Penelopea
El Valle de las Muñecas es uno de los lugares más
visitados con la oscuridad. Apenas se levanta el “toque
de queda”, muchas personas se refugian en los nightclubs,
la Torre Báquica y otros espacios de la ciudad
de San José.
Yo no soy la excepción. Busco entretenimiento
con las sombras de la ciudad. Después de tomar el elixir
y recostarme media hora en mi Torre Ave Fénix, la
transformación es completa: soy el bello Julián, el bello
Julián con el cabello rubio hasta los hombros, el bello
Julián que cautiva a hombres y mujeres.
Mi estatura es de 1.85 cm, ojos pardos, tez blanca,
nívea, como el sueño de un vampiro, una barba al ras
de la piel –igual, rubia–, unas manos perfectas, una
risa provocadora y unos dientes para un anuncio de
pasta dentífrica… ¿Quién lo diría? Sí, este bello joven
soy yo, don Julián Casasola Brown.
No hay respuesta racional para concluir que son la
misma persona, pero lo somos. Lo único compartido en
las dos personas supondrán qué es… ¡exacto, el anillo
con la piedra color púrpura!
[…]
En el nightclub, todas me aman y apenas entro está
allí la Madama Carlota siempre me atiende, siempre me
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hace un guiño a mis peticiones. Es Carlota, c. c. Garganta
Profunda. Sí, están ustedes en lo cierto, el sobrenombre
de Garganta Profunda obedece a tres razones.
La primera. Así se llamó una película porno; quizá,
la gran película porno de los años 70 del siglo pasado y
filmada en los Estados Unidos de Norteamérica.
La segunda. Fue la primera actriz porno que tuvo
en su boca un pene enorme y, al realizarle sexo oral a
su coprotagonista, el enorme miembro desaparecía por
completo… Entonces, en la jerga mundial se le bautizó
a la actriz de Garganta Profunda.
La tercera y con un doble sentido. Así se llamó a
toda persona e informante anónimo de temas que le
podían interesar a la ciudadanía. A la Madama Carlota,
se le llama también y, por cariño, Garganta Profunda
por conocer los chismes de la mayoría de los políticos
y de sus aventuras sexuales en el antro de Penelopea.
Garganta Profunda ignora quién soy, a ella no le
importa. A Carlota le interesa mi buen pago. ¿Sospecha
de mí? ¿De mis crímenes? Podría ser. ¿Qué haría
para denunciar?
El ambiente huele a aerosol y un aire de ventilación
no natural golpea e invade mis fosas nasales.
Penelopea con sus muchos cristales le dan al ambiente
una fuga de imágenes, de proyecciones fingidas y falsas
al salón principal.
Los planos se superponen y el fondo del antro
adquiere proporciones que no posee. Me agradan sus
metales con los violetas de los adornos; proyectan una
sensación de ensueño y narcosis.
Garganta Profunda me observa, es un áspid: yergue
la cabeza y suelta la mano al aire en señal de saludo.
Yo la miro y me dirijo hacia ella.
EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA
509
—Belleza, tesoro de mamá… mi nene… ¿Adónde
estabas escondido? –dice Garganta Profunda y hace
un espacio para que me siente a su lado.
No podría negarlo… Garganta Profunda es una
mujer cuarentona; mantiene una belleza incólume de
una mujer treintona o de menos años. Su cuerpo es de
unas proporciones alucinantes, de una simetría para
volver loco al más puritano de los hombres. Pero Garganta
Profunda es la Madama, es la administradora de
las putas y no comercia con su cuerpo.
Me acerco, huelo su piel, su perfume y por un
momento me embrutece los sentidos. Es la sensación
de estar drogado… Garganta Profunda se sabe deseada
por los hombres y eso la excita; siento la piel, mejilla
tibia sobre mejilla tibia, mientras con inteligencia me
toma de las manos (otro golpe de sangre en la cabeza)
y me desplomo rendido a su lado. ¡Soy su prisionero!
Agrega:
—Amorcito… J. C., con este asunto de la oscuridad
en la ciudad, muchos políticos “ratas al fin” se han ido
a pasarla, con el caos de las sombras, a otras partes, a
otras ciudades. ¿Europa o Sudamérica? Probable, porque
quedarse en lugarcitos de Centroamérica pues no.
Es peligroso, ja, ja, ja, ja. Y, ¿vos, macho divino, qué
querés de bebida? –pregunta Carlota y alza la mano
por segunda vez en medio del claroscuro para llamar
a un salonero.
—Un whisky –agrego y no hago ningún comentario
ni a favor ni en contra de los políticos que han dejado
la ciudad igual a las ratas cuando un barco se hunde.
Me importa muy poco. Estoy satisfecho con el caos
de la ciudad. La ciudad está enferma y eso me gusta.
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Señalo:
—Y vos, Carlota, ¿por qué no te fuiste con tus
amigotes políticos a Miami o a Puerto Vallarta? Le digo,
sosteniendo el trago de whisky.
—¿Yo? ¿Cómo decís? Ja, ja, ja, ja. ¡Ayyy, qué ocurrencias
tenés! ¿Yo? Ja, ja, ja… ¡Qué rico, sííííííí! ¡Qué
ocurrencias J. C.! ¿Y las niñas, qué hago con las niñas,
me las llevo a todas? ¡Ayyy, noooo, amoooor! Debemos
trabajar, el negocio no se puede descuidar –agrega Garganta
Profunda encendiendo un cigarro.
Observo su rostro: bronceado, a una décima de segundo
de ser el rostro más sexy de la farándula nacional,
porque Garganta Profunda también tiene otras actividades.
¿Cuáles? Posee boutiques, restaurantes y bares con
Ladies’ Night para la clase media urbana, pero su secreto
mejor guardado está en Penelopea, exclusivo para políticos,
empresarios, futbolistas y personas de clase alta;
personas deseosas de una larga, larguísima, diversión.
También Carlota, c. c. Garganta Profunda, hace
chárteres a varias islas del Golfo de Nicoya con extranjeros
y nacionales. Ella a estas actividades les llama
“giras de turismo ecológico” si le solicitan un documento
para identificar el negocio. Francesco Rocco,
Arthur Blackwood y yo preferimos llamarlo: “putas con
tanga en la playa”. Es toda una organización propiedad
de Garganta Profunda.
Carlota continúa:
—¡Ayyy… amooor… ¿viste? ¡Qué ricooo, qué hombre
más simpático, ja, ja, ja! ¿Lo viste… a ese diputadillo
“Pedro Navaja” hablando en contra de las drogas por la
tele? Si la gente lo sabe, ja, ja, ja, él se regodea con los
narcos internacionales mexicanos, ja, ja, ja. No, amor,
a Costa Rica no se le conoce en los ámbitos internacionales
como “Banana Republic”; ahora es “Cocaína
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Republic”, ja, ja, ja. Ya no la Suiza centroamericana,
sino la “Reina de la Cocaína centroamericana”, al menos
en bodegaje… ja, ja, ja, ja.
Sonrío, es imposible no sonreír con las ocurrencias
de Carlota. “Pedro Navaja” es un diputado de la
bancada oficial saliente. Por lo estrafalario en su vestir,
le pusieron así Pedro Navaja, como el personaje de la
canción de Rubén Blades.
Otra observación. Garganta Profunda es la reina
de las pasarelas a escala nacional. Señala a dedo quién
sale o quién no sale en las pasarelas de los malles, bares
y en las Ladies’ Night organizadas ya sea para eventos
privados o públicos.
—¿Y chicas nuevas? –le pregunto.
Es una rutina con Carlota preguntar por novedades
“artísticas”. Carlota me lleva al fondo del negocio,
su sala de operaciones, donde tiene una lista o álbum
completo de las últimas novedades de jóvenes con sus
fotografías. Pero la rutina ahí no termina: si la joven
está en Penelopea o anda cerca del lugar estudiando en
una universidad privada o pública, Carlota le manda
un mensajito para que llegue rápido al nightclub y haga
un espectáculo en el hot tube.
Así sucedió dos semanas atrás cuando visité Penelopea.
Me llamó la atención una “modelo” colombiana;
al pedirle a Carlota los servicios de la muchacha,
la joven andaba en “turismo ecológico” viendo la isla
Tortuga, allá en las playas del Pacífico.
Penelopea arde en sombras acá y allá. Observo.
Carlota continúa con la charla:
—¿Y vos, amor, tesorito de mamá? ¿Cómo le hacés
para andar con “el toque de queda”? –pregunta con
cierta duda, intriga, recelo y no vaya a ser yo un agente
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encubierto de la DEA o de la OIC en busca de drogas
y menores de edad en el lugar.
Me doy cuenta de que no es una pregunta suelta
de Garganta Profunda, es una pregunta fría y bien calculada.
Así Carlota obtiene información de los políticos
nacionales: disparando preguntas a discreción.
El negocio lo inició hace mucho tiempo. Apenas
era una adolescente y se encontró con Mr. Miller (un
gringo viejo e inversionista). Juró venir acá a invertir en
el turismo ecológico. No era otro negocio que turismo
de putas en las playas.
Carlota estaba en la costa con una tanga diminuta,
con sus diecisiete años en Sámara, con un grupo de
compañeros del colegio un fin de semana. Mr. Miller la
vio y se dijo “esa”, esa era la mujercita tropical de sus
sueños carnavalescos. Le habló. Carlota cumplidos los
18 años se iría a vivir con el gringo Miller a Sámara.
Luego, montaron el negocio de Penelopea en uno
de los lugares más “chic” de la ciudad capital. Cuando
comenzaron a visitarlo políticos, empresarios y personas
influyentes del medio social, Mr. Miller ideó un
plan de crédito y garantía a través de los años: tener un
libro llamado el “Libro Rojo” con detalles (teléfonos,
residencias, familiares, negocios, amistades, preferencias
sexuales, putas solicitadas en las visitas, etc.) de
los visitantes de Penelopea.
El asunto llegó a oídos de los políticos clientes del
lugar y, a partir del rumor del Libro Rojo, por arte de
magia, Mr. Miller obtuvo favores y privilegios de las
autoridades nacionales.
El famoso Libro Rojo ponía al descubierto los encuentros
sexuales de políticos con prostitutas y menores
de ambos sexos.
EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA
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No queriendo correr ningún riesgo los políticos
involucrados por no saber si ellos eran víctimas
de las anotaciones en el Libro Rojo, las complacencias
con Mr. Miller fueron de puertas abiertas.
Mr. Miller negó a la prensa nacional tales acusaciones
del Libro Rojo y las anotaciones de los políticos-clientes.
[Páginas siguientes ilegibles…].
Recordó Carlota que los beneficios económicos llegaron
multiplicados. Carlota ríe y me dice tener a mano
el Libro Rojo en lugar seguro, que me lo puede enseñar.
Yo le comento no tener el menor interés y esto a Carlota
le intriga mucho más, piensa que soy un extraterrestre.
¡Muchas personas pagarían por leer el Libro Rojo!
[…]
Pasan cuatro jóvenes aleteando sexo, brincan de
una mesa a otra hasta que miran donde estamos Garganta
Profunda y yo. Carlota las ve y, con una señal, las
cuatro jovencitas están alrededor nuestro bautizándome
con sus nombres de cariño. Me siento en un serrallo.
Garganta Profunda se levanta y me dice al oído:
—Dichosas estas jovencitas con una belleza, con
una divinura como vos, mi rico, mi macho divino– y, al
último momento, me introduce su lengua en la oreja
para muy luego sentir su aliento tibio y mezclado con
más palabras; con un diminuto beso en la boca, dice–:
Te amo… mi Adonis.
Y Garganta Profunda es una puta más en medio
de la penumbra.
Esa noche estuve con las cuatro jóvenes. Imagino
que con la escasez de clientes cualquier compañía es
buena y más si se departe con alguien joven y de mi
JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK
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posición social quien no duda en comprar bebidas sin
escatimar precios.
La polémica entre las jovencitas se da. Cada una
desea granjearse mis atenciones y favores. Es un ir y
venir de palabras y palabritas de doble sentido entre
las mujeres. Yo escucho… Se inicia una guerra de guerrillas
por avanzar al interés que yo pueda tener por
una de ellas.
La de mayores intentos en conseguir mi atención
es una jovencita de nombre Sady, “la Muñequita Barbie”.
Así se le apoda por su belleza en Penelopea. Su
cuerpo es delgado sin ser flacucha.
Medidas: no más de 1.60 cm. Ustedes dirán: “es
baja”. Yo digo: “¡perfecta!”… No me agradan las mujeres
demasiado grandes… Me parecen masculinas…andróginas.
El garbo y la sensualidad está en las proporciones
correctas y Sady posee las proporciones exactas entre
altura, peso y formas. ¿Su piel? En un claroscuro, yo
le puedo percibir un color de piel trigueño, posee un
tenue dorado, tostado, del pan recién hecho para comerlo.
¿Dorado? Sí, ustedes me entienden, ¿verdad?
Usa frenillos para que sus dientes busquen la simetría
que de por sí ya poseen. ¿Su pelo? Ahhh, su pelo
es lacio. Es una cascada de color champagne, fino, terso,
sedoso, con una ondulación mínima provocada por su
peinado. Es una cabellera un poco menos de la media
espalda de largo. ¿Su risa? Es una risa de sensualidad,
no es una risa vulgar. Por el contrario, cuando ríe lo
hace con la provocación de una niña pulcra y con recato,
donde se le adivinan dos camanances. ¡Ahhh!, se me
olvidaba comentar: al caminar lo hace con sensualidad;
no camina, sino que levita.
[…]
EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA
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Nos quedamos en un rincón de Penelopea, Sady
y yo. Pasamos de una conversación a otra. Ella supone
que no voy más allá en la tertulia por razones de no
estar seguro con una cita. ¿Será? Equivocado el razonamiento
de Sady, no me decido por varias razones. La
primera: no convengo en proponerle sexo esa noche.
Me limito al diálogo, no hay escarceos por parte mía.
Me acerco a su cara y le digo una seguidilla de mentiras.
La primera y gran mentira: Garganta Profunda y
yo tuvimos un romance, hoy somos “buenos amigos”.
—Carlota y yo nos conocemos hace mucho tiempo
atrás –argumento.
¿Razones para no solicitar sus servicios hoy?
Deseo a una Sady cómplice para una cita dentro de
24 horas. Me juré lo siguiente: las últimas frases son
convincentes, máxime cuando a estas mujercitas les
hablás al oído y les pasás las manos por las piernas.
Hurgo entre sus muslos internos. Sady anda con una
falda de mezclilla corta y siento lo caliente de su caverna,
de su piel húmeda a mi contacto, siento el vaho,
el silabario roto que expele esa gruta.
Justifico:
—¿Me entendés, Sady, mi belleza, lo que trato de
explicar? –y hago una pausa, buscando más palabras
de mentira, de convencimiento, de seducción imposible
para una puta como Sady. Sigo la pantomima–: Es
simple, imagino Carlota todavía me ama y sentiría celos
si sabe de nuestra cita –le digo a Sady la frase; le gusta
por el contenido de rivalidad existente entre todas las
mujeres; es una cuestión de vanidad, de halagos; al
final, somos humanos.
—¿Y? ¿Qué hacemos? –me lo dice acercando su
rostro a mi oído en un flash…
JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK
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—¿Qué deseo? Es algo sencillo –le repito. Ahí está
la trampa. Y Sady, la Barbie consentida no entiende de
qué se trata “el juego oscuro”, así llamados por la abogada
Beatriz Muriel Nigroponte los juegos de seducción
y muerte. Y Sady se siente única con una mentira más–.
Vos, Sady, me gustás; si Garganta Profunda se da cuenta
de mi interés por vos, se pondrá fúrica, aunque no lo
creás –le digo la mentira hasta tocar su piel con mis labios.
Al toque de mi aliento siento el brinco leve, el
movimiento del músculo tenso a un acto inesperado
para alejarse de mi rostro y volverme a mirar a los ojos
y preguntar si es así y no le miento. Entonces, me digo:
“la trampa está puesta, el señuelo: su ego, su orgullo y
vanidad me han dado resultado, ha caído…”.
[Faltan varias páginas].
No me despedía de Carlota. La Madama se iba al
fondo del negocio y no regresaba. Le dije a Sady que
nos viéramos al día siguiente, a las 19 horas, cerca de
los andenes de ferrocarriles. Ella no convencida me
contestó que no le gustaba la idea. Quedamos de encontrarnos
en la Torre Báquica, en el Valle de las Muñecas,
antes del toque de queda y así cenaríamos y antes de
las 21:30 horas estaríamos en un lugar secreto, mío,
muy personal…
—Tu penthouse de soltero… –comenta Sady y me confiesa–.
Yo también le he pagado favores a un general centroamericano
en un penthouse hermoso, mirando al mar.
Sady se mantiene muda, estática. Continúa con
la idea anterior:
—¿Sabés que los gringos lo mataron en un accidente
simulado? Sabía demasiado de la política exterior
gringa hacia Latinoamérica.
EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA
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—Imagino de cuál general centroamericano me
hablás –le comento y cambio de conversación.
Lo contado no me importa, me importa el ahora,
saber que estoy con Sady… Me importa el instante creado,
el instante de la perversión y de mi enfermedad…
¿Tiene relevancia lo contado del “gorila militar” y que
la tuvo por varias noches en su penthouse como una
muñequita inflable para hacerle el sexo cuantas veces
quisiera? ¿Es un juguete caro para desechar?… ¡Qué
obsceno y vulgar es el mundo!, me digo.
Pero si el gorila militar hizo lo contado… ¿Yo en
qué posición me sitúo?
¡Lo mío va más allá de lo físico, de lo sexual! Se
encuentra en el término medio de lo sexual, lo erótico,
la perversión, la locura. Es una sensación primitiva, elemental,
también es la sensación más sublime de todas
las sensaciones capturada con mi esencia de humano…
un cuerpo te pertenece por siempre. El acto y la mujer
se convierten en un tótem, de actos impuros y de
belleza disipada al instante, porque entre el orgasmo,
lo sensual, lo erótico, lo sexual y la muerte prevalece
solo un tris, un viaje diminuto y sin retorno…
Cuando Sady llegó a nuestra cita, la oscuridad de
San José se hacía más intensa. Los científicos dijeron:
“la oscuridad será mayor con la sumatoria de los días”.
En este segundo día, la cresta de la oscuridad se iniciaba.
No me importó. Al contrario (y lo dije en páginas
precedentes) la oscuridad y el caos promovido por las
bandas de párvulos delincuentes me tiene sin cuidado.
Otro asunto. Apareció Sady y el frío aumentaba.
Al pasar el tiempo se hace más densa la oscuridad, el
frío es mucho mayor. Las proporciones son las mismas:
a más oscuridad, más frío.
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Cubierta con una bufanda, guantes de lana y un
gabán, Sady llegó a la cita con una palidez inusual: llegó
con el viento frío de la muerte.
Le pregunté si le había comentado sobre nuestra
cita a Garganta Profunda.
—¿Decirle? ¡Jamás, amor! Le juré que me quedaría
en el apartamento estudiando para un examen de bachillerato
–y mientras lee el menú me confiesa–: Ahhh,
vieras qué risa, es cierto lo que me dijiste. Apenas te
fuiste, pues Carlota me buscó y preguntó por qué yo
no me iba con vos. Yo le digo que vos no quisiste y
agregaste: “Mirá, Sady, creo que no sos mi chica ideal”.
Carlota preguntó: “¿Qué sucedió?”. Y yo le respondí:
“No, no se fue con nadie”.
[…]
En medio del sonambulismo y del frío, Sady y yo
caminamos por entre algunas zonas verdes del Valle
de las Muñecas.
Ella y yo enfundados en nuestros abrigos; la tomo
de la mano. ¿Es especial la pareja? Me pregunto. Me
respondo: ¡no! Es una pareja más de jóvenes tomados
de las manos. Ella de menor estatura que yo, nada más.
Botas de cuero café y gabán. ¿El color del gabán?
No desentona: café claro; combina de maravilla con el
matiz de su pelo color champagne-caramelo.
Sostenerla por la cintura es un prodigio. Siento
el ritmo de su caminado y me digo: “¡Ahhh, Sady, la
tensión del Universo en una gota de sangre! ¡Ahhh,
Sady! La belleza en el instante de las cosas finitas”. Su
cintura es una cintura esotérica y llena de misterios,
de pasadizos.
EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA
519
Caminamos por la noche, pasamos junto a los numerosos
anuncios de neón, por los diferentes senderillos
comunicando bares, discotecas y las diferentes torres.
¡Imagino su ropa de lencería… su monte de Venus!
[…]
Soy un vampiro atrapando los sentidos de mi amiga.
Así recorro la ciudad en mi blazer negro. La soledad
de los parques y sus luces mortecinas disparan mi eros,
se tensa el músculo.
—¿J. C., no te parece encantador ver la ciudad sin
gente? –me pregunta Sady, la colegiala …
—Sí, a mí también me agrada mirar los parques
sin gente, con las luces de color ámbar proyectadas
por las farolas –respondo y hurgo con la mano entre
los muslos internos y tibios de mi joven amiga. Ella
se deja, entreabre las piernas, mi mano recorre sin dificultad
la caverna, la gruta. Pero cierra los muslos y
aparta mi cuerpo de ella. Yo no insisto: habrá tiempo
para “eso” y mucho más. Avanzamos en el blazer por
calles paralelas, lugares no visitados. Sady me hace
una pregunta.
—Te deseo, J. C., pero, por favor, decime la verdad,
¿sí? ¿Me das tu palabra? –y pregunta sin sonreír, con
una cara neutra desprovista de humanidad, mirando
hacia delante de la carretera en una sucesión de imágenes
ambiguas y sombrías.
—¿Qué será? –le respondo.
—¡No me mintás, por fa! –insiste Sady. Siento un
cosquilleo, imagino que estoy al borde del abismo, que
Sady me puede empujar con un soplo adonde son los
imposibles: ¡la Nada! Pregunta:
JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK
520
—¿Sos un hombre casado? Te ves joven, guapo,
educado, con dinero… Yo me pregunto si estás casado
o tu mujer no te da algunos placeres; entonces, los
buscás afuera.
Me digo qué responder.
—¿Y cuál es la diferencia? ¿No estamos juntos?
¿Qué importa lo demás? ¿No te parece? –y expreso lo
anterior alargando el tiempo para poder valorar mejor
cuál será mi respuesta definitiva de si soy casado
o no lo soy.
Es ridícula la escena, me digo, ¿acaso ella no es
una puta? ¿Está dentro del juego oscuro esta situación?
—No, no soy casado –respondo.
—¿No? –pregunta Sady y me vuelve a mirar con
el rostro de la contrariedad.
—¿Es acaso una mala respuesta?
Sí, eso ha sido de mi parte: una pésima respuesta.
Me confundo con el semblante de Sady.
—Ahhh, ¡qué lastima! Se ha perdido parte de la
emoción y de lo morboso –confiesa Sady.
—¿Y por qué? –pregunto.
—¡No te imaginás cómo me seducen los hombres
casados!… ¿Cómo decirlo, cómo definir la sensación?
Es una sensación entre morbosa y de perversión, lo
sé, lo sé, es la sensación “de lo imposible”. Es codiciar
y no tener. Me agrada la no-pertenencia. Me excitan
los imposibles, los espejismos, lo doloroso, lo torcido,
no lo sé.
—Y ¿qué vamos a hacer? ¿Decepciono tanto?
—¡Ayyyy, no! … No, J. C., por favor, no es para
cortarse las venas… –contesta y hace un ademán como
cortándose las venas–. Es un asunto de gustos.
—Ahhh, ¿te gusta lo torcido, lo anormal?
EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA
521
—Uhmmm, sí –y cuando ríe se le forman los camanances
haciendo más impúdica, más de gruta enferma
su persona… ¡Me enloquece lo escuchado…! Los frenos
inhibitorios son rotos, se desemboca y comienza a aletear
el vampiro que llevo dentro. Es una llaga pútrida,
es la pústula reventando con su inmundicia. ¡Los cupidos
han muerto! Lo dicho por Sady es agarrar a Cupido
y abofetearle la cara hasta hacerlo sangrar.
—Ehhh, ajá, y ¿qué más te seduce? –pregunto.
Siento una leve erección, es el aguijón del escorpión
próximo a inocular su veneno.
—¿Qué más me gusta? No sé, lo raro, lo poco común…
¿Sabés…? Y… ¿para dónde vamos? –pregunta
Sady, al observar las interminables callecillas de los barrios
del sur, de la Zona Fantasma por donde recorro…
y agrega–: Sos extraño, bello, ¿sabés? Sos un hombre
pulcro, misterioso, extravagante. Sí, esa es la palabra:
“extraño”; si fueras casado, sería más interesante…
—Ahhhh, ehhh, pero… no lo soy… y compenso esa
deficiencia con otras virtudes. ¿Te parece? –le reprocho
a Sady. Y lo digo y me siento un duende malévolo, un
duende a medio construir…
—Supongo que tenés novia –me dice Sady. Modula
la voz, haciendo que la pregunta no tenga una connotación
de celo, de mujercita aburrida y caprichosa… Por el
contrario, es una entonación de palabra fácil y con doble
sentido. El doble sentido que la mujer perspicaz le da al
vocabulario con una afinidad sexual a lo comentado.
Y vuelvo a pensar en mi diálogo con Sady. ¿No
tengo problemas para encontrar sexo, una mujer, una
pareja? Depende… me digo. Depende de quién se presente:
J. C., el joven, o don Julián, el viejo. ¿Arrastro
mis sombras, lo vital? ¿Qué haría si ella mirara mi lado
oculto, la exploración de unos sentidos no percibidos
JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK
522
por nadie? ¿Se acercaría al viejo J. C. si supiera es un
hombre rico? Soy un hombre insano hace muchos años
atrás. Soy una rosa enferma y en el centro un gusano
me corroe.
—No lo sé… no lo sé… si existe una novia –digo.
—¿No sabés si tenés novia, una amante? –pregunta
Sady.
—No, no sé cómo contestar a la pregunta –respondo.
[…]
No ha sido necesaria la droga hipnótica para una
Sady a tono conmigo y con mi conversación. Sady afirma:
—J. C., ¡qué locura! El ambiente de los claroscuros
del último piso de la Torre de los Cuervos. Estoy enamorada
del lugar. Sos un mago, J. C. Más allá del Horizonte
de Sucesos nadie, que sepa yo, viene. Es una zona prohibida.
Y este edificio de negro y esos cuervos encima
de la cúpula de cristal y ese paisaje con ese sol que veo,
que está ahí, vigilante, estático, en ese firmamento de
colores ámbares. ¡Sos un loco, sos un mago! Sí, eso es. Sos
un mago por encontrar este lugar –dice Sady alargando
y entrecortando otras frases. Entonces, cuando la beso
en la boca y mientras ella está frente al gran ventanal
mirando el sol in perpetuum hundo una fina daga en su
seno izquierdo. El aliento se le escapa en un orgasmo de
muerte y yo lo recojo bocanada a bocanada en mi boca.
[…]
¿Qué hacer con un cadáver bello? No, están equivocados
si suponen en la profanación. ¿Lo primero?
Lo limpié con la meticulosidad de un joyero ante el
diamante que pule.
EL HACEDOR DE SOMBRAS. BOLA NEGRA
523
Frente al gran ventanal en un ritual único coloco
el cuerpo de Sady. Lo he puesto en una enorme tabla
de caoba.
Es Sady, es la perfección de un cuerpo desnudo en
sus proporciones humanas. Abundan cuerpos de amazonas,
exuberantes, grandes, altivos, de piernas de roble
y cinturas diminutas, con caderas generosas. Sady no
es así; más bien, su cuerpo es de muñequita de escaparate,
frágil, de proporciones delicadas, de curvas que se
esfuman entre la sensualidad y la inocencia sin ser un
cuerpo sexual, erótico. Ahí es donde reside su encanto.
Después de limpiarla, me quedo mirando su cuerpo
en un simulacro de capilla ardiente, en una representación
única: al fondo, el sol in perpetuum.
Entran unos rayos por el ventanal hasta tocar el
cuerpo de Sady y más allá del cuerpo: yo, en un sillón
contemplando el espectáculo, único, irrepetible.
Bertolino, ¿dónde estás, viejo amigo? ¡Me hacés
falta! Desearía contarte de este gusano que me corroe
por dentro todas las noches.
[…]
Lo confieso. ¿Dejar el cuerpo de Sady en los patios
de Ferrocarriles al Pacífico? ¡Imposible! ¡No! Con
una dosis de codeína y morfina, una especie de cóctel,
me he extasiado contemplando el cuerpo de Sady por
segunda vez.
[Ilegibles los renglones siguientes].
He bajado a los pisos inferiores de la Torre; más
allá del primer nivel, existe una escalerilla y un enorme
salón.
JORGE MÉNDEZ-LIMBRICK
524
El Maestro Oficiante no me confesó su existencia,
¿por qué? He colocado el cuerpo donde nadie puede
verlo, donde nadie pueda tocarlo, mancillarlo. Allí estará
protegido de las miradas inoportunas, de los indiscretos,
de las personas deseosas por hacer un circo
con las muertes de las putas.
[… Fragmentos ilegibles].
La oscuridad continúa. En los noticieros ha salido
una escueta noticia sin la mayor importancia sobre
su desaparición. La noticia es revertida a un concepto
ambiguo. En este punto se coincide que la desaparición
fue hace días. Lo no comentado es que la jovencita
menor de edad, de escasos 17 años, se dedicaba a la
prostitución y que un general gorila la poseía cuantas
veces quisiera.
No me puedo imaginar esa mole, ese gorila encima
de Sady penetrando su carne, tocándola por dentro,
humillando así su belleza.
Con la muerte de Sady, no he vuelto a traer a nadie
más a la Torre de los Cuervos, rebajaría su muerte y
su recuerdo.
A las demás mujeres, las llevaré a la Torre Cobriza,
sus dimensiones son con puertas y laberintos
falsos.