PROBLEMÁTICA (Teoría literaria).
La literatura es
algo esencialmente problemático. Y quizá en la época contemporánea nos hemos
hecho más conscientes de ello. No se trata sólo de que la veamos así por
nuestra limitación o incapacidad, sino que eso —atrevámonos a reconocerlo—
forma parte de su naturaleza. Para Maurice Blanchot, se trata, simplemente, de
que la literatura comienza en el momento en que llega a ser un problema. Como
afirma en La littérature et le droit a la mort,
todo puede ser dicho de la literatura, y lo contrario puede ser igualmente
verdadero.
Por supuesto, esto
puede repeler a cierto tipo de mentes, racionales y lógicas, pero también puede
ser —de hecho: es— fuente de su atractivo profundo para otros. En su
maravillosa novela Muerte en Venecia
(unida ya para siempre a Visconti y Mahler, como ha estudiado magistralmente
Federico Sopeña), señalaba, hace años, Thomas Mann que «las masas burguesas se
regocijan con las figuras acabadas, sin vacilaciones espirituales; pero la
juventud apasionada e irreverente se siente atraída por lo problemático».
Confiemos en que esa «juventud apasionada e irreverente» no sea sólo cuestión
de edad.
En nuestro país,
Guillermo de Torre planteó esta cuestión encuadrándola dentro de un marco más
amplio: la crisis del concepto de literatura, la crisis general de nuestra
época. La conclusión del crítico era que «la literatura se ha hecho
problemática», y así debería ser estudiada; por eso tituló uno de sus libros
más divulgados Problemática de la literatura.
Intentemos no
ponernos apocalípticos: tes esto una novedad de nuestro tiempo? ¿Ha habido
alguna época en la cual la literatura no haya sido, en lo íntimo, problemática?
Por supuesto, esos problemas adquieren, hoy, tonalidades distintas, matices
peculiares, de acuerdo con los cambios —objetivos, demostrables— que se han
producido en nuestro mundo, y podemos entenderlos, ya, de modo algo distinto.
Pero, en el fondo, ¿no era problemática la literatura para Juan Ruiz, para el
innominado autor del Lazarillo,
para Quevedo?
Bastará un paso
más —y muy lógico, por cierto— para afirmar, como hace Jean Tortel, que la
literatura es tan oscura como el hombre, que vive en la contradicción. A estas
alturas, no parece que esta idea, con la que nos han familiarizado tantas
corrientes del pensamiento contemporáneo, resulte escandalosa o intolerable;
simplemente, debemos aceptarla, a la vez, como nuestra miseria y nuestra grandeza.
«El objeto de la
literatura es indeterminado, como el de la vida», escribía Paul Valéry hace cuarenta
años. Pero no se trata sólo de un objeto.
Admitamos, sin más, que la literatura, como toda obra humana, como el
hombre, vive en la contradicción. Y que nos interesa en la medida en que es
problemática.
Andrés Amorós. Crítico de Literatura.
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