sábado, 6 de julio de 2024

Dubatti, Jorge Cien años de teatro argentino. - 1a. ed. - Buenos Aires: Biblos-Fundación OSDE, 2012. PRÓLOGO

 



Introducción

Este libro pretende brindar un conjunto de observaciones y herramientas para

leer la fecunda historia del teatro argentino entre –aproximadamente– 1910 y

2010. Partimos de la idea de que no hay un teatro argentino sino teatro(s)

argentino(s), según el fenómeno que se focalice territorial, geográficamente, en

el análisis. En un país tan vasto como el nuestro, de tan rica extensión y de tan

diversa historia, con una realidad tan compleja de orígenes indígenas,

transculturación de los legados de diversas culturas del mundo y generación de

producciones culturales peculiares, podríamos escribir muchas y diferentes

historias de esos teatros argentinos, si trabajáramos el recorte de estudio en el

plano más puntual de una ciudad, un pueblo, el campo, la selva o la montaña, o

en los planos más amplios de lo regional, lo nacional, lo latinoamericano, lo

continental o lo mundial. La historia del teatro argentino es, en suma, un

problema de cartografía teatral, disciplina comparatista que estudia la

localización territorial de los fenómenos teatrales y su vinculación geográfica.

La perspectiva de la cartografía teatral resulta insoslayable por el simple hecho

de que los acontecimientos teatrales siempre son territoriales, siempre están

localizados en un punto de reunión convivial al que acuden artistas, técnicos y

espectadores. Por la naturaleza de su acontecer, el teatro no se deja

desterritorializar a través de la mediación tecnológica y exige la presencia de los

cuerpos de quienes lo hacen: actores, técnicos, espectadores. En esto se

diferencia radicalmente de la televisión, el cine o internet. Esencialmente

territorial y localizado cada vez que acontece en un punto del planeta, el teatro es

una reunión de cuerpos presentes, y esos cuerpos acarrean al territorio del

acontecimiento la “geografía humana” de todo el mundo.

Afirmamos que el teatro argentino incluye una polifonía de teatros, desplegados

en un mapa multicentral y en un espesor de mapas superpuestos y relacionados.

La construcción de eso que llamamos teatro argentino cambia según

consideremos como eje territorial de la focalización a Buenos Aires (y sus muy

diferentes barrios), las provincias (sus grandes capitales o su “interior”), el

vínculo con las áreas internacionales (las conexiones fronterizas con Uruguay,

Brasil, Paraguay, Bolivia y Chile: teatro rioplatense, guaranítico, andino, etc.),

los permanentes viajes, migraciones y desplazamientos, la producción del teatro

argentino dentro de una comunidad específica que traza una frontera

intranacional (por ejemplo, los mapuches) o más allá las fronteras geopolíticas

en cualquier lugar del mundo. Especialmente en los últimos años, las redes

internacionales de circulación han generado una planetarización (término que

usamos en forma alternativa para oponerlo a la idea de homogeneización cultural

de la globalización, que se lleva muy mal con el teatro) que hace que un

espectáculo pueda presentarse en incontables lugares (valga un ejemplo

argentino: Villa Villa del grupo De la Guarda, ofrecido en decenas de ciudades

en cuatro continentes). No será la misma historia si se la cuenta desde Capital

Federal, Córdoba o Tierra del Fuego, o desde la experiencia de los exiliados

argentinos en México, España o Estados Unidos. Y esto constituye uno de los

ingredientes fascinantes de la historiografía teatral: la posibilidad del

multiperspectivismo y la visión plural.

El ejercicio de esta diversidad, evidentemente, excede nuestra voluntad y

posibilidades. Una historia de los teatros argentinos requeriría un amplio equipo

de investigadores ubicados en diferentes puntos del país y del extranjero, y

varias decenas de volúmenes enlazados caleidoscópicamente. De hecho, aunque

no concertada, esta diversidad hoy acontece: en los últimos veinte años la

historiografía del teatro argentino ha sumado numerosos investigadores que

ponen en práctica, desde distintas miradas y desde diferentes lugares –de Buenos

Aires a Mendoza, de Jujuy a Estados Unidos, de Francia a Neuquén, etc.–, una

historia múltiple de nuestra escena.

Entre todos los posibles teatros argentinos, realizamos en este libro un recorte

territorial que se centra en la actividad de la ciudad de Buenos Aires –de por sí

inabarcable en su riqueza, como veremos– con parciales deslizamientos a otros

contextos de producción en las provincias y más allá de las fronteras geopolíticas

nacionales. Proponemos una periodización de estos cien años en seis grandes

unidades, articuladas a partir de un componente que consideramos dominante y

destacable en nuestro recorte territorial:

• El desarrollo de la forma de producción “industrial” y la superación de la

llamada “época de oro” del teatro argentino (1910-1930).

• El surgimiento y los primeros recorridos del “teatro independiente”, que a

partir de la iniciativa de Leónidas Barletta y el Teatro del Pueblo poco a poco va

transformando la dinámica del campo teatral (1930-1945).

• La politización de la actividad escénica en el arco que va del peronismo, el

“posperonismo” y la Revolución Cubana (1945-1959).

• Las relaciones entre modernización y radicalización política en los años

siguientes (1960-1973), sin duda bajo el signo del “posperonismo” y de la

izquierda internacional.

• La represión aberrante en la predictadura y la dictadura militar con el accionar

ilegal de la Triple A y el Proceso de Reorganización Nacional (1973-1983), cuyo

resultado es el genocidio y la violación de los derechos humanos.

• Finalmente, de 1983 hasta hoy, la posdictadura, que definimos como período a

la vez de salida de la dictadura (el prefijo “post” entendido como “después de”)

y de trauma y continuidad de la subjetividad de la dictadura en la democracia

restituida (el prefijo “post” entendido como “consecuencia de”).

Reservamos un último capítulo para pensar algunas nuevas coordenadas de la

historia del presente y del pasado más reciente bajo el signo político de lo que

llamamos el posneoliberalismo (2003-2012), subunidad dentro de la

posdictadura.

La secuencia progresiva de estos períodos no debe pensarse en forma

sencillamente lineal sino desde la comprensión de su complejidad interna;

esperamos que el lector pueda observar en cada período la coexistencia de

diversas formas de producir y concebir el teatro (comercial, profesional de arte,

oficial, independiente, filodramática, de variedades, etc.), es decir, el “espesor”

inabarcable de la historia teatral, así como los procesos que asumen ciertas

tendencias, constantes y cambios teatrales que se van reformulando a través de

los períodos y cuya orgánica trasciende los límites de las unidades de

periodización. Creemos importante señalar que muchas veces esas concepciones

se cruzan, superponen y mezclan a tal punto que es imposible asimilarlas a una

determinada tendencia. En esos casos, no se trata de precisar distinciones

sistemáticas sino de advertir fenómenos de liminalidad y dominios lábiles, con la

necesaria puesta en suspenso de los rótulos y las fórmulas historiográficas más

rígidos y cerrados. Por ejemplo, el lector reconocerá que los mismos artistas y

compañías producen a la par teatro comercial y teatro profesional de arte en el

período industrial y siguientes, o también las tempranas asimilaciones entre el

teatro independiente y el teatro profesional de arte ya a partir de la década de

1940.

Asimismo, en referencia al mencionado espesor histórico de los

acontecimientos, agreguemos que el desarrollo de un campo teatral se mide por

un conjunto concertado de factores: el teatro propio que gesta y estrena, el teatro

argentino y extranjero que recibe, el comportamiento de su público, el

funcionamiento de su crítica, el grado de institucionalización de la actividad (a

través de asociaciones, gremios, organismos, leyes, etc.), el desarrollo de su

pedagogía, la infraestructura de salas y equipamiento, y también, no menos

centralmente, la investigación que produce. Son muchos aspectos relevantes, y

cada uno de ellos amerita una historia en sí misma; en nuestro libro hemos

tratado de tener en cuenta, siquiera brevemente, a cada una, destacando las

aristas más relevantes. Así, consideramos en cada capítulo los principales

acontecimientos en cuanto a las formas de producción y las diversas

concepciones de teatro coexistentes, las poéticas de los espectáculos y la

dramaturgia, los espacios teatrales y los actores, las visitas extranjeras, las

publicaciones (crítica, revistas, ensayística, memorias), los desarrollos

institucionales. Cerramos cada capítulo con una reflexión sobre la productividad

del período y su proyección en la historia posterior. La posdictadura, el gran

“estallido” de las concepciones teatrales, plantea un caso especial, porque

acontece aún (su proceso interno no se ha cerrado) y porque su dinámica se

complejiza en el auge de lo “micro”.

También nos interesa identificar aquellos fenómenos que diferencian el teatro

argentino en el concierto de la escena internacional. En términos de cartografía

mundial, puede afirmarse que el teatro argentino constituye troncalmente una

región del teatro occidental, por sus deudas e intercambios históricos con el

europeo (centro irradiador de los procesos de occidentalización teatral) y, en

particular, con el español, el italiano, el francés y el del legado cultural judío.

Pero a la vez el teatro argentino presenta una singularidad, una diferencia notable

respecto del teatro europeo, tanto en la dinámica de sus producciones como en la

confluencia heterogénea de otros legados (aborigen, latinoamericano,

norteamericano) y en las formas internas de apropiación y vinculación con esos

estímulos. A lo largo de nuestra experiencia en la investigación, la docencia y la

crítica teatral, en varias oportunidades nos hemos preguntado qué contribución

ha realizado el teatro argentino al mapa occidental y mundial del teatro. En este

libro presentamos ciertas hipótesis sobre la peculiaridad de algunos fenómenos

distintivos que, sin ser los únicos, plantean una diferencia creadora: el sainete y

el grotesco criollos, algunas poéticas escénicas del tango, el teatro

independiente, la cultura teatral “oficialista” del peronismo, la respuesta de

Teatro Abierto 1981 a la dictadura, el teatro comunitario, el “teatro de estados”.

Esperamos, además, que las herramientas desplegadas sirvan al lector para

conectarlas con su actividad como espectador en el presente. En la posdictadura,

y especialmente en la actualidad, la Argentina goza de magnífica actividad

teatral, que vale la pena aprovechar. Vivir en Buenos Aires o visitarla y no ir al

teatro es como vivir o pasar por Nueva York y no conocer el moma, o como vivir

o pasar por Barcelona y no haber visitado la Sagrada Familia de Antonio Gaudí.

El teatro es un patrimonio intangible identitario de la cultura porteña. En Buenos

Aires hay “clima teatral”. Además, el teatro argentino, no sólo el de Buenos

Aires, nivela internacionalmente. Ojalá el lector encuentre en este libro

elementos que le permitan multiplicar y enriquecer su experiencia como

espectador, por ejemplo, observando de dónde provienen en la historia las

tendencias del presente, o qué coordenadas favorecen la comprensión de lo que

está pasando en la posdictadura.

Este libro está elaborado sobre el estudio de fuentes directas y sobre la atenta

lectura, la revisión y el análisis, coincidente o divergente, de las propuestas de

grandes historiadores del teatro argentino: Arturo Berenguer Carisomo, Mariano

Bosch, Raúl H. Castagnino, Jacobo De Diego, Nel Diago, Carlos Fos, Mario

Gallina, Miguel Ángel Giella, Eva Golluscio de Montoya, Teodoro Klein, Juan

Carlos Malcún, José Marial, Nora Mazziotti, Luis Ordaz, Sirena Pellarolo,

Osvaldo Pellettieri, Lola Proaño, Leandro H. Ragucci, Cora Roca, Beatriz

Seibel, David Viñas, entre otros muchos, cuyos estudios consignamos en la

bibliografía para que los interesados puedan seguir leyendo más allá de estas

páginas. Mucho queda aún por revelar de la historia teatral del país, pero no hay

duda de que en los últimos veinte años la historiografía teatral argentina se ha

ampliado y se está produciendo caudalosamente nueva investigación.

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