DEL DICCIONARIO FILOSÓFICO DE VOLTAIRE:
ABEJAS. La especie de las abejas es superior a la raza humana en cuanto
extrae de su cuerpo una sustancia útil, mientras que todas nuestras secreciones
son despreciables y no hay una sola que no haga desagradable al género humano.
Me admira que los enjambres
que escapan de la colmena sean más pacíficos que los chiquillos al salir del
colegio, pues en esas circunstancias las jóvenes abejas no pican a nadie, o lo
hacen raras veces y en casos excepcionales. Se dejan atrapar y con la mano se
les puede llevar a una colmena preparada para ello. Pero cuando en su nueva
morada conocen sus verdaderos intereses, se tornan semejantes a nosotros y nos
declaran la guerra. En cierta ocasión presencié cómo iban pacíficamente,
durante seis meses, las abejas a libar el néctar en un prado cercano cuajado de
flores. Pero en cuanto comenzaron a segar el prado, salieron furiosas de la
colmena y acometiendo a los segadores que querían privarlas de su alimento les
obligaron a huir.
No sé quién fue el primero que
dijo que las abejas se regían por un sistema monárquico. Indudablemente, esta
idea no la emitió ningún republicano. Tampoco sé quién descubrió que se trataba
de una reina en vez de un rey, y supuso que dicha reina era una Mesalina que
disponía de un serrallo fabuloso y se pasaba la vida ayuntándose y procreando,
poniendo y cobijando unos cuarenta mil huevos cada año. Y en las suposiciones
se ha ido más allá. Se ha pretendido que pone huevos de tres especies
diferentes: de reinas, de esclavos, que se llaman zánganos, y de sirvientas,
que se llaman obreras. Pero esta suposición no concuerda con las leyes
ordinarias de la Naturaleza.
Un eminente sabio, sagaz
observador de la naturaleza, inventó hace unos años la incubadora de pollos,
que conocieron ya los egipcios cuatro mil años atrás, sin importarle un ardid
la enorme diferencia que media entre nuestro clima y el de Egipto. Y también
este sabio (1) afirma que la reina de las abejas es la madre de esas tres
especies de ellas.
(1) Reaumur: Tratado de las
singularidades de la Naturaleza.
Ciertos naturalistas tuvieron
por buenas esas teorías, hasta que apareció un hombre que, dueño de seiscientas
colmenas, creyó conocer mejor esta materia que los que sin poseer ninguna han
escrito volúmenes enteros sobre esta república industriosa, tan desconocida
como la de las hormigas. Ese hombre se llama Simón. Sin ínfulas de literato,
escribe llanamente, pero consigue recoger miel y cera. Es buen observador y
sabe más sobre esta materia que el prior de Jouval y que el autor del
Espectáculo de la naturaleza. Estudió la vida de las abejas durante veinte años
y afirma que es falso cuanto se ha dicho de ellas, y que los libros escritos
sobre esta materia se han burlado de nosotros. Dice que hay efectivamente en
cada colmena un rey y una reina que perpetúan el linaje real y dirigen el
laboreo de sus súbditos, que ha visto dichos reyes y los ha dibujado. Asegura
también que en las colmenas existe la grey de los zánganos y la numerosa
familia de las abejas obreras, machos y hembras, y que éstas depositan sus
huevos en las celdillas que han construido.
¿Cómo sería posible que sólo
la reina pudiera poner y cobijar cuarenta mil huevos uno tras otro? El sistema
más sencillo de averiguarlo suele ser el más verdadero. Sin embargo, yo he
buscado muchas veces al rey y a la reina y nunca he llegado a verlos. Algunos
observadores afirman que han visto a la reina rodeada de su corte, y han sacado
de su colmena a ella y a su servidumbre, poniéndolas a todas en el brazo. No he
verificado este experimento, pero sí he tomado con la mano las abejas de un
enjambre que salía de la colmena sin que me picaran. Hay personas tan
convencidas de que las abejas no causan daño alguno que se ponen enjambres de
ellas en la cara y en el pecho.
Virgilio escribió sobre las
abejas incurriendo en los errores de su época. Yo más bien me inclinaría a
creer que el rey y la reina sólo son dos abejas normales que por casualidad
vuelan al frente de las demás, y que cuando todas juntas van a libar el néctar
de las flores hay algunas más rápidas que van delante, pero colegir de ello que
en las colmenas hay rey, reina y corte, resulta muy dudoso.
Muchas especies de animales se
agrupan y viven juntos. Se han comparado los corderos y los toros con los
reyes, porque entre ellos frecuentemente hay uno que va delante y esta
circunstancia ha llamado siempre la atención. El animal que muestra mayor
apariencia de ser rey y de poseer su corte es el gallo: llama de continuo a las
gallinas y deja caer de su pico el grano para que ellas lo coman, las dirige y
las defiende, no tolera que otro aspirante a rey participe con él del dominio
de su pequeño estado, y no se aleja nunca de su serrallo. Esta es la auténtica
imagen de la monarquía, mejor representada en un gallinero que en una colmena.
En el libro de los Proverbios,
atribuido a Salomón, se dice «que cuatro cosas hay entre las más pequeñas de la
tierra, con más sabiduría que los mismos sabios: las hormigas, pueblo débil que
en verano almacena su comida; los conejos, pueblo pacífico que construye su
casa en la piedra; las langostas, que no tienen rey y salen todas en
cuadrillas, y la araña, que teje con las manos y está en palacios de reyes».
Ignoro por qué Salomón se olvidó hablar de las abejas, dotadas de instinto
superior al de los conejos, aunque no ponen su casa en la piedra, y de instinto
superior al de la araña, cuyo ingenio desconozco. Yo siempre preferiré la abeja
a las langostas.
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