Cuando
se menciona el nombre del escritor inglés Thomas De Quincey
(1785-1859), Casi siempre se hace en relación con el consumo del
opio y con la deslumbrante elaboración literaria de su adicción. No
se puede negar que su fama se ha debido en parte a esta
circunstancia; su exploración de los estados alterados de conciencia
y su lucha por dominar una imaginación desbocada que le llevaba a la
locura, han conmocionado y fascinado a sus lectores durante mas de un
siglo. Pero la obra de De Quincey no se reduce, ni mucho menos, a un
brillante testimonio sobre los dolores y placeres provocados por el
consumo de una droga, en realidad posee un calado y una repercusión
que la convierten en imprescindible para comprender en su plenitud la
historia del pensamiento europeo. Y lo que es mas importante, siempre
que Europa necesite de un poderoso estimulante para afirmar su
personalidad e identidad, se podrá recurrir a Thomas De Quincey Como
un antídoto excepcional contra el letargo y la desorientación
intelectuales. Sobre todo en los tiempos que corren, cuando se
consideran superfluos los estudios de humanidades y con su supresión
o trivialización nos arriesgamos a producir una nueva barbarie, su
obra nos transmite el amor por el conocimiento y por los fundamentos
que han hecho posible nuestra cultura. En efecto, el autor inglés,
poseedor de una erudición vasta y excéntrica, fruto del intenso
estudio y de la soledad, es un exponente magnífico del cultivo del
intelecto y de la aplicación del ingenio y del humor alas materias
mas abstrusas. Por esta razón, y por su arrebatadora originalidad,
resulta prácticamente inclasificable. El mismo consideraba un
problema su ubicación como autor, ¿era un escritor de ficción, de
prosa poética, un ensayista? Prefería llamarse filósofo, y ¿por
qué no?, ¿por qué negarle ese deseo, si Kirkegaard o Nietzsche
también frecuentaron esa tierra de nadie que se extiende entre la
filosofía y la literatura, y su posición en la historia de la
filosofía parece resistir hasta ahora todos los embates que quieren
ponerla en duda?
De
Quincey, además de ser el enemigo declarado de la vulgaridad y de la
pereza mental, así como de las grandes simplificaciones, destaca por
su Versatilidad y espíritu sensible, puesto que en él se aúnan
felizmente lo grotesco y lo fantástico, la erudición y un turbador
lirismo, lo cual, para todo «circunnavegante de la literatura», por
emplear una de sus sugestivas acuñaciones, es una fuente de placer
intelectual y un acicate creador. Recordemos que De Quincey ha sido
uno de los prosistas ingleses del siglo XIX que mas han influido en
la literatura; deudores suyos han sido, entre otros, Edgar Allan Poe,
Baudelaire, Lewis Carrol, Dickens, Proust, Chesterton, Virginia
Woolf, D. H. Encelare o Jorge Luis Jorges.
Con
el presente volumen la editorial Valdemar sigue con su labor
divulgadora de la obra del autor inglés, una obra compuesta en su
mayor parte por numerosos artículos y pequeños ensayos diseminados
en revistas y periódicos. Tras publicar Los últimos días de
Emmanuel Kant (2000) y, en la colección de clásicos, Las
confesiones de un inglés comedor de opio (2001), volúmenes
acompañados de amplias introducciones con datos biográficos y otras
informaciones de interés, hemos reunido los textos mas
sobresalientes de De Quincey, y creemos que merece la pena ofrecerlos
al lector añadiendo las variantes esenciales, puesto que el escritor
nunca quedaba satisfecho con sus obras y, cuando disponía de la
oportunidad, no dudaba en corregirlas, retocarlas o aumentarlas. Para
ello hemos recurrido a la Selections Grove and Gay de sus escritos,
en parte revisada por el mismo autor, a la edición de David Masson,
The Colected Writings of Thomas de Quincey (1896-97) y a la ultima
edición critica en Pickering & Chatto (2000-3).
Los
textos que ofrecemos a continuación son, por tanto, piezas maestras
de un género híbrido y muy personal, con nobles antecedentes
estilísticos en escritores como Sir Thomas Browne, Jeremy Taylor y
Sterne, piezas mediante las cuales De Quincey analiza la realidad
cotidiana y diversos fenómenos históricos o intelectuales, a veces
con afán polémico y otras con un trasfondo lírico, pero siempre
desde una perspectiva insólita. Estas obras suelen caracterizarse,
además, por una complejidad edulcorada con humor. Con su ensayo Del
asesinato considerado como una de las bellas artes, por ejemplo, no
pretendía plasmar una mera paradoja lúdica y algo siniestra con el
fin de escandalizar a la mentalidad burguesa, como ha creído
entender erróneamente mas de un critico, sino que se trata de un
sutil ensayo en clave de humor sobre filosofía estética y moral. En
el fondo, De Quincey mantiene un dialogo mordaz con la Poética de
Aristóteles; la obra de Edmund Burke, Philosophical Inquiry into…
the Suhlime and Beautiful; el Laokoon de Lessing; y la Critica del
juicio de Kant. Aquí se plantea la controvertida teoría de que el
placer contemplativo es mas estético que moral, y que lo bello no
coincide necesariamente con lo bueno. Con esta problemática se
enlaza otra paradoja moral muy discutida en tiempos de De Quincey Nos
referimos a la prohibición absoluta de mentir que Kant dedujo de su
imperativo categórico, incluso en el caso de que un asesino con el
arma en la mano pregunte por el paradero de un inocente, según un
supuesto atribuido a Kant por Benjamin Constant. En 1797 el filósofo
alemán y Constant mantuvieron una interesante polémica sobre este
tema, que tuvo como fruto el opúsculo kantiano Sobre el supuesto
derecho a mentir por amor al hombre.
En
otra de las piezas incluidas en este volumen, El coche correo inglés,
que De Quincey llegó a concebir Como una parte de Suspiria
de profundis,
nos encontramos con una fantasía política imbuida de una visión
apocalíptica, como se confirma en su continuación, La visión de la
muerte súbita que, entre otras cosas, es una fascinante expedición
alas raíces del horror. Por cierto, estos dos textos constituyeron
un hito en la historia de la literatura y ejercieron una gran
influencia en James Joyce, George Eliot, Herman Melville y Stéphane
Mallarmé. A su vez, Suspiria de profundis no se reduce a un mero
relato autobiográfico o a variaciones de prosa musical, supone un
complejo análisis de estados anímicos, algunos de ellos en los
umbrales de la locura, y sus vínculos con mundos oníricos naturales
o inducidos por el opio. También se plantea el problema del sentido
de la existencia y la actitud del hombre ante la enfermedad y la
muerte. Todas estas obras se caracterizan por el inimitable estilo
del autor, por las osadas asociaciones literarias y filosóficas,
fruto de una erudición fertilizada con la imaginación, y por la
huida de todo convencionalismo.
En
las páginas que ponernos a disposición del lector se revela, en
fin, la sutil inteligencia y la sensibilidad de un hombre que temple
su intelecto mediante una disciplina férrea. Durante su vida sufrió
duros golpes del destino, pero nunca traicionó su vocación, a la
que sacrifico el bienestar y la salud. Su personalidad, por este
motivo, es posible que se torne cada vez mas enigmática, y por mucho
que se profundice en sus motivaciones, me temo que seguirá siendo un
misterio cómo semejante devorador de libros logró compaginar una
obra tan prolífica con una avidez intelectual que sólo se puede
calificar de monstruosa. Su hondo conocimiento del sustrato cultural
europeo y el descubrimiento de nuevos terrenos para la literatura,
suponen una gesta que merece nuestra admiración, así Como su
intento nada fácil de aunar sensibilidad, ingenio, humor y
erudición.
J.
Rafael Hernández Arias
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