domingo, 5 de abril de 2015

FEDERICO GARCIA LORCA.Y EL CICLO DE NEW YORK.


FEDERICO GARCIA LORCA.Y EL CICLO DE NEW YORK.

Es interesante que, por  lo general siempre se hable del poeta granadino como representante del neopopularismo sin tomar en consideración otras corrientes literarias que el poeta exploró. ¿La razón de mi reflexión? Es evidente: Lorca fue más que neopopularista. Lo anterior queda demostrado con su ciclo que abarca de 1929 a 1935, con obras como: "Poeta en New York" (1929) en poesia. «Así que pasen cinco años» 1930-1931, "El público" (1930), Comedia sin titulo (1935), en teatro. Es evidente que para este período de su vida el poeta ha evolucionado y experimentará nuevas formas poéticas tanto en teatro como en poesía alejándose del "neopopularismo" de forma radical. He aquí un ejemplo de lo anterior: J. Méndez-Limbrick.


(Obra de teatro: "Así que pasen cinco años. Acto Segundo. Fragmento).
MANIQUÍ.
Yo canto
muerte que no tuve nunca,
dolor de velo sin uso,
con llanto de seda y pluma.
Ropa interior que se queda
helada de nieve oscura,
sin que los encajes puedan
competir con las espumas.
Telas que cubren la carne
serán para el agua turbia.
Y en vez de rumor caliente,
quebrado torso de lluvia.
¿Quién usará la ropa buena
de la novia chiquita y morena?
JOVEN.
Se la pondrá el aire oscuro
jugando al alba en su gruta,
ligas de raso los juncos,
medias de seda la luna.
Dale el velo a las arañas
para que coman y cubran
las palomas, enredadas
en sus hilos de hermosura.
Nadie se pondrá tu traje,
forma blanca y luz confusa,
que seda y escarcha fueron
livianas arquitecturas.
MANIQUÍ.
Mi cola se pierde por el mar.
JOVEN.
Y la luna lleva en vilo tu corona de azahar.
MANIQUÍ. (Irritado.)
No quiero. Mis sedas tienen,
hilo a hilo y una a una,
ansia de calor de boda.
Y mi camisa pregunta
dónde están las manos tibias
que oprimen en la cintura.
JOVEN.
Yo también pregunto. ¡Calla!
MANIQUÍ.
Mientes. Tú tienes la culpa.
Pudiste ser para mí
potro de plomo y espuma,
el aire roto en el freno
y el mar atado en la grupa.
Pudiste ser un relincho
y eres dormida laguna,
con hojas secas y musgo
donde este traje se pudra.
Mi anillo, señor, mi anillo de oro viejo.
JOVEN.
¡Se hundió por las arenas del espejo!
MANIQUÍ.
¿Por qué no viniste antes?
Ella esperaba desnuda
como una sierpe de viento
desmayada por las puntas.
JOVEN. (Levantándose.)
Silencio. Déjame. ¡Vete!,
o te romperé con furia
las iniciales de nardo,
que la blanca seda oculta.
Vete a la calle a buscar
hombros de virgen nocturna
o guitarras que te lloren
seis largos gritos de música.
Nadie se pondrá tu traje.
MANIQUÍ.
Te seguiré siempre.
JOVEN.
¡Nunca!
MANIQUÍ.
¡Déjame hablarte!
JOVEN.
¡Es inútil!
¡No quiero saber!
MANIQUÍ.
Escucha.
Mira.
JOVEN.
¿Que?
MANIQUÍ.
Un trajecito
que robé de la costura.
(Enseña un traje rosa de niño.)
Dos fuentes de leche blanca
mojan mis sedas de angustia
y un dolor blanco de abejas
cubre de rayos mi nuca.
Mi hijo. ¡Quiero a mi hijo!
Por mi falda lo dibujan
estas cintas que me estallan
de alegría en la cintura.
¡Y es tu hijo!
JOVEN. (Coge el trajecito.)
Sí, mi hijo:
donde llegan y se juntan
pájaros de sueño loco
y jazmines de cordura.
(Angustiado.)
¿Y si mi niño no llega...?
Pájaro que el aire cruza
¿no puede cantar?
MANIQUÍ.
No puede.
JOVEN.
¿Y si mi niño no llega...?
Velero que el agua surca
¿no puede nadar?
MANIQUÍ.
No puede.
JOVEN.
Quieta el arpa de la lluvia,
un mar hecho piedra ríe
últimas olas oscuras.
MANIQUÍ.
¿Quién se pondrá mi traje? ¿Quién se lo pondrá?
JOVEN. (Entusiasmado y rotundo.)
Se lo pondrá mujer que espera por las orillas de la mar.
MANIQUÍ.
Te espera siempre, ¿recuerdas?
Estaba en tu casa oculta.
Ella te amaba y se fue.
Tu niño canta en su cuna
y como es niño de nieve
espera la sangre tuya.
Corre, a buscarla, ¡deprisa!,
y entrégamela desnuda
para que mis sedas puedan,
hilo a hilo y una a una,
abrir la rosa que cubre
su vientre de carne rubia.
JOVEN.
He de vivir.
MANIQUÍ.
¡Sin espera!
JOVEN.
Mi niño canta en su cuna,
y como es niño de nieve
aguarda calor y ayuda.
MANIQUÍ. (Por el traje del niño.)
¡Dame el traje!
JOVEN. (Dulce.)
No.
MANIQUÍ. (Arrebatándoselo.)
¡Lo quiero!
Mientras tú vences y buscas,
yo cantaré una canción
sobre sus tiernas arrugas. (Lo besa.)
JOVEN.
¡Pronto! ¿Dónde está?
MANIQUÍ.
En la calle.
JOVEN.
Antes que la roja luna
limpie con sangre de eclipse
la perfección de su curva,
traeré temblando de amor
mi propia mujer desnuda.

Rainer Maria Rilke Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Guillermo de Torre.



EN Praga vieron la luz algunos de los más singulares espíritus de la literatura contemporánea en lengua alemana: Franz Kafka, Gustav Meyrink, Franz Werfel, Max Brod. En la misma ciudad nació Rainer María Rilke el 3 de diciembre de 1875. Pero aunque la atmósfera poética y legendaria de la ciudad del Golem —el fantasma rabínico que ambula por las calles del ghetto— tenga lejanos reflejos en la obra rilkeana, ésta y él espíritu de su creador son supranacionales, europeístas. Rilke encarna en un momento dado —por sus desplazamientos continuos, por sus amistades internacionales, por su don idiomático y la versión de su obra a diversos idiomas— el tipo del intelectual europeo, del «buen europeo», evadido de los nacionalismos asfixiantes, sin ataduras fronterizas, que postulaba Nietzsche. Precisamente, yo he pensado si su creciente y avasalladora gloria póstuma no le vendrá en buena parte de esta condición de símbolo europeísta —fraguado cuando por lo mismo que tal ideal se sentía muy en peligro, pero no deshecho, era posible entregarse a él utópicamente— tanto o más que por su cualidad de lírico puro. Si bien la segunda hipótesis es asimismo plausible, con alguna restricción. Pues el asombro que a veces manifiesta el mundo ante un gran poeta ¿no será una forma de remordimiento más que de admiración?
En todo caso, la vida de Rilke, no vulgar, cierto es, pero tampoco constelada de peripecias extraordinarias, nos ha sido descrita tan larga y beatamente, con tal fervor y minuciosidad por sus numerosos biógrafos y exégetas —en particular por J. F, Angelloz (R. M. R. L’évolution spirituelle du poète)— que al reducirla ahora a algunos datos y fechas desnudas, tememos que se volatilice. Y esta vida, sin embargo, está tan íntimamente ligada al secreto y al encanto de su obra, que fuerza es considerar ambas conjuntamente. Pues Rilke mismo, a semejanza de su venerado Kierkegaard, había hecho de su vida una experiencia, «un ensayo definido y voluntario de existencia poética». Y para él «crear ante todo, era crearse».
Antes que Praga, ciudad a la sazón bajo el dominio austríaco, donde vivió sus primeros años, y a la que luego no ahorró ironías, su verdadera patria, como la de muchos poetas, era su infancia. «Porque tal vez —escribió Rilke ya maduro— no se es de ningún país, más que del país de su infancia». Procedía —aunque este abolengo haya sido discutido— de una antigua familia corintia y no estaba exento de ciertas ínfulas genealógicas, lo que se tradujo no en su obra —orientada parcialmente a exaltar la humildad, la pobreza— sino en su predilección por ciertos medios y amistades aristocráticas. Rilke, enteramente desasistido de fortuna, realizó él milagro de vivir casi como un príncipe. Cierto que, al cabo, su máximo lujo fue —líricamente— la soledad.
A los diez años fue destinado por su familia a la carrera militar, que en modo alguno se acomodaba con sus gustos y aptitudes. De ahí los cinco años amargos —y su impronta imborrable—, desde 1886 a 1891, que hubo de pasar en las escuelas de cadetes de Sankt-Pôlten y de Weisskirchen. Después abandona esas academias, inicia vagos estudios, nunca terminados, y comienza a escribir y a viajar, yendo en primer término a Munich y a Berlín. A los diecinueve años publica su primer libro en verso —luego repudiado— Vida y canciones. Siguen luego Ofrenda a los lares y éste de rótulo chocante: Las achicorias salvajes, cantos ofrecidos como regalo al pueblo, que en efecto distribuyó gratis, pues la influencia de Tólstoi hacía furor entonces. Y otros libros continúan regularmente: Corona de sueño, Adviento, Para festejarme. Por las mismas fechas, bajo la influencia evidente de Maeterlinck, publica algunos dramas, sin mayor relieve en él conjunto de su obra: Sin presente, La princesa blanca, La vida cotidiana. Además, dos tomos de cuentos y novelas cortas: Al hilo de la vida, Dos historias de Praga. Producción de tanteo toda la anterior, que luego Rilke superó y con la que cierra su primera etapa. Por algo escribió años más tarde que los versos deben ser el fruto de la experiencia y no del sentimiento.
Luego pasa las fronteras y va a Italia, recalando en Viareggio y en Florencia. Son después de dos meses en Moscú —acompañado por Lou Andréas-Salomé, la que había sido prometida de Nietzsche—, adonde vuelve el año siguiente, recorriendo la Rusia meridional, aprendiendo él idioma, y rindiendo una visita a Tolstoi en Iasnaia-Poliana. Estos dos viajes fueron un acontecimiento capital en la vida errabunda de Rilke. «Rusia —escribiría luego— fue, en cierto sentido, la base de mi experiencia y de mi receptividad, del mismo modo que a partir de 1902 París fue él substrato de mi actividad creadora». Otro viaje y otra influencia marcan asimismo una honda impronta en su espíritu: El conocimiento de Suecia y Dinamarca, con la lectura de Hans Peter Jacobsen, haciendo de Niels Lyhne su libro de cabecera.
Reside, a comienzos de siglo, en una colonia de artistas, instalada en Worpswede, en las landas de Luneburgo, cerca de Bremen. Habitaban allí varios pintores jóvenes, luego famosos, como Otto Modersohn y Paula Becker. También una joven escultora, Clara Westhoff, con la cual Rilke se casa en 1901. Fue un intento de romper su innata e incorruptible soledad, al que pronto renunció, pues él resto de sus días siguió viviendo sólo, aunque mantuvo las mejores relaciones y una constante correspondencia con su mujer. En aquél mismo año abre Rilke la segunda época de su producción, ya más cernida y personal, con El libro de horas donde aparecen los ternas místicos, su nostalgia de Dios, seguido por El libro de imágenes.
En 1902, atraído por Rodin —su mujer había sido discípula del gran escultor— llega a París, para escribir sobre él una monografía crítica, sirviéndole unos meses de secretario. Rememorando luego sus primeras visitas a Rodin, confesaba Rilke en una carta: «No llegué hasta usted solamente para hacer un estudio; era para preguntarle: ¿Cómo hay que vivir? Y usted me respondió: Trabajando. Lo comprendo bien. Siento que trabajar es vivir sin morir». En París, profundizando en su soledad, hecha de ansias y expectaciones irresolutas, comienza Rilke a componer él que había de ser su libro capital y más famoso: Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, que sólo terminó y dio a la estampa en 1910. En prosa había dado antes otro libro significativo: las Historias del Buen Dios. Sucesivos viajes le llevan otra vez a Venecia —con Eleonora Duse—, a África del Norte, a España. Y en ésta, dos ciudades le imantan particularmente: Toledo y Ronda. Pasó por Madrid, por el Prado, «para saludar al Greco con entusiasmo, a Goya con asombro, a Velázquez con toda la cortesía posible». Así escribe en una carta a la princesa de Thurn y Taxis, en cuyo castillo de Duino, cara al Adriático, cerca de Trieste, pasó algunas temporadas y donde comenzó otra de sus obras capitales: las Elegías de Duino. Después de la guerra —durante su transcurso, y aunque vivió obligado a permanecer en Alemania, no mostró hacia ella la menor adhesión, ya que en él fondo se consideraba «más latino que germánico»— dirígese a Suiza, errando por sus diversas ciudades, hasta encontrar un reposadero definitivo en él castillo de Muzot, que un amigo habla comprado para él. Tratábase, en realidad, de un caserón señorial, pero destartalado, «terriblemente solo —escribe Paul Valéry, quien le visitó allí— en un vasto panorama de montañas bastante tristes», quedando asombrado de «semejante abuso de intimidad con él silencio».
Corta con algunas escapadas a París sus reclusiones en Muzot. Allí escribe las dos obras que marcan la cima de su evolución poética: los Sonetos a Orfeo y las Elegías de Duino, comenzadas diez años antes. En francés publica una pequeña serie de poemas, Vergers y perfila traducciones de Valéry: Eupalinos y sus poesías. De este idioma había también vertido El centauro, de Maurice Guérin, y La vuelta del hijo pródigo, de André Gide.
Por cierto que él capítulo de sus traducciones merecería más amplia mención, y no sólo como un complemento bibliográfico, sino para subrayar su plurílingüismo y la línea afín de sus preferencias a través de muchas literaturas. La devoción por un autor llevábale a aprender su lengua. Así —al igual que nuestro Unamuno— aprendió el danés para traducir a Kierkegaard; asimismo el ruso para verter a Dostoievsky y Pushkin. Otras de sus restantes traducciones fueron las Cartas de Mariana Alcoforado y los Sonetos de la portuguesa, por Elisabeth Barret-Browning.
Su muerte acaece al comenzar la plena irradiación de su obra, el 29 de diciembre de 1926. Un día, recogiendo rosas para ofrecer un ramo a una amiga que le había anunciado su visita, se hirió con una espina. El pinchazo le ocasionó una infección, complicada con una leucemia. «Quien había cantado —glosa Angelloz— la grandeza de la mujer y la belleza de la rosa, perecía por el pinchazo de una rosa, cogida para una mujer. Por doloroso que sea, este fin era el que Rilke hubiera podido escoger para morir de su propia muerte». Y otros recuerdan cómo Rilke, en sus últimos días, al negarse a las inyecciones que pretendían administrarle, exclamaba: «No; déjenme morir de mi propia muerte. No quiero la muerte de los médicos».
La idea de la «muerte propia» es por lo demás no sólo una obsesión rilkeana; ha sido reconocida como uno de los leit-motivs que señorean su obra. Su precedente está en Jacobsen, quien había escrito: «Yo creo que todo hombre vive su vida propia y muere su muerte propia». En su Libro de horas Rilke acertó así a poetizar esta idea: «¡Oh, Señor!, da a cada uno su muerte propia. — Una muerte que derive de su vida, — en la cual hubo amor, comprensión, y desinterés. — Pues sólo somos la corteza y la hoja. — Y la gran muerte que cada uno lleva en sí — es el fruto en torno al cual todo gravita».
Los restos del poeta fueron depositados en él cementerio de Rarogne, en lo alto de una cumbre, casi en las nubes, y en su tumba fue grabado este epitafio que él mismo habla compuesto: «Rosa, ¡oh, pura contradicción!, voluptuosidad de no ser el dueño de nadie bajo tantos párpados». Pero ya antes, en la primera página de los Cantos del alba había estampado un poema que resume auténticamente el sentido de su vida: «Ésta es la nostalgia: habitar en las nubes — y no tener nunca patria en él tiempo. — Y éstos son los deseos: diálogo en voz baja — de la hora cotidiana con la Eternidad. — Y ésta es nuestra vida: una hora solitaria — entre todas las horas se eleva desde la víspera; — una hora que sonríe de modo diferente a sus hermanas — y se calla ante lo eterno».
En cuanto al hombre, quienes mejor le conocieron, desde Rudolf Kassner a Paul Valéry, desde su traductor francés Maurice Betz (Rilke vivant) hasta Edmond Jaloux (Rainer Maria Rilke), más el testimonio muy valioso de las mujeres que frecuentó (pues parecido en esto, y en su nomadismo, a Lawrence, Rilke no podía vivir sin sentir la atmósfera de la mujer y en ellas dejó una estela admirativa), como la princesa de Thurn y Taxis, Lou Andréas-Salomé, Monique Saint-Hélier, Katherina Kippenberg, la mujer de su editor, nos han dejado de él imágenes parejas, saturadas de fervor. De todo ese material devoto colegimos la imagen de un Rilke humanamente sencillo, modesto (Superviene me ha referido que estuvo hablando con él en una reunión, durante una hora, sin identificarle hasta más tarde) pero deslumbrante, cuya seducción personal —hecha de distinción, extremada cortesía y lirismo envolvente— igualaba o superaba la de su obra. Léanse, en comprobación, estos perfiles trazados por Edmond Jaloux: «Comprendí mejor a Malte Laurids Brigge cuando vi a Rainer María Rilke, con su rostro alargado bajo una hermosa frente, con su esbelta talla menuda, sus ojos claros y pensativos, su cortesía, de gran estilo que hacía de él un hombre de otra época. Llevaba con él su atmósfera propia, lo que significa que una hora pasada con Rainer María Rilke, como una hora pasada con Prourf, no se parece en nada a una hora transcurrida con otro hombre, aunque fuese de tan gran inteligencia o igual talento. Cuando comencé a hablar con Rilke me pareció que era la primera vez que hablaba con un poeta. Quiero decir que los demás poetas a quienes me había acercado, por grandes que fuesen, no eran sin embargo poetas más que por él espíritu; fuera de su labor, vivían en el mismo mundo que yo, con los mismos seres; mi sorpresa al escucharlos sólo era de orden intelectual. Pero Rilke, a medida que discurría, me introducía en un universo que era el suyo, y en él cual sólo se me admitía a penetrar por una especie de milagro. Bajo sus palabras nació lo feérico, lo fantástico; con él me evadía, en fin, del infierno de la lógica, del laberinto de lo posible».
Emociona la devoción y aun la ternura —sin agregar nunca, siquiera como contraste, la menor sombra— con que hablan del hombre Rilke todos aquéllos que le trataron. Y análogo tono apologético prevalece en las numerosísimas críticas sobre su obra. Hablar, pues, de Rilke en otro tono más comedido y cauteloso, como estaríamos tentados de hacer —ya que cierto virtuosismo verbal, en que finca parte de su genio, se nos escapa—, parecería a estas horas poco menos que una irreverencia, un atentado a su gloria. Por lo demás, plenamente legítima o algo desmesurada, esta gloria confirma cierta finísima adivinación de Rilke, expuesta en unas frases suyas sobre Rodin: «Rodin era solitario antes de su gloria, y la gloria que vino le ha hecho más solitario todavía, pues la gloria no es finalmente más que la suma de todos los equívocos que se forman en torno a un nombre nuevo».
En todo caso lo que aquí nos corresponde señalar es cómo este casi endiosamiento, discreto y rigurosamente minoritario en vida del poeta, ha ido creciendo póstumamente hasta alcanzar dimensiones cada vez más vastas y apologéticas. La señal de partida fue dada por aquél cuaderno Reconnaissance à Rilke, publicado en París en 1926 por los Cahiers du Mois, y que constituía un florilegio internacional, pues tras los elogios de numerosos ingenios franceses, encabezados por Paul Valéry, seguían diversos testimonios de numerosos escritores de otros países. Continuaron luego apareciendo, tras la muerte de Rilke, libros de recuerdos personales, de minuciosa exégesis crítica; él ejemplo más acabado de este último género es la obra ya citada de Angelloz. En tal volumen exhaustivo la bibliografía registra no menos de una veintena de obras consagradas enteramente a Rilke —sólo en alemán y en francés—, amén de docenas de artículos. Por cierto que la tarea de consignar las aportaciones rilkeanas en nuestra lengua —particularmente las de América, muy numerosas—, incorporándolas a tan copioso repertorio, aún está esperando su bibliógrafo entre nosotros. En la mayor parte de los casos se trata de traducciones —más bienintencionadas que felices—, salvo algunas excepciones, tales como las realizadas por Marcos Fingerit (Poemas de la pobreza y de la muerte, Antología), Carlos Mastronardi, L. di Lorio, A. J. Battistessa, en la Argentina; I. Pino Saavedra (Poesías) en Chile; Emilio Oribe, Carlos Benvenuto, Juan Carlos Weigle, en el Uruguay; esto por lo que concierne a la obra poética. Eduardo García Maynez, en México, nos ha dado una versión de la Melodía del amor y la Muerte del Corneta Cristóbal Rilke, librito que ya había vertido asimismo al castellano, años atrás, entre nosotros, Luis Saslavsky; las ediciones Hipocampo de La Plata han publicado recientemente una selección narrativa bajo el título Los sueños y otros relatos; él Instituto de Estudios Germánicos de Buenos Aires editó las admirables Cartas a un joven poeta, traducidas por Guillermo Thiéle y L. di Lorio. Y en cuanto a los comentarios críticos, cabe recordar, en primer término, diversos artículos de Azorin, un ensayo de Antonio Marichalar, en España; un prólogo de Xavier Vulaurrutia, en México; y en la Argentina sendos comentarios de Carlos Astrada, José Blanco y Marcos Victoria.
¿Acaso la poesía en sus últimos, en sus más puros reductos, no tiene algo de esencialmente inefable, de fatalmente incomunicable? Pero Rilke, como todo creador afortunado, posee entre sus numerosos libros una obra clave, cuyo encanto es pluralmente asequible, a cambio de la penumbra en que hayan de permanecer —confinadas por la incomunicabilidad de toda poesía, y particularmente de la tuya, al cambiar de lengua— ciertas magias, ciertos misterios no revelados de otras obras. Y esta obra es Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. El protagonista habíase presentado a su imaginación, cuando hizo el viaje a Escandinavia, evocando la figura del joven escritor noruego Sigbjörn Obstfelder, muerto prematuramente. ¿Se trata, empero, de una autobiografía simbólica, como algunos han pretendido, con trasposición de personaje? Angelloz lo niega. El caso, con todo, es que en Malte hay mucho de Rilke, y que precisamente las partes del libro que más nos afectan son aquellas en que el autor se escapa de las pequeñas fabulaciones novelescas y da rienda suelta a su agudeza introspectiva. Sobre todo, cuando combina sus exploraciones del mundo interior con las visiones del mundo circundante. En este sentido, la visión rilkeana de París, por desolada e infrecuente, impresiona. Revela una sensibilidad desollada, «familiar de lo inefable», como él mismo escribió en un poema, abierta al misterio de los seres y las cosas más oscuras. Y, como siempre en toda efusión rilkeana, la presencia del misterio indiscernible, la presencia de la muerte, planea sobre él libro. Esta idea de la muerte, unida al estado de angustia que hay en su génesis, determina que muchos hayan buscado un enlace de Rilke con la filosofía existencial. Advirtamos, sin embargo, que no es en los Cuadernos sino en las Elegías de Duino donde cabe notar plenamente esa relación. Se cuenta que al leer esa última obra Heidegger reconoció cómo en sus páginas él existencialismo había alcanzado su más feliz expresión poética.
Mas puntualizar los temas que se despliegan o se entreveran caprichosamente en estos Cuadernos exigiría un análisis más dilatado. Señalemos únicamente una de sus más profundas ideas poéticas: él amor sin respuesta de las que él llamó «las grandes infortunadas». El amor de ciertas mujeres excepcionales, que se nutre de sí mismo; mujeres que crean y fomentan su pasión por encima del sujeto amado. De ahí la devoción de Rilke por mujeres como una Gaspara Stampa, una Mariana Alcoforado, cuyo nombre vuelve con frecuencia en muchos de sus escritos. «Ser amada quiere decir consumirse en la llama. Amar es irradiar una luz inextinguible. Ser amada es pasar, amar es durar» —escribe Rilke—. «He podido experimentar que me erais menos querido que mi amor», llegó a escribir heroicamente la monja portuguesa en una dé sus cartas a Chamilly. Unamuno la apellidó «mustia flor del tiesto conventual», viendo en ella un singular caso de donjuanismo femenino. La prolongación de esta idea rilkeana, la transferencia a ciertas grandes enamoradas de la virtud donjuanesca —en su pura dimensión espiritual, aclaremos—, abre perspectivas intactas a un tema que parecía harto exprimido.
Hay un rasgo singular en la personalidad de Rilke que ya habrá advertido quizás el lector, pero que merece ser subrayado objetivamente: su puro esteticismo, su alejamiento deliberado de los rumores del mundo en pugna. Y en este aspecto se le ha comparado oportunamente con Proust, quien habiendo alcanzado las congojas del tiempo bélico, por sus raíces y por la atmósfera de su obra se mantuvo ajeno a él. Por ello no debe extrañarnos que un historiador, Arthur Eloesser (Contemporary Germán Literature), califique a Rilke como un tardío sobreviviente del romántico individualismo. En el caso de Rilke las delimitaciones cronológicas, las clasificaciones de tendencias no son lo que mejor puede definirle. Con todo, recordemos que según Ricarda Huch, historiadora del romanticismo alemán, los tres caracteres de una vida típica de poeta romántico son: ausencia de familia, ausencia de patria, ausencia de profesión. Rilke encarna cabalmente esos tres caracteres.
En relación con otras grandes figuras poéticas de su época y de su lengua, Rilke sólo podría relacionarse con Stefan George. Pero éste quedó siempre algo prisionero en su esteticismo simbolista y en su patria. De suerte que la relación de ambos poetas es casi puramente cronológica. Más cerca, por encima del espacio y del tiempo, está Rilke de ciertos grandes poetas iluminados: un Novalis, un Blake, un Rimbaud.
El autor de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge reencarna en nuestro tiempo casi un mito: el poeta inspirado —para él hay que superar el miedo a esta palabra— que habiendo escrito un día sus dos primeras Elegías, tardó diez años en encontrar la inspiración para terminarlas en doce días; él solitario, al acecho de las voces misteriosas; el escritor menos «voluntario» —en él sentido que da a esta palabra otro gran poeta, Juan Ramón Jiménez— que sólo consideraba posible escribir cuando este deseo —según aconsejó a Kappus en las Cartas a un joven poeta— hundía sus raíces en lo más profundo de su ser. Tales cartas desprenden, por lo demás, en varios pasajes, una sutilísima lección estética, y en ellas se lee esta frase que debiera grabarse en el pórtico de toda crítica: «Una obra de arte es buena cuando ha nacido de una necesidad. Se juzga por la naturaleza de su origen. No hay otro juez».
GUILLERMO DE TORRE

Buenos Aires, abril de 1941.

sábado, 4 de abril de 2015

Eurípides. Orestes.


Dramaturgo griego, el tercero junto con Esquilo y Sófocles de los tres grandes poetas trágicos de Ática. Su obra, enormemente popular en su época, ejerció una influencia notable en el teatro romano. Posteriormente su influencia se advierte en el teatro del renacimiento como en los dramaturgos franceses Pierre Corneille y Jean Baptiste Racine. Según la tradición, Eurípides nació en Salamina, un 23 de septiembre probablemente del año 480 a.C., el día de la gran batalla naval entre los griegos y los persas. Sus padres, según afirman ciertos expertos, pertenecían a la nobleza.

Orestes, representada en el 408 a.C., es una de las últimas obras del autor. Clitemnestra, culpable de la muerte de su marido Agamenón, es asesinada por su hijo Orestes, quien ante la enormidad de su acto se ve acosado por las Erinis y enloquece. A partir de aquí se plantea un debate sobre si el matricidio ordenado por Apolo y cometido por Orestes es o no justo, y si éste podría haber actuado de diferente modo. Cada uno de los personajes adopta su postura para juzgar el crimen: Electra apoya a su hermano, Tindáreo, su abuelo, se muestra implacable con Orestes, Menelao, hermano de Agamenón, es incapaz de adoptar una decisión firme, Helena, hermana de Clitemnestra, lamenta el asesinato pero no culpa a Orestes por haberlo llevado a cabo, y Pílades, amigo de Orestes, le ofrece a éste su apoyo incondicional. A lo largo de la obra, el protagonista pasará de sufrir tormento por su crimen a actuar con determinación.
Fuente: N.N.

miércoles, 1 de abril de 2015

Coppard Audrey - Memoria Y Evocacion De George Orwell .


Coppard Audrey - Memoria Y Evocacion De George Orwell .

Cuando por fin llegó el año de 1984 todo el mundo volteo a ver a George Orwell, quien en 1950 había publicado una especie de distopía acerca del mundo que nos esperaba vivir para ese año, uno de los anuarios de aquella época (1984) confrontaba la realidad con la esta utopía inversa: 1984 vs 1984, ese también fue el año del lanzamiento de la primera Macintosh y el comercial aludía al tema: el Gran Hermano vigilando y controlando un orden establecido por la gigantesca IBM quien acaparaba el mercado de las computadoras personales junto con sus clones o compatibles y, por otra parte, una chispa de ingenio, creatividad, rebeldía si se quiere y originalidad representada por la Macintosh que ya utilizaba la interfase gráfica y se adelantaba a su tiempo, esa era la chispa que buscaba romper el orden establecido y así se reflejaba en el comercial para Apple Computer. 1984, la novela de Orwell, mostraba un mundo totalitario donde se había cancelada toda forma de expresión individual, todo se había uniformizado y homogeneizado a tal punto que no era posible distinguir la más mínima chispa de rebelión o expresión individual. Este universo inventado por Orwell era pesimista y no daba lugar a la esperanza, así se le reprochó en su momento, sin embargo, la novela de Orwell no dejaba de inquietar y hasta la fecha representa el hito de un universo fantástico que tenía visos de realidad en la Unión Soviética. Orwell creo una crítica del totalitarismo y mediante su fantasía nos puso en guarda contra estas utopías. La personalidad de Orwell ha sido discutida por muchas personas que lo conocieron, lo definen como un tanto abstraido, callado, con una cortesía un tanto fría para sus conocidos, muchas veces prejuicioso, deseoso de aventuras transmigratorias que lo pusieran en el lugar de los demás, valiente, crítico respecto al sistema imperial británico, acomplejado en razón de su origen clasemediero, reservado en muchas de sus opiniones literarias, amante de la naturaleza, con muy poco sentido del humor, sus conocidos refieren sus años de Eton como becario del rey, su paso por la policía imperial en Birmania, la renuncia a ésta, su vida como vagabundo reflejada en Down and out in Paris and London, su combate en la Guerra Civil Española, sus recaidas constantes debido a la tuberculosis, el misterio que rodea la redacción de su novela postuma: 1984, Orwell fue un hombre que disfrutó poco del éxito literario, al parecer no le interesaba tanto, lo mismo que el éxito a nivel social, del cual siempre manifestó cierta indiferencia.
El libro con testimonios compilados por Audrey Coppard y Bernard Crick abunda en testimonios de todas muchas personas que conocieron a Eric Arthur Blair (que era el verdadero nombre de Orwell), estos testimonios son valiosos ya que nos permiten tener un atisbo de un escritor que muchas veces buscaba el anonimato, así como una mejor comprensión de su obra, al menos las anteriores a 1984. Hay que reconocer que el Eric Blair que mencionan los testimonios parece no estar destinado a escribir 1984, sin duda se trata de un enigma propio de una biografía literaria.
Fuente: N.N.

Notas:

Este libro surge del programa Arena de la BBC, Evocación
de Orwell, que se televisó en tres partes a principios de
1984. Nigel Williams, el productor del programa, entrevistó
a muchas personas que habían conocido a Orwell y
Bernard Crick actuó como asesor del programa.
Se puso de manifiesto que, además de estas entrevistas,
existía mucho material disponible sobre Orwell, en parte
impreso y en parte transcripciones de entrevistas, algunas
de personas ya fallecidas. Y mucho de este material
procedía de los archivos de la BBC, especialmente de una
emisión del tercer programa del 2 de noviembre de 1960,
que produjo Rayner Heppenstall, un íntimo amigo de
Orwell.
Audrey Coppard, del Birkbeck College, Londres, colaboró
con Bernard Crick en su obra, George Orwell: A Life.
Cuando éste escribía el libro recibió permiso ilimitado
para hacer citas de los folletos y publicaciones de Orwell.
El punto de vista de Audrey Coppard sobre Orwell es diferente
del de Crick, y parcialmente por este motivo y en
parte para que este libro no repita simplemente los puntos
de vista.de dicha biografía, ella asumió la responsabilidad
de escoger lo que debe aparecer en Evocación de
Orwell. Bernard Crick ha escrito las notas iniciales explicatorias
y la introducción.
Evocación de Orwell es una compilación dirigida al
lector en general. Los estudiosos encontrarán gran parte
de este material y aún más en el archivo Orwell, en University
College, Londres.
El carácter de Orwell fue contradictorio en muchos
7
sentidos, razón por la cual los recuerdos sobre él pueden
ser también contradictorios. Esperamos que la diversidad
de los mismos estimulará a los lectores a formular sus propios
juicios.
Estamos agradecidos a Nigel Williams por concebir el
proyecto y por su generosa colaboración con nosotros pero,
sobre todo, agradecemos a todos aquellos cuyas palabras
y juicios han contribuido a lo que esperamos que
sea un libro esclarecedor.
Se mencionan como Ensayos reunidos, los cuatro volúmenes
de The Collecíed Essays,Joumalism and Letiers of
George Orwell (Secker & Warburg, 1968), compilación
de Sonia Orwell y Ian Angus. Las referencias a George
Orwell: A Life por Bernard Crick han sido tomadas de la
edición de bolsillo revisada Penguin de 1982 y no de
la edición encuadernada de Secker y Warburg de 1980.
AUDREY COPPARD
BERNARD CRIK
Birkbeck College, Universidad de Londres
Julio de 1983

lunes, 30 de marzo de 2015

Propuestas narrativas de la nueva literatura centroamericana: la novela policial. Máster Rónald Rivera Rivera


www.revistas.ucr.ac.cr/index.php/pensamiento-actual/article/.../17422

Pensamiento Actual. Universidad de Costa Rica
Volumen 14 - No. 22, 2014. ISSN electrónico: 2215-3586 55 - 63 Filosofía, Artes y Letras 55
Propuestas narrativas de la nueva literatura centroamericana:
la novela policial
Narrative proposals of the new Central American literature: the detective story
Rónald Rivera Rivera
Recibido 01-04-2014 / Aprobado 25-11-2014

Nota:Desde el blog le doy las gracias al máster  Rónald Rivera Rivera, por exponer en su estudio crítico y filológico mis dos novelas: Mariposas Negras para un asesino y El laberinto del verdugo - entre otras - como obras representativas en Centroamérica de las nuevas propuestas narrativas: en especial la novela policíaca. J. Méndez-Limbrick.

Resumen
Este artículo es un acercamiento a una de las principales tendencias de la producción narrativa en la región Centroamericana en
el campo de la novela. Se hace una reflexión sobre el papel que juega el neopolicial dentro de la estética literaria contemporánea
en dicha región y la dificultad de encontrar un consenso en cuanto a la forma de designar esta práctica literaria actual. Además, se
estable la diferencia entre el género policial clásico y las variaciones genéricas que muestra el nuevo policial según se presenta en
el ejercicio literario centroamericano. Se analiza la función que cumple el subgénero policial en una sociedad caracterizada por la
violencia y la impunidad luego de los procesos revolucionarios.
Palabras clave: literatura centroamericana, tendencias narrativas, novela policial, género literario, campo cultural, canon literario.

Abstract

This article is an attempt to shed light on one of the main trends toward writing novels in Central America. It is a reflection on the
role the police sub-genre plays in the contemporary literary aesthetics of the region and the difficulty of finding a consensus on how
to define the current literary practice. The difference between the classical police genre and its generic variations in the new police
novel in Central American Literature is described. The role of the police as a sub-genre in a society characterized by violence and
impunity after the revolutionary processes experienced is analyzed.
Key Words: Central American literature, narrative trends, police novel, literary genre, cultural field, literary canon.
a El máster Rónald Rivera Rivera es profesor e investigador de la Universidad de Costa Rica, en la Sede de Occidente. Departamento
de Filosofía, Artes y Letras. Sección de Filología. Correo electrónico: ronaldrr@hotmail.com

I. Introducción
Entre de los caminos que explora la literatura
latinoamericana contemporánea -sexualidad y
erotismo, reformulación de la memoria histórica,
ensayo narrativo, la narconovela, entre otrasdestaca
la repercusión que ha tenido como expresión
literaria lo que se ha denominado el neopolicial.1
1 Sobre el reciente auge de este subgénero, véase la tesis
de Maestría en Literatura Latinoamericana de José
Gabriel Baltodano Román titulada La novela policial
hispanoamericana contemporánea: un panorama (2013).
Universidad de Costa Rica.
De la misma forma, dentro de las tendencias
narrativas de la literatura centroamericana2 de la
primera década de siglo XXI, la novela policial –o
al menos los recursos poéticos pertenecientes a
esta- ocupa un lugar preponderante dentro de la
producción textual de la región, tanto por la cantidad
de novelas que se han escrito como por la recepción
que han tenido dentro del público centroamericano.
2 Se omite aquí la discusión muy válida acerca de si se debe
hablar de una literatura centroamericana o de las literaturas
en Centroamérica (del Caribe, etc.) y se parte de una
perspectiva regional.

Pensamiento Actual. Volumen 14 - N 56 o. 22, 2014. Universidad de Costa Rica.

En este artículo se reflexiona sobre dicha
producción narrativa, particularmente acerca del
papel que el subgénero de la novela neopolicial -una
de las tendencias más recientes de la producción
textual en la literatura de Centroamérica- juega en
la representatividad de los procesos culturales y
sociales de la región.
Aunque en este estudio se comparan las
producciones literarias de diferentes países,
el criterio que se sigue va más allá del estudio
estrictamente comparativo, pues pretende
incorporar nociones de otros enfoques como el de
campos culturales de Pierre Bourdieu (1995) para
reflexionar sobre este subgénero.

II. Antecedentes. Denominaciones y
categorizaciones
En la segunda parte de la década del 1990
inicia lo que parece perfilarse hacia el siglo XXI
en Centroamérica como un nuevo canon literario
y que ha sido llamado, según quien lo nombre,
con términos como “literatura de posguerra”,
denominación que tiene como referentes tanto el
fin de las guerras en Centroamérica, así como el
fin de la Guerra Fría, la caída del muro de Berlín y
del bloque soviético.
Otra manera en que se ha designado esta
producción literaria es la de “sensibilidad de
posguerra”, como lo hace Beatriz Cortez (2010), sin
referirse específicamente a un periodo determinado
sino a una sensibilidad (no restringida a lo literario)
que ya no cree en utopías ni ideales, característica
estructurante de los proyectos revolucionarios
centroamericanos y su respectiva literatura.
Margarita Rojas (2011) prefiere el término
literatura “de guerra”, en lugar del término
posguerra, debido a la temática urbana y al
tratamiento del tiempo histórico que en su
opinión desarrolla la literatura centroamericana
contemporánea. Asimismo se ha acuñado el
término “literatura del desencanto”, que hace
referencia al sentimiento de fracaso que se generó
luego del final de las luchas revolucionarias en la
región. Igualmente, se encuentran denominaciones
como “literaturas post-nacionales”, según las llama
-por ejemplo- Arturo Arias (2012) quien con este
término intenta explicar la forma en que estas
literaturas pretenden construir una subjetividad
postnacional, la cual difiere de aquella literatura que
sirvió como una forma de estructurar el imaginario
de la nación. Del mismo modo, se halla el término
“literatura posrevolucionaria” según nombra
Seymour Menton (2009) al periodo posterior a la
caída del Muro de Berlín.
Todas estas denominaciones con las que
se ha bautizado la producción literaria reciente
hablan de la diversidad textual en el Istmo, pero
al mismo tiempo dicen mucho sobre la dificultad
que representa para la historiografía establecer
una clasificación dentro del campo literario en
Centroamérica.
Se pueden apreciar igualmente las luchas
que se dan en el campo cultural de la región por
establecer un canon literario, fenómeno que
trasciende el istmo centroamericano, pues en la
década de 1990 se da una serie de luchas en el
campo literario del continente latinoamericano,
que muestra las tensiones existentes por establecer
una nueva propuesta estética luego de la muerte
del Realismo mágico como representación literaria
de lo latinoamericano. En consecuencia, surgen
algunos nuevos escritores que están reclamando
un espacio en el ámbito cultural del continente,
lo cual se expresa en propuestas estéticas como el
manifiesto del Crack en México, liderado por Jorge
Volpi y su arremetida contra el Realismo Mágico,
o la propuesta más urbana y globalizada del grupo
chileno llamado McOndo.3
En medio de este contexto de luchas culturales
del continente, es oportuno preguntarse ¿hacia dónde
va el canon literario en Centroamérica?, ¿cuáles son
las pugnas que se dan en la región?, ¿de qué manera
3 Sobre este tema, véase el libro de Jorge Volpi El Insomnio de
Bolívar (2009), especialmente el capítulo titulado Holograma
de América Latina; también el estudio Nuevos paradigmas en
la narrativa latinoamericana (2005) de Jorge Fornet. En ambos
se encuentra un estudio pormenorizado de este fenómeno.
Filosofía, Artes y Letras 57
y con qué estrategias narrativas se muestran estas
luchas por la representatividad del Istmo?
En la nomenclatura empleada por todos los
críticos es evidente que el hecho histórico de la
guerra ha marcado el devenir cultural de la región
centroamericana, y que la violencia producto de
tales procesos militarizados sigue presente en las
sociedades de diferentes maneras. Los escritores de
la región han cultivado una forma de representación
literaria del fenómeno: el género policial.

III. Algunas tendencias
En el ámbito de la novela, surge recientemente
un deseo de reelaborar o redefinir subgéneros
que en algunos casos no habían sido practicados
antes por los escritores de la región4. Estos
subgéneros sufren una modificación formal de su
estructura clásica para dar cuenta de las realidades
centroamericanas en un periodo marcado por la
práctica económica de tinte neoliberal y por una
sociedad que se hunde en la violencia luego de
los procesos revolucionarios, cuya representación
literaria de ambas características se encuentra en el
espacio de la ciudad centroamericana5.
Se puede apreciar en las novelas de Franz
Galich que Managua se convierte en el escenario de
crímenes, robos y asesinatos, la ciudad es -como la
describe el narrador- “un comal sobre brasas”. En la
misma línea están las novelas de Méndez Limbrick
en las que San José se presenta como una ciudad
que oculta corrupción, prostitución, crimen y que
dista mucho de la ciudad que promueve el discurso
político oficial con el lema de una “San José posible”.
Además de la ciudad como espacio temático
de la novela contemporánea, Magdalena Perkowska
(2010) -en su artículo Historia, Memoria y Literatura-
4 En un artículo titulado “Huellas de ceniza, la primera novela
policíaca de la literatura costarricense”, Óscar Montanaro
establece que esta novela publicada en 1993 es la primera en
su género en Costa Rica.
5 Sobre el tema de la ciudad como elemento representativo de
la literatura contemporánea en América Latina, veáse el libro
de Margarita Rojas La ciudad y la noche: La Nueva Narrativa
Latinoamericana (1993).
señala cuando menos cuatro tendencias en la
diversidad discursiva de la región: por una parte,
está la producción literaria maya como el caso de
la novelas de Luis de Lion, Gaspar Pedro González
y Víctor Montejo, también destaca la literatura del
Caribe centroamericano como una tendencia por
tomar en cuenta, así como la literatura femenina;
aunque para Margarita Rojas la generación vigente
está conformada mayoritariamente por hombres.
Entre lo más reciente en cuanto a
tendencias literarias, se encuentran –junto a
las representaciones del espacio urbano como
escrituras de las sensibilidades de la posguerra- la
nueva novela histórica y el neopolicial, los cuales
ocupan un lugar preponderante en la producción
literaria regional.
Perkowska ve en el florecimiento de la nueva
novela histórica un deseo de reflexionar sobre la
condición irresoluta de la historia centroamericana,
según ella existe un anhelo por redefinir las
“tradiciones inventadas” de la historia nacional
y oficial así como de representar las historias
silenciadas o suprimidas.

IV. La novela policial
Algunos de los elementos que conforman la
poética del relato policial clásico corresponden en
gran medida a los hechos sociales del momento
histórico y al sistema de pensamiento de la época
en que se produce este tipo de novela; así pues, la
supremacía de la lógica del detective como elemento
preponderante en la resolución del enigma tiene
mucho que ver con el pensamiento positivista de
las sociedades en que se escribe este tipo textual.
La poética de la novela policial clásica no
puede dar cuenta -a modo de ver de algunos
escritores- de las circunstancias propias de las
sociedades centroamericanas, ya sea porque esa
lógica no ayuda a entender las sociedades del
Istmo, las cuales se perciben como caóticas; ya
sea porque el estado de corrupción e impunidad
de estas sociedades impide la solución del crimen
al modo de la novela clásica. Por lo tanto, emerge

Pensamiento Actual. Volumen 14 - N 58 o. 22, 2014. Universidad de Costa Rica.

una necesidad de variar algunos de los elementos
constitutivos del policial clásico para acercarlo más
a las circunstancias de la realidad que se quiere
representar en la ficción literaria en Centroamérica.
El personaje del detective sería una de estas
variaciones. Este personaje suele representarse –
en el género clásico- con ciertos atributos que el
resto de las personas no posee, incluso su moral
está por encima de la de los otros. Estas cualidades
especiales (su gran intelecto o capacidad deductiva)
lo llevan a resolver el crimen y restituir el orden
social cada vez que logra solucionar un asesinato.
En contraposición a este héroe investigador,
el detective Henry De Quincey de la novela
Mariposas negras para un asesino (2005), definido
por Ciendua y Moya (2011) como un antihéroe, no
es el típico investigador del policial clásico que tiene
un ayudante, que no se involucra ni tiene nada que
ver con el submundo que investiga. Al contrario, De
Quincey, es putañero, alcohólico, visita los antros
y hoteles en busca de sus amigas prostitutas. Es
un héroe moralmente derrotado. Su lógica se ve
amenazada por su propia sombra: la locura.
También se dice que el policial clásico tiene
como una de sus características que al descubrir
al asesino el detective restituye el orden. Algunos
de los críticos han señalado que la novela policial
centroamericana rompe con este esquema y que,
en realidad, el detective no logra restituir el orden
cuando encuentra al asesino, y en muchos casos
simplemente no lo descubre.

En la novela Mariposas negras para un
asesino al detective no solo le interesa la cuestión
fundamental de toda novela policiaca, es decir,
descubrir la identidad del asesino: un nombre;
sino que también le interesa principalmente saber
por qué lo hace: el motivo. Lo que verdaderamente
desea el detective es comprender las motivaciones
que guían la conducta del delincuente, su interés no
radica estrictamente en atraparlo, más bien quiere
apre(he)nderlo.
La novela inicia con esta interrogante ¿cuál es
el motivo del crimen? Si se logra contestar esto, se
logra instaurar el orden o al menos una explicación
de ese caos. Sin duda el motivo es otro de los
elementos estructurantes de la ficción criminal.
Pero en esta primera novela no se llega a saber. El
crimen es un sinsentido: “Cuando me lo contaron
no tenía sentido”, dice De Quincey. Precisamente
porque no hay un motivo aparente, el crimen se
vuelve una obsesión, un reto. Esta cuestión lleva a
Henry a la locura, no es solo encontrar al asesino
para restituir el orden, es también entender, tratar
de descubrir por qué lo hace: “Y así de primer
momento…no existía motivo para el crimen”.
Si bien tanto el policial clásico como el actual
tienen en común el espacio de la ciudad como
escenario de los crímenes y pesquisas, lo cual es una
manera de identificar al lector con una comunidad y
unos referentes que le son conocidos, se diferencian
en que el policial centroamericano contemporáneo
tiene una predilección por espacios marginales que
se ambientan en general en la noche.
Consecuentemente, el escenario de estas
ficciones es la ciudad, pero la ciudad nocturna,
el espacio y tiempo que albergan todo aquello
que la luz del día no muestra: antros, prostitutas,
comunidad gay, comercio de drogas, tráfico de
blancas, hoteles que funcionan en contubernio con
la policía, torres de apartamentos y condominio,
submundos y subciudades. El viaje por estos
espacios es un viaje de comprensión del otro, un
viaje a las profundidades del ser humano, a sus
deseos reprimidos. La ciudad se transforma de
noche, se oculta de día.
Otro de los rasgos más sobresalientes del
policial clásico es la confianza en el orden jurídico
institucionalizado, cuando el detective finalmente
descifra el enigma y atrapa al asesino se entiende que
este será condenado y castigado. Por el contrario,
el policial centroamericano se caracteriza por su
desconfianza en el orden institucional y en las
personas que lo representan, quienes por lo general se
ven como corruptas; probablemente esto tenga que ver
con el alto índice de impunidad que existe en la región
cuando se trata de aplicar la justicia. Por esta razón, lo
Filosofía, Artes y Letras 59
que en el policial clásico se denomina la restitución del
orden no es un elemento que se logre alcanzar en la
ficción criminal del policial en Centroamérica.
Este breve contraste entre el género clásico
y el contemporáneo sirve para introducir las
características más relevantes de lo que se ha llamado
el neopolicial. A continuación se presenta un análisis
del papel que juega esta producción textual en la
región según la perspectiva de varios autores.
V. El neopolicial en Centroamérica
Tradicionalmente, el relato policial ha sido
clasificado dentro de la crítica literaria como un
subgénero. También se ha considerado como
literatura de masas, definición que no deja de tener
cierto matiz peyorativo o ilegítimo; sin embargo,
en América Latina este género ha contado con
cultores de la talla de Jorge Luis Borges y Bioy
Casares. Igualmente en Centroamérica este tipo
de producción literaria cuenta entre sus filas con
escritores consagrados: Sergio Ramírez y Rodrigo
Rey Rosa son dos buenos ejemplos.
Lo anterior evidencia el lugar que este
género ha venido a ocupar dentro del campo
cultural centroamericano, ya no a modo de un
género menor sino como un tipo de relato que
goza de cierto prestigio dentro de lo que Bordieu
(1995) llama el campo cultural literario. Si se ve el
subgénero policiaco en términos de lo que Bordieu
llama la competencia por la legitimidad, es notorio
que actualmente la novela policiaca es uno de los
tipos de relato que está en pugna por ser reconocido
como un género legítimo dentro del quehacer
literario centroamericano.
Visto de esta manera, el género policiaco
es uno de esos “nuevos posibles” que se renuevan
según las demandas del contexto social. De acuerdo
con Bordieu, un género puede tomar diferentes
formas según las determinaciones externas del
contexto social, y a partir del habitus sociopolítico
de los productores de textos, así como de
ciertos acontecimientos como crisis económicas,
revoluciones y guerras.
Quiere decir que los géneros no son categorías
fijas o inmutables sino que mutan según ciertas
determinaciones externas. Francisco Rodríguez
Cascante6 señala esta categoría es difícil de clasificar
precisamente por la variabilidad genérica, pues cada
una responde a unas condiciones históricas concretas.
Fernández Retamar (citado por Rodríguez),
apunta que esta relación estrecha entre género
y realidad histórica va de la mano con lo que él
llama la función instrumental de la literatura
que es a su vez una característica de la literatura
marginal o híbrida. En su opinión, en la literatura
latinoamericana predomina este tipo de producción
literaria ancilar o marginal como lo son las
crónicas, discursos, memorias, cartas, testimonios
y, -diríamos hoy- la literatura neopolicial.
Ejemplos del auge que este tipo de producción
literaria tiene dentro del ámbito latinoamericano
son las novelas 2666 (2004) de Roberto Bolaño y En
busca de Klingsor (1999) de Jorge Volpi, las cuales
formalmente construyen su ficción alrededor de
una búsqueda de un hombre o de un nombre, y
esto lleva a los personajes por un recorrido histórico
que tienen mucho que ver con el origen del mal.
En Centroamérica, esta producción ha tenido un
gran auge en parte porque va de la mano con una
revisión de las historias oficiales, en parte porque
permite ver desde la perspectiva del detective
aquellos espacios sociales marginados en los que
se desenvuelven los sucesos del crimen.
El auge que el género policial ha mostrado
es significativo no solo en cuanto a su producción
editorial sino también en cuanto al número de
lectores de la región que han desarrollado un gusto
por este tipo de literatura. Este fenómeno se hace
evidente en el hecho de que varios autores han
publicado -o al menos han expresado su intención
de publicar- varias novelas policiacas.
6 En su libro Autobiografía y dialogismo. El género literario
y El río, novelas de caballería. (2003) este autor presenta un
análisis exhaustivo sobre el estudio de la categoría género.

Pensamiento Actual. Volumen 14 - N 60 o. 22, 2014. Universidad de Costa Rica.

Es el caso de Franz Galich con Managua
Sala City (2001), luego Y te diré quién eres (2006)
y Tikal futura (2012), esta última novela de corte
más futurista, pero pensada dentro de una serie
proyectada como un cuarteto al cual Galich no
pudo dar fin debido a su muerte. En Costa Rica
aparece la serie de Méndez Limbrick con Mariposas
negras para un asesino (2005), policial que continúa
en la segunda novela El laberinto del verdugo (2010)
y que se espera concluya con la tercera entrega de
esta trilogía. En El Salvador se presenta el caso de
Castellanos Moya con sus novelas El arma en el
hombre (2001) y La diabla en el espejo (2000), en
las que varían los puntos de vista de los mismos
hechos que se mencionan en ambas novelas pero
contadas por distintos personajes.
Así pues, surgen varias preguntas respecto
de este género: ¿qué características concretas ha
desarrollado el género policiaco para responder a
la realidad histórica centroamericana? y ¿por qué se
ha convertido en un género que hoy goza de cierta
legitimidad en ese espacio de luchas que es el campo
literario centroamericano? Consecuentemente,
valdría la pena preguntarse cómo muta o se
transforma el género policial para dar cuenta de
unas condiciones sociales y culturales particulares
del contexto centroamericano. En otras palabras,
cuál es la relación que hay entre el género policial
y ciertas condiciones sociopolíticas y culturales
propias de Centroamérica.
Varios autores –entre ellos los mismos
escritores- han intentado elaborar una posible
respuesta a esta interrogante al deslindar
algunas características propias del neopolicial
centroamericano. Se han referido, por ejemplo, a
su acercamiento con la novela negra, especialmente
en el interés por construir una literatura más social
que lo que se acostumbra en este tipo de novelas.
En términos de Uriel Quesada (2012),
habría que indagar cuáles son “algunas constantes
temáticas y formales que empiezan a perfilarse”
en la novela policiaca de la región. Según este
autor, la producción policiaca centroamericana
está relacionada con lo que él llama la escuela
norteamericana dura o hard boiled, que se
caracteriza por una línea más social y política.
Para Misha Kokotovic (2012), hay algunos
elementos que han variado dentro de la forma como
se escribe el género policiaco en Centroamérica con
respecto al género policial “clásico”. Por ejemplo,
destaca la falta de fe en la investigación racional
como forma de lograr la justicia en sociedades
corruptas. También menciona como este género
muestra cierta relación con la desilusión profunda
por el desenlace de las luchas armadas y las
experiencias revolucionarias. A esto se refiere
cuando habla de que el policial centroamericano
asume una postura desilusionada. Así mismo señala
la desaparición de la figura del detective en algunos
de los textos del género.
Entre otros rasgos, Kokotovic destaca la
importancia que tienen dentro de esta producción
literaria el hecho de revelar -mediante su ficciónla
corrupción, la violencia y la criminalidad
del orden social. En lo anterior coincide con la
práctica literaria de autores como Dante Liano tal
como sucede en su conocida novela El hombre de
Montserrat (1996) la cual se ha constituido en uno
de los referentes del género en Centroamérica.
También son muy esclarecedoras las
apreciaciones de Dante Barrientos (2009)
acerca de las particularidades del relato policial
centroamericano, en cuanto al papel que juega en
el campo cultural de la región. Tal papel consiste en
encarar la historia, recomponer la memoria a través
de una ficción que pretende llegar a ciertas verdades.
En este sentido se acerca a lo que propone el texto
de Memoria, historia y olvido de Paul Ricoeur el cual
propone indagar sobre ciertos procesos históricos
que han quedado silenciados por la historia oficial.
Otra de las características de este subgénero
es la configuración de un investigador que ejerce
su búsqueda fuera de la institucionalidad; es decir,
fuera del circuito policial, como ocurre en la novela
costarricense Mariposas negras para un asesino
(2005) de Méndez Limbrick en la que el investigador
Filosofía, Artes y Letras 61
Henry de Quincey dirige sus pesquisas sobre el
asesinato de varias mujeres jóvenes, una vez que
ha dejado su puesto dentro del aparato judicial. Esta
búsqueda fuera del aparato institucional alcanza al
lector quien –como acontece en esta novela- debe
finalmente formular una posible solución al enigma.
Un silencio completo; de este modo nombra
Dante Liano a las circunstancias del contexto sociopolitico
centroamericano que han propiciado
el surgimiento del género policial. En palabras
de Liano “En América latina, muchas novelas
policiales han restituido a la memoria colectiva
los hechos del pasado reciente”. También destaca
la impunidad en que han terminado muchas de
las investigaciones “oficiales” sobre los procesos de
violencia que ha sufrido la región, de manera que
no es raro que la literatura se interrogue sobre este
silencio, ni es extraño que el policial se constituya
en la forma apropiada para la pesquisa sobre ese
pasado histórico; es decir, que por medio de la
ficción se intente develar una perspectiva distinta
de la verdad histórica.

VI. Consideraciones finales
Señala Dante Liano que cuando la historia
oficial no puede dar cuenta de la realidad, la literatura
toma su lugar y asume la función de contar los
hechos como realmente fueron, aunque tenga que
hacerlo por medio de la ficción. Lo anterior tiene que
ver mucho con el papel (la función) que la literatura
policiaca cumple en una sociedad que se caracteriza
por su violencia, corrupción e impunidad.
Sobre la pregunta inicial de esta reflexión
acerca de la causa de la relevancia que el neopolicial
ha tomado en la región, se debe decir que este género
ofrece la posibilidad –a través de la investigación
y de las pesquisas- de hacer un recorrido por
aquellos espacios sociales olvidados, silenciados o
no contados por la Historia, entendida aquí como
la historia oficial.
Sin embargo, se debe señalar que este
fenómeno literario que hoy llamamos neopolicial
no se agota en las consideraciones que se han
indicado anteriormente, pues lejos de verse como
un género consolidado es más acertado pensarlo
como inacabado, imperfecto, en construcción,
ya que no todos los escritores centroamericanos
están de acuerdo en que este ejercicio literario sea
calificado de policial.
Por ejemplo, Rodrigo Rey Rosa quien se
ha constituido como uno de los escritores más
reconocidos de la región, muestra en sus textos una
práctica escritural que roza lo policial en la medida
en que se nutre de la violencia social como tema,
pero que se aleja del policial clásico en que su final
no logra lo que Kokotovich llama la restitución del
orden, lo cual se obtiene en el género clásico gracias
a la resolución del crimen por parte del detective.
Al respecto, el periodista Maciek Wisniewski
(2012) refiere que el novelista guatemaltecoestadounidense
Francisco Goldman señala lo
siguiente: “Una novela policiaca, con caso resuelto y
justicia hecha en Guatemala, sería muy inverosímil.
Mentira, daría cierta nausea, incluso si fuera bien
contada, porque siendo novela –y no reportaje–
tendría que crear una sensación de ‘verdad’.
Wisniewski (2012) también recoge en su
artículo las apreciaciones de Rodrigo Rey Rosa
quien indica que si en su país el 98 por ciento de
los crímenes queda sin resolver, el género policiaco
es imposible, pues el género clásico en el que un
investigador dirige una investigación racional que le
permite resolver los crímenes sería poco probable en
el contexto centroamericano. En suma, el grado de
impunidad y corrupción del Istmo hace imposible
para Rey Rosa la producción de ese género tal cual
se practica en otras regiones.
Sin duda esta nueva práctica escritural, que se
ha denominado -a falta de un mejor nombre- novela
negra o neopolicial, trata de representar la violencia
y la impunidad de las sociedades centroamericanas
a partir de algunos recursos literarios que le brinda
la novela policial clásica.

Pensamiento Actual. Volumen 14 - N 62 o. 22, 2014. Universidad de Costa Rica.
Bibliografía

Arias, A. (2012). Post-identidades post-nacionales:
Duelo, trauma y melancolía en la constitución
de las subjetividades centroamericanas de
posguerra. Por Beatriz Cortez (Ed.) (Per)
Versiones de la modernidad. Literaturas,
identidades y desplazamientos. Guatemala:
F&G Editores.
Baltodano Román, J.G. (2013) La novela policial
hispanoamericana contemporánea: un
panorama (Tesis de Maestría en Literatura
Latinoamericana). Universidad de Costa
Rica, Sede Rodrigo Facio.
Barrientos, Dante (2009). Introducción. Por Dante
Barrientos Tecún (Ed.). Escrituras policiacas,
la Historia, la Memoria. Boloña: Editorial
Astraea.
Bolaño, Roberto (2004). 2666. Barcelona:
Anagrama.
Bourdieu, Pierre (1995). Las reglas del arte: génesis
y estructura del campo literario. Barcelona:
Anagrama.
Castellanos Moya, Horacio. (2001). El arma en el
hombre. España: Tusquets.
Castellanos Moya, Horacio. (2000). La diabla en el
espejo. Madrid: Linteo.
Ciendua Gómez, V. J.; Moya Uriza, D. (2011). La
novela negra latinoamericana y colombiana:
lecturas de las novelas Mariposas negras
para un asesino y Escorpio City. (Tesis
para otra por el grado de Licenciatura en
Humanidades) Recuperado de http://hdl.
handle.net/10656/725. [Consulta 6 nov. 2013]
Cortez, Beatriz. (2010). Estética del cinismo. Pasión
y desencanto en la literatura centroamericana
de posguerra. Guatemala: F&G Editores.
Fornet, Jorge. (2005). Nuevos paradigmas en
la literatura latinoamericana. Maryland:
University of Maryland. Recuperado de
http://www.lasc.umd.edu/Publications/
WorkingPapers/NewLASCSeries/wp13.pdf
[Consulta 28 nov. 2013]
Galich, Franz. (2001) Prolegómenos para una
historia de las literaturas centroamericana.
En: Istmo, No. 1, enero-junio. Recuperado
de http//:www.denison.edu/istmo/vlnl..
[Consulta 22 nov. 2013]
Galich, Franz. (2012). Tikal Futura. Guatemala:
F&G Editores.
Galich, Franz. (2001). Managua salsa city: devórame
otra vez. Managua: Anamá Ediciones.
Galich, Franz. (2006). Y te diré quién eres (mariposa
traicionera). Managua: Anamá Ediciones.
Gimbert, Anne. (2009). Para una lectura especular
de La neblina de ayer de Leonardo Padura.
Por Dante Barrientos Tecún (Ed.). Escrituras
policiacas, la Historia, la Memoria. Boloña:
Editorial Astraea. 85-96.
Kokotovic, M. (2012). Neoliberalismo y novela
negra en la posguerra centroamericana.
Por Beatriz Cortez (Ed.), (Per)Versiones de
la modernidad. Literaturas, identidades y
desplazamientos. Guatemala: F&G Editores.
Liano, Dante.(2012). El canon literario
hispanoamericano actual. Por Beatriz Cortez
(Ed.). (Per)Versiones de la modernidad.
Literaturas, identidades y desplazamientos.
Guatemala: F&G.
Liano, Dante (2009). La novela policial como
memoria. Por Dante Barrientos Tecún (Ed.).
Escrituras policiacas, la Historia, la Memoria.
Boloña: Editorial Astraea.
Filosofía, Artes y Letras 63
Liano, Dante (2005). El hombre de Montserrat.
Editorial Piedra Santa.
López García, Isabelle (2009). Historia e historia
en la novela policiaca Los años marchitos de
Rafael Menjívar Ochoa. Por Dante Barrientos
Tecún (Ed.). Escrituras policiacas, la Historia,
la Memoria. Boloña: Editorial Astraea.
Mackenbach, W. (2012) Narrativas de la memoria
en Centroamérica: entre política, historia y
ficción. Por Beatriz Cortez, (Per)Versiones
de la modernidad. Literaturas, identidades y
desplazamientos. Guatemala: F&G Editores.
Méndez Limbrick, Jorge. (2005). Mariposas negras
para un asesino. Heredia: EUNA
Méndez Limbrick, Jorge. (2010). El laberinto del
verdugo. San José: Editorial Costa Rica.
Menton, Seymour. (2009). La novela histórica
en la época posrevolucionaria: 1989-
2005. Revista del CESLA. (Nº12), 41-49.
Recuperado de http://www.redalyc.org/
pdf/2433/243321003005.pdf [Consulta 25
ene. 2014]
Montanaro Meza, Oscar. (2003). Huellas de ceniza,
primera novela policíaca de la literatura
costarricense. Letras. Vol.1 (35), 211-225.
Recuperado de www.revistas.una.ac.cr/index.
php/letras/article/download/3956/3799
[Consulta 8 feb. 2014]
Montero Rodríguez, Shirley. Las cartografías
cognoscitivas del espacio urbano en Mariposas
negras para un asesino de Jorge Méndez
Limbrick. Revista Inter sedes. Vol IX (17-
2008). Págs. 203-224.
Quesada, U. (2012). ¿Por qué estos crímenes?
Literatura policiaca en Centroamérica. Por
Beatriz Cortez, (Per)Versiones de la modernidad.
Literaturas, identidades y desplazamientos.
(pág. 165). Guatemala: F&G Editores.
Perkowska, Magdalena. (2010). Historia, memoria
y literatura: dinámicas de unificación y
pluralidad. Una perspectiva sobre identidades
centroamericanas. Revista Pensamiento
Actual. Vol 10 (Nº 14-15), 147-160.
Rey Rosa, Rodrigo. (2012). Los sordos. Alfaguara
Ricoeur, Paul. (2004) La Memoria, la Historia y
el Olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica.
Rodríguez Cascante, Francisco.(2003) Autobiografía
y dialogismo. El género literario El Río y las
novelas de caballería. Costa Rica: EUCR
Rojas G., Margarita. (2006). La ciudad y la Noche:
La Nueva Narrativa Latinoamericana. Bogotá:
Grupo Editorial Norma
Rojas G., Margarita. (2011). Literatura en guerra: la
narrativa contemporánea en Centroamérica.
Letras. Vol.1 (49), 27-50.
Viala, Fabienne (2009). El periodo especial se
muerde la cola: el policía comilón y la novela
negra de Leonardo Padura Fuentes. En
Escrituras policiacas, la Historia, la Memoria.
Editorial Astraea.
Volpi, Jorge. (2009). El insomnio de Bolívar. México:
Debate
Volpi, Jorge. (1999). En busca de Klingsor. Barcelona:
Seix Barral.
Wisniewski. M. (2012, 6 de noviembre) Por
sus novelas (policiacas) los conoceréis
[Opinión]. La jornada. Recuperado de
http://www.jornada.unam.mx/2012/11/06/
opinion/023a2pol [Consulta 10 feb. 2014]
Zavala, Magda y Seidy Araya. (1995) La
historiografía literaria de América Central
(1957-1987). Heredia: EUNA.

Malcolm Lowry.Bajo el volcán. Novela.


Malcolm Lowry
(Birkenhead, 1909-Ripe, 1957) Escritor británico. Abandonó sus estudios en Cambridge para ser marinero, experiencia que relata en su primera novela, Ultramarina (1934). Residió en EE UU, México y Canadá. Progresivamente alcoholizado, transformó sus obsesiones en materia de una brillante obra literaria, influida por Melville y por Joyce (Bajo el volcán, 1947; Lunar cáustico, 1963; Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, 1968); son notables también sus poemas y su epistolario.
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/lowry.htm
***
El Día de Muertos de 1938 es una jornada aciaga para el ex cónsul británico en México, Geoffrey Firmin, un hombre alcohólico, arruinado por los fantasmas de su mente y de su pasado y cuyos oscuros sentimientos de culpabilidad alimentan una soterrada voluntad de autodestrucción. Incapaz de reaccionar al regreso de su ex mujer, Yvonne, el cónsul deja que ella se acerque de nuevo a su hermanastro Hugh, trotamundos implicado en actividades políticas. Y durante las veinticuatro horas en que transcurre la novela, en un México que simboliza al tiempo el paraíso y el infierno terrenales, se suceden alejamientos, malentendidos y encuentros conflictivos, y hasta violentos, con personajes de toda índole. Un funesto augurio un indio moribundo al borde de un camino da la primera señal de alarma. Mientras Geoffrey, cada vez más ensimismado, naufraga lentamente en sus delirios etílicos ante los ojos de Yvonne y Hugh, éstos asisten impotentes a los estragos de su trágica caída.
Fuente: N.N.

Fragmento. Bajo el volcán. Novela.


¡De cuantas maravillas / pueblan el mundo, la mayor, el hombre! / Él en alas del noto entre la bruma / cruza la blanca mar, sin que le asombre / la hinchada ola de rugiente espuma. / Y a la Tierra también, la anciana diosa, / incansable, inmortal, ha domeñado / con sus ágiles mulas, yunta airosa, / que año tras año le hincan el arado.
Él a las aves, cabecitas hueras, / a los monstruos del ponto y a las fieras, / ingenioso y sagaz, las redes tiende, / y nada de sus mallas se defiende. / Para rendir al animal que ronda / libre los campos, con primor se amaña, / y bajo el yugo domador sujeta / al resistente toro de montaña, / al potro hirsuto de cerviz inquieta.
El lenguaje adquirió, y el pensamiento / que corre más que el viento, / y el temple vario en que el vivir estriba / del hombre en la ciudad. Con hábil treta / los flechazos del hielo astuto esquiva / y el chubasco importuno / que no dejan parar a cielo raso. / Su avance no detiene azar alguno, / y no hay dolencia que le salga al paso / que a soslayar no acierte. / De sólo un mal no escapa: de la muerte.

SÓFOCLES, Antígona


Now I blessed the condition of the dog and toad, yea, gladly would I have been in the condition of the dog or horse, for I knew they had no soul to perish under the everlasting weight of Hell or Sin, as mine was like to do. Nay, and though I saw this, felt this, and was broken to pieces with it, yet that wich added to my sorrow was, that I could not find with all my soul that I did desire deliverance.

JOHN BUNYAN, Grace Abounding for the Chief of Sinners


Wer immer strebend sich bemüht, den kónnen wir erlösen.

GOETHE



 I


Dos cadenas montañosas atraviesan la República, aproximadamente de norte a sur, formando entre sí valles y planicies. Ante uno de estos valles, dominado por dos volcanes, se extiende a dos mil metros sobre el nivel del mar, la ciudad de Quauhnáhuac. Queda situada bastante al sur del Trópico de Cáncer; para ser exactos, en el paralelo diecinueve, casi a la misma latitud en que se encuentran, al oeste, en el Pacífico, las islas de Revillagigedo o, mucho más hacia el oeste, el extremo más meridional de Hawai y, hacia el este, el puerto de Tzucox en el litoral atlántico de Yucatán, cerca de la frontera de Honduras Británica o, mucho más hacia el este, en la India, la ciudad de Yuggernaut, en la Bahía de Bengala.
Los muros de la ciudad, construida en una colina, son altos; las calles y veredas, tortuosas y accidentadas; los caminos, sinuosos. Una carretera amplia y hermosa, de estilo norteamericano, entra por el norte y se pierde en estrechas callejuelas para convertirse, al salir, en un sendero de cabras. Quauhnáhuac tiene dieciocho iglesias y cincuenta y siete cantinas. También se enorgullece de su campo de golf, de multitud de espléndidos hoteles y de no menos de cuatrocientas albercas, públicas y particulares, colmadas por la lluvia que incesantemente se precipita de las montañas.
En las afueras de la ciudad, cerca de la estación del ferrocarril, se yergue, en una colina ligeramente más alta, el Hotel Casino de la Selva. Está situado bastante lejos de la carretera principal y lo rodean jardines y terrazas que, en cualquier dirección, dominan un amplio panorama. Aunque palaciego, lo invade cierta atmósfera de desolado esplendor. Porque ya no es un casino. Ni siquiera se pueden apostar a una partida de dados las bebidas que se consumen en el bar. Lo rondan fantasmas de jugadores arruinados. Nadie parece nadar jamás en su espléndida piscina olímpica. Vacíos y funestos están los trampolines. Los frontones, desiertos, invadidos de hierba. Sólo dos campos de tenis se mantienen en buen estado durante la temporada.
Hacia la hora del crepúsculo del Día de Muertos, en noviembre de 1939, dos hombres, vestidos de franela blanca, estaban sentados bebiendo anís en la terraza principal del Casino. Habían jugado primero al tenis, luego al billar, y las raquetas envueltas en fundas impermeables y cautivas en sus prensas —la del doctor, triangular, la del otro, cuadrangular— descansaban frente a ellos en el parapeto. Mientras se acercaban las procesiones que descendían serpeando por la colina detrás del hotel, llegaban hasta ambos los sonidos plañideros de sus cánticos; volviéronse para ver a los dolientes, a los que sólo pudieron distinguir poco después, cuando las melancólicas luces de sus velas comenzaron a girar entre los lejanos haces de los maizales. El doctor Arturo Díaz Vigil acercó la botella de Anís del Mono a M. Jacques Laruelle, que ahora se asomaba, absorto, por encima del parapeto.
Abajo, ligeramente a la derecha, en el gigantesco atardecer encarnado cuyo reflejo sangraba en las piscinas desiertas esparcidas por doquier como otros tantos espejismos, extendíanse la paz y la dulzura de la ciudad. Desde donde estaban sentados, ésta parecía bastante apacible. Sólo escuchando atentamente, como ahora lo hacía M. Laruelle, podía percibirse un sonido confuso y remoto —claro y, sin embargo, inseparable del minúsculo murmullo, del sonsonete de los dolientes— como de un cántico que se elevaba para luego caer, y un pisoteo regular —los estallidos y gritos de la fiesta que había durado todo el día.
M. Laruelle se sirvió otro anís. Estaba bebiendo anís porque le recordaba el ajenjo. Un intenso rubor teñía su rostro y su mano colocada sobre la botella, en cuya etiqueta un demonio encarnado blandía ante sus ojos un tridente, temblaba un poco al asirla.
—Quise persuadirle de que se marchara para se déalcoholiser —dijo el doctor Vigil. Titubeó al emplear la expresión francesa, y prosiguió en su mal inglés—. Pero yo mismo me sentía tan enfermo aquel día, después del baile, que sufría física, realmente. Eso es pésimo porque nosotros los médicos debemos comportarnos como apóstoles. Recuerde que aquel día también usted y yo jugamos al tenis. Pues bien, después busqué al Cónsul en su jardín y le mandé un muchacho para ver si venía unos minutos a tocar a mi puerta; se lo agradecería; si no, que me escribiera una nota si la bebida no lo había matado ya.
M. Laruelle sonrió.
—Pero se han marchado —prosiguió el otro—. Y sí, pensé preguntarle a usted también aquel día si lo habían buscado en casa del Cónsul.
—Estaba en mi casa cuando usted telefoneó, Arturo.
—¡Oh!, ya lo sé, pero pescamos una horrible borrachera esa noche anterior, nos pusimos tan 'perfectamente borrachos'*, que me pareció a mí que el Cónsul se sentía tan mal como yo —el doctor Vigil meneó la cabeza— La enfermedad no se halla sólo en el cuerpo, sino en aquella parte a la que solía llamarse alma, ¡pobre de su amigo! ¡Gastar su dinero en la tierra en esas tragedias continuas!
M. Laruelle terminó su copa. Levantóse y se dirigió al parapeto; apoyando las manos sobre las raquetas, miró hacia abajo, en torno suyo: contempló los abandonados frontones de jai-alai con las paredes cubiertas de hierba, vio las mesas de tenis, muertas, y la fuente, bastante cercana al centro de la avenida del hotel, en donde un campesino había detenido su caballo para darle de beber. Dos americanos, un joven y una chica, iniciaban un tardío partido de ping-pong en la galería del anexo inferior. Cuanto había ocurrido hacía hoy exactamente un año parecía pertenecer ya a una era distinta. Se hubiera podido creer que los horrores del presente lo habían engullido como una gota de agua. Pero no había sido así. Aunque la tragedia estaba transformándose en algo irreal y sin significado, parecía que aún era permitido recordar los días en que la vida personal tenía algún valor y no era una simple errata en algún comunicado. Encendió un cigarrillo. Lejos, a su izquierda, en el nordeste, más allá del valle y de los contrafuertes en forma de terraza de la Sierra Madre Oriental, ambos volcanes, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, se erguían majestuosos y nítidos, contra el fondo del crepúsculo. Más cerca, tal vez a unos quince kilómetros, a menor altura que el valle principal, distinguió el pueblo de Tomalín, anidado tras la selva, desde la cual ascendía un tenue velo de humo ilícito: alguien quemaba leña para hacer carbón. Ante sí, del otro lado de la carretera principal, se extendían campos y boscajes entre los cuales serpeaban un río y el camino de Alcapancingo. La atalaya de una prisión se elevaba sobre un bosque entre el río y la carretera que se perdía más adelante, allá donde las colinas purpúreas de un paraíso a lo Doré desaparecían en la distancia. En la ciudad, las luces del único cine de Quauhnáhuac, que construido en una colina se destacaba notablemente, se encendieron de pronto; vacilaron un momento y volvieron a prenderse.
—'No se puede vivir sin amar' —dijo M. Laruelle—. Como ese 'estúpido' lo escribió en mi casa.
—Vamos, 'amigo', despreocúpese —dijo el Dr. Vigil, a su espalda.
—Pero, '¡hombre!' ¡Yvonne volvió! Eso es lo que nunca podré entender. ¡Volvió a su lado! —M. Laruelle regresó a la mesa, en donde se sirvió y bebió un vaso de agua mineral de Tehuacán. Dijo:
—'Salud y pesetas'.
—'Y tiempo para gastarlas' —replicó, absorto, su amigo... M. Laruelle contempló al doctor que, recostado en su silla de playa, bostezaba; observó su rostro, su rostro de mexicano imposiblemente apuesto, moreno e imperturbable, los ojos oscuros de mirada bondadosa, inocentes, como los de aquellos niños oaxaqueños, bellos y ansiosos, que viven en Tehuantepec (sitio ideal en el que las mujeres hacen el trabajo mientras los hombres se bañan todo el día) y las manos pequeñas y finas y sus delicadas muñecas en las que resultaba casi sorprendente ver que despuntaba un vello negro y áspero.
—Dejé de preocuparme hace mucho, Arturo —dijo en inglés, quitándose el cigarrillo de los labios con sus dedos nerviosos y finos, en los cuales tenía conciencia de llevar demasiados anillos—. Lo que encuentro más... —M. Laruelle se percató de que su cigarrillo estaba apagado y se sirvió otro anís.
—'Con permiso' —el doctor Vigil le acercó un encendedor que ardió con tal rapidez, que le pareció como si ya hubiera estado prendido en el bolsillo de donde lo sacó; tal fue la coincidencia entre ademán e ignición. Ofreció la llama a M. Laruelle—. ¿No fue usted nunca aquí a la iglesia de los desheredados —preguntó de súbito—, donde está la Virgen de aquellos que no tienen a nadie?
M. Laruelle negó con la cabeza.
—Ninguno va allí. Sólo los que no tienen a nadie —dijo el doctor pausadamente. Se guardó el encendedor en el bolsillo y miró su reloj, enderezando la muñeca con ágil movimiento—. Allons-nous-en —añadió— 'vamonos' —y se rió perezosamente con una serie de cabeceos que parecían inclinar su cuerpo hacia adelante, hasta que la cabeza descansó entre sus manos. Después se levantó y fue a situarse junto a M. Laruelle en el parapeto, aspirando profundamente—. ¡Ah! Ésta es la hora que me encanta, con el sol que se oculta, cuando todo hombre se pone a cantar y todos los perros a «ladronear».
M. Laruelle se rió. Mientras conversaban, el cielo, hacia el sur, se había cubierto de furor y tempestad; ya los dolientes habían desaparecido de la colina. Adormercidos en la altura, los zopilotes flotaban en el aire sobre sus cabezas.
—Entonces, a las ocho y media; tal vez vaya a pasar un rato en el 'cine'.
—Bueno. Lo veré entonces esta noche en el sitio convenido. Recuerde: sigo sin creer que se vaya mañana —tendió la mano y M. Laruelle, que le guardaba afecto, la estrechó vigorosamente—. Trate de venir en la noche; si no, entienda, por favor, que siempre tendré interés por su salud.
—'Hasta la vista'.
—'Hasta la vista'.
Solo, junto a la carretera por la que hacía cuatro años llegó desde Los Ángeles, hasta el último kilómetro de aquel viaje largo, insensato y hermoso, también M. Laruelle resistíase a creer que se marcharía. La idea del mañana le pareció casi insoportable. Se detuvo indeciso sobre la ruta que seguiría para llegar a casa, cuando el autobús Tomalín-Zócalo, pequeño y repleto, pasó traqueteando a su lado hacia la falda de la colina, rumbo a la barranca, antes de iniciar el ascenso a Quauhnáhuac. Esta noche le repugnaba seguir el mismo camino. Atravesó la calle, con rumbo a la estación. Aunque no iba a marcharse por ferrocarril, ante la idea de la partida, de su inminencia, nuevamente le invadió una abrumadora tristeza y, evitando puerilmente las agujas, siguió por los rieles. Los rayos del sol poniente rebotaban en los tanques de petróleo que se hallaban en el pasto del andén. La estación dormitaba. Las vías estaban desiertas; las señales, levantadas. Poco de cuanto en ella había daba idea de que alguna vez allí llegara un tren, por no decir que de allí saliera.

viernes, 27 de marzo de 2015

Apostillas literarias. Breves ideas sobre la Novela Negra y el Laberinto del Verdugo.

(Foto: en el orden usual, los escritores: Guillermo Fernández, Daniel Quirós, J.Méndez-Limbrick y Carlos Cortés).

Apostillas literarias. Breves ideas sobre la Novela Negra y el Laberinto del Verdugo.
La refundición de la actual novela negra.
Ideas expuestas en la Feria Internacional del Libro. Antigua Aduana. Año: 2014.

Siempre he sido un escéptico a los cánones.  Porque al final: ¿qué es un canon?  Un canon  es – a mi entender – un modelo de características perfectas en el Arte.
Los cánones literarios occidentales se remontan a la época greco-latina y así seguiría el Arte en general durante muchos siglos, mirando a estas dos grandes culturas como modelos.

Sin embargo, hoy por hoy existen zonas grises, zonas en las que el Arte en general – en este caso la Literatura y sus diferentes géneros -  no se pueden clasificar con facilidad. En este caso preciso: la novela negra, la novela policial o gótica.
Quizá los que mejor han entendido este tema o problemática son los académicos Dra Nadina Olmedo y el Dr Osvaldo Di Paolo.

Di Paolo doctor en Literatura y profesor de la Universidad de Austin Peay conjuntamente con la doctora Olmedo, han elaborado toda una teoría sobre la refundición de los géneros literarios (novela negra, gótica y policial) en lo que han llamado muy acertadamente: novela negrótica.

Dice el citado profesor:
“En La novela policial (1968), P. Boileau y T. Narcejac puntualizan la relación entre la novela criminal y de terror, ya que en varias ocasiones ambas utilizan un componente básico —el miedo-delito— como eje de sus sucesos. Para ambos críticos “el miedo provoca la investigación y la investigación hace desaparecer el miedo”. Claro que sus conclusiones son pertinentes a la mitad del siglo XX, en la cual la novela policial clásica predomina en el mercado editorial. En la actualidad, la paulatina transformación de la novela detectivesca clásica en novela negra no siempre incorpora una investigación que valide de manera exclusiva esta aserción.  A su vez, si bien en La novela criminal (1991), Valles Calatrava señala que “hay hechos delictivos en Drácula de Bram Stoker o el Frankenstein de Mary Shelley por ejemplo, o elementos terroríficos en Los crímenes de la calle Morgue, pero tales componentes figuran como un elemento temático no excesivamente relevante, como un aditamento”; hoy en día es posible afirmar que existen textos en los que el miedo y el delito operan como cimientos narrativos constantes, productos de la evolución de la novela negra y de la gótica.

Especialmente en tiempos contemporáneos, estos dos géneros se fusionan homogéneamente para dar origen a la “novela negrótica”, la cual se vale de los elementos inherentes a cada uno—detective, criminal, crimen (en la vertiente negra) y castillos, vampiros, fantasmas, laberintos (en la corriente gótica). Al mismo tiempo, estas dos tendencias bien demarcadas comparten recursos comunes—suspenso, nociones del bien y del mal, asesinos, terror, violencia, peligro, víctimas y victimarios, personajes supernaturales, marginalidad, venganzas, espacios en ruinas y decadentes e identidades dobles— y, en un mismo texto, resaltan su convergencia posmoderna para vociferar los terrores de la sociedad contemporánea. En otras palabras, esta disolución genérica entre el gótico y la novela negra vuelve a coagularse en un negrótico posmoderno. Esta mutación (1) resalta las áreas subterráneas que yacen detrás de las experiencias cotidianas y que preocupan al individuo y al seno social en su conjunto, (2) cuestiona los miedos, creencias y prejuicios que repercuten en la sociedad y (3) presenta una estética sombría producto de la intranquila experiencia colectiva. Para escudriñar estas aseveraciones, este ensayo explora la metamorfosis del vampiro-asesino contemporáneo en El laberinto del verdugo (2009) de Jorge Méndez Limbrick y resaltar la problemática actual de la sociedad costarricense”.
Spanish American Studies
Session:
Metamorfosis: bestias, vampiros y posthumanidad. Universidad de Kentucky, USA.

Más, estos conceptos – de zonas grises y penumbrosas -  no son totalmente de principios del siglo XXI  porque, el genio de la literatura polaca Wietkiewicz, en la primerísima mitad del siglo XX, poseyó conceptos interesantísimos acerca de la novela como género, dice:

“ Por esa misma razón, una novela puede ser cualquier cosa, independientemente de las leyes de la composición, empezando por una aventura psicológica...” No transcribo literalmente el fragmento en mención puesto que,  es demasiado extenso.
Lo importante de la anterior afirmación del escritor polaco es que afirma sin tapujos que en una novela existen y siempre existirán zonas grises en donde lo clasificación es imposible.

Pienso entonces que, lo importante de un texto narrativo no es su clasificación per se,  sino si está bien o mal escrito, y si entretiene  al lector, lo demás sobra.
Sin embargo, retomando la idea de los académicos Olmedo y Di Paolo, en efecto hoy en día se puede percibir una refundición de géneros y en especial en la novela negra y lo que han definido como novela negrótica.

Veamos:
1. En la Novela Negra siempre los  ambientes son oscuros, tenebrosos, no así en la Novela Policíaca. En el Laberinto del Verdugo se da siempre un clima oscuro, incluso la mayoría de las narraciones la acción transcurre en la noche. Es un mundo nocturno.
2. En la Novela Negra  la solución del misterio no es lo importante, sino lo que se desarrolla, lo que se cuenta. En el Laberinto del Verdugo, en efecto, lo importante no es la solución de los crímenes.
3. En ambas corrientes (novela negra y policial)  la violencia está presente. Sin embargo,  pienso que en la Novela Negra, la violencia es una violencia larvada a diferencia de la policial. Este último es un rasgo típico de El laberinto del verdugo: la violencia es una violencia oculta, poco descriptiva.
4. Una zona que se difumina en ambos géneros son los personajes que por lo general son personajes derrotados, de los bajos fondos. En el Laberinto del verdugo, la mayoría de los personajes, chapotean en los bajos fondos.
5. En la Novela Negra es más importante ahondar en la psique humana no así en la novela policíaca que lo importante es resolver el crimen. En El laberinto del verdugo, se hace un extenso cuadro psicológico de Henry de Quincey. Los crímenes se dejan de lado, son un pretexto para contar otras historias, una historia de un San José oculto entre otras.
6. En la Novela Negra se retratan las debilidades humanas. En El laberinto del verdugo, se hace un estudio del por qué de los asesinatos y las flaquezas humanas, principalmente las de don Julián Casasola Brown. Además, existe un amplio análisis de lo ético y lo moral.

Hoy por hoy – vuelvo a repetir- el Arte en general deja a un lado los conceptos clásicos del canon y se refunde o se funde con otros géneros algo impensable varias décadas atrás.

Archivo del blog

DE SOBREMESA Rayuela: los yerros del salto En colaboración: Dr. Enrico Pugliatti y J. Méndez-Limbrick

  Rayuela : los yerros del salto 1. El culto al caos disfrazado de libertad Cortázar propone una lectura no lineal, pero el “tablero de dire...

Páginas