viernes, 10 de marzo de 2017

(Fragmento. NOVELA. BELFEGOR O LA IRA DEL DIABLO. J. MÉNDEZ-LIMBRICK


   (Fragmento. NOVELA. BELFEGOR O LA IRA DEL DIABLO. De futura publicación en URUK EDITORES).

"Repito, a Borges fue al que más se le vilipendió por tal posición de derecha o quizá por una posición deliberadamente complaciente con los regímenes de los dictadores suramericanos. No entendían que una cosa es la filosofía del escritor y otra la de su obra que, en este caso, fue magnífica. Igual sería el no leer a Cervantes por ser antijudío y antimoro. Pensamientos estúpidos y reduccionistas fueron los que imperaron en esa época.
¡Ignoramos a todo aquel que no fuera del grupo y con mucho más razón si no era de izquierda!
Pero ya para los años ochenta y en adelante, de nuevo resurgiría la figura de Borges, se le emanciparía de la no vulgar posición política y populachera de izquierda que asumía el grupo de La prima donna.
Con Sabato, sería igual: no se le llamó a filas del grupo de La prima donna. Tampoco él, Sabato pretendió incluirse. Sabato siempre fue un hombre retraído, de una gran melancolía.
Siempre recordaré en una entrevista que le hacían en España y el hombre, el escritor Sabato, en medio de la conversación daba sus razones de por qué había abandonado la posición y los partidos de izquierda, incluso manifestó que había sido secretario del Partido Comunista de la Argentina para que así las personas entendieran lo comprometido que estaba con la causa marxista.
El hombre, con habilidad e inteligencia –algo poco visto en los periodistas– le subrayó de qué opinaba acerca de los escritores que apoyaban el bloque de izquierda –y que a la sazón, no le quedaban más de veinte años de vida al bloque soviético– y le dijo que hacer la revolución en un café parisino sería muy fácil y cómodo. Era evidente que se refería al grupo de La prima donna.
Las declaraciones de Sabato corrieron por los teletipos pero en una maniobra astuta el grupo de La prima donna no contestó. No se daba por aludido. Yo no me sentí aludido porque la verdad mi obra la hacía en el silencio, fuera de París, fuera de Barcelona, la construía noche a noche en mis mansiones de las Rutlands-Halls y alejado del tumultuoso mundo político.
De seguro que mis compañeros de Cofradía sí se dieron por aludidos pero –reitero–, nadie emitió juicio alguno ni dijo nada a los comentarios ácidos y con gran dosis de verdad del escritor argentino. Y al que más se le ninguneó por no decir que se le anuló magistralmente como si no hubiera existido fue a Manuel Mujica Láinez.
En la época que le conocía recién había escrito su magnífica –por no decir grandiosa– obra Bomarzo y que pasó desapercibida por el público mayoritario de Latinoamérica a pesar de que esta, en esos años sesenta, ganaba el Premio Nacional de Literatura de su país Argentina.
Y Borges en un agasajo a su amigo “Manucho” como con cariño y aprecio se le decía, dijo: el bien que se le hacía con ese libro al género de la novela, refiriéndose a Bomarzo.
Hoy por hoy no tengo dudas de que Bomarzo es una obra delirante del Renacimiento en el mundo actual".

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