"Y debemos confesarlo: no existe nada que no hayamos visto en la Morgue, digo esto pensando en un sinnúmero de mujeres hermosas que han recorrido los pasadizos del Organismo, corrijo no mujeres bellas, sino cadáveres bellos. No abundan pero se ha dado la ocasión como en los asesinatos recién investigados y de la Bella sin Marcas años atrás. ¡Qué mujer aquella! No en vano se le puso el sobrenombre de Bella sin Marcas. Porque así fue: una Bella sin Marcas, aunque en realidad se le debió bautizar como la “Bella perfumada o la Bella siempre perfumada”.
Nada nos ha causado tanto entusiasmo y misterio como aquel cuerpo.
No cabe la menor duda, el cuerpo de la Bella sin Marcas, fue particular, jamás se me podrá olvidar. Acontecimiento como aquel perdurará en mi memoria hasta el último día de mi vida. Su cuerpo expelía un melancólico perfume, - si cabe y es propicia la expresión- desde el primer momento que llegó a la Morgue. Era curioso el olor natural y perfumado que despedía su piel. Es cierto que todos tenemos un olor natural y particular y ni qué hablar de los cadáveres, no hay ninguno que no tenga un tufillo, “olor a cadáver”. Siempre lo hemos notado y no son creencias populares es la verdad, la muerte tiene un olor particular. Sobre este punto hubo más de un comentario en corrillos. La mayoría no pudo percibir el perfume. Yo puedo decir y con el Patólogo Rodrigo que estábamos entre los elegidos.
La lavamos apenas ingresó a la Morgue Judicial. Yo pensé que su olor provenía de algún perfume que esa noche la Bella sin Marcas se prodigó hasta agotar todo rinconcito de su cuerpo, hasta acabar la botellita de Chanel número 5. Surprise, de nada sirvió el meticuloso baño que le di, porque inmediatamente el salón de autopsias se comenzó a inundar del olor a perfume. Ahora cambiaba a un tenue, acariciador, dulce, dulcísimo, y tibio aroma. No cabía la menor duda el olor provenía de ella.
Al momento de iniciar la autopsia el doctor Castilleja inquirió:
-¿ Y bien, Osquitar, vos también lo olés, el perfume?
-Ajá, contesté estúpidamente, ya embriagado.
- ¿ Y qué tal, si le damos una bañadita más a la muertita?
-Como usted diga Dr. De la Cuesta, respondí.
De inmediato comenzamos la rutina que antes yo había realizado. Primero, le lavamos su leonina y hermosa cabellera negra, luego continuamos con una esponjita y jabón lavando con pulcro cuidado su cuerpo.
Fue inútil, entre más se limpiaba la Bella sin Marcas el olor continuaba allí. Se sublevaba a dejar aquel cuerpo que tenía sitiado, la acción del lavado era como una reacción en contra.
-Nada. Parece Osquitar, que entre más lavamos el cuerpo, más huele a perfume, exclamó el doctor Castilleja meneando la cabeza y buscando el instrumental quirúrgico para iniciar la autopsia.
Suspiró:- ¡Qué hermosa mujer! ¡Lastima de vida y de cuerpo, así es el mundo de cruel Osquitar, así que empecemos!
Fue en el preciso momento en que el doctor hincó el bisturí para abrir el cuerpo en v que empezó aún más el olor a perfume.
Era increíble lo que sucedía. El cuerpo parecía tener vida nuevamente, la temperatura corporal aumentó en el preciso instante que el bisturí inició la incisión hacia la extremidad inferior del tronco, en el borde mismo de su pubis.
Ya no era aquel cuerpo frío en el planché metálico. Ya no estábamos en presencia del rigor mortis y la gelidez del cadáver. Luego que el doctor De la Cuesta fue recorriendo con el bisturí la piel, comenzó a brotar la sangre más roja que yo haya visto en mi vida. Caliente y roja, caliente y viva. Nuestros guantes de latex podían percibir la tibieza de su sangre. El doctor Rodrigo, se asustó.
- Mierda, ¿cuánto tiene de fallecida esta mujer? Preguntó nervioso y sin continuar con la incisión.
- Más de 18 horas doctor, repliqué contrariado.
- ¡Imposible! ¿Y entonces, por qué está caliente y brota la sangre como si estuviera viva?
-Nnno sé, doctor, usted es el que sabe, no yo.
-Extrañísimo Osquitar, balbuceó Castilleja aún perplejo.
Al poco rato, la sangre cesó por completo sin ninguna explicación. El perfume ahora era más intenso. Parecía que con la incisión para iniciar la autopsia el olor se hubiera “alborotado”, que hubiera tomado nuevos bríos.
Atolondrados por el olor proseguimos con la autopsia. Poco a poco fuimos extrayendo las vísceras de aquel cuerpo. Ya no hicimos ningún comentario a los diferentes aromas que íbamos percibiendo conforme extraíamos los órganos.
Y el olor característico a vísceras en descomposición y a formol que habita en toda sala de autopsias se había transformado en toda una perfumería.
No pronunciamos palabra hasta que la autopsia terminó. Y en el momento que yo iba a cerrar aquel cuerpo incorruptible, el doctor Rodrigo se me adelantó:
-Espere, es demasiado bella para que le haga una “chambonada” con esas suturas de aprendiz de sastre, con esas manos de tigre, espere que yo la cierro.
A los pocos minutos de cerrar el cuerpo el perfume había desaparecido por completo de la sala de autopsias y el ambiente de nuevo olía a formol, vísceras y sangre en descomposición.
La historia se esparció por toda Medicatura Forense, incluso llegó a oídos de jueces, oficiales del organismo, y abogados litigantes. Algunos creyeron la historia, otros no".
Nada nos ha causado tanto entusiasmo y misterio como aquel cuerpo.
No cabe la menor duda, el cuerpo de la Bella sin Marcas, fue particular, jamás se me podrá olvidar. Acontecimiento como aquel perdurará en mi memoria hasta el último día de mi vida. Su cuerpo expelía un melancólico perfume, - si cabe y es propicia la expresión- desde el primer momento que llegó a la Morgue. Era curioso el olor natural y perfumado que despedía su piel. Es cierto que todos tenemos un olor natural y particular y ni qué hablar de los cadáveres, no hay ninguno que no tenga un tufillo, “olor a cadáver”. Siempre lo hemos notado y no son creencias populares es la verdad, la muerte tiene un olor particular. Sobre este punto hubo más de un comentario en corrillos. La mayoría no pudo percibir el perfume. Yo puedo decir y con el Patólogo Rodrigo que estábamos entre los elegidos.
La lavamos apenas ingresó a la Morgue Judicial. Yo pensé que su olor provenía de algún perfume que esa noche la Bella sin Marcas se prodigó hasta agotar todo rinconcito de su cuerpo, hasta acabar la botellita de Chanel número 5. Surprise, de nada sirvió el meticuloso baño que le di, porque inmediatamente el salón de autopsias se comenzó a inundar del olor a perfume. Ahora cambiaba a un tenue, acariciador, dulce, dulcísimo, y tibio aroma. No cabía la menor duda el olor provenía de ella.
Al momento de iniciar la autopsia el doctor Castilleja inquirió:
-¿ Y bien, Osquitar, vos también lo olés, el perfume?
-Ajá, contesté estúpidamente, ya embriagado.
- ¿ Y qué tal, si le damos una bañadita más a la muertita?
-Como usted diga Dr. De la Cuesta, respondí.
De inmediato comenzamos la rutina que antes yo había realizado. Primero, le lavamos su leonina y hermosa cabellera negra, luego continuamos con una esponjita y jabón lavando con pulcro cuidado su cuerpo.
Fue inútil, entre más se limpiaba la Bella sin Marcas el olor continuaba allí. Se sublevaba a dejar aquel cuerpo que tenía sitiado, la acción del lavado era como una reacción en contra.
-Nada. Parece Osquitar, que entre más lavamos el cuerpo, más huele a perfume, exclamó el doctor Castilleja meneando la cabeza y buscando el instrumental quirúrgico para iniciar la autopsia.
Suspiró:- ¡Qué hermosa mujer! ¡Lastima de vida y de cuerpo, así es el mundo de cruel Osquitar, así que empecemos!
Fue en el preciso momento en que el doctor hincó el bisturí para abrir el cuerpo en v que empezó aún más el olor a perfume.
Era increíble lo que sucedía. El cuerpo parecía tener vida nuevamente, la temperatura corporal aumentó en el preciso instante que el bisturí inició la incisión hacia la extremidad inferior del tronco, en el borde mismo de su pubis.
Ya no era aquel cuerpo frío en el planché metálico. Ya no estábamos en presencia del rigor mortis y la gelidez del cadáver. Luego que el doctor De la Cuesta fue recorriendo con el bisturí la piel, comenzó a brotar la sangre más roja que yo haya visto en mi vida. Caliente y roja, caliente y viva. Nuestros guantes de latex podían percibir la tibieza de su sangre. El doctor Rodrigo, se asustó.
- Mierda, ¿cuánto tiene de fallecida esta mujer? Preguntó nervioso y sin continuar con la incisión.
- Más de 18 horas doctor, repliqué contrariado.
- ¡Imposible! ¿Y entonces, por qué está caliente y brota la sangre como si estuviera viva?
-Nnno sé, doctor, usted es el que sabe, no yo.
-Extrañísimo Osquitar, balbuceó Castilleja aún perplejo.
Al poco rato, la sangre cesó por completo sin ninguna explicación. El perfume ahora era más intenso. Parecía que con la incisión para iniciar la autopsia el olor se hubiera “alborotado”, que hubiera tomado nuevos bríos.
Atolondrados por el olor proseguimos con la autopsia. Poco a poco fuimos extrayendo las vísceras de aquel cuerpo. Ya no hicimos ningún comentario a los diferentes aromas que íbamos percibiendo conforme extraíamos los órganos.
Y el olor característico a vísceras en descomposición y a formol que habita en toda sala de autopsias se había transformado en toda una perfumería.
No pronunciamos palabra hasta que la autopsia terminó. Y en el momento que yo iba a cerrar aquel cuerpo incorruptible, el doctor Rodrigo se me adelantó:
-Espere, es demasiado bella para que le haga una “chambonada” con esas suturas de aprendiz de sastre, con esas manos de tigre, espere que yo la cierro.
A los pocos minutos de cerrar el cuerpo el perfume había desaparecido por completo de la sala de autopsias y el ambiente de nuevo olía a formol, vísceras y sangre en descomposición.
La historia se esparció por toda Medicatura Forense, incluso llegó a oídos de jueces, oficiales del organismo, y abogados litigantes. Algunos creyeron la historia, otros no".
(Fragmento. Novela. Mariposas Negras para un Asesino). Premio UNA-Palabra 2004. Cuarta reimpresión. EDITORIAL: EUNA. SAN JOSÉ, COSTA RICA.
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