LITERATURA DE RESCATE.
(Fragmento).
(Fragmento).
DEL
ASESINATO CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES[1]
PRIMER
ARTÍCULO
ADVERTENCIA
DE UN HOMBRE MORBOSAMENTE VIRTUOSO[2]
La
mayoría de los que leernos libros es posible que hayamos oído
hablar[3]
de una Sociedad para el Fomento del Vicio, del Club del Fuego
Infernal, fundado en el último siglo por Sir Francis D—, etc. En
Brighton, según tengo entendido, se fundó una Sociedad para la
supresión de la Virtud[4].
Esta sociedad fue asimismo suprimida, pero lamento decir que existe
otra en Londres de un carácter aún más atroz. En vista de sus
inclinaciones le vendría bien la denominación de Sociedad para el
Incentivo del Asesinato, pero, aplicándose un delicado ενΦημισηός,
se llama la Sociedad de Entendidos en Materia de Asesinatos. Sus
miembros se precian de su curiosidad por todo lo relativo al crimen,
de ser amateurs
y dilettanti
de todas las formas de derramamiento de sangre, en suma, de ser
aficionados al asesinato. Cada vez que en los anales de la policía
europea aparece una atrocidad de esta clase, se reúnen y la critican
como si fuera un cuadro, una estatua o cualquier otra obra de arte.
No haré falta que me tome el trabajo de intentar describir el
espíritu que preside sus actividades, pues el Iector podrá
apreciarlo mejor en una de sus conferencias mensuales pronunciada
ante la sociedad el año pasado. Dicha conferencia ha caído en mis
manos por casualidad, pese a toda la vigilancia ejercida para que no
se hagan publicas sus deliberaciones. Al verla publicada se sentirán
alarmados, y éste es precisamente mi propósito. Pues prefiero, con
mucho, que la sociedad se disuelva tranquilamente mediante un
llamamiento a la opinión publica, sin necesidad de mencionar
nombres, como seria el caso si recurriera a los tribunales de Bow
Street[5],
a los que, sin embargo, no dudaría en recurrir si mis medidas no
obtuviesen el éxito esperado. Mi sentido de la virtud no puede
permitir que semejantes cosas puedan producirse en un país
Cristiano. Incluso en tierra de paganos, la tolerancia publica del
asesinato —esto es, los terribles espectáculos en el circo— fue
considerada por un escritor Cristiano como el mas vivo reproche que
podía hacerse a la moral publica. Este escritor es Lactancio, y creo
que sus palabras son singularmente aplicables a la presente ocasión:
«Quid tam horribile», dice, «tam tetrum, quam hominis trucidatio?
Ideo severissimis legibus vita nostra munitur; ideo bella execrabilia
sunt. Invenit tamen consuetudo quatenus homicidium sine bello ac sine
legibus faciat: et hoc sibi voluptas quod scelus Vindicavit. Quod si
interesse homicidio sceleris conscientia est, et eidem facinori
spectator obstrictus est cui et admissor; ergo et in his gladiatorum
caedibus non minus cruore profunditur qui spectat, quam ille qui
facit: nec potest esse immunis a sanguine qui voluit effundi; aut
videri non interfecisse, qui interfectori et favit et procmium
postulavit»[6].
«¿Qué cosa es tan terrible», —dice Lactancio—, «tan funesta
y repugnante, como el asesinato de una criatura humana? Por esta
razón nuestra vida se protege con las leyes mas severas; por esta
razón, las guerras son objeto de execracion. Y, sin embargo, en Roma
la costumbre tradicional ha permitido una forma de autorizar el
asesinato aparte de en la guerra y en contradicción con el derecho,
y las exigencias del gusto (voluptas) han llegado a equipararse a las
del crimen»[7].
Que la Sociedad de Caballeros Aficionados lo tenga presente; y
permítanme llamar la atención sobre la última frase, de tanto peso
que me atrevería a traducirla así: «Ahora bien, si el mero hecho
de presenciar un asesinato atribuye a un hombre la cualidad de
cómplice, si ser un simple espectador basta para que compartamos la
culpa del autor, de ello se deduce necesariamente que en los crímenes
del anfiteatro la mano que inflige el golpe fatal no esté mas
empapada de sangre que la de quien contempla pasivamente el
espectáculo, ni tampoco puede estar limpio de sangre quien no impida
que se derrame, ni tampoco queda exento de participar en el crimen
quien aplaude al asesino y reclama premios para él». Aún no he
oído que se acuse a los Caballeros Aficionados de Londres de
«proemia postulavit», aunque es indudable que sus actividades
tienden a ello, pero el nombre mismo de su asociación implica el
«interfectori favit», y ello se expresa en cada una de las líneas
de la conferencia que sigue[8]
a continuación.
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