martes, 20 de octubre de 2020

TLÓN, UQBAR, ORBIS TERTIUS. Ficciones (1944).

 


TLÓN, UQBAR, ORBIS TERTIUS

I

Debo a la conjunción de un espejo y de una encliclopedia el

descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un

corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; la

enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopaedia

(New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa,

de la Encyclopaedia Britannica de 1902. El hecho se produjo

hará unos cinco años. Bioy Casares había cenado conmigo esa

noche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución de

una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara

los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que

permitieran a unos pocos lectores —a muy pocos lectores— la

adivinación de una realidad atroz o banal.' Desde el fondo remoto

del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta

noche ese descubrimiento es inevita'ble) que los espejos tienen

algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los

heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula

son abominables, porque multiplican el número de los hombres.

Le pregunté el origen de esa memorable sentencia y me contestó

que The Anglo-American Cyclopaedia la registraba, en su artículo

sobre Uqbar. La quinta (que habíamos alquilado amueblada)

poseía un ejemplar de esa obra. En las últimas páginas del volumen

XLVI dimos con un artículo sobre Upsala; en las primeras del

XLVII, con uno sobre Ural-Altaic Languages, pero ni una palabra

sobre Uqbar! Bioy, un poco azorado, interrogó los tomos del índice.

Agotó ejn vano todas las lecciones imaginables: Ukbar, Ucbar,

Ookbar, Oukbahr. . . Antes de irse, me dijo que era una región

del Irak o del Asia Menor. Confieso que asentí con alguna incomodidad.

Conjeturé que ese país indocumentado y ese heresiarca

anónimo eran una ficción improvisada por la modestia de Bioy

para justificar una frase. El examen estéril de uno de los atlas

de Justus Perthes fortaleció mi duda.

Al día siguiente, Bioy me llamó desde Buenos Aires. Me dijo

que tenía a la vista el artículo sobre Uqbar, en el volumen xxvi

cíe la Enciclopedia. No constaba el nombre del heresiarca, pero sí

la noticia de su doctrina, formulada en palabras casi idénticas a

las repetidas por él, aunque —tal vez— literariamente inferiores.

Él había recordado: Copulation and mirrors are abominable. El

432 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

texto de la Enciclopedia decía: Para uno de esos gnósticos, el

visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma.

Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood

are hatetul) porque lo multiplican y lo divulgan. Le

dije, sin faltar a la verdad, que me gustaría ver ese artículo. A los

pocos días lo trajo. Lo cual me sorprendió, porque los escrupulosos

índices cartográficos de la Erdkunde de Ritter ignoraban con plenitud

el nombre de Uqbar.

El volumen que trajo Bioy era efectivamente el xxvi de la

Anglo-American Cyclopaedia. En la falsa carátula y en el lomo,

la indicación alfabética (Tor-Ups) era la de nuestro ejemplar, pero

en vez de 917 páginas constaba de 921. Esas cuatro páginas

adicionales comprendían al artículo sobre Uqbar; no previsto

(como habrá advertido el lector) por la indicación alfabética.

Comprobamos después que no hay otra diferencia entre los volúmenes.

Los dos (según creo haber indicado) son reimpresiones

de la décima Encyclopaedia Britannica. Bioy había adquirido su

ejemplar en uno de tantos remates.

Leímos con algún cuidado el artículo. El pasaje recordado por

Bioy era tal vez el único sorprendente. El resto parecía muy verosímil,

muy ajustado al tono general de la obra y (como es natural)

un poco aburrido. Releyéndolo, descubrimos bajo su rigurosa

escritura una fundamental vaguedad. De los catorce nombres

que figuraban en la parte geográfica, sólo reconocimos tres

—Jorasán, Armenia, Erzerum—, interpolados en el texto de un

modo ambiguo. De los nombres históricos, uno solo: el impostor

Esmerdis el mago, invocado más bien como una metáfora. La

nota parecía precisar las fronteras de Uqbar, pero sus nebulosos

puntos de referencias eran ríos y cráteres y cadenas de esa misma

región. Leímos, verbigracia, que las tierras bajas de Tsai Jaldún

y el delta del Axa definen la frontera del sur y que en las islas

de ese delta procrean los caballos salvajes. Eso, al principio de la

página 918. En la sección histórica (página 920) supimos que a

raíz de. las persecuciones religiosas del siglo trece, los ortodoxos

buscaron amparo en las islas, donde perduran todavía sus obeliscos

y donde no es raro exhumar sus espejos de piedra. La sección

idioma y literatura era breve. Un solo rasgo memorable: anotaba

que la literatura de Uqbar era de carácter fantástico y que

sus epopeyas y sus leyendas no se referían jamás a la realidad)

sino a las dos regiones imaginarias de Mlejnas y de T l ó n . . . La

bibliografía enumeraba cuatro volúmenes que no hemos encontrado

hasta ahora, aunque el tercero —Silas Haslam: History of

the Land Called Uqbar, 1874— figura en los catálogos de librería

de Bernard Quaritch J. El primero, Lesbare und lesenswerthe Be-

1 Haslam ha publicado también A General History of Labyrinths.

FICCIONES 433

rnerkungen über das Land Ukkbar in Klein-Asien, data de 1641

y es obra de Johannes Valentinus Andrea. El hecho es significativo;

un par de años después, di con ese nombre en las inesperadas

páginas de De Quincey (Writings, decimotercero volumen) y supe

que era el de un teólogo alemán que a principios del siglo xvn

describió la imaginaria comunidad de la Rosa-Cruz —que otros

luego fundaron, a imitación de lo prefigurado por él.

Esa noche visitamos la Biblioteca Nacional. En vano fatigamos

atlas, catálogos, anuarios de sociedades geográficas, memorias de

viajeros e historiadores: nadie había estado nunca en Uqbar. El

índice general de ia enciclopedia de Bioy tampoco registraba ese

nombre. Al di" siguiente, Carlos Mastronardi (a quien yo había

referido el asunto) advirtió en una librería de Corrientes y Talcahuano

los negros y dorados lomos de la Anglo-American Cyclopaedia...

Entró e interrogó el volumen xxvi. Naturalmente, no

dio con el menor indicio de Uqbar.

II

Algún recuerdo limitado y menguante de Herbert Ashe, ingeniero

de los ferrocarriles del Sur, persiste en el hotel de Adrogué,

entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos.

En vida padeció de irrealidad, como tantos ingleses; muerto,

no es siquiera el fantasma que ya era entonces. Era alto y desganado

y su cansada barba rectangular había sido roja. Entiendo

que era viudo, sin hijos. Cada tantos años iba a Inglaterra: a

visitar (juzgo por unas fotografías que nos mostró) un reloj de

sol y unos robles. Mi padre había estrechado con él (el verbo

es excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir

la confidencia y que muy pronto omiten el diálogo. Solían

ejercer un intercambio de libros y de periódicos; solían batirse al

ajedrez, taciturnamente... Lo recuerdo en el corredor del hotel,

con un libro de matemáticas en la mano, mirando a veces los

colores irrecuperables del cielo. Una tarde, hablamos del sistema

duodecimal de numeración (en el que doce se escribe 10). Ashe

dijo que precisamente estaba trasladando no sé qué tablas duodecimales

a sexagesimales (en las que sesenta se escribe 10). Agregó

que ese trabajo le había sido encargado por un noruego: en Rio

Grande do Sul. Ocho años que lo conocíamos y no había mencionado

nunca su estadía en esa región... Hablamos de vida pastoril,

de capangas, de la etimología brasilera de la palabra gaucho

(que algunos viejos orientales todavía pronuncian gaucho) y nada

más se dijo —Dios me perdone— de funciones duodecimales. En

setiembre de 1937 (no estábamos nosotros en el hotel) Herbert

^

434 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

Ashe murió de la rotura de un aneurisma. Días antes, había recibido

del Brasil un paquete sellado y certificado. Era un libro

en octavo mayor. Ashe lo dejó en el bar, donde —meses después—

lo encontré. Me puse a hojearlo y sentí un vértigo asombrado y

ligero que no describiré, porque ésta no es la historia de mis emociones

sino de Uqbar y Tlón y Orbis Tertius. En una noche del

Islam que se llama la Noche de las Noches se abren de par en par

las secretas puertas del cielo y es más dulce el agua en los cántaros;

si esas puertas se abrieran, no sentiría lo que en esa tarde

sentí. El libro estaba redactado en inglés y lo integraban 1001

páginas. En el amarillo lomo de cuero leí estas curiosas palabras

que la falsa carátula repetía: A First Encyclopaedia of Tlón. Vol.

XI. Hlaer to Jangr. No> había indicación de fecha ni de lugar. En

la primera página y en una hoja de papel de seda que cubría

una de las láminas en colores había estampado un óvalo azul con

esta inscripción: Orbis Tertius. Hacía dos años que yo había descubierto

en un tomo de cierta enciclopedia pirática una somera

descripción de un falso país; ahora me deparaba el azar algo más

precioso y más arduo. Ahora tenía en las manos un vasto fragmento

metódico de la historia total de un planeta desconocido,

con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías

y el rumor de sus lenguas, con sus' emperadores y sus mares, con

sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego,

con su controversia teológica y metafísica. Todo ello articulado,

coherente, sin visible propósito doctrinal o tono paródico.

En el "onceno tomo" de que hablo hay alusiones a tomos ulteriores

y precedentes. Néstor Ibarra, en un artículo ya clásico de

la N. R. F., ha negado que existen esos aláteres; Ezequiel Martínez

Estrada y Drieu La Rochelle han refutado, quizá victoriosamente,

esa duda. El hecho es que hasta ahora las pesquisas más diligentes

han sido estériles. En vano hemos desordenado las bibliotecas de

las dos Américas y de Europa. Alfonso Reyes, harto de esas fatigas

subalternas de índole policial, propone que entre todos acometamos

la obra de reconstruir los muchos y macizos tomos que faltan:

ex ungue leonem. Calcula, entre veras y burlas, que una generación

de tlónistas puede bastar. Ese arriesgado cómputo nos retrae

al problema fundamental: ¿Quiénes inventaron a Tlón? El plural

es inevitable, porque la hipótesis de un solo inventor —de un

infinito Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia— ha

sido descartada unánimemente. Se conjetura que este brave new

world es obra de una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos,

de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas,

de moralistas, de pintores, de geómetras. .. dirigidos por un oscuro

hombre de genio. Abundan individuos que dominan esas disciplinas

diversas, pero no los capaces de invención y menos los capaFICCIONES

435

ees de subordinar la invención a un riguroso plan sistemático.

Ese plan es tan vasto que la contribución de cada escritor *es infinitesimal.

Al principio se creyó que Tlón era un mero caos, una

irresponsable licencia de la imaginación; ahora se sabe que es un

cosmos y las íntimas leyes que lo rigen han sido formuladas, siquiera

en modo provisional. Básteme recordar que las contradicciones

aparentes del Onceno Tomo son la piedra fundamental de

la prueba de que existen los otros: tan lúcido y tan justo es el

orden que se ha observado en él. Las revistas populares han divulgado,

con perdonable exceso, la zoología y la topografía de

Tlón; yo pienso que sus tigres transparentes y sus torres de sangre

no merecen, tal vez, la continua atención de todos los hombres.

Yo me atrevo a ped'r unos minutos para su concepto del universo.

Hume notó para siempre que los argumentos de Berkeley no

admiten la menor réplica y no causan la menor convicción. Ese

dictamen es del todo verídico en su aplicación a la tierra; del todo

falso en Tlón. Las naciones de ese planeta son —congénitamente-^-

idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje —la religión,

las letras, la metafísica— presuponen el idealismo. El mundo

para ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es una

serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal,

no espacial. No hay sustantivos en la conjetural Ursprache de

Tlón, de la que proceden los idiomas "actuales" y los dialectos:

hay verbos impersonales, calificados por sufijos (o prefijos) monosilábicos

de valor adverbial. Por ejemplo: no hay palabra que

corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en

español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hlor

u fang axaxaxas mío o sea en su orden: hacia arriba (upward)

detrás duradero-fluir luneció. (Xul Solar traduce con brevedad:

upa tras perfluyue lunó. Upward, behind the onstreaming it

mooned.)

Lo anterior se refiere a los idiomas del hemisferio austral. En

los del hemisferio boreal (de cuya Ursprache hay muy pocos datos

en el Onceno Tomo) la célula primordial no es el verbo, sino

el adjetivo monosilábico. El sustantivo se forma por acumulación

de adjetivos. No se dice luna: se dice aéreo-claro sobre oscuro-redondo

o anaranjado-tenue-del cielo o cualquier otra agregación.

En el caso elegido la masa de adjetivos corresponde a un objeto

real; el hecho es puramente fortuito. En la literatura de este hemisferio

(como en el mundo subsistente de Meinong) abundan

los objetos ideales, convocados y disueltos en un momento, según

las necesidades poéticas. Los determina, a veces, la mera simultaneidad.

Hay objetos compuestos de dos términos, uno de carácter

visual y otro auditivo: el color del naciente y el remoto grito de

un pájaro. Los hay de muchos: el sol y el agua contra el pecho

436 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

del nadador, el vago rosa trémulo que se ve con los ojos cerrados,

la sensación de quien se deja llevar por un río y también por el

sueño. Esos objetos de segundo grado pueden combinarse con

otros; el proceso, jmediante ciertas abreviaturas, es prácticamente

infinito. Hay poemas famosos compuestos de una sola enorme

palabra. Esta palabra integra un objeto poético creado por el

autor. El hecho de que nadie crea en la realidad de los sustantivos

hace, paradójicamente, que sea interminable su número. Los idiomas

del hemisferio boreal de Tlón poseen todos los nombres de

las lenguas indoeuropeas— y otros muchos más.

No es exagerado afirmar que la cultura clásica de Tlón comprende

una sola disciplina: la psicología. Las otras están subordinadas

a ella. He dicho que los hombres de ese planeta conciben

el universo como una serie de procesos mentales, que no se desenvuelven

en el espacio sino de modo sucesivo en el tiempo. Spinoza

atribuye a su inagotable divinidad los atributos de la extensión

y del pensamiento; nadie comprendería en Tlón la yuxtaposición

del primero (que sólo es típico de ciertos estados) y del segundo

—que es un sinónimo perfecto del cosmos—. Dicho sea con otras

palabras: no conciben que lo espacial perdure en el tiempo. La

percepción de una humareda en el horizonte y después del campo

incendiado y después del cigarro a medio apagar que produjo

la quemazón es considerada un ejemplo de asociación de ideas.

Este monismo o idealismo total invalida la, ciencia. Explicar (o

juzgar) un hecho es unirlo a otro; esa vinculación, en Tlón, es

un estado posterior del sujeto, que no puede afectar o iluminar

el estado anterior. Todo estado mental es irreductible: el mero

hecho de nombrarlo —id est, de clasificarlo— importa un falseo.

De ello cabría deducir que no hay ciencias en Tlón— ni siquiera

razonamientos. La paradójica verdad es que existen, en casi innumerable

número. Con las filosofías acontece lo que acontece con

los sustantivos en el hemisferio boreal. El hecho de que toda filosofía

sea de antemano un juego dialéctico, una Philosophie des

Ais Ob, ha contribuido a multiplicarlas. Abundan los sistemas

increíbles, pero de arquitectura agradable o de tipo sensacional.

Los metafísicos de Tlón no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud:

buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una

rama de la literatura fantástica. Saben que un sistema no es otra

cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a

uno cualquiera de ellos. Hasta la frase "todos los aspectos" es

rechazable, porque supone la imposible adición del instante presente

y de los pretéritos. Tampoco es lícito el plural "los pretéritos",

porque supone otra operación imposible... Una de las

escuelas de Tlón llega a negar el tiempo: razona que el presente

es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza

FICCIONES 437

presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo

presente 1. Otra escuela declara que ha 'transcurrido ya todo el

tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular,

y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable.

Otra, que la historia del universo —y en ellas nuestras vidas

y el más tenue detalle de nuestras vidas— es la escritura que

produce un dios subalterno para entenderse con un demonio. Otra,

que el universo es comparable a esas criptografías en las que no

valen todos los símbolos y que sólo es verdad lo que sucede cada

trescientas noches. Otra, que mientras dormimos aquí, estamos

despiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres.

Entre las doctrinas de Tlón, ninguna ha merecido tanto escándalo

como el materialismo. Algunos pensadores lo han formulado,

con menos claridad que fervor, como quien adelanta una paradoja.

Para facilitar el entendimiento de esa tesis inconcebible, un

heresiarca del undécimo siglo 2 ideó él sofisma de las nueve monedas

de cobre, cuyo renombre escandaloso equivale en Tlón

al de las aporías eleáticas. De ese "razonamiento especioso" hay

muchas versiones, que varían el número de monedas y el número

de hallazgos; he aquí la más común:

El martes, X atraviesa un camino desierto y pierde nueve monedas

de cobre. El jueves, Y encuentra en el camino cuatro monedas,

algo herrumbradas por la lluvia del miércoles. El viernes, Z

descubre tres monedas en el camino. El viernes de mañana, X

encuentra dos monedas en el corredor de su casa. El heresiarca

quería deducir de esa historia la realidad —id est la continuidad—

de las nueve monedas recuperadas. Es absurdo (afirmaba) imaginar

que cuatro de las monedas no han existido entre el martes

y el jueves, tres entre el martes y la tarde del viernes, dos entre el

martes y la madrugada del viernes. Es lógico pensar que han existido

—siquiera de algún modo secreto, de comprensión vedada a

los hombres—• en todos los momentos de esos tres plazos.

El lenguaje de Tlón se resistía a formular esa paradoja; los más

no la entendieron. Los defensores del sentido común se limitaron,

al principio, a negar la veracidad de la anécdota. Repitieron que

era una falacia verbal, basada en el empleo temerario de dos

voces neológicas, no autorizadas por el uso y ajenas a todo pensamiento

severo: los verbos encontrar y perder, que comportan

una, petición de principio, porque presuponen la identidad de

las nueve primeras monedas y de las últimas. Recordaron que todo

1 RUSSELL (The Analysis of Mind, 1921, página 159) supone que el planeta

ha sido creado hace pocos minutos, provisto de una humanidad que "recuerda"

un pasado ilusorio.

L' Siglo, de acuerdo con el siste na duodecimal, significa un período de ciento

cuarenta V cuatro años.

438 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

sustantivo (hombre, moneda, jueves, miércoles, lluvia) sólo tiene

un valor metafórico. Denunciaron la pérfida circunstancia algo

herrumbradas por la lluvia del miércoles, que presupone lo que

se trata de demostrar: la persistencia de las cuatro monedas, entre

el jueves y el ínartes. Explicaron que una cosa es igualdad

y otra identidad y formularon una especie de reductio ad absurdum,

o sea el caso hipotético de nueve hombres que en nueve sucesivas

noches padecen un vivo dolor. ¿No sería ridículo —interrogaron—

pretender que ese dolor, es el mismo? x Dijeron que al

heresiarca no lo movía sino el blasfematorio propósito de atribuir

la divina categoría de ser a unas simples monedas y que a

veces negaba la pluralidad y otras no. Argumentaron: si la igualdad

comporta la identidad, habría que admitir asimismo que las

nueve monedas son una sola.

Increíblemente, esas refutaciones no resultaron definitivas. A

los cien años de enunciado el problema, un pensador no menos

brillante que el heresiarca pero de tradición ortodoxa, formuló

una hipótesis muy audaz. Esa conjetura feliz afirma que hay un

solo sujeto, que ese sujeto indivisible es cada uno de los seres

del universo y que éstos son los órganos y máscaras de la divinidad.

X es Y y es Z. Z descubre tres monedas porque recuerda que

se le perdieron a X; X encuentra dos en el corredor porque recuerda

que han sido recuperadas las otras... El onceno tomo deja

entender que tres razones capitales determinaron la victoria total

de ese panteísmo idealista. La primera, el repudio del solipsismo;

la segunda, la posibilidad de conservar la base psicológica de las

ciencias; la tercera, la posibilidad de conservar el culto de los

dioses. Schopenhauer (el apasionado y lúcido Schopenhauer) formula

una doctrina muy parecida en el primer volumen de Parerga

und Paralipomena.

La geometría de Tlón comprende dos disciplinas algo distintas:

la visual y la táctil. La última corresponde a la nuestra y la

subordinan a la primera. La base de la geometría visual es la superficie,

no el punto. Esta geometría desconoce las paralelas y declara

que el hombre que se desplaza modifica las formas que lo

circundan. La base de su aritmética es la noción de números indefinidos.

Acentúan la importancia de los conceptos de mayor

y menor, que nuestros matemáticos simbolizan por > y por <.

Afirman que la operación de contar modifica las cantidades y las

convierte de indefinidas en definidas. El hecho de que varios in-

1 En el día de hoy, una de las iglesias de Tlón sostiene platónicamente que

tal dolor, que tal matiz verdoso del amarillo, que tal temperatura, que tal

sonido, son la única realidad. Todos los hombres, en el vertiginoso instante

del coito, son el mismo hombre. Todos los hombres que repiten una línea

de Shakespeare, son William Shakespeare.

FICCIONES 439

dividuos que cuentan una misma cantidad logran un resultado

igual, es para los psicólogos un ejemplo de asociación de ideas o

de buen ejercicio de la memoria. Ya sabemos que en Tlon el

sujeto del conocimiento es uno y eterno.

En los hábitos literarios también es todopoderosa la idea de

un sujeto único. Es raro que los libros estén firmados. No existe

el concepto del plagio: se ha establecido que todas las obras son

obra de un solo autor, que es intemporal y es anónimo. La crítica

suele inventar autores: elige dos obras disímiles —el Tao Te

King y las 1001 Noches, digamos—, las atribuye a un mismo escritor

y luego determina con probidad la psicología de ese interesante

homme de lettres ...

También son distintos los libros. Los de ficción abarcan un

solo argumento, con todas las permutaciones imaginables. Los

de naturaleza filosófica invariablemente contienen la tesis y la

antítesis, el riguroso pro y el contra de una doctrina. Un libro

que no encierra su contralibro es considerado incompleto.

Siglos y siglos de idealismo no han dejado de influir en la realidad.

No es infrecuente, en las regiones más antiguas de Tlon,

la duplicación de objetos perdidos. Dos personas buscan un lápiz;

la primera lo encuentra y • no dice nada; la segunda encuentra

un segundo lápiz no menos real, pero ínás ajustado a su expectativa.

Esos objetos secundarios se llaman hronir y son, aunque de

forma desairada,- un poco más largos. Hasta hace poco los hronir

fueron hijos casuales de la distracción y el olvido. Parece mentira

que su metódica producción cuente apenas cien años, pero así lo

declara el Onceno Tomo. Los primeros intentos fueron estériles.

El modus operandi, sin embargo, merece recordación. El director

de una de las cárceles del estado comunicó a los presos que en

el antiguo lecho de un río había ciertos sepulcros y prometió la

libertad a quienes trajeran un hallazgo importante. Durante los

meses que precedieron a la excavación les mostraron láminas fotográficas

de lo que iban a hallar. Ese primer intento probó que la esperanza

y la avidez pueden inhibir; una semana de trabajo con la

pala y el pico no logró exhumar otro hron que una rueda herrumbrada,

de fecha posterior al experimento. Éste se mantuvo secreto y

se repitió después en cuatro colegios. En tres fue casi total el fracaso;

en el cuarto (cuyo director murió casualmente durante las

primeras excavaciones) los discípulos exhumaron •—o produjeron—

una máscara de oro, una espada arcaica, dos o tres ánforas

de barro y el verdinoso y mutilado torso de un rey con uña inscripción

en el pecho que no se ha logrado aún descifrar. Así se

descubrió la improcedencia de testigos que conocieran la naturaleza

experimental de la busca. .. Las investigaciones en masa producen

objetos contradictorios; ahora se prefiere los trabajos individuales

440 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

y casi improvisados. La metódica elaboración de hronir (dice el

Onceno Tomo) ha prestado servicios prodigiosos a los arqueólogos.

Ha permitido interrogar y hasta modificar el pasado, que ahora

no es menos plástico y menos dócil que el porvenir. Hecho curioso:

los hronir de segundo y de tercer grado —los hronir derivados

de otro hron, los hronir derivados del hrón de un hron—

exageran las aberraciones del inicial; los de quinto son casi uniformes;

los de noveno se confunden con los de segundo; en los

de undécimo hay una pureza de líneas que los originales no tienen.

El proceso es periódico: el hrón de duodécimo grado ya empieza

a decaer. Más extraño y más puro que todo hron es a veces

el ur; la cosa producida por sugestión, el objeto educido por la

esperanza. La gran máscara de oro que he mencionado es un ilustre

ejemplo.

Las cosas se duplican en Tlón; propenden asimismo a borrarse

y a perder los detalles cuando los olvida la gente. Es clásico el

ejemplo de un umbral que perduró mientras lo visitaba un mendigo

y que se perdió de vista a su muerte. A veces unos pájaros,

un caballo, han salvado las ruinas de un anfiteatro.

Salto Oriental, 1940.

Posdata de 1947. Reproduzco el artículo anterior tal como apareció

en la Antología de la literatura fantástica, 1940, sin otra

escisión que algunas metáforas y que una especie de resumen burlón

que ahora resulta frivolo. Han ocurrido tantas cosas desde esa

fecha. . . Me limitaré a recordarlas.

En marzo de 1941 se descubrió una carta manuscrita de Gunnar

Erfjord en un libro de Hinton que había sido de Herbert Ashe.

El sobre tenía el sello postal de Óuro Preto; la carta elucidaba

enteramente el misterio de Tlón. Su texto corrobora las hipótesis

de Martínez Estrada. A principios del siglo xvii, en una noche

de Lucerna o de Londres, empezó la espléndida historia. Una

sociedad secreta y benévola (que entre sus afiliados tuvo a Dalgarno

y después a George Berkeley) surgió para inventar un país. En

el vago programa inicial figuraban los "estudios herméticos", la

filantropía y la cabala. De esa primera época data el curioso

libro de Andrea. Al cabo de unos años de conciliábulos y de síntesis

prematuras comprendieron que una generación no bastaba

para articular un país. Resolvieron que cada uno de los maestros

que la integraban eligiera un discípulo para la continuación de

la obra. Esa disposición hereditaria prevaleció; después de un hiato

de dos siglos la perseguida fraternidad resurge en América. Hacia

1824, en Memphis (Tennessee) uno de los afiliados conversa con

el ascético millonario Ezra Buckley. Éste lo deja hablar con algún

F I C C I O Í N ES 441

desdén —y se ríe de la modestia del proyecto. Le dice que en

América- es absurdo inventar un país y le propone la invención

de un planeta. A esa gigantesca idea añade otra, hija de su nihilismo:

1 la de guardar en el silencio la empresa enorme. Circulaban

entonces los veinte tomos de la Encyclopaedia Britannica; Buckley

sugiere una enciclopedia metódica del planeta ilusorio. Les dejará

sus cordilleras auríferas, sus ríos navegables, sus praderas holladas

por el toro y por el bisonte, sus negros, sus prostíbulos y sus

dólares, bajo una condición: "La obra no pactará con el impostor

Jesucristo." Buckley descree de Dios, pero quiere demostrar al

Dios no existente que los hombres mortales son capaces de concebir

un mundo. Buckley es envenenado en Baton Rouge en 1828;

en 1914 la sociedad remite a sus colaboradores, que son trescientos,

el volumen final de la Primera Enciclopedia de Tlón. La

edición es secreta: los cuarenta volúmenes que comprende (la

obra más vasta que han acometido los hombres) serían la base de

otra más minuciosa, redactada no ya en inglés, sino en alguna

de las lenguas de Tlón. Esa revisión de un mundo ilusorio se llama

provisoriamente Orbis Tertius y uno de sus modestos demiurgos

fue Herbert Ashe, no sé si como agente de Gunnar Erfjord

o como afiliado. Su recepción de un ejemplar del Onceno Tomo

parece favorecer lo segundo. Pero ¿y los otros? Liada 1942 arreciaron

los hechos. Recuerdo con singular nitidez uno de los primeros

y me parece que algo sentí de su carácter premonitorio.

Ocurrió en un departamento de la calle Laprida, frente a un claro

y alto balcón que miraba el ocaso. La princesa de Faucigny Lucinge

había recibido de Poitiers su vajilla de plata. Del vasto

fondo de un cajón rubricado de sellos internacionales iban saliendo

finas cosas inmóviles: platería de Utrecht y de París con

dura fauna heráldica, un samovar. Entre ellas —con un perceptible

y tenue temblor de pájaro dormido— latía misteriosamente

una brújula. La princesa no la reconoció. La aguja azul anhelaba

el norte magnético; la caja de metal era cóncava; las letras de la

esfera correspondían a uno de los alfabetos de Tlón. Tal fue la

primera intrusión del mundo fantástico en el mundo real. Un

azar queme inquieta hizo que yo también fuera testigo de la segunda.

Ocurrió unos meses después, en la pulpería de un brasilero,

en la Cuchilla Negra. Amorim y yo regresábamos de Sant'Anna.

Una creciente del río Tacuarembó nos obligó a probar (y a sobrellevar)

esa rudimentaria hospitalidad. El pulpero nos acomodó

unos catres crujientes en una pieza grande, entorpecida de barriles

y cueros. Nos acostamos, pero no nos dejó dormir hasta el alba

la borrachera de un vecino invisible, que alternaba denuestos

1 Buckley era librepensador, fatalista y defensor de la esclavitud.

442 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

. inextricables con rachas de milongas —más bien con rachas de

una sola milonga. Como es de suponer, atribuimos a la fogosa

caña del patrón ese griterío insistente... A la madrugada, el hombre

estaba muerto en el corredor. La aspereza de la voz nos había

engañado: era un muchacho joven. En el delirio se le habían

caído del tirador unas cuantas monedas y un cono de metal reluciente,

del diámetro de un dado. En vano un chico trató de recoger

ese cono. Un hombre apenas acertó a levantarlo. Yo lo

tuve en la palma de la mano algunos minutos: recuerdo que su

peso era intolerable y que después de retirado el cono, la opresión

perduró. También recuerdo el círculo preciso que me grabó en la

carne. Esa evidencia de un objeto muy chico y a la vez pesadísimo

dejaba una impresión desagradable de asco y de miedo. Un paisaño

propuso que lo tiraran al río correntoso. Amorim lo adquirió

mediante unos pesos. Nadie sabía nada del muerto, salvo "que

venía de la frontera". Esos conos pequeños y muy pesados (hechos

de un metal que no es de este mundo) son imagen de la divinidad,

en ciertas religiones de Tlón.

Aquí doy término a la parte personal de mi narración. Lo demás

está en la memoria (cuando no en la esperanza "o en el temor)

de todos mis lectores. Básteme recordar o mencionar lps hechos

subsiguientes, con una mera brevedad de palabras que el cóncavo

recuerdo general enriquecerá o ampliará. Hacia 1944 un investigador

del diario The American (de Nashville, Tennessee) exhumó

en una biblioteca de Memphis los cuarenta volúmenes de la

Primera Enciclopedia de Tlón. Hasta el día de hoy se discute si

ese descubrimiento fue casual o si lo consintieron los directores

del todavía nebuloso Orbis Tertius. Es verosímil lo segundo. Algunos

rasgos increíbles del Onceno Tomo (verbigracia, la multiplicación

de los hfonir) han sido eliminados o atenuados en el

ejemplar de Memphis; es razonable imaginar que esas tachaduras

obedecen al plan de exhibir un mundo que no sea demasiado incompatible

con el mundo real. La diseminación de objetos de

Tlón en diversos países complementaría ese plan... 1 El hecho

es que la prensa internacional voceó infinitamente el "hallazgo".

Manuales, antologías, resúmenes, versiones literales, reimpresiones

autorizadas y reimpresiones piráticas de la Obra Mayor de los

Hombres abarrotaron y siguen abarrotando la tierra. Casi inmediatamente,

la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto es

que anhelaba ceder. Hace diez, años bastaba cualquier simetría

con apariencia de orden —el materialismo dialéctico, el antisemitismo,

el nazismo— para embelesar a los hombres. ¿Cómo no

someterse a Tlón, a la minuciosa y vasta evidencia de un planeta

1 Queda, naturalmente, el problema de la materia de algunos objete

FICCIONES 443

ordenado? Inútil responder que la realidad también está ordenada.

Quizá lo esté, pero de acuerdo a leyes divinas —traduzco: a

leyes inhumanas— que no acabamos nunca de percibir. Tlón

será un laberinto, pero es un laberinto urdido por hombres, un

laberinto destinado a que lo descifren los hombres.

El contacto y el hábito de Tlón han desintegrado este mundo.

Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidar

que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles. Ya ha penetrado

en las escuelas el (conjetural), "idioma primitivo" de Tlón; ya

la enseñanza de su historia armoniosa (y llena de episodios conmovedores)

ha obliterado a la que presidió mi niñez; ya en las

memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de otro, del que nada

sabemos con certidumbre — ni siquiera que es falso. Han sido

reformadas la numismática, la farmacología y la arqueología. Entiendo

que la biología y las matemáticas aguardan también su

avalar... Una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz

del mundo. Su tarea prosigue. Si nuestras previsiones no erran,

de aquí cien años alguien descubrirá los cien tomos de la Segunda

Enciclopedia de Tlón.

Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el

mero español. El mundo será Tlón. Yo no hago caso, yo sigo

revisando en los quietos días del hotel de Adrogué una indecisa

traducción quevediana (que no pienso dar a la imprenta) del

Urn Burial de Browne.

Fuente:

JORGE LUIS

BORGES

COMPLETAS

1923-1972

EMECÉ EDITORES

BUENOS AIRES

Edición dirigida y realizada por

CARLOS V. FRÍAS

© Emecé Editores, S.A, 1974

Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina

Ediciones anteriores: 62.000 ejemplares

14a edición en offset: 5.000 ejemplares

Impreso en Compañía Impresora Argentina S.A., Alsina 2041/49,

Buenos Aires, septiembre de 1984

IMI'HLSO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.

I.S.B.N.: 950-04-0217-3

39.009



"Después de su regreso..." (Fragmento. Novela. Premio UNA-Palabra 2004). Jorge Méndez-Limbrick


 

"Después de su regreso, lo fuimos viendo menos, se fue aislando. Solamente una llamada telefónica, una carta y unas esporádicas invitaciones a la mansión y “pare de contar”. Don Julián pasó a ser un recuerdo, una memoria dentro de otra memoria desperdigada en el pensamiento de compañeros y patólogos aquí en Medicatura Forense. Y de ser un hombre real, una existencia física, pasó a ser una leyenda, un ser imaginario y fabuloso. Fabuloso por su historia, por su fortuna que heredó y dejó a todos boquiabiertos. Quizá la mayoría en el fondo deseamos tener un abuelo paterno o materno que nos herede como a don Julián, de allí su leyenda". (Mariposas Negras para un Asesino).

HISTORIA DE LA ETERNIDAD 419 ARTE DE INJURIAR. JORGE LUIS BORGES.

 


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 419

ARTE DE INJURIAR

Un estudio preciso y fervoroso de' los otros géneros literarios,

me dejó creer que la vituperación y la burla valdrían necesariamente

algo más. El agresor (me dije) sabe que el agredido será

él, y que "cualquier palabra que pronuncie podrá ser invocada

en su contra", según la honesta prevención de los vigilantes de

Scotland Yard. Ese temor lo obligará a especiales desvelos, de los

que suele prescindir en otras ocasiones más cómodas. Se querrá

invulnerable, y en determinadas páginas lo será. El cotejo de

las buenas indignaciones de Paul Groussac y de sus panegíricos

turbios —para no citar los casos análogos de Swift, de Johnson

y Voltairé— inspiró o ayudó esa imaginación. Ella se disipó

cuando dejé la complacida lectura de esos escarnios por la investigación

de su método.

Advertí en seguida una cosa: la justicia fundamental y el

delicado error dé mi conjetura. El burlador procede con desvelo,

efectivamente, pero con un desvelo de tahúr que admite las

ficciones de la baraja, su corruptible cielo constelado de personas

bicéfalas. Tres reyes mandan en el poker y no significan nada

en el truco. El polemista no es menos convencional. Por lo

demás, ya las recetas callejeras de oprobio ofrecen una ilustrativa

maquette de lo que puede ser la polémica. El hombre de Corrientes

y Esmeralda adivina la misma profesión en las madres

de todos, o quiere que se muden en seguida a una localidad muy

general que tiene varios nombres, o remeda un tosco sonido

—y una insensata convención ha resuelto que el afrentado por

esas aventuras no es él, sino el atento y silencioso auditorio. Ni

siquiera un lenguaje se necesita. Morderse el pulgar o tomar

el lado de la pared (Sampson: / will take the wall of any man

or maid of Montague's. Abram: Do yon hite your thumh at us,

sir?) fueron, hacia 1592, la moneda legal del provocador, en la

Verona fraudulenta de Shakespeare y en las cervecerías y lupanares

y reñideros de oso en Londres. En las escuelas del Estado,

el pito catalán y la exhibición de la lengua rinden ese servicio.

Otra denigración muy general es el término perro. En la noche

146 del Libro de las mil noches y una, pueden aprender los

discretos que el hijo del león fue encerrado en un cofre sin salida

por el hijo de Adán, que lo reprendió de este modo: El destino

te ha derribado y no te pondrá de pie la cautela, oh perro del

desierto.

Un alfabeto convencional del oprobio define también a los

polemistas. El título señor, de omisión imprudente o irregular

en el comercio oral de los hombres, es denigrativo cuando lo

420 JORGE* LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

estampan. Doctor es otra aniquilación. Mencionar los sonetos

cometidos por el doctor Lugones, equivale a medirlos mal para

siempre, a refutar cada una de sus metáforas. A la primera

aplicación de doctor, muere el semidiós y queda un. vano caballero

argentino que usa cuellos postizos de papel y se hace rasurar

día por medio y puede fallecer de una interrupción en las' vías

respiratorias. Queda la central e incurable futilidad de todo

ser humano. Pero los sonetos quedan también, con música que

espera. (Un italiano, para despejarse de Goethe, emitió un breve

artículo donde no se cansaba de apodarlo il signore Wolfgang.

Esto era casi una adulación, pues equivalía a desconocer que

no faltan argumentos auténticos contra Goethe).

Cometer un soneto, emitir artículos. El lenguaje es un repertorio

de esos convenientes desaires, que hacen el gasto principal

en las controversias. Decir que un literato ha expelido un libro

o lo ha cocinado o gruñido, es una tentación harto fácil; quedan

mejor los verbos burocráticos o tenderos: despachar, dar curso,

expender. Esas palabras áridas se combinan con otras efusivas, y

la vergüenza del contrario es eterna. A una interrogación sobre un

martiliero que era, sin embargo, declamador, alguien inevitablemente

comunicó que estaba rematando con energía la Divina

Comedia. El epigrama no es abrumadoramente ingenioso, pero

su mecanismo es típico. Se trata (como en todos los epigramas)

de una mera falacia de confusión. El verbo rematar (redoblado

por el adverbio con energía) deja entender que el acriminado

señor es un irreparable y sórdido martiliero, y que su diligencia

dantesca es un disparate. El auditor acepta el argumento sin

vacilar, porque no se lo proponen como argumento. Bien formulado,

tendría que negarle su fe. Primero, declamar y subastar

son actividades afines. Segundo, la antigua vocación de declamador

pudo aconsejar las tareas del martiliero, por el buen

ejercicio de hablar en público.

Una de las tradiciones satíricas (no despreciada ni por Macedonio

Fernández ni por Quevedo ni por George Bernard Shaw)

es la inversión incondicional de los términos. Según esa receta

famosa, el médico es inevitablemente acusado de profesar la

contaminación y la muerte; el escribano, de robar; el verdugo,

de fomentar la longevidad; los libros de invención, de adormecer

o petrificar al lector; los judíos errantes, de parálisis; el sastre,

de nudismo; el tigre y el caníbal, de no perdonar el ruibarbo.

Una variedad de esa tradición es el dicho inocente. Por ejemplo:

El festejado catre de campaña debajo del cual el general ganó la

batalla. O: Un encanto el último film del ingenioso director

Rene Clair. Cuando nos despertaron...

Otro método servicial es el cambio brusco. Verbigracia: Un

HISTORIA DE LA ETERNIDAD 421

joven sacerdote de la Belleza, una mente adoctrinada de luz

helénica, un exquisito; un verdadero hombre de gusto (a ratón).

Asimismo esta copla de Andalucía, que en un segundo pasa de la

información al asalto:

Veinticinco palillos

Tiene una silla,

¿Quieres que te la rompa

En las costillas'?

Repito lo formal de ese juego, su contrabando pertinaz de

argumentos necesariamente confusos. Vindicar realmente una

causa y prodigar las exageraciones burlescas, las falsas caridades,

las concesiones traicioneras y el paciente desdén, no son actividades,

incompatibles, pero sí tan diversas que nadie las ha conjugado

hasta ahora. Busco ejemplos ilustres. Empeñado en la

demolición de Ricardo Rojas, ¿qué hace Groussac? Esto que

copio y que todos los literatos de Buenos Aires han paladeado.

Es asi cómo, verbigracia, después de oídos con resignación, dos

o tres fragmentos en prosa gerundiana de cierto mamotreto públicamente

aplaudido por los que apenas lo han abierto, me considero

autorizado para no seguir adelante, ateniéndome, por

ahora, a los sumarios o índices de aquella copiosa historia de lo

que orgánicamente nunca existió. Me refiero especialmente a

la primera y más indigesta parte de la mole (ocupa tres tomos

de los cuatro): balbuceos de indígenas o mestizos. . . Groussac, en

ese buen malhumor, cumple con el más ansioso ritual del juego

satírico. Simula que lo apenan los errores del adversario (después

de oídos con resignación); deja entrever el espectáculo de una

cólera brusca (primero la palabra mamotreto, después la mole);

so vale de términos laudatorios para agredir (esa historia copiosa)

en fin, juega como quien es. No comete pecados en la sintaxis,

que es eficaz, pero sí en el argumento que indica. Reprobar un

libro por el tamaño, insinuar que quién va a animársele a ese

ladrillo y acabar profesando indiferencia por las zonceras de unos

chinos y unos mulatos, parece una respuesta de compadrito, no

de Groussac.

Copio otra celebrada severidad del mismo escritor: Sentiríamos

que la circunstancia' de haberse puesto en venta el alegato del

doctor Pinero, fuera un obstáculo serio para su difusión, y que

este sazonado fruto de un año y medio de vagar diplomática se

limitara a causar "impresión" en la casa de Coni. Tal no sucederá,

Dios mediante, y al menos en cuanto penda de nosotros, no

se cumplirá tari melancólico destino. Otra vez el aparato de la

piedad; otra vez la diablura de la sintaxis. Otra vez, también,

422 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS

la banalidad portentosa de la censura: reírse de los pocos interesados

que puede congregar un escrito y de su pausada elaboración.

Una vindicación elegante de esas miserias puede invocar la

tenebrosa raíz de la sátira. Ésta (según la más reciente seguridad)

se derivó de las maldiciones mágicas de la ira, no de razonamientos.

Es la reliquia de un inverosímil estado, en que las

lesiones hechas al nombre caen sobre el poseedor. Al ángel Satanail,

rebelde primogénito del Dios que adoraron los bogomiles,

le cercenaron la partícula il, que. aseguraba su corona, su esplendor

y su previsión. Su morada actual es el fuego, y su huésped

la ira del Poderoso. Inversamente narran los cabalistas, que la

simiente del remoto Abram era estéril hasta que interpolaron

en su nombre la letra he, que lo hizo capaz de engendrar.

Swif t, hombre de amargura esencial, se propuso en la crónica

de los viajes del capitán Lemuel Gülliver la difamación del género

humano. Los primeros —el viaje a la diminuta república

de Lilíput y a la desmesurada de Brobdingnag— son lo que

Leslie Stephen admite: un sueño antropométrico, que en nada

roza las complejidades de nuestro ser, su fuego y su álgebra. El

tercero, el más divertido, se burla de la ciencia experimental mediante

el consabido procedimiento de la inversión: los gabinetes

destartalados de Swift quieren propagar ovejas sin lana, usar

el hielo para la fabricación de la pólvora, ablandar mármol

para almohadas, batir enjaminas sutiles el fuego y aprovechar

la parte nutritiva que encierra la materia fecal. (Ese libro

incluye también una fuerte página sobre los inconvenientes de

la decrepitud.) El cuarto viaje, el último, quiere demostrar que

las bestias valen más que los hombres. Exhibe una virtuosa república

de caballos conversadores, monógamos, vale decir, humanos,

con un proletariado de hombres cuadrúpedos, que habitan en

montón, escarban la tierra, se prenden de la ubre de las vacas

para robar la leche, descargan su excremento sobre los otros,

devoran carne corrompida y apestan. La fábula es contraproducente,

como se ve. Lo demás es literatura, sintaxis. En la conclusión

dice: No me fastidia el espectáculo de un abogado, de un

ratero, de un coronel, de, un tonto, de un lord, de un tahúr, de

un político, de un rufián. Ciertas palabras, en esa buena enumeración,

están contaminadas por las vecinas.

Dos ejemplos finales. Uno es la célebre parodia de insulto

que nos refieren improvisó el doctor Johnson. Su esposa, caballero,

con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende géneros

de contrabando. Otro es la injuria más espléndida s e

conozco: injuria tanto más singular si consideramos que es

el único roce de su autor con la literatura. Los dioses no consin

HISTORIA

DE LA ETERNIDAD 423

tieron que Santos Chocano deshonrara el patíbulo, muriendo en

él. Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia. Deshonrar

el patíbulo. Fatigar la infamia. A fuerza de abstracciones ilustres,

la fulminación descargada por Vargas Vila rehúsa cualquier

trato con el paciente, y lo deja ileso, inverosímil, muy secundario

)' posiblemente inmortal. Basta la mención más fugaz del nombre

de Chocano para que alguno reconstruya la imprecación, oscureciendo

con maligno esplendor todo cuanto a él se refiere —hasta

los pormenores y los síntomas de esa infamia.

Procuro resumir lo anterior. La sátira no es menos convencional

que un diálogo entre, novios o que un soneto distinguido

con la flor natural por José María Monner Sans. Su método

es la intromisión de sofismas, su única ley la simultánea invención

de buenas travesuras. Me olvidaba: tiene además la obligación

de ser memorable.

Aquí de cierta réplica varonil que refiere De Quincey (Writings,

onceno tomo, página 226). A un caballero, en una discusión

teológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El

agredido no se inmutó y dijo al ofensor: Esto, señor, es una

digresión, espero su argumento. (El protagonista de esa réplica,

un doctor Henderson, falleció en Oxford hacia 1787, sin dejarnos

otra memoria que esas justas palabras: suficiente y hermosa inmortalidad.)

Una tradición oral que recogí en Ginebra durante los últimos

años de la primera guerra mundial, refiere que Miguel Servet

dijo a los jueces que lo habían condenado a la hoguera: Arderé,

pero ello no es otra cosa que un hecho. Ya seguiremos discutiendo

en la eternidad.

Adrogué, 1933.

Ficha técnica:

E LUIS

BORGES

COMPLETAS

1923-1972

EMECÉ EDITORES

BUENOS AIRES

Edición dirigida y realizada por

CARLOS V. FRÍAS

© Emecé Editores, S.A, 1974

Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina

Ediciones anteriores: 62.000 ejemplares

14a edición en offset: 5.000 ejemplares

Impreso en Compañía Impresora Argentina S.A., Alsina 2041/49,

Buenos Aires, septiembre de 1984

IMI'HLSO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.

I.S.B.N.: 950-04-0217-3

39.009



lunes, 19 de octubre de 2020

IV Sólo me resta señalar al lector mi teoría personal de la eternidad. (Fragmento. HISTORIA DE LA ETERNIDAD). JORGE LUIS BORGES ACEVEDO.



IV

Sólo me resta señalar al lector mi teoría personal de la eternidad.

Es una pobre eternidad ya sin Dios, y aun sin otro poseedor

y sin arquetipos. La formulé en el libro El idioma de los argentinos,

en 1928. Trascribo lo que entonces publiqué; la página

se titulaba Sentirse en muerte.

"Deseo registrar aquí una experiencia que tuve hace unas noches:

fruslería demasiado evanescente y extática para que la llame

aventura; demasiado irrazonable y sentimental para pensamiento.

Se trata de una escena y de su palabra: palabra ya antedicha por

í

366 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETAS

mí, pero no vivida hasta entonces con entera dedicación de mi

yo. Paso a historiarla, con los accidentes de tiempo y de lugar

que la declararon,

"La rememoro así. La tarde que precedió a esa noche, estuve

en Barracas: localidad no visitada por mi costumbre, y cuya distancia

de las que después recorrí, ya dio un extraño sabor a ese

día. Su noche no tenía destino alguno; como era serena, salí a

caminar y recordar, después de comer. No quise determinarle rumbo

a esa caminata; procuré una máxima latitud de probabilidades

para no cansar la expectativa con la obligatoria antevisión de

una sola de ellas. Realicé en la mala medida de lo posible, eso

que llaman caminar al azar; acepté, sin otro consciente prejuicio

que el de soslayar las avenidas o calles anchas, las más oscuras

invitaciones de la casualidad. Con todo, una suerte de gravitación

familiar me alejó hacia unos barrios, de cuyo nombre quiero

siempre acordarme y que dictan reverencia a mi pecho. No quiero

significar así el barrio mío, el preciso ámbito de la infancia, sino

sus todavía misteriosas inmediaciones: confín que he poseído

entero en palabras y poco en realidad, vecino y mitológico a jin

tiempo. El revés de lo conocido, su espalda, son para mí esas calles

penúltimas, casi tan efectivamente ignoradas como el soterrado

cimiento de nuestra casa o nuestro invisible esqueleto. La marcha

me dejó en una esquina. Aspiré noche, en asueto serenísimo de

pensar. La visión, nada complicada por cierto, parecía simplificada

por mi cansancio. La irrealizaba su misma tipicidad. La calle era

de casas bajas, y aunque su primera significación fuera de pobreza,

la segunda era ciertamente de dicha. Era de lo más pobre y de lo

más lindo. -Ninguna casa se animaba a la calle; la higuera oscurecía

sobre la ochava; los portoncitos —más altos que las líneas

estiradas de las paredes— parecían obrados en la misma sustancia

infinita de la noche. La vereda era escarpada sobré la calle; la

calle era de barro elemental, barro de América no conquistado

aún. Al fondo, el callejón, ya campeano, se desmoronaba hacia el

Maldonado. Sobre la tierra turbia y caótica, una tapia rosada

parecía no hospedar luz de "luna, sino efundir luz íntima.' No

habrá manera de nombrar la ternura mejor que ese rosado.

"Me quedé mirando esa sencillez. Pensé, con seguridad en voz

alta: Esto es lo mismo de hace treinta años. . . Conjeturé esa fecha:

época reciente en otros países, pero ya remota en este cambiadizo

lado del mundo. Tal vez cantaba un pájaro y sentí por

él un cariño chico, y de tamaño de pájaro; pero lo más seguro

es que en ese ya vertiginoso silencio no hubo más ruido que el

también intemporal de los grillos. El fácil pensamiento Estoy en

mil ochocientos y tantos dejó de ser unas cuantas aproximativas

palabras y se profundizó a realidad. Me sentí muerto, me sentí

HISTORIA DE LA ETERNIDAD 367

percibidor abstracto del mundo: indefinido temor imbuido de

ciencia que es la mejor claridad de la metafísica. No creí, no,

haber remontado las ^presuntivas aguas del Tiempo; más bien me

sospeché poseedor del sentido reticente o ausente de la inconcebible

palabra eternidad. Sólo después alcancé a definir esa imaginación.

"La escribo, ahora, así: Esa pura representación de hechos homogéneos

—noche en serenidad, parecita límpida, olor provinciano

de la madreselva, barro fundamental— no es meramente idéntica

a la que hubo en esa esquina hace tantos años; es, sin parecidos

ni repeticiones, la misma! El tiempo, si podemos intuir esa identidad,

es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de un

momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastan

para desintegrarlo.

"Es evidente que el número de tales momentos humanos no es

infinito. Los elementales .—los de sufrimiento físico y goce físico,

los de acercamiento del sueño, los de la audición de una música,

los de mucha intensidad o mucho desgano— son más impersonales

aún. Derivo de antemano esta conclusión: la vida es demasiado

pobre para no ser también inmortal, Pero ni siquiera tenemos

la seguridad de nuestra pobreza, puesto que el tiempo, fácilmente

refutable en lo sensitivo, no lo es también en lo intelectual, de

cuya esencia parece inseparable el concepto de sucesión. Quede,

pues, en anécdota emocional la vislumbrada idea y en la confesa

irresolución de esta hoja el momento verdadero de éxtasis y la

insinuación posible de eternidad de que esa noche no me fue avara."

*

El propósito de dar interés dramático a esta biografía de la eternidad, me

ha obligado a ciertas deformaciones: verbigracia, a resumir en cinco o seis

nombres una gestación secular.

He trabajado al azar de mi biblioteca. Entre otras obras que más serviciales

me fueron, debo mencionar las siguientes:

Die Philosophie der Griechen, von Br. Paul Beussen. Leipzig, 1919.

Works of Platinas. Translated by Thomas Taylor. London, 1817.

Passages Illustraling N eoplatonism. Translated with an introduction by E. R.

Bodds. London, 1932.

La philosophie de Platón, par Alfred Fouillée, París. 1869.

Die Welt ais Wille und Vorstellung, von Arthux Schopenhauer. Herausgegeben

von Eduard Grisebach. Leipzig, 1892.

Die Philosophie des Mittelallers, von Br. Paul Beussen. Leipzig, 1920.

¡.as confesiones de San Agustín, Versión literal por el P. Ángel C. Vega.

. Madrid, 1932.

A Monument to Saint Augustine, London, 1930.

Dogmatik, von Br. R. Rothe. Heidelberg,. 1870.

Ensayos de critica filosófica, de Menéndez y l'elayo. Madrid, 1892.

368 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS


*** 

Alguna vez (Historia de la eternidad) he procurado enumerar o recopilar

todos los testimonios de la doctrina del Eterno Regreso que fueron anteriores

a Nietzsche. Ese vano propósito excede la brevedad de mi erudición y de la

vida humana. A los testimonios ya registrados básteme agregar, por ahora,

el del Padre Feijoo (Teatro crítico universal, tomo cuarto, discurso doce).

Éste, como Sir Thomas Browne, atribuye la doctrina a Platón. La formula

así: "Uno de los delirios de Platón fue, que absuelto todo el circulo del año

magno (así llamaba a aquel espacio de tiempo en que todos los astros, después

de innumerables giros, se han de restituir a la misma postura y orden

que antes tuvieron entre sí) , se han de renovar todas las cosas; esto es, han

de volver a aparecer sobre el teatro del mundo los mismos actores a representar

los mismos sucesos, cobrando nueva existencia hombres, brutos, plantas,

piedras; en fin, cuanto hubo animado e inanimado en los anteriores

.siglos, para repetirse en ellos los mismos ejercicios, los mismos acontecimientos.

los mismos juegos de la fortuna que tuvieron en su primera existencia,"

278 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS. 

Nota al pie de página a la pág. 277.

Ficha técnica:

JORGE LUIS

BORGES

COMPLETAS

1923-1972

EMECÉ EDITORES

BUENOS AIRES

Edición dirigida y realizada por

CARLOS V. FRÍAS

© Emecé Editores, S.A, 1974

Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina

Ediciones anteriores: 62.000 ejemplares

14a edición en offset: 5.000 ejemplares

Impreso en Compañía Impresora Argentina S.A., Alsina 2041/49,

Buenos Aires, septiembre de 1984

IMI'HLSO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.

I.S.B.N.: 950-04-0217-3

39.009


domingo, 18 de octubre de 2020

Victor Hugo, el Rey Sol. 44 escritores de la literatura universal.

 


Victor Hugo, el Rey Sol

 Nacido en floreal, ese mes fértil y fragante, si acaso un poco ñoño, del calendario francés republicano, tuvo un abuelo ebanista que le transmitió la pasión por la madera. Le gustaba tallarla, trabajarla, hacer ingletes, buscar con los dedos la dirección de la veta, y pasar el cepillo, con la mansedumbre de la caricia de un amante, hasta que las virutas se convertían en espirales transparentes. Naranjas y amarillas.

Hijo de un padre militar, estricto y pedregoso, que de la mano de José Bonaparte fue gobernador de Guadalajara y conde de Sigüenza, viajó de niño a España —pantalones de terciopelo oscuro, medias, mangas largas de encaje— con un convoy de napoleones de oro. Doce millones contantes y sonantes que, cada trimestre, enviaba Napoleón al sur, erizados de bayonetas y sables, para pagar a sus soldados. Conoció la barbarie, las emboscadas y los soldados muertos, crucificados en los portones de las granjas, al lado de las noches de concierto y los bailes de oropel y opereta.

Vivió una vida aventurera paralela a aquel siglo, agitado, que se llenó de armones de artillería, adoquines y gritos de ordenanza. Y ocurrió que Francia, entera, de norte a sur, de este a oeste, fue toda La Marsellesa y la bandera tricolor, y él el poeta del pueblo. «El niño sublime», lo llamaron, cuando apenas adolescente escribió sus primeros versos, que salieron de su boca como redobles, como salvas o himnos…

Escribía en un gabinete de trabajo tapizado de damasco rojo. Allí tenía sobre un velador un sello de cristal de roca, otro de oro y la brújula de Cristóbal Colón, de cobre, en la que se leía: «La Pinta, 1492». Y allí entraron los insurgentes de la comuna, armados hasta los dientes, llamándole traidor, para encontrar, sobre una alta mesa en la que se había acostumbrado a escribir y a dibujar, las primeras páginas manuscritas de la que sería su novela inmortal, Los miserables.

Vivió más de veinte años exiliado. Paseando por las playas como un espectro, negro, de arriba abajo, y subido a los riscos donde su hijo le hacía fotos borrosas. Cuando volvió a París, lo recibieron con vítores y aplausos, como a un cantante. Fue diputado, par, caballero de la Legión de Honor y designado Rey Sol de la literatura.

Cuando murió, se decretaron funerales de Estado, con puestos de bebidas, bocadillos, vendedores ambulantes, y la gente que alquilaba escaleras de mano para ver el solemne cortejo.

La muerte. Hubo algo de ella latente, recurrente, en su vida: vio morir a su esposa, a su amante, a sus dos hijos varones, a su hija Léopoldine, ahogada, una tarde, en el Sena; a su hermano Eugène… Vio morir, asqueado, también a los muertos de la historia; los de las barricadas, los rebeldes, los conspiradores… Entre sus papeles apareció un cuaderno escolar, en el que había escrito, con catorce años: «Ser Chateaubriand o nada». Qué pretensión. Qué vocación. Qué ojo.

Ficha técnica

Nº de páginas:

236

Editorial:

SIRUELA

Idioma:

CASTELLANO

Encuadernación:

Tapa dura

ISBN:

9788416964406

Año de edición:

2017

Plaza de edición:

MADRID


sábado, 17 de octubre de 2020

IV. Sólo me resta señalar al lector mi teoría personal de la eternidad. (Fragmento. HISTORIA DE LA ETERNIDAD). JORGE LUIS BORGES.


(En la gráfica y en el orden usual: Jorge Luis Borges y Bioy Casares).

"IV.  Sólo me resta señalar al lector mi teoría personal de la eternidad.

Es una pobre eternidad ya sin Dios, y aun sin otro poseedor

y sin arquetipos. La formulé en el libro El idioma de los argentinos,

en 1928. Trascribo lo que entonces publiqué; la página

se titulaba Sentirse en muerte.

"Deseo registrar aquí una experiencia que tuve hace unas noches:

fruslería demasiado evanescente y extática para que la llame

aventura; demasiado irrazonable y sentimental para pensamiento.

Se trata de una escena y de su palabra: palabra ya antedicha por

í

366 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETAS

mí, pero no vivida hasta entonces con entera dedicación de mi

yo. Paso a historiarla, con los accidentes de tiempo y de lugar

que la declararon,

"La rememoro así. La tarde que precedió a esa noche, estuve

en Barracas: localidad no visitada por mi costumbre, y cuya distancia

de las que después recorrí, ya dio un extraño sabor a ese

día. Su noche no tenía destino alguno; como era serena, salí a

caminar y recordar, después de comer. No quise determinarle rumbo

a esa caminata; procuré una máxima latitud de probabilidades

para no cansar la expectativa con la obligatoria antevisión de

una sola de ellas. Realicé en la mala medida de lo posible, eso

que llaman caminar al azar; acepté, sin otro consciente prejuicio

que el de soslayar las avenidas o calles anchas, las más oscuras

invitaciones de la casualidad. Con todo, una suerte de gravitación

familiar me alejó hacia unos barrios, de cuyo nombre quiero

siempre acordarme y que dictan reverencia a mi pecho. No quiero

significar así el barrio mío, el preciso ámbito de la infancia, sino

sus todavía misteriosas inmediaciones: confín que he poseído

entero en palabras y poco en realidad, vecino y mitológico a un

tiempo. El revés de lo conocido, su espalda, son para mí esas calles

penúltimas, casi tan efectivamente ignoradas como el soterrado

cimiento de nuestra casa o nuestro invisible esqueleto. La marcha

me dejó en una esquina. Aspiré noche, en asueto serenísimo de

pensar. La visión, nada complicada por cierto, parecía simplificada

por mi cansancio. La irrealizaba su misma tipicidad. La calle era

de casas bajas, y aunque su primera significación fuera de pobreza,

la segunda era ciertamente de dicha. Era de lo más pobre y de lo

más lindo. -Ninguna casa se animaba a la calle; la higuera oscurecía

sobre la ochava; los portoncitos —más altos que las líneas

estiradas de las paredes— parecían obrados en la misma sustancia

infinita de la noche. La vereda era escarpada sobré la calle; la

calle era de barro elemental, barro de América no conquistado

aún. Al fondo, el callejón, ya campeano, se desmoronaba hacia el

Maldonado. Sobre la tierra turbia y caótica, una tapia rosada

parecía no hospedar luz de "luna, sino efundir luz íntima.' No

habrá manera de nombrar la ternura mejor que ese rosado.

"Me quedé mirando esa sencillez. Pensé, con seguridad en voz

alta: Esto es lo mismo de hace treinta años. . . Conjeturé esa fecha:

época reciente en otros países, pero ya remota en este cambiadizo

lado del mundo. Tal vez cantaba un pájaro y sentí por

él un cariño chico, y de tamaño de pájaro; pero lo más seguro

es que en ese ya vertiginoso silencio no hubo más ruido que el

también intemporal de los grillos. El fácil pensamiento Estoy en

mil ochocientos y tantos dejó de ser unas cuantas aproximativas

palabras y se profundizó a realidad. Me sentí muerto, me sentí

HISTORIA DE LA ETERNIDAD 367

percibidor abstracto del mundo: indefinido temor imbuido de

ciencia que es la mejor claridad de la metafísica. No creí, no,

haber remontado las ^presuntivas aguas del Tiempo; más bien me

sospeché poseedor del sentido reticente o ausente de la inconcebible

palabra eternidad. Sólo después alcancé a definir esa imaginación.

"La escribo, ahora, así: Esa pura representación de hechos homogéneos

—noche en serenidad, parecita límpida, olor provinciano

de la madreselva, barro fundamental— no es meramente idéntica

a la que hubo en esa esquina hace tantos años; es, sin parecidos

ni repeticiones, la misma! El tiempo, si podemos intuir esa identidad,

es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de un

momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastan

para desintegrarlo.

"Es evidente que el número de tales momentos humanos no es

infinito. Los elementales .—los de sufrimiento físico y goce físico,

los de acercamiento del sueño, los de la audición de una música,

los de mucha intensidad o mucho desgano— son más impersonales

aún. Derivo de antemano esta conclusión: la vida es demasiado

pobre para no ser también inmortal, Pero ni siquiera tenemos

la seguridad de nuestra pobreza, puesto que el tiempo, fácilmente

refutable en lo sensitivo, no lo es también en lo intelectual, de

cuya esencia parece inseparable el concepto de sucesión. Quede,

pues, en anécdota emocional la vislumbrada idea y en la confesa

irresolución de esta hoja el momento verdadero de éxtasis y la

insinuación posible de eternidad de que esa noche no me fue avara."

*

El propósito de dar interés dramático a esta biografía de la eternidad, me

ha obligado a ciertas deformaciones: verbigracia, a resumir en cinco o seis

nombres una gestación secular.

He trabajado al azar de mi biblioteca. Entre otras obras que más serviciales

me fueron, debo mencionar las siguientes:

Die Philosophie der Griechen, von Br. Paul Beussen. Leipzig, 1919.

Works of Platinas. Translated by Thomas Taylor. London, 1817.

Passages Illustraling N eoplatonism. Translated with an introduction by E. R.

Bodds. London, 1932.

La philosophie de Platón, par Alfred Fouillée, París. 1869.

Die Welt ais Wille und Vorstellung, von Arthux Schopenhauer. Herausgegeben

von Eduard Grisebach. Leipzig, 1892.

Die Philosophie des Mittelallers, von Br. Paul Beussen. Leipzig, 1920.

¡.as confesiones de San Agustín, Versión literal por el P. Ángel C. Vega.

. Madrid, 1932.

A Monument to Saint Augustine, London, 1930.

Dogmatik, von Br. R. Rothe. Heidelberg,. 1870.

Ensayos de critica filosófica, de Menéndez y l'elayo. Madrid, 1892.

368 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS".

Fuente:

JORGE LUIS

BORGES

COMPLETAS

1923-1972

EMECÉ EDITORES

BUENOS AIRES

Edición dirigida y realizada por

CARLOS V. FRÍAS

© Emecé Editores, S.A, 1974

Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina

Ediciones anteriores: 62.000 ejemplares

14a edición en offset: 5.000 ejemplares

Impreso en Compañía Impresora Argentina S.A., Alsina 2041/49,

Buenos Aires, septiembre de 1984

IMI'HLSO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.

I.S.B.N.: 950-04-0217-3

39.009

Hermann Hesse, el hilo de sangre. 44 escritores de la literatura universal.

 



Hermann Hesse, el hilo de sangre

Cuando nació Hermann, un bebé rollizo, rosado y sonriente, sus padres iniciaron una costumbre familiar que se prolongaría durante años. Se levantaban pronto, casi de madrugada, tomaban un café, frugal, con leche, y a la luz tenue de las lámparas, naranja y uniforme, leían en voz alta dos capítulos del Antiguo Testamento, así en ayunas. Solo después se persignaban, despertaban a la criada y vestían a los niños.

Pero ocurrió que aquel runrún de santidad melosa, de severo ascetismo, cirios y olor a incienso, no fue suficiente para impedir que el pequeño Hesse fuera un niño travieso y revoltoso. No había día en que alguien del vecindario no acudiera a quejarse porque había pegado a su hijo, o saltado un muro, o roto un cristal de una pedrada. Memmerle, decían, señalando a aquel diablillo indómito de rodillas siempre o casi siempre magulladas, que sufrió una inflación de regañinas, broncas, sopapos, bofetadas y reglazos en la palma de la mano —sin llorar, sin una queja—, que era como entonces arreglaban las cosas los docentes.

Fue un muchacho trastornado, rebelde, conflictivo en el trato, algo huraño, callado, esquivo, según sus preceptores, que se escapó una noche del seminario donde estudiaba. Cuando apareció, aterrado y hambriento, lo enviaron a una celda de castigo, a pan y agua, y en la pared, grabada en el estuco, descubrió la firma de su hermano mayor, que había estado allí siete años antes. Fue a parar a una institución para adolescentes con problemas, donde el director hacía exorcismos, y a punto estuvo de perderse para siempre, si no llega a ser por la jardinería, el dibujo, la música.

Después fue aprendiz de relojero, librero, trabajó con un anticuario, y por las noches, robando tiempo al sueño, a los amigos, se hizo escritor. Siempre le gustó el campo, caminar con el sol en la cara, nadar… Se casó tres veces, y tuvo tres hijos, el más pequeño, Martin, que fue fotógrafo, y que le hizo, al cabo de los años, todas las fotos buenas que hay de él.

Nunca consiguió del todo escapar de la penalidad, de la pobreza, de una Europa, como él, enferma, infortunada. Nunca estuvo conforme. No quiso resignarse a la guerra, a Hitler, al terror, a los judíos perseguidos… Convertido en autor de éxito, la gente iba a visitarlo, a su casa, o le escribía. A veces —harto— pedía a su amigo Günter Böhmer que saliera a la calle vestido como él, para despistar a quienes le paraban, le tocaban las manos, y le pedían consejo. También le gustaba escapar en un viejo descapotable que tenía su última mujer, Ninon, lleno de abolladuras y arañazos porque nunca fue demasiado buena conduciendo.

Murió una noche, por sorpresa, después de escuchar a Mozart. Su esposa lo encontró por la mañana, acostado. Tan plácido el gesto que habría jurado que estaba dormido si no hubiera sido por un hilillo de sangre que le caía por la comisura de los labios, casi invisible. Casi.

Ficha técnica

Nº de páginas:

236

Editorial:

SIRUELA

Idioma:

CASTELLANO

Encuadernación:

Tapa dura

ISBN:

9788416964406

Año de edición:

2017

Plaza de edición:

MADRID


martes, 13 de octubre de 2020

Historia de la eternidad (1936) . OBRAS COMPLETAS. EMECÉ EDITORES. JORGE LUIS BORGES.



Historia de la eternidad

(1936) 

HISTORIA DE LA ETERNIDAD 351

P R Ó L O G O

Poco diré de la singular "historia de la eternidad" que da nombre

a estas páginas. En el principio hablo de la filosofía platónica;

en un trabaja que aspiraba al rigor cronológico, más razonable hubiera

sido partir de los hexámetros de Parménides ("no ha sido

nunca ni será, porque es"). No sé cómo pude comparar a "inmóviles

piezas de museo" las formas de Platón y cómo no entendí,

leyendo a Schopenhauer y al Erígena, que éstas son vivas, poderosas

y orgánicas. El movimiento, ocupación de sitios distintos

en instantes distintos, es inconcebible sin tiempo; asimismo lo es

la inmovilidad, ocupación de un mismo lugar en distintos puntos

del tiempo. ¿Corno pude no sentir que la eternidad, anhelada

con amor por tantos poetas, es un artificio espléndido que nos

libra, siquiera de manera fugaz, de la intolerable opresión de lo

sucesivo?

Dos artículos he agregado que complementan o rectifican el

texto: La metáfora de 1952, El tiempo circular de 1943.

El improbable o acaso inexistente lector de Las kenningar

puede interrogar el manual Literaturas germánicas medievales,

que escribí con María Esther Vázquez. Quiero no omitir la mención

de dos aplicadas monografías: Die Kenningar der Skalden,

Leipizg, 1921, de Rudolf Meissner y Die Altenglischen Kenningar,

Hale, 1938, de Herta Marquardt.

El acercamiento á Almotásim es de 193?; he leído hace poco

The Sacred Fount (1901), cuyo argumento general es tal vez

análogo. El narrador, en la delicada novela de james, indaga si

en B influyen A o C; en El acercamiento a Almotásim, presiente

o adivina a través de B la remotísima existencia de Z, a quien B

no conoce.

El mérito o la culpa de la resurrección de estas páginas no

tocará por cierto a mi karma, sino al de mi generoso y tenaz

amigo José' Edmundo Clemente. '

JLB.

Fuente:

© Emecé Editores, S.A, 1974

Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina

Ediciones anteriores: 62.000 ejemplares

14a edición en offset: 5.000 ejemplares

Impreso en Compañía Impresora Argentina S.A., Alsina 2041/49,

Buenos Aires, septiembre de 1984

IMI'HLSO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.

I.S.B.N.: 950-04-0217-3

39.009

sábado, 10 de octubre de 2020

Apéndice EL APRENDIZAJE DEL ESCRITOR por Jorge Luis Borges


 (En la gráfica: Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges).

Apéndice


EL APRENDIZAJE DEL ESCRITOR



por Jorge Luis Borges


   

El oficio del poeta, el oficio del escritor, es un oficio raro. Chesterton dijo: «only one thing is needful, everything» (solo una cosa es necesaria, todo). Ese todo para un escritor es más que una palabra genérica; ese todo para un escritor es literal. Representa lo capital, lo esencial, representa las experiencias humanas. Por ejemplo, un escritor necesita soledad, y consigue su parte. Un escritor necesita amor, y será amado y amante. Un escritor necesita amistad. De hecho, un escritor necesita el universo. Ser un escritor es, en un sentido, ser el que sueña despierto; vivir una suerte de doble vida.

Yo publiqué el primer libro mío, Fervor de Buenos Aires, en el año 1923. Este libro no fue un elogio de Buenos Aires; en cambio, yo traté de expresar cómo me sentía en relación con mi ciudad. Sé que entonces quedó en falta de muchas cosas, porque aunque en mi casa viví en una atmósfera literaria —mi padre fue un hombre de letras— aún eso no fue suficiente. Yo necesitaba algo más, que eventualmente encontré en la amistad y en la conversación literaria.

Lo que una gran universidad debería ofrecer a un joven escritor es precisamente eso: conversación, discusión, el arte del acuerdo y, lo que es acaso más importante, el arte del desacuerdo. Y como resultado de todo eso, es posible que llegue el momento en que el joven escritor sienta que puede transmutar sus emociones en poesía. Un joven escritor debería empezar, desde luego, imitando a los escritores que le gusten. De modo que el escritor se convierte en sí mismo perdiéndose a sí mismo —esa extraña forma de doble vida, de vivir en la realidad tanto como se pueda y al mismo tiempo de vivir en esa otra realidad, aquella que uno tiene que crear, la realidad de sus sueños.

Este es el propósito esencial del programa de escritura de la Facultad de Artes de la Universidad de Columbia. Hablo en nombre de los muchos jóvenes en Columbia quienes se esfuerzan por ser escritores, los muchos jóvenes que todavía no han descubierto la entonación de sus propias voces. He pasado recientemente dos semanas aquí, pronunciando conferencias ante ávidos estudiantes escritores. Puedo ver lo que estos talleres significan para ellos; puedo ver cuán importantes son para el avance de la literatura. En mi propia tierra, los jóvenes no tienen tales oportunidades.

Pensemos en los aún anónimos poetas, aún anónimos escritores, a quienes debiéramos reunir y mantenerlos juntos. Estoy seguro de que es nuestra responsabilidad ayudar a estos futuros bienhechores a alcanzar ese descubrimiento final de sí mismos que hace a la gran literatura. La literatura no es un mero juego de palabras; lo que importa es lo que no queda dicho, o lo que puede ser leído entre líneas. Si no fuera por este profundo ímpetu íntimo, la literatura no sería más que un juego, y todos nosotros sabemos que puede ser mucho más que eso.

Todos tenemos el placer de la lectura, pero el escritor tiene asimismo el placer y la tarea de la escritura. Debemos a todos los jóvenes escritores la oportunidad de reunirse, les debemos la oportunidad de acordar o desacordar y, finalmente, les debemos la oportunidad de lograr el arte de la escritura. Muchas gracias.

 

 

   


JORGE FRANCISCO ISIDORO LUIS BORGES (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986). Fue un escritor argentino y uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX.

Jorge Luis Borges procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la independencia del país. Su antepasado, el coronel Isidro Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango de coronel. Pero fue su padre, Jorge Guillermo Borges Haslam, quien rompiendo con la tradición familiar se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la uruguaya Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135.

En su casa se hablaba en español e inglés, así que desde su niñez Borges fue bilingüe, y aprendió a leer inglés antes que castellano, a los cuatro años y por influencia de su abuela materna. Estudió primaria en Palermo y tuvo una institutriz inglesa. En 1914 su padre se jubila por problemas de visión, trasladándose a Europa con el resto de su familia y, tras recorrer Londres y París, se ve obligada a instalarse en Ginebra (Suiza) al estallar la Primera Guerra Mundial, donde el joven Borges estudió francés y cursó el bachillerato en el Lycée Jean Clavin.

Es en este país donde entra en contacto con los expresionistas alemanes, y en 1918, a la conclusión de la Primera Guerra Mundial, se relacionó en España con los poetas ultraístas, que influyeron poderosamente en su primera obra lírica. Tres años más tarde, ya de regreso en Argentina, introdujo en este país el ultraísmo a través de la revista Proa, que fundó junto a Güiraldes, Bramón, Rojas y Macedonio Fernández. Por entonces inició también su colaboración en las revistas Sur, dirigida por Victoria Ocampo y vinculada a las vanguardias europeas, y Revista de Occidente, fundada y dirigida por el filósofo español José Ortega y Gasset. Más tarde escribió, entre otras publicaciones, en Martín Fierro, una de las revistas clave de la historia de la literatura argentina de la primera mitad del siglo XX. No obstante su formación europeísta, siempre reivindicó temáticamente sus raíces argentinas, y en particular porteñas.

Ciego desde 1955 por la enfermedad congénita que había dejado también sin visión a su padre, desde entonces requerirá permanentemente de la solicitud de su madre y de un escogido círculo de amistades que no dudan en realizar con él una solidaria labor amanuense, colaboración que resultará muy fructífera. Borges accedió a casarse en 1967 con una exnovia de juventud, Elsa Astete, por no contrariar a su madre, pero el matrimonio duró solo tres años y fue «blanco». La noche de bodas la pasó cada uno en su casa. Sus amigos coinciden en que el día más triste de su vida fue el 8 de julio de 1975, cuando tras una larga agonía fallece su madre.

Fue profesor de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires —donde obtiene la cátedra en 1956—, presidente de la Asociación de Escritores Argentinos y director de la Biblioteca Nacional, cargo del que fue destituido por el régimen peronista y en el que fue repuesto a la caída de este, en 1955. Tradujo al castellano a importantes escritores estadounidenses, como William Faulkner, y publicó con Bioy Casares una Antología de la literatura fantástica (1940) y una Antología de la poesía gauchesca (1956), así como una serie de narraciones policíacas, entre ellas Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) y Crónicas de Bustos Domecq (1967), que firmaron con el seudónimo conjunto de H. Bustos Domecq.

Publicó ensayos breves, cuentos y poemas. Su obra, fundamental en la literatura y en el pensamiento universal, y que además, ha sido objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones, trasciende cualquier clasificación y excluye todo tipo de dogmatismo.

Es considerado uno de los eruditos más reconocidos del siglo XX. Ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, silogismos ornitológicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, thrillers teológicos, nostálgicas geometrías y recuerdos inventados son parte del inmenso paisaje que las obras de Borges ofrecen tanto a los estudiosos como al lector casual. Y sobre todas las cosas, la filosofía, concebida como perplejidad, el pensamiento como conjetura, y la poesía, la forma suprema de la racionalidad. Siendo un literato puro pero, paradójicamente, preferido por los semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y mitólogos, Borges ofrece —a través de la perfección de su lenguaje, de sus conocimientos, del universalismo de sus ideas, de la originalidad de sus ficciones y de la belleza de su poesía— una obra que hace honor a la lengua española y la mente universal.

Doctor Honoris Causa por las universidades de Cuyo, los Andes, Oxford, Columbia, East Lansing, Cincinnati, Santiago, Tucumán y La Sorbona, Caballero de la Orden del Imperio Británico, miembro de la Academia de Artes y Ciencias de los Estados Unidos y de la The Hispanic Society of America, algunos de los más importantes premios que Borges recibió fueron el Nacional de Literatura, en 1957; el Internacional de Editores, en 1961; el Premio Internacional de Literatura otorgado por el Congreso Internacional de Editores en Formentor (Mallorca) compartido con Samuel Beckett, en 1969; el Cervantes, máximo galardón literario en lengua castellana, compartido con Gerardo Diego, en 1979; y el Balzan, en 1980. Tres años más tarde, el gobierno español le concedió la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio y el gobierno francés la Legión de Honor.

A pesar de su enorme prestigio intelectual y el reconocimiento universal que ha merecido su obra, sus posturas políticas le impidieron ganar el Premio Nobel de Literatura, al que fue candidato durante casi treinta años, posturas que evolucionaron desde el izquierdismo juvenil al nacionalismo y después a un liberalismo escéptico desde el que se opuso al fascismo y al peronismo. Fue censurado por permanecer en Argentina durante las dictaduras militares de la década de 1970, aunque jamás apoyó a la Junta militar. Con la restauración democrática en 1983 se volvió más escéptico.

El 26 de abril de 1986 se casa por poderes en Colonia Rojas Silva, en el Chaco paraguayo, con María Kodama —secretaria y acompañante de sus viajes desde 1975—. El escritor nunca llegó a convivir con Kodama, con quien se casó 45 días antes de su muerte. La apresurada boda, que levantó la suspicacia de algunos conocidos del escritor y de los medios de comunicación, convirtió a Kodama en heredera de un gran patrimonio tanto económico como intelectual. «Borges y yo somos una misma cosa, pero la gente no puede entenderlo», sentenció. Kodama se convirtió en presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luís Borges.

El escritor falleció en Ginebra el 14 de junio de 1986.

 Fuente:

Título original: Borges on Writing

Jorge Luis Borges, 1972

Traducción: Julián Ezquerra

Diseño de cubierta: Eduardo Ruiz

EDITORIAL SUDAMERICANA


 

jueves, 8 de octubre de 2020

(Conferencia. Poesía. Universidad de Columbia. Año: 1971. Fragmento 2). Jorge Luis Borges.



 "Todo joven poeta se siente un Adán que nombra las cosas. Pero lo cierto es que un poeta no es Adán y que tiene una larga tradición detrás de él. Esa tradición es el lenguaje en el que escribe y la literatura que ha leído. Yo creo que es más prudente para un joven escritor demorar la invención y la irreverencia por un tiempo y tratar meramente de escribir como algún buen escritor a quien admire".  Jorge Luis Borges.

(Conferencia. Poesía. Universidad de Columbia. Año: 1971. Fragmento 2).

Conferencias. Universidad de Columbia, año 1971. Jorge Luis Borges. Fragmento 1.



 "Uno tiene que ser técnicamente mucho más hábil para intentar el verso libre que para intentar lo que ustedes quizá reconozcan como anticuado. Desde luego, si alguno resultara ser Walt Whitman, tendrá el ímpetu íntimo, o la urgencia íntima, que lo haga capaz y digno del verso libre, pero no todos tenemos esa suerte". Conferencias. Universidad de Columbia, año 1971. Jorge Luis Borges.

Comentario:

En desacuerdo con el maestro Borges.  El verso libre posee tanta dificultad como cualquier forma clásica del poema. Estamos ante dos paradigmas literarios: en el primero, saber donde termina el poema; en el segundo: buscar la métrica y la rima para armar el soneto. J. Méndez-Limbrick.

Archivo del blog

MANUAL DE CREATIVIDAD LITERARIA DE LA MANO DE LOS GRANDES AUTORES FRAGMENTO

  Literatura y vida Prólogo de Alicia Mariño Espuelas   Leer para vivir, como decía Gustave Flaubert, y como reza al comienzo de este libr...

Páginas