FÁBULA
La moral, una perra faldera
de esas que ladran sin cesar,
fea como una rata. Siempre
incordia
y husmea al perro lobo de la vida
que, indiferente y fuerte, la
desprecia.
Hoy, mientras colocaba en un
montón
los libros que no quiero,
he visto cómo se iba hacia el
jardín.
Llevaba la moral entre los
dientes,
cogida por el cuello, asustada,
encogida.
Ya no ladraba, daba unos
chillidos
espeluznantes y desafinados,
pero la vida, con su paso firme,
la ha llevado debajo de los
árboles
llenos de pájaros. De un solo
golpe
le ha roto el espinazo y,
satisfecha,
se ha tumbado a la sombra.
Hoy he hecho limpieza de mis
libros,
es decir, de mi tiempo.
De Simone de Beauvoir los tiro
todos.
RETIRADAS
Antes, incluso en medio de un
estrépito,
podía concentrarme en un poema.
Ahora me resulta más difícil.
No estoy cansado de vivir: lo
estoy
de tantas voces que a mi
alrededor
resuenan huecas.
Sé dónde continúa la alegría:
si nunca me he perdido un
paraíso,
no iré a perderme ahora el más
austero,
ese donde al poema no le queda
apenas rastro de literatura.
Reconozco el lugar, es el mismo
de siempre.
El último refugio, el de la
soledad.
EL ADIÓS
Subrayaba al leer: lo hacía
como si el libro fuese una casa
incendiada.
Su mente iba buscando alguna cosa
implacable y abstracta que una
vez le robaron.
Quedaron muchas páginas cubiertas
por las rayas de lápiz y de
tinta,
negras y de colores, una sobre la
otra.
Eran su minucioso, confuso
autorretrato.
Se endureció su rostro
y un día le quedó sólo la ira
por haberse extraviado
en alguna profunda incompetencia.
Más tarde apareció
la inocente sonrisa de su propio
silencio.
Ya no me conocía:
yo era una parte de las tierras
que él había ganado con tanto
esfuerzo al mar,
y que el mar inundaba nuevamente.
NOCHE DE VERANO
Lavábamos los platos uno al lado del
otro,
aquí mismo, de cara a una ventana
que, sobre el fregadero, se abre
al mar.
Lavábamos los platos los dos
juntos.
Sobre un acantilado hay una casa:
aislada, a lo lejos,
no recuerdo haber visto sus luces
encendidas.
Los lavo solo desde hace años.
Al acabar la cena lo hago ahora,
con la ventana abierta
a una cálida noche sin rastro de
la luna.
Como si fuera el paso de los
años,
escucho el oleaje: es la
intranquilidad
que nos alcanza desde mar
adentro.
Alzo los ojos hacia la tiniebla,
resto inmóvil, las manos en el
agua:
se ha encendido una luz en el
acantilado.
ALTAMIRA
He olvidado mi vida.
La suma de recuerdos que me
quedan
dura sólo unas horas.
Son como mis cenizas,
con ellas están hechos los ocres
y los rojos
para pintar poemas en la cueva
de la conciencia: mi refugio
oscuro y solitario, como lo fue
Altamira.
NUBES BLANCAS EN EL AIRE AZUL
Así de limpio es mi recuerdo a
veces.
Tu no ser, como tú, es luminoso,
por eso no he buscado más
consuelo
que sostener el hilo que aún es
tu sonrisa.
Hoy, para no perderte, no he de
cerrar el puño
con la fuerza que tuve que
cerrarlo a tu muerte.
Pero sucederá.
Será un día en el que haga mucho
viento
y tenga que soltar, Joana, el
hilo
de tu cometa.
DE DÓNDE VIENES, HACIA DÓNDE VAS
Mirar a mis abuelos a la cara
era seguir el rastro de un
fugitivo herido
que se oculta en la historia.
Quedaba la vergüenza, no la
rabia, enterrada:
lo mismo que las mulas y los
perros
debajo del sembrado.
Y también nuestra lengua,
roída junto al fuego por los
rostros
secos y desconfiados,
con su leve sonrisa de ironía
rural.
Y también las ventanas,
humildes, generosas,
en el silencio aliado con la luz.
Todavía arde el fuego. La canción
de la lengua.
Por lo que se refiere a las
ventanas,
siempre he vivido junto a sus
cristales.
Son el único frío que me ampara
del frío.
ADIÓS A TEL AVIV
Cruzo la entrada del pequeño
hotel.
El portero de noche
está junto al taxista, que me
espera.
Salgo a la sombra de la
madrugada.
Adiós, calles de Tel Aviv,
tan solitarias a estas horas:
la digna claridad racionalista,
la única fuerza para ser de nuevo
un pueblo que decida
tirar las llaves de las casas
de las que fue expulsado.
El taxi acelera, y el judío
marroquí busca música en la
radio.
Yo busco las palabras para esta
despedida,
palabras que se hundan en la
tierra
y despacio se pudran como hojas
hacia una primavera inevitable.
Adiós, calles de Tel Aviv:
siento cómo alguien esta
madrugada
deja sobre mi tumba
la humilde piedra de la
despedida.
Y vuestra dura libertad
viene conmigo.
HACIENDO ONDEAR UN ORIGEN
La falta de esperanza en mi país
es falta de esperanza en lo que
soy.
Tengo nieblas de Francia en la
mirada.
Siento un afecto triste por los
ríos de olvido
con barcazas de sombra
navegándolos.
Tres siglos de fracasos me
separan
de los poemas de Villon,
que ya no entiendo.
INFIDELIDAD
Mi soledad te empujó a ello.
Todo fluye, despacio, hacia la
culpa,
que es la forma más dura del
amor.
Huellas que a nuestro paso hemos
dejado,
como en un hormigón fresco y
brillante,
allí por donde nadie tenía que
pasar.
De forma inútil pero solidaria,
pruebo aún a encajar ahí los
pies.
Esquilo y Sófocles nos enseñaron
que es en la culpa en donde nos
dejamos la vida.
No olvidaré tu grito, que no he
oído.
Es la voz de mi soledad.
CINCUENTA AÑOS DESPUÉS
El aire frío, oscuro y
transparente
acompaña las alas de aluminio
de este vuelo nocturno que llega
a Santa Cruz.
Ha empezado el descenso sobre el
lecho
de brasas sin calor de una ciudad
brillante
que hace tiempo cubrió las pobres
luces
perdidas de mi sueño adolescente.
Mi Atlántico fue un mar de playas
de aguas tibias
con la arena de lava.
Fueron noches en calles con muy
pocas farolas,
con el asfalto vivo de tantas
cucarachas
y un volcán solitario, rodeado de
estrellas.
Creer que los laureles
me buscarían cada vez
que la brisa pasara entre sus
hojas,
es el error del hijo pródigo.
Regresar borra siempre
cualquier vestigio de felicidad.
CUANDO TODO ERA SENCILLO
De la casa alquilada
en el acobardado y receloso
barrio de Sant Gervasi,
la guerra se llevó todos los
muebles.
En el jardín quedaron ortigas y
zarzales,
y tan sólo un rosal. Mi madre
repetía
que una rosa perfuma las manos
que la cortan.
Ahora ya quedan pocas con olor.
¿Qué hemos ganado, entonces?
Libertad.
Mi libertad a cambio de una rosa
como aquellas de Rilke y Juan
Ramón.
HACIA EL CREPÚSCULO
Mi padre avanza erguido y, a su
lado, mi madre
lleva a mi hermana en brazos.
Joana se apresura porque, con sus
muletas,
tiene miedo a quedarse rezagada.
Los abuelos están ya tan lejanos
que apenas los distingo.
Mi madre dice: Vámonos, pronto oscurecerá.
Se acerca ya nuestra segunda muerte,
son menos cada vez los que aún nos recuerdan.
El sol se pone. Estamos siempre
lejos
de donde de verdad nos
encontramos.
El aire está compuesto de
familias.
Y nosotros, de voces que se
alejan.
ALGO COMIENZA
A veces tu mirada vuelve a ser
sensual y abstracta: la del
cazador.
¿A quién pretendes desear
si ninguna mujer
va a soportar que un viejo la
acaricie?
Queda la dignidad, un perro lobo
echado junto a ti. Nadie lo ve.
Resbala en los cristales del
crepúsculo,
donde tú miras hacia los cipreses
y te conmueve una felicidad
que, cuando eras más joven,
nunca hubieras osado presentir.
De nada puedes alterar el curso.
Pronto será tan lógica tu
ausencia
como ahora lo es la aparición
de las luces que enciende el
horizonte.
CANCIÓN ADVERSA
Nunca sentí la clase de
entusiasmo
de Mayakovsky o Whitman.
Para sentirlo hay que disparar
esperanza al mañana.
No me deslumbra Ítaca. Dudo que
viaje alguno
pueda ser algo que el viajero
no fuera ya, antes de partir.
Por eso desde joven
llevo la Ilíada en el corazón.
No tanto la Odisea.
He sido un hombre práctico.
Brusco, fiel, solitario.
Agradecido.
RELATO SENTIMENTAL DE LA MEMORIA
El tiempo y el amor son un
conflicto
que resuelve el olvido y el
dolor.
Pues comprender no significa
amar,
sino alejarse,
tal como sospechaba ya hace años,
cuando aún trabajaba de
arquitecto.
Vuelvo a aprenderlo todo.
Hoy sólo necesito devoción
a alguna cosa vaga y solitaria,
dura como una roca cercada por el
mar.
La mente de los viejos muchas
veces
pone en marcha su lógica con
furia.
Miradlos deambular por sus
recuerdos:
recorren una costa desolada,
pues comprender no significa
amar,
sino alejarse.
Vuelvo a aprenderlo todo.
VISITAS DE OBRA
Durante tantos años he comenzado
el día
dentro del ordenado desorden de
las obras.
Frente a mi casa han empezado
una.
La contemplo a menudo.
Recuerdo amanecer en medio del
estrépito
al cortar una plancha de acero
con el disco
y el fragor ultrajante del
martillo mecánico.
Perforar y romper para construir:
es esta música contemporánea
de una justificada destrucción.
Después de la visita
buscaba un bar donde estar solo
—a salvo
del ruido y a la vez dentro del
ruido—,
y con el ángel gris de una
estructura
de edificio entrevista en los
cristales.
Cielo de hormigón húmedo
de los suburbios, siempre
endureciéndose.
Todo el hierro oxidado y laboral.
Una ternura que oigo todavía
cuando graniza el tiempo
en los cristales de mi intimidad.
La vida se termina como empiezan
las obras:
perforar y romper para construir.
Una justificada destrucción.
EPÍLOGO
Un día, el pasado pide un orden
y, por tanto, una atención especial al misterioso hecho de recordar. Porque el
pasado y el mañana se borran a la vez, como si se tratara de una ley de la
física, y aumenta en mí la sensación de que lo que la mente guarda no son
fragmentos aleatorios, sino la esencia del pasado. Lo que se recuerda, aunque
no sea cierto, es, en cambio, verdad. Y la verdad creo que es lo que Josep Pla
plantea cuando habla de la poesía y las biografías. La verdad es el objetivo
profundo de la poesía. Por eso, la poesía que se ha leído, como la música que
se ha escuchado, son algunos de los elementos, y seguramente no los menos
importantes, que intervienen para conformar esa esencia. Porque la poesía es
una herramienta para gestionar el dolor y la felicidad —sobre todo sus
vertientes ya domésticas, la tristeza y la alegría—, una gestión de la que
depende lo que se guarda de la vida pasada. Una esencia que es el material base
de los poemas de este libro. Mientras los escribía, los recuerdos pugnaban con
fuerza para apoderarse del poema. Entonces había que devolverlos con dureza al
papel que debían tener, porque lo que el recuerdo quiere explicar cuando
aparece todavía está muy lejos de la verdad.
Siento que vengo de un tiempo
marcado por el miedo del final de la Guerra Civil, por el silencio de las
ejecuciones y la cárcel con las que los vencedores ejercieron su venganza. Con
las personas mayores de mi casa velando para que no pasara frío, para que no
pasara hambre. De allí vienen mis «casas de misericordia»: el sentido último de
cada poema. Pero me doy cuenta de que para comprender el recuerdo hay que poder
conectar principios con finales. Y de que para comprender lo que representó mi
abuela al comienzo de mi vida he necesitado compararlo con lo que representó
para mí la vida de Joana y también su muerte. He buscado conectar el tiempo
durante el que he escrito mis últimos libros de poemas con el tiempo que pasé
solo con mi madre en aquel pueblo en el que ejercía de maestra. Y también tengo
que ligar mi idea actual de lo que es la poesía con el maestro que me enseñó a
escribir sin gramática alguna. Tardé años en distinguir una preposición de un
adverbio, pero desde el primer momento me enseñó a escribir correctamente. De
ello ha vivido el poeta que soy. Por supuesto, nos lo enseñó en castellano,
porque yo no pude escuchar nunca el catalán en la escuela. Esta represión
llevada a cabo mediante la amputación del habla es de las más duraderas y
crueles. Ahora sé que moriré con ese miedo y esa fragilidad en torno a la
percepción de mi lengua, que equivale a decir, también, de mi vida.
Algo clama en los primeros
recuerdos. Su austera nitidez, como el primer vuelo de un pájaro. Son lo único
primigenio que nos queda. Una alegría implacable a pesar de haber nacido en
medio del horror de un país asesino. El niño sabía lo mismo que el viejo ahora
puede corroborar: que a través de la soledad se puede hacer frente al dolor y
al infortunio, a la crueldad con la que este país siempre ha impuesto el
olvido. Todo esto ahora forma parte de mi orden, de mi sensatez.
Sé que no es prudente que busque
los lugares del recuerdo si no quiero que peligre el sentido, débil y lejano,
que aún tienen aquellos días. No he de buscar nunca en el mundo real los
lugares de la memoria. Hay una relación con las propias falsedades que no
resistiría ningún tipo de existencia más allá de la mental. Miro el cielo, veo
las nubes avanzando como trenes silenciosos. El cielo es lo único que a pesar
de Heráclito sigue siendo el mismo que en la infancia. La ilusión es la fuerza
del cielo. Desconfío del recuerdo, como del sexo, pero los dos me atan a la
vida. Siempre se desconfía de lo más importante, ésa es nuestra mayor cobardía.
JOAN MARGARIT
Verano de 2012
DEDICATORIAS
EN EL ORDEN DEL TIEMPO:
Pabellón Mies Van der Rohe a Oriol Bohigas
Infierno a Josep Maria Subirachs
Nocturno en Cirene a Sam Abrams
Cansancio a Isidor Cònsul
Muchacha en la ventana a Mònica
Melodía a Carles
Mañanas a Imma Pericas
EN LUZ DE LLUVIA:
Últimas noches del cosmólogo Edward Milne a
Carlos Marzal
Conversación en Alejandría a Eudald Solà
Amor y tiempo a Sam Abrams
Muchacha de madrugada a Pep Caldentey y Alícia Vidal
La isla del tesoro a Enrique Badosa
Tamarite a Esther
Televisión en el servicio de traumatología a Carles Villanueva y Juan José Madrigal
El significado de nuestro presente a Joaquín Marco
Poética a Joan Grimalt
Edad Roja a Àlex Susanna
El maldito a Josep Cuní
Helena a Antonio Jiménez Millán
Esbozo para un epílogo a Miquel Martí i Pol
John Coltrane a Carles
El desprecio de Calipso a Antonio Jiménez Millán
Mujer de primavera a Luis García Montero
Destrucción a Esteve Agulló
EN LOS MOTIVOS DEL LOBO:
La partida a Pere Rovira
Recordar el Besòs (1980) a Carles Buxadé
Peligros a Carlos Marzal
Mala mar a Joan Manuel Serrat
Primer amor a José Agustín Goytisolo
El infierno de don Juan a Paco Díaz de Castro
Camino de Reading a Luis Antonio de Villena
EN AGUAFUERTES:
Canción de la luna gris a Xavier Ribalta
1957: Esbozo de J. Wukmir a J. A. González-Haba y a
Domingo Fernández
Sineraria a Josep Faulí
Ciudad de ayer a Paco Ibáñez
En el álbum a Mònica
EN ESTACIÓN DE FRANCIA:
Una mujer y un hombre, una ciudad a Antonio Jiménez Millán
Viejos asesinos entre nosotros y la maleta a mi madre
Tío Luis a Lluís Margarit
Expreso García Lorca a Luis García Montero y a
Almudena Grandes
Piedad a José Agustín Goytisolo y a Ton
Carandell
La muchacha del semáforo a Felipe Benítez
Piscina y Último tren a mi padre
Arquitectura a Andrés Lezcano
Farewell a Félix Zamora y a Juan Medina
Vieja influencia de Isla Negra a José Antonio González Haba
Excursión y anochecer en las costas del Garraf a Mariona Ribalta
Soneto en dos ciudades, Can Baldú. Forès, aniversario y Cuadros de una exposición a
Raquel
Poema en negro a Luis Antonio de Villena
Años sesenta a Jesús Munárriz y a Maite
Merodio
Camino de otoño a Marta Ribalta y a Roman
Panadès
Noche oscura en la calle Balmes a Joana Margarit
Mi oda a Barcelona a Àlex Susanna y a Núria Viladot
¿A quién ama Gilbert Grape? a Mònica y Carles
En el museo a Soledat Sans
La combinación a Mari Carmen Palma
Ilusión a Maria de la Pau Cornadó
Hijo en invierno a Carles Margarit
Nocturno en Solivella a Antoni Sans y a Carme Travé
Navidad en París a Mariona y a Carles
El paseante solitario a Enrique Badosa
Interior de café en la Rambla a José Luis Catón y a Paloma
Artabe
Perdidos en un cuento a Mònica Margarit
Himno a Montserrat Pinyol
En la leyenda a Eduard y a Pol
Un Tintoretto y En la audiencia a Miguel Ángel del Arco y a Ana
Blanco
Última lección a Carles Buxadé y a Anna Fortuny
Filósofo en la noche a Emilio Lledó
Alguien que toca «Loverman» a Ricard Roda
«Alivio» a Tico y a Tony
Glenn Gould: la despedida a Esteve Agulló y a Montse
Galilea
Vendrá el invierno a Xavier Ribalta y a Teruco
González Amo
Nunca estuve aquí a Pere Rovira y a Celina Alegre
Biografías a Lis Costa
Fantasmas de alambrada a Josep Faulí
EN CÁLCULO DE ESTRUCTURAS:
Perdiz joven a Pere Rovira y Celina Alegre
Débil claridad a Sam Abrams y Abi Monells
Es Pujol a Antònia y Tomeu
Escritos y estancias a Ramiro Fonte
Secretos a Luis García Montero
Tango a David Castillo
Calle Entença a Teresa Porquet
Del viaje de bodas de mi padre y mi madre a
Paco Ibáñez y Júlia Sanjuan
Autopista a Luis Íñigo-Madrigal
Aeropuerto de Atenas a Enrique Badosa
Los hijos del capitán Grant a Eduard y Pol
Naufragios a Àlex Susanna
Seguridad a Miquel de Palol
Escena a Enric Sòria y Marta Clos
Primer recuerdo a Ramón Andrés
Luna de Beirut a Tomàs Alcoverro
El puente del ferrocarril a Enriqueta Fontquerni
Recuento a Joaquín Marco
Seducciones de verano a Susanna Rafart
Derribo del Carrau Blau a Soledat Sans
Preguntar a Manuel Lara Cantizani
Poema de aniversario a Trinitat Consarnau
Dos fotografías a Paco Díaz de Castro
El mirlo a Carles Margarit
Discurso del método a Susana Pérez Alonso
Venecia a Raquel
El price, 1948 a Joan Manuel Serrat
Cala Sant Vicenç a Raquel
Ventana a Carlos Marzal
Tres mujeres a Esther Margarit
Balada del viejo mercante a Xavier Ribalta
El sobrino de Van Gogh a Isidor Cònsul
Anochecer desde la terraza a Mònica, Eduard y Pol
Costa de poetas a Antonio Jiménez Millán
Tienda en Pittsburgh a Hilario Barrero y a Luis Muñoz
Encuentro en México a Mònica Margarit
Recital a José Luis Morante
EN MISTERIOSAMENTE FELIZ:
Despedirse a Paco Díaz de Castro
Retorno a Carles Margarit
Te despiertas de noche a Antonio Jiménez Millán
Bandoneón a Enrique Badosa
Amor y supervivencia a Mònica Margarit
Lo que te llevas a Esther Margarit
Retrato en azul a Pere Rovira y Celina Alegre
Tendencias a Isidor Cònsul
Amparo a Ponç Pons
Recuerdo remoto a Antònio y Carme
Comentario de texto a Enric Sòria
La habitación de la residencia de estudiantes a Luis Muñoz
Victorias del olvido a Félix Grande y Francisca
Aguirre
Sonata a Ramón Andrés
Calidez a Antonio Lafarque
Avec le temps a Manuel Lara
Relato de madrugada a Luis García Montero
Hokusai a Àlex Susanna
Leer poesía a Manuel Vilas
Calle Muntaner a Carlos Marzal
Últimos libros a Chus García
La Navy (1950) a Jordi Gracia
EN NO ESTABA LEJOS, NO ERA
DIFÍCIL:
Navegante solitario a Carles Buxadé
JOAN MARGARIT (Sanaüja, Cataluña,
1938) es el poeta vivo más leído de la literatura catalana. Arquitecto y
Catedrático de Cálculo de Estructuras de la Escuela Técnica Superior de
Arquitectura de Barcelona. En el ámbito de la literatura catalana se le han
concedido los premios más prestigiosos, como los premios Miquel de Palol y
Vicent Andrés Estellés en 1982; la Flor Natural en los Jocs Florals de
Barcelona en 1983 y 1985; el Premio Carles Riba en 1985; el Premio de la
Crítica Serra d’Or en 1982, 1987 y 2007; el Premio Quima Jaume de Cadaqués en
2007; el Premio Cavall Verd en 2008 y el Premio Nacional de Literatura de la
Generalitat de Catalunya, también en 2008. A nivel español, se le ha concedido el
Premio Nacional de Poesía y el Rosalía de Castro, ambos en 2008. Tugs in the Fog, la primera y extensa
antología de su obra en inglés, en versión de Anna Crowe, obtuvo el Poetry Book
Society Recommended Translation en 2007. En 2013 se le concedió en México el
Premio Poetas del Mundo Latino, juntamente con el poeta José Emilio Pacheco.
Notas
[*] Canción popular infantil catalana: «Sol, solecito, ven a verme que tengo
frío». <<
[*] Llorad, llorad, motivo que se
repite en el poema «El canto del retorno», de Joan Maragall. <<
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