domingo, 23 de marzo de 2014

Antonio Lobo Antunes

 

Por Moisés Elías Fuentes

Lobo Antunes, el otro merecedor del Nobel de la literatura portuguesa, ha pasado discretamente al lado del boom de Saramago. Sin embargo, estamos ante un autor de corte faulkneriano, de un público más selecto, pero de una obra que entusiasma. Es siempre una aventura. No hace mucho que salió su última novela y Moisés Elías Fuentes ahonda en ella con rigor.
 
 

 
Nunca supe por qué los relojes se contradecían
en los escaparates de las casas de empeño, tantas
horas diferentes todas seguras de sí mismas, tantos
segundos que se desmienten y acusan...
La obra literaria de Antonio Lobo Antunes (Lisboa, Portugal, 1942) está signada por la aventura del individuo que no ha logrado crearse y recrearse en su propia multiplicidad, y ha debido crearse y recrearse en la multiplicidad de los otros, aun a costa de su miedo, o su odio, a éstos. En la novelística de Lobo Antunes el protagonista diluye su existencia en la existencia del antagonista. Desde su primera novela, Memoria de elefante , editada en 1979, el autor portugués ha procurado no la reconstrucción de mundos, ya sociales o sicológicos, sino la deconstrucción de mundos interiores que se irrealizan en el mundo exterior.
La evolución prosística de Lobo Antunes se dirigió, desde temprano, hacia el desmontaje del discurso narrativo, hasta centrarse en la yuxtaposición tensa y contenida de monólogos interiores, desdoblamientos del ser e incluso escritura inmediata –auténticos guiños de ojo del médico siquiatra que también es el portugués- que invaden todos los ámbitos. De la seguridad de la prosa lineal el novelista ha saltado a las fragilidades del discurso poético y del sueño, que en su caso, irónicamente, parecieran estar aferrados a un realismo violento, exasperado cuanto más se le envuelve en las nebulosas de los sentimientos encontrados y en los discursos superpuestos, como se hace patente en Tratado de las pasiones del alma y en Manual de inquisidores –nótese la insistencia en los títulos racionalistas, en contraste con los contenidos oníricos y denodadamente emotivos-. La realidad deriva del sueño; el logos , de la poesía.
El lector de Lobo Antunes debe seguir los contradictorios procesos mentales de seres desconcertados de sí mismos, para comprender el desarrollo de las historias narradas, porque el mundo de afuera, en la obra del portugués, se observa siempre desde adentro, un adentro marginal, pero no inmóvil. Al ser manifestaciones desesperadas de defensa ante la feroz certidumbre de la realidad real, los procesos mentales de los personajes devienen en una visión paradójica, mezcla de alucinación y lucidez ante lo vivido.
Una mirada superficial a la obra de Lobo Antunes podría hacer pensar en una novelística de anécdotas deshilvanadas y de un lenguaje pretenciosamente anárquico. Sin embargo, la lectura atenta revela historias simétricas que se cohesionan con los conflictos íntimos de los personajes. La visita que hace un hombre, convencido de que Gardel no murió en el accidente de aviación, a su hijo heroinómano en estado de coma, es la base sobre la que se estructura y desestructura la antiheroica peregrinación de La muerte de Carlos Gardel , publicada originalmente en 1994 ( A morte de Carlos Gardel . Traducción de Mario Merlino. Ediciones Siruela. Madrid, 2001); la eliminación de un contrabandista de diamantes en la Angola en guerra de independencia es el hilo conductor del delirante viaje que ocupa Buenas tardes a las cosas de aquí abajo , decimosexta novela del autor, lanzada en el 2003 ( Boa Tarde as Coisas Aquí em Baixo . Traducción de Mario Merlino. Random House Mondadori. Argentina, 2004).
En la obra del portugués, el hombre y la mujer están sesgados por un entorno que los controla y los reprime, en un acto que retoma con violencia los planteamientos del materialismo dialéctico –el ser interior determinado por la influencia de las fuerzas exteriores que conducen al ser social-. Las vidas de Miguéis y Marina en Buenas tardes a las cosas de aquí abajo están marcadas por la presencia de un pecado original que los disecciona de inicio y los deriva en seres a medias. El pecado de Miguéis, de Marina, de Seabra o de Anabela está en la raíz de sus personas: la negritud, la soledad, el mestizaje, la tristeza, la mediocridad económica, el incesto, la prostitución, son pecados porque subrayan a la otredad, insertan desavenencias en el mundo de lo normal, y se vuelven inadmisibles por su carácter autónomo y decididamente individual. La otredad es excéntrica, y todo lo periférico está condenado a morir: Una tarea sencilla, Seabra, la más sencilla que le hayan encargado alguna vez, se encuentra a sí mismo y se mata . Sólo el otro puede matarse a sí mismo, porque la condición excéntrica le da una cruel conciencia de su existir.
Como apuntara antes, lo que domina en Lobo Antunes es el discurso poético. La poesía como antiescritura que desequilibra la naturaleza dual de la novela, que reúne en su esencia a la congruencia racionalista con el desbordamiento imaginativo. En un intento por aprehender el caos y el orden de la Angola en guerra y del Portugal decadente, el oscuro y prescindible agente del Servicio secreto Seabra -¿o Miguéis, o Marina, o tal vez todos sin saberlo?- escribe en la misma hoja todos los reportes, todas las observaciones, todas las reflexiones de las actividades de espionaje y cacería humana que cumple para una entidad no menos oscura, el Gobierno, que se vislumbra como una amenaza confusa, suerte de región del olvido en la que todo erosiona y se borra. Seabra quiere expresarse en una escritura que es todas las escrituras y que por su imposibilidad de concretarse en la realidad, se vuelve indispensable para comprenderla.
Pero si la escritura múltiple y simultánea es imposible, sí es posible la polifonía poética, las voces que se desdicen, se niegan y al tiempo se develan y se complementan. La voz del otro se continúa en mi voz, y el otro es mi yo desconocido. Buenas tardes a las cosas de aquí abajo puede bien leerse como el pentagrama novelado de una sucesión de voces armonizadas por una búsqueda común, aunque estrictamente personal: enmascararse, ocultarse, simularse.
En Buenas tardes a las cosas de aquí abajo Lobo Antunes retorna a un tema básico para su vida, la guerra colonial de Portugal en Angola, en la que participó como médico del ejército, lo que propició su posterior vocación literaria. En aquella guerra el autor ha visto el drama de Angola, consumida por el atraso y el divisionismo de los independentistas, más preocupados por alcanzar el poder que por encontrar su diversidad nacional, y el drama de Portugal, que se ve de golpe limitado a sus fronteras, encerrado en su realidad. A pesar de que mucho hay de biográfico en el texto, Lobo Antunes lo que explora es el pensar y el sentir de un puñado de personajes dispersos, fragmentarios, orillados a la paradoja de ser actores marginales de su propia extinción.
Como Angola y Portugal, los personajes deben destruirse y construirse –deconstruirse- en la intimidad de la incertidumbre individual. Como ambos países, la novela se puebla de hijos sin padres y padres sin hijos, en una anagnórisis irresuelta: sé quién eres, si procedo de ti o procedes de mí, pero ya no puedo reconocerte, porque ya no me reconozco. Nadie sabe de dónde procede, de quiénes desciende, y las presencias del incesto y los licaones es la única irónicamente cierta. El incesto como expresión exasperada de un poder enclaustrado que se devora y se degrada; los licaones, animales de la imaginería supersticiosa pero también perros salvajes, como expresión de las furias oscuras que resurgen en el caos. Incesto y licaones: antropofagias morales y físicas.
Tal vez por esto la novela se advierte impregnada por una secreta y violenta sed de subversión contra el yo íntimo: los protagonistas se sublevan contra lo que son y terminan en inadaptados; la prosa se subleva y se troca en poesía; el novelista se subleva contra la tiranía del logos y se depreda a sí mismo – Fíjese en cómo se puede contar una historia en un minuto, aprenda -; las historias minúsculas se sublevan contra la Historia mayúscula; el lector se subleva contra lo leído y prefiere lo sentido, lo tocado. Me deshago de mí para rehacerme, refundarme.
Sólo en la deconstrucción el individuo puede reencontrar lo que se había negado a ser. Sólo en la deconstrucción del discurso encuentra el escritor sus demonios interiores, su agresiva subjetividad que revisa y reinventa a la objetividad. Sólo en la deconstrucción de la lectura llega el lector a alejarse de la objetividad para revisar y reinventar su oculta subjetividad. La novela como deconstrucción de dos individuos, el escritor y el lector, que únicamente pueden comunicarse desde sus soledades. Buenas tardes a las cosas de aquí abajo quiere hacer emerger un lenguaje razonado del mundo de las experiencias interiores, por naturaleza ilógicas y arbitrarias. Pero si no emerge lo racional, lo ordenado, emerge algo distinto, no menos intenso y veraz, el silencio, igualmente comunicativo, igualmente crítico del mundo exterior, de las cosas reales de aquí abajo, de lo que soy y lo que he sido sin entenderlo, sin entenderme. El silencio pleno de voces como otra forma de la literatura, tal es la propuesta de Antonio Lobo Antunes.

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