[L2]Las arpías, hijas de Taumante y Electra, tenían cuerpo de pájaro y rostro de mujer. Virgilio en Eneida, III, las colocaba en la isla de Estrófade, de donde echaron a los troyanos de Eneas, ensuciando la mesa en que comían.
[L3]Este juego de palabras parece inspirado en el estilo cancilleresco, o diplomático, en el que fue muy experto el personaje que conoceremos a continuación y debe tener, por ello, un carácter paródico.
[L4]Escondida detrás de los árboles, naturalmente, y no que fuesen los árboles mismos.
[L5]Para este episodio, Dante se inspira de nuevo en Virgilio, Eneida, III. De igual manera lo recogerá T. Tasso en su Gerusalemme Liberata.
[L6]Pier della Vigna, nacido en ll80, poeta y protonotario de Federico II. Fue el más íntimo de sus mensajeros reordenando toda la legislación del estado en 1231. En 1248 perdió la gracia del emperador y fue encarcelado acusado de traición dándose la muerte en 1269, rompiéndose la cabeza contra el muro.
[L7]La envidia de los cortesanos fue, según el diplomático, la causante de su desgracia junco al emperador.
[L8]Aparecen ahora otros dos condenados, no como suicidas, sino como dilapidadores de sus bienes (ver Infierno, XII). Se trata de Ercolano Maconi de Siena miembro de la cofradía de dilapidadores de la que Dante hablará en Infierno, XXIX que murió en la batalla de Toppo contra los aretinos en 1287; y de Giacomo de Sant Andrea, riquísimo noble de Padua que gastó su fortuna de una manera escandalosa, llegándose a contar que arrojaba monedas a los peces.
[L9]El suicida cuya alma se ha transformado en este arbusto es un florentino de difícil localización; acaso un tal Rocco dei Mozzi.
[L10]Florencia, según cuenta Dante en varias ocasiones, había estado puesta en la antigüedad bajo el patronato de Marte, a quien estaba dedicado el templo que luego sería transformado en el Baptisterio de San Juan, que pasaría a ser el nuevo patrono de la ciudad. En venganza de ello, Marte no deja de enviar castigos a la ciudad, y aún más enviaría de no ser porque en el Ponte Vecchio aún quedaban vestigios de una estatua suya rescatada del fondo del río. Dicha estatua al parecer, estaba dedicada en realidad al rey ostrogodo Teodorico (Paraíso, XVI, 26).
[L11]Según la leyenda, Atila habría destruido Florencia para reconstruir Fiesole y vengar así al romano Catilina. Pero al parecer se confundía a Atila con el ostrogodo Totila, que asedió la ciudad en 542.
CANTO
XIII
Neso no había aún vuelto al otro lado,
cuando entramos nosotros por un bosque
al que ningún sendero señalaba. 3
No era verde su fronda, sino oscura;
ni sus ramas derechas, mas torcidas;
sin frutas, mas con púas venenosas. 6
Tan
tupidos, tan ásperos matojos
no
conocen las fieras que aborrecen
entre
Corneto y Cécina los campos. 9[L1]
Hacen
allí su nido las arpías, 10[L2]
que
de Estrófane echaron al Troyano
con
triste anuncio de futuras cuitas. 12
Alas
muy grandes, cuello y rostro humanos
y
garras tienen, y el vientre con plumas;
en
árboles tan raros se lamentan. 15
Y
el buen Maestro: «Antes de adentrarte,
sabrás
que este recinto es el segundo
‑me
comenzó a decir‑ y estarás hasta 18
que
puedas ver el horrible arenal;
mas
mira atentamente; así verás
cosas
que si te digo no creerías.» 21
Yo
escuchaba por todas partes ayes,
y
no vela a nadie que los diese, 23[L3]
por
lo que me detuve muy asustado. 24
Yo
creí que él creyó que yo creía
que
tanta voz salía del follaje,
de
gente que a nosotros se ocultaba. 27[L4]
Y
por ello me dijo: «Si tronchases
cualquier
manojo de una de estas plantas,
tus
pensamientos también romperias.» 30
Entonces
extendí un poco la mano,
y
corté una ramita a un gran endrino;
y
su tronco gritó: «¿Por qué me hieres? 33
Y
haciéndose después de sangre oscuro
volvió
a decir: «Por qué así me desgarras?
¿es
que no tienes compasión alguna? 36
Hombres
fuimos, y ahora matorrales;
más
piadosa debiera ser tu mano,
aunque
fuéramos almas de serpientes.» 39
Como.
una astilla verde que encendida
por
un lado, gotea por el otro,
y
chirría el vapor que sale de ella, 42
así
del roto esqueje salen juntas
sangre
y palabras: y dejé la rama
caer
y me quedé como quien teme. 45
«Si
él hubiese creído de antemano
‑le
respondió mi sabio‑, ánima herida,
aquello
que en mis rimas ha leído, 48[L5]
no
hubiera puesto sobre ti la mano:
mas
me ha llevado la increible cosa
a
inducirle a hacer algo que me pesa: 51
mas
dile quién has sido, y de este modo
algún
aumento renueve tu fama
alli
en el mundo, al que volver él puede.» 54
Y
el tronco: «Son tan dulces tus lisonjas
que
no puedo callar; y no os moleste
si
en hablaros un poco me entretengo: 57
Yo
soy aquel que tuvo las dos llaves 58[L6]
que
el corazón de Federico abrían
y
cerraban, de forma tan suave, 60
que
a casi todos les negó el secreto;
tanta
fidelidad puse en servirle
que
mis noches y días perdí en ello. 63
La
meretriz que jamás del palacio 64[L7]
del
César quita la mirada impúdica,
muerte
común y vicio de las cortes, 66
encendió
a todos en mi contra; y tanto
encendieron
a Augusto esos incendios
que
el gozo y el honor trocóse en lutos; 69
mi
ánimo, al sentirse despreciado,
creyendo
con morir huir del desprecio,
culpable
me hizo contra mí inocente. 72
Por
las raras raíces de este leño,
os
juro que jamás rompí la fe
a
mi señor, que fue de honor tan digno. 75
Y
si uno de los dos regresa al mundo,
rehabilite
el recuerdo que se duele
aún
de ese golpe que asesta la envidia.» 78
Paró
un poco, y después: «Ya que se calla,
no
pierdas tiempo ‑dijome el poeta-
habla
y pregúntale si más deseas.» 81
Yo
respondí: «Pregúntale tú entonces
lo
que tú pienses que pueda gustarme;
pues,
con tanta aflicción, yo no podría.» 84
Y
así volvió a empezar: «Para que te haga
de
buena gana aquello que pediste,
encarcelado
espíritu, aún te plazca 87
decirnos
cómo el alma se encadena
en
estos troncos; dinos, si es que puedes,
si
alguna se despega de estos miembros.» 90
Sopló
entonces el tronco fuememente
trocándose
aquel viento en estas voces:
«Brevemente
yo quiero responderos; 93
cuando
un alma feroz ha abandonado
el
cuerpo que ella misma ha desunido
Minos
la manda a la séptima fosa. 96
Cae
a la selva en parte no elegida;
mas
donde la fortuna la dispara,
como
un grano de espelta allí germina; 99
surge
en retoño y en planta silvestre:
y
al converse sus hojas las Arpías,
dolor
le causan y al dolor ventana. 102
Como
las otras, por nuestros despojos,
vendremos,
sin que vistan a ninguna;
pues
no es justo tener lo que se tira. 105
A
rastras los traeremos, y en la triste
selva
serán los cuerpos suspendidos,
del
endrino en que sufre cada sombra.» 108
Aún
pendientes estábamos del tronco
creyendo
que quisiera más contarnos,
cuando
de un ruido fuimos sorprendidos, 111
Igual
que aquel que venir desde el puesto
escucha
al jabalí y a la jauría
y
oye a las bestias y un ruido de frondas; 114
Y
miro a dos que vienen por la izquierda, 115[L8]
desnudos
y arañados, que en la huida,
de
la selva rompían toda mata. 117
Y
el de delante: «¡Acude, acude, muerte!»
Y
el otro, que más lento parecía,
gritaba:
«Lano, no fueron tan raudas 120
en
la batalla de Toppo tus piernas.»
Y
cuando ya el aliento le faltaba,
de
él mismo y de un arbusto formó un nudo. 123
La
selva estaba llena detrás de ellos
de
negros canes, corriendo y ladrando
cual
lebreles soltados de traílla. 126
El
diente echaron al que estaba oculto
y
lo despedazaron trozo a trozo;
luego
llevaron los miembros dolientes. 129
Cogióme
entonces de la mano el guía,
y
me llevó al arbusto que lloraba, 131[L9]
por
los sangrantes rotos, vanamente. 132
Decía:
«Oh Giácomo de Sant' Andrea,
¿qué
te ha valido de mí hacer refugio?
¿qué
culpa tengo de tu mala vida?» 135
Cuando
el maestro se paró a su lado,
dijo:
«¿Quién fuiste, que por tantas puntas
con
sangre exhalas tu habla dolorosa?» 138
Y
él a nosotros: «Oh almas que llegadas
sois
a mirar el vergonzoso estrago,
que
mis frondas así me ha desunido, 141
recogedlas
al pie del triste arbusto.
Yo
fui de la ciudad que en el Bautista 143[L10]
cambió
el primer patrón: el cual, por esto 144
con
sus artes por siempre la hará triste;
y
de no ser porque en el puente de Arno
aún
permanece de él algún vestigio, 147
esas
gentes que la reedificaron
sobre
las ruinas que Atila dejó, 149[L11]
habrían
trabajado vanamente. 150
Yo
de mi casa hice mi cadalso.»
[L1]Confines de la Maremma toscana.
[L2]Las arpías, hijas de Taumante y Electra, tenían cuerpo de pájaro y
rostro de mujer. Virgilio en Eneida,
III, las colocaba en la isla de Estrófade, de donde echaron a los troyanos de
Eneas, ensuciando la mesa en que comían.
[L3]Este juego de palabras parece inspirado en el estilo cancilleresco, o
diplomático, en el que fue muy experto el personaje que conoceremos a continuación
y debe tener, por ello, un carácter paródico.
[L4]Escondida detrás de los árboles, naturalmente, y no que fuesen los árboles
mismos.
[L5]Para este episodio, Dante se inspira de nuevo en Virgilio, Eneida, III. De igual manera lo recogerá
T. Tasso en su Gerusalemme Liberata.
[L6]Pier della Vigna, nacido en ll80, poeta y protonotario de Federico II.
Fue el más íntimo de sus mensajeros reordenando toda la legislación del estado
en 1231. En 1248 perdió la gracia del emperador y fue encarcelado acusado de
traición dándose la muerte en 1269, rompiéndose la cabeza contra el muro.
[L7]La envidia de los cortesanos fue, según el diplomático, la causante de
su desgracia junco al emperador.
[L8]Aparecen ahora otros dos condenados, no como suicidas, sino como dilapidadores
de sus bienes (ver Infierno, XII). Se
trata de Ercolano Maconi de Siena miembro de la cofradía de dilapidadores de
la que Dante hablará en Infierno,
XXIX que murió en la batalla de Toppo contra los aretinos en 1287; y de Giacomo
de Sant Andrea, riquísimo noble de Padua que gastó su fortuna de una manera
escandalosa, llegándose a contar que arrojaba monedas a los peces.
[L9]El suicida cuya alma se ha transformado en este arbusto es un florentino
de difícil localización; acaso un tal Rocco dei Mozzi.
[L10]Florencia, según cuenta Dante en varias ocasiones, había estado puesta
en la antigüedad bajo el patronato de Marte, a quien estaba dedicado el templo
que luego sería transformado en el Baptisterio de San Juan, que pasaría a ser
el nuevo patrono de la ciudad. En venganza de ello, Marte no deja de enviar
castigos a la ciudad, y aún más enviaría de no ser porque en el Ponte Vecchio
aún quedaban vestigios de una estatua suya rescatada del fondo del río. Dicha
estatua al parecer, estaba dedicada en realidad al rey ostrogodo Teodorico (Paraíso, XVI, 26).
[L11]Según la leyenda, Atila habría destruido Florencia para reconstruir Fiesole
y vengar así al romano Catilina. Pero al parecer se confundía a Atila con el
ostrogodo Totila, que asedió la ciudad en 542.
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