miércoles, 13 de noviembre de 2024

ANTIFONTE INTRODUCCIÓN





ANTIFONTE

INTRODUCCIÓN

En los siglos de la helenidad universal que acompañó

al poder romano se organizó un estudio sistemático de la

monumental creación literaria de la Grecia clásica. Fruto

de esta ingente labor es la fijación de los cánones de autores;

de modo que tanto las escuelas como las bibliotecas,

públicas o privadas, dispusieran para cada género de un

cierto corpus. Así es como, desde los tiempos de Aristófanes

de Bizancio y de Aristarco !, quedó fijado el canon

de los diez oradores que hoy conocemos, a saber: Antifonte,

Andócides, Lisias, Isócrates, Iseo, Esquines, Demóstenes,

Licurgo, Hiperides y Dinarco. Se suele citar el nombre

de Cecilio de Caleacte como autor de esta selección,

tan arbitraria como se quiera 2, pero consagrada por la

exigüidad con la que la obra de todo otro orador nos ha

sido transmitida. A decir verdad, si Antifonte no hubiera

sido incluido en esta élite nos habría pesado mucho, pues

apenas hay noticia a él relativa que no sea capaz de despertar

interés. Su vida y su legado son igualmente contro1

Y aun acaso mucho antes, cf. R. P fe if f er , Historia de la filología

clásica I, Madrid, Gredos, 1981, pág. 365.

' 2 Cf. Quin til ia n o , De institutione oratoria X 1, 80 y XII 10, 22,

donde se cita a Demetrio de Falero y Aristogiton.

10 ANTIFONTE

vertidos, hasta el punto de dejar escaso margen a la indiferencia

ante ambos: tal fue y es el alcance de su personalidad.

N

ace Antifonte en el demo de Ramnunte, en el Ática,

hacia 480 a. C., como miembro de una familia aristocrática

de la tribu Ayante. Su padre era Sófilo, de quien nuestro

Antifonte aprendería el arte que había de hacerlo famoso

aun más allá de su propia ciudad, el de la retórica.

Por Tucídides, Platón y Jenofonte sabemos que el ramnusio

vivía entre la animadversión y el reconocimiento de la

mayoría, que le reprochaba su amor al dinero, pues obtenía

provecho de su saber mediante el ejercicio de la logografía

y la enseñanza de la retórica, y a la vez temía su

gran talento, siempre al servicio de las más radicales heterías

nobiliarias 3. Sus ideales políticos se vieron al fin plasmados

con la llegada al poder de los Cuatrocientos, como

se conoce al régimen aristocrático que tras el desastre de

Sicilia gobernó la ciudad por unos meses, en 411 a. C.

A la caída de los oligarcas, Antifonte, que había permanecido

en Atenas a despecho del peligro cierto que corría,

fue sentenciado a muerte en su calidad de responsable directo

del golpe de Estado producido. La condena por alta

traición trajo consigo la confiscación de bienes, el arrasamiento

de sus propiedades y la prohibición de enterrar el

cadáver en suelo ático. Además, la pérdida de los derechos

civiles era extensiva a los descendientes. ,

A pesar de tan señalada participación política, se alude

a Antifonte como a un ciudadano apartado, por propia

voluntad, de la tribuna pública. Parece ser que su carácter

altivo, unido a una inseparable fama de hombre profunda3

C f . T u c íd id e s , VIII 68, 1; P l a t ó n , Menéxeno 236a; J en o fo n t e ,

Memorabilia I 6, 1-5.

INTRODUCCIÓN 11

mente enemistado con la causa de los demócratas, que combatió

toda su vida con extraordinario ahínco, le obligó a

no dejarse ver mucho por los foros de la Asamblea y el

Consejo atenienses: ni él debía sentir ninguna emoción especial

que le hiciera buscar un auditorio para sus intervenciones

en política, justo al revés que un Alcibiades o un

Cleón, ni el común de los asistentes se habría dejado convencer

con facilidad por los argumentos de uno de los más

acérrimos partidarios de la liquidación del sistema democrático.

Muestra suprema de su orgullo es el discurso de

defensa que pronunció ante el tribunal especial que lo juzgaba,

pues en uno de los fragmentos conservados se niega

a implorar la conmiseración de los jueces, como esperaban

sus adversarios. Tal era el carácter de su personalidad.

Hemos mencionado la gran distancia que lo separa de

Alcibiades, al que atacó en una obra de propaganda política

y cuyo regreso vetó cuando pudo hacerlo. Ciertamente,

no son propias de Antifonte las habilidades del que a toda

costa tiene con el poder comercio y trato, a fin de obtener

siempre el mayor beneficio material y personal. Pero tampoco

estamos ante un héroe esquileo, comprometido con

un sino fatídico cuyas condiciones no es posible alterar.

Al contrario, Antifonte alcanzó varias veces la estrategia

y estuvo implicado en frecuentes procesos. Por citar uno,

destaquemos el que sostuvo contra Hipócrates, sobrino de

Pericles, al que hizo condenar en contumacia. Esta aparente

contradicción entre el conspirador en la sombra que

algunos se figuran y el ciudadano que abiertamente actúa,

compareciendo ante cualquier pleno, ha llevado a proponer

que sólo en sus últimos años optaría por una discreta

retirada a segundo plano 4. En realidad, sabemos por Tu-

■· 4 Cf. WrrrMANN, De uita Antiphontis Rhamnusii Commentationes,

Schweinfurth, 1835, pág. 11.

12 ANTIFONTE

cidides que Antifonte «no comparecía a presencia del pueblo

ni por propia voluntad en litigio alguno de otro tipo

» 5, lo que demostraría su propósito de no perjudicar

el éxito de sus acciones políticas por un protagonismo nunca

bien aceptado. Es probable que así fuera, si bien nuestro

orador pudo aún haber ocupado el cargo de arconte

en 418/17 a. C., a menos que se tratara de otro Antifonte.

Por último, hemos de recordar que, según recoge la tradición,

uno de los discípulos de su escuela de retórica fue

el historiador Tucídides. En las Historias podemos leer un

breve elogio fúnebre que, aun revestido del rigor cientifistá

con que Tucídides se expresó siempre, evidencia una inequívoca

emoción personal6.

La obra de Antifonte se compone de discursos pronunciados

ante la Asamblea 1, discursos judiciales de carácter

público —el de su defensa, p. e., a raíz del golpe de Estádo

de 411 a. C.— y privado, un manual de retórica y un

libro de Proemios y epílogos, y, por fin, los tratados Sobre

la verdad, Sobre la concordia y el Político, y las Invectivas

contra Alcibiades. Ahora bien, tan sólo este último texto

puede ser reivindicado a las claras como obra de Antifonte;

los tres anteriores suelen ser referidos al llamado «Antifonte

el Sofista», que buen número de estudiosos contraponen

a su homónimo «el Orador». Ésta es la cuestión

5 T u e ., ¡oe. cit.

6 T ue., VIII 68, 1-2.

7 F r. Blass, Die Attische Beredsamkeit von Gorgias bis Lysias, I,

Leipzig, 1877, pág. 103, reconoce !a imposibilidad de verificar este extremo,

exigido, sin embargo, por la naturaleza misma de los discursos, que

son dos, Sobre el tributo de los ¡indios y Sobre el tributo de los samotracios.

Además, también Tucídides asegura que Antifonte intervino en nombre

de sus defendidos «tanto ante el tribunal como ante el pueblo», cf.

T u e ., toc. cit.

INTRODUCCIÓN 13

antifontea, basada en una distinción estilística que se abrió

paso entre los siglos i y m d. C. y que dio por incontestable

el rétor Hermógenes de Tarso 8. Lo cierto es que poco

podemos aún decir respecto de los fragmentos pertenecientes

a los antedichos tratados, que además presentan un tratamiento

lingüístico diferente del resto del corpus. Sería

preciso conocer las características del ensayo ideológico,

como un género más entre los correspondientes a los diversos

tipos de tratado científico, para saber en qué medida

su autor estaba en deuda con una tradición. De ahí que

nos circunscribamos a los discursos y sus fragmentos 9.

Incluso entre los discursos conservados completos se ha

querido ver tan grandes diferencias que fuera necesario postular

la existencia de diversos autores. Así, tan sólo el discurso

Sobre el asesinato de Herodes no ha sido nunca señalado

como apócrifo. Sí lo han sido los discursos Contra

su madrastra, por envenenamiento 10, Sobre el coreuta 11

8 Hermóo., Id., ed. H. Rabe, Leipzig, 1913, págs. 399-401.

9 Incluimos también el fragmento conservado de las Invectivas contra

Alcibiades, a pesar de su carácter epidictico —véase la Introducción a

los Fragmentos—. porque ningún dato lingüístico ni extralingüfstico permite

abonar su adscripción a la obra del sofista.

10 Cf. L. Spen g e l , Synagoge technön, Stuttgart, 1828; G. F. Sch o e -

mann, Jahrbücher fü r Wissenschaftliche Kritik II, 1839, pág. 482; Schmitt,

De oratione in nouercam quae Antiphontis fertur dissertatio, Fulda, 1853;

P ahle, Die Rede des Antiphons. Eine Kritische Untersuchung, Jever, 1860,

pág. 12; contra, E. Maetznkr, Antiphontis Orationes, Berlín, 1838, págs.

125 ss., donde se apunta que el discurso sí es obra de Antifonte, aunque

destinado tan sólo a la enseñanza; parecida es la teoría de A. H o p p e ,

Antiphontearum specimen, Halle, 1874, pág. 15, que asigna la obra a

la juventud del orador.

n Cf. C. W agen er, «Étude sur l’authenticité du discours d’Antiphon

Περί του χορευτού», Revue d ’instruction Publique en Belgique, XVIIIIIi

Bruselas, 1884. Contra, B. Brinkhîann, De Antiphontis oratione De

'Choreuta Commentatio Philologa, Jena, 1888.

14 ANTIFONTE

y, sobre todo, las Tetralogías 12, discursos ficticios que todavía

hoy despiertan profundas controversias. Parte de es-

12 Junto a los ya citados Schoemann y Pahle, cf. G r u e n w a l d t , De

Antiphontis quae feruntur Tetralogiis disputatio, Dorpat, 1873; C. G .

C o b e t , «D e locis nonnullis apud Antiphontem», Mnemosyne 8 (1880),

págs. 269-291; H . v a n H e rw e r d e n , «Antiphontea», Mnemosyne 9 (1881),

págs. 203 ss.; E. V. H a r tm a n n , Studia Antiphontea, Lugduni Batauorum,

1882; F. J. B rü c k n e r , De Tetralogiis Antiphontis Rhamnusii adscriptis,

Bautzen, 1887 (Gruenwaldt y Brückner coinciden en atribuir las

Tetralogías a un discípulo de A ntifonte); H . J. P o lack, De enuntiatorum

interrogatiuorum apud Antiphontem usu, H a lle , 1886; W. D it t en b er -

g er, «Antiphons Tetralogien und das attische Criminalrecht», H 32 (1897),

págs. 1-41; K. W e n ig , «Contribution à l’histoire de l’art oratoire en Grèce

», LF (1921), págs. 16-22; L. G e r n e t , Antiphon, Discours, Paris, 1923;

F. S o lm sb n , Antiphonsstudien. Untersuchungen zu r Entstehung der attischen

Gerichtsrede, B erlin , 1931; P. von d e r M ü h l l , «Zur Unechtheät

der antiphontischen Tetralogien», M H 5 (1948), págs. 1-5; E. R. D o d d s ,

«The nationality o f Antiphon the Sophist», CR 4 (1954), pägs. 94-95;

K. J. M a idm e n t, Minor A ttic Orators, I, Londres-Cambridge (Massachusetts),

1960, y, por fin, F. C o r t é s G a b a u d a n , Fórmulas retóricas

de la oratoria judicial ática, Salamanca, 1987. Todos estos autores niegan

la autenticidad de las Tetralogías por diversas razones. A favor de ella

están P . O ttsen, Exponitur de rerum inuentione ac dispositione, quae

est in Lysiae atque Antiphontis orationibus, Flensburg, 1847, y De A n tiphontis

uerborum formarumque specie, Rendsburg, 1854; K. L. K a y -

ser, R hM 12 (1857), pág. 224 (entendía las Tetralogías cómo u n capítulo

de manual de retórica de Antifonte); L. S p e n o e i, «Antiphon», R hM 17

(1862), pág. 167, n. 3; F. H. B o th , De A ntiphontis et Thucydidis genere

dicendi, Marburg, 1875; H. S c h a e f e r , De nonnullarum particularum apud

Antiphontem usu, Göttingen, 1877; W e t z e l l , Beiträge zu dem Gebrauche

einiger Partikeln bei Antiphon, Frankfurt, 1879; F r . G ö l k e l , Beiträge

zur Syntaxe des Verbs und der Satzbildungs bei den Reden Antiphons,

Passau, 1883; J. Kohm, «Kritische-Hxegetische Studien zu Antiphon»,

fVS (1886), págs. 36-60, Ueber die Echtheit der Tetralogien des Redners

Antiphon, Arnau, 1886, y Die Tetralogien des Antiphons, Arnau, 1888;

Ch. C’u c u e l , Essai sur ¡a langue et le style de l ’orateur A ntiphon, Paris,

1886; F r . B la s s , Die attische Beredsamkeit von Gorgias bis Lysias, I,

Leipzig, 1887, págs. 149-152; J. B r a n d e n b u r g e r , De Tetralogiis AntiINTRODUCCIÓN

15

ta historia de la crítica de Antifonte se debe a errores de

los propios estudiosos, ya que es insostenible tanto la comparación

de estos discursos entre sí como la de cualquiera

de ellos y la obra de un Lisias o un Iseo. No es de recibo

un análisis de éstos o cualesquiera discursos si nos limitamos

a justipreciar en qué medida reproducen la estructura

canónica del discurso judicial ático, de la misma manera

que el arte de Thorvaldsen no puede, en su reconstrucción

winckelmaimiana de la estatuaria griega, ser proyectado sobre

las obras clásicas como recurso metodológico apto para

el perfecto conocimiento de éstas.

Además, tampoco el estilo de Antifonte es uniforme

o siquiera regular, sino que se adapta a registros muy diversos:

alterna pasajes de un sabor cuasi conversacional,

dominados por las repeticiones y los anacolutos, con otros

phontis Rhamnusii, Schneidemühli, 1888; F e . Schierlinokr, Die unterordnende

Satzverbindung bei dem Redner Antiphon, Schweinfurth, 1889;

O. N avakkb, Essai sur la rhétorique grecque avant Aristote, Paris, 1900;

J . H . L ips iu s , «Uebcr Antiphons Tetralogien», Berichte über die Verhandl.

der Koni, sächs. Gesellschaft d. Wissensch. zu. Leipz. Phil. Hist,

kl. 56 (1904), págs. 191-204; J. H. T h i e i , «Antiphons Erste Tetralogie»,

Mnemosyne 55 (1927), págs. 321 ss.; J . H. F inley, J r ., «The origins

of Thucydides’ style», HSPh 50 (1939), págs. 35-84, esp. págs. 63-64;

G. ZuNTZ, «Earliest Attic Prose Style (On Antiphon’s Second Tetralogy)»,

C&M 2 (1939), págs. 121-144, y «Once again the Antiphontean Tetralogies

», M H 6 (1949), págs. 100-103; J. S. M o r r is o w , «Antiphon», PCPhS

50 (1939), págs. 63-67; K. J. D o v e r , «The Chronology o f Antiphon's

Speeches», CQ 44 (1950), págs. 44-60 (tanto Zuntz como Dover exigen

una datación próxima a 444 a. C.); U. A lb in i, «Antifonte logografo»,

Maia 10 (1958), págs. 38-65 y 132-145; U. A lb in i, F . B o rnm a n n y M.

N a ld in i , Profila storico di letteratura greca, Florencia, 1982, pág. 189;

y, por fin, H. A v e r y , «One Antiphon or two?», Η 110 (1982), págs.

145-158. En nuestra opinión, no hay ya datos, ni lingüísticos ni ideológicos

ni de índole alguna, que permitan seguir dudando de la adscripción

de las Tetralogías al orador Antifonte.

16 ANTIFONTE

en que el autor se recrea en el empleo de figuras de alta

escuela e incluso construye períodos rítmicos. No faltan

el gusto por la acuñación de neologismos o la alusión a

pasajes y episodios de la literatura y la historia áticas. Pero

es en las Tetralogías donde la elaboración artística

alcanza en Antifonte cotas de auténtica experimentación

creadora mediante la introducción de rasgos lingüísticos y

estilísticos de extrema novedad, nunca empleados por la

oratoria judicial posterior. Tan sólo en el género epidictico

sería posible hallarlos. Evidentemente, el contraste con los

discursos realmente pronunciados se hace tan difícil de asumir,

si lo que se pretende es obtener lo antes posible una

imagen global del orador, que ésta resulta distorsionada

en más de un aspecto (pues las diferencias se dan también

en otros planos, como el jurídico, por ejemplo). Consideramos

sumamente acertada la opinión de Navarre en el

sentido de que Antifonte nunca tuvo la pretensión de editar

las Tetralogías junto a los demás discursos, sino que

les reservaba una difusión esotérica, para lectura de auténticos

iniciados en el arte de la retórica13.

Sabemos por Diodoro 14 que Antifonte fue el primer

orador que publicó sus discursos. Si las constantes de su

estilo pasan por ser la claridad y el verismo, a la vez que

una expresión adusta y poco condescendiente para con el

amante de placeres literarios inmediatos y palmarios, el ramnusio

tuvo en su alumno Tucídides un digno heredero:

maestro y discípulo comparten el gusto por las figuras de

pensamiento más que por las de dicción, la preponderan13

Cf. O. N a v a rre , Essai sur la rhétorique grecque avant Aristote,

Paris, 1900, pág. 151.

14 A p u d Clemente Al eja n d r in o , Strom. I (ed. O. Stä h l in , Leipzig,

1905), 365.

INTRODUCCIÓN 17

cia del estilo antitético y un cierto compromiso expresivo

entre verbosidad y temperancia. Éste es el llamado «estilo

severo», austerά lexis, cuyo mejor exponente entre los oradores

fue precisamente Antifonte, en título conferido nada

menos que por Dionisio de Halicarnaso I5.

Junto al magisterio ejercido sobre Tucídides, la influencia

de Antifonte se extiende a cuantos se han ocupado del

discurso judicial16. No en vano su triple condición de orador,

logógrafo y maestro de retórica le hizo merecer un

lugar señero en el desarrollo del género. No menos importancia

tiene su papel en la entronización del ático como

lengua literaria, primero, y de este ático literario, después,

cómo lengua común a todos los griegos, ya que el origen

de laKoiné está en el «ático antiguo», arkhafa Atthís, dialecto

utilizado por los primeros prosistas de Atenas. De

ahí el gran interés por la obra de Antifonte, situada como

está en los inicios de tres grandes creaciones, la oratoria,

la lengua de la prosa y el griego helenístico.

En cuanto a la transmisión del texto, dos son los códices

que la determinan, el Crippsianus o Burneianus 95 (A),

de mediado el siglo xm y procedente del monasterio de

Vatopedí, en el monte Athos, y el Oxoniensis (N), de fines

del siglo xm o principios del xrv, y acaso de igual procedencia.

Manuscritos descendientes, todos ellos muy posteriores,

son el Laurentianus (B), el Marcianus (L), el Burneianus

96 (M) y el Vratislauiensis (Z). Tanto N como A

han sido colacionados varias veces, N por Maetzner y Jernstedt

y A por Bekker, Dobson, Jernstedt y Sigg.

Las ediciones más antiguas son las de Aldo Manuzio

(Venecia, 1513) y Henri Estienne (París, 1575). Siguen las

- 15 D. H., Comp. 22.

16 Cf. P seudo P lutar co , Decent oratorum uitae I 5.

154. — 2

18 ANTIFONTE

de J. J. Reiske, Oratores Graeci VII (Leipzig, 1773), I.

Bekker, Oratores Attici, I (Oxford, 1822), W. S. Dobson,

Oratores Attici, I (Londres, 1829), E. Maetzner, Antiphontis

Orationes (Berlín, 1838), G. Baiter y H. Sauppe, Oratores

Attici (Zurich, 1839-1843), C. Müller, Orationes Attici

(París, 1847), V. Jernstedt, Antiphontis Orationes (San Petersburgo,

1880), Fr. Blass, Antiphontis Orationes et Fragmenta

(Leipzig, 1881), Fr. Blass y Th. Talheim, Antiphontis

Orationes et Fragmenta (Leipzig, 1914), L. Gernet,

Antiphon. Discours (Paris, 1923), y K. J. Maidment,

Minor Attic Orators I (Londres-Cambridge, Massachusetts,

1960). Ediciones fragmentarias son las de H. van Herwerden,

Antiphontis Orationes tres (Trajecti ad Rhenum* 1883),

J. Nicole (Ginebra-Basilea, 1907), J. H. Thiel, Antiphontis

Tetralogía prima (Groningen, 1932), G. Ammendola (Florencia,

1933), S. Wijnberg (Groningen, 1938), H. M. Ten

Berge (Groningen, 1948), A. Barigazzi (Florencia, 1955),

F. Decleva Caizzi (Milán-Varese, 1969), D. Ferrante (Nápoles,

1972) y R. C. Jebb (Nueva York, 1983). EI autor

de estas líneas tiene una edición dispuesta para la imprenta

de la Fundació Bernat Metge.

En lo que hace a las traducciones, disponemos de la

latina de Baiter-Sauppe, las francesas de Cucuel (Lyon,

1888) y Gernet y la inglesa de Maidment, todas completas.

En alemán las hay de W. Rosenthal para los discursos I

y VI (Fürstenwalde, 1908), de J. Kohm para las Tetralogías

(Arnau, 1888) y de A. Bohlmann para el discurso V

(Liegnitz, 1866). Por fin, reseñemos la de F. Decleva Caizzi

de las Tetralogías, en italiano (Milán-Varese, 1969). El

autor de estas líneas lo es también de la catalana, también

completa, que ha de aparecer en la CoMccció D’Escriptors

Grecs de la Fundació Bernat Metge.

INTRODUCCIÓN 19

Por fin dejemos constancia de que es ésta la primera

vez que Antifonte es traducido al español. Hemos contado

para la ocasión con la edición crítica que antes mencionábamos.

En cuanto a nuestro estilo, intenta presentar con

la mayor fidelidad el del original: un estilo a menudo arcaizante,

muy literario a veces, caracterizado por el uso

de la antítesis y de la variatio, pero marcado también por

las repeticiones y por el uso de fórmulas retóricas y legales.

BIBLIOGRAFÍA

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