec tamente comprensible y transparente a la razón, pues pretenden que nada sucede sin una razón de su existencia. Para estos autores, una de las tareas fundamentales del filósofo será describir cómo debe ser el mundo para que satisfaga este supuesto de que sea transparente a nuestro entendimiento. Por otro lado, con Hume y Rousseau como exponentes, hay una actitud opuesta a este optimismo racionalista que rechaza una razón necesaria que explique la existencia en general, como tampoco lo hay para explicar la existencia de una cosa en particular, pues más bien lo contrario no es con tradicción sino posibilidad. Madanes termina el artículo con el desarrollo de este postura en Nozick y Rescher. Julián Carvajal, en el artículo “La sustancia en la ontología crítica de Kant”, analiza el tema de la sustancia en el marco de la ontología crítica entendida como una analítica del entendimiento puro, que descompone la capacidad del entendimiento para descubrir los conceptos fundamen tales y los primeros principios de todos nuestros conocimientos a priori. Carvajal desarrolla la exposición en cuatro apartados: 1) Líneas generales de la concepción kantiana de la ontología; 2) La sustancia como una de las categorías del entendimiento, indagando su origen a priori y su uso empí rico; 3) El esquema trascendental de sustancia como condición necesaria para su aplicación a la intuición sensible, y 4) La sustancia como uno de los principios puros del entendimiento que determinan a priori la referencia del discurso al objeto, esto es, la estructura de la objetividad. Por su parte, el artículo de Maximiliano Hernández Marcos, titulado “‘d e nobis ipsis silem us’. El desencantamiento kantiano del alma: de sus tancia a sujeto moral”, expone la ruptura kantiana con el cartesianismo moderno, para dar un sentido exclusivamente práctico a la noción de es píritu. Para ello, el artículo expone que cuando Kant disuelve el concepto metafísico de alma o espíritu en la noción práctica de sujeto moral, este giro crítico tiene como presupuesto la reducción del uso teórico u ontológi co tradicional de la categoría de sustancia al ámbito fenoménico del mundo externo y el rechazo correspondiente de la psicología racional, por el cual se negaba al Sujeto pensante el carácter de sustancia espiritual. Este libro culmina con el artículo de Sergio Pérez-Cortés, “G. W. F. He gel, la categoría de sustancia”, donde se examina la categoría de sustancia dentro de la lógica de Hegel y muestra su vínculo con el propósito funda mental de esta filosofía, que es pensar la realidad efectiva. Para ello, consi dera el programa metafísico de Hegel sin el cual el propósito de la deduc ción lógica de categorías resulta difícilmente comprensible. El texto sigue paso a paso el desarrollo de la lógica en la sección llamada realidad efectiva. Por último, el lector encontrará una serie de herramientas útiles para profundizar en los análisis y discusiones entre los principales filósofos modernos en torno al concepto de sustancia. Una lista de abreviaturas que permite identificar las obras filosóficas más citadas en este libro. Una biblio grafía especializada en el concepto de sustancia que permitirá no sólo tener la referencia completa de los libros citados en los distintos artículos, sino identificar otras obras relevantes para la discusión sobre el concepto de sustancia desde Ficino a Hegel. Un índice de autores que permitirá buscar en qué páginas son tratados los autores que le interesan. Un índice de con ceptos que permitirá buscar de manera más sencilla aquellos conceptos más tratados en los distintos artículos del libro. Esta obra busca ofrecer más herramientas para entablar un diálogo tanto entre los especialistas hispanoamericanos sobre filosofía moderna, como con estudiantes y público en general que se interesen por compren der las fuentes de los conceptos, problemas y argumentos filosóficos que hoy en día dirigen nuestro pensamiento. Lista de abreviaturas La abreviatura puesta en la primera columna, mientras que el título completo en la segunda columna. An. Post. Fís. Met. D escartes AT Meditaciones Principios CF, Comentarios Principios Hegel W Lógica Fenomenología Enciclopedia Analíticos Posteriores Física Metafísica Adam & Tannery, Meditaciones Metafísicas Principios de la Filosofa Comentarios Filosóficos Tratado sobre los principios del conocimiento humano Werke Ciencia de la Lógica Fenomenología del Espíritu [ 19] Enciclopedia de la Ciencias Filosóficas Hume THN, Tratado EHU Dialogues [ 20 ] Kant KvR AA Leibn iz A = G = GM = Grúa = Discurso De originatione Locke Ensayo Un Tratado sobre la Naturaleza Humana AnEnquiry Concerning Human Understanding Dialogues Concerning Natural Religión Crítica de la razón pura Kants gesammelte Schriften Samtliche Schriften und Briefe (ed. Deutsche Akademie der Wissenschaften zu Berlín), Akade mie-Verlag, Darmstadt/Leipzig/Berlin, 1923-. Die philosophischen Schriften von Gottfried Wilhelm Leibniz (ed. C.I. Gerhardt), 7 vols., Georg Olms, Hildesheim, 1978. Leibniz Mathematische Schriften (ed. C. I. Gerhardt), 7 vols. Georg Olms, Hildesheim, 1971. Textesinéditsdaprés des manuscrits de la Bibliothéqueprovincialed’Hanovre (ed. Gastón Grúa), 2 vols., París, Presses Universitaires de France, 1948. L. Couturat, Hildesheim: Georg Olms, 1961. Discurso de Metafísica Acerca de la origine radical de las cosas Ensayo sobre el Entendimiento Humano S pin o za CM E Ep KV TIE TTP Pensamientos metafísicos Ética Epistolario, Núm. de carta Tratado Breve
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