miércoles, 28 de junio de 2023

BA I L E D E M Á S C A R A S M I J A I L L E R M O N T O V INTRODUCCIÓN




 BA I L E D E M Á S C A R A S

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MIGUEL YUREVÍCH LERMONTOV

(1814-1841)

Años fecundos e inmortales debió vivir Rusia

cuando simultáneamente escribían geniales poetas como

Gogol, Pushkin, Lermontov, críticos como Belinski y

apuntaba el genial adolescente Fedor Dostoievski.

La gratitud, sentimiento poco común entre los

hombres, fue una de las cualidades preciosas de Miguel

Lermontov. Los que vemos con qué facilidad los

escritores saquean o desmedran a sus colegas sin tener la

gratitud de dar a conocer las fuentes inspiradoras, nos

admiramos de la valiente gratitud de Lermontov,

discípulo y continuador de Pushkin, que supo casi

jugarse la vida por defender su bandera civil y poética.

Talento fecundo y precoz, Lermontov no podía

adquirir un volumen independiente mientras Pushkin

como un astro absorbía la fama y el odio de sus

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contemporáneos. Cuando el autor de Boris Godunov

cae herido en el trágico duelo-asesinato, Lermontov sale

a defender la gloria del poeta y acusar a los asesinos.

En copias manuscritas reparte una elegía que fue

publicada en Rusia mucho más tarde, pero que se

transmite en seguida de mano en mano. Llega hasta el

conde Benkendorf, virtual jefe de policía del zar, que la

califica de «incitación a la revuelta».

En una de sus estrofas dice:

Vosotros, orgullosos descendientes

De antepasados conocidos por su cobardía.

Vosotros, cuyo servil talón ha hollado los restos

de familias maltratadas por el capricho de la fortuna.

¡Vosotros, que en ávida turba rodeáis al trono,

Verdugos de la Libertad, del genio y de la gloria,

Amparados a la sombra de la ley!

Vuestra turbia sangre no alcanzará siquiera

A lavar la justa sangre del poeta.

Con estos versos retadores que le cuestan el

confinamiento y que decidieron tal vez su trágico

destino, entra el poeta en el corazón de Rusia como el

heredero inmediato de Alejandro Pushkin.

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ELEMENTOS DE SU BIOGRAFÍA

De brevedad inverosímil, los veintisiete años de su

vida comienzan de esta manera.

Su madre: María Mijailovna Arséniev, perteneciente

a una opulenta familia aristocrática, se casa con el militar

retirado de escasos bienes Yuri Petrovich Lermontov, a

pesar de la oposición de su madre. Al poco tiempo nace

en la ciudad de Moscú, el 2 de octubre de 1814, Mijail

Yurevich Lermontov. El niño pierde la madre a los tres

años de edad y como el padre no gozara de la buena

voluntad de la abuela, que ama apasionadamente al

nieto, queda éste bajo su influencia y educación.

Desde niño crece en la residencia de su abuela, cerca

de la aldea de Tarjan. Asiste a los continuos roces

enemistosos entre su padre y su abuela, que dividen su

cariño y atormentan su niñez, reflejada más tarde en su

obra literaria.

Preparado por preceptores ingleses y franceses, que

le dieron múltiple instrucción, ingresa en el año 1828 a

los estudios regulares. Pero sus conocimientos son

superiores a los de sus profesores, y después de dos

años de choques continuos, en que manifiesta su

temprana y brillante erudición, abandona los estudios.

Intenta trasladarse a la Universidad de San Petersburgo,

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pero no obtiene éxito y decide elegir la carrera militar,

ingresando en 1832 a la escuela de los Caballeros de la

Guardia. Igual que Pushkin, comienza a escribir versos

desde muy temprano. Pronto es autor de El prisionero del

Cáucaso, Los Corsarios y otras obras que reflejan la vida y

las pasiones de los hombres del Cáucaso, ambiente que

conoció durante su infancia. Ya desde sus primeros

estudios el poeta adolescente demostró tener un gran

sentido moral de la vida, de la sinceridad de los

hombres, y reaccionó siempre con gran sensibilidad ante

la hipocresía y la bajeza de sus compañeros.

Los choques con sus maestros afinaron y

fortalecieron la conciencia de su talento. Muy temprano

escribe poemas, dramas, encendidas protestas en contra

de la esclavitud, llamados a la acción, motivos sobre el

dolor castrador de la soledad, temas que ocupan el

primer período de su creación y preocupan su corazón y

su mente.

El talento del lírico inglés, romántico y rebelde, que

entusiasma a todos los poetas de su tiempo, encuentra

en Lermontov, como encontró en Pushkin, a uno de sus

más fieles admiradores. El credo revolucionario de

Byron atrae a la juventud liberal revolucionaria de su

época; pero Lermontov, tanto como Pushkin, dueños

de una personalidad muy propia, no aparecen en las

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letras como simples imitadores del romántico inglés.

Conociendo la diferencia que lo separaba de Byron,

Miguel Yurevich afirma en un poema, al que pertenecen

estas estrofas:

No, yo no soy Byron, yo soy otro

Elegido también por fuerzas desconocidas,

Y, como él un vagabundo perseguido por el mundo,

Pero con el alma rusa...

El joven corneta del regimiento de Húsares de la

Guardia adquiere fama como poeta recién en el año

1837, con sus poemas acusadores de la sociedad en que

vivía, y penetrados de desprecio por la ruindad que lo

circunda. Su poema dedicado a Pushkin, La muerte del

poeta, terminó por inquietar a la corte del zar y

decidieron que su sospechoso autor debía ser confinado

a un regimiento de castigo del Cáucaso.

Allí se pone en contacto con los revolucionarios

liberales confinados después del fracaso de la revolución

decembrista de 1825 y traba amistad con A. Odoievski.

Ese año de permanencia en el Cáucaso es fecundo y

tiene una importancia decisiva en su obra. Las

vinculaciones de su abuela con figuras de la Corte le

permiten, después de varios pedidos, volver a San

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Petersburgo, en cuya sociedad vuelve a hallarse a

disgusto, pues cada vez es mayor el odio que le inspiran

los círculos del zar.

Anatematiza en sus poemas a esa multitud

interesada que rodea al trono, deseando con cada verso

romper la alegría frívola que lo rodea y arrojarle a los

ojos, valientemente, "poemas de hierro» templados de

amarguras y de odio.

En los años treinta y nueve y cuarenta escribe su

célebre trilogía novelada, El héroe de nuestro tiempo.

En 1840, tres años después que Pushkin fuera

retado a duelo por un contrarrevolucionario francés

refugiado en Rusia, Lermontov es retado también a

duelo por el hijo del embajador francés, acusado de

divulgar calumnias sobre su persona. Durante el duelo,

Lermontov tira al aire y su contrincante no pega en el

blanco. Aunque el entredicho pareció concluir

felizmente, las consecuencias fueron harto penosas para

el poeta. Después de analizar el duelo, un tribunal

militar decide condenar a Lermontov a un regimiento de

castigo. La intervención de su abuela nuevamente hace

que el confinamiento no sea tan riguroso, pero, con

todo, es trasladado a un regimiento del Cáucaso.

Allí vuelve a encontrarse con los revolucionarios de

su tiempo y conoce personalmente al que sería entonces

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el primer crítico de Rusia. El encuentro de Belinski con

el poeta fue inolvidable para ambos. En una carta que

escribió después de esta visita, Belinski dice:

«Hace poco estuve en la reclusión de Lermontov y

por primera vez hablamos de corazón a corazón. ¡Qué

profundo y poderoso espíritu tiene! ¡Con qué justeza

trata los problemas vinculados al arte y qué gusto puro y

profundo tiene... !»

Durante su permanencia en el Cáucaso, Lermontov

se ve obligado a participar en los choques de las tropas

zaristas en contra de los pueblos montañeses oprimidos.

Pero su conducta es rebelde y le gana el odio del zar

Nicolás I, que trata de deshacerse del poeta, ordenando

que lo ubiquen en la primera línea del frente. Rodeado

de intrigas y de persecusiones que van cercando su vida,

termina por ser ofendido y burlado por uno de sus

compañeros que lo reta a duelo y lo mata el 15 de julio

de 1841.

OBRA DEL POETA

La Revolución Francesa, saludada jubilosamente por

su pluma en varios poemas, como también el

movimiento revolucionario de julio de 1830, no

alcanzan a reponerlo de la desesperación motivada por

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la derrota de los decembristas de 1825. La generación de

los liberales revolucionarios no ve la posibilidad de una

nueva ofensiva en contra de la Rusia de la servidumbre

feudal. Un clima de depresión y de calumnia asfixiante

lo rodea y le inspira aquellos versos inolvidables:

Adiós, Rusia,

País de esclavos, país de señores.

Y adiós a ustedes, uniformes celestes,

Y a vosotros, pueblo obediente.

Tal vez, tras la cordillera del Cáucaso

Me libraré de vuestros pajes,

De vuestros ojos vigilantes

Y de vuestras orejas siempre alertas.

Su odio no puede transformarse en acción y por ello

sufre. Vive en años cuando la reacción impone otros

caminos de lucha

y la historia exige un largo período preliminar para

crear las fuerzas de una nueva etapa de lucha.

Lermontov comprende con claridad su situación trágica

y exclama:

Y como el delincuente ante la condena,

Miro el futuro con temor,

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Miro el pasado con angustia,

Busco a mi alrededor un alma hermana.

Destinado históricamente a actuar en un período

que no le permitía la solución de los conflictos sociales,

penetrado de esa imposibilidad, a menudo se

preguntaba si el futuro comprendería el horror de la

existencia de su generación que en los momentos de

mayor júbilo no podía olvidar la angustia de su tiempo.

Su generación es, como decía Lunatcharski, «el eco

sincero y profundo de la insurrección de los

decembristas».

La obra múltiple de Lermontov ha dejado para la

literatura rusa poemas, dramas y novelas, de las cuales

El héroe de nuestro tiempo es tal vez su obra fundamental.

La novela consta de tres partes y su personaje principal

es Pechorin.

Escrita casi al mismo tiempo que la novela en verso

de Pushkin Eugenio Onéguin, su personaje central tiene

ciertas características comunes que lo unen sin que el

personaje de Lermontov sea de ninguna manera la

imitación del héroe pushkiniano. Pechorin es el joven

representante de la sociedad dirigente, con las

características y enfermedades sociales y psicológicas de

su tiempo. Simboliza la culta juventud de la nobleza con

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todas sus contradicciones. Lermontov presenta al

personaje con este retrato: “tenía una pequeña mano

aristocrática, una alta y noble frente despejada, cabello

claro y cejas y bigotes oscuros". Además describe su

vestuario, presentando su resplandeciente y blanca ropa,

su elegante chaqueta de terciopelo. Cuando describe su

psicología lo hace con brevedad, señalando que sus ojos

«sonreían burlonamente, mientras él no sonreía, pues su

mirada penetrante y pesada parecía atrevida si no fuera

por su aspecto general tan indiferente». Su figura es de

complexión recia y de cintura fina, capaz de sufrir los

cambios de clima y una vida de trajín. Por otra parte,

sufría del sistema nervioso y según expresión del propio

Lermontov tiene similitud con algunos personajes de

Balzac. Su fortaleza le permite permanecer largas horas

de caza, le sobra coraje para enfrentar un jabalí, y al

mismo tiempo es de los que se resfrían a la menor

corriente de aire o palidecen cuando golpean las puertas

y ventanas.

Lermontov pone en boca de su personaje estas

palabras: «En mí viven dos personas al mismo tiempo.

Una actúa y otra la juzga... » «Toda mi vida -reconoce el

propio Pechorin- fue un eslabonamiento de

contradicciones lamentables entre el corazón y la

razón».

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La dualidad de la enfermedad espiritual que aqueja al

personaje se manifiesta en su actitud frente a la vida.

Pechorin es un desencantado con apariencias de

indiferente. El pesimismo de Pechorin tiene un sentido

profundamente escéptico. Pechorin dice de sí mismo

que su alma «está arruinada por la sociedad»; «la

imaginación siempre inquieta, el corazón insatisfecho;

todo es poco, me acostumbré a la tristeza con la misma

facilidad que al goce y mi vida se torna cada vez más

vacía». Y más adelante agrega: «mi juventud descolorida

transcurrió en lucha con la sociedad y los mejores

sentimientos debí guardarlos en la profundidad de mi

corazón temiendo la burla. Y allí ocultos murieron... Al

conocer bien la sociedad y sus resortes me hice hábil en

el manejo de esta ciencia de la vida... Y entonces en mi

pecho nació la desesperación fría, impotente, cubierta

de amabilidades y sonrisas bondadosas. Yo me he

vuelto moralmente un inválido; la mitad de mi alma dejó

de existir secándose, evaporándose, y muerta yo la

arranqué para arrojarla y me quedé con la otra parte

dispuesta a vivir al servicio de cada uno, y nadie sabía

siquiera de su existencia». Este estudio psicológico es

acusador. Es la sociedad cruel de la tercera década del

siglo XIX que en Rusia deformaba y mutilaba las

mejores energías de la intelectualidad joven. El camino

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penoso de los Pechorin fue abriendo la ruta para las

nuevas fuerzas que más tarde actuarían en Rusia. De

aquí que, en efecto, la imagen de Pechorin fuera la

imagen del héroe de la sociedad dominante de su país.

La composición de esta novela, las imágenes y el

idioma son brillantes, teniendo en cuenta especialmente

que, hasta Lermontov, Pushkin apenas había abordado

el relato o la novela corta y casi no existían traducciones

al ruso de las primeras novelas francesas. Gogol

consideraba que nadie «había escrito en Rusia con una

prosa tan perfecta y perfumada como Lermontov».

Sus obras de teatro El baile de máscaras, Los españoles,

El hombre raro, Los dos hermanos, lo han consagrado en la

literatura rusa como dramaturgo de primera agua. El

camino abierto en el teatro mundial por el insuperado

genio dramático de Shakespeare encontró en el espíritu

de Pushkin y Lermontov a sus continuadores más

respetuosos.

El baile de máscaras, que por su título podría creerse

que sólo encierra la conocida intriga de carnaval, es en

realidad el mero marco para desarrollar una tragedia

profunda de sentimientos universales. Además de

reflejar con maestría diferentes tipos de la sociedad,

Lermontov aborda un carácter humano aun no reflejado

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en literatura. Arbenin, el personaje central, encarna la

tragedia de los celos.

Podría decirse que después de Otelo, el escritor ruso

no podía aportar ninguna novedad psicológica a las

características del celoso marido de Desdémona. Sin

embargo, la diferencia entre Otelo y Arbenin es enorme

como la que hay entre el general moro y un hombre de

la alta sociedad rusa. Si bien es cierto, en ambos existe el

mismo prejuicio sobre la dependencia emocional

absoluta de la esposa al marido y el sentimiento de los

celos es universal, las condiciones históricas, la situación

y sobre todo las características raciales y nacionales

imprimen rasgos propios a la tragedia de Lermontov. A

diferencia del general moro, primitivo, inculto y

colérico, Arbenin es escéptico, culto, fino y frío.

Hombre acostumbrado a vencer los corazones

femeninos, de postura wildeana como la mayoría de los

personajes de Lermontov, Arbenin ama, sufre, cela y

mata a su manera.

Su calculada aparente frialdad y autodominio

desafiante, esconden un subsuelo volcánico que se

manifiesta de otra manera. La elegancia y el

individualismo, sumados a un egoísmo implacable,

hacen que la figura de Arbenin sea una creación. El

diálogo antes de la muerte de Nina, que perece

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envenenada por su celoso marido, es de un dramatismo

que pasma la sangre. La indeclinable decisión del

asesino es fría e inalterable, a pesar de las palabras de

inocencia de la víctima. La locura, castigo final que da el

autor al personaje por su crimen, continúan esa

atmósfera de misterio que tiene la enigmática psicología

rusa, sobria, trágica y convulsiva hasta el extremo.

Es realmente asombroso que el autor haya podido

escribir este drama a los veinticuatro años de edad,

creando personajes cuya comprensión requiere la

sabiduría de los grandes dolores.

Otros sentimientos universales aparecen tratados en

la obra dramática de Lermontov. Y si bien es cierto que

su obra El demonio no pertenece exactamente a este

género, es un poema dramático de profundo contenido

filosófico, de gran vuelo, al que tal vez no fue ajena la

lectura en alemán del Fausto de Goethe.

Imágenes gigantescas se debaten en la acción

buscando el bien y la belleza.

El demonio vivía para sí mismo, aburriéndose de sí

mismo, y su egoísmo le pesaba fatalmente. La vida sin

objeto, la falta de ideal, la penosa soledad, le hacen

exclamar:

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Qué amargura angustiosa

Vivir todo este siglo,

Sólo para gozar o sufrir...

Vivir para uno mismo,

Aburrirse de sí mismo

Y en esta eterna lucha

No encontrar la victoria.

Compadecer siempre y no desear.

Ver, sentir y saberlo todo,

Tratar de odiar todo lo que existe

Y despreciar todo en el mundo.

Este pesimismo satura toda la obra de Lermontov,

pero no es un pesimismo descorazonador, es un

pesimismo acusador. Sus personajes están condenados a

la inacción por las condiciones históricas en que viven y

sufren de ello. También revelan las causas que

disminuyen su energía y crean esa postura psicológica

que ha denominado muy bien Máximo Gorki: .

«El pesimismo de Lermontov es un sentimiento

real: en ese pesimismo vibra claramente el desprecio a la

sociedad que lo origina y lo condena; manifiesta una sed

de lucha como también de angustia y la desesperación,

al tener conciencia de la soledad y la impotencia. Su

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pesimismo está dirigido íntegramente en contra de la

sociedad dominante.»

En los poemas líricos de sus primeros años,

Lermontov afirmaba:

Yo debo actuar todos los días.

Yo debo hacer que cada día sea inmortal;

Como la sombra de un gran héroe, no puedo

comprender

Qué significa descansar

Con este espíritu, esta energía y voluntad de acción,

al poeta le toca vivir la dramática derrota de los

decembristas y la condena personal del confinamiento

riguroso. Todo esto explica la amargura de sus

personajes, «condenados a la soledad en un país de

esclavos y señores».

En su desafío a la Rusia de Nicolás I, Mijail

Yurevich usa el tono lírico-social que le confiere el

derecho de ser uno de los precursores del lirismo

combativo en la poesía rusa. En uno de sus poemas dice

que su generación «envejecerá por falta de acción»; «ante

el peligro, los jóvenes vergonzosamente mezquinos, y

ante el poder, simples esclavos despreciables».

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La nobleza quedó reflejada en sus estrofas con sus

pequeñas pasiones e intenciones míseras, «clase que no

dejará al futuro ni ideas fecundas ni el genio de trabajos

comenzados».

Este poeta ruso quería salir del círculo que lo

rodeaba. Lermontov comprendió el papel humano, civil

y no sólo literario del poeta. El lirismo de sus poemas El

profeta, El poeta y otros, lo demuestra. Al romper con esa

sociedad caduca, al despreciarla, marcha por el

verdadero camino y, como Pushkin, encuentra en el

pueblo, en los revolucionarios liberales de vanguardia, a

sus verdaderos amigos. En la descripción de ciertos

personajes de Mziri, La canción sobre el zar Iván Vasilievitch

y otros de su novela El héroe de nuestro tiempo, aparecen

hombres del pueblo, montañeses o caucasianos, dotados

de la psicología opuesta a la de los héroes de la sociedad

dominante. Sanos, viriles, audaces, tal vez más

primitivos pero llenos de vitalidad optimista e imbuidos

de un amor pagano. Ya no son figuras cansadas y

anémicas. Son hombres temperamentales, apasionados y

resueltos, sensuales y pintorescos como la maravillosa

tierra del Cáucaso, grandiosa y virgen, leal y voluptuosa.

Cuando el talento de Lermontov recién subía al

cenit, su vida fue quebrada definitivamente, dejando

para la literatura rusa una herencia sugestiva y

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perdurable. Una serie de personajes de Turgueniev y de

Chejov ahondaron más tarde los rasgos de los «hombres

inútiles» de la sociedad y tienen raíz en la psicología del

héroe de su obra.

Junto con Pushkin y Gogol, Lermontov afirmó la

orientación crítica de la literatura de su tiempo,

educando al pueblo en el amor y el respeto de los

mejores sentimientos, en una prosa o verso de sutil

encanto y elegancia.

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