Elsa Morante nació en
Roma el 18 de agosto de 1912. Durante su época universitaria empieza a publicar
los primeros cuentos en revistas y periódicos. En 1936 conoce a Alberto Moravia
y en 1941 la pareja se casa, año en el que Morante irrumpe en el firmamento
literario. En 1948 ve la luz su primera gran novela: Mentira y sortilegio, que
Einaudi publica y que recibe el Premio Viareggio. En 1957 le llega el turno a
La isla de Arturo, galardonada con el Premio Strega. Su matrimonio con Moravia
se rompe en 1961. En 1963 aparece la colección de cuentos El chal andaluz y en
1968 los poemas y canciones que componen El mundo salvado por los niños. En
1974 Morante publica La historia, a la que sigue Araceli en 1982, cuando el
estado físico de la autora ya está enormemente mermado. Al año siguiente Elsa
intenta el suicidio y en 1985 muere acompañada solo de sus recuerdos y delirios
en una clínica romana.
Recopilador: Dr. Enrico Pugliatti.
La historia
Elsa Morante
Esther
Benítez
Juan Tallón
Un escándalo que nunca acaba
En 1974, cuando Einaudi publicó
La historia, la editorial se sometió a una inesperada
petición de Elsa Morante, empeñada en que la novela no costase más de dos mil
liras (el equivalente a cinco dólares de entonces), como ejercicio literario
pero también moral que era. «Quiero una edición barata», le pidió expresamente
Elsa a Giulio Einaudi, quien accedió a publicarla en
bolsillo.
La autora se
proponía llegar a más lectores de los que se habían acercado años antes a Mentira y sortilegio (1948) y a La isla
de Arturo (1957). Y lo logró. Al año de su publicación, La historia había vendido ochocientos mil ejemplares en
Italia. Su agente literario, Erich Linder, se sorprendía al comprobar que,
pasados los primeros meses de enorme impacto, las
ventas seguían contándose por miles semana tras semana. «No sabemos quién
compra todavía el libro, ya que en la actualidad parece haber ejemplares en
todas las casas italianas», confesó el hombre en una carta a un editor
estadounidense, según se lee en la biografía que Lily Tuck escribió de la
autora.
El éxito
editorial fue acompañado de un gran alboroto crítico.
El choque entre defensores y detractores, a menudo arrebatado, ayudó a erigir
la novela en una de las más famosas de la década en Italia. En la fase más
delicada del debate, la reseña en Tempo Illustrato de
Pier Paolo Pasolini, desde siempre muy cercano a la autora, provocó que Morante
y él nunca más se dirigiesen la palabra. El corresponsal romano para The New York Times publicó una crónica en septiembre de 1974 en la que contaba: «Por primera vez
desde tiempos inmemoriales hay personas en los compartimentos de los trenes y
en los bares que hablan más del libro que de la liga de fútbol o de un
escándalo de faldas. Los críticos escriben páginas y más páginas preguntándose
por el significado de La historia y las razones de la
excepcional polémica que despierta».
La vocación de
buscar con La historia un
gran público alentó la ambición de Morante desde el principio. Su amigo Luca
Fontana, que al comenzar la década de 1970 la acompañaba en sus largos paseos
por el gueto de Roma, los distritos de Testaccio y de San Lorenzo, pues la
autora quería documentarse, contaba que por esas fechas le preguntó, a
sabiendas de sus recelos a la hora de hablar de un trabajo si no estaba
terminado: «¿Qué clase de libro estás escribiendo?».
Fontana la había visto tomar notas en libretas durante meses, algo que Elsa no
tenía por costumbre hacer. La respuesta no despejó los enigmas: «Escribo un
libro para analfabetos». Años después, uno de los epígrafes que encabezarían la
novela ratificó aquella respuesta: «Por el analfabeto a quien escribo». Se
trata de un verso de César Vallejo incluido en su
himno a los voluntarios de la República, pero también simboliza la destilación
total de la obra, que a lo largo de sus centenares de páginas narra la lucha
constante, diaria, de los desfavorecidos, los pobres, las eternas víctimas, los
que a veces no saben leer, en pos del cobijo y la supervivencia.
Morante funde
en su novela la grande y universal historia, en forma de crónica de los acontecimientos más relevantes del siglo XX, con la pequeña y
particular historia de sus desamparados personajes de ficción, hasta construir
dos relatos: la historia del poder y la historia de las víctimas del poder.
Articulada en
nueve capítulos, el primero y el último están encabezados por un enigmático
«19**», y funcionan como un catálogo de los actos de violencia protagonizados
por las grandes naciones desde comienzos del siglo XX hasta el período en el
que se publicó la novela. Entremedias, los siete restantes se corresponden con
cada uno de los años que abarca la trama, que transcurre entre 1941 y 1947, y
también incluyen al comienzo un breve repaso de la situación mundial.
El resultado
hace recordar la técnica empleada décadas antes por John Dos Passos en su Trilogía USA,
en la que combinaba retales de ficción con fragmentos de periódicos y letras de
canciones, biografías de figuras históricas y episodios autobiográficos del
propio Dos Passos, en busca de una novela que retratase toda una nación a lo
largo de una época determinada.
A la sombra de
la contienda mundial y el Holocausto, la tragedia de la guerra es la verdadera
protagonista en este largo relato, cuyos personajes
principales —Ida Ramundo, sus hijos Useppe y Nino, y Carlo-Davide— simbolizan
un grito sostenido contra la injusticia. En palabras de la propia Morante, La historia pretende ser un acto de denuncia contra todas
las formas de fascismo del mundo, aunque el final no sea halagador. La poesía y
la palabra, que en el pensamiento literario de Morante forman parte del ser y
tienen la fuerza de devolver a la persona la
vitalidad, la inocencia y espiritualidad que el poder de los más fuertes le
arrebatan, al final nada pueden contra la violencia de la máquina de la
historia, «ese escándalo que dura desde hace diez mil años», como clamaba la
escritora romana.
En el prólogo
a una tirada limitada que First Edition Society publicó en Estados Unidos en
1977, Morante advertía al lector que le ofrecía «un
testimonio que describe mi verdadera experiencia en la Segunda Guerra Mundial»,
de la que ella fue una víctima más. Junto al también escritor Alberto Moravia,
con el que estuvo casada y con quien compartía orígenes judíos, se vio obligada
a abandonar Roma en 1943, después de que Moravia apareciese en una lista negra
de la policía fascista.
«Aprendí mucho
del terror», admitía Morante, en cuya obra casi todo
es dolorosamente autobiográfico. La historia, pues,
representa un «sangriento ejemplo de la inhumanidad del hombre» relatado por
una poetisa por naturaleza, a la que la experiencia había enseñado que «incluso
la poesía puede utilizarse como coartada». Por eso señalaba en aquel prólogo:
«Debo advertirles que este libro, antes que una obra poética, debe ser una acusación y una oración».
En un mundo
que, de un modo u otro, estará siempre lacerado por las tragedias de los
indefensos, La historia de Morante no ha perdido
vigencia, sino todo lo contrario. Habrá en ella, todos los días por venir, algo
que nos señale, nos interrogue y nos haga pensar que tal vez los tiempos no han
cambiado tanto, y que la historia se reivindicará hasta el final como un escándalo. Por todo lo anterior, nunca será mala
hora para leer esta novela pensada para los que ni siquiera saben leer.
JUAN
TALLÓN,
septiembre de 2018
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