Y aunque yacía inmóvil y no se movía en ninguna dirección el ancho de un dedo, y tampoco la habitación cambiaba en derredor lo más mínimo, le parecía como si fuera impulsado hacia adelante, sí, era impulsado hacia adelante, arrastrado hacia adelante a lo invisible y por lo invisible, por su presciencia, por su pre-recuerdo...
y la habitación flotaba con él, inmutada y a la vez deformada para el viaje, rígida en el tiempo y a la vez continuamente transformándose...
se sentaban hipócritas los sueños, apretados como gotas de rocío...
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