viernes, 8 de junio de 2018

De Quincey Thomas - Del Asesinato Considerado Como Una De Las Bellas Artes



Cuando se menciona el nombre del escritor inglés Thomas De Quincey (1785-1859), Casi siempre se hace en relación con el consumo del opio y con la deslumbrante elaboración literaria de su adicción. No se puede negar que su fama se ha debido en parte a esta circunstancia; su exploración de los estados alterados de conciencia y su lucha por dominar una imaginación desbocada que le llevaba a la locura, han conmocionado y fascinado a sus lectores durante mas de un siglo. Pero la obra de De Quincey no se reduce, ni mucho menos, a un brillante testimonio sobre los dolores y placeres provocados por el consumo de una droga, en realidad posee un calado y una repercusión que la convierten en imprescindible para comprender en su plenitud la historia del pensamiento europeo. Y lo que es mas importante, siempre que Europa necesite de un poderoso estimulante para afirmar su personalidad e identidad, se podrá recurrir a Thomas De Quincey Como un antídoto excepcional contra el letargo y la desorientación intelectuales. Sobre todo en los tiempos que corren, cuando se consideran superfluos los estudios de humanidades y con su supresión o trivialización nos arriesgamos a producir una nueva barbarie, su obra nos transmite el amor por el conocimiento y por los fundamentos que han hecho posible nuestra cultura. En efecto, el autor inglés, poseedor de una erudición vasta y excéntrica, fruto del intenso estudio y de la soledad, es un exponente magnífico del cultivo del intelecto y de la aplicación del ingenio y del humor alas materias mas abstrusas. Por esta razón, y por su arrebatadora originalidad, resulta prácticamente inclasificable. El mismo consideraba un problema su ubicación como autor, ¿era un escritor de ficción, de prosa poética, un ensayista? Prefería llamarse filósofo, y ¿por qué no?, ¿por qué negarle ese deseo, si Kirkegaard o Nietzsche también frecuentaron esa tierra de nadie que se extiende entre la filosofía y la literatura, y su posición en la historia de la filosofía parece resistir hasta ahora todos los embates que quieren ponerla en duda?
De Quincey, además de ser el enemigo declarado de la vulgaridad y de la pereza mental, así como de las grandes simplificaciones, destaca por su Versatilidad y espíritu sensible, puesto que en él se aúnan felizmente lo grotesco y lo fantástico, la erudición y un turbador lirismo, lo cual, para todo «circunnavegante de la literatura», por emplear una de sus sugestivas acuñaciones, es una fuente de placer intelectual y un acicate creador. Recordemos que De Quincey ha sido uno de los prosistas ingleses del siglo XIX que mas han influido en la literatura; deudores suyos han sido, entre otros, Edgar Allan Poe, Baudelaire, Lewis Carrol, Dickens, Proust, Chesterton, Virginia Woolf, D. H. Encelare o Jorge Luis Jorges.
Con el presente volumen la editorial Valdemar sigue con su labor divulgadora de la obra del autor inglés, una obra compuesta en su mayor parte por numerosos artículos y pequeños ensayos diseminados en revistas y periódicos. Tras publicar Los últimos días de Emmanuel Kant (2000) y, en la colección de clásicos, Las confesiones de un inglés comedor de opio (2001), volúmenes acompañados de amplias introducciones con datos biográficos y otras informaciones de interés, hemos reunido los textos mas sobresalientes de De Quincey, y creemos que merece la pena ofrecerlos al lector añadiendo las variantes esenciales, puesto que el escritor nunca quedaba satisfecho con sus obras y, cuando disponía de la oportunidad, no dudaba en corregirlas, retocarlas o aumentarlas. Para ello hemos recurrido a la Selections Grove and Gay de sus escritos, en parte revisada por el mismo autor, a la edición de David Masson, The Colected Writings of Thomas de Quincey (1896-97) y a la ultima edición critica en Pickering & Chatto (2000-3).
Los textos que ofrecemos a continuación son, por tanto, piezas maestras de un género híbrido y muy personal, con nobles antecedentes estilísticos en escritores como Sir Thomas Browne, Jeremy Taylor y Sterne, piezas mediante las cuales De Quincey analiza la realidad cotidiana y diversos fenómenos históricos o intelectuales, a veces con afán polémico y otras con un trasfondo lírico, pero siempre desde una perspectiva insólita. Estas obras suelen caracterizarse, además, por una complejidad edulcorada con humor. Con su ensayo Del asesinato considerado como una de las bellas artes, por ejemplo, no pretendía plasmar una mera paradoja lúdica y algo siniestra con el fin de escandalizar a la mentalidad burguesa, como ha creído entender erróneamente mas de un critico, sino que se trata de un sutil ensayo en clave de humor sobre filosofía estética y moral. En el fondo, De Quincey mantiene un dialogo mordaz con la Poética de Aristóteles; la obra de Edmund Burke, Philosophical Inquiry into… the Suhlime and Beautiful; el Laokoon de Lessing; y la Critica del juicio de Kant. Aquí se plantea la controvertida teoría de que el placer contemplativo es mas estético que moral, y que lo bello no coincide necesariamente con lo bueno. Con esta problemática se enlaza otra paradoja moral muy discutida en tiempos de De Quincey Nos referimos a la prohibición absoluta de mentir que Kant dedujo de su imperativo categórico, incluso en el caso de que un asesino con el arma en la mano pregunte por el paradero de un inocente, según un supuesto atribuido a Kant por Benjamin Constant. En 1797 el filósofo alemán y Constant mantuvieron una interesante polémica sobre este tema, que tuvo como fruto el opúsculo kantiano Sobre el supuesto derecho a mentir por amor al hombre.
En otra de las piezas incluidas en este volumen, El coche correo inglés, que De Quincey llegó a concebir Como una parte de Suspiria de profundis, nos encontramos con una fantasía política imbuida de una visión apocalíptica, como se confirma en su continuación, La visión de la muerte súbita que, entre otras cosas, es una fascinante expedición alas raíces del horror. Por cierto, estos dos textos constituyeron un hito en la historia de la literatura y ejercieron una gran influencia en James Joyce, George Eliot, Herman Melville y Stéphane Mallarmé. A su vez, Suspiria de profundis no se reduce a un mero relato autobiográfico o a variaciones de prosa musical, supone un complejo análisis de estados anímicos, algunos de ellos en los umbrales de la locura, y sus vínculos con mundos oníricos naturales o inducidos por el opio. También se plantea el problema del sentido de la existencia y la actitud del hombre ante la enfermedad y la muerte. Todas estas obras se caracterizan por el inimitable estilo del autor, por las osadas asociaciones literarias y filosóficas, fruto de una erudición fertilizada con la imaginación, y por la huida de todo convencionalismo.
En las páginas que ponernos a disposición del lector se revela, en fin, la sutil inteligencia y la sensibilidad de un hombre que temple su intelecto mediante una disciplina férrea. Durante su vida sufrió duros golpes del destino, pero nunca traicionó su vocación, a la que sacrifico el bienestar y la salud. Su personalidad, por este motivo, es posible que se torne cada vez mas enigmática, y por mucho que se profundice en sus motivaciones, me temo que seguirá siendo un misterio cómo semejante devorador de libros logró compaginar una obra tan prolífica con una avidez intelectual que sólo se puede calificar de monstruosa. Su hondo conocimiento del sustrato cultural europeo y el descubrimiento de nuevos terrenos para la literatura, suponen una gesta que merece nuestra admiración, así Como su intento nada fácil de aunar sensibilidad, ingenio, humor y erudición.
J. Rafael Hernández Arias

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