INTRODUCCIÓN
Baudelaire, un testigo
en contra de la clase burguesa
RolfTiedemann
El libro Charles Baudelaire. Un poeta lírico en la era del auge
del capitalismo pertenece al conjunto de los proyectos incompletos
de Benjamin. En el legado de su obra existen de
este proyecto, por un lado, los textos “El París del Segundo
Imperio en Baudelaire” y “Sobre algunos temas en Baudelaire”
, en sí dos trabajos cerrados pero que son solo una parte
del libro planeado por Benjamin; además, el último de
estos textos representa una revisión de una sección del primero.
Por otro lado, se conservaron numerosos fragmentos,
extractos, borradores y notas de las diversas fases del trabajo
sobre Baudelaire. Todo este material pertenece al marco de
los “Pasajes de París” , la obra más importante de Benjamin,
que también quedó inconclusa y en la que trabajó desde
1927 hasta su muerte en 1940. Cuando en 1937 excluyó del
Libro de los pasajes el trabajo sobre Baudelaire, lo hizo movido
por razones tanto internas como externas. Benjamin
debe haber dudado cada vez más de la posibilidad de realizar
esa construcción histórico-filosófica del siglo xix que se
proponía la obra de los pasajes; el trabajo de Baudelaire
debía funcionar al menos como un “modelo en miniatura”
(I, 1073)* de aquella. Fue gracias a Max Horkheimer,
que le encargó el texto para la revista Zeitschriftfür Sozialforschung,
que Benjamin tuvo la posibilidad de hacerlo. “El París
del Segundo Imperio en Baudelaire” fue escrito entre el verano
y el otoño de 1938. Si bien, en un principio, Benjamin
había pensado en un capítulo que formara parte del libro de
los pasajes, en el transcurso del trabajo el plan original terminó
convirtiéndose en el de un libro aparte sobre Baudelaire.
Las tres secciones del texto de 1938 debían formar la segunda
parte de este libro para el que se habían proyectado tres partes.
Theodor W. Adorno, quien al igual que Benjamin era
miembro del Institut für Sozialforschung, sometió el artículo
a una crítica exhaustiva en una carta del 10 de noviembre de
1938 (cf. I, 1093-1100), que demostró ser sumamente productiva
para el desarrollo posterior del proyecto de Benjamin.
El resultado se encuentra en “Sobre algunos temas en Baudelaire”,
que Benjamin comenzó a fines de febrero de 1939. Hacia
finales de julio de ese año el texto fue enviado a Nueva
York -sede de la redacción-, y a principios de enero de 1940
apareció en el último número que se publicó de la revista en
Europa. A pesar de su autonomía respecto del primero, dentro
de la estructura del libro proyectado este artículo debía
ocupar el lugar de la sección sobre el fláneur del trabajo de
1938 (cf. I, 1118, 1122 y 1124).
En la construcción del libro completo, tal como Benjamin
la imaginó en el otoño de 1938 al terminar el texto “El
París del Segundo Imperio en Baudelaire” , estaba prevista
una primera parte con el título “Baudelaire como alegórico”,
dedicada a un “planteamiento del problema” , para cuya “re-
‘ Las referencias de citas de los trabajos de Benjamin serán consignadas
en el texto entre paréntesis, señalando el número del tomo de las Gesammelli"
Schriltcn en números romanos y el número de página en números arábigos.
solución” el texto “El París del Segundo Imperio en Baudelaire”
debía aportar los “datos necesarios” en la segunda parte;
la resolución misma del problema quedaba reservada para
una tercera parte final: “La mercancía como tema de la poesía”
(I, 1091).1 De las partes primera y tercera existen únicamente
estudios y trabajos preparatorios en el legado de
Benjamin en Frankfurt. Se trata, por un lado, del legajo “J ”
dedicado a Baudelaire, que representa el más extenso conjunto
de materiales y apuntes para la obra de los pasajes. Por
otro lado, existen dos legajos con notas surgidas en el marco
1 El esquema del otoño de 1938 estuvo precedido de otros distintos,
aunque siempre formados por tres partes. Ciertos manuscritos de Benjamin
que se habían perdido en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca
Nacional de París y que el editor solo pudo examinar en junio de 1982 nos
permiten reconocer un primer plan para el trabajo de Baudelaire, que data
probablemente de principios de 1938 o posiblemente de fines de 1937. Por
entonces Benjamin parece haber revisado el manuscrito completo de la obra
de los pasajes, hasta donde estaba listo; hizo un registro de las notas que planeaba
utilizar para el “Baudelaire”, reuniéndolas, y al mismo tiempo las marcó
en el manuscrito de los pasajes con varios signos. (Se trata aquí de los “signos
de transmisión” , incluidos en V, 1262-1277, y que ahora pueden
descifrarse con los documentos hallados en París). Los apuntes previstos para
el trabajo sobre Baudelaire fueron reunidos en complejos temáticos, pasados
a listas y asignados a cada una de las tres partes del trabajo. Según este orden,
en esta fase correspondían a la primera parte los temas: “disposición sensible”,
“pasión estética” , “melancolía”, “alegoría” y “recepción” ; para la segunda parte:
“ennui”, “el héroe”, “el mercado literario”, “el fláneur y la masa” y “rebelde
y espía”; y para la tercera: “la mercancía” , “spleen”, “nouveauté”, “Jugendstil”,
“tradición” , “eterno retorno”, así como “perte d’auréolc” (cf. los apéndices del
último tomo de las Gesammelte Schriften). El 16 de abril de 1938 Benjamin
comunicó a Horkheimer otro esquema: “El trabajo tendrá tres partes. Los títulos
proyectados para cada una son: Idea e imagen; Antigüedad y modernidad;
Lo nuevo y siempre igual” (I, 1073). La caracterización más detallada de
este esquema, presentado a continuación en esa carta (cf. I, 1073 y ss.) demuestra
ser un puente entre el plan que se deduce de los manuscritos de París
y el del otoño de 1938.
del trabajo en el libro ya independiente sobre Baudelaire:
uno con indicaciones para interpretaciones de diversas poesías
de Les fleurs du mal-, el otro con fragmentos teóricos,
bajo un título que los unificaba: “Zentralpark” . A su vez, las
notas de “Zentralpark” fueron extraídas, en muchos puntos,
del legajo “J ” de la obra de los pasajes. Finalmente, se conservó
un gran número de hojas sueltas que abarcan esquemas
de disposición, cuadros de contenido, tesis y notas.2
Benjamín no pudo concretar su plan de concluir el libro sobre
Baudelaire. En un principio, se interpuso el trabajo en
las “Tesis sobre el concepto de Historia” ; luego quedó imposibilitado
por la huida de Benjamin ante las tropas nazis,
huida que lo condujo a la muerte. Dos cartas, una a
Horkheiir/er del I o de agosto de 1939 y otra a Adorno del
6 (cf. I, 1123-1125), son prueba de la forma en que Benjamin
imaginaba el libro después de haber terminado su ensayo
“Sobre algunos temas en Baudelaire” -texto que Adorno
definió como “uno de los testimonios histórico-filosóficos
más grandiosos de la época”- ; 3 esta nueva forma suponía
una considerable revisión del plan original, que había sido
enviado a Horkheimer el 28 de septiembre de 1938 junto
con “El París del Segundo Imperio en Baudelaire” (cf. I,
2 Estos trabajos de preparación se encuentran reproducidos in extenso
en el primer tomo de las Gesammelte Schriften de Benjamin (cf. I, 1137-
1188). El legajo “J ” de los pasajes representa aquí una excepción, pues su
constelación dentro de la obra de los pasajes es más importante que su pertenencia
a los estudios de preparación al libro de Baudelaire; por esta razón fue
incluido en el quinto tomo de la edición completa de los escritos de Benjamín,
que contiene el Libro de los pasajes (cf. V, 301-489). Los manuscritos de
París sobre el “Baudelaire” mencionados en la primera nota fueron reproducidos
finalmente en el último tomo de la edición completa como apéndice.
3 Theodor W. Adorno, Über Walter Benjamin, ed. de R.Tiedemann,
Frankfurt, 1970, p. 10.
1089-1092). Es difícil decidir con certeza si en una cana
enviada dos meses más tarde a Horkheimer (cf. I, 1127), el
30 de noviembre de 1939, queda anunciado un nuevo proyecto
de modificación. Sea como sea, en agosto de 1939
Benjamin seguía hablando de “Sobre algunos temas en Baudelaire”
como la segunda sección de la parte media del libro.
Así como en total este libro debía tener tres partes, la segunda
parte tendría, a su vez, tres secciones: para la primera
-correspondiente en “El París del Segundo Imperio en Baudelaire”
a la sección “La bohemia”- quedaban reservados
“ los temas del pasaje, del noctambulisme, del folletín, así
como la introducción teórica del concepto de fantasmagoría”
, y para la tercera sección -correspondiente a “La modernidad”
en la primera versión- “el tema de la huella, del tipo,
de la empatia con la mercancía” (I, 1124). Benjamin no dice
expresamente si para la primera y tercera parte del libro seguían
vigentes los viejos temas de 1938 - “Baudelaire como
alegórico” y “La mercancía como objeto poético”- , pero podemos
suponer que así era. Sin embargo, en noviembre de
1939 aseguraba que solo quedaban por escribir dos capítulos
que, junto con el texto “Sobre algunos temas en Baudelaire”
, ya conformarían el libro entero. Sea cual fuere el caso:
o que Benjamin lo haya formulado laxamente en esta carta
escrita apenas hubo regresado del centro de detención, o
bien que realmente el plan del libro de Baudelaire preveía
una reducción drástica: Benjamin nunca llegó a redactar
ninguna de las otras partes del libro. Sin embargo, tanto los
fragmentos de “Zentralpark” como el resto de las notas en
el legajo “J ” de la obra de los pasajes contienen abundante
material que, sin dudas, estaba destinado a entrar en las partes
que quedaron sin escribir del libro de Baudelaire.
Ante todo en “Zentralpark” hallamos reflexiones que nos
ofrecen una cierta idea de lo que hubieran sido estas partes
no escritas. Tanto el tema de la primera parte - “Baudelaire
como alegórico”- así como aquel de la tercera - “La mercancía
como objeto poético”- quedan delineados en “Zentralpark”.
La estatura del proyecto sobre Baudelaire, donde Benjamin
arriesgó realmente todo para recobrar la especulación
para la filosofía -a l menos en “Sobre algunos temas en Baudelaire”-
después de que ya hubiera llegado su hora, solo
podrá revelarse por completo cal estudiar los otros trabajos
preparatorios. Vale para este libro de Benjamin lo que Adorno
dijo sobre el libro de los pasajes: con la muerte de Benjamin,
“que interrumpió el acabado de una gran obra, la filosofía
quedó privada de lo mejor que haya podido esperar
alguna vez” .4
Terminado el trabajo de 1938, Benjamin manifestó que
había que “dar cierta importancia al hecho de que los fundamentos
filosóficos del libro entero” sobre Baudelaire “no eran
comprensibles “ a partir de la parte intermedia, la de “El París
del Segundo Imperio” (I, 1091). En “Sobre algunos temas en
Baudelaire”, el texto de 1939, estos fundamentos filosóficos
quedaron delineados con mayor claridad; pero solo la totalidad
de las notas, que como una maleza rodea a estos dos ensayos,
permitirá un examen completo de estos fundamentos.
Según Benjamin, Baudelaire es un “testigo” “en el pleito ju dicial
histórico que el proletariado hace a la clase burguesa”
(V, 459). La teoría materialista debía salvar el carácter de testigo
de la obra de Baudelaire. Benjamin planeaba una “digresión
metódica” que tratara “la diferencia decisiva entre una
‘salvación y una apología ” (I, 1150). La categoría de la salvación
representa una de las más antiguas concepciones filosóficas
de Benjamin, que une como una pinza la temprana
fase metafísica de su pensamiento con la marxista más tardía,
4 Ibíd., p. 73.
y en la que frente al interés en el puro provecho político, 111
la utilidad inmediata del arte en la lucha de clases, que el Ben
jamin del último período conoció de bastante cerca, se imponía
una y otra vez el interés en el conocimiento. Y esto pertenece
auténticamente a Marx: así como Benjamin buscó
distinguir en el arte alegorisante de Baudelaire la verdad sobre
la burguesía, el procedimiento de Marx se proponía concebir
las formas fetichistas de las categorías económicas como necesarias
históricamente. La crítica de la economía política no
significaba una negación abstracta; la teoría socialista jamás
sacrificó, allí donde fue científica, el doble sentido de la Aufhebung
hegeliana, en tanto supresión y conservación. De esta
forma, tampoco Benjamin criticó la alegoría de Baudelaire
como técnica artística, superada y dejada de lado por la historia,
sino que más bien se propuso develar en su especificidad
histórica los momentos que le confirieron su carácter de testigo
del Segundo Imperio y que, precisamente por esto, al
mismo tiempo señalan objetivamente más allá de esta época.
Con este proyecto, Benjamin quedó en oposición a Bertolt
Brecht, con quien había discutido Benjamin sus planes sobre
Baudelaire. En líneas generales, Brecht fue importante para
la adaptación que hizo Benjamin del materialismo histórico.
Basándose, al parecer, en estos diálogos, Brecht escribió sus
notas publicadas postumamente con el título “La belleza en
las poesías de Baudelaire” , donde dice sin más del poeta francés:
“De ninguna manera expresa su época, ni siquiera diez
años. Baudelaire no será entendido por mucho tiempo más,
hoy mismo son necesarias demasiadas explicaciones” .' Benjamin
se opone evidentemente a esta opinión brechtiana en una
suerte de introducción metodológica al primer trabajo sobre
5 Bertolt Brecht, Gesammelte Wcrke, t. 19, Frankfurt, 1967, p. 408.
Baudelaire, antepuesta al manuscrito:6 “Qué nos impide confrontar
directamente al poeta Baudelaire con la sociedad de
6 El manuscrito de “ El París del Segundo Imperio en Baudelaire” está
en la Akademie der Künste de la RDA en Berlín, fue editado como un todo
por Rosemarie Heise (cf. Das París des SecondEmpire bei Baudelaire, Berlín-
Weimar, 1971), y en las Gesammelte Schriften reproducido con sus variantes
respecto de la versión definitiva. El manuscrito de Berlín comienza con dos
breves secciones -una de la introducción metodológica y otra con el título “El
gusto”- que Benjamin suprimió en el manuscrito mecanografiado que se encuentra
en el Archivo Benjamin de Frankfurt, la versión definitiva del trabajo.
No corresponden a las “páginas faltantes” del principio del manuscrito mecanografiado
de Frankfurt (cf. I, 1193), que probablemente Benjamin nunca
haya escrito. Sobre la diferencia entre el comienzo del manuscrito berlinés y
el mecanografiado de Frankfurt, Rosemarie Heise ha iniciado una polémica
tan absurda como incitadora a las confusiones contra este editor. En un principio
nos consultó por carta sobre el comienzo del manuscrito, y le fueron
comunicadas literalmente las palabras de Benjamin sobre las “páginas faltantes”;
sin embargo, Heise publicó la siguiente frase: “Es bastante seguro que
éste [el manuscrito berlinés] contiene las páginas que faltan en el mecanografiado
de Frankfurt, y que Benjamin anunciaba allí, en dos papeles, que completaría
más tarde” (R. Heise, “Vorbemerkungen zu einem Vergleich der Baudelaire-
Fassungen”, en altemative, 10 [1967], p. 198). Este editor rechazó la
afirmación como falsa (cf. Tiedemann, “Zur ‘Beschlagnahme’ Walter Benjamins
oder Wie man mit der Philologie Schlitten fáhrt”, en Das Argument, 10
[1968], p. 89). Luego Heise cedió, pero siguió asegurando: “Estas notas [la
indicación de Benjamin de las “páginas faltantes”] no coinciden en todos los
puntos con el contenido de las primeras páginas del manuscrito de Potsdam
[el de Berlín]” (R. Heise, “Nachbemerkungen zu einer Polemik oder Widerlegbare
Behauptungen der frankfurter Benjamin-Herausgeber”, en alternative,
11 [1968], p. 72); pero hay que decir que, más bien, el contenido de las
primeras páginas del manuscrito de Berlín no coinciden en ningún punto con
lo mencionado en las “notas” del manuscrito mecanografiado. Finalmente, en
su edición posterior del manuscrito, Heise no volvió a aludir a las páginas
“faltantes”, pero postuló nuevos comentarios equívocos sobre la introducción
del manuscrito: “RolfTiedemann... supone... que Benjamin había suprimido
esta explicación metodológica en la copia [el mecanografiado] porque, en tanto
introducción, correspondía al principio del libro planeado pero no al comienzo
de la parte intermedia. Esto no es concluyente en la medida en que
hoy y responder, echando mano de sus obras, a la pregunta
de qué tiene para decir a los cuadros avanzados de esta sociedad;
y esto, hay que señalarlo, sin pasar por alto la pregunta
de si realmente tendrá algo para decirles. Lo impide el hecho
de que nosotros, en la lectura de Baudelaire, hemos sido instruidos
precisamente por la sociedad burguesa, y en un cierto
curso de instrucción histórica. Jamás se podrá ignorar esta
instrucción, sino que una lectura crítica de Baudelaire y una
revisión crítica de este curso son, más bien, la misma cosa.
Pues es una ilusión del marxismo vulgar poder definir la función
social, sea de un producto material, sea de uno intelectual,
prescindiendo de las condiciones y los portadores de su
transmisión” (I, 1161). Un análisis marxista de Baudelaire que
no fuese vulgar debía “investigar sus maniobras allí donde
Baudelaire se siente, sin dudas, como en casa: en el campo del
enemigo. Para él, en muy pocos casos se convierten en una
bendición. Baudelaire fue un agente secreto, un agente de la
insatisfacción secreta de la clase a la que pertenecía respecto
de su propio dominio” (I, 1161). La clase burguesa, que, en
Francia, después de la derrota de la Revolución de Febrero
.comenzó a perder definitivamente su función política progresista
de otro tiempo, con el bonapartismo alcanzó una for-
Benjamin, en alguna oportunidad y tal como Tiedemann cita, habla de una
‘digresión’, que precisamente aquí habría encontrado su lugar...” (R. Heise,
prólogo a: Benjamin, Das París des SecondEmpire bei Baudelaire, ibíd., p.
11). Y ciertamente, esa “digresión” - “tal como Tiedemann cita” , pero que
Heise suprime- debía confrontar los conceptos de “salvación” y “apología” :
en la “ introducción metodológica” del manuscrito de Berlín no se habla ni
de “salvación” ni de “apología” , y menos aún de una confrontación; por otra
parte, según la intención que Benjamin explicaba (cf., por ejemplo, I, 1073
y ss.), esta digresión, si hubiera sido escrita, hubiera tenido su lugar precisamente
no en la parte intermedia del libro sobre Baudelaire, sino en el comienzo.
ma del dominio político directo bajo cuyo amparo la sociedad
industrial de competencia se fue transformando para adoptar
su forma característica del auge del capitalismo. Por su insatisfacción
frente al dominio de la burguesía, Baudelaire logró
expresar más de su época que lo enunciado por cualquier otra
creación literaria de temática social -representada en Francia
por autores tan diferentes como Víctor Hugo y Pierre Dupont-.
Para hacer hablar a esta insatisfacción, exhibida provocativamente
por Baudelaire, como una expresión secreta de
la insatisfacción de la burguesía misma, hizo falta el genio de
las interpretaciones de Benjamin. Estas interpretaciones descubren
en Baudelaire al historiador oculto de aquello en que,
bajo las condiciones de la acumulación progresiva de los capitales,
se convertirán los que proveen las más importantes
mercancías al mercado capitalista a través de la venta “libre”,
pero en verdad esclavizante, de su fuerza de trabajo. Por encima
de esta base socioeconómica se levanta una superestructura
ideológica en la que la obra de Baudelaire participa: al
parecer desligada de aquella base, pero en la interpretación de
Benjamin llena de informaciones que la conciernen. En su
juventud, Benjamin trabajó largo tiempo en varias traducciones
de Les fleurs du mal\ no es casualidad que haya publicado
únicamente las de los Tableauxparisiens, el ciclo donde se encuentran
los poemas “Petites vieilles” y “La servante au grand
coeur”: pruebas de una compasión social demasiado profunda,
a través de la que el poeta, con su mala fama de cínico, se comunica
con ciertos impulsos de la filosofía de Schopenhauer.
Pero también en otras poesías de Baudelaire muy distintas,
encapsuladas en su solipsismo y que lo convirtieron en el poeta
de l ’artpour l ’art, una y otra vez el sujeto lírico se vuelve
permeable a la cuestión social, ante la que pretende escandalizarse,
tanto en actitud de rechazo como en vano. Toda la
enérgica crítica que Benjamin ejerció sobre Baudelaire en los
trabajos posteriores no le impidió distanciarse de la desdeñáble
filípica de Brecht que, con sus invectivas, renegó obstinadamente
de mejores intuiciones sobre el tema. La conclusio
del trabajo de Benjamin de 1938: “ La acción de Blanqui fue
la hermana del sueño de Baudelaire” (I, 604) no está muy lejos
ile representar lo opuesto a la sentencia de Brecht: “Baudelaire
es el puñal en la espalda de Blanqui. La derrota de Blanqui es
su victoria pírrica” .7 Si Benjamin se hubiera acomodado a las
ideas brechtianas sobre un tratamiento histórico-materialista de
Baudelaire, su trabajo apenas hubiera ido más allá de un análisis
del tipo que, treinta, cuarenta años antes, ya había sido provisto
por Plechanow o Mehring. Pero así, con esta crítica de
Benjamin, lo conseguido no fue menos que el desciframiento
de la poesía de Baudelaire como una figura del espíritu absoluto,
tal como correspondía a la sociedad productora de mercancías
hacia la mitad del siglo xix y que se volvió expresión de la
alienación en que aquella mantiene a los hombres.
Ciertamente, Benjamin no lo consiguió en el primer intento.
Una comparación entre “El París del Segundo Imperio en
Baudelaire” y “Sobre algunos temas en Baudelaire” acaso mostrará
algo más que una fase en la historia del desarrollo de Benjamin.
Los dos trabajos, junto con ese nexo que los une (la carta
de Adorno a Benjamin del 10 de noviembre de 1938),
representan un aporte de peso a las cuestiones de método y de
contenido de la sociología del arte. Si Brecht fue un interlocutor
más bien mezquino para la composición del trabajo de
1938,8 Benjamin encontró en Adorno otro mucho más experto,
tanto en cuestiones de estética como de teoría marxista.
Brecht, ob. cit., p. 409. Cf. también V, 474.
8 Brecht resumió su juicio sobre el trabajo de Benjamin en las siguientes
frases: “todo mística con una actitud antimística, ¡de esta forma adaptan la
concepción materialista de la historia! es bastante espantoso” (Brecht, Arbeitsjournal,
t. I, Frankfurt, 1973, p. 16).
Benjamin planeaba poner por escrito en el libro sobre Baudelaire
los “elementos filosóficos decisivos del proyecto de los ‘Pasajes’
en una, tal como espero, formulación definitiva” . “El París
del Segundo Imperio en Baudelaire” se proponía “la
interpretación crítico social del poeta”; Benjamin sabía que esta
interpretación “es una condición para la marxista, pero por sí
sola no satisface su concepto” (I, 1091). Benjamin había reservadnos
ta tarea para la parte final del libro, que quedó sin escribir.
El núcleo de la crítica de Adorno al trabajo de 1938 consiste
en que, según Adorno, Benjamin se había “forzado” a sí
mismo en este texto para “tributar al marxismo cosas que carecen
de un efecto positivo tanto para éste como para usted. No
valen para el marxismo, puesto que falta la mediación a través
del proceso social íntegro y porque queda atribuido a la enumeración
material, supersticiosamente, casi un poder de iluminación
que nunca está reservado a los indicios pragmáticos,
sino solo a la construcción teórica. Y tampoco para esa sustancia
que es la más propia de usted, pues se ha prohibido usted
los pensamientos más intrépidos y fecundos en una suerte de
pre-censura siguiendo categorías materialistas (que no coinciden
para nada con las marxistas), aunque no sea más que en la
forma de su aplazamiento” (I, 1097). El método que, en un
principio, compila los datos de su objeto de forma crítico-analítica
para luego, en un segundo paso, completar su síntesis teórica,
puede encontrarse también hoy en las ciencias sociales
predominantes; Marx ya había anticipado la principal crítica
de estas ciencias al reconocer en la totalidad de las relaciones de
producción la base de la sociedad burguesa, a la que van correspondiendo,
según el caso, determinadas formas de conciencia.9
9 Cf. Karl Marx, Zur Kritik der politischen Ókonomic, en Karl Marx y
Friedrich Engels, Werke (a partir de aquí citadas como MEW), t. 13, Berlín,
1964, p. 8. [El capital: crítica de la economía política, Madrid, Akal, 2000].
El materialismo histórico prohíbe tratar aisladamente los ciatos
empíricos individuales, que solo se libran de su abstracción
como momentos superados de la totalidad social. La interpretación
marxista de Baudelaire hubiera debido, en cada
uno de sus pasos, cumplimentar su concepto; aplaxar ese
“cumplimiento” significa, desde un principio, no haberlo conseguido.
Para el marxismo, tal como Adorno lo representa casi
ortodoxamente ante el primer trabajo de Benjamin sobre Baudelaire,
“la historia deja de ser una colección de datos fácticos
muertos, como hasta en el caso de los empíricos abstractos”,10
en la medida en que los datos fácticos son presentados como
mediados por la totalidad del proceso social, resultantes de
este proceso, y superados en él. En “ El París del Segundo Imperio
en Baudelaire” Benjamin reúne una enorme abundancia
de datos fácticos: histórico-sociales, políticos, histórico-literarios,
hasta de estadística social; sin embargo, en su mayor
parte, la construcción teórica de estos datos aislados es dejada
de lado. Por esta razón, el trabajo de 1938 sigue siendo comparable,
a pesar de todo lo incomparable de la mirada fisionómica
que le es propia, al procedimiento sociológico del arte
que se ejerce también en la actualidad. Por así decir, la investigación
introduce la figura y la obra de Baudelaire en la historia
social; sin prestar demasiada atención a los contenidos
específicamente estéticos, el arte es tratado como uno entre
otros faits sociaux. Si de esto resulta una imagen fiel del carácter
social de Baudelaire, será al precio de que la poesía de Baudelaire
sea convertida en una mera muestra de la historia social,
cuyos datos fácticos se unen a las formas literarias solo
per analogiam. Pero no fue un desconocimiento del método
marxista lo que llevó a Benjamin a poner en práctica un
10 Marx y Engels, Die deutsche Idiologie, en MEW, t. 3, 1958, p. 27. [La
ideología alemana (I) y otros escritos filosóficos, Madrid, Losada, 2005],
procedimiento semejante, sino que se trató de una tentativa
de amalgamar a aquel método el propio procedimiento,
ejercido y acreditado desde tiempo atrás en otros contextos.
Si bien, en largos pasajes, el ensayo sobre Baudelaire de
1938 se muestra como un montaje de materiales empíricos,
por otro lado también podemos reconocer allí el método
según el cual Benjamin planeaba proceder en la obra de los
pasajes: “Método de este trabajo: el montaje literario. No
tengo nada que decir. Solo mostrar” (V, 574). Que no haya
ido tan lejos en el trabajo sobre Baudelaire, y que sin embargo
haya sintetizado los materiales y las citas a través de
interpretaciones, no importa cuán ascéticas, podría deberse
a su propia desconfianza ante la posibilidad de que el principio
de montaje -tan productivo en las obras de arte surrealistas-
pudiera resultar fecundo dentro de la filosofía.
Las tesis sobre Feuerbach criticaban del materialismo existente
hasta ese momento que solo concebía la realidad “bajo
la forma del objeto o de la percepción” , pero que había
ocultado el lado “subjetivo” de esa realidad;11 recién en la
interpenetración mutua de percepción y concepto, objeto
y sujeto, teoría y praxis, podría la ciencia acreditarse como
dialéctica materialista.
Por lo general, el marxismo trata a las obras de arte desde
la crítica ideológica. Las ideologías prototípicas que había
a disposición de la crítica de Marx en los sistemas filosóficos
del idealismo, entre las que también, en un sentido amplio,
se cuenta el gran arte de la burguesía, se definen por su separación
respecto de la base material de la sociedad, por un
aislamiento parcial de la creación intelectual respecto de la
realidad, y en última instancia por la separación entre el tra11
Marx, Thesen über Feuerbach, en MEW, t. 3, p. 5. [Tesis sobre Feuerbach
y otros escritos’filosóficos, Ed. Grijalbo, S. A., México, 1970].
bajo intelectual y el físico. Este apartarse es la no verdad de
la ideología, y sin embargo, a este carácter está ligada, al
mismo tiempo, la posibilidad del conocimiento: la condición
del conocimiento de la realidad en tanto defectuosa es
la de no pertenecer uno mismo, completamente, a este defecto,
a esto que todavía no ha llegado a su propio concepto.
La participación inconsciente en el conocimiento es propia
del arte; hay que elevarla a la conciencia, si la tarea estuviera
en manos de una estética y una sociología del arte marxistas.
En un principio, el tema de la necesidad en la ideología
como necesaria falsa conciencia apuntaba, en Marx, a
las condiciones sociales de los contenidos de conciencia, y
además a la relación de un todo con sus partes y de las partes
entre ellas. La crítica de la ideología puede, a partir del
análisis de momentos aislados, deducir el sistema completo
de las formas sociales de conciencia que estos tienen por detrás
y, por otra parte, situar datos aislados en un “síndrome”
ideológico, en la formación social específica, alcanzando, a
partir de ciertas evidencias fácticas, la deducción más rigurosa
en lo teórico de otros hechos determinados. Tampoco
Benjamin, si bien no ejerció la crítica de la ideología en sentido
estricto,12 debería quedar dispensado de una rigurosidad
teórica semejante. No debía conformarse con puras analogías,
como ocurre mayormente en el primer trabajo sobre
Baudelaire. Adorno señaló a Benjamin una serie de estos
procedimientos (cf. I, 1095 y ss.). Por ejemplo, cuando Benjamin
conjura la memoria de las barricadas de 1848 partiendo
de la metáfora “Tes magiques pavées dressées en
12 Habermas fue el primero en señalar la diferencia de la crítica “salvadora”
de Benjamin respecto de la crítica de la ideología; cf. Jürgen Habermas,
“Walter Benjamin. Bewuíütmachende oder rettende Kritik (1972)” , en Philosophisch-
politische Profile, 3 a ed., Frankfurt, 1981, pp. 336-376.
forteresses” del “Projet d’épilogue” para Les fleurs du mal, esta
observación queda en la esfera de la pura asociación. La conexión,
en ese mismo capítulo sobre la “Bohéme” , que se establece
entre “Le vin des chiffonniers” y la restauración del
impuesto al vino hacia fines de 1849 llevada a cabo por la
Asamblea Nacional francesa, resulta también contingente.
“Sobre todo, ocurre en el pasaje sobre la transformación de la
ciudad en intérieur para el fláneur, donde me parece que una
de las más poderosas concepciones de su obra queda presentada
simplemente en tanto un mero ‘como si’” (I, 1095). Por
último, podríamos aducir la relación abstracta entre el acto
repentino y los secreteos en la política de Napoleón III y los
rasgos asociados a estos en Baudelaire. Después de hacer un
retrato de la razón de Estado bonapartista, Benjamin continua
diciendo: “Y los mismos rasgos se encuentran también
en los escritos teóricos de Baudelaire” (I, 514); el paralelo busca
más bien convencer, en lugar de ser desarrollado convincentemente.
La crítica de Adorno hizo que Benjamin iniciara
una “evaluación de la construcción total” (I, 1106) del tratado
de 1938 y que escribiera el ensayo de 1939 “Sobre algunos
temas en Baudelaire” . El nuevo trabajo muestra hasta qué
punto Benjamin hizo propias las reservas formuladas por
Adorno.13 La comprensión del proceso social completo, que
13 Por eso Benjamin, que en el aislamiento de su exilio en París dependía
especialmente de cómo eran recibidos sus trabajos, no reaccionó de una
manera insensible a la crítica de su amigo; sin embargo, rechazó algunas objeciones
de Adorno como injustificadas. Pero desde un principio estuvo “muy
lejos de...” considerar la crítica como “ infecunda” (I, 1101). Más tarde, dijo
creer que el nuevo trabajo “traía consigo las mejoras más decisivas” (I, 1121).
En carta a Adorno escribió: “Así como el nuevo capítulo de Baudelaire podría
valer muy poco como una ‘reelaboración’ del que usted conoce, sin embargo
le resultará a usted perceptible, pienso, el efecto de nuestra correspondencia
sobre Baudelaire del verano pasado” (I, 1124).
no surge por sí mismo como una adición de hechos sociales
ciegos, se obtiene en “Sobre algunos temas en Baudelaire” más
bien a partir del esfuerzo del pensamiento especulativo, a partir
de una construcción histórico-filosófica que encuentra en
el detalle de la obra de arte, en una reducción monadológica,
la sociedad. El nuevo texto ya no echa mano de paralelos metafóricos
entre las formaciones de la superestructura y su base
social. La determinación materialista de la superestructura se
busca ahora en lo más profundo de la obra de arte, en la factura
técnica. La historia del arte es leída como una historiografía
inconsciente de la sociedad: no en último término, la
distancia de los objetos estéticos respecto de los datos pragmáticos
de la historia social ayuda a que lo esencial de la sociedad
cobre transparencia. El paso de Benjamin del primer
trabajo sobre Baudelaire al segundo marca el giro copernicano
llevado a cabo por su sociología del arte; significó su transición
hacia una filosofía de la historia.
La tarea, cuya resolución Benjamin emprendió en el
proyecto de Baudelaire, tiene como objetivo explicar el arte
de Baudelaire como determinado por la constitución general
social y económica de su época en el sentido del materialismo
histórico, es decir: a través del análisis, atribuir este
arte a la estructura específica de la sociedad mercantil del
Segundo Imperio. Para esta tarea, en “Sobre algunos temas
en Baudelaire” se recurre al concepto de experiencia; finalmente,
la solución quedó delineada en los fragmentos que
conciben la alegoría de Baudelaire como expresión del
carácter de fetiche de la mercancía. La introducción de la
categoría clave de experiencia, cuya figura determinada históricamente
en la época del auge del capitalismo marcó la
poesía lírica de Baudelaire, no significa de ninguna manera
que esta pudiera deducirse directamente de la economía; por
el contrario, el nuevo trabajo de Benjamin declara como ilegítima
en lo inmanente una deducción del arte semejante,
deducción que en la primera investigación todavía había intentado
llevar adelante. La aplicación de una suerte de instancia
intermedia entre base y superestructura se encuentra
en sintonía con un marxismo entendido correctamente, en
la medida en que reserva un terreno propio, de relativa autonomía,
a la superestructura; en este mismo sentido había
hablado Engels en sus últimas épocas: “La supremacía final
del desarrollo económico también sobre estos ámbitos [filosofía
y arte] es para mí segura, pero se lleva a cabo dentro
de las condiciones prescriptas por cada uno de estos ámbitos
m i sm o s " En el segundo trabajo sobre Baudelaire, Benjamín
hace hincapié en que, a partir de las “ instancias sociales”
existe un “efecto sobre la producción artística” que “con
múltiples mediaciones es tan profundo como sutil” (I, 624,
el subrayado es mío). Benjamín se acerca a la estructura social
de la experiencia de un modo histórico fenomenológico:
primero investiga la aparición de las masas en las metrópolis
del siglo xix, luego registra el cambio, determinado
socialmente, de las capacidades en la percepción del
hombre,15 para mostrar finalmente, y solo entonces, los hechos
económicos en que se basa la estructura transformada
de la experiencia “en la existencia normalizada, desnaturalizada,
de las masas en la civilización” (I, 608). Es esta la
forma de la producción industrial que ganó terreno en Francia
después de que las burguesías financiera e industrial,
como consecuencia de la Revolución de Junio, hicieran retroceder
más y más la hegemonía de la gran propiedad. Lo
característico de la forma de producción industrializada es
1,4 Engels, carta a Conrad Schmidt del 27 de octubre de 1890, en MEW,
t. 37, 1967, p. 493 (el subrayado es mío).
15 Cf. Tiedemann, Studien zur Philosophie Walter Benjamins, 2a ed.,
Frankíurt, 973, p. 101 y ss.
que, para el obrero ante la producción en cadena, en la “relación
entre los distintos momentos del trabajo” , estos aparecen
como “ independientes uno de otro, como reificados”
(I, 631). En el famoso capítulo trece del primer tomo de El
capital, Marx mostró cómo la introducción de métodos de
fabricación mecánicos en la gran industria estaba muy lejos
de iniciar la liberación del obrero asalariado, sino que más
bien liberaba a “su trabajo de cualquier contenido” : “Un
rasgo común de toda la producción capitalista, en tanto no
se trata solo de proceso de trabajo, sino a la vez de proceso
de valorización del capital, es que no es el obrero quien emplea
a la condición de trabajo, sino a la inversa, la condición
de trabajo la que emplea al obrero. Pero solo con la maquinaria
ese trastrocamiento adquiere una realidad técnicamente
tangible. Mediante su transformación en autómata, el
medio de trabajo se enfrenta al obrero, durante el proceso
mismo de trabajo, como capital, como trabajo inanimado
que domina y succiona la fuerza de trabajo viva” .16 Acerca
del fetichismo de la economía capitalista de la mercancía o,
como lo había formulado el joven Marx: la autoalienación
del hombre, decía ya en los manuscritos parisinos sobre
“Economía nacional y filosofía” , que no consiste únicamente
en la “relación [del trabajador] con los productos de su
trabajo” : “ la alienación no solo se muestra en el resultado,
sino en el acto de la producción, dentro de la actividad productora
misma” .17 En una de las notas al libro de los pasajes,
a partir del concepto de trabajo alienado Benjamín saca
16 Marx, Das ¡Capital I, en MEW, t. 23, 1969, p. 446. [El capital, t. I,
Fondo de Cultura Económica, México, 1999].
17 Marx, Okonomiscb-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844,
en MEW, t. complementario, parte I, 1968, p. 514. [Manuscritos económicofilosóficos
de 1844, Buenos Aires, Colihue, 2004].
ciertas conclusiones para un concepto materialista de la cultura
burguesa, cuya importancia parece indiscutible, también
para la interpretación de Baudelaire: “La característica
que corresponde a la mercancía por su carácter de fetiche
también queda adherida a la sociedad productora de mercancías,
no tanto como es en sí misma sino más bien según
la forma en que se imagina continuamente y que cree entenderse,
al abstraerse del hecho de que, precisamente, es
ella la que produce la mercancía. La imagen que, de esta
forma, la sociedad produce de sí misma y que acostumbra
a rotular como su cultura, corresponde al concepto de fantasmagoría”
(V, 822).
Si la fantasmagoría supone un espejismo, es también al
mismo tiempo -y difícilmente en algún otro caso de forma
más enérgica que en la obra de Baudelaire- la representación
artística del engaño; la fantasmagoría es parte integrante de la
sociedad que hechiza al hombre, y conjuntamente con esto
contiene la verdad sobre tal apariencia, cuyo develamiento es
tarea de la crítica del arte. “La importancia extraordinaria de
Baudelaire consiste en haber sido el primero, y el más firme
en su propósito, en capturar -en el doble sentido de la palabra:
identificar y elevar a través de la cosificación- la fuerza
productiva del hombre alienado de sí mismo” (I, 1074). Así
se expresaba Benjamín en una carta a Horkheimer. Entre los
apuntes para el trabajo de los pasajes, existe una variante para
este comentario de la carta, donde Benjamín afirma que Baudelaire
ha “blindado al hombre alienado de sí mismo... contra
el mundo reificado” (V, 405). Baudelaire lleva la reificación
hasta el extremo: casi hasta el punto en que está por revertirse,
convirtiéndose en la reconciliación del hombre con la cosa,
del hombre con la naturaleza. Esta conversión repentina que,
ciertamente, en tanto dialéctica no puede ser llevada a cabo
solo por el espíritu, es lo que Benjamín buscó descifrar en la
obra de Baudelaire.
“Tout pour moi devient allégorie”.18 Sin embargo, en tanto
destrucción, en el “spleen” Baudelaire logra extraer a la modernidad
una instancia de salvación: esta dialéctica es la ley
de sus alegorías. En E l origen del drama barroco alemán Benjamin
había emprendido la construcción histórico filosófica
de la alegoría barroca. En ocasión de un comentario sobre un
libro de Jean Paul, que Benjamín reseñó en 1934, se cuida
expresamente de aplicar la alegoría del siglo xvn como un
concepto clasificatorio, trasladándolo a otras épocas como
ahistórico. “A partir de la determinación histórica del modo
de ver alegórico” hallado en el libro sobre el barroco, había
que, más bien, encontrar “aplicaciones para los de otro tipo”
(III, 422), como en el caso de Jean Paul. Benjamín había reservado
la determinación histórica del modo de ver alegórico
de Baudelaire para las partes del libro que no fueron escritas;
solo podemos deducirla a grandes rasgos a partir de sus apuntes.
Según Karl Korsch, el “primer principio fundamental de
la nueva y revolucionaria ciencia social” es “el principio de la
especificación histórica de todas las relaciones sociales”.19 Solo
como estados de cosas especificados históricamente pueden
conocerse también, de forma suficiente, los artísticos. Para el
caso de Baudelaire, Benjamín lo especifica así: “Las alegorías
representan aquello que la mercancía hace a partir de las experiencias
que tienen los hombres de este siglo” (V, 413). Y
en otro pasaje: “El modo de intuición alegórica siempre está
construido sobre un mundo de fenómenos desvalorizado. La
desvalorización específica del mundo presente en la mercancía
es el fundamento de la intención alegórica en Baudelaire”
18 Charles Baudelaire, CEuvres completes, ed. de Le Dantec-Pichois, París,
1961, p. 82. [Obras completas, 2 vols., Barcelona, Altaya, 1995].
19 Karl Korsch, Karl Marx, Frankfurt-Viena, 1967, p. 8. [Karl Marx,
Barcelona, Folio, 2004],
(I, 1151). Leer a partir de la alegoría de Baudelaire la experiencia
alienada significa descubrir su fundamento en el trabajo
explotado, bajo las condiciones de la producción capitalista.
El hombre que debe vender su fuerza de trabajo en el
“libre” mercado para la reproducción de su vida se halla separado
de sí mismo; en la imagen de Baudelaire de un mundo
donde la acción no es hermana del sueño esto ha quedado
registrado: la participación de este hombre no consta de una
libre autodeterminación en la interrelación con la naturaleza,
sino en la adaptación a un abstracto, la ley del valor que, según
la ley de Marx del valor de cambio de las cosas, no es su
valor de uso. Este valor estará incluido en el valor de cambio
solo en la medida en que sea necesario para proporcionar la
fuerza de trabajo indispensable para la producción de valor
agregado. “Primero, la cosa ejerce su efecto distanciador entre
los hombres, unos respecto de los otros, como mercancía. Lo
ejerce a través de su precio. Es más bien el precio, y no tanto
la cosa, lo que se interpone entre los hombres” (I, 1174). La
anarquía de la sociedad de intercambio capitalista reside en
que el precio de las mercancías se forma a partir de un mecanismo
irracional, que escapa al productor pero tampoco es
calculable para el capitalista, y queda reflejado en la relación
de la alegoría con aquello que va representando en cada caso
y que se le atribuye cada vez como significado.
“El alegórico va extrayendo aquí y allá, del confuso inventario
que sus saberes le ponen a disposición, una pieza; la
sostiene junto a otra y prueba si van bien juntas: aquella significación
con esta imagen o esta imagen con aquella significación.
El resultado nunca puede preverse; pues no hay mediación
natural alguna entre ambas. Y de esta misma forma
ocurre con la mercancía y el precio. Las ‘sutilezas metafísicas’
en que, según Marx, la mercancía se complace, son ante todo
las sutilezas de la formación del precio. Nunca puede reconocerse
de antemano cómo es que la mercancía llegará a su preció,
ni durante el proceso de fabricación ni más tarde, cuantío
ya está en el mercado. Y algo muy similar le ocurre al objeto
en su existencia alegórica. No le ha sido asignado en su nacimiento
a qué significado lo promoverán las meditaciones del
alegórico. Pero una vez recibido ese significado, en cualquier
momento puede serle sustraído y trocado por otro. Las modas
de los significados cambiaban casi tan rápido como cambia el
precio para las mercancías. Y ciertamente, el significado de la
mercancía se llama: precio; otro, en tanto mercancía, no tiene”
(V, 466).
De esta forma, la mercancía demuestra ser “el cumplimiento
de la intuición alegórica en Baudelaire. Queda demostrado
que lo nuevo, que dinamita la experiencia de lo
siempre-igual, con la que el spleen mantiene cautivado al poeta,
no es otra cosa que la aureola de la mercancía” (I, 1074).
No obstante, hay un momento de iluminación propio
de la alegoría en Baudelaire. Esa apariencia en el carácter de
mercancía de las cosas, ante cuyos brillos seductores era tan
sensible el poeta, será, al mismo tiempo, dispersada por el
modo de ver alegórico, en cierto modo convertido en reflexión
del carácter fetiche del mundo de la mercancía: “A la
idealización engañosa del mundo de la mercancía se opone
su adulteración en la alegoría. La mercancía trata de mirarse
a sí misma a la cara” (I, 671). Pero aquello que se reconoce a
sí mismo, supera en conocimiento su puro ser-así. En las
imágenes de Baudelaire se encuentra conservado, en su negativo,
aquello que Marx enfocaba como meta, de un modo
al mismo tiempo sobrio y poderoso, en la imagen de la resurrección
de la naturaleza, más tarde el reino de la libertad.
Aquí, en Benjamín, que se servía de las categorías de la Crítica
de la economía política para su interpretación de la alegoría
en Baudelaire, Fourier queda reivindicado, a cuyas utopías
daba tan poca importancia Marx, así como Baudelaire, aunque
por otras razones.
“La caracterización del proceso de trabajo según su relación
con la naturaleza está marcada por la condición social de
este proceso. Es decir, si no fuera realmente el hombre el explotado,
se nos podría ahorrar el discurso irreal sobre la explotación
de la naturaleza. Este discurso refuerza la apariencia
del ‘valor’ que reciben las materias primas solo a través del orden
de producción basado en la explotación del trabajo del
hombre. Si este orden se acaba, el trabajo abandonará, por su
lado, el carácter de explotación de la naturaleza por parte del
hombre. Tendrá lugar, entonces, siguiendo el modelo del juego
infantil en que se basa, en Fourier, el travailpassionné de
los harmoniens. Haber postulado el juego como canon del trabajo
que ya no es de explotación es uno de los grandes méritos
de Fourier. Un trabajo semejante, animado por el juego,
no es creación de valores, sino que está orientado a una naturaleza
mejorada. También para esta naturaleza Fourier plantea
un ideal, tal como lo encontramos, ciertamente, hecho realidad
en los juegos de niños. Es la imagen de una tierra donde
todo sitio se ha convertido en un establecimiento. En este
caso, el doble sentido del término queda desplegado: cada sitio
es trabajado por el hombre, convertido entonces en utilizable
y agradable para sí; cada sitio queda abierto a todos,
como un establecimiento sobre el camino. Una tierra dispuesta
según esta imagen dejaría de ser parte ‘d’un monde oü
l’action n’est pas la soeur du réve’. En esta tierra, la acción estaría
hermanada con el sueño” (V, 455 y ss.).
Benjamín reconoció que la idea de la reconciliación del
hombre y la naturaleza tomaba forma en aquellos poemas de
Baudelaire que ya no proceden alegóricamente sino que se
deben a la misteriosa ley de las correspondencias. “Las correspondances
son los datos de la conmemoración. No son históricos,
sino datos de la prehistoria” (I, 639). La idea de las correspondencias
es la utopía donde un paraíso perdido aparece
proyectado sobre el futuro.
La utopía de Fourier y, en cierto sentido la de Benjamín,
y tanto más definitivamente el negativo de esa imagen, lo
siempre-igual, lo mortuorio de la alegoría en Baudelaire, están
basados en la idea de una historia sin signo histórico alguno;
y sin embargo, esta historia ya no puede conciliarse con
el marxismo. Hasta el último momento, el marxismo de Benjamín
estuvo teñido por algo que podría llamarse la “sustancia
más característica” de este filósofo y que posiblemente sea vecina,
en el mapa del pensamiento, del socialismo científico,
pero que está apartada de este por esa diferencia que, por
ejemplo, separaba a Marx mismo de los primeros socialistas
como también de los portavoces del anarquismo. Una de las
primeras declaraciones de Benjamín sobre el comunismo, de
1924, expresa la sospecha de que, en la discusión con este último
“se manifestarían los fundamentos de mi nihilismo” .20
Antes de acercarse al marxismo, en las ocasiones que tocaba
la política, la filosofía de Benjamín simpatizó en un principio
con las doctrinas anarquistas, ante todo las de Sorel. El acento
de la recepción del marxismo en Benjamín recayó, por mucho
tiempo, precisamente en un compromiso en favor de la
política de los partidos comunistas, que parecía representar la
única alternativa a la evolución en Europa occidental, evolución
que ya desde los años veinte Benjamín veía encaminarse
hacia la catástrofe; en cambio, hablaba de “opiniones irrefutables”
, por ejemplo, la de lo erróneo de la metafísica materialista
o, por mí, también de la concepción materialista de la
historia” .21 Recién en los años del exilio podemos comprobar
que Benjamin haya dedicado un estudio más intensivo a la
concepción materialista de la historia. Estuvo consagrado,
20 Benjamin, Briefe, ed. de Gerschom Scholem y Theodore W. Adorno,
2a ed., Frankfurt, 1978, p. 355.
21 Ibíd., p. 425.
además de a los escritos políticos de Marx y a los llamados
“manuscritos de París” , sobre todo al primer tomo de El capita
ly al libro de Korsch sobre Marx, que Benjamin tuvo a su
disposición en forma de manuscrito. El último trabajo de
Benjamin, Tesis sobre el concepto de historia, es un documento
de cuán superficial había sido su adopción de la doctrina del
materialismo histórico: si bien en las tesis encontramos a menudo
el discurso sobre el materialismo histórico, es solo porque,
de lo contrario (en palabras de Heinz-Klaus Metzger) a
nadie se le ocurriría pensar que la teoría de la historia de Benjamin,
alimentada en las fuentes de la mística judía, podría
tener algo que ver con aquel. Este no es el caso de los trabajos
sobre Baudelaire: allí Benjamin trató seriamente de utilizar el
método marxista. Este objeto no solo convenía a esa teoría.
En cierta oportunidad, pensando en retrospectiva sobre sus
entusiasmos durante la Revolución del 1848, que lo habían
empujado hacia las barricadas con corbata rojo sangre y una
cartuchera recién cargada, Baudelaire escribió: “Toujours le
goút de la destruction. Goút légitime si tout ce qui est naturel
est légitime” .22 Durante el trabajo en el libro de Baudelaire,
Benjamin debe haber podido reconocer en una frase semejante
su propia y temprana simpatía por el mito de la huelga
general y la propia concepción de “la tarea de la política mundial,
cuyo método ha de llamarse nihilismo” (II, 204). Sea
como sea, en los fragmentos escritos del libro sobre Baudelaire
puede leerse como en un palimpsesto: bajo el marxismo
expreso se hace nuevamente visible el viejo nihilismo, cuyo
camino amenaza con conducirnos a la abstracción de las prácticas
anarquistas. Una posible discusión del concepto de historia,
tal como queda delineado en el libro sobre Baudelaire,
se ve enfrentada a dificultades filológicas. Como tema, estaba
planeado para la tercera parte del libro, que debía tratar la
forma de la creación poética de Baudelaire en sus “condiciones
materiales” (I, 1091), es decir, en las condiciones histórico-
sociales. Las siguientes indicaciones sobre el modo en que
aparece la historia en el proyecto sobre Baudelaire no pretenden
ser más que un prolegómeno.
Benjamín presenta a Baudelaire sobre el trasfondo socioeconómico
del Segundo Imperio. El golpe de Estado del 2
de diciembre de 1851 puso un sello sobre la matanza de los
insurgentes de tres años antes, por la que el proletariado revolucionario
habría de desaparecer de la escena de la historia
francesa por más de dos décadas; Blanqui, su líder más sobresaliente,
ya había sido puesto fuera de juego después de las
manifestaciones del 15 de mayo de 1848. Al mismo tiempo
que la ampliación de la industria -hasta entonces, comparada
con la de Inglaterra, en la retaguardia—, surgió bajo la protección
del aparato de Estado bonapartista esa forma de la sociedad
de intercambio cuya expresión, en el ámbito del arte,
Benjamin investigó para el caso de Baudelaire. La “devaluación
del entorno humano a través de la economía de mercancías
tiene un profundo efecto en la experiencia histórica.
Acontece ‘siempre lo mismo’. El spleen no es más que la quintaesencia
de la experiencia histórica. Nada parece más digno
de desprecio que aducir la idea de progreso en contra de esta
experiencia... Pero la empresa de Baudelaire adquiere su importancia
histórica solo allí donde la experiencia de lo siempre-
igual, donde se hace medible, experimenta su signatura
histórica. Esto ocurre tanto en Nietzsche como en Blanqui.
La idea del eterno retorno es aquí ‘lo nuevo’ que hace estallar
el anillo del eterno retorno al ratificarlo. La obra de Baudelaire
aparece bajo una nueva luz en la conjunción con Nietzsche
y ante todo con Blanqui, quien había desarrollado diez años
antes la doctrina del eterno retorno” (I, 1151). La experiencia
de lo siempre-igual en que cualquier perspectiva de progreso
en la historia, de trabajo humano productivo, que es gracias
a lo único que progresa la historia, aparece cortada, tiene su
razón económica, identificada por Marx en una frase de El
capital que Benjamin cita: “El proceso de producción se extingue
en la mercancía” .23 Del mismo modo se extingue el
trabajo humano en el alienado, la historia se convierte en fantasmagoría
de lo ahistórico. La misma experiencia encontramos
en el desdén de Baudelaire hacia el progreso,24 pero también
está en la propia tentativa de Benjamin de “fundar el
concepto de historia... en la idea de la catástrofe” (I, 683, cf.
V, 592). Una política acorde con esta concepción de la historia
es la del Blanquismo: el levantamiento preparado por una
elite de conspiradores, desatado por un golpe de Estado. “Para
Blanqui, la historia es la paja cortada con que se rellena el
tiempo infinito” (V, 460). Blanqui desarrolló su doctrina del
retorno de lo siempre-igual en la teoría cosmológica LEternité
p a r les Astres, un libro que se originó en la cárcel en 1871,
cuando aún luchaba la Comuna en las calles de París. El descubrimiento
de este libro tuvo una “ influencia decisiva” en el
proyecto sobre Baudelaire: Benjamin vio en este libro “en la
figura de un orden natural el complemento del orden social
que Blanqui, hacia el ocaso de su vida, debió reconocer como
aquel que lo había vencido” (I, 1071); y sin embargo, al mismo
tiempo reconocía allí un complemento del golpismo escatológico
de la praxis política de Blanqui durante los años
treinta y cuarenta.
23 Marx, Das Kapital II, en MEW, t. 24, 1963, p. 385; cf. V, 804. [El
capital, t. II, Fondo de Cultura Económica, México, 2000],
24 Cf. Baudelaire, ob. cit., p. 1260, p. 1262 y ss., p. 1276; también del
mismo autor, Correspondancegenérale, t. 1, Crépet, París, 1947, p. 369; t. 3,
1948, p. 37; t. 4, 1948, p. 312; t. 5, 1949, p. 281. [Correspondencia general,
Buenos Aires, Paradiso, 2005].
“Es posible plantear la siguiente pregunta: si no hay en la
acción política de Blanqui rasgos que la caracterizan, precisamente,
como acción de ese hombre que escribió ya en edad
avanzada L ’Eternitépar les Astres (...) Esta idea no ha de descartarse.
El poco interés que Blanqui demostró desde un principio
por los fundamentos teóricos del socialismo ha de tener
su razón en una desconfianza enraizada frente a esas comprobaciones
esperables para quien se sumerja demasiado profundamente
en la estructura del mundo y de la vida. Pero al final,
en la vejez, Blanqui no debe haber podido evitar un profundo
sumergimiento semejante” (I, 1154).
Marx, que en 1848 había celebrado a Blanqui como el
verdadero representante de la clase proletaria, desarrolló a
partir de sus impresiones del fracaso de la revolución de Febrero
su propia teoría de la revolución, que lo apartó definitivamente
del “voluntarismo activista del ‘Partido de la
acción”’;25 más tarde, también Engels se alejó públicamente
de la persona de Blanqui.26 Pero Benjamin tenía más bien
afinidad con el concepto de la historia del francés: “Marx
dice que las revoluciones son la locomotora de la historia
mundial. Pero acaso sea completamente distinto. Acaso las
revoluciones sean el recurso de la humanidad, que viaja en
ese tren, de accionar el freno de emergencia” (I, 1232). Para
Marx, la construcción de la sociedad socialista no podría realizarse
con un simple gesto, representado por el acto de accionar
el freno de emergencia; la humanidad no se encuentra
en ningún tren, ni en uno que vaya a toda velocidad hacia el
abismo, ni en uno que marche en círculos y pase siempre por
las mismas estaciones. Cada revolución supone un cierto ni25
• Korsch, ob. cit., p. 183.
26 Cf. Engels, “Programm der blanquistischen Kommuneflüchtlinge”,
en MEW, t. 18, 1962, p. 529.
vel histórico de las fuerzas de producción, tiene necesidad de
una “serie de condiciones materiales de existencia, que a su
vez son el producto natural de un largo y tortuoso desarrollo
histórico” .27 Solo cuando estas condiciones han madurado
hasta ese punto en la sociedad burguesa puede tener lugar el
vuelco definitivo en que quedan superadas las oposiciones de
clase; y entonces tendrá que ocurrir ese vuelco necesariamente,
siguiendo una ley natural de la sociedad. Distinto en el
caso de Benjamín; en su socialismo siempre resistió con obstinación
una última instancia escatológica; para su mesianismo,
el desarrollo histórico era demasiado largo e insoportablemente
penoso.
“En realidad no hay ningún momento histórico que no
incluya su chance revolucionaria: solo que quiere ser definida
como una específica, es decir, como chance de una solución
por completo nueva de cara a una tarea completamente nueva.
Para el pensador revolucionario, la chance característicamente
revolucionaria de cada momento histórico se confirma
a partir de la situación política. Pero no en menor medida se
confirma para él a través de la fuerza de llave de ese momento,
sobre una recámara muy bien definida, hasta entonces cerrada,
del pasado. La entrada en esta recámara coincide estrictamente
con la acción política; y es a través de este ingreso
que esta acción, no importa cuán destructivamente, se da a
conocer como mesiánica” (I, 1231).
Esta es una teoría estética, no una teoría de la historia. Es
el arte el que siempre conoce tareas completamente nuevas
con soluciones por completo nuevas -y ante todo el de Baudelaire
en la interpretación de Benjamín-; la historia no conoce
nada semejante. La salvación de lo pasado, la “conmemoración”
de la tradición mística, no son, tal como Benjamín
pretendía en las tesis sobre la filosofía de la historia, categorías
históricas. Los sufrimientos pasados no pueden repararse, los
asesinados están, según las palabras de Horkheimer, realmente
muertos. Pero las obras de arte han de tener en la idea de
la conmemoración su raison d ’étre. Sin embargo, no es justificable
una política que, por su parte, se oriente de acuerdo
con la estética: las acciones políticas -inspiradas en Blanqui o
en la anarquía-, los exterminios que ocasionan, no se revelan
como “mesiánicos” . Solo son apolíticas: un esteticismo dubitable.
Pero qué es lo que ocurre en el caso de la estetización
de la política, Benjamin lo reconoció perfectamente en otro
contexto (cf. I, 506 y ss.). Si en Marx leemos: “La producción
capitalista crea con la necesidad de un proceso natural su propia
negación” ,28 así lo formula Benjamin: “La experiencia de
nuestra generación: que el capitalismo no ha de morir de una
muerte natural” (V, 819). El hecho de que, entretanto, el capitalismo
no parezca ir a morir tampoco de una muerte artificial
debería servir como recordatorio de que, según Marx,
todo progreso social se debe a la lucha de clases, cuya forma
de organización está determinada por lo posible históricamente,
y en cada caso objetivo; los progresos no vienen de los golpes
de Estado blanquistas, tampoco de los actes gratuits de los
anarquistas. La prehistoria fue hecha por los hombres, la historia
también será su obra, la obra de una praxis que no se
enceguezca frente a la teoría; o bien, según el marxismo, no
será nunca.
Aquello que nos niega obstinadamente la teoría de la historia
y de la política de Benjamin es lo mismo que distingue,
en gran medida y acaso contra su propia intención, sus mejores
trabajos sobre estética: la fuerza de mediación. Y tam28
Ibíd., p. 791.
bién allí donde la mediación no resulta -como en “El París
del Segundo Imperio en Baudelaire”- , donde ni siquiera está
buscada, podemos aprender de Benjamin más que de la entera
práctica científica de la burguesía. La perspectiva de Hegel,
según la cual la necesidad de la belleza en el arte deriva
de las carencias de la realidad inmediata, sirven a lo sumo a
estas prácticas para disimular apologéticamente el dualismo
entre espíritu y base material, convirtiéndolo en un primer
dualismo. Benjamin reconoce este dualismo como algo desarrollado
históricamente que, no obstante, es también aparente;
y es precisamente esta disociación la que Benjamin busca
deducir socialmente, persiguiendo hasta en los detalles técnicos
de las obras de arte lo social. Que la esfera del arte no solo
se toca a través de los mecanismos de distribución y recepción
con los bordes de la esfera sociál, sino que representa en sí
misma un momento del proceso social de producción, es tan
indudable para la estética de Benjamin como piedra del escándalo
para la teoría literaria corriente. Mucho antes de su
giro hacia el marxismo Benjamin había reconocido que partiendo
de su “tan particular posición en la filosofía del lenguaje”
no había mediación posible con el “estado de saturación
de la ciencia burguesa”; que el “profundo sentido burgués
de hoy... posee únicamente el sentido de la apología” .29 En un
marco de crítica del conocimiento, Benjamin sometió el concepto
de comprensión, dominante hasta en la última moda
de la hermenéutica, a una crítica general. Tanto en contra de
la eliminación metódica del sujeto en el conocimiento como
contra cualquier hipostación de los objetos, Benjamin hace
intervenir la idea de que la verdad está atada a un “núcleo
temporal” presente “al mismo tiempo en lo conocido y en el
cognoscente” (V, 578). Para Benjamin, el “verdadero conocimiento”
de lo histórico se convierte en “autoconocimiento
histórico-filosófico -n o psicológico- del que conoce” .30 De
esta forma, la literatura es para él un órganon de la historia; y
convertirla en esto, la tarea de una historia literaria, tal como
Benjamín la exigía y la ejercía (cf. III, 290). Y no hubo otra
puesta a prueba más penetrante del ejemplo de la historia literaria
materialista emprendida por Benjamín, tanto en sus
aciertos como en sus desaciertos, que la de su libro inconcluso
sobre Baudelaire.
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