jueves, 16 de junio de 2016

FRAGMENTOS. LECTURAS. NOVELA. LA MONTAÑA MÁGICA. Página 496.


"El extranjero, que tenía aproximadamente la edad de Settembrini, era un vecino de éste, el segundo realquilado del sastre modista Lukacek, un señor llamado Naphta, según les pareció oír a los dos jóvenes.
Era un hombre de baja estatura y delgado, iba afeitado y era de una fealdad tan acusada que uno se sentía tentado de calificarla de corrosiva. Los dos primos estaban sorprendidos. Todo en él era penetrante: la nariz curva que dominaba su rostro, la boca, de labios delgados y apretados, las lentes convexas de sus antiparras, muy ligeras, que defendían sus ojos de un gris claro, y el mismo silencio que guardaba y del que se podía deducir que su palabra sería tajante y lógica. No llevaba sombrero, como era costumbre. El traje era elegante, un vestido de franela azul marino, con estrechas rayas blancas muy bien cortado, de una elegancia discretamente adaptada a la moda, como pudieron comprobar, con su discreta mirada de hombre de sociedad, los dos primos que, al mismo tiempo, sufrieron un examen de su propia persona, aunque más rápido y penetrante por parte de Naphta".

miércoles, 15 de junio de 2016

CONTINUACIÓN. ADOLFO BIOY CASARES. DIARIOS ÍNTIMOS. BORGES.


CONTINUACIÓN. ADOLFO BIOY CASARES. DIARIOS ÍNTIMOS. BORGES. Fuente: Editorial Destino. 2006. Barcelona.

1949
[Enero a junio. Silvina Ocampo y Bioy Casares viajan a los Estados
Unidos y a Europa.]

Martes, 5 de julio. Borges anda muy ocupado con sus clases. No lee
en publico; habla. Ha dictado un curso sobre escritores norteamericanos;
dicta uno sobre escritores ingleses modernos, otro sobre místicos,
otro sobre literatura inglesa. Dio en el Rosario una conferencia sobre literatura
fantástica; dará, en la ciudad de Córdoba, otra sobre Dante; en
otra parte una sobre Martín Fierro. Interviene en debates públicos; improvisa
en banquetes.

Jueves, 21 de julio. Hoy, por primera vez, oí una conferencia de Borges.
Hablo sobre George Moore. Hablo tan naturalmente que me hizo
pensar que la dificultad de hablar en publico debía de ser ficticia. No habla
con énfasis de orador: conversa, razonando libre e inteligentemente.
Viernes, 22 de julio. En Buenos Aires. Come en casa Borges. Después
de comer, vino Susana Soca: una especie de fantasma abúlico, con manía
expositiva, evidente debilidad de juicio, dificultad casi penosa para hablar
y extraña pronunciación (.carasho!).1 Cuando se iban, en un aparte
demasiado cercano, Borges me confió: «Es una opa. No por lo que dice.
1. Cf. GRONDONA, Mariana, El chal violeta y otros relatos [Centro Cultural Corregidor,
1982: 92]: «[Susana Soca] tenia un modo de hablar muy particular y la convivencia con la
sociedad no era su fuerte. Era demasiado personal, un tanto absurda [...]».
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1949
La inteligencia no esta en lo que las personas dicen: es una cuestión facial.
Todo el mundo dice las estupideces de Schopenhauer».
Julio. La madre de Borges creía que a Estela Canto le interesaba en
particular el male element o, como decía mi suegra, el male elephant.
Borges accionaba con la taza sobre la elegantísima Ema Risso Platero;
esta exclamo: «Una sola gota de café sobre Marcel Rochas y te
mato». (El vestido era de la casa Marcel Rochas.)
En Buenos Aires, las mujeres se habían puesto a escribir. Una señora
le dijo a Borges: «Antes de Victoria, esto no se usaba».
«No me gusta este señor —decía Norah Borges de un viejo vecino de
Palermo— porque es débil y sanguinario. Lo imagino solo en su casa, tocando
un tamborcito y gritando: ".A degüello! .A degüello!".»
Según Borges, cuando Ibarra señalaba un error en un autor famoso,
añadía: «El genio no esta para pavadas».
Un rematador, según Borges, decía: «Es uno de esos tipos que llevan
pantalones como ventilador».
Por teléfono, leo a Borges una frase de Anderson Imbert en un articulo
sobre la Celestina:1 «Yo lo admiro a Fernando de Rojas por la violencia
con que le abre las braguetas al mundo». Al rato, Borges llama para
preguntarme como era la frase. Cuando se la leo, comenta: «Ah, dice
mundo. Yo creí que decía vida. Hubiera sido otro error. Pero, sin embargo,
mundo esta mal. Sin duda, quiso escribir vida o realidad, pero eran palabras
femeninas. Sin duda, escribió vida y a la semana advirtió el error y
corrigió». Del mismo dice: «.Lo conoces? Es una persona muy inculta.
Viéndolo, uno piensa, como decía no se quien, que tiene menos porvenir
en la literatura que un malevo con anteojos negros».
Escribiendo los cuentos de Bustos Domecq, creimos descubrir que
los personajes se definen por la manera de hablar: si el autor imagina
1. «Comedia de Calisto y Melibea» [Realidad, n° 15 (1949)]. Reseña la edición [Estrada
(«Clásicos castellanos»), 1949] prologada por Bioy.
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1949
como hablan, los conoce, no se equivoca sobre su psicología. Borges
opina que una prueba de esto se encuentra en el Martín Fierra a pesar de
que en todo libro los episodios son como adjetivos, a pesar de que los episodios
del Martín Fierro describen al héroe como un hombre pendenciero
y sanguinario, si dijésemos que Martín Fierro es un simple Juan Mo
reira u Hormiga Negra cualquier argentino nos desmentiría. Hay una
nobleza estoica en el tono del libro, o de lo mejor del libro, que ha creado
el personaje; y las circunstancias de su biografía —o las intenciones
del autor— se dejan de lado o se olvidan.
Con Borges inventamos estas frases:
«Señorita, su nariz brilla como si nosotros tuviéramos anteojos negros».
«Usted se da buena vida, don Sopa Seca.»
«A usted no lo desvela el detalle del calzado, don Dedo Gordo.»
«Usted no me va a negar que le gusta la sociedad de las damas, don
Pellizco.»
«No lo recuerdo al señor. Me parece un desconocido visto de atrás.»
También dimos en inventar este tipo de frases:1
EN MENOS QUE trepa un cerdo
pongo un huevo
suda un negro
crece un callo
caga un feo
robo un queso
meto un dedo
cuento un dedo
baila un conde
suena un pedo
mata un hongo
nace un chino
trago un bollo
huelo un queso
trago un pelo
1. Cf. las frases de Mario Bonfanti en «Las previsiones de Sangiacomo» (1942) [«en menos
que trepa un cerdo», «...que tose un viejo», «...que cuento un dedo»] y en B-BC
(1946a) [«En menos que baila un conde»].
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1949
calzo un gorro
duermo un rato
baja un corto
tarda un rengo
mira un tuerto
encuentro un bizco
olvido un pedo
afeito a un calvo
pido un queso
pasa un ano.
Frase para Gervasio Montenegro: «Esa noche, cuando entre en mi
cuarto, tuve la sorpresa de recibir un solo balazo».
Con Borges y Silvina inventamos este juego: decir:
«Que deliciosas uvas, tienen gusto a queso de chancho».
«Que agua mas agradable, parece bizcochitos secos.»
«Trajeron un champagne tan rico que parecía queso de garbanzos.»
Caminábamos con Borges por un barrio de quintas, en Mar del
Plata, y de pronto sentí un olor que me conmovió. Borges me dijo que
los recuerdos que mas nos emocionan son los de olores y gustos, porque
suelen estar rodeados de abismos de olvido: hay que oler el mismo olor
para recordar un olor, hay que sentir el mismo gusto para recordar un
gusto (no ocurre así con imágenes y sonidos). .Con que emoción volvemos
a oler el mismo olor que por ultima vez olimos en tiempos lejanos,
en lugares a los que nunca volveremos! (Comparar con Proust, A la recherche
du temps perdu, I, 1, in fine.)
Borges le conto a Martínez Estrada que habíamos recibido anónimos
por la Antología poética. Martinez Estrada le dijo que «ya se sabe, todos los
anónimos estan escritos por Manuel Galvez o por Ramon Doll, y que nadie
esta libre —ni Enrique Larreta».
Borges, de una lista de obras de Hugh Walpole incluibles en nuestra
colección de novelas («La Puerta de Marfil»), quiso omitir The Killer and
the Slain, por grosera e inconclusa (en el sentido de terminación). Yo le
dije que seria la ultima que excluiría: su argumento deja un agradable dibujo
en la mente del lector.
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1949
Nos confesamos uno a otro que cuanto interlocutor nos hablaba de la
Antología de la literatura fantástica nos preguntaba por que no habíamos incluido
«El sincope blanco» de Quiroga, y que para no decirles que ese
cuento nos parecía una estupidez, simulábamos no conocerlo, y tomábamos
nota para la inclusión en futuras ediciones. .Como ese cuento, que es
una ostensible estupidez, pudo gustar tanto? Creo que las razones son:
poca experiencia de la gente de aquí en la literatura fantástica; basta la
idea de una especie de estación ferroviaria de la otra vida. El lector imagina
sobre ese dato y prescinde de las torpes particularidades de la lectura.
Lunes, 25 de julio. Anoche Borges dio una excelente conferencia sobre
Swedenborg. Después conversamos un rato —Borges, Estela Canto,
Marta Mosquera, Wilcock, Silvina y yo— en un café de la calle Santa Fe,
entre Libertad y Cerrito. Referi, como tantas veces, el apócrifo origen
bestial de los apodos el Gallo y el Pollo.1 Borges contó el caso del comisario
Bertoni. Se decía que hombres como el comisario Bertoni se habían
acabado, que ya no habría mas funcionarios con ese sentido del deber,
de la justicia y de la responsabilidad. Una anécdota ilustraba estas prendas
del comisario. Junto a la comisaria había un baldío y allá pastaba una
potranca a la que le había echado el ojo un muchacho del barrio, un
mozo pierna. Una madrugada, en la seguridad de que no habria nadie, el
mozo se le acerco sigilosamente, la volteo y se la cogio. Bertoni, que no
era sonso y que estaba en todo, había maliciado las intenciones del joven
vecino y esa mañana había madrugado mas de lo habitual. Desde el alero
de la comisaria, donde mateaba, vigilaba el potrerito. En el momento
oportuno se apareció en el lugar del hecho y sorprendió al mozo. Con
aquel sentido del deber y de la responsabilidad que ya no volvera a verse,
le dijo al mozo: «Bajate los pantalones» y ahí nomás le rompió el culo.
Borges recordó riendo que también en la Biblia se dice que hay que matar
con la misma arma a la persona y al animal.2
BORGES: «Casi todas las personas deben de sentir que tienen algo
que expresar aunque —seguramente— ese mensaje secreto3 es ilusorio.
Por ejemplo: .que podría revelar Urena?».
1. «Aniceto el Gallo» fue uno de los seudónimos de Hilario Ascasubi [en su Aniceto el
Gallo (1872)]; «Anastasio el Pollo», el de su declarado discípulo Estanislao del Campo. El apócrifo
origen se refiere a supuestas copulas con aves de corral.
2. Levitico 20:15-16.
3. Cf. CHESTERTON, G. K., Robert Browning (1903), VIII: «Browning believed that to every

martes, 14 de junio de 2016

Fragmentos. Lecturas. Novela. La Montaña Mágica. Thomas Mann.

Fragmentos. Lecturas. Novela. La Montaña Mágica. Thomas Mann.
"...¿Qué es el tiempo? Un misterio sin realidad propia y omnipotente. Es una condición del mundo de los fenómenos, un movimiento mezclado y unido a la existencia de los cuerpos en el espacio y a su movimiento. Pero ¿habría tiempo si no hubiese movimiento? ¿Habría movimiento si no hubiese tiempo? ¡Es inútil preguntar! ¿Es el tiempo función del espacio? ¿O es lo contrario? ¿Son ambos una misma cosa? ¡Es inútil continuar preguntando! El tiempo es activo, produce. ¿Qué produce? Produce el cambio. El ahora no es el entonces, el aquí no es el allí, pues entre ambas cosas existe siempre el movimiento. Pero como el movimiento por el cual se mide el tiempo es circular y se cierra sobre sí mismo, ese movimiento y ese cambio se podrían calificar perfectamente de reposo e inmovilidad. El entonces se repite sin cesar en el ahora, y el allá se repite en el aquí. Y, como por otra parte, a pesar de los más desesperados esfuerzos, no se ha podido representar un tiempo finito ni un espacio limitado, se ha decidido creer que el tiempo y el espacio son eternos e infinitos con la esperanza de conseguir una explicación un poco más perfecta. Pero al establecer el postulado de lo eterno y lo infinito, ¿no destruye lógica y matemáticamente todo lo infinito y limitado? ¿No queda todo reducido a cero? ¿Es posible una sucesión en lo eterno? ¿Es posible una superposición en lo finito? ¿Cómo armonizar estas hipótesis auxiliares de lo eterno y lo infinito con los conceptos de distancia, movimiento y cambio? ¿No queda más que la presencia de los cuerpos limitados en el universo? ¡Es inútil preguntar!
Hans Castorp se planteaba estas cuestiones y otras semejantes. Su cerebro, desde su llegada a estas alturas, se había mostrado siempre dispuesto a tales disquisiciones y sutilezas, y para experimentar un placer peligroso, pero inmenso, que había pagado muy caro, se había dedicado a tales cuestiones y enfrascado en especulaciones temerarias. Se interrogaba a sí mismo, al buen Joachim y al valle cubierto, desde tiempos inmemoriales, por una nieve espesa; pero ya sabía que no podía esperar contestación alguna a sus preguntas. Por eso se interrogaba a sí mismo, porque no encontraba ninguna respuesta".

lunes, 13 de junio de 2016

Adolfo Bioy Casares. Diarios íntimos. Borges.1948 Sábado...


1948
Sábado, 3 de enero. En Pardo. A la tarde leí a mis padres «La fiesta
del Monstruo»1 (ya lo habían leído). Me parece que no se aburrieron.
Lunes, 12 de enero. Vuelta a Buenos Aires. Come en casa Borges. Me cuenta que a la tarde estuvieron en Sur Sabato y González Lanuza y que él de pronto comprendió que los aborrecía y se fue.
Martes, 13 de enero. Comen en casa Angélica Ocampo, Bianco y Borges. Borges me dice que leyó De Francesca a Beatrice y el epílogo de Ortega y Gasset,2 y que ambos son una vergüenza: «Naturalmente, Victoria y Ortega sostienen que no se puede leer el Dante porque los comentadores se interponen entre él y nosotros: las notas impiden la lectura.3 ¿Qué hacía Victoria sino otro comentario? Tal vez las biografías y los ensayos sustituyan a los clásicos; tal vez las notas sean indispensables». Después, hablando de la idea de un libro y de los sucesivos borradores, agrega: «El
libro es la sombra de algo que está en la mente del autor y que el autor
no conoce claramente: esa sombra llega a ser y lo otro desaparece. La
obra llega a ser lo real y la idea va quedando como un vestigio de la obra,
progresivamente más irreal. Al ver los poemas tempranos de Yeats —buenos

1. Terminado el 24 de noviembre de 1947, circuló como samizdat hasta ser publicado
en 1955.
2. De Francesca a Beatrice (1924), de Victoria Ocampo, fue publicado con un epílogo polémico
de Ortega y Gasset en 1928. Victoria respondió con una «Contestación» en S, nº 2
(1931).
3. Mastronardi también lo dijo (Nota de ABC).
33
1948

al cabo de veinte años, tras muchas correcciones—, he pensado que
los escribió para llegar a esta forma: son poemas que han necesitado toda
la vida del autor para llegar a la forma perfecta. Tal vez no haya, en la
mente de los poetas, poemas malos; tal vez en casi todos los poemas malos
habrá un poema bueno, que movió a escribir al autor. Yeats empezó
a escribir los suyos porque confusamente los adivinaba como son ahora,
como quedaron después de las últimas correcciones; los poemas malos
serían poemas no concluidos».
Miércoles 14 al domingo 18 de enero. En Buenos Aires, trabajando
las mañanas y las noches con Borges. Borges recordó la conversación de
Sabato y González Lanuza, ambos admirados con los capítulos de la novela
de Sabato publicados en Sur.1 Sabato habría preguntado si no sería
demasiado fuerte. Borges me dice: «Muchos autores viven en el temor de
que sus escritos sean demasiado fuertes y el peligro inevitable es que sean
demasiado débiles».

Fuente: Editorial Sudamericana.

domingo, 12 de junio de 2016

ADOLFO BIOY CASARES. DIARIOS ÍNTIMOS. BORGES.


1947
Miércoles, 21 de mayo. Empece el diario. Llegaron de Emece Eran
siete, Lord Jim y Las rejas de hierro.
Domingo, 28 de diciembre. En Pardo. Conversación con Silvina. Dice
que cada uno de nosotros tiene un tema, al que siempre vuelve: Borges,
la repetición infinita; ella, los diarios proféticos; yo, la evasión a unos pocos
días de felicidad, que eternamente se repiten: La invención de Morel,
«El perjurio de la nieve», la novela (o cuento) que ahora escribo (de los
tres días y tres noches de Carnaval). Le conté que referí a Borges «El otro
laberinto», en una versión muy tosca, hacia 1935, mientras caminábamos
por la calle Vicente López, cerca del cementerio de la Recoleta; el me hablo
de Berkeley Square, film basado en The Sense of the Past, despues empece
—y abandone— la novela Pasado mortal y, en dos o tres meses de 1945, escribí
«El otro laberinto».1

Lunes, 29 de diciembre. Conversación con Silvina sobre Borges. Me
dijo que yo escribo mejor, con mayor naturalidad. Esto demuestra como
esta cegada en mi favor. Le lei un articulo de Borges sobre Pascal.2 Convino

1. Borges conocia el argumento de The Sense of the Past (p. 1917) de H. James gracias a
The Destructive Element (1935) de S. Spender [VAZQUEZ (1980): 137-8]. Para el de Pasado
mortal (1938), vease MARTINO (1996): 66-7. El film Berkeley Square, de Frank Lloyd, se estreno
en 1933.
Fuente: Emecé Editores.
2. «Pascal: Pensées» (1947).
31
1947

en que esta admirablemente escrito. Leyéndolo sentí lo lejos que estoy
de saber pensar bien, amplia y justamente; de saber construir las frases;
de tener una inventiva enérgica y feliz. La de este articulo es la prosa
—aireada, tranquila— que Borges debería cultivar.

Fragmento. LA MONTAÑA MÁGICA. Thomas Mann.


Fragmento. La Montaña Mágica. Páginas 425-426.
"La señora Chauchat, que estaba allí, frente a él, se había arreglado para el Carnaval. Llevaba un vestido nuevo, al menos Hans Castorp no se lo había visto llevar nunca, una seda ligera y oscura, casi negra, que no brillaba más que de vez en cuando con un reflejo moreno, dorado y acariciante, un vestido de escote redondo y discreto que no descubría más que el cuello hasta la unión con las clavículas y, por detrás, las vértebras de la nuca ligeramente salientes bajo los cabellos cuando inclinaba la cabeza. Pero los brazos de Clawdia estaban desnudos hasta los hombros; sus brazos, que eran a la vez frágiles y llenos, y al mismo tiempo frescos y cuya extraordinaria blancura se destacaba sobre la seda sombría de una manera tan seductora que Hans Castorp cerró los ojos y murmuró interiormente: «¡Dios mío!»
Jamás había visto aquello. Conocía los vestidos de baile, los escotes admitidos y solemnes, «reglamentarios», que eran mucho más grandes que ése, sin ser, ni mucho menos, tan provocativos.
Quedaba plenamente demostrado el error de la antigua suposición de Hans Castorp considerando que el atractivo formidable de los brazos que había visto a través de un velo de gasas, no hubiera sido tan profundo sin aquella «transfiguración» sugestiva. ¡Error! ¡Fatal extravío! La desnudez completa, impresionante, de esos admirables miembros de un organismo enfermo y envenenado, constituía una seducción mucho más emocionante que la transformación de antes, una aparición a la que no se podía contestar de otra manera que bajando la cabeza y exclamando sin voz: «¡Dios mío!»".

sábado, 11 de junio de 2016

Fragmento. Novela. El Laberinto Del Verdugo. J.Méndez-Limbrick.


(3)
Los archivos del vampiro.
Investigaciones.
Teorías.

Posteriormente, vinieron las acotaciones de una tal Beatriz Muriel Nigroponte, que días atrás llegó a importunarlo con la teoría de que estaba investigando por cuenta propia los asesinatos en la Zona del Vampiro y a un grupo de personas que sospechaba estarían involucradas con los hechos de sangre.
La tarde que Ernesto la atendió en la oficina no le indicó ni que sí ni que no acerca de la teoría que le propuso: una cofradía era la autora de los crímenes. Ernesto pensó que no era conveniente intercambiar información con una desconocida así de golpe y porrazo, en este caso con una abogadita de mierda que jugaba a lo Sherlock Holmes.

Bioy Casares. Diarios íntimos. Borges.


1931-1946
Creo que mi amistad con Borges procede de una primera conversacion,
ocurrida en 1931 o 32, en el trayecto entre San Isidro y Buenos Aires.
Borges era entonces uno de nuestros jovenes escritores de mayor renombre
y yo un muchacho con un libro publicado en secreto. Ante una
pregunta sobre mis autores preferidos, tome la palabra y, desafiando la
timidez, que me impedia mantener la sintaxis una frase entera, emprendi
el elogio de la prosa desvaida de un poetastro que dirigia la pagina
literaria de un diario porteno. Quizas para renovar el aire, Borges
amplio la pregunta:
—De acuerdo —concedio—, pero fuera de Fulano, .a quien admira,
en este siglo o en cualquier otro?
—A Gabriel Miro, a Azorin, a James Joyce —conteste.
.Que hacer con una respuesta asi? Por mi parte no era capaz de explicar
que me agradaba en los amplios frescos biblicos y aun eclesiasticos
de Miro, en los cuadritos aldeanos de Azorin ni en la garrula cascada de
Joyce, apenas entendida, de la que se levantaba, como irisado vapor, todo
el prestigio de lo hermetico, de lo extrano y de lo moderno. Borges dijo
algo en el sentido de que solo en escritores entregados al encanto de la
palabra hallan los jovenes literatura en cantidad suficiente. Despues, hablando
de la admiracion por Joyce, agrego:
—Claro. Es una intencion, un acto de fe, una promesa. La promesa
de que les gustara —se referia a los jovenes— cuando lo lean.
De aquella epoca me queda un vago recuerdo de caminatas entre casitas
de barrios de Buenos Aires o entre quintas de Adrogue y de interminables,
exaltadas conversaciones sobre libros y argumentos de libros. Se que
27
1931-1946
una tarde, en los alrededores de la Recoleta, le referi la idea del «Perjurio
de la nieve», cuento que escribi muchos anos despues, y que otra tarde llegamos
a una vasta casa de la calle Austria, donde conoci a Manuel Peyrou y
reverentemente oimos en un disco La mauvaise priere, cantada por Damia.
En 1935 o 36 fuimos a pasar una semana a una estancia en Pardo,
con el proposito de escribir en colaboracion un folleto comercial, aparentemente
cientifico, sobre los meritos de un alimento mas o menos
bulgaro.1 Hacia frio, la casa estaba en ruinas, no saliamos del comedor,
en cuya chimenea crepitaban llamas de eucaliptos. Aquel folleto significo
para mi un valioso aprendizaje; despues de su redaccion yo era otro escritor,
mas experimentado y avezado. Toda colaboracion con Borges
equivalia a anos de trabajo. Intentamos tambien un soneto enumerativo,2
en cuyos tercetos no recuerdo como justificamos el verso
los molinos, los angeles, las eles
y proyectamos un cuento policial —las ideas eran de Borges— que trataba
de un doctor Preetorius, un aleman vasto y suave, director de un colegio,
donde por medios hedonicos (juegos obligatorios, musica a toda
hora) torturaba y mataba a ninos.3 Este argumento es el punto de partida
de toda la obra de Bustos Domecq y Suarez Lynch.
Entre tantas conversaciones olvidadas, recuerdo una de esa remota
semana en el campo. Yo estaba seguro de que para la creacion artistica y
literaria era indispensable la libertad total, la libertad idiota, que reclamaba
uno de mis autores, y andaba como arrebatado por un manifiesto,
leido no se donde, que unicamente consistia en la repeticion de dos palabras:
Lo nuevo;4 de modo que me puse a ponderar la contribucion a las
artes y a las letras, del sueno, de la irreflexion, de la locura. Me esperaba
una sorpresa. Borges abogaba por el arte deliberado, tomaba partido con
Horacio y con los profesores, contra mis heroes, los deslumbrantes poetas
1. Leche Cuajada [La Martona, 1935]. El folleto es un cuadernillo de dieciseis paginas
en octavo menor, en cuya cubierta aparece una ilustracion de Silvina Ocampo.
2. «Los angeles lampinos», soneto aliterado del que solo sobreviven cuatro versos.
3. «El doctor Preetorius» [LN, 1 / 1 1 / 9 0 ] . La inspiracion, segun ha descubierto Alfredo
Grieco y Bavio, proviene de la comedia de Curt Goetz, Dr. Med. Hiob Praetorius, estrenada en
Stuttgart en diciembre de 1932; Borges habria conocido su argumento a traves de la minuciosa
descripcion de Olaf Anderson —«Apuntes del teatro aleman. El Dr. Job Praetorius»—
aparecida en LN, 1/7/34.
4. GOMEZ DE LA SERNA, Ramon, Ismos [Madrid: Biblioteca Nueva, 1931]: 14-15.
28
tas y pintores de vanguardia. Vivimos ensimismados, poco o nada sabemos
de nuestro projimo. En aquella discusion Borges me dejo la ultima
palabra y yo atribui la circunstancia al valor de mis razones, pero al dia
siguiente, a lo mejor esa noche, me mude de bando y empece a descubrir
que muchos autores eran menos admirables en sus obras que en las
paginas de criticos y de cronistas, y me esforce por inventar y componer
juiciosamente mis relatos.
Por dispares que fueramos como escritores, la amistad cabia, porque
teniamos una compartida pasion por los libros. Tardes y noches conversamos
de Johnson, de De Quincey, de Stevenson, de literatura fantastica,
de argumentos policiales, de L'Illusion Comique, de teorias literarias, de las
contrerimes de Toulet, de problemas de traduccion, de Cervantes, de Lugones,
de Gongora y de Quevedo, del soneto, del verso libre, de literatura
china, de Macedonio Fernandez, de Dunne, del tiempo, de la relatividad,
del idealismo, de la Fantasia metafisica de Schopenhauer, del
neo-criol de Xul Solar, de la Critica del lenguaje de Mauthner.
En 1936 fundamos la revista Destiempo. El titulo indicaba nuestro anhelo
de sustraernos a supersticiones de la epoca. Objetabamos particularmente
la tendencia de algunos criticos a pasar por alto el valor intrinseco
de las obras y a demorarse en aspectos folkloricos, teluricos o vinculados
a la Historia literaria o a las disciplinas y estadisticas sociologicas. Creiamos
que los preciosos antecedentes de una escuela eran a veces tan dignos
de olvido como las probables, o inevitables, trilogias sobre el gaucho,
la modista de clase media, etcetera.
La manana de septiembre en que salimos de la imprenta de Colombo,
en la calle Hortiguera, con el primer numero de la revista, Borges propuso,
un poco en broma, un poco en serio, que nos fotografiaramos para la Historia.
Asi lo hicimos en una modesta galeria de barrio. Tan rapidamente se
extravio esa fotografia, que ni siquiera la recuerdo. Destiempo reunio en sus
paginas a escritores ilustres y llego al numero 3.
En muy diversas tareas he colaborado con Borges: hemos escrito
cuentos policiales y fantasticos de intencion satirica, guiones para el cinematografo,
articulos y prologos; hemos dirigido colecciones de libros,
compilado antologias, anotado obras clasicas. Entre los mejores momentos
de mi vida estan las noches en que anotamos Urn Burial, Christian
Morals y Religio Medici de sir Thomas Browne y la Agudeza y arte de ingenio
de Gracian y aquellas otras, de algun invierno anterior, en que
elegimos textos para la Antologia fantastica y tradujimos a Swedenborg, a
Poe, a Villiers de L'Isle-Adam, a Kipling, a Wells, a Beerbohm.
29
1931-1946
.Como evocar lo que senti en nuestros dialogos de entonces? Comentados
por Borges, los versos, las observaciones criticas, los episodios
novelescos de los libros que yo habia leido aparecian con una verdad
nueva y todo lo que no habia leido, como un mundo de aventuras, como
el sueno deslumbrante que por momentos la vida misma llega a ser.
Me pregunto si parte del Buenos Aires de ahora que ha de recoger
la posteridad no consistira en episodios y personajes de una novela inventada
por Borges. Probablemente asi ocurra, pues he comprobado que
muchas veces la palabra de Borges confiere a la gente mas realidad que la
vida misma.
30
Fuente: Editorial Destino.

viernes, 10 de junio de 2016

ADOLFO BIOY CASARES. Diarios íntimos. Borges.


Escritos a lo largo de mas de cincuenta años, los diarios de Bioy Casares
—de los que procede este libro— conforman un vasto universo donde
los apuntes de las conversaciones con Borges conviven con el testimonio
de la vida cotidiana y el frecuente examen de cuestiones de conducta.
Porque representan la madurez estilistica de su autor y presuponen la
adopcion de un ideal de perfeccion para maestros, que «acoge lo superfluo y
la digresion», no es casual que comiencen en 1947. Durante la decada anterior,
las severidades de la literatura deliberada habian impuesto a las ficciones
de Bioy un estudiado distanciamiento ajeno a la confidencia; sus
diarios, en cambio, corresponden al impulso que aparece en los ultimos
cuentos de La trama celeste y en El sueno de los heroes donde, seguro de haber
«aprendido lo suficiente en la profesion de escritor», presta atencion
creciente a la caracterizacion psicologica, abunda en digresiones y alcanza
en la prosa su fluidez coloquial definitiva.
Las primeras entradas ya contienen anotaciones que Borges incluye:
en un mismo movimiento, las tendencias que consentian y propiciaban
11
la actividad del diarista, tambien la volvian, desde una mirada nada discipular,
hacia el interlocutor inmediato. A este impulso, propio del progreso
de su estilo, contribuia, sin duda, el ejemplo de la Vida de Samuel
Johnson de Boswell, especialmente despues de la edicion de una Suma de
Johnson, prologada y anotada por Bioy entre 1944 y 1946, destinada a
una coleccion, luego frustrada, de antologias de autores clasicos proyectada
junto a Borges.
En septiembre de 1946 termino Bioy su prologo a la Suma; en 1947
empezo a registrar las «interminables, exaltadas conversaciones» con
Borges, afanes en los que persevero, calladamente, durante casi cuarenta
anos. Desde 1987 publico fragmentos de esas charlas, que aspiraba a reunir,
segun anuncio en 1990, en un libro donde Borges apareceria «riendose
de las cosas que el mismo respetaba, hablando como un amigo intimo
». En 1996, dentro de nuestro plan de edicion de sus papeles privados,
acordamos realizarlo: examine sus diarios, sus cuadernos de apuntes, sus
libretas y su correspondencia, y, durante 1997 y 1998 revisamos, organizamos
y corregimos el texto, que leimos integramente en su version final
no menos de dos veces antes del adverso milagro de 1999.
«Lo que podria hacer —explico alguna vez Bioy— es solo contar como
lo vi yo, como fue conmigo. Corregir algunos errores que se cometieron
sobre el, defender a Borges y, sobre todo, defender la verdad.»
Ojala esta edicion sea fiel a ese proposito.
DANIEL MARTINO
p. 12

miércoles, 8 de junio de 2016

DIARIOS ÍNTIMOS. ADOLFO BIOY CASARES.


DIARIOS ÍNTIMOS. ADOLFO BIOY CASARES.
"Adolfo Bioy Casares nació en Buenos Aires
el 15 de septiembre de 1914. Fue un maestro
del cuento y de la novela breve. La agudeza
de su inteligencia, el tono satírico de su prosa
y una suerte de cualidad visionaria de su
imaginación le permitieron unir la alta
literatura con la aceptación popular,
singularmente entre los jóvenes. La invención
de Morel (1940) anticipó en casi medio siglo
la aparición de la realidad virtual; uno de sus
primeros cuentos, "Los milagros no se
recuperan", sugiere la existencia de clones
humanos; Diario de la guerra del cerdo (1969)
resultó un inesperado precursor de las
revueltas estudiantiles. Entre sus novelas
también cabe destacar las extraordinarias El
sueño de los héroes (1954) y Dormir al sol (1973).
Entre sus cuentos brillan relatos clásicos como
"En memoria de Paulina" o "El lado de la
sombra". Amigo entrañable de Jorge Luis
Borges, formó con él una sociedad que
cambiaría el rumbo de la literatura en
castellano. Juntos escribieron varios
volúmenes de cuentos bajo el seudónimo
H. Bustos Domecq y dirigieron para Emecé
la célebre colección de novelas policiales "El
séptimo círculo", entre otros trabajos. Su
influencia recíproca se reflejó a lo largo del
tiempo en sus obras individuales, que
tendieron progresivamente hacia una serena
perfección. En 1990 fue distinguido con el
premio Cervantes de literatura. Murió en
Buenos Aires el 8 de marzo de 1999".
Editorial: Sudamericana.

martes, 7 de junio de 2016

Los caballos de abdera. Leopoldo Lugones. Juan Domingo Argüelles.

 
  Dijo Borges que la obra de Lugones es una de las máximas aventuras del castellano, y ello es verdad, aunque sería bueno ofrecer a los lectores algunas razones para tan concluyente afirmación. Leopoldo Lugones (1874-1938), poeta, narrador y ensayista argentino, llevó a cabo un ejercicio de renovación en la literatura no sólo de su país, sino del continente. Protagonista del modernismo, influyó de manera decisiva en el quehacer de nuevas generaciones, mismas que admiraron y trataron de emular sus audacias en el lenguaje, así como sus conceptos estéticos.
    Más conocido como poeta que como cuentista, Lugones introdujo en las letras hispanoamericanas nuevas formas expresivas que coincidieron con las osadías literarias de Rubén Darío, la máxima figura modernista. Precisamente, fue Darío quien, en 1897, saludó con júbilo el primer libro de versos de Lugones: Las montañas del oro, en el cual el escritor argentino despierta el asombro con sus retumbantes y fogosos versos, llenos de vigor inusitado, en los que se advierten las sombras tutelares de Victor Hugo y Walt Whitman.
    A partir de entonces, Lugones se convierte en un escritor fundamental para las letras de Hispanoamérica. En la poesía introdujo nuevos ritmos, adoptó novedosas métricas, inventó palabras y creó metáforas bizarras. En la prosa, propaló ideas políticas avanzadas, cultivó el ensayo y la polémica, la historia y la filosofía, y sorprendió con su fértil imaginación y con el dominio absoluto de la fantasía. Abrevó en la teosofía, el espiritismo, el ocultismo, la cosmogonía, las matemáticas y, en general, las ciencias. Se interesó por todo aquello que le ayudara a explorar los sentimientos y pasiones de los seres humanos. Y es esto lo que más destaca en su obra narrativa. Se le considera fundador, en nuestras tierras, del cuento fantástico que, años más tarde, sería explotado de manera intensiva por escritores de la talla de Borges, Cortázar y Bioy Casares.
    Dentro de su producción literaria destacan los siguientes libros de poesía: Los crepúsculos del jardín, Lunario sentimental, Odas seculares, El libro fiel, Las horas doradas, Romancero y Romances del Río Seco. Como ensayista es autor de un libro fundamental para las letras argentinas: El payador. En el terreno de lo histórico-literario emprendió El imperio jesuítico y La guerra gaucha. Publicó también una biografía: Historia de Sarmiento, así como otros estudios políticos, estéticos, polémicos o sencillamente técnicos, entre los que se pueden mencionar Piedras liminares, Prometeo, La reforma educacional, Mi beligerancia, El tamaño del espacio, La torre de Casandra y La grande Argentina. Todo ello sin contar sus muchas páginas dispersas en periódicos y revistas.
    En la prensa periódica vieron la luz algunos de sus mejores cuentos, que se suman a los dos volúmenes que en vida publicó Lugones: Las fuerzas extrañas (1906) y Cuentos fatales (1924). Esta obra cuentística revela a uno de los narradores más imaginativos y amenos que haya producido nuestro continente.
    A las muchas aportaciones de su poesía, Lugones agregó las virtudes de varios relatos que pueden estar en las antologías más exigentes del cuento fantástico. Ninguna duda cabe, en este sentido, al ennumerar textos como "La lluvia de fuego", "Yzur", "Los caballos de Abdera", "La estatua de sal" y "El puñal".
    Borges califica estos cuentos como precisos y admirables, y Raimundo Lida asegura que Las fuerzas extrañas "dejó profunda huella en la cuentística posterior de carácter fantástico". Por su parte, Nicolás Cócaro, en su antología Cuentos fantásticos argentinos (1960), dice que "por primera vez y anticipándose a Horacio Quiroga, un escritor explora con obstinación las zonas de la imaginación y las constantes del más allá". Advierte que la influencia de Edgar Allan Poe en Lugones es notoria, y asegura que el autor de Cuentos fatales "buceó con ahínco inusitado en teorías ocultas y en ensayos científicos y cosmogónicos" para documentar sus textos.
    Añade que "abarcó todos los géneros —menos el teatro—, destacándose en forma poco frecuente en nuestros escritores —más allá de sus artículos de circunstancias y de sus ensayos— como cuentista, aspecto en el que es poco conocido". Ciertamente, no sólo Cócaro ha hecho notar esto. Guillermo Ara, biógrafo de Lugones, y el mismo Borges, aseguran que la obra cuentística del autor de Las fuerzas extrañas merece una atención mayor por parte de lectores y críticos, ya que la dimensión del poeta suele ocultar la importancia del cuentista.
    En la bibliografía disponible de Lugones son varios los tomos de poesía, ya sea antológicos o de reediciones de sus títulos más significativos. No sucede esto mismo con su prosa narrativa y, particularmente, con su obra cuentística, la cual a pesar de que es disfrutable en alto grado, sólo hasta ahora empieza a reeditarse en México, además de que se conocen dos o tres libros antológicos, entre ellos uno que preparó Borges para el editor italiano Franco Maria Ricci y que se reimprimió en Madrid en 1985: La estatua de sal.
    En 1949, el hijo de Leopoldo Lugones antologó la Obra en prosa de su padre, pero son escasas las páginas que destinó a la cuentística. Se inclinó más bien por la prosa ensayística e historiográfica, política y pedagógica. De cualquier modo, este valioso libro ya sólo es posible consultarlo en bibliotecas y, como hemos dicho, traiciona las expectativas de quien busca al Lugones cuentista.
    La presente selección incluye una decena de narraciones provenientes lo mismo de Las fuerzas extrañas que de los Cuentos fatales, añadiéndose otras de compilaciones generales de cuentos y de las pocas que, en especial, se han dedicado al cuento lugoniano.
    Los relatos de Lugones participan de la fantasía desaforada, de la especulación científica y de la exploración morbosa de las fuerzas del mal. Como ha hecho notar Leopoldo Lugones hijo, su padre era especialmente afecto a "investigar las simas del misterio". Escrutó los terrenos de lo desconocido y sembró en el lector la ansiedad y la duda sobre asuntos que evidentemente le obsesionaban. Al igual que en su poesía, en su prosa Lugones privilegia las atmósferas extrañas, la fatalidad de la existencia y lo impredecible del destino.
    Gran lector de la Biblia y de los clásicos, en general, muchos de sus cuentos presentan estas influencias y están situados en tiempos remotos; por ejemplo, "La lluvia de fuego", "La estatua de sal" y "Los caballos de Abdera". Otros textos reflejan lo misterioso o lo atroz en el carácter enfermizo o atormentado de los personajes, y en no pocas ocasiones en los excesos de la experimentación científica; en este sentido tenemos "Yzur", "Viola acherontia" y "Un fenómeno inexplicable". Hasta en los cuentos mexicanos tremendos hay una sombra de adversidad que enrarece las circunstancias y torna los afanes de la costumbre y aun del amor en algo destructivo o por lo menos maléfico; tales son los casos de "El puñal", "Águeda", "El milagro de san Wilfrido" y "Francesca".
    Leopoldo Lugones fue un creador de universos y de palabras. Renovó las estéticas hispanoamericanas, agotó las metáforas, practicó métricas y ritmos insólitos en su momento, se interesó por la ciencia y no le fueron ajenas las pasiones de la política y la discusión. Como punto final de todos sus arrojos, la tarde del 18 de febrero de 1938, en la isla del Tigre, en Argentina, puso fin a su vida con una fuerte dosis de cianuro. Años atrás había escrito: "Dueño el hombre de su vida, lo es también de su muerte."
    Nos quedan su obra y su actitud audaces, ambas admirables, y sin disminución considerable de los rigores del tiempo. En su Breve historia del modernismo (1954), Max Henríquez Ureña escribió algo que podemos reiterar, con entera puntualidad: "Fue Lugones un espíritu superior y un trabajador infatigable. Dejó una obra tan variada y rica, que raro será encontrar en la América española quien la iguale o supere en abundancia y mérito."
   Juan Domingo Argüelles

(Fragmento).












LOS CABALLOS DE ABDERA
    Abdera, la ciudad tracia del Egeo, que actualmente es Balastra y que no debe ser confundida con su tocaya bética, era célebre por sus caballos. 
    Descollar en Tracia por sus caballos, no era poco; y ella descollaba hasta ser única. Los habitantes todos tenían a gala la educación de tan noble animal, y esta pasión cultivada a porfía durante largos años, hasta formar parte de las tradiciones fundamentales, había producido efectos maravillosos. Los caballos de Abdera gozaban de fama excepcional, y todas las poblaciones tracias, desde los cicones hasta los bisaltos, eran tributarios en esto de los bistones, pobladores de la mencionada ciudad. Debe añadirse que semejante industria, uniendo el provecho a la satisfacción, ocupaba desde el rey hasta el último ciudadano. 
    Estas circunstancias habían contribuido también a intimar las relaciones entre el bruto y sus dueños, mucho más de lo que era y es habitual para el resto de las naciones; llegando a considerarse las caballerizas como un ensanche del hogar, y extremándose las naturales exageraciones de toda pasión, hasta admitir caballos en la mesa. Eran verdaderamente notables corceles, pero bestias al fin. Otros dormían en cobertores de biso; algunos pesebres tenían frescos sencillos, pues no pocos veterinarios sostenían el gusto artístico de la raza caballar, y el cementerio equino ostentaba entre pompas burguesas, ciertamente recargadas, dos o tres obras maestras. El templo más hermoso de la ciudad estaba consagrado a Anón, el caballo que Neptuno hizo salir de la tierra con un golpe de su tridente; y creo que la moda de rematar las proas en cabezas de caballo, tenga igual proveniencia: siendo seguro en todo caso que los bajos relieves hípicos fueron el ornamento más común de toda aquella arquitectura. El monarca era quien se mostraba más decidido por los corceles, llegando hasta tolerar a los suyos verdaderos crímenes que los volvieron singularmente bravíos; de tal modo que los nombres de Podargos y de Lampón figuraban en fábulas sombrías; pues es del caso decir que los caballos tenían nombres como personas. 
    Tan amaestrados estaban aquellos animales, que las bridas eran innecesarias, conservándolas únicamente como adornos, muy apreciados desde luego por los mismos caballos. La palabra era el medio usual de comunicación con ellos; y observándose que la libertad favorecía el desarrollo de sus buenas condiciones, dejábanlos todo el tiempo no requerido por la albarda o el arnés en libertad de cruzar a sus anchas las magníficas praderas formadas en el suburbio, a la orilla del Kossínites para su recreo y alimentación. 
    A son de trompa los convocaban cuando era menester, y así para el trabajo como para el pienso eran exactísimos. Rayaba en lo increíble su habilidad para toda clase de juegos de circo y hasta de salón, su bravura en los combates, su discreción en las ceremonias solemnes. Así, el hipódromo de Abdera tanto como sus compañías de volatines; su caballería acorazada de bronce y sus sepelios, habían alcanzado tal renombre, que de todas partes acudía gente a admirarlos: mérito compartido por igual entre domadores y corceles. 
    Aquella educación persistente, aquel forzado despliegue de condiciones, y para decirlo todo en una palabra, aquella humanización de la raza equina iban engendrando un fenómeno que los bistones festejaban como otra gloria nacional. La inteligencia de los caballos comenzaba a desarrollarse pareja con su conciencia, produciendo casos anormales que daban pábulo al comentario general. 
    Una yegua había exigido espejos en su pesebre, arrancándolos con los dientes de la propia alcoba patronal y destruyendo a coces los de tres paneles cuando no le hicieron el gusto. Concedido el capricho daba muestras de coquetería perfectamente visible. Balios, el más bello potro de la comarca, un blanco elegante y sentimental que tenía dos campañas militares y manifestaba regocijo ante el recitado de hexámetros heroicos, acababa de morir de amor por una dama. Era la mujer de un general, dueño del enamorado bruto, y por cierto no ocultaba el suceso. Hasta se creía que halagaba su vanidad, siendo esto muy natural, por otra parte, en la ecuestre metrópoli. 
    Señalábase igualmente casos de infanticidio, que aumentando en forma alarmante, fue necesario corregir con la presencia de viejas mulas adoptivas; un gusto creciente por el pescado y por el cáñamo cuyas plantaciones saqueaban los animales; y varias rebeliones aisladas que hubo de corregirse, siendo insuficiente el látigo, por medio del hierro candente. Esto último fue en aumento, pues el instinto de rebelión progresaba a pesar de todo. 
    Los bistones, más encantados cada vez con sus caballos, no paraban mientes en eso. Otros hechos más significativos produjéronse de allí a poco. Dos o tres atalajes habían hecho causa común contra un carretero que azotaba su yegua rebelde. Los caballos resistíanse cada vez más al enganche y al yugo, de tal modo que empezó a preferirse el asno. Había animales que no aceptaban determinado apero; mas como pertenecían a los ricos, se defería a su rebelión comentándola mimosamente a título de capricho. 
    Un día los caballos no vinieron al son de la trompa, y fue menester constreñirlos por la fuerza; pero los subsiguientes no se reprodujo la rebelión. 
    Al fin ésta ocurrió cierta vez que la marea cubrió la playa de pescado muerto, como solía suceder. Los caballos se hartaron de eso, y se les vio regresar al campo suburbano con lentitud sombría. 
    Medianoche era cuando estalló el singular conflicto. 
    De pronto un trueno sordo y persistente conmovió el ámbito de la ciudad. Era que todos los caballos se habían puesto en movimiento a la vez para asaltarla, pero esto se supo luego, inadvertido al principio en la sombra de la noche y la sorpresa de lo inesperado. Como las praderas de pastoreo quedaban entre las murallas, nada pudo contener la agresión; y añadido a esto el conocimiento minucioso que los animales tenían de los domicilios, ambas cosas acrecentaron la catástrofe. Noche memorable entre todas, sus horrores sólo aparecieron cuando el día vino a ponerlos en evidencia, multiplicándolos aun. Las puertas reventadas a coces yacían por el suelo dando paso a feroces manadas que se sucedían casi sin interrupción. Había corrido sangre, pues no pocos vecinos cayeron aplastados bajo el casco y los dientes de la banda en cuyas filas causaron estragos también las armas humanas. 
    Conmovida de tropeles, la ciudad oscurecíase con la polvareda que engendraban; y un extraño tumulto formado por gritos de cólera o de dolor, relinchos variados como palabras a los cuales mezclábase uno que otro doloroso rebuzno, y estampidos de coces sobre las puertas atacadas, unía su espanto al pavor visible de la catástrofe. Una especie de terremoto incesante hacía vibrar el suelo con el trote de la masa rebelde, exaltado a ratos como en ráfaga huracanada por frenéticos tropeles sin dirección y sin objeto; pues habiendo saqueado todos los plantíos de cáñamo, y hasta algunas bodegas que codiciaban aquellos corceles pervertidos por los refinamientos de la mesa, grupos de animales ebrios aceleraban la obra de destrucción. Y por el lado del mar era imposible huir. Los caballos, conociendo la misión de las naves, cerraban el acceso del puerto. 
    Sólo la fortaleza permanecía incólume y empezábase a organizar en ella la resistencia. Por lo pronto cubríase de dardos a todo caballo que cruzaba por allí, y cuando caía cerca era arrastrado al interior como vitualla. 
    Entre los vecinos refugiados circulaban los más extraños rumores. El primer ataque no fue sino un saqueo. Derribadas las puertas, las manadas introducíanse en las habitaciones, atentas sólo a las colgaduras suntuosas con que intentaban revestirse, a las joyas y objetos brillantes. La oposición a sus designios fue lo que suscitó su furia. 
    Otros hablaban de monstruosos amores, de mujeres asaltadas y aplastadas en sus propios lechos con ímpetu bestial; y hasta se señalaba a una noble doncella que sollozando narraba entre dos crisis su percance: el despertar en la alcoba a la media luz de la lámpara, rozados sus labios por la innoble jeta de un potro negro que respingaba de placer el belfo enseñando su dentadura asquerosa; su grito de pavor ante aquella bestia convertida en fiera, con el resplandor humano y malévolo de sus ojos incendiados de lubricidad; el mar de sangre con que la inundara al caer atravesado por la espada de un servidor... 
    Mencionábase varios asesinatos en que las yeguas se habían divertido con saña femenil, despachurrando a mordiscos a las víctimas. Los asnos habían sido exterminados, y las mulas subleváronse también, pero con torpeza inconsciente, destruyendo por destruir, y particularmente encarnizadas contra los perros. 
    El tronar de las carreras locas seguía estremeciendo la ciudad, y el fragor de los derrumbes iba aumentando. Era urgente organizar una salida, por más que el número y la fuerza de los asaltantes la hiciera singularmente peligrosa, si no se quería abandonar la ciudad a la más insensata destrucción. 
    Los hombres empezaron a armarse; mas, pasado el primer momento de licencia, los caballos habíanse decidido a atacar también. 
    Un brusco silencio precedió al asalto. Desde la fortaleza distinguían el terrible ejército que se congregaba, no sin trabajo, en el hipódromo. Aquello tardó varias horas, pues cuando todo parecía dispuesto, súbitos corcovos y agudísimos relinchos cuya causa era imposible discernir, desordenaban profundamente las filas. 
    El sol declinaba ya, cuando se produjo la primera carga. No fue, si se permite la frase, más que una demostración, pues los animales se limitaron a pasar corriendo frente a la fortaleza. En cambio, quedaron acribillados por las saetas de los defensores. 
    Desde el más remoto extremo de la ciudad, lanzáronse otra vez, y su choque contra las defensas fue formidable. La fortaleza retumbó entera bajo aquella tempestad de cascos, y sus recias murallas dóricas quedaron, a decir vedad, profundamente trabajadas. 
    Sobrevino un rechazo, al cual sucedió muy luego un nuevo ataque. 
    Los que demolían eran caballos y mulos herrados que caían a docenas; pero sus filas cerrábanse con encarnizamiento furioso, sin que la masa pareciera disminuir. Lo peor era que algunos habían conseguido vestir sus bardas de combate en cuya malla de acero se embotaban los dardos. Otros llevaban jirones de tela vistosa, otros, collares, y pueriles en su mismo furor, ensayaban inesperados retozos. 
    De las murallas los conocían. ¡Dinos, Aethon, Ameteo, Xanthos! Y ellos saludaban, relinchaban gozosamente, enarcaban la cola, cargando en seguida con fogosos respingos. Uno, un jefe ciertamente, irguióse sobre sus corvejones, caminó así un trecho manoteando gallardamente al aire como si danzara un marcial balisteo, contorneando el cuello con serpentina elegancia, hasta que un dardo se le clavó en medio del pecho... 
    Entre tanto, el ataque iba triunfando. Las murallas empezaban a ceder. 
    Súbitamente una alarma paralizó a las bestias. Unas sobre otras, apoyándose en ancas y lomos, alargaron sus cuellos hacia la alameda que bordeaba la margen del Kossínites; y los defensores volviéndose hacia la misma dirección, contemplaron un tremendo espectáculo. Dominando la arboleda negra, espantosa sobre el cielo de la tarde, una colosal cabeza de león miraba hacia la ciudad. Era una de esas fieras antediluvianas cuyos ejemplares, cada vez más raros, devastaban de tiempo en tiempo los montes Ródopes. Mas nunca se había visto nada tan monstruoso, pues aquella cabeza dominaba los más altos árboles, mezclando a las hojas teñidas de crepúsculo las greñas de su melena. 
    Brillaban claramente sus enormes colmillos, percibíase sus ojos fruncidos ante la luz, llegaba en el hálito de la brisa su olor bravío, inmóvil entre la palpitación del follaje, herrumbrada por el sol casi hasta dorarse su gigantesca crin, alzábase ante el horizonte como uno de esos bloques en que el pelasgo, contemporáneo de las montañas, esculpió sus bárbaras divinidades. 
    Y de repente empezó a andar, lento como el océano. Oíase el rumor de la fronda que su pecho apartaba, su aliento de fragua que iba sin duda a estremecer la ciudad cambiándose en rugido. 
    A pesar de su fuerza prodigiosa y de su número, los caballos sublevados no resistieron semejante aproximación. Un solo ímpetu los arrastró por la playa, en dirección a la Macedonia, levantando un verdadero huracán de arena y de espuma, pues no pocos disparábanse a través de las olas. 
    En la fortaleza reinaba el pánico. ¿Qué podrían contra semejante enemigo? ¿Qué gozne de bronce resistiría a sus mandíbulas? ¿Qué muro a sus garras...? 
    Comenzaban ya a preferir el pasado riesgo (al fin en una lucha contra bestias civilizadas), sin aliento ni para enflechar sus arcos, cuando el monstruo salió de la alameda. No fue un rugido lo que brotó de sus fauces, sino un grito de guerra humano, el bélico "¡alalé!" de los combates, al que respondieron con regocijo triunfal los "hoyohei" y los "hoyotohó" de la fortaleza. 
    ¡Glorioso prodigio! 
    Bajo la cabeza del felino, irradiaba luz superior el rostro de un numen; y mezclados soberbiamente con la flava piel, resaltaban su pecho marmóreo, sus brazos de encina, sus muslos estupendos. 
    Y un grito, un solo grito de libertad, de reconocimiento, de orgullo, llenó la tarde: 
   —¡Hércules, es Hércules que llega!

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