domingo, 6 de mayo de 2018

El escritor y sus fantasmas, Ernesto Sabato. OPINIÓN. HEMEROTECA.


El escritor y sus fantasmas, Ernesto Sabato

Sabato
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Este libro consta de diversos ensayos –algunos reducidos al aforismo- que, al margen de sus respectivas especificidades, se proponen revelar en su conjunto cierta redundancia latente en el título; es decir, el insoslayable apego del oficio de escritor con sus obsesiones y la presión que sobre él ejercen las escuelas, lo credos literarios, la situación política y la inmensa tradición a la hora de desarrollar su labor creativa. Cuestiones inasibles, fantasmales, que han caído muchas veces en el bizantinismo por culpa de intelectuales insensibles, dueños de una mirada cientificista del arte que Sabato entiende como fieles apéndices del capitalismo.
En sentido laxo, entonces, se trata de un libro que rescata una suerte de bitácora de perplejidades o diario de notas escrito en la más absoluta intimidad; un intento por levantar la sábana del fantasma y mirar su rostro, hacer carne de su espectro; y finalmente un ejercicio que así como en su momento quiso poner en orden las ideas de su demiurgo, ahora se atreve a tender su mano temblorosa pero firme a todos aquellos que comparten la aventura creadora. Casi todos los temas son abordados desde una mirada que alguien podría llamar obsesiva y unilateral, dispuesta más que nada a desenmascarar la raíz mecanicista de muchas estéticas contemporáneas que anulan el valor metafísico del arte. Enemigo de las certezas del racionalismo, el autor se empeña en invalidar la autoconciencia que adquiere el  texto literario desde el preciso momento en que se formulan preceptos absurdos o Manifiestos que lo legitiman, abogando por la inherente contradicción de los movimientos y los seres humanos. De ahí la belicosidad hacia estéticas como el objetivismo francés, la novela policial y la literatura comprometida. No hace falta agregar que estas objeciones se ven iluminadas y enriquecidas por una erudición sensible que hace de cada texto la célula de un vasto sistema nervioso de conexiones múltiples. Un cerebro que late.
Pero tratándose de un proyecto destinado a la claridad, lo cierto es que el resultado final en muchos casos se siente tan relativo o discutible como lo era en su comienzo, aunque después de todo nos queda el deleite del viaje, el placer de haber visto ese proceso de rejunte y reciclado de información de una mente que bien o mal encuentra un centro de calma en el remolino de sus ideas. Tal vez esa sensación de insolvencia venga causada por un desgarramiento entre la estrategia de aprehensión del objeto y la naturaleza del objeto en sí. Me refiero a que Sabato utiliza la herramienta o el conjuro de la sentencia para penetrar en sus fantasmas, pero pronto el lector se da cuenta de que apenas logra definir sus contornos. La tenacidad de su afán lo ha inducido al error. Querer definir los misterios de la literatura a través de una literatura preclara e inobjetable, genera una suerte de repulsión en el esquema interno de la palabra. Tal vez para estos casos la solución radique -como bien lo supo Octavio Paz- en un lenguaje más colindante a la poesía. Y es que pese a su notoria aversión hacia el mundo de la ciencia, Sabato parece conservar las ansias de absoluto propias de una mente racional. Y, no sin paradoja, esa contradicción que late bajo los umbrales de su conciencia a veces forma curiosas amalgamas. Véase cómo en el siguiente fragmento se percibe la irrupción de la mirada naturalista de un físico en las preocupaciones teóricas de un literato:
 Nuestra conciencia no es clara ni coherente, y uno mismo no “sabe” cómo son los propios sentimientos. Proyectados hacia el mundo, se refractan al entrar en un medio de diferente densidad y naturaleza, y al volver sobre nosotros, reflejados por otro espíritu, aumenta nuestra confusión. Algo parecido pasa con los personajes de una novela, que no son los mismos ni permanecen idénticos a sí mismos al ser sentidos por un lector.
Cabría agregar que dado el inmenso cúmulo de ideas contenidas en “El escritor y sus fantasmas”, se recomienda una lectura sosegada y reflexiva para que la idea, como el vino, se abra naturalmente en la copa viva, eterna y sin fondo del corazón.
HEMEROTECA.
https://clubdecatadores.wordpress.com/2011/01/31/el-escritor-y-sus-fantasmas-ernesto-sabato/

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