miércoles, 19 de julio de 2023

Joanot Martorell Tirante el Blanco PRÓLOGO

 

 

            Tirante el Blanco continúa cabalgando por la Europa mediterránea con la misma fuerza y el mismo coraje con los que comenzó su andadura, hace unos cinco siglos, por las tierras del Reino de Inglaterra. En esta mítica creación literaria, calificada por Mario Vargas Llosa como «novela total», se conjugan con gran habilidad elementos psicológicos, realistas e incluso eróticos para narrarnos aventuras caballerescas, intrigas cortesanas y, por encima de todo, la historia de amor entre Tirante y Carmesina.

            Y ello gracias al ingenio de Joanot Martorell, que supo crear un personaje con todas las características que debían hacer de él un héroe tan fantástico, pero al mismo tiempo tan real: no nos cuesta nada imaginárnoslo como si hubiera existido de verdad. No en vano, Miguel de Cervantes rinde homenaje a esta novela al salvarla de la quema inquisitorial en uno de los pasajes más conocidos del QUIJOTE, donde no duda en calificarla como «el mejor libro del mundo».

            La presente edición de TIRANTE EL BLANCO ofrece –por primera vez en castellano– una versión modernizada de este clásico universal para acercarla al lector del siglo XXI.

            «La novela de caballerías más divertida de la literatura universal.»

 THE NEW YORK TIMES


             

 

   


         


Joanot Martorell

 

 Tirante el Blanco

 

 

           

 

 


            Título original: Tirant Lo Blanc

 

            Joanot Martorell, 1490

 

            Traducción: Joan Enric Pellicer

 

 

             

 

 


 INTRODUCCIÓN

 

 

            Tirante el Blanco, mítica creación literaria salida del pensamiento y de la pluma del gran novelista valenciano Joanot Martorell, sigue cabalgando por el Mediterráneo con la misma fuerza y el mismo coraje con el que comenzó su marcha por las tierras del Reino de Inglaterra. Y hace ya más de quinientos años que nos tiene el corazón robado, justo desde el día 20 de noviembre de 1490 cuando salía, con toda la fuerza de su caballo, de los obradores de la imprenta valenciana de Nicolau Spindeler.

            Después de tantos años vuelve Tirante lleno de vida, habiendo superado todas las fronteras y todos los tropiezos; y su brío es aún tan fuerte que sin duda seguirá cabalgando muchísimos siglos más. Porque Tirante no morirá jamás. Y todo gracias al ingenio de Joanot Martorell, que supo crearlo con todas las características que debían hacer de él -y de los demás personajes que cobran vida en la novela- unos héroes tan fantásticos, pero al mismo tiempo tan reales, que nada nos cuesta imaginárnoslos como personas vivas, como individuos reales que cobran vida cada vez que abrimos la novela y nos ponemos a leerla.

            EL AUTOR

 

            Joanot Martorell pertenecía a una familia de la nobleza media establecida, desde hacía tiempo, en Gandía. Era el segundo de siete hijos, y una de sus hermanas, Isabel, fue la primera mujer del gran poeta valenciano Ausiás March. No sabemos la fecha exacta de su nacimiento, aunque se supone que debió ser hacia los años 1413-1414.

            Muy joven, el año 1420, participó en la expedición de Alfonso el Magnánimo en Cerdeña y Córcega junto con otros caballeros valencianos entre los que estaban Ausiás March, el también poeta Andreu Febrer y unos Francesc, Galzeran y Jofré Martorell, que probablemente eran dos de sus hermanos y su padre. El hecho de formar parte de este séquito real ya nos evidencia el rango al que pertenecía su familia: su abuelo, Guillem Martorell, señor de Xaló, había sido consejero del rey Martí, y su padre, el caballero Francesc Martorell, fue camarero del mismo rey y jurado de Valencia.

            El año 1436 su abuela le hizo donación de los lugares de Benibraim y de Muría. A partir de 1437 lo encontramos involucrado en uno de los asuntos que habían llegado a ser casi habituales entre los caballeros valencianos de la época. Nos referimos a las famosas letras de batalla, como son conocidas las cartas de reto a muerte que un caballero ofendido entregaba a su ofensor. Joanot envió un total de nueve de estas cartas a su primo Joan de Montpalau, a quien acusó de haber roto la palabra de matrimonio que había dado a Damiata, hermana pequeña de Martorell. Como era costumbre entre los caballeros, su primo contestó todas las cartas, hasta el punto de llegar los dos a la conclusión que sus diferencias solo se podrían resolver llegando a una batalla a toda ultranza o, lo que es lo mismo, a un combate individual a muerte.

            De acuerdo con la práctica caballeresca del momento, Joanot, como caballero ofendido, debía divisar las armas (es decir, elegirlas, fijar si le combate se tenía que hacer a pie o a caballo, etc.) y también buscar un juez imparcial que designase el lugar y la fecha de la contienda. Por esta razón Joanot Martorell se dirigió a Inglaterra, a la corte del rey Enrique IV, quien aceptó hacer de juez. Pero la intervención desde Valencia de la reina María, esposa de Alfonso el Magnánimo, y del hermano de éste, el infante Enrique, hizo que la batalla entre Joanot y su primo no se llevase a cabo.

            De vuelta al Reino de Valencia, Joanot cruzó también letras de batalla y tuvo asuntos caballerescos con Jaume de Ripoll y con el caballero andante Felip de Boíl.

            Hacia el año 1443 nuestro novelista hizo un viaje a Portugal, del que, sin embargo, tenemos muy pocas noticias. También han llegado hasta nosotros las cartas de batalla que Joanot Martorell escribió desafiando a Gonzal d'Ixer, comendador de Montalbán donde le desafiaba a que le pagase una deuda que había contraído con él. El comendador, sin embargo, prefirió que el asunto fuera revisado por la justicia ordinaria, la cual quitó la razón a Martorell y le impuso «silencio perdurable», es decir, que le exigió desdecirse de sus pretensiones ya que no tenían ningún fundamento legal.

            Es probable que el deseo de Martorell de llegar a una batalla a toda ultranza lo empujase a hacer un segundo viaje a Inglaterra, aunque de esta estancia no tenemos documentos fehacientes. Sí que sabemos, en cambio, que el año 1454 se encontraba en Nápoles, donde residió por lo menos un año largo. Murió hacia 1468.

            Joanot Martorell, que se mantuvo soltero y del que no se conoce descendencia, encarna la figura del típico caballero de la Valencia del cuatrocientos: personaje luchador y pendenciero que se mueve con desenvoltura por las cortes europeos que visita pero que no duda en exigir justicia -con razón o sin ella- y que continuamente muestra en sus asuntos diarios, la ilusión de haber sido un caballero que habría deseado conseguir la grandeza y magnificencia con la que dotó a su personaje de ficción: Tirante el Blanco.

            LA NOVELA

 

            Como ya hemos señalado, el día 20 de noviembre de 1490 aparecía en Valencia, de la mano del impresor Nicolau Spindeler, la edición príncipe del Tirant lo Blanc, con 715 ejemplares. Todo un éxito, si tenemos presente que entonces una edición difícilmente superaba las 300 o 350 copias. Como se puede comprobar, ya desde su inicio, la novela tuvo una grande aceptación, hasta el punto de haber llegado a ser un bien de intercambio: en este sentido, sabemos que Joanot Martorell le dio el original del texto a Joan Martí de Galba como pago de unas deudas que había contraído con él.

            Fue el mismo Galba quien, por los ruegos de una dama valenciana de la época, Isabel de Lloris, posiblemente una de las primeras fans y entusiastas del texto, preparó la edición. Galba, sin embargo, al igual que Martorell, no llegaría a ver la novela impresa, ya que murió cinco meses antes de que saliera a la calle. Martorell parece que había muerto unos 25 años antes de su publicación.

            No es aquí el lugar ni el momento de averiguar cuál fue la intervención de Galba como coautor de la novela, ni hasta qué punto algunos pasajes del texto son debidos a él. Porque como se señala en el colofón de la primera edición, Joanot Martorell no había podido traducir más que las tres cuartas partes de la obra y, por lo tanto, Galba sería el encargado de traducir la cuarta, que constituye el final del libro. Conviene mencionar, de entrada, cuál es el valor que hay que dar al verbo traducir, que repetidamente se lee a comienzos de la novela, ya que no se trata de otra cosa que de un ardid utilizado por Martorell para lograr la captatio benevolentiae para asegurarse el beneplácito del posible lector; si hacía aparecer la novela bajo el engaño de obra traducida, sus autores -si realmente fueron dos- le conferían, de entrada, un valor añadido: si presentaban la obra como traducida, debían pensar, resultaría una garantía, ya que solo se traduce aquello que vale la pena ser traducido.

            Por otro lado, el concepto de traducción al que se hace referencia, tanto en el prólogo como en el colofón, no es del todo erróneo si tenemos presente que, en su primera parte, Martorell se valió de un relato anterior que él mismo había escrito, conocido modernamente con el título de Guillem de Varoic, en el que se relata, a grandes trechos, la historia de Guillem de Varoic, legendario caballero inglés que se había hecho famoso por sus gestas contra los moros. Este relato incluye, en su parte doctrinal, elementos extraídos, a su vez, del Llibre de l'Orde de Cavalleria, de Ramón Llull. Esta pequeña historia constituirá la base para la redacción de los primeros 39 capítulos del Tirante (que tiene 487 en la edición príncipe); pero mientras que en el Guillem de Varoic hay una mínima trama novelada, en el Tirant lo Blanc, este mismo pasaje se desarrolla con todo esplendor y con las máximas posibilidades narrativas.

            La historia de Guillem de Varoic constituye el primer motivo de la novela, pero a partir de aquí, por decirlo de alguna manera, su personaje central, el Tirante, se le escapa a Martorell de las manos y de una forma prodigiosa se constituye en un personaje que adquiere vida propia; un personaje que más que parecer de ficción, parece que sea de carne y hueso. Y da la sensación -tal es el verismo que caracteriza toda la novela-, que Martorell (o Martorell y Galba) no han hecho otra cosa que poner por escrito sus gestas, sus afanes, sus amores y, en definitiva, su vida. Y eso es así porque la novela está tan bien tramada, tan bien localizada geográfica e históricamente, que al lector le da la impresión de ser una obra verosímil y basada en la realidad. No gratuitamente Dámaso Alonso la calificó en un estudio memorable, como la «primera novela moderna», ya que Tirante el Blanco rompía con todos los esquemas de las gastadas novelas de caballería para llegar a ser el prototipo de novela caballeresca, según la acertada clasificación de Martí de Riquer.

            Y volvamos a recordar, aunque sea un tópico, que Miguel de Cervantes, en su más famoso libro, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, lo considera «el mejor libro del mundo». No hemos de olvidar tampoco que el peruano Mario Vargas Losa, que repetidamente se ha confesado como un de los grandes admiradores del Tirante -y por lo tanto un de los miles de entusiastas seguidores que inició Isabel de Lloris-, la calificó, en su magnífico ensayo literario Letra de Batalla por Tirante el Blanco, de «novela total». Como dice Vargas Losa, y conviene citar sus mismas palabras:

            Tirant lo Blanc es una novela de caballería, fantástica, histórica, militar, social, erótica, psicológica: todo esto junto y nada exclusivamente, ni más ni menos que la realidad.

            Mientras que su autor, Joanot Martorell, y volvemos a citar al novelista peruano:

            Es el primero de esa estirpe de suplantadores de Dios, como Balzac, Dickens, Flaubert, Tolstoi, Joyce, Faulkner, que pretenden crear en sus novelas una realidad total. Martorell —añade Vargas Llosa— es el más remoto caso de novelista todopoderoso, desinteresado, omnisciente y ubicuo.

            Tirant lo Blanc, que ya desde su inicio tuvo el éxito que avalan el número de ejemplares impresos, posteriormente volvió a ser editada en Barcelona el año 1497, sólo siete años después de la primera edición, caso realmente singular en la época. El año 1511 ya fue traducida al castellano, y el 1538 al italiano (edición que fue de nuevo estampada los años 1566 y 1611). En Ámsterdam se traduce al francés el año 1737, traducción que se vuelve a editar en Londres y en París, hasta cuatro veces diferentes. Y más tarde se editó de nuevo en Barcelona, en Nueva York, en Madrid, etc., hasta lograr treinta dos ediciones históricas.

            Y no hace mucho tiempo fue traducida al inglés por David Rosenthal -con gran éxito de crítica y público, que se convirtió en un best seller-. Recientemente ha sido traducida al francés, al holandés, al rumano, al sueco, etc.

            Tirante el Blanco, pues, sigue cabalgando en estos momentos por el mundo con la misma fuerza y coraje que cuando comenzó su marcha por las tierras de Inglaterra, ya que es un personaje único que hay que poner en relación con los héroes literarios, europeos y mundiales, más importantes de todos los tiempos.

            NUESTRA EDICIÓN

 

            Esta edición se caracteriza por un «aligeramiento» del original. Nuestra idea ha sido presentar una versión del Tirante que sea legible para un lector actual. En este sentido, aunque no hemos «suprimido» ningún pasaje en la novela, sí que hemos «descargado» el original. Es bien sabido que esta novela, como gran parte de las obras medievales y renacentistas, está rellena de larguísimos «razonamientos», «lamentaciones», etc. que dificultan su lectura. Lo que hemos intentado ha sido hacer una «edición esencial», mediante cuya lectura un lector actual pueda tener la percepción que ha leído toda la novela, pero sin haber tenido que sufrir aquellos extensos fragmentos a que nos hemos referido.

            En una edición divulgativa como es esta, no podíamos mantener la división en cuatrocientos ochenta y siete capítulos en los que se presenta el original, sino que la hemos reestructurado en partes y capítulos, más de acuerdo con los ejes temáticos de la novela.

            JOAN ENRIC PELLICER

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