viernes, 13 de febrero de 2015

La poesía de Luis Rosales José María García de Tuñón Aza.


La poesía de Luis Rosales
José María García de Tuñón Aza
Luis Rosales (Granada 1910 - Madrid 1992)
Luis Rosales en 1972

Quizá haya sido el poeta granadino la figura más interesante de la generación de 1936{1} y uno de los mejores poetas que dio España en el pasado siglo. Nace Rosales en Granada el 31 de mayo de 1910. Estudió en los escolapios y cuando termina el bachiller se matricula en la Facultad de Filosofía y Letras y en la de Derecho. Fue en la Universidad donde entabla amistad con el poeta García Lorca de quien más tarde publicaría un ensayo sobre el Romancero gitano en la revista Cruz y raya que dirigía José Bergamín, aunque su vocación poética surgió en torno a los componentes de la revista El Gallo donde colaboraba el propio García Lorca. Pero Luis Rosales ya se había sentido poeta relativamente pronto pues el conocimiento de Federico García Lorca y de algún otro amigo no le sirvió para despertar en él el sentimiento poético. «Me sirvió -dice Rosales- para hacer las cosas mucho mejor que las que había hecho anteriormente.»{2} En 1930 se traslada a Madrid, ciudad que acogía en ese momento tres generaciones de escritores, donde continúa sus estudios que había abandonado en su Granada natal.

Aunque ya había publicado algunos poemas, su primer libro de versos no se presenta hasta 1935. Se titulaba Abril, y es, en su totalidad, un libro de poesía amorosa inspirado, al parecer, en una antigua relación que mantuvo con una compañera de estudios. Empezó escribiendo amorosa para terminar escribiendo «poesía enamorada», nos dice Julián Marías. Esa primera obra hizo su impacto entre los que querían incorporarse a la vida literaria madrileña porque señala una fecha importante para la poesía española: «Cuando aparece Abril, la batalla vanguardista de renovación de la palabra poética a través de las imágenes, ya ha sido ganada. Y Luis Rosales ha sido de los primeros en darse cuenta de ello. Si en algún momento la imagen ha tenido más importancia que la palabra, ahora va a suceder todo lo contrario y la palabra va a ser más importante que la imagen.»{3} El periódico El Sol saludaba al poeta como capitán de una coqueluche dispuesta a «contener en moldes duros una poesía que se expandía ya demasiado, como gas libre, en el verso suelto»{4}, gracias a su obra Abril un libro dividido en tres partes: Vigilia del agua, Primavera del hombre y Poemas en soledad:

Abril, porque siento creo,
por calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos
que son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad
¿fuiste sino claridad
temblor, paciencia y dulzura?{5}

Poco antes de aparecer Abril, Rosales conoce en Madrid a Ricardo Gullón y éste le recordaría viviendo en una pensión del barrio de Salamanca con Leopoldo y Juan Panero. «No puedo imaginarlos ni recordarlos separados; siempre juntos, con Luis Felipe Vivanco también. Este era el grupo que trataba de renovar la poesía española de aquellos momentos. Después de la vanguardia se imponía, a juicio de Luis ?que era la cabeza rectora de este grupo?, una transformación de la poesía española hacia la espiritualidad. Yo llamé movimiento de salvación del espíritu lo que Luis intentó realizar en Abril»{6}, porque cuando apareció la obra, España estaba en vísperas de una gran convulsión espiritual que alcanzaría prácticamente a todos. «Es importante recordar -continúa diciendo Gullón- que la guerra supuso para Luis Rosales un choque tremendo porque él amparó a Federico García Lorca en su casa. Fue por ese motivo perseguido, se le quitó la camisa azul que le habían dado poco antes y después tuvo que soportar la infinidad de calumnias y miserias que se vertieron con motivo de la muerte de Federico García Lorca.»{7}

Un García Lorca de quien Rosales cuenta cómo el autor de Mariana Pineda «estaba decidido a que realizáramos entre los dos una composición a los muertos, a los muertos en los dos bandos. Él quería que fuese una cantata, o una especie de romance para poderlo cantar. Algo que no fuese una elegía. Y él se reservó la parte musical, para que yo compusiera la letra. La música no la tenía escrita, pero sí pensada, y a mí me le interpretó varias veces en el piano de mi tía. Yo no había escrito la letra. Posteriormente, a la muerte de Federico, yo hice mi poema como una elegía a los muertos, que no era el que yo pensaba, pero que no pudo llegar, que nació influido por aquellas conversaciones tan repetidas que tuvimos. Mas al morir mi amigo, la poesía tomó el rumbo de la elegía.»{8} Elegía que tituló La voz de los muertos y que termina con estos versos:

Y así en la tierra dura que el trigo amarillece
Vuestro silencio ha sido la primera Verdad.
¡Silencio enajenado que la muerte hermosea!
¡Silencio que ha de ser tierra para el arado!
¡Gloria espaciosa y triste donde descansa España
Su viril hermosura tan antigua y tan nueva!
¡Tierra entera de sangre que es la voz de tus muertos
¡Y nos da nacimiento, costumbre y agonía!
¡Tierra que sólo brinda paciencia y superficie!
¡Tierra para morir, deshabitada y loca
Por cumplir tu hermosura,
Oh España, Madre España!{9}

Aunque Luis Rosales declaró en 1976 a la periodista Estela Cirelli que «a mí la política no me interesa»{10}, lo cierto es que se afilió a Falange siguiendo la estela de sus hermanos Antonio y José que ya lo eran poco después de que este partido fuera fundado por José Antonio Primo de Rivera. Sin embargo, esta afiliación de nada le sirvió cuando los «fantasmones encaramados en el Poder», que había escrito el propio José Antonio, a punto estuvieron de fusilarle por haber tenido escondido en su casa al autor de Bodas de sangre. «Lo cierto es que Luis Rosales estuvo en peligro de ser él también muerto a consecuencia del asunto Lorca. Fue expulsado de Falange por el capitán Rojas, ya jerarca del partido, y se abrió una investigación sobre su conducta. Nos ha contado el propio Rosales.»{11} Al final todo se redujo a «una multa importante» que tuvo que pagar su padre.

Todas estas vicisitudes hicieron que Pedro Laín Entralgo considerara a Rosales como «un refugiado interior». Y así lo cuenta cuando colaboraba en el periódico Arriba España, en aquel entonces la publicación más intelectual entre las de su género, y en donde «nos juntó el dolor de nuestro pueblo; no su saña, aunque entonces la había, sino su dolor»{12}: «Vino a Pamplona desde Granada, principalmente para poner distancia geográfica entre él y un terrible suceso ?el asesinato de Federico García Lorca? del cual había salido éticamente limpio y cordialmente dolorido. El acto de su comparecencia fue deslumbrador: una lectura de sus últimos poemas, inéditos todavía, en el despacho del director de Arriba España. La palabra de sus versos ?intensa, honda, alquitarada? nos envolvió a todos sus oyentes y nos instaló por igual en el alciónico ciclo de la poesía y en el suelo patético de la vida española. Esos versos abrieron la vía de nuestra amistad, firme y creciente desde entonces.»{13}

Arriba España nace en agosto de 1936 dirigida por el clérigo Fermín Yzurdiaga y el poeta Ángel María Pascual. Era esta publicación, por aquel entonces, la más intelectual entre las de su género y el primer periódico nacionalsindicalista cuya aparición era una vez a la semana. En un primer momento se pretendió que llevase solamente el nombre de Arriba que además su cabecera haría grata a los falangistas; pero no cristalizó esta primera idea pensando que de ella querría disponer el propio José Antonio una vez liberado porque todavía se seguía pensando en su liberación. Fue Yzudiaga quien finalmente optó porque el nuevo periódico se titulará ¡Arriba España! con dos admiraciones en un principio, pero «fueron retiradas de la cabecera el 11 de octubre del 36.»{14} Tuvo un buen plantel de colaboradores y gozó de una cierta autonomía informativa pudiendo defender sin grandes problemas sus puntos de vista; aunque años más tarde serviría para que la labor del clérigo fuera duramente criticada: «El activo cura navarro transformó la retórica usual de Falange: empleó hasta el cansancio la palabra discurso como epígrafe de sus escritos; hizo escribir en rituales mayúsculas las palabras clave (Revolución, Imperio, Mando, César); se obsesionó con las inscripciones latinas…»{15}

La incorporación de Luis Rosales a este periódico pamplonés fue debida a Dionisio Ridruejo que consideró al poeta como la revelación poética más importante de aquellos años. Para él supuso la entrada de un gran vate que «empezaba a ser lo que luego iría siendo en plenitud y sin barajar sus cartas: crítico, erudito, pensador y conversador original y encendido, unos de los más sugestivos que se hayan dado en una tierra donde el hablar derramado ha consumido tantas -y algunas del todo- fuentes de ingenio.»{16} También Rafael García Serrano, que coincidió en la redacción del periódico con Luis Rosales, lo recordaría años después «siempre con el mono caqui claro, casi colonial, de las Banderas andaluzas, no recuerdo si trincheras negras o correaje a la inglesa, y con la pistola al cinto. Fue él quien me comunicó, a orillas del Gayarre, que ediciones Jerarquía iba a publicar mi Eugenio.»{17}

Según el escritor Andrés Trapiello, los poemas de guerra de Luis Rosales se publicaron en Jerarquía y es cierto, pero olvida el libro Los versos del combatiente a quien el jesuita Gabriel María Verd dedica un artículo en la revista Letras de Deusto. El libro, de difícil localización, según dice un poco exageradamente Verd, aparece sin nombre de autor en la portada, aunque sí en la cubierta: «Sargento de morteros José R. Camacho.»{18} Dice el jesuita que la primera noticia del libro le llegó por una mención que precisamente hace Rosales, a la muerte de Pemán, en el diario Abc. Posteriormente, en 1987, tuvo una entrevista con el poeta quien le señaló que el libro había sido preparado en Burgos por encargo de Dionisio Ridruejo. Colaboraron en él: Luis Felipe Vivanco, Manuel Machado, José María Pemán, Leopoldo Panero, Luis Rosales, y, muy posiblemente, Dionisio Ridruejo y Agustín de Foxá. La duda de la participación se produce porque ninguno de los versos venían firmados y al tratar de identificarlos, Rosales no pudo reconocer ninguno, pero estaba seguro de su colaboración. Después de tanto tiempo el poeta solamente señaló como suyos nueve poemas y cinco probables. Entre los propios hay uno poco conocido, aunque lo recogen sus Obras Completas, dedicado a José Antonio Primo de Rivera, que tituló, José Antonio:

Para cumplir con la muerte
silenciosos.
¡Acuérdate de nosotros!

Para hacer que la victoria
sea de todos.
¡Acuérdate de nosotros!

Para llevar a los débiles
sobre el hombro.
¡Acuérdate de nosotros!

Para no ser de los unos
y de los otros
¡Acuérdate de nosotros!

Para que amemos a España
sobre todo
¡Acuérdate de nosotros!

¡Y para ser en la Patria
la exactitud y el decoro,
para buscar el milagro
con los ojos!

¡Para salvar la esperanza!
José Antonio:
¡Acuérdate de nosotros!{19}

Pero volvamos a Jerarquía la «revista negra de la Falange» de cubiertas negras con letras doradas y sus páginas encuadradas con viñetas y alegorías. Intelectualmente influyó en la misma Eugenio d’Ors, contó con la inspiración de Ángel María Pascual y colaboraron en ella los más destacados intelectuales falangistas. Editó durante los años de guerra numerosos libros, como por ejemplo, Eugenio de García Serrano, y hasta la antología Poesía heroica del imperio de Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco. La poesía ocupó buena parte de las páginas de la revista: Ridruejo, Foxá, Basterra, d’Ors, Vivanco, Rosales, etc., vieron sus poemas publicados en ella que sólo publicó cuatro números: invierno de 1936, octubre de 1937, marzo de 1938 y un último fechado en 1938. Otra obra editada por Jerarquía fue la Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera, donde participarían veintiséis poetas y, entre ellos, Luis Rosales cuyo soneto dedicó «a José Antonio, que descubrió, expresó y defendió la verdad de España. Murió por ella»: Tú amaste el ser de España misionera / frente al peligro y por la luz unida, / el ser de la evidencia enaltecida / del mar latino en la ribera entera…

Vendría más tarde la revista Vértice que comenzó en abril de 1937 y finalizó, tras 81 números, en 1946. Colaboraron todos los escritores y poetas mencionados. También vieron la luz interesantes trabajos: desde novelas canónicas de Concha Espina a las «moralités» de Zunzunegui, las fantasías de Cunqueiro y los relatos de Edgar Neville. Luis Rosales publicó, a título de ejemplo: Ofrecimiento (Guardia en el parapeto) cuyos primeros y finales versos dicen así:

Esta noche, cierta y clara,
se puede morir; vendría
la muerte calladamente
hasta la sangre sumisa,
calladamente durmiendo
su pujante valentía…
………..
y en esta esperanza que tengo
Señor, te la ofrecería.{20}

Acabada la guerra, el reto más importante que se plantearon los intelectuales falangistas fue Escorial «revista de cultura y letras», dirigida en sus primeros números por Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo como subdirector. Aparece en noviembre de 1940 y este número comienza con un Manifiesto editorial: «Interesaba de mucho tiempo atrás a la Falange la creación de una revista que fuese residencia y mirador de la intelectualidad española […]. Escorial no es una revista de propaganda sino honrada y sinceramente una revista profesional de cultura y letras. No pensamos solicitar de nadie que venga a hacer aquí apologías líricas del régimen o justificaciones del mismo…»{21}. Rosales colaboró en este primer número con un artículo titulado Poesía y verdad donde agradece el «libro, titulado sencilla y esperanzadamente Primer Libro de Amor» de Dionisio Ridruejo, publicado en 1939.

En el mes de diciembre siguiente, ya acabada la guerra, aparece el segundo número y Rosales publicó Retablo Sacro del nacimiento del Señor, que se trata de un conjunto de 15 poemas, más una pieza introductoria compuesta por décimas: Dicen que el niño ha nacido, / y el corazón en la brisa / tiene una fiesta imprecisa / de campanario sin nido…{22} .Este Retablo tuvo una segunda edición en el año 1964 y pasó a tener 31 poemas. Después la edición que publicó Seix Barral de la Poesía reunida,se incrementó con ocho poemas más, por ejemplo: Romance que termina cuando se hace la luz, y que comienza con estos versos: Augusto ha dado un edicto; / para cumplir lo mandado; / hacia Belén de Judea / va la Virgen caminando…{23}. Serían otras muchas las colaboraciones de Rosales en esta «revista de cultura y letras». Vemos también su texto en prosa El contenido del corazón publicado en el noveno número, anticipo del libro del mismo título, y que a modo de confesión se sincera: «¿Escuchas? Son unas palabras sinceras, graves y doloridas; unas palabras que van buscando su verdad. El hombre que las dice, el hombre que se encuentra en el Retiro porque no puede regresar a parte alguna, el hombre que ahora se sueña y luego irá donde nadie le espera, soy yo mismo. Soy yo mismo, que me estoy recordando para conocerme el dolor, soy yo mismo, que tengo treinta años y aún no he dado el dibujo de mi hombredad, soy yo mismo, que no sé si afirmo algo, si digo algo, cuando repito, con la esperanza puesta en Dios, que soy yo mismo»{24}. Con este trabajo, encontró su expresión personal y la voz poética que después llevó a otros trabajos.

En el semanario El Español, fundado por el jonsista Juan Aparicio en 1942 y que duró hasta 1956, la participación de Luis Rosales es más bien muy escasa y apenas sus estudiosos hacen referencia alguna a esas colaboraciones del poeta. En el número siete del semanario publica un artículo que tituló El último heroísmo y alguna casa más del siglo XVII: «Es muy difícil resistir el mal cuando se encuentra dentro de nosotros, constituyendo nuestro ser; y el senequismo, verdaderamente, es la médula misma de la conciencia nacional, es el núcleo permanente y estoico sobre el que se tiene su asentamiento nuestra conducta. Es, por tanto, difícil y doloroso censurarle; pero si bien es cierto que él ha brindado a nuestro carácter su inequívoca dignidad, no es menos cierto que al mismo tiempo le restó ímpetu y le debilitó. Su voz es tan hermosa, tan altiva y está además tan afincada a nuestro ser, que apenas advertimos o moralizamos, incidimos en él; y lo más digno de advertir es que se ha pretendido, y aún se pretende, darle vestidura cristiana; no la tiene en verdad…»{25}. No volvería a colaborar en la revista hasta el año siguiente con otro artículo, sería el segundo y último, que tituló El sentimiento del desengaño, donde escribe la poesía Carta a las damas de la Corte para los galanes que iban a la Armada que comenzaba con estos versos: Los galanes de la Corte / que fuisteis a la jornada / las huérfanas de Madrid / os envían esta carta…{26}

En 1949 publica La Casa encendida. «Hacía mucho tiempo -dice Luis Felipe Vivanco- que Luis Rosales quería escribirse su poema integral, o lo más completo, desde el punto de vista de las realidades y experiencias humanas incorporadas a él […]. Un poema sin otro tema o materia que el de la existencia concreta de un hombre referida a sus dualidades elementales de memoria y olvido, vida y muerte, soledad y compañía. Y este poema, lo consigue en La Casa encendida»{27} porque el poeta cree en la poesía: «Vivir es volver. El tiempo pasa; las cosas que quisimos son caedizas, fugitivas: se van. Y esto es morirse», dice Rosales:

Porque todo es igual y tú lo sabes,
has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta
con ese mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que
llegaras
y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas
como estarán dentro de un año…{28}

En 1951 publica Rimas en «Cultura Hispánica», libro por el que obtiene el Premio Nacional de Poesía. Ambas obras: La Casa encendida y Rimas, están consideradas como la plenitud poética del poeta. Desde los años 1953 a 1965 dirige la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Entre tanto, había publicado, año 1960, Cervantes y la libertad, excelente libro ensayísticocon prólogo de Ramón Menéndez Pidal, y fue premiado al año siguiente con el «Mariano de Cavia» por un artículo sobre el pintor Zabaleta. En 1962 fallece Ramón Pérez de Ayala, y Rosales pasa a ocupar su vacante al ser elegido por unanimidad académico numerario de la Real Academia Española.

Sigue trabajando y publica en el año 1966 El sentimiento del desengaño en la poesía barroca. Después, El contenido del corazón y Pasión y muerte del Conde de Villamediana lo publicaría en el año 1969. El siguiente año obtuvo el Premio de la Crítica con El contenido del corazón. A esta obra le seguirían en años posteriores Segundo Abril, Teoría de la libertad, Lírica Española, Canciones, Las puertas comunicantes etc. hasta que en 1982 gana el Premio Cátedra de Poesía Fray Luis de León-Ciudad de Salamanca, publica Un rostro en cada ola, y obtiene el Premio Miguel de Cervantes propuesto por la Real Academia Española de la Lengua y en dura competencia. La entrega del premio tuvo lugar en la Universidad de Alcalá de Henares y en su discurso de recepción dijo, entre otras cosas: «He dedicado gran parte de mi vida al estudio de la obra de Cervantes y pienso que hablar de él, en este día, no es solamente una obligación, sino una forma de agradecimiento. La lectura de Cervantes me ha dado muchas alegrías. Sin embargo, ¡cuidado! Una cosa es leer y otra es caer, pues la lectura del Quijote se nos adentra tanto que a veces es igual que una caída. Una caída de difícil y lenta recuperación, pues te puedes pasar la vida entera sin levantarte de ella…»

Poesía reunida (1979-1982), Oigo el silencio universal del miedo, El desnudo del arte y otros ensayos, Esa angustia llamada Andalucía, y, por último, Antología poética con prólogo de Laín Entralgo, serían sus últimas publicaciones. Porque la muerte que «no vendrá vencedora ni vencida», como él había escrito, le sorprendió el 24 de octubre de 1992. Después, su obra sería siempre recordada en España y fuera de ella por los buenos y fieles lectores de nuestra poesía.

Notas

{1} Martínez Cachero, José María, en su libro La revista de poesía. Garcilaso (1943-1946) y sus alrededores, dice: «La revista Ínsula tuvo a bien dedicar el número doble 224-225 (julio-agosto 1965) a este asunto generacional. Reconociendo lo que nuestra guerra civil supuso en la vida y obra de esta generación, casi todos los colaboradores y casi todas las personas convocadas en la encuesta de las páginas 6 y 7 vienen a afirmar su existencia, si bien Luis Rosales, uno de sus integrantes, estima que sería preferible llamarla de 1935, que es un año más importante literariamente hablando que 1936». Devenir Ensayo. Madrid, 2005, pág. 86.Por otro lado, en unas declaraciones que hizo en el diario de Oviedo La Nueva España, el 27 de mayo de 1979, dice: «Las generaciones son conceptos y los conceptos son muletas, que en la medida que sirven para andar, sirven para algo, pero, en definitiva, no apresan la realidad. A la generación a la que yo pertenezco se le han dado distintos nombres, la generación del 35 o la generación del 36, como a la generación del 97 a la que también se le han dado distintos nombres. Yo pertenezco a la que se llama la generación posterior a la del 27, generación 35 o generación 36.»

{2} Diario La Nueva España, Oviedo, 27 de mayo de 1979, pág. 38.

{3} Vivanco, Luis Felipe, Introducción a la poesía española contemporánea, Ediciones Guadarrama. Madrid, 1974, pág. 114.

{4} Citado por Alberto Porlan, en Luis Rosales. Antología poética, Alianza Editorial. Madrid, 1984, pág. 11.

{5} Rosales, Luis, Obras Completas.Poesía, Editorial Trotta. Madrid, 1996, pág. 124

{6} Gullón, Ricardo, Nobleza de ideas, en el diario Abc de Madrid, 31 de mayo de 1990, pág. 60.

{7} Ibíd.

{8} Molina Fajardo, Eduardo, Los últimos días de García Lorca, Plaza & Janés. Barcelona, 1983, pág. 177.

{9} Jerarquía nº 2, octubreMCMXXXVII.Este poema fue recogido posteriormente, con algunas modificaciones de texto, por LUIS ROSALES: Obras Completas. Poesía, Editorial Trotta. Madrid, 1996, págs. 209-210.

{10} Diario La Nueva España, Oviedo, 4 de julio de 1976, pág. 31.

{11} Gibson, Ian, Granada en 1936 y el asesinato de García Lorca. Editorial Crítica. Madrid, 1986, pág. 229.

{12} Laín Entralgo, Pedro, ¿Quién eras tú? Diario Abc, 25 de octubre de 1992, pág. 78.

{13} Laín Entralgo, Pedro, Descargo de conciencia (1930-1936), Alianza Editorial. Madrid, 1989, pág. 221.

{14} García Serrano, Rafael, La gran esperanza, Editorial Planeta. Barcelona, 1983, pág. 175.

{15} Mainer, José-Carlos, Falange y Literatura, Editorial Labor. Barcelona, 1971, pág. 39

{16} Ridruejo, Dionisio, Casi unas memorias, Editorial Planeta. Barcelona, 1976, pág. 138.

{17} García Serrano, Rafael, op. cit., pág. 247.

{18} Se trataba de José Rosales, hermano del poeta, que también componía versos y que era un personaje muy popular en Granada.

{19} Rosales, Luis, Los versos del combatiente, Citado por Gabriel María Verd, S. J. en Letras de Deusto, nº 39 sep-dic., pág. 26. También en Obras Completas, Op. cit., pág. 730.

{20} Revista Vértice, nº 13, agosto, 1938.

{21} Revista Escorial. Tomo I. Madrid, noviembre, 1940, págs. 7 y 9 .

{22} Ibíd.., diciembre, 1940, pág. 247

{23} Rosales, Luis, Poesía reunida, Editorial Seix Barral. Madrid, 1981, pág. 105.

{24} Rosales, Luis, El contenido del corazón, en la revista Escorial, nº 9, julio, Madrid, 1941, pág. 67.

{25} Semanario El Español, nº 7, 12 de diciembre de 1942, pág. 11.

{26} Ibíd.., nº 45, 4 de septiembre de 1943, págs. 1 y 12.

{27} Vivanco, Luis Felipe, Introducción a la poesía española contemporánea. 2, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1974, pág. 138

{28} Rosales, Luis, La casa encendida. Editorial Revista de Occidente, Madrid, 1967, págs. 25 y 26.
http://www.nodulo.org/ec/2013/n141p09.htm

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