ANTIFONTE
INTRODUCCIÓN
En los siglos de la helenidad universal que acompañó
al poder romano se organizó un estudio sistemático de la
monumental creación literaria de la Grecia clásica. Fruto
de esta ingente labor es la fijación de los cánones de autores;
de modo que tanto las escuelas como las bibliotecas,
públicas o privadas, dispusieran para cada género de un
cierto corpus. Así es como, desde los tiempos de Aristófanes
de Bizancio y de Aristarco !, quedó fijado el canon
de los diez oradores que hoy conocemos, a saber: Antifonte,
Andócides, Lisias, Isócrates, Iseo, Esquines, Demóstenes,
Licurgo, Hiperides y Dinarco. Se suele citar el nombre
de Cecilio de Caleacte como autor de esta selección,
tan arbitraria como se quiera 2, pero consagrada por la
exigüidad con la que la obra de todo otro orador nos ha
sido transmitida. A decir verdad, si Antifonte no hubiera
sido incluido en esta élite nos habría pesado mucho, pues
apenas hay noticia a él relativa que no sea capaz de despertar
interés. Su vida y su legado son igualmente contro1
Y aun acaso mucho antes, cf. R. P fe if f er , Historia de la filología
clásica I, Madrid, Gredos, 1981, pág. 365.
' 2 Cf. Quin til ia n o , De institutione oratoria X 1, 80 y XII 10, 22,
donde se cita a Demetrio de Falero y Aristogiton.
10 ANTIFONTE
vertidos, hasta el punto de dejar escaso margen a la indiferencia
ante ambos: tal fue y es el alcance de su personalidad.
N
ace Antifonte en el demo de Ramnunte, en el Ática,
hacia 480 a. C., como miembro de una familia aristocrática
de la tribu Ayante. Su padre era Sófilo, de quien nuestro
Antifonte aprendería el arte que había de hacerlo famoso
aun más allá de su propia ciudad, el de la retórica.
Por Tucídides, Platón y Jenofonte sabemos que el ramnusio
vivía entre la animadversión y el reconocimiento de la
mayoría, que le reprochaba su amor al dinero, pues obtenía
provecho de su saber mediante el ejercicio de la logografía
y la enseñanza de la retórica, y a la vez temía su
gran talento, siempre al servicio de las más radicales heterías
nobiliarias 3. Sus ideales políticos se vieron al fin plasmados
con la llegada al poder de los Cuatrocientos, como
se conoce al régimen aristocrático que tras el desastre de
Sicilia gobernó la ciudad por unos meses, en 411 a. C.
A la caída de los oligarcas, Antifonte, que había permanecido
en Atenas a despecho del peligro cierto que corría,
fue sentenciado a muerte en su calidad de responsable directo
del golpe de Estado producido. La condena por alta
traición trajo consigo la confiscación de bienes, el arrasamiento
de sus propiedades y la prohibición de enterrar el
cadáver en suelo ático. Además, la pérdida de los derechos
civiles era extensiva a los descendientes. ,
A pesar de tan señalada participación política, se alude
a Antifonte como a un ciudadano apartado, por propia
voluntad, de la tribuna pública. Parece ser que su carácter
altivo, unido a una inseparable fama de hombre profunda3
C f . T u c íd id e s , VIII 68, 1; P l a t ó n , Menéxeno 236a; J en o fo n t e ,
Memorabilia I 6, 1-5.
INTRODUCCIÓN 11
mente enemistado con la causa de los demócratas, que combatió
toda su vida con extraordinario ahínco, le obligó a
no dejarse ver mucho por los foros de la Asamblea y el
Consejo atenienses: ni él debía sentir ninguna emoción especial
que le hiciera buscar un auditorio para sus intervenciones
en política, justo al revés que un Alcibiades o un
Cleón, ni el común de los asistentes se habría dejado convencer
con facilidad por los argumentos de uno de los más
acérrimos partidarios de la liquidación del sistema democrático.
Muestra suprema de su orgullo es el discurso de
defensa que pronunció ante el tribunal especial que lo juzgaba,
pues en uno de los fragmentos conservados se niega
a implorar la conmiseración de los jueces, como esperaban
sus adversarios. Tal era el carácter de su personalidad.
Hemos mencionado la gran distancia que lo separa de
Alcibiades, al que atacó en una obra de propaganda política
y cuyo regreso vetó cuando pudo hacerlo. Ciertamente,
no son propias de Antifonte las habilidades del que a toda
costa tiene con el poder comercio y trato, a fin de obtener
siempre el mayor beneficio material y personal. Pero tampoco
estamos ante un héroe esquileo, comprometido con
un sino fatídico cuyas condiciones no es posible alterar.
Al contrario, Antifonte alcanzó varias veces la estrategia
y estuvo implicado en frecuentes procesos. Por citar uno,
destaquemos el que sostuvo contra Hipócrates, sobrino de
Pericles, al que hizo condenar en contumacia. Esta aparente
contradicción entre el conspirador en la sombra que
algunos se figuran y el ciudadano que abiertamente actúa,
compareciendo ante cualquier pleno, ha llevado a proponer
que sólo en sus últimos años optaría por una discreta
retirada a segundo plano 4. En realidad, sabemos por Tu-
■· 4 Cf. WrrrMANN, De uita Antiphontis Rhamnusii Commentationes,
Schweinfurth, 1835, pág. 11.
12 ANTIFONTE
cidides que Antifonte «no comparecía a presencia del pueblo
ni por propia voluntad en litigio alguno de otro tipo
» 5, lo que demostraría su propósito de no perjudicar
el éxito de sus acciones políticas por un protagonismo nunca
bien aceptado. Es probable que así fuera, si bien nuestro
orador pudo aún haber ocupado el cargo de arconte
en 418/17 a. C., a menos que se tratara de otro Antifonte.
Por último, hemos de recordar que, según recoge la tradición,
uno de los discípulos de su escuela de retórica fue
el historiador Tucídides. En las Historias podemos leer un
breve elogio fúnebre que, aun revestido del rigor cientifistá
con que Tucídides se expresó siempre, evidencia una inequívoca
emoción personal6.
La obra de Antifonte se compone de discursos pronunciados
ante la Asamblea 1, discursos judiciales de carácter
público —el de su defensa, p. e., a raíz del golpe de Estádo
de 411 a. C.— y privado, un manual de retórica y un
libro de Proemios y epílogos, y, por fin, los tratados Sobre
la verdad, Sobre la concordia y el Político, y las Invectivas
contra Alcibiades. Ahora bien, tan sólo este último texto
puede ser reivindicado a las claras como obra de Antifonte;
los tres anteriores suelen ser referidos al llamado «Antifonte
el Sofista», que buen número de estudiosos contraponen
a su homónimo «el Orador». Ésta es la cuestión
5 T u e ., ¡oe. cit.
6 T ue., VIII 68, 1-2.
7 F r. Blass, Die Attische Beredsamkeit von Gorgias bis Lysias, I,
Leipzig, 1877, pág. 103, reconoce !a imposibilidad de verificar este extremo,
exigido, sin embargo, por la naturaleza misma de los discursos, que
son dos, Sobre el tributo de los ¡indios y Sobre el tributo de los samotracios.
Además, también Tucídides asegura que Antifonte intervino en nombre
de sus defendidos «tanto ante el tribunal como ante el pueblo», cf.
T u e ., toc. cit.
INTRODUCCIÓN 13
antifontea, basada en una distinción estilística que se abrió
paso entre los siglos i y m d. C. y que dio por incontestable
el rétor Hermógenes de Tarso 8. Lo cierto es que poco
podemos aún decir respecto de los fragmentos pertenecientes
a los antedichos tratados, que además presentan un tratamiento
lingüístico diferente del resto del corpus. Sería
preciso conocer las características del ensayo ideológico,
como un género más entre los correspondientes a los diversos
tipos de tratado científico, para saber en qué medida
su autor estaba en deuda con una tradición. De ahí que
nos circunscribamos a los discursos y sus fragmentos 9.
Incluso entre los discursos conservados completos se ha
querido ver tan grandes diferencias que fuera necesario postular
la existencia de diversos autores. Así, tan sólo el discurso
Sobre el asesinato de Herodes no ha sido nunca señalado
como apócrifo. Sí lo han sido los discursos Contra
su madrastra, por envenenamiento 10, Sobre el coreuta 11
8 Hermóo., Id., ed. H. Rabe, Leipzig, 1913, págs. 399-401.
9 Incluimos también el fragmento conservado de las Invectivas contra
Alcibiades, a pesar de su carácter epidictico —véase la Introducción a
los Fragmentos—. porque ningún dato lingüístico ni extralingüfstico permite
abonar su adscripción a la obra del sofista.
10 Cf. L. Spen g e l , Synagoge technön, Stuttgart, 1828; G. F. Sch o e -
mann, Jahrbücher fü r Wissenschaftliche Kritik II, 1839, pág. 482; Schmitt,
De oratione in nouercam quae Antiphontis fertur dissertatio, Fulda, 1853;
P ahle, Die Rede des Antiphons. Eine Kritische Untersuchung, Jever, 1860,
pág. 12; contra, E. Maetznkr, Antiphontis Orationes, Berlín, 1838, págs.
125 ss., donde se apunta que el discurso sí es obra de Antifonte, aunque
destinado tan sólo a la enseñanza; parecida es la teoría de A. H o p p e ,
Antiphontearum specimen, Halle, 1874, pág. 15, que asigna la obra a
la juventud del orador.
n Cf. C. W agen er, «Étude sur l’authenticité du discours d’Antiphon
Περί του χορευτού», Revue d ’instruction Publique en Belgique, XVIIIIIi
Bruselas, 1884. Contra, B. Brinkhîann, De Antiphontis oratione De
'Choreuta Commentatio Philologa, Jena, 1888.
14 ANTIFONTE
y, sobre todo, las Tetralogías 12, discursos ficticios que todavía
hoy despiertan profundas controversias. Parte de es-
12 Junto a los ya citados Schoemann y Pahle, cf. G r u e n w a l d t , De
Antiphontis quae feruntur Tetralogiis disputatio, Dorpat, 1873; C. G .
C o b e t , «D e locis nonnullis apud Antiphontem», Mnemosyne 8 (1880),
págs. 269-291; H . v a n H e rw e r d e n , «Antiphontea», Mnemosyne 9 (1881),
págs. 203 ss.; E. V. H a r tm a n n , Studia Antiphontea, Lugduni Batauorum,
1882; F. J. B rü c k n e r , De Tetralogiis Antiphontis Rhamnusii adscriptis,
Bautzen, 1887 (Gruenwaldt y Brückner coinciden en atribuir las
Tetralogías a un discípulo de A ntifonte); H . J. P o lack, De enuntiatorum
interrogatiuorum apud Antiphontem usu, H a lle , 1886; W. D it t en b er -
g er, «Antiphons Tetralogien und das attische Criminalrecht», H 32 (1897),
págs. 1-41; K. W e n ig , «Contribution à l’histoire de l’art oratoire en Grèce
», LF (1921), págs. 16-22; L. G e r n e t , Antiphon, Discours, Paris, 1923;
F. S o lm sb n , Antiphonsstudien. Untersuchungen zu r Entstehung der attischen
Gerichtsrede, B erlin , 1931; P. von d e r M ü h l l , «Zur Unechtheät
der antiphontischen Tetralogien», M H 5 (1948), págs. 1-5; E. R. D o d d s ,
«The nationality o f Antiphon the Sophist», CR 4 (1954), pägs. 94-95;
K. J. M a idm e n t, Minor A ttic Orators, I, Londres-Cambridge (Massachusetts),
1960, y, por fin, F. C o r t é s G a b a u d a n , Fórmulas retóricas
de la oratoria judicial ática, Salamanca, 1987. Todos estos autores niegan
la autenticidad de las Tetralogías por diversas razones. A favor de ella
están P . O ttsen, Exponitur de rerum inuentione ac dispositione, quae
est in Lysiae atque Antiphontis orationibus, Flensburg, 1847, y De A n tiphontis
uerborum formarumque specie, Rendsburg, 1854; K. L. K a y -
ser, R hM 12 (1857), pág. 224 (entendía las Tetralogías cómo u n capítulo
de manual de retórica de Antifonte); L. S p e n o e i, «Antiphon», R hM 17
(1862), pág. 167, n. 3; F. H. B o th , De A ntiphontis et Thucydidis genere
dicendi, Marburg, 1875; H. S c h a e f e r , De nonnullarum particularum apud
Antiphontem usu, Göttingen, 1877; W e t z e l l , Beiträge zu dem Gebrauche
einiger Partikeln bei Antiphon, Frankfurt, 1879; F r . G ö l k e l , Beiträge
zur Syntaxe des Verbs und der Satzbildungs bei den Reden Antiphons,
Passau, 1883; J. Kohm, «Kritische-Hxegetische Studien zu Antiphon»,
fVS (1886), págs. 36-60, Ueber die Echtheit der Tetralogien des Redners
Antiphon, Arnau, 1886, y Die Tetralogien des Antiphons, Arnau, 1888;
Ch. C’u c u e l , Essai sur ¡a langue et le style de l ’orateur A ntiphon, Paris,
1886; F r . B la s s , Die attische Beredsamkeit von Gorgias bis Lysias, I,
Leipzig, 1887, págs. 149-152; J. B r a n d e n b u r g e r , De Tetralogiis AntiINTRODUCCIÓN
15
ta historia de la crítica de Antifonte se debe a errores de
los propios estudiosos, ya que es insostenible tanto la comparación
de estos discursos entre sí como la de cualquiera
de ellos y la obra de un Lisias o un Iseo. No es de recibo
un análisis de éstos o cualesquiera discursos si nos limitamos
a justipreciar en qué medida reproducen la estructura
canónica del discurso judicial ático, de la misma manera
que el arte de Thorvaldsen no puede, en su reconstrucción
winckelmaimiana de la estatuaria griega, ser proyectado sobre
las obras clásicas como recurso metodológico apto para
el perfecto conocimiento de éstas.
Además, tampoco el estilo de Antifonte es uniforme
o siquiera regular, sino que se adapta a registros muy diversos:
alterna pasajes de un sabor cuasi conversacional,
dominados por las repeticiones y los anacolutos, con otros
phontis Rhamnusii, Schneidemühli, 1888; F e . Schierlinokr, Die unterordnende
Satzverbindung bei dem Redner Antiphon, Schweinfurth, 1889;
O. N avakkb, Essai sur la rhétorique grecque avant Aristote, Paris, 1900;
J . H . L ips iu s , «Uebcr Antiphons Tetralogien», Berichte über die Verhandl.
der Koni, sächs. Gesellschaft d. Wissensch. zu. Leipz. Phil. Hist,
kl. 56 (1904), págs. 191-204; J. H. T h i e i , «Antiphons Erste Tetralogie»,
Mnemosyne 55 (1927), págs. 321 ss.; J . H. F inley, J r ., «The origins
of Thucydides’ style», HSPh 50 (1939), págs. 35-84, esp. págs. 63-64;
G. ZuNTZ, «Earliest Attic Prose Style (On Antiphon’s Second Tetralogy)»,
C&M 2 (1939), págs. 121-144, y «Once again the Antiphontean Tetralogies
», M H 6 (1949), págs. 100-103; J. S. M o r r is o w , «Antiphon», PCPhS
50 (1939), págs. 63-67; K. J. D o v e r , «The Chronology o f Antiphon's
Speeches», CQ 44 (1950), págs. 44-60 (tanto Zuntz como Dover exigen
una datación próxima a 444 a. C.); U. A lb in i, «Antifonte logografo»,
Maia 10 (1958), págs. 38-65 y 132-145; U. A lb in i, F . B o rnm a n n y M.
N a ld in i , Profila storico di letteratura greca, Florencia, 1982, pág. 189;
y, por fin, H. A v e r y , «One Antiphon or two?», Η 110 (1982), págs.
145-158. En nuestra opinión, no hay ya datos, ni lingüísticos ni ideológicos
ni de índole alguna, que permitan seguir dudando de la adscripción
de las Tetralogías al orador Antifonte.
16 ANTIFONTE
en que el autor se recrea en el empleo de figuras de alta
escuela e incluso construye períodos rítmicos. No faltan
el gusto por la acuñación de neologismos o la alusión a
pasajes y episodios de la literatura y la historia áticas. Pero
es en las Tetralogías donde la elaboración artística
alcanza en Antifonte cotas de auténtica experimentación
creadora mediante la introducción de rasgos lingüísticos y
estilísticos de extrema novedad, nunca empleados por la
oratoria judicial posterior. Tan sólo en el género epidictico
sería posible hallarlos. Evidentemente, el contraste con los
discursos realmente pronunciados se hace tan difícil de asumir,
si lo que se pretende es obtener lo antes posible una
imagen global del orador, que ésta resulta distorsionada
en más de un aspecto (pues las diferencias se dan también
en otros planos, como el jurídico, por ejemplo). Consideramos
sumamente acertada la opinión de Navarre en el
sentido de que Antifonte nunca tuvo la pretensión de editar
las Tetralogías junto a los demás discursos, sino que
les reservaba una difusión esotérica, para lectura de auténticos
iniciados en el arte de la retórica13.
Sabemos por Diodoro 14 que Antifonte fue el primer
orador que publicó sus discursos. Si las constantes de su
estilo pasan por ser la claridad y el verismo, a la vez que
una expresión adusta y poco condescendiente para con el
amante de placeres literarios inmediatos y palmarios, el ramnusio
tuvo en su alumno Tucídides un digno heredero:
maestro y discípulo comparten el gusto por las figuras de
pensamiento más que por las de dicción, la preponderan13
Cf. O. N a v a rre , Essai sur la rhétorique grecque avant Aristote,
Paris, 1900, pág. 151.
14 A p u d Clemente Al eja n d r in o , Strom. I (ed. O. Stä h l in , Leipzig,
1905), 365.
INTRODUCCIÓN 17
cia del estilo antitético y un cierto compromiso expresivo
entre verbosidad y temperancia. Éste es el llamado «estilo
severo», austerά lexis, cuyo mejor exponente entre los oradores
fue precisamente Antifonte, en título conferido nada
menos que por Dionisio de Halicarnaso I5.
Junto al magisterio ejercido sobre Tucídides, la influencia
de Antifonte se extiende a cuantos se han ocupado del
discurso judicial16. No en vano su triple condición de orador,
logógrafo y maestro de retórica le hizo merecer un
lugar señero en el desarrollo del género. No menos importancia
tiene su papel en la entronización del ático como
lengua literaria, primero, y de este ático literario, después,
cómo lengua común a todos los griegos, ya que el origen
de laKoiné está en el «ático antiguo», arkhafa Atthís, dialecto
utilizado por los primeros prosistas de Atenas. De
ahí el gran interés por la obra de Antifonte, situada como
está en los inicios de tres grandes creaciones, la oratoria,
la lengua de la prosa y el griego helenístico.
En cuanto a la transmisión del texto, dos son los códices
que la determinan, el Crippsianus o Burneianus 95 (A),
de mediado el siglo xm y procedente del monasterio de
Vatopedí, en el monte Athos, y el Oxoniensis (N), de fines
del siglo xm o principios del xrv, y acaso de igual procedencia.
Manuscritos descendientes, todos ellos muy posteriores,
son el Laurentianus (B), el Marcianus (L), el Burneianus
96 (M) y el Vratislauiensis (Z). Tanto N como A
han sido colacionados varias veces, N por Maetzner y Jernstedt
y A por Bekker, Dobson, Jernstedt y Sigg.
Las ediciones más antiguas son las de Aldo Manuzio
(Venecia, 1513) y Henri Estienne (París, 1575). Siguen las
- 15 D. H., Comp. 22.
16 Cf. P seudo P lutar co , Decent oratorum uitae I 5.
154. — 2
18 ANTIFONTE
de J. J. Reiske, Oratores Graeci VII (Leipzig, 1773), I.
Bekker, Oratores Attici, I (Oxford, 1822), W. S. Dobson,
Oratores Attici, I (Londres, 1829), E. Maetzner, Antiphontis
Orationes (Berlín, 1838), G. Baiter y H. Sauppe, Oratores
Attici (Zurich, 1839-1843), C. Müller, Orationes Attici
(París, 1847), V. Jernstedt, Antiphontis Orationes (San Petersburgo,
1880), Fr. Blass, Antiphontis Orationes et Fragmenta
(Leipzig, 1881), Fr. Blass y Th. Talheim, Antiphontis
Orationes et Fragmenta (Leipzig, 1914), L. Gernet,
Antiphon. Discours (Paris, 1923), y K. J. Maidment,
Minor Attic Orators I (Londres-Cambridge, Massachusetts,
1960). Ediciones fragmentarias son las de H. van Herwerden,
Antiphontis Orationes tres (Trajecti ad Rhenum* 1883),
J. Nicole (Ginebra-Basilea, 1907), J. H. Thiel, Antiphontis
Tetralogía prima (Groningen, 1932), G. Ammendola (Florencia,
1933), S. Wijnberg (Groningen, 1938), H. M. Ten
Berge (Groningen, 1948), A. Barigazzi (Florencia, 1955),
F. Decleva Caizzi (Milán-Varese, 1969), D. Ferrante (Nápoles,
1972) y R. C. Jebb (Nueva York, 1983). EI autor
de estas líneas tiene una edición dispuesta para la imprenta
de la Fundació Bernat Metge.
En lo que hace a las traducciones, disponemos de la
latina de Baiter-Sauppe, las francesas de Cucuel (Lyon,
1888) y Gernet y la inglesa de Maidment, todas completas.
En alemán las hay de W. Rosenthal para los discursos I
y VI (Fürstenwalde, 1908), de J. Kohm para las Tetralogías
(Arnau, 1888) y de A. Bohlmann para el discurso V
(Liegnitz, 1866). Por fin, reseñemos la de F. Decleva Caizzi
de las Tetralogías, en italiano (Milán-Varese, 1969). El
autor de estas líneas lo es también de la catalana, también
completa, que ha de aparecer en la CoMccció D’Escriptors
Grecs de la Fundació Bernat Metge.
INTRODUCCIÓN 19
Por fin dejemos constancia de que es ésta la primera
vez que Antifonte es traducido al español. Hemos contado
para la ocasión con la edición crítica que antes mencionábamos.
En cuanto a nuestro estilo, intenta presentar con
la mayor fidelidad el del original: un estilo a menudo arcaizante,
muy literario a veces, caracterizado por el uso
de la antítesis y de la variatio, pero marcado también por
las repeticiones y por el uso de fórmulas retóricas y legales.
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