domingo, 15 de abril de 2018

DIARIO ÍNTIMO. BORGES. BIOY CASARES. AÑO 1950.


1950
[Enero a marzo. Bioy Casares y Silvina Ocampo en Mar del Plata y Pardo.]
Febrero. La madre de Borges hablaba de la otra vida con una sirvienta. LA SIRVIENTA: «ES claro, la religión dice que hay otra vida. Pero no sabemos cómo es. (En un tono de esperanza) Si una pudiera seguir trabajando...».1
Viernes 10 al sábado 25 de febrero. En Pardo. Borges llegó aquí el viernes 10, con Estela Canto. Hasta el domingo trabajamos en el resumen del argumento para un film, El paraíso de los creyentes (que habíamos comenzado en Buenos Aires, uno o dos años antes). El domingo a la tarde, después del té, empezamos a escribir el libreto. Nos propusimos escribir once páginas por día; en los primeros días superamos ampliamente esa medida; el lunes 20 habíamos concluido el trabajo (noventa y siete páginas). El martes, al advertir el desee de Borges por iniciar otro trabajo en colaboración —por ejemplo, una pieza de teatro—, le conté el argumento para una comedia cinematográfica o teatral que se me había ocurrido en Buenos Aires, durante los últimos días de filmaciónd el Crimen de Oribe.2 Le gustó mucho. La idea es ésta: Dos enamorados largamente
1. Cf. el fragmento «Se daba su lugar», atribuido a «Rita Acevedo de Zaldumbide» [Libro del cielo y del infierno (1960)]. 2. La isla o Del amor, abandonada en 1953. El crimen de Oribe, de L. Torres Ríos y L. Torre Nilsson, basado en El perjurio de la nieve, se rodó entre fines de 1949 y enero de 1950 en los Estudios Mapol; se estrenó en abril de 1950.
47
1950
se despiden. Después se descubre que están en el proceso de filmación de una película. Por ejemplo, Othello o Carina. Después, se verá que esos enamorados son tenidos por todos sus amigos como el ejemplo de los enamorados, como la pareja perfecta. Ellos mismos se consideran así; sueñan con irse al campo, como a una isla; entre gente, viven como en el campo o como en una isla; no ven a casi nadie; hablan mal de todas las personas e insisten en la felicidad de su aislamiento; uno de ellos aprovecha eso para ejercer su ánimo posesivo y dominante; el otro, por necesidad de imitación o, acaso, para no querer menos, para no defraudar, inicia también sus exigencias. Los celos y los controles se propagan. Uno de ellos se entera de que existe una vasta compañía, una especie de agencia de matrimonios, que se encarga de solucionar estas situaciones, de alterar la vida de personas y de parejas presas en situaciones así; habla con un señor de la compañía, que promete intervenir: encontrará medios de alejar al otro enamorado; enamorarlo, etcétera. (Habrá que decidir qué conviene más: que inicie la gestión el hombre o la mujer.) Después se descubre que la otra parte ha encargado a la misma compañía —a la misma persona de esa compañía— idéntica misión: también ella quiere verse libre. Una muchacha que pasa parece la imagen de la felicidad: no poder seguirla, no poder irse con ella, la prueba de estar en el más terrible cautiverio. Poco a poco, ambos enamorados comprenden que el error de buscar la libertad y nuevas relaciones no era menor que el de exagerar, enfatizar, la relación de ellos dos. Toda nueva relación tenderá a parecerse a ésta, pero será con personas desconocidas y que no lo conocen a uno; habría que aprender todo de nuevo y seguir de nuevo el proceso que los llevó a esta situación; mejor seguir como antes: más tranquilo, más casero. Además, tanto se han hecho sufrir, que mutuamente se miran con mucha ternura. Y en cuanto a la libertad de estar solos, de vivir solos, ya no podrían soportarla; están acostumbrados a la intensidad dramática del amor y sentirían un vacío de propósitos en la vida que los desanimaría de seguir viviendo... También se descubre que el agente de la vasta compañía es, él solo, la vasta compañía, y que también está preso en una situación similar y en gran necesidad de que alguien intervenga y lo salve... Se quedaron hasta el viernes. Borges estaba tan contento que continuamente exclamaba: «Pero, ¡qué lindo es escribir!». Algo muy curioso: cuando quisimos describirnos, uno a otro, a Larrain (uno de los personajes), encontramos, al mismo tiempo, la persona a quien lo imaginábamos parecido: Ernest Hemingway.
48
1950
Puedo decir sin vanidad que he colaborado inteligentemente, inventivamente, en la redacción del nuevo argumento para un film; hace dos años (¿o uno?), embrutecido por mi vida con las mujeres, el tenis, el poco sueño, mi colaboración en Los orilleros se redujo a correr a la zaga de Borges. Estos días que pasamos en la estancia, a pesar de que estuve continuamente con resfrío de heno, a veces nervioso e irritado, frecuentemente cansado y deprimido, me dejarán un excelente recuerdo: el de los primeros días, de intenso y exaltado trabajo de invención y de redacción. Las hermosas actitudes de asombro de algunos animales —perros, caballos— están originadas, tal vez, en la pobreza de su vista. Cuando Borges estaba escribiendo en su mesita de pino y yo entraba en el cuarto, se erguía, enorme y asombrado, como un caballo o un león marino, y me miraba.
Marzo. Estela quería que Borges se acostara con ella. Una tarde, en la calle, se lo dijo brutalmente: «Nuestras relaciones no pueden seguir así. O nos acostamos o no vuelvo a verte». Borges se mostró muy emocionado, exclamó: «Cómo, ¿entonces no me tenés asco?» y le pidió permiso para abrazarla. Llamó a un taxi. Ordenó al chofer: «A Constitución» y agregó, para Estela: «Vamos a comer a Constitución. We must celebrate». Borges estaba muy enamorado de Silvina Bullrich. Un día, ésta le preguntó: «¿Qué hiciste anoche, cuando volviste del Tigre?». BORGES: «Fui caminando a casa, pero pasé frente a la tuya; tenía que pasar frente a tu casa esa noche». Silvina le preguntó a qué hora había pasado. BORGES: «A las doce». SILVINA: «A esa hora yo estaba en mi cuarto, en mi cama, con un amante».
Borges y Amorim hicieron juntos un viaje en automóvil por el interior de la Banda Oriental; anduvieron por Sant'Anna do Livramento,1 cruzaron la frontera y visitaron algunos pueblos del Brasil. En ese tiempo había habido incidentes entre contrabandistas de un país y la policía del
y 1. En 1934, Borges y Amorim pasaron diez días en Rivera y cruzaron la frontera hasta Sant'Anna do Livramento; allí presenciaron la muerte de un hombre, por los guardaespaldas de un capanga [Véanse: PERALTA (1964): 413; B (1970)]. El episodio se incluye en «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», cuento escrito en la estancia Las Nubes de Amorim a principios de 1940.
49
195°
otro; Amorim advirtió, o creyó advertir, cierta animosidad contra ellos —como uruguayos, o casi uruguayos— en los pueblos brasileros. En cuanto cruzaron de vuelta la frontera —perceptible por unos mojones, en medio de una desierta inmensidad en que el hombre podía sentir con alguna emoción su vínculo con la naturaleza (tan grande, tan ciega, tan indómita)— Amorim se puso de pie en el automóvil en marcha, se encaró con el Brasil y, acompañando sus gritos con un ademán enérgico, lo insultó procazmente.
[Jueves 20 de abril al jueves 4 de mayo. Bioy Casares en Punta del Este.]
Sábado, 10 de junio. Tardamos demasiado tiempo en advertir que nuestra amiga era mentirosa. Nos decía que en Italia había pasado hambre; conociendo a su madre y a su hermano, esto parece improbable. Muchas veces la habrían violado. Cuando tenía doce años todas las noches recibían en su casa unas visitas que la violaban; según otra versión, los violadores eran hijos de chacareros y todo habría ocurrido en el campo. En una ocasión, en el cinematógrafo, al ver a un hombre viajando en el techo de un furgón ferroviario, le dijo a Borges que así viajaba ella en Italia. «¿Y por qué no entrabas en el vagón?» —preguntó Borges—. «Porque en el vagón siempre estaban violando a una mujer.» BIOY: «A veces, al tratar con editores, me siento como un sirviente lleno de resentimiento contra sus amos. Digo cosas desagradables y, como si temiera haberme excedido, las compenso con adulaciones. El resultado es lamentable». BORGES: «Te comprendo. Hablar con una persona es adularla; uno quisiera escupirla en la cara».
Miércoles, 28 de junio. Borges regresó ayer de Tucumán. Cuenta que, recorriendo la ciudad con unos profesores, llegaron a un triste barrio de ranchos de paja, del otro lado de las vías. Uno de los profesores dijo: «Este barrio es muy peligroso. Hay muchos malevos» y aclaró a continuación que no había verdadero peligro de ser atacado por ladrones o asesinos, sino por homosexuales: «Todos los malevos son homosexuales.» Ante la sorpresa de Borges, el doctor explicó: «La bicicleta excita al malevo. El movimiento, usted comprende. Además, el malevaje es muy inclinado al ciclismo. Si uno va en bicicleta y ve a otro de a pie, se ofrece a llevarlo. Los dos se excitan, dejan la bicicleta... Una vez, con el doctor X,
50
1950
vimos a dos malevos en una acequia. El doctor me dijo: "No hay por qué escandalizarse. Total, a todos nos gusta"». Le dijeron también que los malevos ya no quieren saber nada de tangos; cantan boleros. El gaucho, por su parte, canta:
—¿ Qué querís que te traiga de Cafayate? —Un burrito cargado de chocolate.
¡En esta copla está toda la alegría del gaucho del Norte! Comentó que la expresión raíces de las montañas, empleada irónicamente por un escritor escandinavo del siglo XIII,h abía sido recogida con ingenuidad, por su valor poético, por William Morris, en el siglo XIX.1 Me habló de Gottsched, un Boileau alemán de la primera mitad del siglo XVIII. Después de tratar de las unidades de acción y de lugar, explica la de tiempo. BORGES: «La acción, dice, debe ocurrir en diez horas del día, porque la noche es para dormir».2 Recordábamos que, en The Wrecker, de ciertos días en el mar Stevenson dice que son unforgettable, unrememberable? Llamó el teléfono: era Pezzoni. BORGES: «Ese muchacho es un sonso. Bianco también. Claro que escribió Las ratas; pero no hay que ser tan pesimista como para afirmar que ese libro es bueno».
Lunes, 10 de julio. Comen en casa Borges y Sabato; éste, groseramente elocuente, con indiferencia a la escasa calidad de lo que dice. Con Borges hablamos de la insensibilidad de la gente que nos rodea para apreciar los momentos épicos en las piezas literarias; las anécdotas épicas de las sagas que él ha narrado no tienen eco; Stevenson es considerado más superficial que Camus; Torre Nilsson no advertía el sentido de algunas escenas épicas en nuestro film Los orilleros, en que el canalla, por ejemplo, se sobrepone a su canallada y por valor y por generosidad llega a enfrentarse, de igual a igual, con el héroe; escenas inspiradas acaso en algunas de Shaw, que no ocupan ningún lugar en la fama de Shaw (humorista
1. MORRIS, William, The Boots of the Mountains (1889). 2. GOTTSCHED, Johann Christoph, Versuch einer Critischen Dichtkunst für die Deutschen
(1730). 3. [imposibles de olvidar, imposibles de recordar] The Wrecker (1892), XII.
51
1950
morista, viejo malcriado y paradójico) y que debían ocupar, según nuestra opinión, un lugar principal.
Martes, 11 de julio. Come en casa Borges. Comentamos el carácter de Sabato. Según Borges, lo que está mal en él es que su conversación es demasiado anecdótica;_se parece demasiado poco al pensamiento. BORGES: «¿Y por qué íbamos a compartir su indignación contra esa señora que pretendió corregirle un diálogo? ¿Quién escribe siempre tan perfectamente que nunca convenga corregirlo? ¿Quién puede estar completamente seguro de que el interlocutor lo cree infalible?». Me cuenta que en Alemania, en el siglo XVIII, cuando leyeron Robin¬ son Crusoe hubo gran entusiasmo y todos los literatos se pusieron a componer Robinsonaden: «Había dos posibilidades: escribir el caso de un solitario que vuelve a crear toda una filosofía y nuestra civilización o el de uno que construye utensilios y una cabaña —nuevamente el libro de De¬ foe—. Lo primero no se les ocurrió; lo segundo no podía repetirse infinitamente. Empezaron así a discurrir Robinsones en parejas, en tríos, en multitudes; pasaron de islas solitarias a países. Ridiculamente llegaron a otra forma insigne de narración: a las utopías».
[Viernes 21 de julio al miércoles 23 de agosto. Bioy Casares en Alta Gracia (Córdoba), con su madre.]
Viernes, 25 de agosto. Come en casa Borges. Me dice que una señora ya tembleque y desvaída, hablando con lentitud e indecisión le confesó: «El único hombre que me ha entendido es Martín Soulès». Comentamos la dificultad de legar esta frase a la posteridad: sólo para unas personas de Buenos Aires y de esta época el nombre de Martín Soulès es inmediatamente identificable; muy pronto nadie recordará a ese sombrerero de señoras. Me cuenta su viaje por Resistencia, Corrientes, Posadas y (tal vez) Encarnación del Paraguay. Los lugares donde bailaban los obreros, en Posadas, se llaman bailantas.
Miércoles, 30 de agosto. Comen en casa Borges, un mozo uruguayo de apellido Praderio y Helena Artayeta; después llega Marta Mosquera. Se habló del libro de Kravchenko, sobre Rusia.1 El mozo Praderio, mordiendo
1. KRAVCHENKO, Victor, I Choose Freedom (1946).
52
1950
diendo delicadamente un trozo de pan tostado, declaró que todas esas descripciones, de torturas, de delaciones, de opresiones, de campos de concentración, carecen de interés: «O uno admite que la filosofíad e He¬ gel y de Marx es verdadera, y todo lo que pasa en Rusia es justificado, o uno niega el fundamento de esa filosofía y sin necesidad de libros enojosos comprende que los comunistas se hallan en un peligroso error. Innecesario decir —agregó, ocultando un bostezo— que la segunda posición es la mía». Se habló de religión. HELENA: «Ustedes dicen que no creen en Dios, que no son católicos, pero yo quisiera que me explicaran qué razón pueden tener, en el momento de la muerte, para no arrepentirse de todos los pecados e ir directamente al cielo».
Viernes, 8 de septiembre. Comen en casa Wilcock y Borges. Con Borges trabajamos escribiendo noticias para libros del «Séptimo Círculo».
Sábado, 9 de septiembre. A la noche, fiestae n casa en honor de Del¬ fina Mitre, en viaje a Europa: entre otros, Estela Canto, Marta Mosquera, Borges, Pepe Bianco, Wilcock, Alberto Gainza y Peyrou. Estela llama a Delfina «la mística práctica».
Viernes, 15 de septiembre. Por la noche, para celebrar mi cumpleaños, comen en casa Borges, Estela y Wilcock. Regalos: de Borges, una Anthologie raisonnée de la littérature chinoise de G. Margouliès; de Wilcock, el tomo II de la History of the Reign of the Emperor Charles V de William Ro¬ bertson (edición de 1796); de la madre de Borges, un alfajor de dulce de leche. BORGES: «Victoria no nos quiere porque cuando sucede algo desagradable nos retiramos, no mostramos verdadero interés».
Sábado, 23 de septiembre. A la noche, Borges: redacción, para la revista Clinamen, de un nuevo cuento de Bustos Domecq.1 Hasta ahora, escasa inspiración.
Miércoles, 27 de septiembre. Comida con Wilcock y con Borges. Después de comer, redacción con Borges, invita Minerva, del nuevo cuento de Bustos Domecq.
1. «El hijo de su amigo», que terminarían el 21 de diciembre y publicarían recién en 1952, en la revista Número (Montevideo), en cierto sentido continuadora de Clinamen (Montevideo), cuyos cinco números aparecieron entre 1947 y 1948.
53
1950
Viernes, 29 de septiembre. Para saber si Arturito Álvarez podría tener un papel (de actor) en una hipotética película con argumento de Silvina (El impostor) y de la que él sería productor y Torre Nilsson director, anoche, con cameramen, focos y demás parafernalia, se tomó en casa una pequeña película: varias personas, sentadas a la mesa, comen con gula; de pronto Arturito nota algo que lo alarma; mira con creciente horror a los comensales; finalmente da un grito y se tapa la cara. Actores, además de Arturito: Wilcock, Estela, Elena Ivulich. Espectadores: Silvina, Marta Mosquera, yo. Estela, incapaz de participar en nada, hablaba de ella y contaba anécdotas que ya ha contado tres o cuatro veces. Marta, furiosa porque no ocupaba el centro de la atención. Comida con Silvina, Borges y Wilcock. Después, con Borges, redacción del nuevo cuento de H. Bustos Domecq.
Miércoles, 4 de octubre. Comida con Silvina, Borges y Wilcock. Redacción del cuento de Bustos Domecq. Borges oyó en el Uruguay esta frase que, según le dijeron, circula en Montevideo: «Ponerle a pupilo el nene a una mujer» por «entrar en ella».
Jueves, 5 de octubre. Té con Borges en la Richmond, conversando sobre Mastronardi; sobre Morris, Rossetti y su mujer. Comida con Silvina, con Borges, con Wilcock. Redacción de Bustos Domecq.
Sábado, 7 de octubre. Comida en casa, con Wilcock y Silvina. Después de comer, Borges: Bustos Domecq.
Sábado, 14 de octubre. Frías me confió que, debido a la manera en que Borges trató, o mejor dicho no trató, al presidente de Emecé, nuestra situación en la editorial es precaria.
[Martes 17 al martes 24 de octubre. Viaje de Bioy Casares al Uruguay.]
Jueves, 26 de octubre. A la tarde, en Emecé, Borges me cuenta que en Montevideo quieren editar, en un volumen, todo Bustos Domecq. Hablamos
1. Basado en el cuento, aparecido en 1948 en S (nº 164-5, nº 166 y nº 167). Una sinopsis del argumento fue publicada en Lyra, nº 149-151 (1956). En 1984, con el nombre de El otro y con guión de Manuel Puig, fue filmado en México por Arturo Ripstein.
54
1950
blamos de Estela: el doctor Castillo le ha dicho a Silvina que Estela tiene poco tiempo de vida. Borges me refiere el final de un cuento de un muchacho uruguayo, Espínola. Una noche de carnaval el héroe, una especie de rústico, entra al rancho y encuentra a su madre muerta. Piensa en la sorpresa que va a tener su hermano cuando llegue, y se enconde para ver. «Nunca me he raido tanto —comenta el héroe—: Mama muerta y mi hermano con careta.» Por la noche, a eso de las once, viene Borges a casa. Conversamos un rato. Arturito Álvarez visita a Silvina; trae un ejemplar de La Cruzada de los niños de Marcel Schwob, con prólogo de Borges. Vemos el libro: muy lindo, según Silvina; obsceno, según Borges.
Viernes, 27 de octubre. A la noche comen en casa Borges y Mastronardi; después aparecen Frías y Marta Mosquera. Hablo de mi viaje al Uruguay: a los impermeables, que aquí llaman pilotos, allí llaman pilots, usan siempre caballero por señor. Borges refiere que, con Pérez Ruiz, habían pensado escribir un cuento con muchos uruguayismos; iba a titularse «Un refuerzo en La Pasiva». Mastronardi nos habla de un señor Vallejo, que ahora es cura, autor de un libro titulado Pan y la fuente. El Pan del título es el dios; parece que pasaron muchos años antes de que el autor advirtiera que «la fuente» sugería otra acepción —alimenticia— para Pan.
Sábado, 28 de octubre. Vienen a comer Borges y Wilcock. Borges cuenta el almuerzo que Rottin le dio a Mastronardi. Después, con Borges, redacción de noticia y contratapa del Caso de las trompetas celestiales de Michael Burt.
Domingo, 5 de noviembre. Todos estos días, por la noche, redacción de Bustos Domecq.
Viernes, 10 de noviembre. Borges me habla de una señora con quien tuvo amores hace treinta años: «Está viejísima, horrible y completamente idiotizada. La pobre asegura que está tan joven que nadie la reconoce». Esa misma señora una vez le informó, con aire superior y picaro, que ella había leído el Quijote, «pero el verdadero, no el que todos leen». Se ha pasado la vida jugando al bridge y, desde hace unos años, a la canasta. Pero ya no puede jugar; la señora afirma que han introducido algún cambio en las reglas de esos juegos y que ella no logra entenderlas. Refiere Borges que sorprendió una conversación de un grupo de escritores
55
1950
critores sobre mujeres en general y sobre sus experiencias con mujeres: al rato descubrió que esos colegas sólo hablaban de mujeres de prostíbulos. Dice: «Casi todas las casas de la cuadra del 900 de la calle Tucu¬ mán eran bajas y modestas. Tenían las puertas entornadas. Al pasar frente a esas casas uno oía que lo chistaban. Si miraba hacia las persianas, descubría que muchas mujeres estaban espiando por las mirillas. Según Muzzio Sáenz Peña, otro lugar de prostíbulos era el chistadero de la calle Lavalle».
Domingo, 12 de noviembre. Hoy a la mañana, visita de Borges. En la SADE celebran anualmente la fiesta de la poesía: varios poetas recitan sus obras. Este año, Gloria Alcorta quiso acaparar la fiesta: ella leerá cuatro poemas suyos; actores franceses, especialmente amaestrados, leerán otros ocho poemas (de la misma autora). Cuando Borges le explicó que Erro era quien organizaba las fiestas y que, en todo caso, su recitación podría hacerse en una fiestae special, pero no en la de la poesía, dijo: «No puede ser. Ya he copiado a máquina los poemas. Ya han ensayado los actores».
Sábado, 25 de noviembre. Los otros días Borges contó que Guillermo de Torre, ante la risa de sus hijos, había narrado este incidente: En una fiesta,e n casa de De Ridder, encontró a Adolfito Mitre, muy borracho y apoyado en un grueso bastón. «¿Qué tiene?», preguntó Guillermo. «Lo que no tengo —contestó Adolfito— es deseos de hablar con el señor Guillermo de Torre.» Guillermo estaba muy resentido, sobre todo con De Ridder, por invitar a esos cavernícolas. «Yo también podría haberle contestado —explicó Guillermo— que no tenía deseos de hablar con él.» «Sin embargo, vos le habías hablado», lo corrigió uno de sus hijos. Guillermo no oyó; continuó: «¿Pero cómo podía contestarle a ese monstruo con bastón?».
Jueves, 7 de diciembre. A la noche, a comer, Mauricio Müller y Borges; después, Peyrou. Cuando éste llegó, Müller me contaba que había empezado a leer con mucho interés El estruendo de las rosas. Por ese deseo que siempre tengo de ser agradable a Peyrou (como si creyera que tiene muy poca suerte en la vida), dije algo de que hablábamos de su libro. MÜLLER: «Leí las primeras diecisiete páginas...». PEYROU: «Cuando se durmió». MÜLLER: «NO, porque me quitaron el libro». PEYROU: «Ah». MÜLLER: «En Montevideo no lo encontré». PEYROU: «Qué extraño, yo
56 \
1950
creía que todos los libros del "Séptimo Círculo" estarían allá». MÜLLER: «La verdad es que no lo busqué». A pesar de este diálogo, la reunión fue agradable. Müller ha leído mucho. Hablamos de escritores a quienes la timidez impidió escribir: Willie [Borges], Ureña, Mastronardi. Müller dijo que un escritor que no escribe no es escritor. Afirmó que sospecha que él tutea a todos los connaisseurs que en el Uruguay pueden apreciar a Bustos Domecq. Se fue con tres ejemplares de las Fantasías y tres del Modelo, muy contento: «Usted no sabe la felicidad que llevo a mis amigos. Nos pasamos la vida prestándonos estos libros. Yo le prestaba a Mezzera mi Bustos Domecq contra su Cadillac».
Sábado, 9 de diciembre. A la mañana fuimos con Borges y con Müller a la imprenta López, a pedir que nos hagan un presupuesto para el volumen de las obras completas de H. Bustos Domecq, que nuestros amigos uruguayos piensan editar.
Lunes, 11 de diciembre. A la noche, Borges, Wilcock, Müller. Con Borges, Bustos Domecq. Borges habla de unos parientes que tiene, creo, en el Salto Oriental; personas bien nacidas y pobres, quizá los Haedo. Parece que en el Uruguay los llaman Orgullo Herido.
Viernes, 15 de diciembre. Un personaje, en el nuevo cuento de Bustos Domecq, confiesa que ha robado; su interlocutor, para preguntar: «Entonces, ¿estoy hablando con un ladrón?», dice: «Entonces, ¿estoy departiendo con un ladrón?». Borges comenta: «Departiendo, qué bruto. Es como Shakespeare: siempre usa el mot injuste». BIOY: «Evidentemente la realidad produce con más abundancia mujeres inteligentes que mujeres hermosas. Tal vez la verdad sea más simple: la inteligencia es cultivable». BORGES: «Pero la belleza también lo es. No es fácil ver mujeres lindas en los barrios pobres».
Martes, 19 de diciembre. Oído por Borges: «Pero, doctor Osipón,1 yo sólo le prometí mi apoyo moral».
1. Alexander Ossipon, apodado el Doctor, es un personaje de Conrad: véase The Secret Agent (1907), in fine, donde Ossipon busca desesperadamente el apoyo del Profesor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

MANUAL DE CREATIVIDAD LITERARIA DE LA MANO DE LOS GRANDES AUTORES FRAGMENTO

  Literatura y vida Prólogo de Alicia Mariño Espuelas   Leer para vivir, como decía Gustave Flaubert, y como reza al comienzo de este libr...

Páginas