lunes, 16 de octubre de 2023

Voltaire La princesa de Babilonia Título original: La Princesse de Babylone Voltaire, 1768 Traducción: Gloria Pampillo




Voltaire La princesa de Babilonia Título original: La Princesse de Babylone Voltaire, 1768 Traducción: Gloria Pampillo Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 El problema de la fidelidad en los tiempos heroicos Los héroes de la antigüedad, aquellos que ocuparon el discurso épico, azoraban por su valentía y su sumisión a los dioses. Sufrían, como sufren los simples mortales, pero se levantaban de su pesadumbre para torcer los designios funestos del destino. Y para conseguir lo que buscaban —un reino, una mujer, un objeto preciado— debían sortear infinitos peligros, realizar numerosas hazañas y burlarse de la muerte cientos de veces. Los héroes de la antigüedad eran capaces de sentir los sentimientos más nobles, capaces de renegar de sus más hondas pasiones en virtud de conseguir lo que anhelaban, o de ser fieles a su objetivo. La princesa de Babilonia es un extenso relato maravilloso que recrea las características mágicas de la Antigüedad. Voltaire, ese memorable escritor y filósofo francés del siglo XVIII que fue autor de estas páginas, debió encontrar en la Mesopotamia remota una cuna fecunda para desarrollar esta ficción que tanto parece un relato para niños, como un complejo tratado sobre la fidelidad. La primera parte del texto donde tres reyes se disputan la mano de la princesa Formosanta sirve para poner de relieve las verdaderas características del héroe en contraposición con los rasgos de aquellos que detentan el poder. El faraón de Egipto, el Sha de las Indias y el gran Khan de los escitas son vulnerables ante la destreza y el talento de un joven desconocido que dice ser hijo de un pastor. Luego comienza un largo peregrinaje de la princesa detrás de este mancebo, Amazán, cuyo amor incorruptible lo lleva a rechazar a las doncellas más dignas de la tierra y a huir de ella misma por creerla infiel: "Hermosa princesa del linaje de China, merecéis un corazón que no haya sido jamás más que vuestro; he jurado a los dioses inmortales no amar a nadie más que a Formosanta, princesa de Babilonia, y enseñarle cómo se pueden vencer las pasiones durante los viajes; ella tuvo la desgracia de sucumbir ante el indigno rey de Egipto; soy el más desgraciado de los hombres; he perdido a mi padre y al fénix, y la esperanza de ser amado por Formosanta; he dejado a mi madre en la aflicción, a mi patria, ya no podía vivir ni un momento en los lugares donde supe que Formosanta amaba a otro que no era yo; he jurado recorrer la tierra y serle fiel. Lo curioso de este sacrificio de fidelidad que se impone el héroe, es que luego de recorrer numerosas: provincias, su constancia llega a la capital de los galos, y se tuercen los designios. Allí los hombres son ociosos y viven únicamente para el placer. La frivolidad y la, alegría los asisten. Amazán piensa desde la perspectiva de Voltaire que «La libertad era decorosa, la alegría no era estridente, la ciencia nada tenía de engorroso, ni el genio de áspero. Se dio cuenta de que el término buena sociedad no es un término vano, aunque a menudo sea usurpado». Será en ese sitio donde Amazán olvidará su promesa y se rendirá a la belleza de una joven. Sin embargo, es la debilidad del héroe la que lo vuelve más humano. Esta caída de Amazán no destruye su caracterización previa, la afianza. No desbarata su amor por Formosanta, lo incrementa con nuevas promesas. Lejos de ser simplemente una fábula sorprendente sobre tiempos heroicos, La princesa de Babilonia desarrolla temas universales. Sin duda fue mayor en Voltaire la intención de retratar las costumbres de sus contemporáneos, que historiar los amores de los tiempos remotos.

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