OJOS VERDES
Leónidas Andreiev
¡Calla! ¡Calla! ¡Calla! ¡Acércate más a mí! ¡Mírame a los ojos! Yo siempre fui una criatura fascinadora, tierna, sensible y agradecida. Fui sabia y noble. Y mi cuerpo flexible es tan gracioso al moverse que te proporcionará alegría contemplar mi fácil danza. Ahora me arrollaré en un anillo, relampaguearán mis escamas obscuras, serpentearé tiernamente y abrazaré el tuyo con mi cuerpo acerado en un abrazo gentil y frío. ¡Uno en muchos! ¡Uno en muchos! ¿No te gusta que me retuerza y me estire? ¡Oh! Mi cabeza es pesada; por eso me muevo despacio. ¡Oh! Mi cabeza es pesada; por eso miro derechamente hacia delante, conforme me arrastro. Ven más cerca de mí. Dame un poco de calor; acaricia mi sabia frente con tus dedos; en su lindo perfil encontrarás una copa en la que mana sabiduría, el rocío de las flores de la tarde. Cuando corto el aire en mis ondulaciones, dejo en él una estela; una traza del tejido más fino, el tejido de los encantos de los sueños, el encanto de los movimientos silenciosos, el inaudible silbido de líneas resbaladizas. Estoy callada y me cimbreo; miro adelante, y me cimbreo. ¿Qué extraña carga llevo en mi cuello?
Siempre fui una criatura fascinadora y amé tiernamente a quienes amé. Ven más cerca de mí. ¿Ves mis blancos, agudos, agudos y encantadores dientecitos? Besando, acostumbraba a morder un poco, hasta que las brillantes primeras gotas aparecían, hasta que llegaba a mí un grito que me sonaba como la risa producida por el cosquilleo. Eso era muy agradable, no pienses que fuera desagradable, de lo contrario, aquellos a quienes besaba no volverían por más besos. ¡Ahora es cuando no puedo besar más que una vez! ¡Qué triste! ¡Sólo una vez! ¡Un beso para cada uno! ¡Qué poco para un corazón amante, para un alma sensible, que se esfuerza por encontrar una gran unión! Pero soy yo sola la que está triste, la que besa una sola vez y tiene que buscar amor de nuevo; él ya no conoce otro amor; para él mi único tierno beso nupcial es inviolable y eterno. Te hablo francamente, y cuando termine mi historia te besaré.
Te amo.
Mírame a los ojos. ¿No es cierto que mi mirada es magnífica y poderosa? ¿Qué es firme y derecha? ¿Qué es fija como un acero forjado en tu corazón? Miro derechamente adelante y me ondulo; en mis ojos verdes reúno tu miedo, tu anhelo amoroso, fatigado y sumiso. Ahora soy reina, y tú no osas ver mi belleza; pero hubo un tiempo extraño. ¡Oh, qué extraño tiempo! ¡Sólo de recordarlo me agito! ¡Oh, qué extraño tiempo en que nadie me amó! Nadie me respetó. Fui perseguida con cruel ferocidad, pisoteada en el barro y escarnecida. ¡Oh, qué tiempo tan extraño fue! ¡Uno en muchos! ¡Uno en muchos!
Yo te digo: Ven más cerca de mí.
¿Por qué no me aman? En aquel tiempo también era una criatura fascinadora, pero sin malicia; era gentil y danzaba maravillosamente. Pero me torturaron. Me quemaron en el fuego. Rudos y pesados golpes caían sobre mí, sordas pisadas de pies pesados; frías dentelladas de bocas sangrantes rasgaban mi delicado cuerpo; y en mi imponente tristeza, mordía la arena, tragaba el polvo del suelo, moría de desesperación. ¡Oh, qué tiempo tan terrible era! El bosque estúpido lo ha vivido todo; no recuerda aquellos tiempos; pero tu tienes piedad de mí, de la ofendida, de la triste, de la amorosa, de la que danza tan hermosamente.
Te amo.
¿Cómo podía defenderme? No tenía más que mis dientecitos blancos, maravillosos y afilados; no servía más que para besar. ¿Cómo podía defenderme?
Es ahora solamente cuando llevo sobre mi cuello esta terrible carga de la cabeza, y mi mirada es imperativa y recta; pero entonces mi cabeza era ligera y mis ojos miraban apaciblemente. Entonces aún no tenía veneno. ¡Oh, mi cabeza pesa tanto que me cuesta trabajo mantenerla levantada! Me he cansado de mi mirada; dentro de mi frente hay dos piedras; y estas son mis ojos. Tal vez las piedras centelleantes son preciosas; pero es duro llevarlas en lugar de ojos gentiles; oprimen mi cerebro. ¡Es tan duro para mi cabeza! Yo miro adelante y me arrastro. Te veo entre una neblina verde. ¡Estás tan lejos! ¡Ven más cerca de mí!
Ya lo ves: hasta en mi tristeza soy hermosa y mi mirada es lánguida causa de mi amor. Mira mis pupilas; yo las estrecharé y las extenderé y les daré un brillo peculiar; el brillo de una estrella en la noche, el juguete de todas las piedras preciosas, de diamantes, verdes esmeraldas, amarillentos topacios y rubíes de rojo sangre. Mírame a los ojos, soy yo la reina; sin la niebla me estoy coronando, y lo que brilla, abrasando y resplandeciendo, que te quita la razón, libertad y la vida, es el veneno. Es una gota de mi veneno.
¿Cómo ha ocurrido? No lo sé. No tengo mala voluntad a los que viven.
Yo viví y sufrí, era callada, languidecí, me ocultaba apresuradamente cuando podía hacerlo, escapaba ondulante; pero jamás me han visto llorar, no puedo llorar. Y mi danza fácil fue haciéndose cada vez más rápida y más hermosa. Sola, en la quietud, en la espesura, danzaba con tristeza en el corazón; despreciaban mi danza ligera y hubiesen deseado matarme cuado danzaba. Repentinamente comenzó a hacerse pesada mi cabeza ¡Qué raro es! Mi cabeza se hizo pesada. Tan pequeña y hermosa, tan sabia y hermosa, había crecido, haciéndose terriblemente pesada; dobló mi cuello sobre la tierra
y me causó dolor. Ahora ya estoy, en cierto modo, acostumbrada a ella; pero al principio era terriblemente difícil y doloroso. Pensé que estaba enferma.
Y de repente… Acércate más a mí. Mírame a los ojos. ¡Calla! ¡Calla! ¡Calla!
De repente mi mirada se hizo pesada, fija y extraña. ¡Hasta yo estaba asustada! Deseo ojear y volverme, pero no puedo; siempre miré adelante; de cada vez taladro más hondamente con mi mirada; estoy como petrificada. Mírame a los ojos. Estoy como petrificada, como si todo lo que miro lo estuviese. Mírame a los ojos.
Te amo. No te rías de mi franca historia, o me enfadaré. A todas horas abro mi corazón sensible; pero mis esfuerzos son en vano; estoy sola. Mi solo y último beso está lleno de sonora tristeza; y el que amo no está aquí, y busco amor de nuevo, y cuento mi historia en vano. Mi corazón no puede soportarse a sí mismo, el veneno me atormenta y mi cabeza se hace más pesada. ¿No soy hermosa en mi desesperación? Acércate más a mí.
Te amo.
Una vez me estaba bañando en una balsa estancada del bosque; me gusta ser limpia; es signo de noble nacimiento, y me bañaba con frecuencia. Mientras me bañaba, danzando en el agua, vi mi reflejo y, como siempre, me enamoré de mí misma. ¡Me gustan tanto los sabios y los hermosos! Y repentinamente vi sobre mi frente, entre mis adornos innatos, un nuevo y extraño signo. ¿No sería este signo el que origina la pesadez, la mirada petrificada y el gusto dulce de mi boca? Aquí, sobre mi frente, se dibuja una cruz oscura, aquí mismo, mira. Acércate más a mí. ¿No es esto raro?
Yo no lo comprendía entonces y me gustó. Y en aquel mismo día, en aquel terrible día que apareció la cruz, mi primer beso fue también mi último; mi beso se convirtió en fatal. ¡Uno en muchos! ¡Uno en muchos!
¡Oh!
Tú adoras las piedras preciosas; pero piensa, amado mío, cuánto más preciada es una pequeña gota de mi veneno. ¡Es una gota tan pequeña! ¿Las has visto alguna vez en medio de la niebla? Nunca, nunca, pero ya lo adivinarás. Considera, amado mío, como me devoraban tantos sufrimientos, tan penosas humillaciones y mi rabia impotente. Tenía que experimentar para poder llevar esta pequeña gota. ¡Soy una reina! ¡Soy una reina! En una gota llevo la muerte a los vivos, y mi reino es ilimitado, como lo es la
pesadumbre, la muerte. ¡Soy una reina! ¡Mi mirada es inexorable! ¡Mi danza es terrible! ¡Soy hermosa! ¡Uno en muchos! ¡Uno en muchos!
¡Oh!
No caigas. Mi historia no ha terminado aún. Acércate más a mí.
Entonces me arrastré hacia la estúpida floresta, dentro de mi verde dominio.
¡Ahora es un nuevo camino! ¡Un camino terrible! Era, como reina, amable, y como tal, saludaba graciosamente a derecha e izquierda. ¡Y ellos escapaban corriendo! Como una reina, saludaba benevolente a derecha e izquierda, y ellos, ¡gente extraña!, huían corriendo. ¿Qué piensas? ¿Por qué corrían? ¿Qué piensas? Mírame a los ojos. ¿Ves cierto resplandor y un relámpago en ellos? Los rayos de mi corona ciegan tus ojos; estás petrificado, estás perdido. Pronto bailaré mi última danza; no caigas. Yo me recogeré en anillos, relampaguearán mis escamas obscuramente y estrecharé mi cuerpo de acero con abrazos gentiles y fríos. ¡Heme aquí! Acepta mi único beso, mi beso nupcial. En él está toda la fatal pesadumbre de todas las vidas oprimidas. ¡Uno en muchos! ¡Uno en muchos!
Inclínate hacia mí. Te amo.
¡Muere!
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