viernes, 25 de mayo de 2018

Ernesto Sabato. Capillas Literarias. El escritor y sus fantasmas.

 

CAPILLAS LITERARIAS





Creo que Thomas Mann dice, en alguna de sus novelas, que el hombre solitario es capaz de enunciar más originalidades y más tonterías que el hombre social. Esto vale también para la literatura. Cierto aislamiento, cierto bárbaro aislamiento, como siempre tuvo el artista en los Estados Unidos, es fértil para la creación de algo fuerte y novedoso. No es necesario, como lo prueba gente como Proust o como Tolstoi; tampoco es suficiente, como lo prueba tanto idiota aislado. Digo, con muchos «ciertos» y «quizá», que de vez en cuando es bueno y fertilizante, como ha sido fertilizante para la ultrarrefinada literatura europea la inyección de esa sangre de escritores como Hemingway.
En Buenos Aires, como en París, padecemos esas galerías de espejos que son las capillas. Y así sucede que la mayor parte de sus integrantes (falsamente multiplicados por los espejos, como en esos negocitos mezquinos de hoy en día) no hacen literatura sino literatura de literatura, una especie de literatura a la segunda potencia, únicamente apta para iniciados y exquisitos conocedores.
Y por eso se rieron del Martín Fierro. Casi siempre, prefieren el ingenio al simple genio.

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