Tirante
el Blanco continúa cabalgando por la Europa mediterránea con la misma fuerza y
el mismo coraje con los que comenzó su andadura, hace unos cinco siglos, por
las tierras del Reino de Inglaterra. En esta mítica creación literaria,
calificada por Mario Vargas Llosa como «novela total», se conjugan con gran
habilidad elementos psicológicos, realistas e incluso eróticos para narrarnos
aventuras caballerescas, intrigas cortesanas y, por encima de todo, la historia
de amor entre Tirante y Carmesina.
Y
ello gracias al ingenio de Joanot Martorell, que supo crear un personaje con
todas las características que debían hacer de él un héroe tan fantástico, pero
al mismo tiempo tan real: no nos cuesta nada imaginárnoslo como si hubiera
existido de verdad. No en vano, Miguel de Cervantes rinde homenaje a esta
novela al salvarla de la quema inquisitorial en uno de los pasajes más conocidos
del QUIJOTE, donde no duda en calificarla como «el mejor libro del mundo».
La
presente edición de TIRANTE EL BLANCO ofrece –por primera vez en castellano–
una versión modernizada de este clásico universal para acercarla al lector del
siglo XXI.
«La
novela de caballerías más divertida de la literatura universal.»
THE NEW YORK TIMES
Joanot
Martorell
Tirante el Blanco
Título
original: Tirant Lo Blanc
Joanot
Martorell, 1490
Traducción:
Joan Enric Pellicer
INTRODUCCIÓN
Tirante
el Blanco, mítica creación literaria salida del pensamiento y de la pluma del
gran novelista valenciano Joanot Martorell, sigue cabalgando por el
Mediterráneo con la misma fuerza y el mismo coraje con el que comenzó su marcha
por las tierras del Reino de Inglaterra. Y hace ya más de quinientos años que
nos tiene el corazón robado, justo desde el día 20 de noviembre de 1490 cuando
salía, con toda la fuerza de su caballo, de los obradores de la imprenta
valenciana de Nicolau Spindeler.
Después
de tantos años vuelve Tirante lleno de vida, habiendo superado todas las
fronteras y todos los tropiezos; y su brío es aún tan fuerte que sin duda
seguirá cabalgando muchísimos siglos más. Porque Tirante no morirá jamás. Y
todo gracias al ingenio de Joanot Martorell, que supo crearlo con todas las
características que debían hacer de él -y de los demás personajes que cobran
vida en la novela- unos héroes tan fantásticos, pero al mismo tiempo tan
reales, que nada nos cuesta imaginárnoslos como personas vivas, como individuos
reales que cobran vida cada vez que abrimos la novela y nos ponemos a leerla.
EL
AUTOR
Joanot
Martorell pertenecía a una familia de la nobleza media establecida, desde hacía
tiempo, en Gandía. Era el segundo de siete hijos, y una de sus hermanas,
Isabel, fue la primera mujer del gran poeta valenciano Ausiás March. No sabemos
la fecha exacta de su nacimiento, aunque se supone que debió ser hacia los años
1413-1414.
Muy
joven, el año 1420, participó en la expedición de Alfonso el Magnánimo en
Cerdeña y Córcega junto con otros caballeros valencianos entre los que estaban
Ausiás March, el también poeta Andreu Febrer y unos Francesc, Galzeran y Jofré
Martorell, que probablemente eran dos de sus hermanos y su padre. El hecho de
formar parte de este séquito real ya nos evidencia el rango al que pertenecía
su familia: su abuelo, Guillem Martorell, señor de Xaló, había sido consejero
del rey Martí, y su padre, el caballero Francesc Martorell, fue camarero del
mismo rey y jurado de Valencia.
El
año 1436 su abuela le hizo donación de los lugares de Benibraim y de Muría. A
partir de 1437 lo encontramos involucrado en uno de los asuntos que habían
llegado a ser casi habituales entre los caballeros valencianos de la época. Nos
referimos a las famosas letras de batalla, como son conocidas las cartas de
reto a muerte que un caballero ofendido entregaba a su ofensor. Joanot envió un
total de nueve de estas cartas a su primo Joan de Montpalau, a quien acusó de
haber roto la palabra de matrimonio que había dado a Damiata, hermana pequeña
de Martorell. Como era costumbre entre los caballeros, su primo contestó todas
las cartas, hasta el punto de llegar los dos a la conclusión que sus
diferencias solo se podrían resolver llegando a una batalla a toda ultranza o,
lo que es lo mismo, a un combate individual a muerte.
De
acuerdo con la práctica caballeresca del momento, Joanot, como caballero
ofendido, debía divisar las armas (es decir, elegirlas, fijar si le combate se
tenía que hacer a pie o a caballo, etc.) y también buscar un juez imparcial que
designase el lugar y la fecha de la contienda. Por esta razón Joanot Martorell
se dirigió a Inglaterra, a la corte del rey Enrique IV, quien aceptó hacer de
juez. Pero la intervención desde Valencia de la reina María, esposa de Alfonso
el Magnánimo, y del hermano de éste, el infante Enrique, hizo que la batalla
entre Joanot y su primo no se llevase a cabo.
De
vuelta al Reino de Valencia, Joanot cruzó también letras de batalla y tuvo asuntos
caballerescos con Jaume de Ripoll y con el caballero andante Felip de Boíl.
Hacia
el año 1443 nuestro novelista hizo un viaje a Portugal, del que, sin embargo,
tenemos muy pocas noticias. También han llegado hasta nosotros las cartas de
batalla que Joanot Martorell escribió desafiando a Gonzal d'Ixer, comendador de
Montalbán donde le desafiaba a que le pagase una deuda que había contraído con
él. El comendador, sin embargo, prefirió que el asunto fuera revisado por la
justicia ordinaria, la cual quitó la razón a Martorell y le impuso «silencio
perdurable», es decir, que le exigió desdecirse de sus pretensiones ya que no
tenían ningún fundamento legal.
Es
probable que el deseo de Martorell de llegar a una batalla a toda ultranza lo
empujase a hacer un segundo viaje a Inglaterra, aunque de esta estancia no
tenemos documentos fehacientes. Sí que sabemos, en cambio, que el año 1454 se
encontraba en Nápoles, donde residió por lo menos un año largo. Murió hacia
1468.
Joanot
Martorell, que se mantuvo soltero y del que no se conoce descendencia, encarna
la figura del típico caballero de la Valencia del cuatrocientos: personaje
luchador y pendenciero que se mueve con desenvoltura por las cortes europeos
que visita pero que no duda en exigir justicia -con razón o sin ella- y que
continuamente muestra en sus asuntos diarios, la ilusión de haber sido un
caballero que habría deseado conseguir la grandeza y magnificencia con la que
dotó a su personaje de ficción: Tirante el Blanco.
LA
NOVELA
Como
ya hemos señalado, el día 20 de noviembre de 1490 aparecía en Valencia, de la
mano del impresor Nicolau Spindeler, la edición príncipe del Tirant lo
Blanc, con 715 ejemplares. Todo un éxito, si tenemos presente que entonces
una edición difícilmente superaba las 300 o 350 copias. Como se puede
comprobar, ya desde su inicio, la novela tuvo una grande aceptación, hasta el
punto de haber llegado a ser un bien de intercambio: en este sentido, sabemos
que Joanot Martorell le dio el original del texto a Joan Martí de Galba como
pago de unas deudas que había contraído con él.
Fue
el mismo Galba quien, por los ruegos de una dama valenciana de la época, Isabel
de Lloris, posiblemente una de las primeras fans y entusiastas del texto,
preparó la edición. Galba, sin embargo, al igual que Martorell, no llegaría a
ver la novela impresa, ya que murió cinco meses antes de que saliera a la
calle. Martorell parece que había muerto unos 25 años antes de su publicación.
No
es aquí el lugar ni el momento de averiguar cuál fue la intervención de Galba
como coautor de la novela, ni hasta qué punto algunos pasajes del texto son
debidos a él. Porque como se señala en el colofón de la primera edición, Joanot
Martorell no había podido traducir más que las tres cuartas partes de la obra
y, por lo tanto, Galba sería el encargado de traducir la cuarta, que constituye
el final del libro. Conviene mencionar, de entrada, cuál es el valor que hay
que dar al verbo traducir, que repetidamente se lee a comienzos de la novela,
ya que no se trata de otra cosa que de un ardid utilizado por Martorell para
lograr la captatio benevolentiae para asegurarse el beneplácito del
posible lector; si hacía aparecer la novela bajo el engaño de obra traducida,
sus autores -si realmente fueron dos- le conferían, de entrada, un valor
añadido: si presentaban la obra como traducida, debían pensar, resultaría una
garantía, ya que solo se traduce aquello que vale la pena ser traducido.
Por
otro lado, el concepto de traducción al que se hace referencia, tanto en el
prólogo como en el colofón, no es del todo erróneo si tenemos presente que, en
su primera parte, Martorell se valió de un relato anterior que él mismo había
escrito, conocido modernamente con el título de Guillem de Varoic, en el que se
relata, a grandes trechos, la historia de Guillem de Varoic, legendario
caballero inglés que se había hecho famoso por sus gestas contra los moros.
Este relato incluye, en su parte doctrinal, elementos extraídos, a su vez, del
Llibre de l'Orde de Cavalleria, de Ramón Llull. Esta pequeña historia
constituirá la base para la redacción de los primeros 39 capítulos del Tirante
(que tiene 487 en la edición príncipe); pero mientras que en el Guillem de
Varoic hay una mínima trama novelada, en el Tirant lo Blanc, este mismo pasaje
se desarrolla con todo esplendor y con las máximas posibilidades narrativas.
La
historia de Guillem de Varoic constituye el primer motivo de la novela, pero a
partir de aquí, por decirlo de alguna manera, su personaje central, el Tirante,
se le escapa a Martorell de las manos y de una forma prodigiosa se constituye
en un personaje que adquiere vida propia; un personaje que más que parecer de
ficción, parece que sea de carne y hueso. Y da la sensación -tal es el verismo
que caracteriza toda la novela-, que Martorell (o Martorell y Galba) no han
hecho otra cosa que poner por escrito sus gestas, sus afanes, sus amores y, en
definitiva, su vida. Y eso es así porque la novela está tan bien tramada, tan
bien localizada geográfica e históricamente, que al lector le da la impresión
de ser una obra verosímil y basada en la realidad. No gratuitamente Dámaso
Alonso la calificó en un estudio memorable, como la «primera novela moderna»,
ya que Tirante el Blanco rompía con todos los esquemas de las gastadas novelas
de caballería para llegar a ser el prototipo de novela caballeresca, según la
acertada clasificación de Martí de Riquer.
Y
volvamos a recordar, aunque sea un tópico, que Miguel de Cervantes, en su más
famoso libro, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, lo
considera «el mejor libro del mundo». No hemos de olvidar tampoco que el
peruano Mario Vargas Losa, que repetidamente se ha confesado como un de los
grandes admiradores del Tirante -y por lo tanto un de los miles de entusiastas
seguidores que inició Isabel de Lloris-, la calificó, en su magnífico ensayo
literario Letra de Batalla por Tirante el Blanco, de «novela total». Como dice
Vargas Losa, y conviene citar sus mismas palabras:
Tirant
lo Blanc es una novela de caballería, fantástica, histórica, militar, social,
erótica, psicológica: todo esto junto y nada exclusivamente, ni más ni menos
que la realidad.
Mientras
que su autor, Joanot Martorell, y volvemos a citar al novelista peruano:
Es
el primero de esa estirpe de suplantadores de Dios, como Balzac, Dickens,
Flaubert, Tolstoi, Joyce, Faulkner, que pretenden crear en sus novelas una
realidad total. Martorell —añade Vargas Llosa— es el más remoto caso de
novelista todopoderoso, desinteresado, omnisciente y ubicuo.
Tirant
lo Blanc, que ya desde su inicio tuvo el éxito que avalan el número de
ejemplares impresos, posteriormente volvió a ser editada en Barcelona el año
1497, sólo siete años después de la primera edición, caso realmente singular en
la época. El año 1511 ya fue traducida al castellano, y el 1538 al italiano
(edición que fue de nuevo estampada los años 1566 y 1611). En Ámsterdam se
traduce al francés el año 1737, traducción que se vuelve a editar en Londres y
en París, hasta cuatro veces diferentes. Y más tarde se editó de nuevo en
Barcelona, en Nueva York, en Madrid, etc., hasta lograr treinta dos ediciones
históricas.
Y
no hace mucho tiempo fue traducida al inglés por David Rosenthal -con gran
éxito de crítica y público, que se convirtió en un best seller-. Recientemente
ha sido traducida al francés, al holandés, al rumano, al sueco, etc.
Tirante
el Blanco, pues, sigue cabalgando en estos momentos por el mundo con la misma
fuerza y coraje que cuando comenzó su marcha por las tierras de Inglaterra, ya
que es un personaje único que hay que poner en relación con los héroes
literarios, europeos y mundiales, más importantes de todos los tiempos.
NUESTRA
EDICIÓN
Esta
edición se caracteriza por un «aligeramiento» del original. Nuestra idea ha
sido presentar una versión del Tirante que sea legible para un lector actual.
En este sentido, aunque no hemos «suprimido» ningún pasaje en la novela, sí que
hemos «descargado» el original. Es bien sabido que esta novela, como gran parte
de las obras medievales y renacentistas, está rellena de larguísimos
«razonamientos», «lamentaciones», etc. que dificultan su lectura. Lo que hemos
intentado ha sido hacer una «edición esencial», mediante cuya lectura un lector
actual pueda tener la percepción que ha leído toda la novela, pero sin haber
tenido que sufrir aquellos extensos fragmentos a que nos hemos referido.
En
una edición divulgativa como es esta, no podíamos mantener la división en
cuatrocientos ochenta y siete capítulos en los que se presenta el original,
sino que la hemos reestructurado en partes y capítulos, más de acuerdo con los
ejes temáticos de la novela.
JOAN
ENRIC PELLICER
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