miércoles, 22 de febrero de 2017

SEMANA DE LA LITERATURA NEGRA Y POLICIAL. MEMPO GIARDINELLI.


PRIMERA PARTE
 EL GÉNERO.
 DEFINICIÓN Y CARACTERES.
 ORÍGENES Y EVOLUCIÓN


  Introducción


   
    Todavía hoy, para mucha gente resulta inexplicable la fascinación que la literatura policial, de misterio o de crimen ejerce sobre millones de personas. Solo en el mundo de habla hispana, los lectores del género se cuentan por millones y cada tanto se vuelve moda en países como España, Argentina, Chile, Cuba o México.
    Sin embargo, a pesar de tan masiva aceptación, esta literatura todavía es considerada “menor”. Como si lo policiaco estuviera condenado, más allá de la masividad de sus cultores, a ser un “subgénero”, una especie de hijo ilegítimo de la literatura "seria”. Ese menosprecio no ha impedido que de todos modos se haya impuesto universalmente. La novela negra impregna hoy en día la vida cotidiana; tiene las mejores posibilidades de reseñar los conflictos político-sociales de nuestro tiempo; penetra en millones de hogares del mundo entero a través del cine o la televisión (muchas veces con historias de dudosa calidad); y es notable cómo ha influenciado a casi todos los grandes escritores modernos, de todas las lenguas y de cualquier género.
    Cuantitativamente la producción es extraordinaria: a comienzos de los años 80 del siglo pasado se editaban —según el especialista búlgaro Bogomil Rainov— unos 2.000 nuevos títulos anuales en todo el mundo, la gran mayoría en ediciones baratas, generalmente mal impresas y/o pésimamente traducidas[1]. Treinta años después, con el auge extraordinario de este género y el surgimiento de nuevas generaciones de autores en decenas de países y lenguas, un cálculo conservador permitiría estimar que se editan por lo menos 4.000 títulos por año, con entre 10 y 15 millones de ejemplares cada año en la lengua original de cada uno. Es una verdad corrientemente aceptada entre los aficionados a este género que hoy en día no hay literatura más leída, traducida y reimpresa que el género negro. Hay un dato apabullante: el escritor belga Georges Simenon (1903-1989) publicó más de 500 novelas, traducidas a unos noventa idiomas y con ventas superiores a los 500 millones de ejemplares en todo el mundo[2]. Alguna vez leí que solo la Biblia supera a Simenon en cantidad de lectores.
    Como sea, es muy probable que la narrativa policial se haya constituido en uno de los géneros que más libros vende en los cinco continentes, en tanto es la literatura de mayor aceptación popular en todo el planeta. Y aunque la masividad nunca es vara para medir calidad literaria, también es cierto que en la literatura policial contemporánea, en sus mejores expresiones, ya es posible encontrar tanta calidad como en cualquier otro género literario.
    Pero aunque no le faltan público ni autores se trata de un género que sorprendentemente todavía carece de precisiones. Hay una abundante y dispersa bibliografía que intenta explicar el fenómeno, pero sus orígenes todavía son imprecisos y muchos lectores en todo el mundo rechazan la afición a este género al que le cuestionan características y valores. ¿Por qué tiene que importar la novela negra? ¿Existe acaso una novela “blanca"? Y más aún: ¿de qué hablamos cuando decimos “género negro”?
    Ciertamente es difícil responder a esto, como bien señaló Ricardo Piglia hace veinte años, cuando dirigió la excelente y desaparecida Serie Negra de la editorial venezolana Tiempo Contemporáneo. En su introducción a Cinco relatos de la Serie Negra, Piglia explica esa dificultad porque “a primera vista parece una especie híbrida, sin límites precisos, difícil de caracterizar, en la que es posible incluir los relatos más diversos”. Por eso prefiere “empezar a analizar estos relatos por lo que no son: no son narraciones clásicas, con enigma”.[3]
    Esto es cierto, pero también lo es que la presencia o ausencia de enigma no es exactamente lo que define al género. En todo caso, lo identificamos por su peculiar mecanismo de intriga así como por el realismo, un cierto determinismo social y el tener un lenguaje propio, brutal y descarnado.
    Su “negritud" no refiere a una cuestión de raza, desde luego, sino a una literatura que se ocupa de la parte más sucia, generalmente la más sórdida, oculta y negada de toda sociedad. Esa coloración viene, quizás, del periodismo, donde se suelen usar colores para metaforizar: prensa amarilla cuando es sensacionalista; notas rojas cuando tratan de hechos de sangre; prensa rosa a la que se ocupa de asuntos del corazón. Bueno, en literatura hablamos de novela negra cuando la narración contiene crimen, suspenso y misterio de modo protagónico.
    Es una literatura en cierto modo de emergencia, que surge en un momento muy peculiar (los años 20, en los Estados Unidos) y que responde a una tradición literaria inapelable: la de contar lo que le pasa a la gente. No es una literatura "de escritorio”, sino que es arrancada de la vida misma y se autodefine a partir de la exigencia de una lectoría que la instala en una preferencia y una popularidad asombrosas, y que la consume, literalmente la devora, lo que dificulta aún más todo análisis de su evolución. La novela negra moderna tiene, hay que recordarlo, menos de un siglo de existencia, y entiendo por “moderna" la que surge a partir de Cosecha roja (1929), novela fundacional de Dashiell Hammett (1894-1961). La anticipan, sí, varios siglos de acumulación cultural. Pero eso no mengua su carácter todavía emergente.
    Esta literatura se originó en años de corrupción y libertinaje, Ley Seca, mafias, guerras entre bandas de criminales y también años de desempleo y una profunda crisis económica a la que se recuerda con el nombre de “La Gran Depresión”. En esos años una generación de grandes escritores norteamericanos desarrolló una narrativa de enfoque realista crítico en el que la temática criminológica llegó a ser extraordinariamente popular.
    También llamada literatura de delito, criminal, de suspenso, detectivesca, dura, de misterio, o simple y genéricamente policial, la designación “género negro” o “novela negra” se suele utilizar con el sentido que le dio Marcel Duhamel, editor de la Editorial Gallimard, de París, cuando inició —en los años 40— la colección literaria que él llamó Série Noire. En ella se publicaron casi todos los autores norteamericanos de este género, muchos de los cuales fueron también traducidos al castellano y popularizados en Argentina y otros países como “literatura negra”.
    En una primera clasificación, digamos que la novela policial admite dos grandes ramas:
    a) Por un lado la novela enigma, novela-problema o de cuarto cerrado: son los textos clásicos, en los que casi invariablemente la trama consiste en descubrir a un criminal que se esfuma en el espacio: la típica situación de asesinato en una habitación cuyas puertas y ventanas están cerradas por dentro, el cadáver en el piso y ninguna pista visible. Claro está: alguien ha cometido el crimen y ése es el misterio.
    b) Por el otro, la novela de acción y suspenso, versión más moderna que arrancaron la mencionada novela de Hammett, quien a los 34 años escribió esta obra considerada punto de partida del género negro moderno, la que a su vez era culminación de la Maníada escuela hard-boiled que iniciara la revista norteamericana Black Mask en 1922 y de la que Hammett fue uno de sus autores emblemáticos. Esta novelística se caracteriza por la dureza del texto y de los personajes, así como por la brutalidad y el descarnado realismo. Se diría que “pone los pies sobre la tierra” porque incorpora elementos de la vida real: la lucha por el poder político y/o económico por parte de sujetos sobrados de ambición, sexismo, violencia e individualismo, productos todos de una sociedad (la norteamericana de los años 20 y 30 del siglo XX) vista por casi todos los autores como corrompida y en descomposición.
    Mientras la novela enigma parecería dar vueltas alrededor de trajinados recursos ingeniosos, lo que agotaría sus variables repitiéndose, la novela negra buscaría encontrar inacabables posibilidades al ocuparse de la vida real y ser reflejo de ella y no de un pequeño universo hermético y mental. Desde luego, esta es una idea discutible y a ella volveremos después de hacer un necesario repaso histórico sobre los orígenes del género policial.

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