sábado, 24 de agosto de 2024

INTRODUCCIÓN Baudelaire, un testigo en contra de la clase burguesa RolfTiedemann FRAGMENTO




INTRODUCCIÓN

Baudelaire, un testigo

en contra de la clase burguesa

RolfTiedemann

El libro Charles Baudelaire. Un poeta lírico en la era del auge

del capitalismo pertenece al conjunto de los proyectos incompletos

de Benjamin. En el legado de su obra existen de

este proyecto, por un lado, los textos “El París del Segundo

Imperio en Baudelaire” y “Sobre algunos temas en Baudelaire”

, en sí dos trabajos cerrados pero que son solo una parte

del libro planeado por Benjamin; además, el último de

estos textos representa una revisión de una sección del primero.

Por otro lado, se conservaron numerosos fragmentos,

extractos, borradores y notas de las diversas fases del trabajo

sobre Baudelaire. Todo este material pertenece al marco de

los “Pasajes de París” , la obra más importante de Benjamin,

que también quedó inconclusa y en la que trabajó desde

1927 hasta su muerte en 1940. Cuando en 1937 excluyó del

Libro de los pasajes el trabajo sobre Baudelaire, lo hizo movido

por razones tanto internas como externas. Benjamin

debe haber dudado cada vez más de la posibilidad de realizar

esa construcción histórico-filosófica del siglo xix que se

proponía la obra de los pasajes; el trabajo de Baudelaire

debía funcionar al menos como un “modelo en miniatura”

(I, 1073)* de aquella. Fue gracias a Max Horkheimer,

que le encargó el texto para la revista Zeitschriftfür Sozialforschung,

que Benjamin tuvo la posibilidad de hacerlo. “El París

del Segundo Imperio en Baudelaire” fue escrito entre el verano

y el otoño de 1938. Si bien, en un principio, Benjamin

había pensado en un capítulo que formara parte del libro de

los pasajes, en el transcurso del trabajo el plan original terminó

convirtiéndose en el de un libro aparte sobre Baudelaire.

Las tres secciones del texto de 1938 debían formar la segunda

parte de este libro para el que se habían proyectado tres partes.

Theodor W. Adorno, quien al igual que Benjamin era

miembro del Institut für Sozialforschung, sometió el artículo

a una crítica exhaustiva en una carta del 10 de noviembre de

1938 (cf. I, 1093-1100), que demostró ser sumamente productiva

para el desarrollo posterior del proyecto de Benjamin.

El resultado se encuentra en “Sobre algunos temas en Baudelaire”,

que Benjamin comenzó a fines de febrero de 1939. Hacia

finales de julio de ese año el texto fue enviado a Nueva

York -sede de la redacción-, y a principios de enero de 1940

apareció en el último número que se publicó de la revista en

Europa. A pesar de su autonomía respecto del primero, dentro

de la estructura del libro proyectado este artículo debía

ocupar el lugar de la sección sobre el fláneur del trabajo de

1938 (cf. I, 1118, 1122 y 1124).

En la construcción del libro completo, tal como Benjamin

la imaginó en el otoño de 1938 al terminar el texto “El

París del Segundo Imperio en Baudelaire” , estaba prevista

una primera parte con el título “Baudelaire como alegórico”,

dedicada a un “planteamiento del problema” , para cuya “re-

‘ Las referencias de citas de los trabajos de Benjamin serán consignadas

en el texto entre paréntesis, señalando el número del tomo de las Gesammelli"

Schriltcn en números romanos y el número de página en números arábigos.

solución” el texto “El París del Segundo Imperio en Baudelaire”

debía aportar los “datos necesarios” en la segunda parte;

la resolución misma del problema quedaba reservada para

una tercera parte final: “La mercancía como tema de la poesía”

(I, 1091).1 De las partes primera y tercera existen únicamente

estudios y trabajos preparatorios en el legado de

Benjamin en Frankfurt. Se trata, por un lado, del legajo “J ”

dedicado a Baudelaire, que representa el más extenso conjunto

de materiales y apuntes para la obra de los pasajes. Por

otro lado, existen dos legajos con notas surgidas en el marco

1 El esquema del otoño de 1938 estuvo precedido de otros distintos,

aunque siempre formados por tres partes. Ciertos manuscritos de Benjamin

que se habían perdido en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca

Nacional de París y que el editor solo pudo examinar en junio de 1982 nos

permiten reconocer un primer plan para el trabajo de Baudelaire, que data

probablemente de principios de 1938 o posiblemente de fines de 1937. Por

entonces Benjamin parece haber revisado el manuscrito completo de la obra

de los pasajes, hasta donde estaba listo; hizo un registro de las notas que planeaba

utilizar para el “Baudelaire”, reuniéndolas, y al mismo tiempo las marcó

en el manuscrito de los pasajes con varios signos. (Se trata aquí de los “signos

de transmisión” , incluidos en V, 1262-1277, y que ahora pueden

descifrarse con los documentos hallados en París). Los apuntes previstos para

el trabajo sobre Baudelaire fueron reunidos en complejos temáticos, pasados

a listas y asignados a cada una de las tres partes del trabajo. Según este orden,

en esta fase correspondían a la primera parte los temas: “disposición sensible”,

“pasión estética” , “melancolía”, “alegoría” y “recepción” ; para la segunda parte:

“ennui”, “el héroe”, “el mercado literario”, “el fláneur y la masa” y “rebelde

y espía”; y para la tercera: “la mercancía” , “spleen”, “nouveauté”, “Jugendstil”,

“tradición” , “eterno retorno”, así como “perte d’auréolc” (cf. los apéndices del

último tomo de las Gesammelte Schriften). El 16 de abril de 1938 Benjamin

comunicó a Horkheimer otro esquema: “El trabajo tendrá tres partes. Los títulos

proyectados para cada una son: Idea e imagen; Antigüedad y modernidad;

Lo nuevo y siempre igual” (I, 1073). La caracterización más detallada de

este esquema, presentado a continuación en esa carta (cf. I, 1073 y ss.) demuestra

ser un puente entre el plan que se deduce de los manuscritos de París

y el del otoño de 1938.

del trabajo en el libro ya independiente sobre Baudelaire:

uno con indicaciones para interpretaciones de diversas poesías

de Les fleurs du mal-, el otro con fragmentos teóricos,

bajo un título que los unificaba: “Zentralpark” . A su vez, las

notas de “Zentralpark” fueron extraídas, en muchos puntos,

del legajo “J ” de la obra de los pasajes. Finalmente, se conservó

un gran número de hojas sueltas que abarcan esquemas

de disposición, cuadros de contenido, tesis y notas.2

Benjamín no pudo concretar su plan de concluir el libro sobre

Baudelaire. En un principio, se interpuso el trabajo en

las “Tesis sobre el concepto de Historia” ; luego quedó imposibilitado

por la huida de Benjamin ante las tropas nazis,

huida que lo condujo a la muerte. Dos cartas, una a

Horkheiir/er del I o de agosto de 1939 y otra a Adorno del

6 (cf. I, 1123-1125), son prueba de la forma en que Benjamin

imaginaba el libro después de haber terminado su ensayo

“Sobre algunos temas en Baudelaire” -texto que Adorno

definió como “uno de los testimonios histórico-filosóficos

más grandiosos de la época”- ; 3 esta nueva forma suponía

una considerable revisión del plan original, que había sido

enviado a Horkheimer el 28 de septiembre de 1938 junto

con “El París del Segundo Imperio en Baudelaire” (cf. I,

2 Estos trabajos de preparación se encuentran reproducidos in extenso

en el primer tomo de las Gesammelte Schriften de Benjamin (cf. I, 1137-

1188). El legajo “J ” de los pasajes representa aquí una excepción, pues su

constelación dentro de la obra de los pasajes es más importante que su pertenencia

a los estudios de preparación al libro de Baudelaire; por esta razón fue

incluido en el quinto tomo de la edición completa de los escritos de Benjamín,

que contiene el Libro de los pasajes (cf. V, 301-489). Los manuscritos de

París sobre el “Baudelaire” mencionados en la primera nota fueron reproducidos

finalmente en el último tomo de la edición completa como apéndice.

3 Theodor W. Adorno, Über Walter Benjamin, ed. de R.Tiedemann,

Frankfurt, 1970, p. 10.

1089-1092). Es difícil decidir con certeza si en una cana

enviada dos meses más tarde a Horkheimer (cf. I, 1127), el

30 de noviembre de 1939, queda anunciado un nuevo proyecto

de modificación. Sea como sea, en agosto de 1939

Benjamin seguía hablando de “Sobre algunos temas en Baudelaire”

como la segunda sección de la parte media del libro.

Así como en total este libro debía tener tres partes, la segunda

parte tendría, a su vez, tres secciones: para la primera

-correspondiente en “El París del Segundo Imperio en Baudelaire”

a la sección “La bohemia”- quedaban reservados

“ los temas del pasaje, del noctambulisme, del folletín, así

como la introducción teórica del concepto de fantasmagoría”

, y para la tercera sección -correspondiente a “La modernidad”

en la primera versión- “el tema de la huella, del tipo,

de la empatia con la mercancía” (I, 1124). Benjamin no dice

expresamente si para la primera y tercera parte del libro seguían

vigentes los viejos temas de 1938 - “Baudelaire como

alegórico” y “La mercancía como objeto poético”- , pero podemos

suponer que así era. Sin embargo, en noviembre de

1939 aseguraba que solo quedaban por escribir dos capítulos

que, junto con el texto “Sobre algunos temas en Baudelaire”

, ya conformarían el libro entero. Sea cual fuere el caso:

o que Benjamin lo haya formulado laxamente en esta carta

escrita apenas hubo regresado del centro de detención, o

bien que realmente el plan del libro de Baudelaire preveía

una reducción drástica: Benjamin nunca llegó a redactar

ninguna de las otras partes del libro. Sin embargo, tanto los

fragmentos de “Zentralpark” como el resto de las notas en

el legajo “J ” de la obra de los pasajes contienen abundante

material que, sin dudas, estaba destinado a entrar en las partes

que quedaron sin escribir del libro de Baudelaire.

Ante todo en “Zentralpark” hallamos reflexiones que nos

ofrecen una cierta idea de lo que hubieran sido estas partes

no escritas. Tanto el tema de la primera parte - “Baudelaire

como alegórico”- así como aquel de la tercera - “La mercancía

como objeto poético”- quedan delineados en “Zentralpark”.

La estatura del proyecto sobre Baudelaire, donde Benjamin

arriesgó realmente todo para recobrar la especulación

para la filosofía -a l menos en “Sobre algunos temas en Baudelaire”-

después de que ya hubiera llegado su hora, solo

podrá revelarse por completo cal estudiar los otros trabajos

preparatorios. Vale para este libro de Benjamin lo que Adorno

dijo sobre el libro de los pasajes: con la muerte de Benjamin,

“que interrumpió el acabado de una gran obra, la filosofía

quedó privada de lo mejor que haya podido esperar

alguna vez” .4

Terminado el trabajo de 1938, Benjamin manifestó que

había que “dar cierta importancia al hecho de que los fundamentos

filosóficos del libro entero” sobre Baudelaire “no eran

comprensibles “ a partir de la parte intermedia, la de “El París

del Segundo Imperio” (I, 1091). En “Sobre algunos temas en

Baudelaire”, el texto de 1939, estos fundamentos filosóficos

quedaron delineados con mayor claridad; pero solo la totalidad

de las notas, que como una maleza rodea a estos dos ensayos,

permitirá un examen completo de estos fundamentos.

Según Benjamin, Baudelaire es un “testigo” “en el pleito ju dicial

histórico que el proletariado hace a la clase burguesa”

(V, 459). La teoría materialista debía salvar el carácter de testigo

de la obra de Baudelaire. Benjamin planeaba una “digresión

metódica” que tratara “la diferencia decisiva entre una

‘salvación y una apología ” (I, 1150). La categoría de la salvación

representa una de las más antiguas concepciones filosóficas

de Benjamin, que une como una pinza la temprana

fase metafísica de su pensamiento con la marxista más tardía,

4 Ibíd., p. 73.

y en la que frente al interés en el puro provecho político, 111

la utilidad inmediata del arte en la lucha de clases, que el Ben

jamin del último período conoció de bastante cerca, se imponía

una y otra vez el interés en el conocimiento. Y esto pertenece

auténticamente a Marx: así como Benjamin buscó

distinguir en el arte alegorisante de Baudelaire la verdad sobre

la burguesía, el procedimiento de Marx se proponía concebir

las formas fetichistas de las categorías económicas como necesarias

históricamente. La crítica de la economía política no

significaba una negación abstracta; la teoría socialista jamás

sacrificó, allí donde fue científica, el doble sentido de la Aufhebung

hegeliana, en tanto supresión y conservación. De esta

forma, tampoco Benjamin criticó la alegoría de Baudelaire

como técnica artística, superada y dejada de lado por la historia,

sino que más bien se propuso develar en su especificidad

histórica los momentos que le confirieron su carácter de testigo

del Segundo Imperio y que, precisamente por esto, al

mismo tiempo señalan objetivamente más allá de esta época.

Con este proyecto, Benjamin quedó en oposición a Bertolt

Brecht, con quien había discutido Benjamin sus planes sobre

Baudelaire. En líneas generales, Brecht fue importante para

la adaptación que hizo Benjamin del materialismo histórico.

Basándose, al parecer, en estos diálogos, Brecht escribió sus

notas publicadas postumamente con el título “La belleza en

las poesías de Baudelaire” , donde dice sin más del poeta francés:

“De ninguna manera expresa su época, ni siquiera diez

años. Baudelaire no será entendido por mucho tiempo más,

hoy mismo son necesarias demasiadas explicaciones” .' Benjamin

se opone evidentemente a esta opinión brechtiana en una

suerte de introducción metodológica al primer trabajo sobre

5 Bertolt Brecht, Gesammelte Wcrke, t. 19, Frankfurt, 1967, p. 408.

Baudelaire, antepuesta al manuscrito:6 “Qué nos impide confrontar

directamente al poeta Baudelaire con la sociedad de

6 El manuscrito de “ El París del Segundo Imperio en Baudelaire” está

en la Akademie der Künste de la RDA en Berlín, fue editado como un todo

por Rosemarie Heise (cf. Das París des SecondEmpire bei Baudelaire, Berlín-

Weimar, 1971), y en las Gesammelte Schriften reproducido con sus variantes

respecto de la versión definitiva. El manuscrito de Berlín comienza con dos

breves secciones -una de la introducción metodológica y otra con el título “El

gusto”- que Benjamin suprimió en el manuscrito mecanografiado que se encuentra

en el Archivo Benjamin de Frankfurt, la versión definitiva del trabajo.

No corresponden a las “páginas faltantes” del principio del manuscrito mecanografiado

de Frankfurt (cf. I, 1193), que probablemente Benjamin nunca

haya escrito. Sobre la diferencia entre el comienzo del manuscrito berlinés y

el mecanografiado de Frankfurt, Rosemarie Heise ha iniciado una polémica

tan absurda como incitadora a las confusiones contra este editor. En un principio

nos consultó por carta sobre el comienzo del manuscrito, y le fueron

comunicadas literalmente las palabras de Benjamin sobre las “páginas faltantes”;

sin embargo, Heise publicó la siguiente frase: “Es bastante seguro que

éste [el manuscrito berlinés] contiene las páginas que faltan en el mecanografiado

de Frankfurt, y que Benjamin anunciaba allí, en dos papeles, que completaría

más tarde” (R. Heise, “Vorbemerkungen zu einem Vergleich der Baudelaire-

Fassungen”, en altemative, 10 [1967], p. 198). Este editor rechazó la

afirmación como falsa (cf. Tiedemann, “Zur ‘Beschlagnahme’ Walter Benjamins

oder Wie man mit der Philologie Schlitten fáhrt”, en Das Argument, 10

[1968], p. 89). Luego Heise cedió, pero siguió asegurando: “Estas notas [la

indicación de Benjamin de las “páginas faltantes”] no coinciden en todos los

puntos con el contenido de las primeras páginas del manuscrito de Potsdam

[el de Berlín]” (R. Heise, “Nachbemerkungen zu einer Polemik oder Widerlegbare

Behauptungen der frankfurter Benjamin-Herausgeber”, en alternative,

11 [1968], p. 72); pero hay que decir que, más bien, el contenido de las

primeras páginas del manuscrito de Berlín no coinciden en ningún punto con

lo mencionado en las “notas” del manuscrito mecanografiado. Finalmente, en

su edición posterior del manuscrito, Heise no volvió a aludir a las páginas

“faltantes”, pero postuló nuevos comentarios equívocos sobre la introducción

del manuscrito: “RolfTiedemann... supone... que Benjamin había suprimido

esta explicación metodológica en la copia [el mecanografiado] porque, en tanto

introducción, correspondía al principio del libro planeado pero no al comienzo

de la parte intermedia. Esto no es concluyente en la medida en que

hoy y responder, echando mano de sus obras, a la pregunta

de qué tiene para decir a los cuadros avanzados de esta sociedad;

y esto, hay que señalarlo, sin pasar por alto la pregunta

de si realmente tendrá algo para decirles. Lo impide el hecho

de que nosotros, en la lectura de Baudelaire, hemos sido instruidos

precisamente por la sociedad burguesa, y en un cierto

curso de instrucción histórica. Jamás se podrá ignorar esta

instrucción, sino que una lectura crítica de Baudelaire y una

revisión crítica de este curso son, más bien, la misma cosa.

Pues es una ilusión del marxismo vulgar poder definir la función

social, sea de un producto material, sea de uno intelectual,

prescindiendo de las condiciones y los portadores de su

transmisión” (I, 1161). Un análisis marxista de Baudelaire que

no fuese vulgar debía “investigar sus maniobras allí donde

Baudelaire se siente, sin dudas, como en casa: en el campo del

enemigo. Para él, en muy pocos casos se convierten en una

bendición. Baudelaire fue un agente secreto, un agente de la

insatisfacción secreta de la clase a la que pertenecía respecto

de su propio dominio” (I, 1161). La clase burguesa, que, en

Francia, después de la derrota de la Revolución de Febrero

.comenzó a perder definitivamente su función política progresista

de otro tiempo, con el bonapartismo alcanzó una for-

Benjamin, en alguna oportunidad y tal como Tiedemann cita, habla de una

‘digresión’, que precisamente aquí habría encontrado su lugar...” (R. Heise,

prólogo a: Benjamin, Das París des SecondEmpire bei Baudelaire, ibíd., p.

11). Y ciertamente, esa “digresión” - “tal como Tiedemann cita” , pero que

Heise suprime- debía confrontar los conceptos de “salvación” y “apología” :

en la “ introducción metodológica” del manuscrito de Berlín no se habla ni

de “salvación” ni de “apología” , y menos aún de una confrontación; por otra

parte, según la intención que Benjamin explicaba (cf., por ejemplo, I, 1073

y ss.), esta digresión, si hubiera sido escrita, hubiera tenido su lugar precisamente

no en la parte intermedia del libro sobre Baudelaire, sino en el comienzo.

ma del dominio político directo bajo cuyo amparo la sociedad

industrial de competencia se fue transformando para adoptar

su forma característica del auge del capitalismo. Por su insatisfacción

frente al dominio de la burguesía, Baudelaire logró

expresar más de su época que lo enunciado por cualquier otra

creación literaria de temática social -representada en Francia

por autores tan diferentes como Víctor Hugo y Pierre Dupont-.

Para hacer hablar a esta insatisfacción, exhibida provocativamente

por Baudelaire, como una expresión secreta de

la insatisfacción de la burguesía misma, hizo falta el genio de

las interpretaciones de Benjamin. Estas interpretaciones descubren

en Baudelaire al historiador oculto de aquello en que,

bajo las condiciones de la acumulación progresiva de los capitales,

se convertirán los que proveen las más importantes

mercancías al mercado capitalista a través de la venta “libre”,

pero en verdad esclavizante, de su fuerza de trabajo. Por encima

de esta base socioeconómica se levanta una superestructura

ideológica en la que la obra de Baudelaire participa: al

parecer desligada de aquella base, pero en la interpretación de

Benjamin llena de informaciones que la conciernen. En su

juventud, Benjamin trabajó largo tiempo en varias traducciones

de Les fleurs du mal\ no es casualidad que haya publicado

únicamente las de los Tableauxparisiens, el ciclo donde se encuentran

los poemas “Petites vieilles” y “La servante au grand

coeur”: pruebas de una compasión social demasiado profunda,

a través de la que el poeta, con su mala fama de cínico, se comunica

con ciertos impulsos de la filosofía de Schopenhauer.

Pero también en otras poesías de Baudelaire muy distintas,

encapsuladas en su solipsismo y que lo convirtieron en el poeta

de l ’artpour l ’art, una y otra vez el sujeto lírico se vuelve

permeable a la cuestión social, ante la que pretende escandalizarse,

tanto en actitud de rechazo como en vano. Toda la

enérgica crítica que Benjamin ejerció sobre Baudelaire en los

trabajos posteriores no le impidió distanciarse de la desdeñáble

filípica de Brecht que, con sus invectivas, renegó obstinadamente

de mejores intuiciones sobre el tema. La conclusio

del trabajo de Benjamin de 1938: “ La acción de Blanqui fue

la hermana del sueño de Baudelaire” (I, 604) no está muy lejos

ile representar lo opuesto a la sentencia de Brecht: “Baudelaire

es el puñal en la espalda de Blanqui. La derrota de Blanqui es

su victoria pírrica” .7 Si Benjamin se hubiera acomodado a las

ideas brechtianas sobre un tratamiento histórico-materialista de

Baudelaire, su trabajo apenas hubiera ido más allá de un análisis

del tipo que, treinta, cuarenta años antes, ya había sido provisto

por Plechanow o Mehring. Pero así, con esta crítica de

Benjamin, lo conseguido no fue menos que el desciframiento

de la poesía de Baudelaire como una figura del espíritu absoluto,

tal como correspondía a la sociedad productora de mercancías

hacia la mitad del siglo xix y que se volvió expresión de la

alienación en que aquella mantiene a los hombres.

Ciertamente, Benjamin no lo consiguió en el primer intento.

Una comparación entre “El París del Segundo Imperio en

Baudelaire” y “Sobre algunos temas en Baudelaire” acaso mostrará

algo más que una fase en la historia del desarrollo de Benjamin.

Los dos trabajos, junto con ese nexo que los une (la carta

de Adorno a Benjamin del 10 de noviembre de 1938),

representan un aporte de peso a las cuestiones de método y de

contenido de la sociología del arte. Si Brecht fue un interlocutor

más bien mezquino para la composición del trabajo de

1938,8 Benjamin encontró en Adorno otro mucho más experto,

tanto en cuestiones de estética como de teoría marxista.

Brecht, ob. cit., p. 409. Cf. también V, 474.

8 Brecht resumió su juicio sobre el trabajo de Benjamin en las siguientes

frases: “todo mística con una actitud antimística, ¡de esta forma adaptan la

concepción materialista de la historia! es bastante espantoso” (Brecht, Arbeitsjournal,

t. I, Frankfurt, 1973, p. 16).

Benjamin planeaba poner por escrito en el libro sobre Baudelaire

los “elementos filosóficos decisivos del proyecto de los ‘Pasajes’

en una, tal como espero, formulación definitiva” . “El París

del Segundo Imperio en Baudelaire” se proponía “la

interpretación crítico social del poeta”; Benjamin sabía que esta

interpretación “es una condición para la marxista, pero por sí

sola no satisface su concepto” (I, 1091). Benjamin había reservadnos

ta tarea para la parte final del libro, que quedó sin escribir.

El núcleo de la crítica de Adorno al trabajo de 1938 consiste

en que, según Adorno, Benjamin se había “forzado” a sí

mismo en este texto para “tributar al marxismo cosas que carecen

de un efecto positivo tanto para éste como para usted. No

valen para el marxismo, puesto que falta la mediación a través

del proceso social íntegro y porque queda atribuido a la enumeración

material, supersticiosamente, casi un poder de iluminación

que nunca está reservado a los indicios pragmáticos,

sino solo a la construcción teórica. Y tampoco para esa sustancia

que es la más propia de usted, pues se ha prohibido usted

los pensamientos más intrépidos y fecundos en una suerte de

pre-censura siguiendo categorías materialistas (que no coinciden

para nada con las marxistas), aunque no sea más que en la

forma de su aplazamiento” (I, 1097). El método que, en un

principio, compila los datos de su objeto de forma crítico-analítica

para luego, en un segundo paso, completar su síntesis teórica,

puede encontrarse también hoy en las ciencias sociales

predominantes; Marx ya había anticipado la principal crítica

de estas ciencias al reconocer en la totalidad de las relaciones de

producción la base de la sociedad burguesa, a la que van correspondiendo,

según el caso, determinadas formas de conciencia.9

9 Cf. Karl Marx, Zur Kritik der politischen Ókonomic, en Karl Marx y

Friedrich Engels, Werke (a partir de aquí citadas como MEW), t. 13, Berlín,

1964, p. 8. [El capital: crítica de la economía política, Madrid, Akal, 2000].

El materialismo histórico prohíbe tratar aisladamente los ciatos

empíricos individuales, que solo se libran de su abstracción

como momentos superados de la totalidad social. La interpretación

marxista de Baudelaire hubiera debido, en cada

uno de sus pasos, cumplimentar su concepto; aplaxar ese

“cumplimiento” significa, desde un principio, no haberlo conseguido.

Para el marxismo, tal como Adorno lo representa casi

ortodoxamente ante el primer trabajo de Benjamin sobre Baudelaire,

“la historia deja de ser una colección de datos fácticos

muertos, como hasta en el caso de los empíricos abstractos”,10

en la medida en que los datos fácticos son presentados como

mediados por la totalidad del proceso social, resultantes de

este proceso, y superados en él. En “ El París del Segundo Imperio

en Baudelaire” Benjamin reúne una enorme abundancia

de datos fácticos: histórico-sociales, políticos, histórico-literarios,

hasta de estadística social; sin embargo, en su mayor

parte, la construcción teórica de estos datos aislados es dejada

de lado. Por esta razón, el trabajo de 1938 sigue siendo comparable,

a pesar de todo lo incomparable de la mirada fisionómica

que le es propia, al procedimiento sociológico del arte

que se ejerce también en la actualidad. Por así decir, la investigación

introduce la figura y la obra de Baudelaire en la historia

social; sin prestar demasiada atención a los contenidos

específicamente estéticos, el arte es tratado como uno entre

otros faits sociaux. Si de esto resulta una imagen fiel del carácter

social de Baudelaire, será al precio de que la poesía de Baudelaire

sea convertida en una mera muestra de la historia social,

cuyos datos fácticos se unen a las formas literarias solo

per analogiam. Pero no fue un desconocimiento del método

marxista lo que llevó a Benjamin a poner en práctica un

10 Marx y Engels, Die deutsche Idiologie, en MEW, t. 3, 1958, p. 27. [La

ideología alemana (I) y otros escritos filosóficos, Madrid, Losada, 2005],

procedimiento semejante, sino que se trató de una tentativa

de amalgamar a aquel método el propio procedimiento,

ejercido y acreditado desde tiempo atrás en otros contextos.

Si bien, en largos pasajes, el ensayo sobre Baudelaire de

1938 se muestra como un montaje de materiales empíricos,

por otro lado también podemos reconocer allí el método

según el cual Benjamin planeaba proceder en la obra de los

pasajes: “Método de este trabajo: el montaje literario. No

tengo nada que decir. Solo mostrar” (V, 574). Que no haya

ido tan lejos en el trabajo sobre Baudelaire, y que sin embargo

haya sintetizado los materiales y las citas a través de

interpretaciones, no importa cuán ascéticas, podría deberse

a su propia desconfianza ante la posibilidad de que el principio

de montaje -tan productivo en las obras de arte surrealistas-

pudiera resultar fecundo dentro de la filosofía.

Las tesis sobre Feuerbach criticaban del materialismo existente

hasta ese momento que solo concebía la realidad “bajo

la forma del objeto o de la percepción” , pero que había

ocultado el lado “subjetivo” de esa realidad;11 recién en la

interpenetración mutua de percepción y concepto, objeto

y sujeto, teoría y praxis, podría la ciencia acreditarse como

dialéctica materialista.

Por lo general, el marxismo trata a las obras de arte desde

la crítica ideológica. Las ideologías prototípicas que había

a disposición de la crítica de Marx en los sistemas filosóficos

del idealismo, entre las que también, en un sentido amplio,

se cuenta el gran arte de la burguesía, se definen por su separación

respecto de la base material de la sociedad, por un

aislamiento parcial de la creación intelectual respecto de la

realidad, y en última instancia por la separación entre el tra11

Marx, Thesen über Feuerbach, en MEW, t. 3, p. 5. [Tesis sobre Feuerbach

y otros escritos’filosóficos, Ed. Grijalbo, S. A., México, 1970].

bajo intelectual y el físico. Este apartarse es la no verdad de

la ideología, y sin embargo, a este carácter está ligada, al

mismo tiempo, la posibilidad del conocimiento: la condición

del conocimiento de la realidad en tanto defectuosa es

la de no pertenecer uno mismo, completamente, a este defecto,

a esto que todavía no ha llegado a su propio concepto.

La participación inconsciente en el conocimiento es propia

del arte; hay que elevarla a la conciencia, si la tarea estuviera

en manos de una estética y una sociología del arte marxistas.

En un principio, el tema de la necesidad en la ideología

como necesaria falsa conciencia apuntaba, en Marx, a

las condiciones sociales de los contenidos de conciencia, y

además a la relación de un todo con sus partes y de las partes

entre ellas. La crítica de la ideología puede, a partir del

análisis de momentos aislados, deducir el sistema completo

de las formas sociales de conciencia que estos tienen por detrás

y, por otra parte, situar datos aislados en un “síndrome”

ideológico, en la formación social específica, alcanzando, a

partir de ciertas evidencias fácticas, la deducción más rigurosa

en lo teórico de otros hechos determinados. Tampoco

Benjamin, si bien no ejerció la crítica de la ideología en sentido

estricto,12 debería quedar dispensado de una rigurosidad

teórica semejante. No debía conformarse con puras analogías,

como ocurre mayormente en el primer trabajo sobre

Baudelaire. Adorno señaló a Benjamin una serie de estos

procedimientos (cf. I, 1095 y ss.). Por ejemplo, cuando Benjamin

conjura la memoria de las barricadas de 1848 partiendo

de la metáfora “Tes magiques pavées dressées en

12 Habermas fue el primero en señalar la diferencia de la crítica “salvadora”

de Benjamin respecto de la crítica de la ideología; cf. Jürgen Habermas,

“Walter Benjamin. Bewuíütmachende oder rettende Kritik (1972)” , en Philosophisch-

politische Profile, 3 a ed., Frankfurt, 1981, pp. 336-376.

forteresses” del “Projet d’épilogue” para Les fleurs du mal, esta

observación queda en la esfera de la pura asociación. La conexión,

en ese mismo capítulo sobre la “Bohéme” , que se establece

entre “Le vin des chiffonniers” y la restauración del

impuesto al vino hacia fines de 1849 llevada a cabo por la

Asamblea Nacional francesa, resulta también contingente.

“Sobre todo, ocurre en el pasaje sobre la transformación de la

ciudad en intérieur para el fláneur, donde me parece que una

de las más poderosas concepciones de su obra queda presentada

simplemente en tanto un mero ‘como si’” (I, 1095). Por

último, podríamos aducir la relación abstracta entre el acto

repentino y los secreteos en la política de Napoleón III y los

rasgos asociados a estos en Baudelaire. Después de hacer un

retrato de la razón de Estado bonapartista, Benjamin continua

diciendo: “Y los mismos rasgos se encuentran también

en los escritos teóricos de Baudelaire” (I, 514); el paralelo busca

más bien convencer, en lugar de ser desarrollado convincentemente.

La crítica de Adorno hizo que Benjamin iniciara

una “evaluación de la construcción total” (I, 1106) del tratado

de 1938 y que escribiera el ensayo de 1939 “Sobre algunos

temas en Baudelaire” . El nuevo trabajo muestra hasta qué

punto Benjamin hizo propias las reservas formuladas por

Adorno.13 La comprensión del proceso social completo, que

13 Por eso Benjamin, que en el aislamiento de su exilio en París dependía

especialmente de cómo eran recibidos sus trabajos, no reaccionó de una

manera insensible a la crítica de su amigo; sin embargo, rechazó algunas objeciones

de Adorno como injustificadas. Pero desde un principio estuvo “muy

lejos de...” considerar la crítica como “ infecunda” (I, 1101). Más tarde, dijo

creer que el nuevo trabajo “traía consigo las mejoras más decisivas” (I, 1121).

En carta a Adorno escribió: “Así como el nuevo capítulo de Baudelaire podría

valer muy poco como una ‘reelaboración’ del que usted conoce, sin embargo

le resultará a usted perceptible, pienso, el efecto de nuestra correspondencia

sobre Baudelaire del verano pasado” (I, 1124).

no surge por sí mismo como una adición de hechos sociales

ciegos, se obtiene en “Sobre algunos temas en Baudelaire” más

bien a partir del esfuerzo del pensamiento especulativo, a partir

de una construcción histórico-filosófica que encuentra en

el detalle de la obra de arte, en una reducción monadológica,

la sociedad. El nuevo texto ya no echa mano de paralelos metafóricos

entre las formaciones de la superestructura y su base

social. La determinación materialista de la superestructura se

busca ahora en lo más profundo de la obra de arte, en la factura

técnica. La historia del arte es leída como una historiografía

inconsciente de la sociedad: no en último término, la

distancia de los objetos estéticos respecto de los datos pragmáticos

de la historia social ayuda a que lo esencial de la sociedad

cobre transparencia. El paso de Benjamin del primer

trabajo sobre Baudelaire al segundo marca el giro copernicano

llevado a cabo por su sociología del arte; significó su transición

hacia una filosofía de la historia.

La tarea, cuya resolución Benjamin emprendió en el

proyecto de Baudelaire, tiene como objetivo explicar el arte

de Baudelaire como determinado por la constitución general

social y económica de su época en el sentido del materialismo

histórico, es decir: a través del análisis, atribuir este

arte a la estructura específica de la sociedad mercantil del

Segundo Imperio. Para esta tarea, en “Sobre algunos temas

en Baudelaire” se recurre al concepto de experiencia; finalmente,

la solución quedó delineada en los fragmentos que

conciben la alegoría de Baudelaire como expresión del

carácter de fetiche de la mercancía. La introducción de la

categoría clave de experiencia, cuya figura determinada históricamente

en la época del auge del capitalismo marcó la

poesía lírica de Baudelaire, no significa de ninguna manera

que esta pudiera deducirse directamente de la economía; por

el contrario, el nuevo trabajo de Benjamin declara como ilegítima

en lo inmanente una deducción del arte semejante,

deducción que en la primera investigación todavía había intentado

llevar adelante. La aplicación de una suerte de instancia

intermedia entre base y superestructura se encuentra

en sintonía con un marxismo entendido correctamente, en

la medida en que reserva un terreno propio, de relativa autonomía,

a la superestructura; en este mismo sentido había

hablado Engels en sus últimas épocas: “La supremacía final

del desarrollo económico también sobre estos ámbitos [filosofía

y arte] es para mí segura, pero se lleva a cabo dentro

de las condiciones prescriptas por cada uno de estos ámbitos

m i sm o s " En el segundo trabajo sobre Baudelaire, Benjamín

hace hincapié en que, a partir de las “ instancias sociales”

existe un “efecto sobre la producción artística” que “con

múltiples mediaciones es tan profundo como sutil” (I, 624,

el subrayado es mío). Benjamín se acerca a la estructura social

de la experiencia de un modo histórico fenomenológico:

primero investiga la aparición de las masas en las metrópolis

del siglo xix, luego registra el cambio, determinado

socialmente, de las capacidades en la percepción del

hombre,15 para mostrar finalmente, y solo entonces, los hechos

económicos en que se basa la estructura transformada

de la experiencia “en la existencia normalizada, desnaturalizada,

de las masas en la civilización” (I, 608). Es esta la

forma de la producción industrial que ganó terreno en Francia

después de que las burguesías financiera e industrial,

como consecuencia de la Revolución de Junio, hicieran retroceder

más y más la hegemonía de la gran propiedad. Lo

característico de la forma de producción industrializada es

1,4 Engels, carta a Conrad Schmidt del 27 de octubre de 1890, en MEW,

t. 37, 1967, p. 493 (el subrayado es mío).

15 Cf. Tiedemann, Studien zur Philosophie Walter Benjamins, 2a ed.,

Frankíurt, 973, p. 101 y ss.

que, para el obrero ante la producción en cadena, en la “relación

entre los distintos momentos del trabajo” , estos aparecen

como “ independientes uno de otro, como reificados”

(I, 631). En el famoso capítulo trece del primer tomo de El

capital, Marx mostró cómo la introducción de métodos de

fabricación mecánicos en la gran industria estaba muy lejos

de iniciar la liberación del obrero asalariado, sino que más

bien liberaba a “su trabajo de cualquier contenido” : “Un

rasgo común de toda la producción capitalista, en tanto no

se trata solo de proceso de trabajo, sino a la vez de proceso

de valorización del capital, es que no es el obrero quien emplea

a la condición de trabajo, sino a la inversa, la condición

de trabajo la que emplea al obrero. Pero solo con la maquinaria

ese trastrocamiento adquiere una realidad técnicamente

tangible. Mediante su transformación en autómata, el

medio de trabajo se enfrenta al obrero, durante el proceso

mismo de trabajo, como capital, como trabajo inanimado

que domina y succiona la fuerza de trabajo viva” .16 Acerca

del fetichismo de la economía capitalista de la mercancía o,

como lo había formulado el joven Marx: la autoalienación

del hombre, decía ya en los manuscritos parisinos sobre

“Economía nacional y filosofía” , que no consiste únicamente

en la “relación [del trabajador] con los productos de su

trabajo” : “ la alienación no solo se muestra en el resultado,

sino en el acto de la producción, dentro de la actividad productora

misma” .17 En una de las notas al libro de los pasajes,

a partir del concepto de trabajo alienado Benjamín saca

16 Marx, Das ¡Capital I, en MEW, t. 23, 1969, p. 446. [El capital, t. I,

Fondo de Cultura Económica, México, 1999].

17 Marx, Okonomiscb-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844,

en MEW, t. complementario, parte I, 1968, p. 514. [Manuscritos económicofilosóficos

de 1844, Buenos Aires, Colihue, 2004].

ciertas conclusiones para un concepto materialista de la cultura

burguesa, cuya importancia parece indiscutible, también

para la interpretación de Baudelaire: “La característica

que corresponde a la mercancía por su carácter de fetiche

también queda adherida a la sociedad productora de mercancías,

no tanto como es en sí misma sino más bien según

la forma en que se imagina continuamente y que cree entenderse,

al abstraerse del hecho de que, precisamente, es

ella la que produce la mercancía. La imagen que, de esta

forma, la sociedad produce de sí misma y que acostumbra

a rotular como su cultura, corresponde al concepto de fantasmagoría”

(V, 822).

Si la fantasmagoría supone un espejismo, es también al

mismo tiempo -y difícilmente en algún otro caso de forma

más enérgica que en la obra de Baudelaire- la representación

artística del engaño; la fantasmagoría es parte integrante de la

sociedad que hechiza al hombre, y conjuntamente con esto

contiene la verdad sobre tal apariencia, cuyo develamiento es

tarea de la crítica del arte. “La importancia extraordinaria de

Baudelaire consiste en haber sido el primero, y el más firme

en su propósito, en capturar -en el doble sentido de la palabra:

identificar y elevar a través de la cosificación- la fuerza

productiva del hombre alienado de sí mismo” (I, 1074). Así

se expresaba Benjamín en una carta a Horkheimer. Entre los

apuntes para el trabajo de los pasajes, existe una variante para

este comentario de la carta, donde Benjamín afirma que Baudelaire

ha “blindado al hombre alienado de sí mismo... contra

el mundo reificado” (V, 405). Baudelaire lleva la reificación

hasta el extremo: casi hasta el punto en que está por revertirse,

convirtiéndose en la reconciliación del hombre con la cosa,

del hombre con la naturaleza. Esta conversión repentina que,

ciertamente, en tanto dialéctica no puede ser llevada a cabo

solo por el espíritu, es lo que Benjamín buscó descifrar en la

obra de Baudelaire.

“Tout pour moi devient allégorie”.18 Sin embargo, en tanto

destrucción, en el “spleen” Baudelaire logra extraer a la modernidad

una instancia de salvación: esta dialéctica es la ley

de sus alegorías. En E l origen del drama barroco alemán Benjamin

había emprendido la construcción histórico filosófica

de la alegoría barroca. En ocasión de un comentario sobre un

libro de Jean Paul, que Benjamín reseñó en 1934, se cuida

expresamente de aplicar la alegoría del siglo xvn como un

concepto clasificatorio, trasladándolo a otras épocas como

ahistórico. “A partir de la determinación histórica del modo

de ver alegórico” hallado en el libro sobre el barroco, había

que, más bien, encontrar “aplicaciones para los de otro tipo”

(III, 422), como en el caso de Jean Paul. Benjamín había reservado

la determinación histórica del modo de ver alegórico

de Baudelaire para las partes del libro que no fueron escritas;

solo podemos deducirla a grandes rasgos a partir de sus apuntes.

Según Karl Korsch, el “primer principio fundamental de

la nueva y revolucionaria ciencia social” es “el principio de la

especificación histórica de todas las relaciones sociales”.19 Solo

como estados de cosas especificados históricamente pueden

conocerse también, de forma suficiente, los artísticos. Para el

caso de Baudelaire, Benjamín lo especifica así: “Las alegorías

representan aquello que la mercancía hace a partir de las experiencias

que tienen los hombres de este siglo” (V, 413). Y

en otro pasaje: “El modo de intuición alegórica siempre está

construido sobre un mundo de fenómenos desvalorizado. La

desvalorización específica del mundo presente en la mercancía

es el fundamento de la intención alegórica en Baudelaire”

18 Charles Baudelaire, CEuvres completes, ed. de Le Dantec-Pichois, París,

1961, p. 82. [Obras completas, 2 vols., Barcelona, Altaya, 1995].

19 Karl Korsch, Karl Marx, Frankfurt-Viena, 1967, p. 8. [Karl Marx,

Barcelona, Folio, 2004],

(I, 1151). Leer a partir de la alegoría de Baudelaire la experiencia

alienada significa descubrir su fundamento en el trabajo

explotado, bajo las condiciones de la producción capitalista.

El hombre que debe vender su fuerza de trabajo en el

“libre” mercado para la reproducción de su vida se halla separado

de sí mismo; en la imagen de Baudelaire de un mundo

donde la acción no es hermana del sueño esto ha quedado

registrado: la participación de este hombre no consta de una

libre autodeterminación en la interrelación con la naturaleza,

sino en la adaptación a un abstracto, la ley del valor que, según

la ley de Marx del valor de cambio de las cosas, no es su

valor de uso. Este valor estará incluido en el valor de cambio

solo en la medida en que sea necesario para proporcionar la

fuerza de trabajo indispensable para la producción de valor

agregado. “Primero, la cosa ejerce su efecto distanciador entre

los hombres, unos respecto de los otros, como mercancía. Lo

ejerce a través de su precio. Es más bien el precio, y no tanto

la cosa, lo que se interpone entre los hombres” (I, 1174). La

anarquía de la sociedad de intercambio capitalista reside en

que el precio de las mercancías se forma a partir de un mecanismo

irracional, que escapa al productor pero tampoco es

calculable para el capitalista, y queda reflejado en la relación

de la alegoría con aquello que va representando en cada caso

y que se le atribuye cada vez como significado.

“El alegórico va extrayendo aquí y allá, del confuso inventario

que sus saberes le ponen a disposición, una pieza; la

sostiene junto a otra y prueba si van bien juntas: aquella significación

con esta imagen o esta imagen con aquella significación.

El resultado nunca puede preverse; pues no hay mediación

natural alguna entre ambas. Y de esta misma forma

ocurre con la mercancía y el precio. Las ‘sutilezas metafísicas’

en que, según Marx, la mercancía se complace, son ante todo

las sutilezas de la formación del precio. Nunca puede reconocerse

de antemano cómo es que la mercancía llegará a su preció,

ni durante el proceso de fabricación ni más tarde, cuantío

ya está en el mercado. Y algo muy similar le ocurre al objeto

en su existencia alegórica. No le ha sido asignado en su nacimiento

a qué significado lo promoverán las meditaciones del

alegórico. Pero una vez recibido ese significado, en cualquier

momento puede serle sustraído y trocado por otro. Las modas

de los significados cambiaban casi tan rápido como cambia el

precio para las mercancías. Y ciertamente, el significado de la

mercancía se llama: precio; otro, en tanto mercancía, no tiene”

(V, 466).

De esta forma, la mercancía demuestra ser “el cumplimiento

de la intuición alegórica en Baudelaire. Queda demostrado

que lo nuevo, que dinamita la experiencia de lo

siempre-igual, con la que el spleen mantiene cautivado al poeta,

no es otra cosa que la aureola de la mercancía” (I, 1074).

No obstante, hay un momento de iluminación propio

de la alegoría en Baudelaire. Esa apariencia en el carácter de

mercancía de las cosas, ante cuyos brillos seductores era tan

sensible el poeta, será, al mismo tiempo, dispersada por el

modo de ver alegórico, en cierto modo convertido en reflexión

del carácter fetiche del mundo de la mercancía: “A la

idealización engañosa del mundo de la mercancía se opone

su adulteración en la alegoría. La mercancía trata de mirarse

a sí misma a la cara” (I, 671). Pero aquello que se reconoce a

sí mismo, supera en conocimiento su puro ser-así. En las

imágenes de Baudelaire se encuentra conservado, en su negativo,

aquello que Marx enfocaba como meta, de un modo

al mismo tiempo sobrio y poderoso, en la imagen de la resurrección

de la naturaleza, más tarde el reino de la libertad.

Aquí, en Benjamín, que se servía de las categorías de la Crítica

de la economía política para su interpretación de la alegoría

en Baudelaire, Fourier queda reivindicado, a cuyas utopías

daba tan poca importancia Marx, así como Baudelaire, aunque

por otras razones.

“La caracterización del proceso de trabajo según su relación

con la naturaleza está marcada por la condición social de

este proceso. Es decir, si no fuera realmente el hombre el explotado,

se nos podría ahorrar el discurso irreal sobre la explotación

de la naturaleza. Este discurso refuerza la apariencia

del ‘valor’ que reciben las materias primas solo a través del orden

de producción basado en la explotación del trabajo del

hombre. Si este orden se acaba, el trabajo abandonará, por su

lado, el carácter de explotación de la naturaleza por parte del

hombre. Tendrá lugar, entonces, siguiendo el modelo del juego

infantil en que se basa, en Fourier, el travailpassionné de

los harmoniens. Haber postulado el juego como canon del trabajo

que ya no es de explotación es uno de los grandes méritos

de Fourier. Un trabajo semejante, animado por el juego,

no es creación de valores, sino que está orientado a una naturaleza

mejorada. También para esta naturaleza Fourier plantea

un ideal, tal como lo encontramos, ciertamente, hecho realidad

en los juegos de niños. Es la imagen de una tierra donde

todo sitio se ha convertido en un establecimiento. En este

caso, el doble sentido del término queda desplegado: cada sitio

es trabajado por el hombre, convertido entonces en utilizable

y agradable para sí; cada sitio queda abierto a todos,

como un establecimiento sobre el camino. Una tierra dispuesta

según esta imagen dejaría de ser parte ‘d’un monde oü

l’action n’est pas la soeur du réve’. En esta tierra, la acción estaría

hermanada con el sueño” (V, 455 y ss.).

Benjamín reconoció que la idea de la reconciliación del

hombre y la naturaleza tomaba forma en aquellos poemas de

Baudelaire que ya no proceden alegóricamente sino que se

deben a la misteriosa ley de las correspondencias. “Las correspondances

son los datos de la conmemoración. No son históricos,

sino datos de la prehistoria” (I, 639). La idea de las correspondencias

es la utopía donde un paraíso perdido aparece

proyectado sobre el futuro.

La utopía de Fourier y, en cierto sentido la de Benjamín,

y tanto más definitivamente el negativo de esa imagen, lo

siempre-igual, lo mortuorio de la alegoría en Baudelaire, están

basados en la idea de una historia sin signo histórico alguno;

y sin embargo, esta historia ya no puede conciliarse con

el marxismo. Hasta el último momento, el marxismo de Benjamín

estuvo teñido por algo que podría llamarse la “sustancia

más característica” de este filósofo y que posiblemente sea vecina,

en el mapa del pensamiento, del socialismo científico,

pero que está apartada de este por esa diferencia que, por

ejemplo, separaba a Marx mismo de los primeros socialistas

como también de los portavoces del anarquismo. Una de las

primeras declaraciones de Benjamín sobre el comunismo, de

1924, expresa la sospecha de que, en la discusión con este último

“se manifestarían los fundamentos de mi nihilismo” .20

Antes de acercarse al marxismo, en las ocasiones que tocaba

la política, la filosofía de Benjamín simpatizó en un principio

con las doctrinas anarquistas, ante todo las de Sorel. El acento

de la recepción del marxismo en Benjamín recayó, por mucho

tiempo, precisamente en un compromiso en favor de la

política de los partidos comunistas, que parecía representar la

única alternativa a la evolución en Europa occidental, evolución

que ya desde los años veinte Benjamín veía encaminarse

hacia la catástrofe; en cambio, hablaba de “opiniones irrefutables”

, por ejemplo, la de lo erróneo de la metafísica materialista

o, por mí, también de la concepción materialista de la

historia” .21 Recién en los años del exilio podemos comprobar

que Benjamin haya dedicado un estudio más intensivo a la

concepción materialista de la historia. Estuvo consagrado,

20 Benjamin, Briefe, ed. de Gerschom Scholem y Theodore W. Adorno,

2a ed., Frankfurt, 1978, p. 355.

21 Ibíd., p. 425.

además de a los escritos políticos de Marx y a los llamados

“manuscritos de París” , sobre todo al primer tomo de El capita

ly al libro de Korsch sobre Marx, que Benjamin tuvo a su

disposición en forma de manuscrito. El último trabajo de

Benjamin, Tesis sobre el concepto de historia, es un documento

de cuán superficial había sido su adopción de la doctrina del

materialismo histórico: si bien en las tesis encontramos a menudo

el discurso sobre el materialismo histórico, es solo porque,

de lo contrario (en palabras de Heinz-Klaus Metzger) a

nadie se le ocurriría pensar que la teoría de la historia de Benjamin,

alimentada en las fuentes de la mística judía, podría

tener algo que ver con aquel. Este no es el caso de los trabajos

sobre Baudelaire: allí Benjamin trató seriamente de utilizar el

método marxista. Este objeto no solo convenía a esa teoría.

En cierta oportunidad, pensando en retrospectiva sobre sus

entusiasmos durante la Revolución del 1848, que lo habían

empujado hacia las barricadas con corbata rojo sangre y una

cartuchera recién cargada, Baudelaire escribió: “Toujours le

goút de la destruction. Goút légitime si tout ce qui est naturel

est légitime” .22 Durante el trabajo en el libro de Baudelaire,

Benjamin debe haber podido reconocer en una frase semejante

su propia y temprana simpatía por el mito de la huelga

general y la propia concepción de “la tarea de la política mundial,

cuyo método ha de llamarse nihilismo” (II, 204). Sea

como sea, en los fragmentos escritos del libro sobre Baudelaire

puede leerse como en un palimpsesto: bajo el marxismo

expreso se hace nuevamente visible el viejo nihilismo, cuyo

camino amenaza con conducirnos a la abstracción de las prácticas

anarquistas. Una posible discusión del concepto de historia,

tal como queda delineado en el libro sobre Baudelaire,

se ve enfrentada a dificultades filológicas. Como tema, estaba

planeado para la tercera parte del libro, que debía tratar la

forma de la creación poética de Baudelaire en sus “condiciones

materiales” (I, 1091), es decir, en las condiciones histórico-

sociales. Las siguientes indicaciones sobre el modo en que

aparece la historia en el proyecto sobre Baudelaire no pretenden

ser más que un prolegómeno.

Benjamín presenta a Baudelaire sobre el trasfondo socioeconómico

del Segundo Imperio. El golpe de Estado del 2

de diciembre de 1851 puso un sello sobre la matanza de los

insurgentes de tres años antes, por la que el proletariado revolucionario

habría de desaparecer de la escena de la historia

francesa por más de dos décadas; Blanqui, su líder más sobresaliente,

ya había sido puesto fuera de juego después de las

manifestaciones del 15 de mayo de 1848. Al mismo tiempo

que la ampliación de la industria -hasta entonces, comparada

con la de Inglaterra, en la retaguardia—, surgió bajo la protección

del aparato de Estado bonapartista esa forma de la sociedad

de intercambio cuya expresión, en el ámbito del arte,

Benjamin investigó para el caso de Baudelaire. La “devaluación

del entorno humano a través de la economía de mercancías

tiene un profundo efecto en la experiencia histórica.

Acontece ‘siempre lo mismo’. El spleen no es más que la quintaesencia

de la experiencia histórica. Nada parece más digno

de desprecio que aducir la idea de progreso en contra de esta

experiencia... Pero la empresa de Baudelaire adquiere su importancia

histórica solo allí donde la experiencia de lo siempre-

igual, donde se hace medible, experimenta su signatura

histórica. Esto ocurre tanto en Nietzsche como en Blanqui.

La idea del eterno retorno es aquí ‘lo nuevo’ que hace estallar

el anillo del eterno retorno al ratificarlo. La obra de Baudelaire

aparece bajo una nueva luz en la conjunción con Nietzsche

y ante todo con Blanqui, quien había desarrollado diez años

antes la doctrina del eterno retorno” (I, 1151). La experiencia

de lo siempre-igual en que cualquier perspectiva de progreso

en la historia, de trabajo humano productivo, que es gracias

a lo único que progresa la historia, aparece cortada, tiene su

razón económica, identificada por Marx en una frase de El

capital que Benjamin cita: “El proceso de producción se extingue

en la mercancía” .23 Del mismo modo se extingue el

trabajo humano en el alienado, la historia se convierte en fantasmagoría

de lo ahistórico. La misma experiencia encontramos

en el desdén de Baudelaire hacia el progreso,24 pero también

está en la propia tentativa de Benjamin de “fundar el

concepto de historia... en la idea de la catástrofe” (I, 683, cf.

V, 592). Una política acorde con esta concepción de la historia

es la del Blanquismo: el levantamiento preparado por una

elite de conspiradores, desatado por un golpe de Estado. “Para

Blanqui, la historia es la paja cortada con que se rellena el

tiempo infinito” (V, 460). Blanqui desarrolló su doctrina del

retorno de lo siempre-igual en la teoría cosmológica LEternité

p a r les Astres, un libro que se originó en la cárcel en 1871,

cuando aún luchaba la Comuna en las calles de París. El descubrimiento

de este libro tuvo una “ influencia decisiva” en el

proyecto sobre Baudelaire: Benjamin vio en este libro “en la

figura de un orden natural el complemento del orden social

que Blanqui, hacia el ocaso de su vida, debió reconocer como

aquel que lo había vencido” (I, 1071); y sin embargo, al mismo

tiempo reconocía allí un complemento del golpismo escatológico

de la praxis política de Blanqui durante los años

treinta y cuarenta.

23 Marx, Das Kapital II, en MEW, t. 24, 1963, p. 385; cf. V, 804. [El

capital, t. II, Fondo de Cultura Económica, México, 2000],

24 Cf. Baudelaire, ob. cit., p. 1260, p. 1262 y ss., p. 1276; también del

mismo autor, Correspondancegenérale, t. 1, Crépet, París, 1947, p. 369; t. 3,

1948, p. 37; t. 4, 1948, p. 312; t. 5, 1949, p. 281. [Correspondencia general,

Buenos Aires, Paradiso, 2005].

“Es posible plantear la siguiente pregunta: si no hay en la

acción política de Blanqui rasgos que la caracterizan, precisamente,

como acción de ese hombre que escribió ya en edad

avanzada L ’Eternitépar les Astres (...) Esta idea no ha de descartarse.

El poco interés que Blanqui demostró desde un principio

por los fundamentos teóricos del socialismo ha de tener

su razón en una desconfianza enraizada frente a esas comprobaciones

esperables para quien se sumerja demasiado profundamente

en la estructura del mundo y de la vida. Pero al final,

en la vejez, Blanqui no debe haber podido evitar un profundo

sumergimiento semejante” (I, 1154).

Marx, que en 1848 había celebrado a Blanqui como el

verdadero representante de la clase proletaria, desarrolló a

partir de sus impresiones del fracaso de la revolución de Febrero

su propia teoría de la revolución, que lo apartó definitivamente

del “voluntarismo activista del ‘Partido de la

acción”’;25 más tarde, también Engels se alejó públicamente

de la persona de Blanqui.26 Pero Benjamin tenía más bien

afinidad con el concepto de la historia del francés: “Marx

dice que las revoluciones son la locomotora de la historia

mundial. Pero acaso sea completamente distinto. Acaso las

revoluciones sean el recurso de la humanidad, que viaja en

ese tren, de accionar el freno de emergencia” (I, 1232). Para

Marx, la construcción de la sociedad socialista no podría realizarse

con un simple gesto, representado por el acto de accionar

el freno de emergencia; la humanidad no se encuentra

en ningún tren, ni en uno que vaya a toda velocidad hacia el

abismo, ni en uno que marche en círculos y pase siempre por

las mismas estaciones. Cada revolución supone un cierto ni25

• Korsch, ob. cit., p. 183.

26 Cf. Engels, “Programm der blanquistischen Kommuneflüchtlinge”,

en MEW, t. 18, 1962, p. 529.

vel histórico de las fuerzas de producción, tiene necesidad de

una “serie de condiciones materiales de existencia, que a su

vez son el producto natural de un largo y tortuoso desarrollo

histórico” .27 Solo cuando estas condiciones han madurado

hasta ese punto en la sociedad burguesa puede tener lugar el

vuelco definitivo en que quedan superadas las oposiciones de

clase; y entonces tendrá que ocurrir ese vuelco necesariamente,

siguiendo una ley natural de la sociedad. Distinto en el

caso de Benjamín; en su socialismo siempre resistió con obstinación

una última instancia escatológica; para su mesianismo,

el desarrollo histórico era demasiado largo e insoportablemente

penoso.

“En realidad no hay ningún momento histórico que no

incluya su chance revolucionaria: solo que quiere ser definida

como una específica, es decir, como chance de una solución

por completo nueva de cara a una tarea completamente nueva.

Para el pensador revolucionario, la chance característicamente

revolucionaria de cada momento histórico se confirma

a partir de la situación política. Pero no en menor medida se

confirma para él a través de la fuerza de llave de ese momento,

sobre una recámara muy bien definida, hasta entonces cerrada,

del pasado. La entrada en esta recámara coincide estrictamente

con la acción política; y es a través de este ingreso

que esta acción, no importa cuán destructivamente, se da a

conocer como mesiánica” (I, 1231).

Esta es una teoría estética, no una teoría de la historia. Es

el arte el que siempre conoce tareas completamente nuevas

con soluciones por completo nuevas -y ante todo el de Baudelaire

en la interpretación de Benjamín-; la historia no conoce

nada semejante. La salvación de lo pasado, la “conmemoración”

de la tradición mística, no son, tal como Benjamín

pretendía en las tesis sobre la filosofía de la historia, categorías

históricas. Los sufrimientos pasados no pueden repararse, los

asesinados están, según las palabras de Horkheimer, realmente

muertos. Pero las obras de arte han de tener en la idea de

la conmemoración su raison d ’étre. Sin embargo, no es justificable

una política que, por su parte, se oriente de acuerdo

con la estética: las acciones políticas -inspiradas en Blanqui o

en la anarquía-, los exterminios que ocasionan, no se revelan

como “mesiánicos” . Solo son apolíticas: un esteticismo dubitable.

Pero qué es lo que ocurre en el caso de la estetización

de la política, Benjamin lo reconoció perfectamente en otro

contexto (cf. I, 506 y ss.). Si en Marx leemos: “La producción

capitalista crea con la necesidad de un proceso natural su propia

negación” ,28 así lo formula Benjamin: “La experiencia de

nuestra generación: que el capitalismo no ha de morir de una

muerte natural” (V, 819). El hecho de que, entretanto, el capitalismo

no parezca ir a morir tampoco de una muerte artificial

debería servir como recordatorio de que, según Marx,

todo progreso social se debe a la lucha de clases, cuya forma

de organización está determinada por lo posible históricamente,

y en cada caso objetivo; los progresos no vienen de los golpes

de Estado blanquistas, tampoco de los actes gratuits de los

anarquistas. La prehistoria fue hecha por los hombres, la historia

también será su obra, la obra de una praxis que no se

enceguezca frente a la teoría; o bien, según el marxismo, no

será nunca.

Aquello que nos niega obstinadamente la teoría de la historia

y de la política de Benjamin es lo mismo que distingue,

en gran medida y acaso contra su propia intención, sus mejores

trabajos sobre estética: la fuerza de mediación. Y tam28

Ibíd., p. 791.

bién allí donde la mediación no resulta -como en “El París

del Segundo Imperio en Baudelaire”- , donde ni siquiera está

buscada, podemos aprender de Benjamin más que de la entera

práctica científica de la burguesía. La perspectiva de Hegel,

según la cual la necesidad de la belleza en el arte deriva

de las carencias de la realidad inmediata, sirven a lo sumo a

estas prácticas para disimular apologéticamente el dualismo

entre espíritu y base material, convirtiéndolo en un primer

dualismo. Benjamin reconoce este dualismo como algo desarrollado

históricamente que, no obstante, es también aparente;

y es precisamente esta disociación la que Benjamin busca

deducir socialmente, persiguiendo hasta en los detalles técnicos

de las obras de arte lo social. Que la esfera del arte no solo

se toca a través de los mecanismos de distribución y recepción

con los bordes de la esfera sociál, sino que representa en sí

misma un momento del proceso social de producción, es tan

indudable para la estética de Benjamin como piedra del escándalo

para la teoría literaria corriente. Mucho antes de su

giro hacia el marxismo Benjamin había reconocido que partiendo

de su “tan particular posición en la filosofía del lenguaje”

no había mediación posible con el “estado de saturación

de la ciencia burguesa”; que el “profundo sentido burgués

de hoy... posee únicamente el sentido de la apología” .29 En un

marco de crítica del conocimiento, Benjamin sometió el concepto

de comprensión, dominante hasta en la última moda

de la hermenéutica, a una crítica general. Tanto en contra de

la eliminación metódica del sujeto en el conocimiento como

contra cualquier hipostación de los objetos, Benjamin hace

intervenir la idea de que la verdad está atada a un “núcleo

temporal” presente “al mismo tiempo en lo conocido y en el

cognoscente” (V, 578). Para Benjamin, el “verdadero conocimiento”

de lo histórico se convierte en “autoconocimiento

histórico-filosófico -n o psicológico- del que conoce” .30 De

esta forma, la literatura es para él un órganon de la historia; y

convertirla en esto, la tarea de una historia literaria, tal como

Benjamín la exigía y la ejercía (cf. III, 290). Y no hubo otra

puesta a prueba más penetrante del ejemplo de la historia literaria

materialista emprendida por Benjamín, tanto en sus

aciertos como en sus desaciertos, que la de su libro inconcluso

sobre Baudelaire.

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